sábado, 15 de enero de 2011

Orígenes y Desarrollo de la Sanidad en Lanzarote hasta finales del siglo XIX

La Doctora en Enfermería María Luz Fika Hernando de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Trabaja en la Facultad de Ciencias de la Salud en el Departamento de Enfermería, leyó su Tesis Doctoral el 23 de Octubre de 2010 en el Palacio Spínola de la Villa de Teguise en Lanzarote. Los Directores de su Tesis fueron la Catedrática Benedicta Ojeda Pérez y el Doctor Pedro Antonio Moreno Ramis.
FOTO 001 María Luz Fika Hernando

El Tribunal que le dio la máxima calificación de “Sobresaliente Cum Laude”, estaba formado por el Presidente Catedrático Pedro Betancor León, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. La Secretaria fue la Catedrática María del Pilar Laínez Sevillano, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Los Vocales fueron: el Doctor Domingo de Guzmán Pérez, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. La Doctora Ángeles García Carpintero de la Universidad de Sevilla y el Doctor Jesús López Ortega de la Universidad de Jaén.
FOTO 002 Tribunal

La realización de esta investigación viene dada porque no conocemos ningún trabajo específico sobre el período objeto de estudio y porque pensamos que tiene un especial interés para ayudarnos a conocer la realidad sanitaria de Lanzarote.

Los objetivos que nos planteamos tratan de analizar la estructura socioeconómica, la actitud social frente a la salud o la enfermedad y la relación clase social/enfermedad, así como profundizar en el conocimiento de la formación de las personas que atendían a los enfermos y analizar las condiciones sociales e higiénico-sanitarias. También, conocer las luchas que contra la enfermedad y para su prevención realizaron hombres e instituciones y analizar los comportamientos y actitudes de los profesionales sanitarios y su nivel de implicación social, entre otros, partiendo de los siguientes supuestos y/o hipótesis:

Las Actas Municipales son una fuente fiable para el conocimiento de la actividad institucional frente a la enfermedad y a la salud.
Los libros parroquiales son fuentes complementarias para el estudio de la historia sanitaria.
FOTO 003 María Luz Fika Hernando leyendo la Tesis

Los datos aportados por los viajeros ingleses de los siglos XVIII y XIX son fuentes relevantes desde el punto de vista sanitario.
Los Ayuntamientos disponían de recursos suficientes y de capacidad de actuación para velar por la salud pública.
Las autoridades locales se postulaban de forma condicionada ente los problemas sanitarios por intereses particulares o rechazo social implícito en sus decisiones.
Los médicos realizaban una labor asistencial adecuada.
Los restantes profesionales sanitarios desempeñaron un papel activo ante la enfermedad.
La capitalidad provincial e insular confería ventajas en la lucha contra las enfermedades.
Los intereses particulares de determinados grupos sociales influían en las decisiones a adoptar en materia de desarrollo sanitario.
Los hospitales y profesionales sanitarios existentes fueron insuficientes para alojar y atender a los enfermos.
FOTO 004 Hospital de San Martín. Cilla de diezmos y primicias

La lucha contra las enfermedades se caracterizó por el abandono de las clases dominantes y el arraigo de factores socio-culturales.
La escasez de recursos y las condiciones higiénicas influyen en los índices de mortalidad, así como las llamadas crisis demográficas debidas a las hambrunas.
La metodología está basada en el estudio de los catálogos de los Archivos Históricos Municipales de la Villa de Teguise y del Puerto del Arrecife, en una revisión bibliográfica para conocer lo que se había escrito sobre el tema, en el análisis de los legajos, Actas y manuscritos de los ayuntamientos de Teguise y Arrecife, en la prensa insular de la época y en los Archivos parroquiales de la iglesia de San Ginés y de la Sociedad democracia, ambos en Arrecife.

La tesis está estructura en una aproximación historiográfica donde se comentan las enfermedades más frecuentes entre los aborígenes, se realiza un recorrido por la medicina en el Archipiélago para conocer su situación sanitaria y poder compararla con la de la isla de Lanzarote, para finalizar con un análisis sobre la influencia o no de la insularidad en las enfermedades.

En otro apartado, se estudia el marco histórico que comprende la demografía, la economía y la política e instituciones durante el período estudiado, para conocer los influjos de la conquista y los movimientos migratorios.

El grueso de la tesis viene dado por el capítulo dedicado a la sanidad en Lanzarote hasta finales del siglo XIX, donde se estudian las diferentes epidemias, el hacer de los curanderos y las santiguadoras, la presencia de los barberos sangradores, sobre todo en el siglo XVI, las instituciones sanitarias, los registros de cirujanos y parteras, las medidas preventivas entre la población insular, la inoculación para prevenir la viruela que precede a la campaña de Balmis, las enfermedades más frecuentes, el control de las tenerías y bodegas y también el del intrusismo profesional, la evolución de las boticas, etc. Todo ello sin olvidar el agua, elemento del que los lanzaroteños han elaborado toda una cultura o los partos tan peculiares con sus “velas de paridas”. Toda una sanidad orientada a la familia hasta bien avanzado el siglo XX.

Como aportaciones de interés destacamos el rescate de la figura de un barbero sangrador en 1529, al servicio de Sancho de Herrera. Haber encontrado el término enfermera en la persona de Catalina Rodríguez (1782), el descubrimiento de una patente de sanidad o boleto de salud que se exigía a los barcos para poder atracar en el puerto y el descubrimiento de mingitorios situados en el zaguán de entrada en algunas casonas de la Villa de Teguise, cuyos dueños permitían que algunos ciudadanos miccionasen en ellos, haciendo, de este modo, alarde de su estatus social.

Una historia marcada por las epidemias, la falta de higiene, las plagas, las hambrunas, la miseria y las migraciones.

Cada vez son más frecuentes los estudios dedicados a cuestiones sanitarias en ámbitos reducidos, si bien es cierto que, aunque escasos, nunca han faltado investigaciones sobre alguna institución o persona en particular. Siendo más numerosas las investigaciones sobre demografía, epidemias o mapas histórico-sanitarios. A pesar de su evidente interés, son pocas las localidades españolas que cuentan con investigaciones al respecto. Este es el caso de la villa guipuzcoana de Rentería, trabajo realizado por Izaguirre Urquiola sobre demografía, prevención de enfermedad, profesionales sanitarios, hospitales y medicina popular desde 1517 a 1936. Resaltar también el trabajo de Crehuet Gandiaga sobre el modo en que la localidad de Ordizia se enfrentó a la enfermedad, la asistencia profesional y las medidas preventivas. Tenemos constancia de algunas publicaciones relacionadas con las instituciones sanitarias en la Villa de Teguise como la obra de Bosch Millares sobre el Hospital del Espíritu Santo.

Respecto a los profesionales de la salud que ejercieron en Lanzarote o en la Villa de Teguise, dado que constituyen el principal objeto de nuestro estudio, cabe señalar también, que la bibliografía no es muy abundante. La Villa de Teguise perdió la capitalidad de la isla en 1852 y, por esta razón, documentos de toda índole fueron trasladados al Puerto del Arrecife, actual capital de la isla, extraviándose muchos de ellos en el interín. Podemos citar por su valía, la obra del médico y polígrafo grancanario, referente para todos los especialistas hasta hoy en día, Bosch Millares.

También, nos parece interesante la documentación aportada por José Javier Viñes Rueda, sobre la sanidad española en el último tercio del siglo XIX a través de la Junta de Sanidad de Navarra, ya que arroja datos relevantes sobre las medidas adoptadas por los responsables de la sanidad ante las enfermedades infecciosas y respuestas sanitarias sobre situaciones excepcionales, como la epidemia de cólera en Pamplona en 1885. Tratando de comprender lo que pensaron e hicieron por sus semejantes cuantos nos precedieron, con mayor mérito que nosotros, al no disponer de los recursos científicos, de la información y medios económicos, que hoy en día ha puesto en nuestras manos la sociedad, a través de la actual sanidad.
FOTO 005 Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe y la Ermita de la Vera Cruz

Algunos manuscritos localizados en el Archivo Histórico Municipal de este municipio, relatan los desvelos tenaces de Gaspar Rodríguez Carrasco por los pretéritos hospitales de Teguise, tal y como se desprende del documento dirigido al Secretario del Ayuntamiento de la Villa de Teguise, fechado el 15 de agosto de 1736, en el que podemos leer:
El Capitán Gáspar Rodríguez Carrasco, vecino de esta Isla, ante Vs. Digo: que por la infinita misericordia de Dios hallándome con razonables medios que ha sido servido darme su Divina Majestad, sin herederos forzosos, me ha dado también animo y intencion de corresponder agradecido a sus beneficios; y atendiendo y considerando los muchos trabajos que padecen los pobres en sus enfermedades y que si por los tiempos suelen muchas veces padecerla estrema por la falta de cirujano, y medico y botica, por no haber lo referido en esta Isla como es notorio à Vs., me he aplicado a fabricar Templo y casa y hospital contando lo necesario y conducir Religiosos de la orden de San Juan de Dios de la Provincia de Andalucia para que la tengan y administren en conformidad de su instituto de curacion y à cuidar a los pobres enfermos recogiendolos en su hospital para su curacion, que tambien redundara en procomun de los demas vecinos de esta Isla habiendo en ella botica y personas inteligentes; y para ello necesito del consentimiento y informe de Vs.
Para obtener licencia Real que debe preceder en semejantes fundaciones y obras de piedad
.

En lo relativo a los manuscritos, hemos encontrado datos interesantes sobre el Hospital del Espíritu Santo, primer hospital de la isla de Lanzarote, ubicado en la Villa de Teguise, referente a la dotación para su mantenimiento, rentas, número de camas y sobre alguna de sus cuidadoras. También consideramos relevante la localización de datos sobre la Cuna de Niños Expósitos (1780), anexa al mencionado hospital, para niños de ambos sexos que eran recogidos y dados a criar en casas particulares.

Hemos investigado, también otras fuentes municipales, custodiadas en el Archivo Histórico Municipal del Puerto del Arrecife. En concreto, los legajos que hacen referencia a la asistencia médica de los enfermos pobres de 1874 y 1894 y los correspondientes a las convocatorias municipales para practicantes y matronas, aunque éstos ya pertenecen al comienzo del siglo XX.

La prensa insular del siglo XIX, como El Crisol, Crónica de Lanzarote, El Horizonte o La Legalidad, también han constituido un material sugerente para este estudio.
Igualmente, hemos considerado relevantes algunos de los artículos publicados en la prensa regional como Las Canarias (editado en Madrid), La Lealtad Canaria o El Progreso, que nos ayudado a conocer la realidad isleña del pasado.
Otras fuentes documentales que han sido cruciales para nuestra tesis las hemos encontrado en el Archivo Parroquial de San Ginés y en el Archivo de la Sociedad Democracia, ambos en Arrecife.

En el tercer capítulo acoge un estudio de la sanidad lanzaroteña hasta finales del siglo XIX, donde se presentan las instituciones responsables de la salud pública, el marco legal bajo el cual funcionaban, la práctica médica, el funcionamiento de los ayuntamientos, las Juntas de Sanidad y los hospitales, así como las actividades de otros profesionales sanitarios, sin olvidar mencionar la importancia del agua en una isla en la que se ha desarrollado una cultura en torno a este elemento.

Otro apartado lo constituye el Hospital del Espíritu Santo por haber sido el primer hospital de la isla de Lanzarote, junto a los curanderos y santiguadoras, medicina popular, muy arraigada entre la población y que hoy en día continua perviviendo junto a la medicina tradicional. Tampoco nos hemos querido olvidar de dar a conocer la existencia de los mingitorios establecidos en el zaguán de algunas casas de la Villa de Teguise y que en cierto modo colaboraron a la higiene pública al permitir que algunos ciudadanos los utilizasen para miccionar.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna también requiere una especial atención porque además de cubrirse sus objetivos en Canarias, las islas permitieron a Balmis, por un lado, comprobar que su proyecto de vacunación era posible y, por el otro, adquirir una experiencia que le sería muy útil para afrontar los sucesivos problemas que se le irían presentando a lo largo de su periplo, independientemente de ser considerada la gesta científica y sanitaria más importante de la época colonial. La farmacia de Francisco Matallana merece una dedicación por ser la única que continua funcionando en la actualidad y el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores por haber sido la única institución con cierta estabilidad en su funcionamiento y como precursor del Hospital Insular.
FOTO 006 Convento de San Francisco y Lorenzo Cabrera

Gracias al estudio de los restos óseos, los científicos han podido confirmar que las enfermedades más frecuentes en las poblaciones prehispánicas de Canarias fueron las de tipo traumático, observadas, fundamentalmente, en los cráneos y en los huesos de las extremidades. Estas fracturas se producían por los golpes recibidos durante la lucha armada o por las caídas sufridas en los peligrosos desplazamientos a través de los escarpados riscos, muy habituales en aquellas sociedades de tipo pastoril. En ambos casos, el grado de cicatrización ósea de las fracturas nos indica si el sujeto murió en el acto o sobrevivió más o menos tiempo tras el golpe. Los huesos de nuestros antepasados también presentan síntomas de ciertas enfermedades de origen interno o infeccioso. Es el caso del reumatismo articular, antiguamente conocido con el nombre de artritis. Igualmente, se han encontrado casos de osteoartritis crónica y de tumores óseos, visibles en algunos de los cráneos estudiados, así como determinadas malformaciones en la zona de las primeras vértebras o en los huesos de la nariz.

Otra enfermedad infecciosa con sintomatología ósea es la fiebre de Malta, transmitida por las cabras. Teniendo en cuenta el habitual uso que los antiguos isleños hacían de los productos derivados de estos animales, era previsible encontrar señales de este mal entre los esqueletos analizados. Pero nada más lejos de la realidad: los científicos no han hallado ningún rastro de la enfermedad, con lo que no se puede confirmar que la fiebre de Malta formara parte de las patologías padecidas en las antiguas sociedades amazighes del Archipiélago.

Las comunidades amazighes, extendidas por una gran parte de la mitad septentrional del continente africano, han confiado la transmisión de su lengua y su cultura a la comunicación esencialmente oral. La Gaceta de Canarias, 27 de mayo de 2001. Tradicionalmente se viene usando el vocablo «beréber», derivado de la denominación que los árabes dieron a los indígenas norteafricanos, pero ellos se llaman a sí mismos «imazighen» (en singular «amazigh»).

De la misma manera se afirma que los primitivos habitantes de las Islas Canarias no padecieron ni conocieron la lepra. Respecto a la sífilis, no se han hallado en los 39 cráneos existentes en el Museo Canario, lesiones de osteítis gomosa. De la descripción que las fuentes documentales hacen de las guatatiboas (comidas colectivas y festivas), puede deducirse que los antiguos habitantes de Canarias debieron padecer dolores de estómago, diarreas y estreñimiento, alteraciones del aparato digestivo producidas por las transgresiones en el régimen alimenticio.

Pero, sin lugar a dudas, la patología infecciosa mejor documentada en las fuentes es la modorra o pestilencia, enfermedad epidémica sufrida por los antiguos isleños durante la conquista. Dicho mal causó un gran número de bajas entre la población isleña, condicionando la defensa de alguna de las islas. Fray Alonso de Espinosa (1594) describe en su Historia uno de esos episodios, acontecido durante la conquista de Tenerife:
… En este tiempo, por el año de mil y cuatrocientos y noventa y cuatro, ahora fuese por la permisión divina, [...], ahora fuese que los aires, por el corrompimiento de los cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se hubiesen corrompido e inficionado, vino una grande pestilencia, de que casi todos se morían, y ésta era mayor en el reino de Tegueste, Tacoronte y Taoro, aunque también andaba encarnizada y encendida en los demás reinos...

Los síntomas de la modorra eran la fiebre y la letargia. En algunos casos, el enfermo también presentaba ciertas complicaciones del aparato respiratorio, que le conducían, incluso si llegaba a sobrevivir, hacia un estado de abatimiento general. Y, aunque su contagio se atribuía a la corrupción del aire provocada por los cuerpos insepultos de los guerreros caídos durante los combates, cuyos efectos se agudizarían en las épocas más húmedas y frías, cabe suponer que el envenenamiento deliberado de los pozos de agua por parte de los colonizadores tuvo también algo que ver.

Entre tanto ¿en qué estado se desarrollaba la medicina en Gran Canaria? Pocos han sido los datos que se pueden aportar dados los escasos antecedentes que se han recogido de los legajos y documentos históricos, pues enfrascadas las tropas españolas en lograr la pacificación y sumisión de los aborígenes a los reyes Católicos, todo el interés de la nación radicó en el reparto de las tierras, legislación civil y militar, y en las disposiciones emanadas tendentes a lograr la normalización de la vida isleña. Sin embargo se ha de señalar que las únicas prácticas de la medicina fueron la creación de dos hospitales, uno en Las Palmas de Gran Canaria y otro en Telde, llamados Hospital de San Martín (fundado por Martín González de Navarro), y el de Curación de la Ciudad de Telde, fundado por Inés Chemida Chamovita.

El hospital, en sus comienzos, tuvo que sostenerse con los recursos económicos que le prestara su dueño. Sin embargo, los bienes legados por su fundador no bastaron para equilibrar el gasto inherente a la buena marcha administrativa, por cuya razón no faltaron beneméritos ciudadanos que en todo momento ayudaron con sus recursos materiales. En el siglo XVI aparece un nuevo establecimiento benéfico con el nombre de Hospital de San Lázaro, situado en los Arenales de Santa Catalina, dedicado al cuidado de leprosos, gafos y de otras enfermedades contagiosas. Durante este siglo, en el Hospital de San Martín comenzaron a prestar servicio los primeros médicos y cirujanos. Los mencionados hospitales continúan funcionando a lo largo del siglo XVIII y XIX, fundándose en 1786 el Hospital o Casa de Misericordia, llamado también de María Magdalena, para albergar a inválidos, enfermos y huérfanos.
FOTO 007 Escudo original Hospital del Espíritu Santo y José Ninot

El espíritu ilustrado del siglo XVIII constituye uno de los más importantes puntos de arranque para la transformación de la Medicina. Uno de los ejemplos más significativos viene representado, sin lugar a dudas, por la organización y ejecución de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1806), auspiciada por la Corona española, en la persona de Carlos IV. Su objetivo principal y prioritario fue difundir y expandir el uso y los beneficios de la vacunación antivariólica en todos los dominios de la Corona, lo que podemos considerar el primer hecho histórico de carácter médico ocurrido en Canarias durante los primeros años del siglo XIX. La estancia de la Expedición de Balmis en Canarias no fue una mera etapa-prólogo. Todo lo contrario, se trató del primer banco de pruebas de la expedición. En Canarias, Balmis pudo ver con sus propios ojos que la difusión de la vacuna funcionó y todo lo que orquestó y organizó al respecto en nuestro Archipiélago, era extrapolable al resto de las Españas.

Isabel Cendala y Gómez. Primera Enfermera de Salud Pública de México. Publicado el domingo día 16 de mayo de 2010
http://enfeps.blogspot.com/2010/05/isabel-cendala-y-gomez-primera.html

A pesar de los importantes avances que se produjeron en la medicina y en la salud pública en los siglos XVIII y XIX, las condiciones de vida impactaron sobre el desarrollo de enfermedades infectocontagiosas aumentando el número de casos de muerte por tuberculosis, gastroenteritis, fiebre amarilla, cólera, etc. Sin embargo, la floreciente industria no podía prescindir de la mano de obra que accionaba las fábricas y producía los bienes de consumo que la sociedad demandaba. La perplejidad de la situación no distraía a la ciencia, que ponía su máximo interés en solucionar los problemas que el avance social y tecnológico presentaba a la modernidad. En este sentido, la medicina social, la incipiente bacteriología y la gestión sanitaria son tres elementos que, desde sus propios campos y en la diversidad de sus respuestas a una idéntica problemática, intentan obtener el correspondiente contrapunto a la insalubridad de las poblaciones y a la diseminación de los agentes patógenos.
FOTO 008 El Tribunal felicitándole a María Luz Fika

Las islas Canarias han participado por igual de riesgos y adelantos de la propedéutica sanitaria. Por su lejanía geográfica de los grandes centros de acumulación humana, se pensaría que estarían a salvo de los ataques infecciosos o los brotes epidémicos. Pero, esto no es del todo cierto. La insularidad y el distanciamiento constituyeron salvaguarda durante siglos a sus habitantes; no obstante, con el desarrollo de los medios de comunicación, especialmente los marítimos, los puertos han venido a ser puntos de introducción de la enfermedad. La historia sanitaria de las islas evidencia la incapacidad de las localidades costeras, en primer lugar, para atajar los males sobrevenidos de las embarcaciones que tocan puerto. Y después, a extensión de la infección hasta los interiores de los pueblos apartados del litoral.

Un caso prototípico, ejemplo del riesgo sanitario y de la ingenua confianza del isleño en la providencia, fue el cólera morbo de 1851, que diezmó el censo del principal núcleo urbano de Gran Canaria. Pareciera que la situación en 1900 vendría a experimentar un cambio hacia mejor, sobre todo en lo concerniente a la protección higiénica del entorno y las personas, pero no puede ser pronunciada una afirmación semejante sin caer en la falsedad histórica. La gripe de 1918-1919 dejó a muchos sin opción a la reacción eficaz. Al albur de la contingencia y el voluntarismo fue como pudo eludirse un mal que no cejaba por extenderse más allá de las fronteras que le habían adjudicado.

La labor de los profesionales de la medicina canaria no desmerece a la de cualquier otro rincón del mundo civilizado. Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo de los medios a su alcance. Son dos los médicos que, a través de sus probadas cualidades y en provecho de sus conciudadanos, ejercitan la ocupación higienista: Navarro Torrens y Ruano Urquía.

Gracias María por tan magnífica Tesis Doctoral que nos abre un montón de nuevas puertas para seguir investigando en bien de la Historia de la Enfermería. Enhorabuena.

Si os queréis poner en contacto con María su correo es: mfica@denf.ulpgc.es

AGRADECIMIENTOS
A la directora del Archivo Histórico Municipal de la Villa de Teguise, María Dolores Rodríguez Cabrera por haber puesto a mi disposición todos los medios a su alcance, además de la abundante documentación que ha servido de base fundamental para la realización de este estudio. Durante las muchas horas que he compartido y departido con ella, he recibido siempre un trato más propio de una amiga que de una visitante. Todos los elogios que pudiera hacer, resultarían escasos en comparación con la realidad.

A Francisco Hernández Delgado, cronista de la Villa de Teguise, por su inestimable ayuda.
A Benchomo, director en funciones del Archivo Histórico Municipal de Arrecife por su disponibilidad.
A María Dolores Santana, bibliotecaria de la Unidad Docente de Estudios de Enfermería de Lanzarote, por su colaboración para el manejo de la bibliografía existente.
A Eduardo Núñez por sus inestimables consejos.
A mis compañeros de la Unidad Docente de Estudios de Enfermería por su constante aliento, por su comprensión y ánimos para poder llevar a cabo este trabajo.
A Benedicta y Pedro, mis directores, a quienes difícilmente pueda expresar con palabras el agradecimiento por la inmensa confianza que siempre han depositado en mí.
A Suleica, Dulce, Vanessa y Eli por su disponibilidad.

Finalmente, a mis familiares, a quienes he escatimado últimamente mi atención, aunque no mi consideración y estima. Hacer mención extraordinaria para Rafael, en quien siempre encontré una palabra de aliento. María Luz Fika Hernando.
FOTO 009 Hospital Nuestra Señora de los Dolores

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte *
* Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez **
** Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

3 comentarios:

Anónimo dijo...

leggere l'intero blog, pretty good

Camila dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Camila dijo...

Creo que el tema de la sanidad es muy importante en los diferentes aspectos de la vida, y creo que el de los alimentos es fundamental. Yo suelo pedir en un delivery de comida en providencia que he visto previamente a pedir las normas de sanidad