Cuando
en cumplimiento de nuestros deberes y en aras del público interés y de la
curiosidad de las gentes, procuramos hacer información acerca de la epidemia
desarrollada en el depósito de mendigos, próximo al cuartel de la Montaña,
ciertamente que no pensábamos encontrar en aquellos lugares el excepcional
espectáculo que habíamos de contemplar.
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1 Fachada del Asilo de la Montaña de Príncipe Pío. Niña y anciano asilado 1903
Imaginábamos
hallar la tristeza y recogimiento, la severidad y el silencio de una Sala de
Hospital anchurosa y fría: los médicos, consultando la gravedad del caso, los
practicantes realizando las curas pertinentes, las Hermanas de la Caridad al
lado de los pobrecitos atacados, a los enfermos sin ventura, amodorrados
inválidos.
Calcúlese,
pues, cual sería nuestra sorpresa al llegar a las puertas del Asilo y ver un
grupo de varios golfos que jugaban a los naipes, mientras otro de los más
grandes canturreaba con ritmo de andante chulapería, un sohotis popular.
Confieso
que aquella escena me sorprendió dolorosamente. ¿Era en aquella casa en donde
agonizaban acaso un montón de infelices? ¿Era al través de las deterioradas
paredes de aquel edificio, donde la peste, los horrores de un foco infeccioso
prodigaba sus microbios mortíferos?
Traspasamos
el vestíbulo.
Expuesto
al señor Gómez Robledo nuestro deseo de visitar aquel refugio de los
desamparados y de obtener algunas fotografías para que de un modo gráfico
pudiéramos informar al público del medio ambiente en que se había desarrollado
la contagiosa enfermedad, galantemente se apresuró a complacernos el expresado
señor.
Penetramos
en un patio de reducidas dimensiones.
Tiradas
por el suelo y envueltas en miserables harapos una veintena de personas, entre
las que se veían ancianos decrépitos, jóvenes degenerados y niños vagabundos,
entregábanse con fricción al dulce placer de no hacer nada.
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2 Dormitorio del Asilo de la Montaña de Príncipe Pío 1903
Hablamos
con algunos de aquellos desgraciados, pobres vencidos en la batalla de la vida.
Todos se mostraban alegres, dicharacheros, el que más y el que menos haciendo
chistes truhanescos, llagado el cuerpo y demacrado el semblante.
Ninguno
quiere salir de la casa. Son mendigos que recogen la caridad oficial y arruja
en montón como basura en estercolero.
Seguidos
de muchos de ellos que mostraban al ver la cámara fotográfica infantil
curiosidad, fuimos al departamento en donde por las noches repesa aquel mísero
batallón.
La
instantánea que publicamos da una idea bien clara del horror que supone pasar
las noches del helado invierno sobre aquellas fétidas tarimas, hacinadas las
personas, echadas unas sobre otras para procurarse el calor necesario a la
vida.
Los
que aparecen retratados en esta alcoba general, son los pobres infelices que
postró la cruel enfermedad, acerca de cuya naturaleza ya no cabe dudar. Se
trata del tifus, en una forma especial que llaman los facultativos tifus
exantemático, caracterizado por fiebre altísima, estupor, delirio, hinchazón
del bazo y manchas en el cuerpo del paciente.
A
cerca de cincuenta llegan ya los infectados, a los cuales se les va a trasladar
al Hospital, conforme se encuentren habitaciones para ellos.
No
es otro el origen de la enfermedad que la absoluta falta de higiene en que
viven los cientos de individuos aglomerados en el refugio de que nos venimos
ocupando.
Contiguo
a él se encuentra una tienda-asilo en donde por diez céntimos se sirven
raciones de cocido, lentejas o ensalada que para sí quisieran algunos
trabajadores.
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3 Comedor de la tienda Asilo inmediata al Asilo de la Montaña de Príncipe Pío
Lo
más sensible de todo esto, nos dijo el señor Gómez Robledo, es que muchos de
los pobres muchachos que vienen aquí se pervierten y encanallan, pues al lado
de verdaderos mendigos se acogen en la casa “quinquilleros, trajineros,
lavadores, recoveros, santeros, espadistas, randas y otras variantes del hampa
madrileña”.
No
hay más que mirar a la cara a algunos de los recogidos en el asilo para
convencerse de que Constancio Bernaldo
de Quirós y José María Llanas
Aguilaniedo, estudiaron en ellos para escribir su celebrado libro “La
Mala vida en Madrid”.
Un
ruego para terminar.
La
causa principal de que el depósito de mendigos se encuentre en el deplorable
estado en que se halla, no es otra que la falta de recursos (1).
La
Asociación Matritense de caridad costea los gastos que origina la estancia
transitoria de pobres, pero no son suficientes estos emolumentos. Y como nadie
se acuerda de destinar presupuesto alguno para la satisfacción de tan sagrado
ministerio, las personas que pueden obrarían santamente socorriendo a los
desvalidos que se albergan en el Asilo de la Montaña. Enrique Sa del Rey (1).
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4 Cocina de la tienda Asilo inmediata al Asilo de la Montaña de Príncipe Pío
EL TIFUS EN MADRID. AÑOS 1903 Y 1904
HOSPITAL DE EPIDEMIAS EN EL CERRO DEL PIMIENTO EN MADRID
Gracias
a las activas y radicales medidas, que, justo es consignarlo, en esta ocasión
no se han descuidado en tomar las autoridades, vémonos libres hoy de los
horrores de una cruel infección (2).
La
epidemia decrece, los enfermos se hallan aislados y estos se encuentran bien
asistidos. Los trabajos hechos en previsión de graves y futuros males parece
ser que dan por esta vez excelente resultado.
Plácemes
mil merecen por ello el ministro de la Gobernación, el gobernador, el alcalde,
el director de Sanidad y también la prensa periódica, esos calumniados chicos
que en ocasiones, como ahora ha sucedido, prestan al vecindario inapreciables
servicios, dando la voz de alarma, advirtiendo el peligro y los medios más
apropiados para conjurarlo.
En
primer término, y como aconsejaban elementales preceptos de higiene, se ha
procedido a la traslación de los atacados desde el “Asilo de la Montaña” al
Hospital de Epidemias establecido en el Cerro del Pimiento.
Fue
espectáculo bien triste, por cierto, presenciar la mudanza de los enfermos. Se
hizo de noche, a altas horas de la madrugada, cayendo recio aguacero y en lucha
con la ventisca.
En
camillas, en carros, por su propio pie, algunos, iban saliendo del infecto
basurero, que se llamaba depósito de mendigos, las pobrecitas víctimas del
tifus para acomodarlas de mejor manera, en propio beneficio y en utilidad
también del vecindario madrileño.
Los
unos lloraban, reían los otros estúpidamente y entre las voces de los asilados
que reclamaban sus miserables harapos, oíanse las órdenes de mando y el gemir
de los enfermos, de tal manera iba en marcha la siniestra comitiva a la luz de
unas antorchas que daban a la escena fantástica apariencia (2).
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5 Pabellones del Hospital de Epidemias en el Cerro del Pimiento, Madrid
Momentos
después de quedar despejado el tristemente célebre “Asilo de la Montaña”, por
enérgica y acertadísima disposición oficial fue reducido a cenizas.
Tres
horas más tarde las mugrientas paredes del caserón destartalado, sus enseres
viejísimos, todo el foco de infección, en fin, quedaba a flor de tierra.
Al
siguiente día visitamos el Hospital de epidémicos del Cerro del Pimiento.
Está
situado en las cercanías de la Moncloa, detrás del Instituto Rubio, en
admirables condiciones de higiene y ventilación.
Constitúyenlo
veinte pabellones destinados a los enfermos y un edificio central para capilla
y almacenes.
Depende
de la Diputación Provincial: fue empezado a construir cuando el cólera de 1885
y se abandonaron las obras hasta que hace pocos años, ente los temores de
invasión de peste bubónica, a toda prisa se puso término al Hospital, cuya
necesidad, como puede suponerse, es extrema en los casos infecciosos.
En
cuatro pabellones quedaron instalados los enfermos provenientes del Asilo de la
Montaña. ¿Qué diferencia habrán notado los pobres!
En
el depósito de mendigos (Asilo de la Montaña) postraban sus cuerpos
desfallecidos en tablas o en un suelo inmundo; su alimentación era escasa,
nulas las medicaciones y apenas si podían respirar (2).
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6 Dormitorio para los enfermos trasladados al Hospital de Epidemias del Cerro
del Pimiento, desde el Asilo de la Montaña de Príncipe Pío. Madrid 1903
En
el Hospital del Cerro del Pimiento reposan en lecho aseado, camas de hierro con
sus colchones y sus mantas; y se ven solícitamente atendidos por médicos,
practicantes, enfermeros y enfermeras, y Hermanas de la Caridad.
Por
último, y para completar cuantos humanitarios servicios se están haciendo con
motivo del triste caso que comentamos, los señores alumnos internos del
Hospital de San Carlos: Don Carlos María Cortezo y Don Felipe Marañón y Torre
que han dado un ejemplo nobilísimo prestándose voluntariamente a asistir a los
atacados por tal cruel enfermedad en el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento
(2).
El
día que fuimos a los pabellones, uno de los enfermos estaba agonizando. En
medio de la tragedia que siempre supone la muerte, era consolador ver cómo
expiraba un desheredado de la fortuna con un médico a la cabecera, un
practicante y una Hermana de la Caridad; en limpio lecho, con toda clase de
asistencia, reconfortado por las palabras cariñosas de las santas Hermanas de
la Caridad y dándole en el rostro un rayo de sol que prestaba al mísero su
última caricia.
Al
hacerse esta información, entre los atacados que están en tratamiento en el
Hospital Provincial y los que se encuentran en el Hospital de Epidemias del
Cerro del Pimiento, suman un total de 77 casos.
En
el primero de dichos establecimientos benéficos han sido dados de alta 13 enfermos
y muchos de los que se hallan en el segundo, mejoran rápidamente.
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7 Fachada del Asilo de la Montaña durante su quema. Interior del Asilo de la
Montaña al ser destruido por medio del fuego. Fotos Goñi
Lástima
grande que no se haga con el Asilo del Sur lo que se hizo con el de la Montaña;
reducirlo a cenizas; pues se viene observando que los nuevos casos de tifus que
se presentan, todos ellos proceden de los acogidos en ese albergue que no posee
ninguna de las condiciones exigidas por la higiene.
En
el vecindario, apenas si ha habido alguna que otra aislada invasión, mereciendo
un aplauso las autoridades por lo pronto y eficazmente que se ha ordenado el
servicio de desinfecciones.
El
alcalde escribió ¡setecientas cartas! A personas de posición pidiendo un
socorro, para los pobres infelices víctimas de la epidemia y sólo ¡cinco!
respuestas favorables recibió el marqués
de Portago. En cambio, la caridad oficial está haciendo verdaderos
esfuerzos en pro de los desgraciados enfermos. Enrique SA DEL REY (2).
LA EPIDEMIA
TÍFICA EN MADRID. LO QUE DICE EL DOCTOR BEJARANO
Con
el propósito de informar a nuestros lectores del estado en que se encuentra
actualmente la epidemia tífica que desde hace más de cuatro meses comenzó a
desarrollarse en Madrid, hemos sostenido una conversación con el doctor Eloy
Bejarano, director general de Sanidad. He aquí lo que el ilustre hombre de
ciencia nos ha contado (3).
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8 Vista general del Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento. Laboratorio
Químico Municipal. Coche tirado por caballos, sistema Lockner, para trasporte
de los enfermos infecciosos. Fotos: Goñi
En
primer término, por ser lo más importante, la epidemia decrece. Viene
observándose el descenso desde los últimos días del mes anterior. Hubo día en
los meses de marzo y abril que ingresaron el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento, 225 enfermos, de los
cuales estaban atacados del tifus 215 y 10 de la viruela.
Actualmente ingresan seis u ocho de la primera enfermedad y tres o cuatro de la
segunda, lo cual demuestra no solamente que la epidemia disminuye sino que
tiende a desaparecer.
Desde
el 19 de diciembre en que se habilitó aquel hospital para enfermedades
contagiosas, han ingresado 905 atacados, de los cuales fueron 245 variolosos y
660 tíficos. De estos enfermos han fallecido 35 de la primera dolencia y 131 de
la segunda.
La
epidemia ataca especialmente a las clases menos acomodadas, lo que demuestra
que la causa de su desarrollo y de su sostenimiento es la falta de higiene no
sólo en las viviendas sino también en los alimentos.
Al
propio tiempo que decrece la epidemia de tifus exantemática se registran casos
más frecuentes de fiebre tifoidea; como la causa de esta enfermedad estriba en
la impureza de las aguas o en la adulteración de los comestibles, la Dirección
de Sanidad ha recomendado una escrupulosa vigilancia al Laboratorio Municipal.
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9 Sala de enfermos. Estufa de desinfección de ropas en el Laboratorio
El
triste espectáculo ofrecía en las calles el traslado de los enfermos de tifus o
viruela al hospital por medio de camillas, ha desaparecido, merced a la
adopción de carruajes construidos exprofeso para este servicio.
Estos
coches tirados por caballos, sistema Lockner, para trasporte de los enfermos
infecciosos, llevan en su interior cuatro camillas de lona colocadas
horizontalmente. Las dos inferiores pueden recogerse, y entonces se levantan
los tableros – banquetas que hay adosadas a las paredes del coche para que los
ocupen los enfermos menos graves.
También
son de notar entre los medios adoptados las estufas de desinfección, sistema
Herscher, instaladas en los depósitos de materiales del Laboratorio Químico
Municipal (3).
SOR FRANCISCA LARREGUI.
HERMANA DE LA CARIDAD
El
ángel tutelar de los pobres enfermos, la Superiora de las Hermanas de la
Caridad del Hospital Provincial de Madrid, rindió su tributo a la muerte el día
veinte y siete del pasado mes de octubre. Era una santa mujer, que pasó
cincuenta y tres años de su vida dedicada en absoluto a ser la providencia y
consuelo de los infelices dolientes que la caridad oficial recoge en sus
asilos.
En
plena juventud consagró a Dios sus votos, y desde entonces, hasta los setenta y
cinco años que tenía cuando ha muerto, no hizo otra cosa que cumplir heroica y
santamente obras de misericordia, enjugando el llanto ajeno (4).
FOTO
10 En el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento. Las Hermanas Hijas de la
Caridad: Mártires del deber. Sor Francisca Larregui, Superiora. Emblema de las
Hermanas Hijas de la Caridad
Entre
los míseros sin pan que llevarse a la boca, sin lecho donde reposar el cuerpo
desfallecido, fue siempre Sor Francisca la que amable y bondadosa no sólo les
dio tan precisos menesteres, sino que también les confortaba el alma transida
de dolor.
Entre
los pobres ninguno dejaba de conocer y de bendecir a Sor Francisca. ¡Dichosa
popularidad!
A
su entierro concurrieron innumerables personas de alta significación social,
que quisieron rendir su último homenaje a la santa religiosa que ha subido al
cielo.
Sus
virtudes hacen su nombre digno de bendición (4).
MÁRTIRES DEL
DEBER EN
EL HOSPITAL DEL CERRO DEL PIMIENTO
En
pocos días han sucumbido en el Hospital de Epidemias del Cerro del Pimiento,
las Hermanas Hijas de la Caridad: Sor Fermina
Gil García; Sor Filomena Bataller,
Sor Joaquina García, Sor Alfonsa y Sor Teresa de Madrid, víctimas de la terrible enfermedad que durante
muchos días ha producido en Madrid gran número de defunciones.
Raya
en sublimidad la abnegación de tan santas mujeres que, sin reparo de ningún
género, ponen en peligro su vida para salvar, a fuerza de cuidados, la de
muchos infelices desheredados.
Nos
consta que, tanto las Hermanas de la Caridad, como el director, médicos,
practicantes y enfermeros del Hospital del Cerro del Pimiento, señores Galíndez, López García, Camacho, López Ayora, Nobile y Camale, se han
excedido en el cumplimiento de su penosa misión, haciéndose acreedores a que el
gobierno tenga en cuenta sus meritísimos auxilios.
Asimismo,
merecen elogios los internos del Hospital que vienen prestando servicio en el
que nos ocupa.
A
todos ellos se debe el que muchos de los enfermos hayan sanado en breve tiempo
(5).
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11 El médico Lisardo Manrique de Lara y el Practicante Enrique Bernardo de
Quirón
RASGO HUMANITARIO
La
caritativa gestión del médico de “El Carpio”, con motivo de la epidemia de
viruela desatada en dicho pueblo.
Un
nuevo caso de heroico desprendimiento nos lo ofrece el doctor Lisardo Manrique de Lara y el
Practicante Enrique Bernardo de Quirós,
en el pueblo de Robledo de Chavela en Madrid.
Los
citados señores multiplicábanse para asistir a los atacados de la epidemia
variolosa. No satisfechos con esto, cuidaron a una pobre mujer y cuando
falleció condujéronla en una carreta al cementerio. Rasgos humanitarios de esta
índole son dignos de toda alabanza (6).
FOTO
12 Desfile del material de desinfección por la calle Mayor. Estufa de
desinfección transportable. Coche “Lohuer” para transporte de tíficos y
camilleros que los transportan. Operarios del Laboratorio, portadores delos
aparatos de pulverizaciones, sistema Siphonia. Fotos: Campúa
EL MATERIAL DE
DESINFECCIÓN DE MADRID
Ampliamos
nuestra información, recientemente publicada, respecto a la epidemia tífica,
con la de la revista del material transportable de desinfección, celebrada en
la plaza de la Villa, el día 3 de junio de 1904.
Presenció
la revista el alcalde de Madrid, señor marqués
de Lema, acompañándole el director del Laboratorio Municipal señor Chicote.
Figuraron
en ella dos coches para el transporte de ropas; cuatro Coches “Lohuer” para
transporte de enfermos; dos estufas transportables de desinfección y un brigada
de operarios portadores de aparatos para pulverizaciones con líquidos
antisépticos, desprendimiento de formaldehido, etcétera, siendo los primeros
del sistema Syphonia y los segundos del modelo Hollon.
Todos
los que presenciaron el acto, hicieron elogios de la perfecta organización del
servicio de desinfección (7).
Bibliografía
1.-
Revista Nuevo Mundo, del 6 de mayo de 1903, páginas 10 y 11
2.-
Revista Nuevo Mundo, del 13 de mayo de 1903, páginas 14 y 15
3.-
Revista Nuevo Mundo, del 19 de mayo de 1904, página 8
4.-
Revista Nuevo Mundo, del 5 de noviembre de 1903, página 19
5.-
Revista Nuevo Mundo, del 14 de julio de 1904, página 20
6.-
Revista Nuevo Mundo, del 15 de septiembre de 1904, página 19
7.-
Revista Nuevo Mundo, del 9 de junio de 1904, página 12
Fotos
de Goñi y Fotos: Campúa. Revista Nuevo Mundo
AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San
Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro
de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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