jueves, 12 de julio de 2018

EL ASILO DE LA MONTAÑA DE PRÍNCIPE PÍO Y EL TIFUS EN MADRID 1903


Cuando en cumplimiento de nuestros deberes y en aras del público interés y de la curiosidad de las gentes, procuramos hacer información acerca de la epidemia desarrollada en el depósito de mendigos, próximo al cuartel de la Montaña, ciertamente que no pensábamos encontrar en aquellos lugares el excepcional espectáculo que habíamos de contemplar.

FOTO 1 Fachada del Asilo de la Montaña de Príncipe Pío. Niña y anciano asilado 1903

Imaginábamos hallar la tristeza y recogimiento, la severidad y el silencio de una Sala de Hospital anchurosa y fría: los médicos, consultando la gravedad del caso, los practicantes realizando las curas pertinentes, las Hermanas de la Caridad al lado de los pobrecitos atacados, a los enfermos sin ventura, amodorrados inválidos.

Calcúlese, pues, cual sería nuestra sorpresa al llegar a las puertas del Asilo y ver un grupo de varios golfos que jugaban a los naipes, mientras otro de los más grandes canturreaba con ritmo de andante chulapería, un sohotis popular.

Confieso que aquella escena me sorprendió dolorosamente. ¿Era en aquella casa en donde agonizaban acaso un montón de infelices? ¿Era al través de las deterioradas paredes de aquel edificio, donde la peste, los horrores de un foco infeccioso prodigaba sus microbios mortíferos?

Traspasamos el vestíbulo.
Expuesto al señor Gómez Robledo nuestro deseo de visitar aquel refugio de los desamparados y de obtener algunas fotografías para que de un modo gráfico pudiéramos informar al público del medio ambiente en que se había desarrollado la contagiosa enfermedad, galantemente se apresuró a complacernos el expresado señor.

Penetramos en un patio de reducidas dimensiones.

Tiradas por el suelo y envueltas en miserables harapos una veintena de personas, entre las que se veían ancianos decrépitos, jóvenes degenerados y niños vagabundos, entregábanse con fricción al dulce placer de no hacer nada.

FOTO 2 Dormitorio del Asilo de la Montaña de Príncipe Pío 1903

Hablamos con algunos de aquellos desgraciados, pobres vencidos en la batalla de la vida. Todos se mostraban alegres, dicharacheros, el que más y el que menos haciendo chistes truhanescos, llagado el cuerpo y demacrado el semblante.

Ninguno quiere salir de la casa. Son mendigos que recogen la caridad oficial y arruja en montón como basura en estercolero.

Seguidos de muchos de ellos que mostraban al ver la cámara fotográfica infantil curiosidad, fuimos al departamento en donde por las noches repesa aquel mísero batallón.

La instantánea que publicamos da una idea bien clara del horror que supone pasar las noches del helado invierno sobre aquellas fétidas tarimas, hacinadas las personas, echadas unas sobre otras para procurarse el calor necesario a la vida.

Los que aparecen retratados en esta alcoba general, son los pobres infelices que postró la cruel enfermedad, acerca de cuya naturaleza ya no cabe dudar. Se trata del tifus, en una forma especial que llaman los facultativos tifus exantemático, caracterizado por fiebre altísima, estupor, delirio, hinchazón del bazo y manchas en el cuerpo del paciente.

A cerca de cincuenta llegan ya los infectados, a los cuales se les va a trasladar al Hospital, conforme se encuentren habitaciones para ellos.

No es otro el origen de la enfermedad que la absoluta falta de higiene en que viven los cientos de individuos aglomerados en el refugio de que nos venimos ocupando.

Contiguo a él se encuentra una tienda-asilo en donde por diez céntimos se sirven raciones de cocido, lentejas o ensalada que para sí quisieran algunos trabajadores.

FOTO 3 Comedor de la tienda Asilo inmediata al Asilo de la Montaña de Príncipe Pío

Lo más sensible de todo esto, nos dijo el señor Gómez Robledo, es que muchos de los pobres muchachos que vienen aquí se pervierten y encanallan, pues al lado de verdaderos mendigos se acogen en la casa “quinquilleros, trajineros, lavadores, recoveros, santeros, espadistas, randas y otras variantes del hampa madrileña”.

No hay más que mirar a la cara a algunos de los recogidos en el asilo para convencerse de que Constancio Bernaldo de Quirós y José María Llanas Aguilaniedo, estudiaron en ellos para escribir su celebrado libro “La Mala vida en Madrid”.

Un ruego para terminar.
La causa principal de que el depósito de mendigos se encuentre en el deplorable estado en que se halla, no es otra que la falta de recursos (1).

La Asociación Matritense de caridad costea los gastos que origina la estancia transitoria de pobres, pero no son suficientes estos emolumentos. Y como nadie se acuerda de destinar presupuesto alguno para la satisfacción de tan sagrado ministerio, las personas que pueden obrarían santamente socorriendo a los desvalidos que se albergan en el Asilo de la Montaña. Enrique Sa del Rey (1).

FOTO 4 Cocina de la tienda Asilo inmediata al Asilo de la Montaña de Príncipe Pío

EL TIFUS EN MADRID. AÑOS 1903 Y 1904

HOSPITAL DE EPIDEMIAS EN EL CERRO DEL PIMIENTO EN MADRID

Gracias a las activas y radicales medidas, que, justo es consignarlo, en esta ocasión no se han descuidado en tomar las autoridades, vémonos libres hoy de los horrores de una cruel infección (2).

La epidemia decrece, los enfermos se hallan aislados y estos se encuentran bien asistidos. Los trabajos hechos en previsión de graves y futuros males parece ser que dan por esta vez excelente resultado.

Plácemes mil merecen por ello el ministro de la Gobernación, el gobernador, el alcalde, el director de Sanidad y también la prensa periódica, esos calumniados chicos que en ocasiones, como ahora ha sucedido, prestan al vecindario inapreciables servicios, dando la voz de alarma, advirtiendo el peligro y los medios más apropiados para conjurarlo.

En primer término, y como aconsejaban elementales preceptos de higiene, se ha procedido a la traslación de los atacados desde el “Asilo de la Montaña” al Hospital de Epidemias establecido en el Cerro del Pimiento.

Fue espectáculo bien triste, por cierto, presenciar la mudanza de los enfermos. Se hizo de noche, a altas horas de la madrugada, cayendo recio aguacero y en lucha con la ventisca.

En camillas, en carros, por su propio pie, algunos, iban saliendo del infecto basurero, que se llamaba depósito de mendigos, las pobrecitas víctimas del tifus para acomodarlas de mejor manera, en propio beneficio y en utilidad también del vecindario madrileño.

Los unos lloraban, reían los otros estúpidamente y entre las voces de los asilados que reclamaban sus miserables harapos, oíanse las órdenes de mando y el gemir de los enfermos, de tal manera iba en marcha la siniestra comitiva a la luz de unas antorchas que daban a la escena fantástica apariencia (2).

FOTO 5 Pabellones del Hospital de Epidemias en el Cerro del Pimiento, Madrid

Momentos después de quedar despejado el tristemente célebre “Asilo de la Montaña”, por enérgica y acertadísima disposición oficial fue reducido a cenizas.

Tres horas más tarde las mugrientas paredes del caserón destartalado, sus enseres viejísimos, todo el foco de infección, en fin, quedaba a flor de tierra.

Al siguiente día visitamos el Hospital de epidémicos del Cerro del Pimiento.

Está situado en las cercanías de la Moncloa, detrás del Instituto Rubio, en admirables condiciones de higiene y ventilación.

Constitúyenlo veinte pabellones destinados a los enfermos y un edificio central para capilla y almacenes.

Depende de la Diputación Provincial: fue empezado a construir cuando el cólera de 1885 y se abandonaron las obras hasta que hace pocos años, ente los temores de invasión de peste bubónica, a toda prisa se puso término al Hospital, cuya necesidad, como puede suponerse, es extrema en los casos infecciosos.

En cuatro pabellones quedaron instalados los enfermos provenientes del Asilo de la Montaña. ¿Qué diferencia habrán notado los pobres!

En el depósito de mendigos (Asilo de la Montaña) postraban sus cuerpos desfallecidos en tablas o en un suelo inmundo; su alimentación era escasa, nulas las medicaciones y apenas si podían respirar (2).

FOTO 6 Dormitorio para los enfermos trasladados al Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento, desde el Asilo de la Montaña de Príncipe Pío. Madrid 1903

En el Hospital del Cerro del Pimiento reposan en lecho aseado, camas de hierro con sus colchones y sus mantas; y se ven solícitamente atendidos por médicos, practicantes, enfermeros y enfermeras, y Hermanas de la Caridad.

Por último, y para completar cuantos humanitarios servicios se están haciendo con motivo del triste caso que comentamos, los señores alumnos internos del Hospital de San Carlos: Don Carlos María Cortezo y Don Felipe Marañón y Torre que han dado un ejemplo nobilísimo prestándose voluntariamente a asistir a los atacados por tal cruel enfermedad en el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento (2).

El día que fuimos a los pabellones, uno de los enfermos estaba agonizando. En medio de la tragedia que siempre supone la muerte, era consolador ver cómo expiraba un desheredado de la fortuna con un médico a la cabecera, un practicante y una Hermana de la Caridad; en limpio lecho, con toda clase de asistencia, reconfortado por las palabras cariñosas de las santas Hermanas de la Caridad y dándole en el rostro un rayo de sol que prestaba al mísero su última caricia.

Al hacerse esta información, entre los atacados que están en tratamiento en el Hospital Provincial y los que se encuentran en el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento, suman un total de 77 casos.

En el primero de dichos establecimientos benéficos han sido dados de alta 13 enfermos y muchos de los que se hallan en el segundo, mejoran rápidamente.

FOTO 7 Fachada del Asilo de la Montaña durante su quema. Interior del Asilo de la Montaña al ser destruido por medio del fuego. Fotos Goñi

Lástima grande que no se haga con el Asilo del Sur lo que se hizo con el de la Montaña; reducirlo a cenizas; pues se viene observando que los nuevos casos de tifus que se presentan, todos ellos proceden de los acogidos en ese albergue que no posee ninguna de las condiciones exigidas por la higiene.

En el vecindario, apenas si ha habido alguna que otra aislada invasión, mereciendo un aplauso las autoridades por lo pronto y eficazmente que se ha ordenado el servicio de desinfecciones.

El alcalde escribió ¡setecientas cartas! A personas de posición pidiendo un socorro, para los pobres infelices víctimas de la epidemia y sólo ¡cinco! respuestas favorables recibió el marqués de Portago. En cambio, la caridad oficial está haciendo verdaderos esfuerzos en pro de los desgraciados enfermos. Enrique SA DEL REY (2).

LA EPIDEMIA TÍFICA EN MADRID. LO QUE DICE EL DOCTOR BEJARANO

Con el propósito de informar a nuestros lectores del estado en que se encuentra actualmente la epidemia tífica que desde hace más de cuatro meses comenzó a desarrollarse en Madrid, hemos sostenido una conversación con el doctor Eloy Bejarano, director general de Sanidad. He aquí lo que el ilustre hombre de ciencia nos ha contado (3).

FOTO 8 Vista general del Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento. Laboratorio Químico Municipal. Coche tirado por caballos, sistema Lockner, para trasporte de los enfermos infecciosos. Fotos: Goñi

En primer término, por ser lo más importante, la epidemia decrece. Viene observándose el descenso desde los últimos días del mes anterior. Hubo día en los meses de marzo y abril que ingresaron el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento, 225 enfermos, de los cuales estaban atacados del tifus 215 y 10 de la viruela. Actualmente ingresan seis u ocho de la primera enfermedad y tres o cuatro de la segunda, lo cual demuestra no solamente que la epidemia disminuye sino que tiende a desaparecer.

Desde el 19 de diciembre en que se habilitó aquel hospital para enfermedades contagiosas, han ingresado 905 atacados, de los cuales fueron 245 variolosos y 660 tíficos. De estos enfermos han fallecido 35 de la primera dolencia y 131 de la segunda.

La epidemia ataca especialmente a las clases menos acomodadas, lo que demuestra que la causa de su desarrollo y de su sostenimiento es la falta de higiene no sólo en las viviendas sino también en los alimentos.

Al propio tiempo que decrece la epidemia de tifus exantemática se registran casos más frecuentes de fiebre tifoidea; como la causa de esta enfermedad estriba en la impureza de las aguas o en la adulteración de los comestibles, la Dirección de Sanidad ha recomendado una escrupulosa vigilancia al Laboratorio Municipal.

FOTO 9 Sala de enfermos. Estufa de desinfección de ropas en el Laboratorio

El triste espectáculo ofrecía en las calles el traslado de los enfermos de tifus o viruela al hospital por medio de camillas, ha desaparecido, merced a la adopción de carruajes construidos exprofeso para este servicio.

Estos coches tirados por caballos, sistema Lockner, para trasporte de los enfermos infecciosos, llevan en su interior cuatro camillas de lona colocadas horizontalmente. Las dos inferiores pueden recogerse, y entonces se levantan los tableros – banquetas que hay adosadas a las paredes del coche para que los ocupen los enfermos menos graves.

También son de notar entre los medios adoptados las estufas de desinfección, sistema Herscher, instaladas en los depósitos de materiales del Laboratorio Químico Municipal (3).

SOR FRANCISCA LARREGUI. HERMANA DE LA CARIDAD
El ángel tutelar de los pobres enfermos, la Superiora de las Hermanas de la Caridad del Hospital Provincial de Madrid, rindió su tributo a la muerte el día veinte y siete del pasado mes de octubre. Era una santa mujer, que pasó cincuenta y tres años de su vida dedicada en absoluto a ser la providencia y consuelo de los infelices dolientes que la caridad oficial recoge en sus asilos.

En plena juventud consagró a Dios sus votos, y desde entonces, hasta los setenta y cinco años que tenía cuando ha muerto, no hizo otra cosa que cumplir heroica y santamente obras de misericordia, enjugando el llanto ajeno (4).

FOTO 10 En el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento. Las Hermanas Hijas de la Caridad: Mártires del deber. Sor Francisca Larregui, Superiora. Emblema de las Hermanas Hijas de la Caridad

Entre los míseros sin pan que llevarse a la boca, sin lecho donde reposar el cuerpo desfallecido, fue siempre Sor Francisca la que amable y bondadosa no sólo les dio tan precisos menesteres, sino que también les confortaba el alma transida de dolor.

Entre los pobres ninguno dejaba de conocer y de bendecir a Sor Francisca. ¡Dichosa popularidad!

A su entierro concurrieron innumerables personas de alta significación social, que quisieron rendir su último homenaje a la santa religiosa que ha subido al cielo.

Sus virtudes hacen su nombre digno de bendición (4).

MÁRTIRES DEL DEBER EN EL HOSPITAL DEL CERRO DEL PIMIENTO
En pocos días han sucumbido en el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento, las Hermanas Hijas de la Caridad: Sor Fermina Gil García; Sor Filomena Bataller, Sor Joaquina García, Sor Alfonsa y Sor Teresa de Madrid, víctimas de la terrible enfermedad que durante muchos días ha producido en Madrid gran número de defunciones.

Raya en sublimidad la abnegación de tan santas mujeres que, sin reparo de ningún género, ponen en peligro su vida para salvar, a fuerza de cuidados, la de muchos infelices desheredados.

Nos consta que, tanto las Hermanas de la Caridad, como el director, médicos, practicantes y enfermeros del Hospital del Cerro del Pimiento, señores Galíndez, López García, Camacho, López Ayora, Nobile y Camale, se han excedido en el cumplimiento de su penosa misión, haciéndose acreedores a que el gobierno tenga en cuenta sus meritísimos auxilios.

Asimismo, merecen elogios los internos del Hospital que vienen prestando servicio en el que nos ocupa.

A todos ellos se debe el que muchos de los enfermos hayan sanado en breve tiempo (5).

FOTO 11 El médico Lisardo Manrique de Lara y el Practicante Enrique Bernardo de Quirón

RASGO HUMANITARIO
La caritativa gestión del médico de “El Carpio”, con motivo de la epidemia de viruela desatada en dicho pueblo.

Un nuevo caso de heroico desprendimiento nos lo ofrece el doctor Lisardo Manrique de Lara y el Practicante Enrique Bernardo de Quirós, en el pueblo de Robledo de Chavela en Madrid.

Los citados señores multiplicábanse para asistir a los atacados de la epidemia variolosa. No satisfechos con esto, cuidaron a una pobre mujer y cuando falleció condujéronla en una carreta al cementerio. Rasgos humanitarios de esta índole son dignos de toda alabanza (6).

FOTO 12 Desfile del material de desinfección por la calle Mayor. Estufa de desinfección transportable. Coche “Lohuer” para transporte de tíficos y camilleros que los transportan. Operarios del Laboratorio, portadores delos aparatos de pulverizaciones, sistema Siphonia. Fotos: Campúa

EL MATERIAL DE DESINFECCIÓN DE MADRID
Ampliamos nuestra información, recientemente publicada, respecto a la epidemia tífica, con la de la revista del material transportable de desinfección, celebrada en la plaza de la Villa, el día 3 de junio de 1904.

Presenció la revista el alcalde de Madrid, señor marqués de Lema, acompañándole el director del Laboratorio Municipal señor Chicote.

Figuraron en ella dos coches para el transporte de ropas; cuatro Coches “Lohuer” para transporte de enfermos; dos estufas transportables de desinfección y un brigada de operarios portadores de aparatos para pulverizaciones con líquidos antisépticos, desprendimiento de formaldehido, etcétera, siendo los primeros del sistema Syphonia y los segundos del modelo Hollon.

Todos los que presenciaron el acto, hicieron elogios de la perfecta organización del servicio de desinfección (7).

Bibliografía
1.- Revista Nuevo Mundo, del 6 de mayo de 1903, páginas 10 y 11
2.- Revista Nuevo Mundo, del 13 de mayo de 1903, páginas 14 y 15
3.- Revista Nuevo Mundo, del 19 de mayo de 1904, página 8
4.- Revista Nuevo Mundo, del 5 de noviembre de 1903, página 19
5.- Revista Nuevo Mundo, del 14 de julio de 1904, página 20
6.- Revista Nuevo Mundo, del 15 de septiembre de 1904, página 19
7.- Revista Nuevo Mundo, del 9 de junio de 1904, página 12

Fotos de Goñi y Fotos: Campúa. Revista Nuevo Mundo

AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. (RSBAP)

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