viernes, 21 de agosto de 2015

ESCUELAS DE ENFERMERÍA AMERICANAS Y LA PRIMERA ENFERMERA PROFESIONAL DE COLOR



MARY ELIZA MAHONEY

¿Cómo evolucionaron la formación y las Escuelas de Enfermería?
Las experiencias de la Guerra de Secesión o guerra civil estadounidense (American Civil War o simplemente Civil War en Estados Unidos, 1861 – 1865), pusieron de manifiesto la inadecuada preparación de la mayoría de enfermeras que en ella habían tomado parte. Así se despertó el interés público por la Profesión de Enfermería, y poco a poco fue aumentando la conciencia de la necesidad de desarrollar y crear programas adecuados para la formación de las enfermeras. Este movimiento estaba respaldado por el gran número de mujeres de familias socialmente respetables que habían servido. Su compromiso y apoyo conferían un cierto grado de respetabilidad a la imagen de la enfermería (1).

FOTO 1 Estoy con los heridos. Portada del The Christian Herald Association 1898

Dos documentos concretos indicaban claramente este interés creciente por el desarrollo potencial de la formación de enfermería. El primero fue escrito por un grupo de médicos; el segundo apareció como artículo editorial en una destacada revista femenina. En la reunión de la “American Medical Association” celebrada en Nueva Orleáns en 1869, el Dr. Samuel D. Gross (1805 – 1884), presidente del Comité para la Formación de Enfermeras, presentó un informe. Dicho Comité había sido creado para investigar el mejor modo de organizar y dirigir las instituciones para la preparación de las enfermeras.

Se reconoció la extraña negligencia que había existido por la enfermería en los Estados Unidos y se hizo hincapié en la necesidad de contar con unas enfermeras profesionales y bien formadas. Se recordaron los primeros esfuerzos norteamericanos por la reforma hospitalaria y se enfatizó la gran expansión de la enfermería voluntaria durante la Guerra de Secesión.

El Comité planteó las siguientes propuestas:
1.- Cada Hospital grande y bien organizado debía tener una Escuela de Enfermeras para su formación, no sólo para abastecer sus propias necesidades sino también para las familias privadas; la enseñanza sería impartida por el propio personal médico, ayudado por los médicos residentes.

2.- Aunque no es en absoluto necesario combinar el ejercicio religioso con la enfermería, se cree que tal unión conduciría eminentemente al bienestar de los enfermos de todas las instituciones públicas; por lo tanto, el comité recomienda encarecidamente el establecimiento de “hogares de enfermeras” que estén bajo la supervisión directa de diaconisas o superintendentas.

3.- Con el fin de que ese proyecto logre un gran alcance y eficacia, deben formarse Escuelas de distrito al amparo de las Sociedades Médicas de condado de cada Estado y Territorio de la Unión, cuyos miembros deberán imponerse el compromiso de impartir la instrucción del arte y la ciencia de la enfermería (1).

Posteriores sugerencias concernían a la importancia de la creación de Sociedades de Enfermeras, a las cualidades necesarias que debía poseer la enfermera y al envío de copias del informe a las Sociedades Médicas de todo el país. Es interesante el hecho de que en noviembre de ese mismo año Rudolf Virchow presentara unas recomendaciones similares a una Asociación de mujeres de Berlín.

La Godey´s Lady´s Book and Magazine, publicación muy popular a finales del siglo XIX, influyó enormemente en las modas y maneras femeninas. Había sido fundada por Louis A. Godey, quien en 1837 nombró directora a Sarah J. Hale. El interés de Mrs. Hale por la formación de las enfermeras queda reflejado en un editorial titulado “Damas Enfermeras” que apareció en el número de febrero de 1871. (50 años de 1838 a 1888. Suplemento del Nursign Record, 20 de diciembre de 1888. Cortesía de Croon Helm Lid. Publishers, Kent, Inglaterra).

Mucho se ha hablado últimamente sobre los beneficios que se desprenderían de que la vocación de cuidar a los enfermos se elevara al rango de una profesión que pudiera ser adoptada por una dama educada sin sensación de degradación, ni por su parte ni en la estimación de los demás.

No cabe la menor duda de que las tareas de cuidar a los enfermos, si se pretenden realizar adecuadamente, requieren una educación y una formación similares a las que poseen los miembros de la profesión médica. Dejar estas obligaciones en manos de personas sin formación o mal preparadas es un error tan grande como lo fue permitir que el oficio de cirujano lo encabezara alguien cuya ocupación más apropiada habría sido la de mecánico de la clase más humilde. Es fácil señalar como puede hacerse efectiva una reforma.

Cada Escuela de Medicina debe tener un curso de estudios y formación especialmente adaptado para las damas que deseen cualificarse en la Profesión Enfermera; y aquellas que completen el curso y aprueben el examen requerido, deben recibir una graduación y un diploma, que establezcan instantáneamente su posición dentro de la sociedad. En cuanto a la estimación general, la “Enfermera graduada” estará tan por encima de la enfermera vulgar de la actualidad como lo está el cirujano de nuestros días con respecto al cirujano barbero del siglo pasado (2).

La necesidad de enfermeras era grande, sin embargo, según Hale, esta necesidad también suponía un programa de preparación bien elaborado que generará “Enfermeras Profesionales”. Su consejo fue seguido, y con el tiempo se establecieron y proliferaron las “Escuelas de Formación para Enfermeras” (2).

FOTO 2 Enfermera 1838 y enfermera 1888. Suplemento del Nursign Record, 20 de diciembre de 1888

La Primera Formación para Enfermeras
En las ciudades atlánticas de los Estados Unidos, y hasta la aparición de las “primeras Escuelas de Enfermería” establecidas de formación para enfermeras, las personas que se dedicaban al cuidado de los enfermos y las parteras recibían únicamente conferencias esporádicas por parte de los médicos. Sin embargo, esto no constituía en absoluto un curso organizado de formación.

La mayor parte de la información se obtenía simplemente ejerciendo la enfermería tal y como era.

La única preparación y formación organizada, la ofrecían las comunidades religiosas católicas, pero quedaba limitada a los miembros de la orden, aunque hubo excepciones, y seglares pudieron formarse con ellas.

Religiosas Católicas
Las Hermanas Religiosas Católicas, se establecieron en Estados Unidos en 1823, las Hijas de la Caridad. La Iglesia Católica respondió mediante la formación y creación de sus propias instituciones, creando nuevas escuelas, orfanatos y hospitales. También Escuelas para la formación de las enfermeras. Las Hermanas contrataban al personal y eran además las administradoras de sus propios centros. Fue importante para preservar su identidad católica. Entre 1828 y 1860, esta congregación estableció 18 Hospitales en 10 Estados. Después de 1840, el número de mujeres que se unieron a los conventos católicos para las Escuelas de formación para enfermeras, crecieron y se expandieron en los Estados Unidos (3).

Con la llegada de la inmigración del siglo XIX y la agitación social, las Hermanas Católicas enfermeras contribuyeron en gran medida a la realización y construcción de los modernos Hospitales y crearon Escuelas de Enfermeras modernas y profesionales. Utilizaron estos primeros textos para la formación de las enfermeras: “Instrucciones para el cuidado de los enfermos” de la Madre Xavier Clark, 1841 y “Manual para la Atención de los Enfermos” de la Hermana Matilda Coskery (3).

FOTO 3 Ciencia y caridad. Picasso 1905

Después de la Guerra de Secesión, entre 1866 y 1926 las Hermanas Católicas establecieron cerca de 500 Hospitales en los Estados Unidos. Entre ellas: Las Hijas de la Caridad; Hermanas de la Providencia; Hermanas de la Santa Cruz; Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado, etc.

Crearon más de 220 Escuelas de Enfermería Católicas desde 1915. Estaban 2 meses de prueba y luego se les inscribe para el curso completo de 16 meses, terminando los programas de formación a tres años. Las estudiantes tenían que estar de acuerdo en obedecer las reglas de las Hermanas Católicas. Las estudiantes en régimen de internado: recibían alojamiento, comida y uniformes. Impartían las clases los médicos de: anatomía y fisiología, medicina y problemas quirúrgicos, la infección y el contagio, ortopedia, bacteriología, pediatría y obstetricia. Las Hermanas enseñaban: cuidados de enfermería, administración de medicamentos, esterilización de los instrumentos, el cambio de vendajes, el mantenimiento de la esterilidad, y las prácticas de enfermería con una rutina disciplinada (3).

Resulta difícil determinar a quién cupo el honor de tener las primeras enfermeras preparadas de Norteamérica. Había un cierto número de personas cuya visión de futuro les impulsó a valorar la necesidad de preparar a las enfermeras. Estos pioneros intentaron rectificar la situación. Al Dr. Valentine Seaman, jefe médico del New York Hospital, se le suele atribuir la puesta en marcha del primer sistema de formación para enfermeras del continente americano. Bajo su retrato en el edificio original del hospital hay una inscripción que ensalza su logro: “En 1798 organizó en el New York Hospital la Primera Escuela regular de formación de Enfermeras, a partir de la cual otras escuelas han establecido y extendido sus bendiciones por toda la comunidad” (4).

Casi una generación más tarde se realizó el siguiente intento de formar a mujeres en el campo de la enfermería obstétrica. Este movimiento lo inició el Dr. Joseph Warrington, del Philadelphia Dispensary. Como resultado de sus esfuerzos, el 5 de marzo de 1839 se formó la Nurse Society of Philadelphia, cuyo propósito básico era crear una organización de mujeres que pudieran ofrecer un servicio de asistencia materno-infantil a domicilio. Bajo la influencia cuáquera, en 1850 se abrió un Hogar y una Escuela combinados; más tarde, el servicio se extendió para abarcar a los pacientes médicos y quirúrgicos.

Las mujeres seguían un plan de instrucción que incluía las lecciones impartidas por el Dr. Warrington, demostraciones y prácticas sobre un maniquí. Recibían un certificado y se consideraba que estaban capacitadas para el ejercicio tras haber atendido satisfactoriamente a seis casos. Las candidatas aceptadas, a las que se les llamaba “meritorias”, eran seleccionadas exhaustivamente.

La constitución de la sociedad declaraba:
Ya que en nuestra amplia y densamente poblada ciudad un gran número de mujeres pobres se ven sometidas a grandes sufrimientos y riesgos de vida durante y poco después del parto por falta de enfermeras competentes que cuiden de ellas y de sus recién nacidos indefensos… La abajo firmante, impresionada por la magnitud de la cuestión, se asocia con el propósito de proporcionar, mantener y motivar su formación en la medida de lo posible y adopta las siguientes regulaciones:

I.- La asociación se denominará Nurse Society of Philadelphia.
II.- La Junta Directiva estará compuesta por doce mujeres que sean, o hayan sido, cabezas de familia (5).

Los informes de la época se refieren a esta organización como la “Primera Escuela de Formación de Enfermería fundad en América” y la “Primera Escuela de América establecida para preparar a las mujeres como Enfermeras”. En 1897 el programa de formación se prolongó a un año (5).

FOTO 4 Canadian Training School. Enfermeras graduadas 1874

El Woman´s Hospital of Philadelphia abrió una Escuela de Formación en 1861. Sin embargo, su progreso fue muy lento hasta 1872, cuando recibió una subvención. (Esta institución se puede considerar como la Primera Escuela de Enfermería subvencionada de América). La Escuela fue organizada y dirigida por dos mujeres médicos, Ann Preston y Emmelin Horton Cleveland. Era única en el sentido de que había sido planificada específicamente para la preparación de las estudiantes de Enfermería, y no para el cuidado de los pacientes, como objetivo primordial.

En 1863 la Dra. Ann Preston escribió un folleto, “El cuidado de los enfermos y la formación de las enfermeras” que describiría a la enfermera ideal como dotada de “la paciencia de la esperanza y la fe del amor” ¡La buena enfermera es una artista! El curso de formación duraba 6 meses y cubría las materias de cirugía, medicina, obstetricia, preparación de cataplasmas y yesos, principios de dietética y métodos de cocina.

En Boston estaban sucediendo acontecimientos similares. Ya en 1860 el New England Hospital for Women and Children había hecho un primer intento de formar a las enfermeras. Esta institución, cuyo personal lo formaban mujeres médicos, dio el primer paso para el desarrollo de una Escuela de Enfermería con la llegada de la Dra. Marie Zakrzewska en 1859. Siguiendo su consejo, los estatutos del hospital, emitidos en 1863, incluían una Escuela de Enfermería. Las primeras disposiciones se promulgaron el 5 de junio de 1863 y declaraban que los objetivos de la institución serían:

I.- Proporcionar a las mujeres asistencia médica por parte del personal competente de su propio sexo.
II.- Ayudar a las mujeres instruidas en el estudio práctico de la medicina.
III.- Formar a enfermeras para el cuidado de los enfermos.

A las estudiantes de enfermera se les exigía que asistieran al curso completo de 6 meses, que comprendía clases prácticas junto al lecho del paciente. El primer mes era un periodo de prueba. Pocas mujeres hicieron la solicitud, y sólo seis completaron los estudios durante los dos años siguientes. En 1872 el hospital se trasladó a un nuevo edificio en Roxbury, Massachusetts, y admitió una clase de cinco estudiantes en su recién creada escuela de formación. El plan específico de la Escuela se ha descrito de la siguiente manera (6):

FOTO 5 Billete de 5 dólares del Banco de Louisiana y del Banco de New Orleans, 1857

Las mujeres jóvenes con los requisitos y el carácter adecuados serán admitidas en el hospital como estudiantes de enfermera durante un año. Este año se dividirá en cuatro períodos; se emplearán tres meses respectivamente para el estudio práctico de la enfermería en las salas de medicina, cirugía y maternidad y otros tres para la enfermería nocturna. En este caso la alumna ayudará a la enfermera jefe en todos los cuidados y el trabajo de las salas bajo la dirección de los médicos asistentes y residentes y los estudiantes de medicina (6).

Con el fin de de facilitar una instrucción exhaustiva a las mujeres que dependen por completo de su trabajo para subsistir, a las enfermeras se les pagará por su trabajo de uno a cuatro dólares a la semana a partir de los primeros 15 días, según el valor real de su servicio al hospital. Los médicos adscritos a la institución impartirán un curso de conferencias a las enfermeras del hospital a partir del 1 de enero. A las enfermeras que pasen satisfactoriamente un año de formación práctica en el hospital se les entregarán certificados que así lo acrediten (6).

Esta Escuela estaba bajo la dirección de la Dra. Susan Dimok. Las estudiantes de enfermera trabajaban de 5,30 de la mañana hasta las 9 de la noche y dormían en las habitaciones que había cerca de la sala con el fin de estar inmediatamente disponibles si eran requeridas. Su uniforme consistía en un sencillo vestido de percal y zapatillas de fieltro. La Dra. Marie Zakrzewska enseñaba los detalles más sencillos de la enfermería. No había enfermeras jefe ni directoras. La Escuela siguió creciendo, y en 1882 el curso se amplió a 16 meses. Para entonces, la escuela contaba con dos enfermeras jefe y una directora. El programa se extendió a 2 años en 1893, y finalmente, a tres en 1901.

FOTO 6 Desarrollo de la Sociedad de Enfermería de distrito, 1886. Dra. Marie Zakrzewska y la enfermera Linda Richards

Al final del primer año se graduó una estudiante. El 1 de octubre de 1873 Melinda Ann Richards (Linda 1841 – 1930), recibió su certificado y se convirtió en la “Primera Enfermera con formación de los Estados Unidos”. Tras graduarse le llovieron las ofertas de trabajo, pero finalmente se decidió por el puesto de supervisora de noche en el Bellevue Hospital. Allí la aguardaba una diversidad de experiencias, algunas de ellas realmente terribles. Se había graduado en el el New England Hospital for Women and Children en 1873. También instituyó que fuesen con “uniforme” en las prácticas de las enfermeras. Miss Richards añadió a su curriculum otro récord profesional a su carrera de enfermera cuando se convirtió en la primera accionista de la revista American Journal of Nursing.

Durante su permanencia en Bellevue Hospital, Miss Richards hizo tres aportaciones importantes: insistió en que hubiera luz por la noche, el gas estaba tan bajo que era necesaria una vela encendida, pero sólo se permitían dos velas por semana en cada sala. Implantó las hojas de evolución por escrito en lugar de los informes verbales, y puso de manifiesto la mortalidad por fiebre puerperal, lo cual indujo al traslado de las madres a la isla de Blackwel (6). Al cabo de un año, Miss Richards se trasladó a Boston Training School (Massachusetts General Hospital) como supervisora. Allí se encargó tanto del cuidado directo de los pacientes como de las tareas de administración.
Su gran trabajo fue pionero en la enfermería industrial y psiquiátrica y por su trabajo misionero en Japón; fue recompensado con su nombramiento en 1911 de “Emérito Superintendente de Enfermeras” en Taunton Asilo. Y demostró que las enfermeras profesionales daban una mejor atención que las que no tienen la formación enfermeras.

Linda Richards viajó a Inglaterra en 1877 para estudiar nuevos métodos de trabajo y de formación para las enfermeras y se relacionó con Florence Nightingale. También fue a Japón como misionera y enfermera; durante los 5 años de permanencia en el país (1885 – 1890) organizó la “Primera Escuela de Formación de Enfermeras” del Extremo Oriente.

Finalmente, Linda Richards regresó a su alma Mater y asumió el cargo de directora del New England Hospital for Women and Children. Sus esfuerzos posteriores, en colaboración con Edward Cowles, estuvieron dirigidos hacia la enfermería de los dementes. Es mérito suyo haber sido durante más de medio siglo una defensora ávida y activa de la adecuada formación y preparación de las enfermeras (7).

Mary Eliza Mahoney (1845 – 1926) completó el curso de 16 meses de duración en el New England Hospital for Women and Children (Hospital de Nueva Inglaterra para Mujeres y Niños) el 1 de agosto de 1879. Por tanto se le considera como la primera enfermera profesional de color de Norteamérica, la primera que se graduó en una Escuela de Enfermería.

En 1909 Miss Mahoney pronunció el discurso de bienvenida a la primera convención de la National Association of Colored Graduate Nurses. A lo largo de su vida se dedicó principalmente al servicio de la enfermería privada y luchó en favor de la incorporación de las personas de color a esta disciplina. A su muerte, la National Association of Colored Graduate Nurses estableció un premio en su honor que se presentó por primera vez en 1936. La “Medalla Mary Mahoney” se concede en la convención de la American Nurses´Association a aquella persona que se haya distinguido en la promoción de la igualdad de oportunidades para los grupos minoritarios en la enfermería.

Con el tiempo aparecieron Escuelas independientes para la preparación de enfermeras de color. Se justificaban por la necesidad de que las personas de color, segregadas en muchas escuelas, pudieran acceder a la formación de enfermería. La primera de ellas se creó en el Spelman Seminary de Atlanta, Georgia, en 1886. En 1891 se pusieron en marcha dos instituciones similares, el Hampton Institute en Virginia y el Provident Hospital en Chicago.

FOTO 7 Retrato de Mary Eliza Mahoney (Biblioteca pública de Nueva York). La primera enfermera graduada afro-americana. Escuela de enfermeras Lincoln. La primera convención de la Asociación Nacional de Enfermeras Graduadas de color en Boston, 1909

También se inauguró una Escuela de Enfermería en el Tuskegee Institute, Alabama en 1892; sin embargo, éste tenía por objetivo primordial proporcionar servicio más que preparación. Estas escuelas pasaron por las mismas dificultades que las primeras para estudiantes blancas, pero además sufrieron los prejuicios sociales contra los negros.

En Canadá también se emprendió una serie de iniciativas destinadas a proporcionar preparación para las enfermeras. Hacia 1864 la comunidad de St. Catharine, Ontario, puso en marcha un hospital con una pequeña casa, una enfermera, una administradora y muchas ideas para la formación de enfermería. Bajo la dirección del Dr. Theophilus Mack, médico del hospital y presidente de la junta, el centro fue creciendo paulativamente hasta 1873, año en que se estableció la enseñanza definitiva para enfermeras. El Dr. Mack estaba seguro de que los prejuicios que tenían muchos enfermos hacia la idea de acudir a los hospitales públicos desaparecería con una enfermería profesional, laica y bien adiestrada. Bajo su dirección, una tal Miss Money fue enviada a Inglaterra para que trajera a dos enfermeras preparadas y cinco o seis meritorias. En 1874 ya se había instituido un programa de formación. El hospital pasó a denominarse St. Catharine´s General and Marine Hospital.

A las enfermeras se les exigía que permanecieran durante 3 años. Los 6 primeros meses eran meritorias sin paga. A partir de ese momento, recibían un salario, alojamiento y un uniforme. El primer informe anual, con fecha de 1 de julio de 1875, ilustraba el valor de las enfermeras profesionales:

La vocación por la enfermería va hombro con hombro con la del médico y la del cirujano, y son absolutamente indispensables las unas para las otras. La incompetencia por parte de la enfermera hace que los mejores esfuerzos del médico resulten baldíos en los momentos más críticos, lo que a menudo acarrea la pérdida de vidas humanas. Todos los logros más espectaculares de la cirugía moderna dependen en gran parte de una enfermería meticulosa e inteligente, y el tocólogo sabe perfectamente cuán temibles pueden llegar a ser las consecuencias de la ignorancia y la negligencia por parte de los ayudantes en la sala de partos.

La enfermera hábil, mediante el control minucioso de la temperatura, las condiciones de la piel, el pulso, la respiración y las funciones de todos los órganos, y con una información fidedigna al médico de servicio, ha de multiplicar por dos las probabilidades de recuperación (8).

FOTO 8 Escuela de Formación para Enfermeras de Connectica 1896

El plan Nightingale en las Escuelas de Enfermeras americanas
La mejora experimentada en el cuidado de los enfermos tanto a nivel hospitalario como a domicilio se debió al desarrollo de un sistema de farmacia para las enfermeras. Por fin había madurado el momento para la organización de las Escuelas de Enfermería (8).

Tras la Guerra de Secesión, el notable interés por la formación de enfermería culminó en 1873 con la aparición casi simultánea de tres escuelas sobre las que se asentaría el progreso estable de la Enfermería.

Se crearon ese año: el 1 de mayo se creó la Bellevue Training School en la ciudad de Nueva York, el 1 de octubre se creó la Connecticut Training School y el 1 de noviembre se creó la Boston Training School que más tarde se convertiría en la Massachusetts General Hospital Training School for Nurses. Estas Escuelas se basaron al principio en el modelo de Florence Nightingale, pero pronto se vieron en la obligación de desviarse y seguir otro camino (9).

FOTO 9 Bellevue Training School Nurses 1880

Las primeras Escuelas fueron creadas independientemente de los hospitales por comités o juntas facultados para ello. Pero pronto fueron absorbidas por los hospitales debido a la falta de presupuesto económico.

Este factor demostró ser el mayor inconveniente del sistema, pues muchos hospitales no tardaron en descubrir que se podían crear escuelas para cubrir sus necesidades y al mismo tiempo obtener una valiosa fuente de trabajo casi gratuito. La primera década del siglo XX fue testigo de un enorme crecimiento de Escuelas de Enfermería en Norteamérica llegando a 700 nuevas escuelas (9).

Ante la falta de apoyo público o privado, las Escuelas tuvieron que afrontar problemas financieros de enormes proporciones desde su creación. El acuerdo por parte de la Escuela de prestar servicio a los hospitales a cambio de experiencia clínica fue la principal forma en que se pudo solucionar tal dificultad. Este tipo de acuerdo para el aprendizaje y formación de las nuevas enfermeras profesionales fue lo que impulsó a los hospitales a crear estas Escuelas por propia iniciativa.

Se aceptó que tener una Escuela de Enfermería, era la forma más popular y menos costosa de proporcionar los Cuidados de Enfermería profesionales. El Hospital era el maestro y las estudiantes de enfermeras eran las aprendices; éstas debían ofrecer sus servicios al primero como recompensa por recibir una instrucción informal y según los cánones tradicionales (9 y 10).

FOTO 10 Primera Convención Nacional. Asociación de Enfermeras Graduadas de color. Schomburg Center for Research in Black Culture. Biblioteca Pública de Nueva York, 1909

BIBLIOGRAFÍA
1.- Actas de la American Medical Association, 1869. Páginas 339 y 351
2.- Hale, 1871. Páginas 188 y 189
3.- Barbra Mann Wall. The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
4.- Nutting y Dock 1907, volumen II, página 339
5.- Nutting y Dock 1907, volumen II, páginas 341 y 342
6.- Munson, 1948, página 552
7.- Robinson, 1946
8.- Gibbon y Matheuson, 1947, página 145
9.- Ashley, 1976
10.- Historia de la Enfermería. M. Patricia Donahue. Versión española de la obra original “Nursing. The Finest Art. An Illustrated History”, publicada por The C. V. Mosby Company. B-24.474-99

Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

viernes, 7 de agosto de 2015

FORMACIÓN ENFERMERA DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA



NURSING TRAINING DURING THE SPANISH CIVIL WAR

Resumen
Introducción: La enfermería, al igual que todas las ramas del conocimiento, se vale de la investigación para avanzar como ciencia. La guerra civil española supuso un punto de inflexión para la enfermería, que obligó a cambiar los planes formativos a fin de dar respuesta a la gran demanda de cuidados. La comprensión de estos cambios es clave para dilucidar el papel actual de la enfermería española, requisito indispensable para el continuo desarrollo de un cuerpo de conocimientos propio.

FOTO 01 José Antonio Sánchez Miura y portada de su trabajo de fin de Grado

Objetivos: Analizar los cambios producidos en los planes de estudios de las enfermeras durante la guerra civil. Estudiar el papel de la Cruz Roja en la formación de enfermeras y las estructuras creadas por los gobiernos de ambos bandos para tal fin.

Metodología: Se ha realizado una búsqueda bibliográfica en bases de datos SciELO, Medline, Cuiden y en el portal Dialnet. Fueron también analizadas bases de datos de revistas como Llull, Híades y Asclepio. Se obtuvieron un total de 140 resultados, contándose finalmente con 38 artículos para esta revisión. Se fijaron los siguientes criterios de inclusión: artículos de carácter histórico que versaran sobre la enfermería en la guerra civil, de acceso a texto completo. No se fijaron límites temporales debido al carácter histórico de la revisión. No se aplicaron filtros para el tipo de diseño y sólo se buscaron artículos en castellano, inglés o francés.

Resultados: La Cruz Roja Española formó enfermeras para ambos frentes implicados en la contienda. Debido a las diferencias ideológicas existentes, la educación recibida difería dependiendo del bando estudiado. Las enfermeras republicanas se regían por la Ley de 1917, estructurando su enseñanza en 35 lecciones a superar en diez meses. Las enfermeras del bando sublevado seguían la Ley de 1938, que constaba de 46 lecciones a superar en dos cursos, siendo la formación de estas más completa y estricta.

Palabras clave: Historia de la enfermería, Medicina militar, Enfermería, Guerra civil española, Competencia profesional.

Nursing Training during the Spanish Civil War

Abstract
Introduction: Nursing, as other sciences, has to investigate in order to go forward. Spanish Civil War was a turning point for nurses, as their training had to be modified because that war. The current role of Spanish nursing in our society can be understood by studying those changes, which are essential to the development of an specific scientific knowledge.

Aims: To analyze changes in the training of nursing during the Spanish civil war. To study the role of the Red Cross in nursing’s formation process, as well revising the structures created by governments on both sides for that purpose.

Method: A bibliography research has been carried out in some database such as Scielo, Medline, Cuiden and Dialnet. Some journals database such as Llull, Asclepio and Híades have been analyzed too. 140 results were obtained, but only 38 articles were used for this review.

Inclusion terms: Historical articles dealing with nursing during the Spanish Civil War with access to full text. Time limits haven’t been taken into account because of the historical typology of this review. Only articles in spanish, french and english have been accepted.

Results: The Spanish Red Cross trained nurses for both sides during the war. That training was different in both sides due to the ideological differences. Republican nurses were submitted to the 1917 law, which summarized their training in 35 lessons in ten months. Nurses from the so called “National side” were under the 1938 law, which consisted of 46 lessons in two courses.

Key Words: History of nursing, Military medicine, Nursing, Spanish civil war, Professional competence.

TUTOR: Juan Ignacio Valle Racero, magnífico profesor y excelente persona y amigo. Profesor del Centro de Enfermería de la Cruz Roja, adscrito a la Universidad de Sevilla.

AUTOR: José Antonio Sánchez Miura. Trabajo de fin de Grado. Grado enfermería. EUE Cruz Roja Sevilla, centro adscrito a la Universidad de Sevilla. Promoción 2011-2015.

Prácticas Clínicas realizadas:
Hospital Santa Ángela de la Cruz Viamed, Sevilla. Planta de traumatología. (Abril 2013- Junio 2013).
Hospital Quirón Sagrado Corazón, Sevilla. Quirófano. (Noviembre 2013 – febrero 2014).
Mutua Universal Sevilla. Servicio de urgencias. (Marzo 2014 – mayo 2014).
Dispositivo especial de Feria de la Cruz Roja 2014.
Hospital San Juan de Dios, Sevilla. Planta medicina interna. (Octubre 2014 – Diciembre 2014).
Hospital Quirón Sagrado Corazón, Sevilla. Urgencia pediátrica. (Diciembre 2014 - Febrero 2015).
Centro de Salud San Pablo, Sevilla. (Febrero 2015 – Abril 2015).
Hospital Infantil Virgen del Rocío, Sevilla. Planta de medicina interna/ infecciosos (Abril 2015 – Junio 2015).

FOTO 2 Juan Ignacio Valle Racero y José Antonio Sánchez Miura

Formación Extra Académica
Curso “Cura de heridas crónicas” convocado por la revista Rol de Enfermería. Duración de 70 horas.
Curso “Dolor, actualización y abordaje de enfermería” convocado por la revista Rol de Enfermería. Duración de 28 horas.

Publicaciones Académicas y Presentaciones a Jornadas y Congresos
Sánchez Miura, J. & Romero Castillo, R. (2014) Atención de enfermería a familiares de pacientes ingresados en U.C.I. Publicado y expuesto en las II Jornadas de Enfermería I+D+i, I jornadas internacionales de Cruz Roja.
Sánchez Miura, J. & Romero Castillo, R. (2015) Prevalencia y factores de riesgo del consumo de alcohol en adolescentes. Publicado y expuesto en las III Jornadas de alcoholismo de la Universidad de Sevilla.
Sánchez Miura, J., Barco Pérez, P., Rodríguez Enríquez, A. & Martel González, D. (2015).Percepción Social de las competencias enfermeras, Visión histórica. Publicado y expuesto en III Jornadas de Enfermería I+D+i de la Cruz Roja. La realidad de la enfermería de práctica avanzada.

AGRADECIMIENTOS:
En primer lugar agradecer a mi tutor, profesor don Juan Ignacio Valle Racero, su dedicación durante todos estos meses. Ha sido un privilegio contar con el apoyo de un auténtico experto en la materia que ha sabido guiarme y aclararme dudas de todo tipo en todo momento, implicándose en el proyecto de principio a fin. Ha sabido transmitirme su pasión por el estudio de la historia de la enfermería, convirtiéndose en todo un referente profesional para mí.

Agradecer también a los profesores de la Cruz Roja su esfuerzo y dedicación, ya que me han brindado la oportunidad de descubrir mi profesión y mi pasión. Han sido una guía y un referente a seguir durante estos cuatro años. Mencionar también a los tutores clínicos que han puesto todo su empeño en enseñar lo mejor de ellos durante mis prácticas hospitalarias.

A mis amigos y compañeros de clase, que han estado ahí en los buenos y en los malos momentos. A mi pareja, Rocío Romero, por empujarme a continuar cuando más lo he necesitado.

A mis amigos, en especial Gabriel Figueroa, Pablo Barco, Alberto Rodríguez, Miguel Ángel Sánchez, Samuel Rodrigo, David Kuhling y Gonzalo Moreno, por estar siempre ahí, agradecerles su apoyo incondicional en todo lo que he hecho.

A mi familia. Sin su apoyo habría sido imposible finalizar mi formación. A mi madre por su empeño en mis estudios. A mi padre por inculcarme el esfuerzo y la perseverancia necesaria. Mención especial a mi abuelo, cuyos valores me guían.

A todos los que han aportado su granito de arena para convertirme en la persona que soy hoy, gracias.

El trabajo comprende: Índice, Resumen, Introducción: Marco teórico, Antecedentes y Justificación. Objetivos. Metodología: Descripción de la búsqueda, Criterios de inclusión/exclusión, Estrategias de búsqueda y Tabla de resultados. Desarrollo del contenido: II República y guerra civil española, Enfermeras del bando republicano, Enfermeras del bando nacional. Conclusiones y Bibliografía.

Marco Teórico
En marzo de 1854 estalla la guerra de Crimea cuando Rusia invade Turquía, país que contaba con Inglaterra y Francia como principales aliados (Young, 2011). El secretario de Estado para la guerra británico Sidney Herbert decide enviar a Florence Nightingale a Scutari, enclave de uno de los principales hospitales británicos en el frente para dirigir a un grupo de treinta y ocho enfermeras. En palabras de Attewell (1998), “la designación de Florence Nightingale para dirigir a un grupo de enfermeras no tenía precedente alguno. Ninguna mujer había ocupado antes un puesto oficial en el ejército y su nombramiento podía tener resultados interesantes, ya que se trataba de una enfermera experimentada, muy inteligente, pero nada dispuesta a aceptar órdenes de una jerarquía cerril”.

Nightingale, tras su experiencia en el conflicto de Crimea y conmovida por los movimientos protestantes que llevaron a la enfermería a su época oscura, decide crear en el Hospital londinense de Santo Tomás la Primera Escuela Profesional de Enfermeras Hospitalarias, en 1890 (García & Chamorro, 2011). En palabras de Rubio (2011, p.2) “después de tres años de internado, se probaba la vocación de las alumnas y se formaban técnica, científica y moralmente bajo la vigilancia y enseñanza de la propia Florence Nightingale”.

FOTO 3 Florence Nightingale en el Hospital de Scutari, Crimea

Para Rubio, al no arraigar con fuerza el movimiento protestante y permanecer fieles al catolicismo, no se produjo la secularización de los cuidados en España y por tanto, no hubo época oscura. Estas ideas de Rubio que ya fueron expresadas por el Grupo Andaluz para la Investigación de la Historia de la Enfermería (GAIHE) en 1994, dentro del “I Congreso Nacional de la Historia de Enfermería” ponen de manifiesto el dispar desarrollo, no generalizable, de la enfermería en los países que se mantuvieron fueles a la fe católica y los protestantes. Para el autor, “la reforma de la enfermería española se fue haciendo por evolución, aunque acelerada por la reina Victoria Eugenia, siendo más lenta que por revolución, pero sin tener que pasar el trauma que conlleva” (Rubio, 2011, p.2).

Los primeros pasos de este proceso de modernización de la enfermería llegan a España de la mano del doctor Federico Rubio y Galí. Para los autores Hernández, Gallego, Alcaráz & González “entre los años 1860-70, estando en Inglaterra Rubio y Galí, eminente cirujano, y siendo testigo del acontecimiento de la creación de la Escuela de F. Nightingale, a su regreso fundará, en 1896, en el Instituto Terapéutico en Madrid, la Primera Escuela de Enfermería de España. Esta escuela se crea como centro donde formar enfermeras diplomadas que puedan prestar sus servicios a los enfermos, aprendiendo cuanto corresponda al arte de atender y cuidar de modo artístico y científico” (Hernández, Gallego, Alcaráz & González, 1997, p.28).

La reina Victoria Eugenia hizo también grandes aportaciones a la renovación de la enfermería española. Gracias a su experiencia en Inglaterra e influenciada por la organización y filosofía impuesta por Nightingale, proporcionó apoyo económico e institucional a la creación de la Cruz Roja de Guipúzcoa el 15 de julio de 1870 (Rubio y Solórzano, 2011). Fue en el seno de esta institución donde se creó la primera Escuela para Damas Enfermeras de la Cruz Roja, cuyo papel en el posterior conflicto de la guerra civil fue fundamental. Esta primera escuela abrió sus puertas en 1917 con la finalidad de formar a damas enfermeras, aunque también se usó como dispensario gratuito para los pobres.

FOTO 4 Primera Escuela de la Cruz Roja de Enfermeras, San Sebastián 1917

En España la Primera Escuela de “Damas Enfermeras de la Cruz Roja” fue creada en San Sebastián, de la mano de la reina Victoria Eugenia y María Cristina. La reina Victoria Eugenia trajo consigo de Inglaterra la filosofía Nightingale que pronto se extendió por todo el territorio, gracias a ella el “Cuerpo de Damas Enfermeras quedó oficializado en España en el año 1917, con un programa de estudios muy concreto. (Rubio y Solórzano, 2011).

Los años finales del siglo XIX y los primeros del XX fueron agitados en la esfera política de la nación. Tras la pérdida de las colonias del imperio español en 1898 comienza en España un periodo de regeneracionismo y revisionismo político (Matesanz, 2012). Este periodo, que coincide con la llegada al trono del monarca Alfonso XIII (1902) con tan solo diecisiete años y con la entrada del siglo XX, trajo consigo acusadas crisis políticas.

La convulsión política continuó siendo una constante en este periodo. Cabe destacar la conocida como “crisis oriental” en la que el ministro de gobernación Maura y el gobernador Silvela dejaron el poder poco tiempo después de obtenerlo. El gobierno cambió una y otra vez de manos, creando una situación inestable en el país.  Mientras los gobiernos se sucedían, las luchas sociales se agudizaban y los caciques ejercían un fuerte control sobre la población.

Tal y como expresa Matesanz (2012, p.59), “como consecuencia de estas continuas crisis, el general Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, se subleva contra el gobierno y da un golpe de Estado el 13 de septiembre de 1923”.  A este hecho se le suma una crisis de la corona española, incapaz de encajar en el nuevo siglo debido a los cambios sociopolíticos producidos a nivel mundial, como la revolución industrial acelerada y la Gran Guerra de 1914.

Fue durante esta primera guerra mundial donde las enfermeras francesas comenzaron a movilizarse. El país vecino, envuelto de lleno en el conflicto de escala mundial necesitaba profesionales bien formadas que se encargaran del cuidado de sus numerosos heridos. Las encargadas de prestar estos servicios fueron jóvenes francesas, la mayoría de buena posición social quienes, tras superar sus estudios de enfermera en la Cruz Roja Francesa, decidían libremente ir al frente para ayudar a su país. En palabras de los autores, Lefort & Lamache (2014, p. 50), estas jóvenes “ayudaban en las trincheras con una lealtad y patriotismo sin igual”. En su trabajo titulado “Les infirmiers militaires français dans la guerre”, se recoge el testimonio de un conductor de ambulancias, el cual decía: “una vez recogido el soldado herido, antes de curar las enfermeras eliminaban la arcilla de la herida y retiraban la ropa rota y mojada. Es un placer ver trabajar a nuestras enfermeras con un orden absoluto” (Lefort & Lamache, 2014, p.54). Más tarde, según Duroux, estas enfermeras formadas y experimentadas en la gran guerra decidirían cruzar la frontera y ayudar al ejército republicano una vez estallara la guerra civil en España (Duroux, 2005).

No sería hasta 1928 cuando el régimen de Primo de Rivera fue cuestionado por motivos socioeconómicos y políticos, como el hecho de que los viejos partidos políticos desearan la revalidación de la Constitución de 1876 anteriormente derogada. Tras las protestas universitarias de 1929 y la quiebra de la bolsa de Nueva York, los partidos de corte republicano se habían convertido en la mayor fuerza política del país.

Para Álvarez et al., (2005), esta situación de deslegitimación llevó a Primo de Rivera a presentar su dimisión el 27 de enero de 1929. Tras estos acontecimientos se celebraron elecciones municipales en abril de 1931. Los republicanos y socialistas obtuvieron la victoria en las capitales y ciudades industrializadas, mientras que la monarquía recibió apoyos de las clases campesinas, influenciadas por los caciques. En palabras de Matesanz (2012, p.60), “tras las elecciones municipales de 1931, con los resultados obtenidos en las ciudades más importantes, donde ganaron los candidatos socialistas y republicanos, Alfonso XIII, pensando que los españoles querían un nuevo régimen político, se marchó de España”.

El 14 de Abril de 1931 se proclamaba la II República, finalizando así el periodo de restauración borbónica en España, siendo elegido el prieguense Niceto Alcalá-Zamora presidente de la República. Este convocaría unas elecciones de las que saldrían las Cortes encargadas de redactar una nueva constitución. Estos comicios fueron ganados por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y el texto que redactaron fue aprobado el 9 de diciembre de 1931.

FOTO 5 Dispensario para pobres de Santa Isabel. San Sebastián 1909 (Solórzano)

Como refieren Casas y Millares (2003), durante la República hubo una modernización de los derechos de las mujeres. El derecho de libertad de la mujer estaba directamente relacionado con el derecho a la educación, que era considerado clave para el progreso social. Esta mentalidad favoreció enormemente a la enfermería, ya que bajo el mandato de la república, las mujeres tenían acceso libre a estudios de todo tipo. Según las declaraciones de Pilar Pitarch (enfermera y brigadista internacional), en el artículo de Marco Ferrara publicado en La carta digital (2005, p.3), “el gobierno de la república sacó un decreto que hizo realidad los diplomas de enfermera. Se estudiaba en la Facultad de Medicina de Madrid o de Barcelona”. Para estos autores, la sanidad pública se organizó para satisfacer las necesidades de salud de todos los ciudadanos españoles. Esta visión social de la sanidad trajo también connotaciones beneficiosas para la cada vez más modernizada profesión enfermera.

El gobierno republicano llevó a cabo una serie de medidas reformistas que afectaron a un amplio rango de la sociedad. Se hicieron reformas educativas que promovían la secularización de la enseñanza, reformas laborales que trajeron mejores condiciones en el trabajo y mejoras salariales, reformas agrarias como desamortizaciones, reparto de tierras, etc. Todas estas medidas fueron bien aceptada por una gran parte de la sociedad, pero pusieron en desacuerdo a sectores muy influyentes tales como el poder eclesiástico y militar.

Más tarde, en 1933, se convocan nuevas elecciones. De estos comicios salen victoriosos los partidos de derechas y conservadores: la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y el Partido Radical de Alejandro Lerroux. Lerroux fue elegido presidente del gobierno. Estos partidos intentaron deshacer las reformas del gobierno anterior, provocando el descontento de las clases obreras, ya que fueron los mayores beneficiarios de estas medidas. Este descontento obrero desembocó en la Revolución de Octubre de 1934, una serie de revueltas que se extendieron por todo el país, aunque con mayor fuerza en Cataluña y Asturias. Como remarca Andina (2004, p.2), “tras la revolución de octubre de 1934, la escisión entre las «dos Españas» era cada día más evidente. La fractura político-social se agudizó con el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936”.

Las elecciones de 1936 supusieron una vuelta a las políticas de izquierdas, saliendo vencedores de estos comicios Acción Republicana, el PSOE y el Partido Comunista de España. Tras las elecciones dimitió el hasta por entonces Presidente de la República Alcalá-Zamora, ocupando el cargo Manuel Azaña, quien lo ocuparía hasta 1939. Poco después, el 13 de julio de ese mismo año es asesinado el político conservador Calvo Sotelo, llevando al país a una situación insostenible.

Los militares opuestos al gobierno legítimo de la nación se sublevaron, y el ejército de África dirigido por el general Francisco Franco en Melilla se levantó en armas el 18 de junio de 1936, dando comienzo a una guerra civil. En ese momento, la península se dividió en dos. Algunas regiones como Castilla y León, Galicia, Navarra y Baleares se posicionaron a favor del bando nacional, mientras que el resto seguían siendo fieles a la República.

En el denominado bando nacional el poder quedó en manos de unos cuantos generales del ejército. Estos altos cargos militares, aconsejados por el general Mola, establecieron una jerarquía totalitaria y militarizada (Álvarez et al., 2005). Mientras tanto, en el bando republicano, el gobierno legítimo perdió el control y delegó las responsabilidades en comités obreros organizados por sindicatos y partidos afines a la república, los cuales no tenían ningún tipo de estructura centralizada.

En las primeras etapas del conflicto, el personal enfermero es movilizado para cubrir las necesidades de auxilio de las víctimas de la contienda. Ante el aumento de las necesidades de cuidados, las voluntarias eran cada vez más jóvenes e inexpertas y, en algunos casos, carecían de titulación sanitaria alguna (Andina, 2004). Ante esta situación, el Estado por el bando republicano; la Falange y la Junta de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) por el bando nacional, y algunas asociaciones neutrales como la Cruz Roja, comenzaron a impartir cursos de formación sanitaria acelerados con el fin de instruir a estas mujeres carentes de formación, pero con una gran vocación.

Transcurridos algunos meses, el ejército nacional aprovecha su superioridad militar para continuar su avance hacia Madrid. Las tropas de Franco, en su camino hacia la capital desviaron su rumbo. En lugar de ir directamente a la ciudad, decidieron liberar a una guarnición retenida en el Alcázar de Toledo. Este acto, conocido como «La liberación de Alcázar» fue un gran triunfo propagandístico para Franco y su movimiento fascista. Siguiendo a Álvarez et al. (2005, p.202), “la facción del ejército nacional formada por legionarios y regulares no encontraron resistencia en los desorganizados ejércitos de campesinos republicanos”. La superioridad militar de las tropas franquistas era cada vez más aplastante. La batalla por la capital tendría que esperar a noviembre de 1936.

FOTO 6 Enfermería del Alcázar de Toledo. Milicianos combatiendo en el Alcázar de Toledo. Pilar Primo de Rivera –en el centro, falda clara– junto a un grupo de mujeres de la Sección Femenina. María Montserrat Romeu Fernández

Durante esta contienda movimientos republicanos, del frente popular y las Brigadas Internacionales ayudaron en gran medida a la defensa de la ciudad de Madrid. Un ejemplo de la resistencia llevada a cabo en la capital fue un movimiento del frente popular, cuyo famoso eslogan: “¡No pasarán!” alcanzó gran notoriedad. Algunas enfermeras formaron parte de estos movimientos de resistencia, como Pilar Pitarch quien según Ferrara (2005), fue una enfermera y brigadista internacional que prestó sus cuidados en diferentes hospitales del frente republicano, la mayor parte del tiempo en el hospital provincial de Castellón, y cuyo testimonio es fundamental para comprender las vivencias del cuerpo de enfermeras del bando republicano durante este cruento conflicto.

Durante el desarrollo de la guerra se produjeron infinidad de batallas, todas ellas cruentas y violentas, como por ejemplo la «Operación Rugën» también conocida como el bombardeo de Guernica, llevada a cabo el 26 de abril de 1936 por la Legión Cóndor del ejército de aviación nazi. Para Álvarez et al., esta batalla ejemplifica la crueldad del conflicto, ya que esta ciudad no tenía importancia militar ni estratégica alguna, y aún así fue duramente bombardeada.

Es en este contexto de violencia, se crea en la primavera de 1937 el Hospital Sueco-Noruego de Alcoy (Alicante), instalación financiada con dinero cedido por los países nórdicos a las arcas republicanas. Ambos países habían unificado esfuerzos para apoyar a la república española mediante un trabajo de ayuda humanitaria excepcional, mediante el cual no sólo se enviaba el dinero necesario para construir el hospital, sino que también se enviaron grandes cantidades de material sanitario y, lo más importante, médicos y enfermeras que formasen a las jóvenes voluntarias españolas. Este personal médico se encargó de la gestión del hospital hasta que el doctor Manuel Bastos Ansart se hizo cargo de él. Fue en esta institución donde se probaron y desarrollaron diversos métodos y técnicas para la cura de heridas, como el denominado «método Trueta» (Moltó, 2013).

También cabe destacar la virulencia de la batalla del Ebro, llevada a cabo en julio de 1938, siendo una de las últimas ofensivas del bando republicano. En palabras de Casas & Millares, “la contienda, de una gran crueldad, se cobró más de 10.000 víctimas” (2003, p.3). Testimonios de enfermeras republicanas que prestaban sus cuidados en hospitales del frente del Ebro recogen que una epidemia de tifus asoló al bando republicano, perjudicando a los combatientes y poniendo en riesgo a las propias enfermeras que cuidaban de los heridos. Tal y como reflejan las autoras Casas & Millares (2003, p.2), “en las memorias de Ana Pibenat, enfermera de 16 años de Gerona, se relatan las horas y terribles condiciones en las que el personal sanitario trabajaba. En 1939, en un hospital de campaña del frente del Ebro, en el que las instalaciones insalubres provocaron una epidemia de tifus que amenazaba a los heridos y al personal más que las heridas o los bombardeos”.

El 28 de marzo el denominado ejército nacional consigue tomar Madrid y el 1 de abril de 1939 se dio por finalizada la guerra. Tras esta guerra, una dictadura militar de orden autárquico gobernaría en España durante casi cuatro décadas.

Antecedentes
Podría decirse que la investigación enfermera tiene sus orígenes en la etapa de profesionalización de los cuidados con Florence Nightingale, la cual usaba la estadística como una herramienta más de su trabajo (Bernard, 1984). Estos esfuerzos tuvieron repercusiones positivas en la práctica durante el conflicto de Crimea, de modo que consiguió demostrar que la investigación servía para cambiar positivamente la práctica asistencial (razón de ser de la enfermería de la época).

“Sin embargo, se encuentra poca literatura acerca del tema después de sus trabajos” (Acosta, 1997, p. 1). Tras Nightingale, la investigación enfermera perdió el impulso y quedó en un segundo plano hasta que, en la primera década del siglo XX volvieron a aparecer estudios en Latinoamérica realizados por enfermeras, los cuales versaban sobre los problemas a los que se enfrentaba la enfermería de la época, incidiendo especialmente sobre la educación que las profesionales recibían. Un acontecimiento importante que cambió la educación y formación de las enfermeras de la época fue la inauguración de la Universidad Nacional de México, en 1910. Para Solórzano, Rubio y Expósito, en su publicación del 14 de abril de 2009 en el portal digital Enfermería Avanza, (2009, p.5), “este hecho promovió la Reforma Integral de la Educación Mexicana, favoreciendo el desarrollo de la extensión de la enseñanza y la investigación científica para contribuir al desarrollo nacional”.

FOTO 7 Carteles Brigadas Internacionales

Más al norte, aunque también en el continente americano, se inicia en 1927 un estudio sobre la situación de las escuelas de enfermería canadienses, proyecto inspirado en el Informe Goldmark estadounidense. El estudio incluía a todas las escuelas de enfermería existentes en el país en aquella época, finalizando en 1931. Sería publicado un año más tarde bajo el título “Estudio de la enseñanza de Enfermería en Canadá”, aunque fue posteriormente conocido como el Informe Weir, en honor al educador y sociólogo promotor del estudio, el doctor Weir. En su investigación visitó las escuelas de enfermería recopilando datos económicos, aspectos sociales, y necesidades sanitarias que envolvían la enseñanza de las enfermeras, concluyendo que “la dirección de las escuelas debía de estar a cargo de instituciones de alta cultura dedicadas a la educación” (Parentini, 2002, pp. 90-1). Estas escuelas canadienses fueron centros de formación no sólo para enfermeras de Canadá, sino que también fueron usadas para el adiestramiento de enfermeras de Suramérica. Como puede apreciarse, la vinculación de la enfermería con la universidad y su capacidad investigadora son estudiadas en todo el continente americano.

Con la segunda guerra mundial y las necesidades de cuidados que esta produjo se puso de manifiesto la carencia existente en la formación de las enfermeras. “A partir de los estudios realizados por algunos sociólogos y antropólogos como Brow, Winslon y Goldmark se pusieron de manifiesto las  deficiencias en  la educación de las enfermeras y algunos de estos trabajos propusieron vehiculizar la educación de enfermería a través del medio universitario” (Acosta & Medina, 1977, p.102).

Durante la primera mitad del siglo XX todos los esfuerzos se centraron en vincular a la enfermería con la universidad, paso imprescindible para retomar la actividad investigadora introducida por Nightingale, pero ya olvidada. Una vez introducida la enfermería en los planes de estudios universitarios, los esfuerzos se centraron en convertir la investigación en la base de la ciencia enfermera.

Tal y como podemos ver en las conclusiones de García y Gozalbes en su trabajo de 2012 se puede apreciar una gran evolución de la investigación de enfermería desde la década de los ochenta del siglo pasado hasta la actualidad. Según los autores, “es en torno a 1988 cuando se presenta la primera tesis doctoral con título referido a enfermería” (García y Gozalbes, 2012, p.5).

Para Acosta & Medina (1997, p. 103), “si compartimos la idea de que cualquier disciplina tiene una forma distinta de percibir los fenómenos nos podemos preguntar, ¿Cuáles son los límites y la naturaleza de la investigación en enfermería? La respuesta a esta pregunta es complicada. La enfermería ha de investigar sobre los temas que estén bajo su campo de influencia como ciencia. Para saber delimitar cuáles son las competencias referentes a enfermería, es necesario conocer el marco filosófico y social en el que la ciencia enfermera se desarrolló, para estudiar y conocer cuál es exactamente el rol social que la profesión ha de cumplir. En palabras de Gortner & Susan (1983), esto se consigue mediante el estudio de la historia de la profesión.

La guerra civil supuso uno de los acontecimientos más relevantes de la edad contemporánea española, siendo un punto de inflexión para toda la sociedad tal y como recalcan la mayoría de autores analizados. Es por esto que es fundamental estudiar los cambios que sufrieron las enfermeras en cuanto a su formación se refiere con motivo de la guerra.

Investigación en Historia de la Enfermería
Una vez comprendida la importancia del estudio de la historia de una profesión para la investigación y el desarrollo de cualquier rama de la ciencia, enfermería comenzó a investigar sobre sí misma, sobre su pasado y orígenes para poder comprender su papel en la actualidad y desarrollar las líneas de investigación que brinden a la profesión de un futuro.

“En nuestro país, el interés por los temas de historia, al igual que ocurre con los aspectos metodológicos de la enfermería, arranca a partir de los años 80” (González & Márquez, 2000, p.8). Aunque se trabajaba por alcanzar una asignatura de historia de la enfermería independiente con descriptores propios y específicos en estos años, la realidad era que los conocimientos sobre la materia se impartían de forma fraccionada, introducidos en asignaturas como “Enfermería Fundamental”, “Teoría y Método” u otras.

El comprender la necesidad de una asignatura que versara sobre la historia de la profesión supuso un cambio de mentalidad. Esta forma de pensar trajo un cambio ideológico sobre cómo había que estructurar la enseñanza universitaria de los cuidados enfermeros. Si bien, Moral de Calatrava (2004, p. 42) pone el dedo en la llaga del problema, en su trabajo “La enseñanza de la Historia de la Enfermería en España”: “Debemos preocuparnos por una historia de la enfermería que fuera significativa para los enfermeros y los estudiantes de hoy día”. Pero no solo eso. De acuerdo a la legislación vigente, conceptos como “historia de la enfermería”, “historia de la profesión” o “evolución de los cuidados”, han desaparecido de la asignatura fundamentos de enfermería. Ello parece significar que sólo para los profesores de historia de la enfermería es una materia relevante, ya que desde el punto de vista legal no se encuentra ni entre las asignaturas obligatorias a nivel nacional, ni entre sus descriptores”.

Como vemos, en los años ochenta se comenzó a dilucidar la importancia de una asignatura que dotara a los alumnos de conocimientos sobre la historia de los cuidados. Este cambio ideológico en la estructuración de la enseñanza parece que quedó solo en eso, en un cambio de visión, ya que en la práctica, y tal y como vemos en trabajos como el de Moral de Calatrava, la asignatura seguía sin tener un marco legal bien definido.

Ya en los 90, el interés por la historia de la enfermería está en evidente aumento, no sólo por el incremento del número de trabajos publicados, sino también por la celebración de jornadas y congresos cuyo tema principal era la historia de los cuidados, como por ejemplo las “I Jornadas Nacionales de Investigación en Historia de la Enfermería Española”, organizadas por la Escuela de Enfermería, Fisioterapia y Podología de la Universidad Complutense de Madrid. Estas jornadas fueron celebradas en Madrid los días 30 y 31 de octubre de 1992. En este año y, con la idea de analizar y estudiar la historia de la enfermería, nacen revistas y publicaciones como Híades, primera y única revista monográfica de Historia de la Enfermería creada por el denominado Grupo Andaluz para la Investigación de la Historia de la Enfermería (GAIHE), cuyos integrantes fueron Antonio Claret García Martínez, Manuel Jesús García Martínez y Juan Ignacio Valle Racero (García, A. & García, M., 2000).

Tras los acontecimientos producidos en los años ochenta y noventa que permitieron el despegue del estudio de la historia de los cuidados en España, se produce un cambio de visión. Los artículos publicados en estos años tratan de reconstruir la historia de la enfermería a través de su historia social. A través de este estudio de la historia social de la enfermería se puede también conocer mucho acerca de la sociedad a la que la enfermería prestaba sus cuidados, sociedad que a menudo carecía de voz por estar integrada por los estratos más bajos de la sociedad (pobres, enfermos y desvalidos), pero cuyo testimonio es clave para comprender la historia contemporánea, ya que la historia puede entenderse según Siles como “ las consecuencias de las aportaciones de todos los individuos, grupos, elementos y factores que participan en la dinámica social de una cultura sin ningún tipo de exclusión” (Siles, 2004, p.2).

A pesar de los avances que se produjeron, la mayoría de los autores coinciden en que aún queda mucho por hacer en cuanto al estudio de la historia de la enfermería se refiere.

Investigación del papel de la Enfermería en la Guerra Civil Española
Cuando se estudia la historia de una contienda hay que tener en cuenta que la historia la escriben los vencedores. En rara ocasión salen a la luz la voz de los derrotados, si no es por medio del estudio exhaustivo de los documentos y testimonios existentes de la época. La guerra civil dividió a España en dos mitades política y socialmente hablando. Dos Españas con ideologías y creencias muy diferentes. La enfermería también sufrió esta división, existiendo grandes diferencias entre las enfermeras de un bando y otro. Estas dualidades no solo abarcaban la esfera personal, sino que también existían grandes diferencias en la formación que recibían y los cuidados que prestaban a los heridos de sus respectivos bandos.

FOTO 8 Servicio Canadiense de Transfusión. Biblioteca Valenciana. Nicolau Primitiu

“Si atendemos a la ideología de los vencedores de la guerra, es comprensible encontrar poca bibliografía que describan a las enfermeras de la época, ya que la mujer en la sociedad era relevada a un segundo plano” (Casas & Millares, 2003). Aún así, existen muchos testimonios de enfermeras que participaron en las batallas de esta cruenta guerra, así como numerosos documentos referentes a los planes de estudios de enfermería, y la transformación que estos sufrieron con el paso de la II República, la guerra, y posteriormente la dictadura.

Ana Choperena (2012, p. 55), en su análisis de la profesionalización enfermera durante las guerras reflexiona sobre las autobiografías de las enfermeras que participaron en la contienda, una de las mayores fuentes de información con la que cuentan los investigadores de este periodo concreto de la historia. Y dirá: “El género autobiográfico puede emplearse como herramienta para la configuración de la historia profesional de la enfermería. El componente de autoconocimiento presente en las autobiografías puede colaborar en el fortalecimiento de la identidad profesional de la enfermería actual”. El análisis de las autobiografías de las enfermeras protagonistas de la contienda aporta matices que ayudan a aumentar la comprensión del conflicto y de la propia disciplina enfermera. Analizando los testimonios de las enfermeras de ambos bandos pueden hacerse comparaciones muy enriquecedoras para la investigación del conflicto. En esta dirección apunta los trabajos realizados por Penella, Valls, Ramió y Vives donde se recogen los testimonios y vivencias de un gran número de enfermeras protagonistas del conflicto, las cuales sirvieron en hospitales de campaña repartidos por todo el frente.

El género autobiográfico es también de vital importancia en otros países para el estudio de la enfermería en tiempos de guerra. Murdoch, Bradley y Mather estudian la participación de las enfermeras en las batallas libradas por los Estados Unidos, como la primera y la segunda guerra mundial, Vietnam y ya más recientemente la guerra fría. Hace especial mención a los beneficios que el ejército americano obtuvo en estas guerras con la introducción de la mujer en sus filas. La mayoría de estas mujeres servían en la marina americana como enfermeras y, algunas de ellas fueron voluntarias enviadas a la guerra civil española (Murdoch, Bradley & Mather, 2006). Estos estudios sobre el impacto de la mujer en el ejército comenzaron a realizarse en Estados Unidos, aunque aquí en España, autores como Parilla y Almansa han hecho, mediante sus publicaciones, grandes aportaciones al reconocimiento del papel de la mujer española en las fuerzas armadas y, concretamente, la importancia del cuerpo de enfermeras del ejército español durante la guerra civil.

Son muchos los autores que han estudiado el papel de la Cruz Roja en la formación de personal auxiliar y enfermero durante la guerra. Autores como Pallarés, Hernández, Segura, Rubio y Solórzano muestran la importancia de esta institución durante el periodo histórico estudiado, y las diferencias surgidas en su estructura dependiendo del bando estudiado.

También cabe mencionar los estudios realizados con el fin de analizar el reconocimiento social del que gozaba la enfermería durante la guerra, más concretamente la visión que los soldados heridos beneficiarios de los cuidados tenían sobre las enfermeras que los atendían. Artículos como “Las enfermeras en la guerra civil española” de Casas y Millares analizan de una forma muy ilustrativa la visión que los soldados heridos tenían de las enfermeras, comparando ambos bandos. En estos años también se usó la figura de la enfermería a modo de propaganda política, tal y como recogen los trabajos de muchos de los autores analizados.

Otros artículos se centran en la descripción de las enfermeras de un bando concreto, sin entrar en comparativas entre ambos. El trabajo de Almansa titulado “La formación enfermera desde la Sección Femenina” publicado en noviembre de 2005, ilustra las vivencias de las enfermeras del bando nacional. También analiza los cambios que sufrió la enfermería tras la guerra, en el periodo de la dictadura. Rubio narra de una forma más detallada los acontecimientos de la guerra desde una perspectiva sanitaria en su artículo de 2011 titulado “La mujer en la guerra, enfermeras”. En esta publicación se hace especial énfasis en los acontecimientos puramente sanitarios, como la apertura de escuelas para profesiones sanitarias y hospitales.

Justificación
“Si en alguna cosa existe un amplio consenso en relación a la enfermería es su dificultad para hacerse claramente visible e identificable” (Errastri, 2012, p. 270). La visión que la sociedad tiene de la enfermería viene dada por la memoria colectiva de la propia profesión. Para Siles (2004, p.2), “la memoria colectiva dota de identidad a un grupo social o profesión”, y el poder que el grupo tiene en la sociedad delimita su propia memoria colectiva. Este poder viene dado por la capacidad que tiene el grupo para satisfacer demandas sociales. El propósito de la enfermería no es otro que el de proporcionar cuidados a la población, aunque estos cuidados a menudo parecen ser “invisibles” para la sociedad (Errastri, 2012), por lo que el papel de enfermería es desconocido (o erróneo) para muchas personas, carente de poder o reconocimiento social.

Muchos son los estereotipos que rodean a la enfermería, siendo quizás los clichés más extendidos sobre la profesión:
El estereotipo sexual al que las enfermeras han sido sometidas durante mucho tiempo. Para Errastri (2012), esta visión de las enfermeras ha sido propagada y apoyada en cierta medida por los medios de comunicación.

FOTO 9 Palacio de Miramar de San Sebastián, 1922. Reina, heridos y enfermeras

La enfermería como «auxiliar» del profesional facultativo. Muchas personas creen que existe una estructura jerárquica en la que la enfermera está a las órdenes del médico. Esto puede ser explicable si estudiamos el contexto histórico en el que la enfermería se ha desarrollado en este país. Históricamente la enfermería ha sido una profesión ejercida por mujeres en una sociedad en la que los hombres ocupaban todos los puestos de responsabilidad y prestigio. “Las mujeres han sido un grupo marginal y no han tenido acceso a la historia. Ésta ha sido escrita principalmente por hombres y habla de cosas que hacen y les pasan a los hombres” (Casas y Millares, 2003, p.1).

Sin embargo, tal y como destaca Siles (2004, p. 2), “uno de los actuales retos de enfermería es el de realizar un esfuerzo de deconstrucción de los clichés que obturan la transición desde la enfermería desprovista de historia a un grupo profesional y disciplinar que se ha aplicado por fin a la creación y gestión de su memoria histórica”.

En muchas ocasiones son los propios profesionales de enfermería los responsables de perpetuar estos estereotipos mediante sus actitudes e intervenciones diarias. El estudio de la historia de la enfermería nos permite delimitar y comprender cuáles son los orígenes de la profesión, cuáles sus propósitos y su rol como grupo dentro de la sociedad.

Hay que tener también en cuenta que, en palabras de Zaider (2005, p.6), “enfermería tiene el desafío de generar sus propios conocimientos a través de la investigación y construir su realidad desde su propia perspectiva, es decir, su práctica y objeto disciplinar que es el cuidado”. Para tener una visión clara sobre la perspectiva enfermera, sus prácticas y cuidados es necesario haber desarrollado una memoria histórica ampliamente aceptada por todos los colectivos. De esta manera, enfermería podrá desarrollarse como profesión mediante la investigación. Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia del estudio de la historia de la enfermería, ya que sabiendo de dónde venimos, sabremos a donde vamos (Rodriguez & Kotarba, 2009).

Una de las cosas que hizo que me decantara por un tema de tipología historiográfica fue la posibilidad de estudiar el porqué de la visión social tan pobre de la que goza enfermería en la actualidad. Mediante el estudio de la historia de la profesión podemos comprender la enfermería de hoy día, el porqué es como es, y cómo ha llegado a serlo. Podemos intentar dilucidar, mediante la historia, los hechos pasados que llevaron a la enfermería a ser una profesión ampliamente desconocida para la población.

La guerra civil española supuso un momento histórico clave para este país por varios motivos. El primero de ellos es que las guerras siempre cambian a la sociedad que se ve envuelta en ella, y esta guerra dividió a España en dos en todos los aspectos. También se produjo en un momento en el que el mundo entero estaba cambiando. Fue una época muy convulsa económica, política y socialmente hablando, precedida por la colonización de África por parte de las potencias europeas, la primera guerra mundial, la quiebra de la bolsa de Nueva York etc. Todos estos acontecimientos cambiaron a la sociedad, por lo que es una época clave para comprender el porqué la enfermería es como es hoy día.

La mujer, siempre discriminada en este momento de la historia donde los regímenes fascistas ascendían al poder en toda Europa, parece haberse quedado en un segundo plano. Las enfermeras, protagonistas de la guerra civil de principio a fin, sufrieron cambios en su formación con el fin de adaptarse a los tiempos y a las especiales circunstancias sociales. La guerra supuso una oportunidad para las mujeres de romper sus roles sociales y participar en la historia del país, y generó una gran fuente de conocimiento científico, por lo que la enfermería se vio profundamente afectada por el conflicto.

Con el análisis de los textos encontrados mediante la búsqueda bibliográfica se espera comprender los hechos decisivos que cambiaron la enfermería española durante la guerra civil. Cambios que, tras la victoria del bando sublevado, se instauraron en la sociedad española durante cuarenta años, contribuyendo a mantener el estereotipo de la enfermera como auxiliar del personal médico, siendo esto una extensión del ideal de sumisión de la mujer al hombre característico del régimen dictatorial de Franco.

Objetivos
Objetivo General:
Analizar los cambios producidos en la formación de las enfermeras como consecuencia de la guerra civil española.

Objetivos Específicos:
Describir los planes de estudio existentes, y los cambios que sufrieron debido al conflicto.
Analizar las estructuras creadas por los gobiernos republicano y nacional para la formación de sus enfermeras.
Estudiar el papel de la institución de la Cruz Roja Española en la formación de enfermeras de ambos bandos durante la guerra civil.

Metodología
Este trabajo se ha realizado mediante la búsqueda y el análisis de la literatura existente referente a la enfermería durante la guerra civil española. Se ha contado con artículos científicos publicados en revistas electrónicas, publicaciones de periódicos y blogs digitales, libros de historia, actas y documentos que recogen los testimonios de los protagonistas del conflicto (tanto de enfermeras como de los soldados heridos que recibían los cuidados de estas).

Esta búsqueda bibliográfica ha sido llevada a cabo durante los meses de diciembre de 2014 a abril de 2015. Se consultaron las bases de datos electrónicas Scielo, Medline y Cuiden (Fundación Index) y el portal de difusión de material científico Dialnet. Además de ello se revisaron artículos en revistas de impacto, tales como Cultura de los cuidados, Index de enfermería y la Revista Cubana de Enfermería. Fueron también analizadas las bases de datos de revistas especializadas en la temática histórica (historiográficas), tales como Llull, Híades y Asclepio.

Las búsquedas secundarias han sido también una importante fuente de artículos para este trabajo debido al efecto “bola de nieve” que se produce al obtener artículos procedentes de la bibliografía de otros. También se ha contado con algunas publicaciones del blog digital Enfermería Avanza. Se ha utilizado una tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido también de especial interés el uso del motor de búsqueda Google Académico, ya que es un buscador de fácil uso con un gran número de resultados por cada búsqueda.

Criterios de Inclusión
En esta revisión bibliográfica se han incluido publicaciones únicamente de acceso a texto completo que versará sobre la enfermería en el período histórico de la guerra civil española. Fueron incluidos también artículos relacionados con figuras importantes de la enfermería que, aun no perteneciendo al periodo histórico a estudiar, sus actos repercutieron de una manera u otra en la enfermería de 1930 (como es el caso de Florence Nightingale, por ejemplo).

A su vez, fueron aceptados artículos de carácter sociológico, los cuales ayudan a comprender los rasgos esenciales de la sociedad beneficiaria de los cuidados de este convulso momento histórico. En esta revisión han sido usados artículos que recogen los testimonios de las enfermeras que prestaron sus cuidados en la guerra.

Los libros incluidos en la revisión son de carácter histórico, limitándose a relatar los hechos acontecidos durante el periodo de 1936 a 1939; o bien relatan vivencias de las enfermeras protagonistas de la campaña. Se ha incluido también recortes de periódicos en los que las propias enfermeras protagonistas relataban sus vivencias.

No se fijaron límites temporales para los artículos debido al carácter histórico de la revisión, aunque las publicaciones no relacionadas con testimonios, fotos de archivo etc., han intentado ser de la mayor actualidad posible.

No se aplicaron filtros para el tipo de diseño y se buscaron artículos únicamente en castellano, francés e inglés.

FOTO 10 Criterios de Inclusión. Enfermeras Guerra Civil Española

Los descriptores fueron obtenidos a través de la página DeCS, el portal web de descriptores en ciencias de la salud, siendo posteriormente usados para la búsqueda de la bibliografía en las bases de datos, accediendo a ellas por el portal de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla (Uvus). Los descriptores usados en las búsquedas fueron los siguientes:
Historia de la enfermería. (History of nursing).
Medicina militar. (Military medicine).
Guerra Civil Española. (Spanish civil war).
Competencia profesional. (Profesional competence).
Enfermería. (Nursing).

A continuación se describirán las estrategias de búsqueda seguidas para la obtención de los artículos y publicaciones que conforman esta revisión:

FOTO 11 Bases de datos y resultados

Total de resultados: 140.

Como podemos ver en la gráfica, la base de datos con un mayor número de resultados ha sido Cuiden, seguido del buscador PubMed. En el repertorio bibliográfico de la Universidad de la Rioja (Dialnet) y en Scielo se obtuvieron el mismo número de resultados. No se ha incluido en la gráfica el buscador google académico debido a que, aún siendo parte importante de esta revisión (muchos artículos incluidos en la revisión se han obtenido gracias a este buscador), el número de resultados por búsqueda es superior a 10.000, por lo que se considera una búsqueda muy imprecisa.

A demás de estos 33 artículos encontrados mediante la búsqueda bibliográfica aquí descrita, se añaden tres libros y dos entradas del blog digital Enfermería Avanza, obteniéndose finalmente 38 referencias bibliográficas para el trabajo.

Si comparamos los resultados obtenidos en las diferentes bases de datos con los artículos finalmente utilizados en esta revisión, obtenemos los siguientes resultados:

Scielo: 27 resultados, 8 resultados utilizados. (29.6 %)
Dialnet: 27 resultados, 7 artículos utilizados. (25.9 %)
Pubmed: 32 resultados, 4 artículos utilizados. (12.5 %)
Cuiden: 54 resultados, 6 artículos utilizados. (11.1 %)

Realizando un ratio entre artículos utilizados / resultados obtenidos, obtenemos los siguientes resultados:
Artículos Utilizados / Resultados obtenidos:
Scielo: 0.29
Dialnet: 0.25
Pubmed: 0.12
Cuiden: 0.11

Como podemos ver, Scielo ha sido la biblioteca electrónica que más artículos ha proporcionado a esta revisión (junto al motor de búsqueda google académico, con un mismo número de artículos aportados). Es también la más eficiente, ya que ha sido la que más artículos ha proporcionado en relación a los resultados por búsqueda obtenidos.

FOTO 12 Bases de datos. Flujograma de la búsqueda. Referencias bibliográficas

Desarrollo del Contenido

II República y Guerra Civil española 1936 - 1939

Las guerras (en especial las guerras civiles) traen siempre consigo la desolación, la ruina social y económica de los países que participan en ellas. En el caso de España, la guerra civil dividió a su sociedad en dos mitades, enfrentándose entre ellas en crueles y cruentas batallas. Sin embargo, autores como Siles, Moltó y Bueno coinciden en afirmar que las guerras suponen momentos de gran crecimiento para la ciencia. En palabras de Siles “A lo largo de la historia la paradoja ha mostrado sobradamente su poder configurador: Un hecho tan deplorable para el hombre como la sucesión interminable de conflictos bélicos ha servido, empero, para desarrollar materias científicas” (Siles, 1996, p.7).

Para Moltó, este periodo convulso de la historia de España supuso una gran oportunidad de avance para la enfermería española, ya que tal y como se puede leer en su publicación de 2013 en la revista Gerokomos: “con demasiada frecuencia las guerras son el motor de los avances tecnológicos, científicos y médicos. A finales del siglo XIX y durante la primera mitad del XX, España se vio envuelta en diversos conflictos bélicos (guerra de África, Revolución de Asturias, Guerra civil) y, como consecuencias de ello, se tuvo que atender a miles de heridos que presentaban fracturas y heridas de diversa etiología” (Moltó, 2013, p.32).

La guerra trajo consigo grandes avances científicos en todos los campos, y la enfermería no fue una excepción. Tal y como se ha mencionado antes, las guerras son periodos en los que las necesidades de cuidados aumentan exponencialmente, por lo que la enfermería cobró un papel de vital importancia  tanto en el frente como en la retaguardia, aunque siguiendo a autores como Pallarés en su “Análisis sociológico del papel de las enfermeras durante la guerra civil”: “La mirada histórica no es ingenua, se centra en los personajes y escenarios que interesan al observador. Esta realidad también ocurre con la mayoría de los relatos centrados en la Guerra Civil Española (GCE), en los cuales una parte importante de los protagonistas del evento son obviados. Este es el caso de las mujeres que aparecen como protagonistas secundarios o inexistentes en la mayoría de relatos oficiales de la contienda” (Pallarés, 2005, p.2).

Esta necesidad imperiosa de cuidados que provocó la guerra se tradujo en una necesidad de profesionales que los administraran. Desde los primeros momentos de la guerra las mujeres supieron de las necesidades especiales de la sociedad y de su papel relevante, por lo que se movilizaron en masa, rompiendo así el aislamiento social al que habían estado  sometidas en algunos momentos históricos. “La guerra ensanchó los horizontes de la actividad femenina y abrió nuevos espacios de incidencia y actuación” (Pallarés, 2005, p.6).

Todos los autores coinciden en afirmar que el colectivo femenino se movilizó para hacerse partícipe de la guerra, y con gran eficacia. Fueron excelentes costureras en empresas textiles, grandes operarias en las fábricas que abastecían a los ejércitos etc. Las discrepancias aparecen al hablar del colectivo enfermero, donde debido a las diferencias en la formación entre los dos bandos, los autores discuten qué bando formó más eficientemente a sus enfermeras.

La guerra sirvió para que muchas mujeres expandieran sus horizontes y decidieran romper con los tradicionales roles sexuales, saliendo de sus casas y haciéndose partícipes del conflicto. Esta  movilización femenina fue muy destacable dentro de la enfermería, tanto que, tal y como indica González Allende (2009, p. 84), “desde el inicio del conflicto bélico la figura de la enfermera se mitificó”, “El ángel del hogar se convertía en ángel del herido”.

Parece haber desacuerdo entre los autores sobre los motivos que llevaron a las jóvenes a estudiar enfermería para luego servir en el frente. Estos motivos parecen ser también diferentes dependiendo del bando al que atendamos, según la bibliografía consultada. En el bando republicano, siguiendo a Pallarés, Moltó, Ballesteros y Canalejo, las muchachas vieron la oportunidad de romper con los estereotipos sociales impuestos para con las mujeres y salir de sus casas, poder estudiar y trabajar, ayudando a los combatientes y haciéndose partícipes y protagonistas del conflicto.

FOTO 13 Cruz Roja

Testimonio de jóvenes republicanas indican que las ganas de libertad y de ser partícipes del futuro de la nación fueron los motivadores más potentes. Tal y como podemos ver  en los testimonios de algunas jóvenes del bando republicano recogidos en el trabajo de Pallarés: “Para mí fue como una explosión  de libertad, en casa mi padre me dio carta abierta, podía hablar con chicos y descubrí, que igual te respetaban” (Pallarés, 2005, p.6).

Siguiendo a la mayoría de autores las jóvenes enfermeras republicanas vieron la oportunidad de expandir sus horizontes y la aprovecharon, aunque otros autores discrepan en estas afirmaciones. Para González Allende, autor del trabajo “Ángeles en la batalla”, las motivaciones de las muchachas eran otras. “La labor de la enfermera durante la guerra se consideró como una transposición de su función maternal; es decir, como una proyección en el espacio público del papel que la mujer tradicionalmente desempeñaba en el espacio privado” (González Allende, 2009, p.84). Para este autor la labor de las enfermeras durante la guerra no estaba motivada por cuestiones políticas, si no que era otra forma de servir a los hombres, los cuales eran los verdaderos protagonistas de la lucha por la nación. Al contrario de lo que postulan la mayoría de los autores, para González Allende (quien se basa en las ideas de autoras como Helen Graham y Mary Nash) la guerra no supuso una oportunidad social ni laboral para la mujer, si no que las condujo a realizar los mismos roles del hogar, pero esta vez fuera él debido a la situación de excepción que suponía la guerra.

En el bando nacional o sublevado, las motivaciones eran distintas, al igual que la ideología de las jóvenes que pertenecían a él. Las mujeres sublevadas del bando nacional no buscaban asimilarse a los hombres, si no que perseguían ser complementarias a sus tareas. Atendiendo a publicaciones y reportajes de autores como Parrilla podemos ver que el entusiasmo patriótico era el motor principal de la ideología fascista de los sublevados, por lo que también fue una importante motivación para las jóvenes enfermeras en el frente (Parrilla, 2008).

FOTO 14 Simberg, El ángel herido

Enfermeras del bando Republicano

Antes del estallido de la guerra, el gobierno republicano hizo grandes esfuerzos para modernizar el papel de la mujer en la sociedad española. Casas & Millares (2003, p. 2), destacan que: “la emancipación de la mujer se relacionaba constantemente con el derecho a la educación, que se consideraba clave para el progreso social”. Bajo el gobierno de la república las mujeres podían acceder a todo tipo de estudios, hecho que benefició a la enfermería. En palabras de la brigadista internacional Pilar Pitarch: “El gobierno de la república sacó un decreto que hizo realidad los diplomas de enfermera. Se estudiaba en la Facultad de Medicina de Madrid o de Barcelona” (Ferrara, 2005, p. 3).

Pallarés relata cómo era el entorno cultural en el que las jóvenes republicanas se educaron y vivieron: “La república trajo un tiempo de grandes exaltaciones, de fines que se tenían que conseguir. Las jóvenes tenían una puerta abierta a un ambiente cultural muy bueno. Se fomentaba el deporte, la naturaleza, disfrutaban de becas y lugares para encontrarse y divertirse” (Pallarés, 2005, p.7).

La elección de Federica Montseny como ministra de Sanidad y Asistencia Social bajo el gobierno del socialista Largo Caballero puso de manifiesto la apuesta de la república por incorporar a la mujer a la sociedad moderna del siglo XX. Montseny se convertía así en la primera mujer en dirigir un ministerio en España (algunos autores señalan que fue la primera ministra electa de las democracias europeas), ostentando el cargo desde el 5 de noviembre de 1936 hasta el 17 de marzo de 1937.

Fue debido a la guerra que la ministra de sanidad, líder de ideología anarquista, no puedo llevar a cabo todas las medidas de reforma que tenía previstas, aunque sí pudo realizar algunas de gran calado, como un decreto donde se legalizaba el aborto y un proyecto de ley que procuraba la regularización de la atención a refugiados. Este trabajo al frente del ministerio de sanidad hace ver el avance que significó la república para la sociedad española y, en especial para la mujer (González Canalejo, 2012).

“De nada sirvieron las gestiones y el discurso defendido por Federica Montseny, la primera mujer ministra a frente del Ministerio de Sanidad durante la II República, para salvaguardar la salud de la población civil una vez declarado el estado de guerra” (González Canalejo, 2012, p. 423). Con el estallido de la guerra las prioridades sanitarias (al igual que todos los ministerios del gobierno republicano) se vieron drásticamente alteradas. En cuanto comenzó el conflicto el ministerio de sanidad tuvo que amoldarse a necesidades especiales. Los altos cargos de la sanidad republicana ya habían previsto un plan de actuación ante una más que posible guerra civil, el problema fue que la contienda duraría más de lo que podrían haber previsto.

Desde los primeros compases de la guerra se constituyó un comité para centralizar todo lo relacionado con la sanidad, el cual gestionaría tanto recursos humanos (médicos, enfermeras, voluntarias etc.) como recursos materiales de primera necesidad, los cuales suplieran las necesidades de los civiles y los militares que los demandaran.  El Consejo de Asistencia Social (CAS), creado en enero de 1937 tenía como función principal paliar los daños físicos y mentales de los combatientes, el cuidado materno-infantil de la población civil y medidas para paliar el desastre que ocasionaba la guerra en la población.

Las medidas llevadas a cabo por Montseny intentaban garantizar una protección social amplia ante el conflicto, aunque según apuntan varios autores como Hernández, Segura y la propia González Canalejo, fueron insuficientes debido a la magnitud y la barbarie del conflicto bélico (González Canalejo, 2012). La crudeza de la guerra hizo que las propuestas de Montseny fueran insuficientes para apaciguar los daños de ésta. Sin embargo, un informe encargado por el gobierno de la República en diciembre de 1936 y llevado a cabo por la Sociedad de Naciones (en la actualidad, ONU), llamado Rapport sur la misión sanitaire en Espagne y cuyo objetivo era estudiar el impacto de la guerra civil en la salud de la población española, concluyó que:

Las infraestructuras sanitarias españolas estaban bien situadas, abastecidas y dotadas.
Cada capital de provincia tenía un hospital de referencia, un laboratorio municipal de higiene y suficiente personal, tanto cirujanos como enfermeras.
A pesar de este favorable informe, los recursos sanitarios mermaban a la misma velocidad que avanzaban las tropas franquistas por el territorio nacional.

Debido a la falta de recursos materiales y de personal para hacer frente a las ingentes necesidades de cuidados requeridos en la retaguardia, el gobierno de la república tuvo que tomar medidas excepcionales. Los planes de estudio de las escuelas de enfermería sufrieron cambios para adaptarse a las necesidades de la guerra. “Durante la contienda y con el ánimo de mitigar las necesidades sanitarias de heridos, enfermos y desplazados, se organizarían actividades docentes específicas por parte de ambos bandos enfrentados y de organizaciones neutrales como la Cruz Roja Española, con la finalidad de capacitar profesionalmente al personal que actuaría como auxiliar técnico bajo las ordenes médicas y dispensaría cuidados enfermeros” (Hernández & Segura, 2013).

FOTO 15 Enfermeras republicanas

Si bien hay diferencias de opiniones sobre qué bando formaba de un modo más adecuado a sus enfermeras, no hay discusión alguna entre los autores sobre el hecho de que la guerra civil española significó un punto de inflexión en la historia de la enfermería de nuestro país, ya que provocó cambios drásticos en las escuelas donde se impartían las clases prácticas, pero también la teoría y los valores de los que las enfermeras harían gala durante la guerra, y más importante aún, tras ella.

Hay consenso entre los autores cuando se habla de la escasez de enfermeras que se produjo en el bando republicano al inicio de la guerra. Rubio y Solórzano, entre otros muchos, comparten las ideas de Casas y Millares cuando defienden que esta carencia de profesionales se debe a que las enfermeras de la época, la mayoría religiosas, sentían más afinidad política e ideológica por el bando nacional que por el republicano (Casas & Millares, 2003).

Estas autoras señalan el esfuerzo de algunas instituciones del Estado para formar profesionales de enfermería que paliaran las consecuencias de la guerra y atendieran a los heridos republicanos en el frente. “Instituciones como la Generalitat, organizaciones femeninas obreras, sindicatos, partidos etc. El resultado fue diverso y en muchos casos muy desorganizado, lo que restaba eficacia” (Casas & Millares, 2003, p.2). Casas y Millares no son las únicas que destacan la desorganización y el mal funcionamiento de las instituciones dedicadas a la formación de enfermeras en el bando republicano. En este aspecto, autores como Rubio, Solórzano y González Allende (entre otros), coinciden con ellas al afirmar que la enfermería dependiente del gobierno de la república tenía problemas de organización y de desestructuración de la enseñanza.

Álvarez et al., señalan en su libro La historia contemporánea de España que en el gobierno republicano hubo problemas de descentralización de poderes, por lo que la desorganización llegó a todos los sectores y ministerios. Los altos cargos republicanos delegaron poderes en sus subordinados, descentralizando así el mando en un momento en el que la organización y la eficiencia en las órdenes eran clave (Álvarez et al., 2005).

Para la enfermería republicana de la época fueron de vital importancia las organizaciones ajenas al gobierno dedicadas a la sanidad, más concretamente a la formación de enfermeras. Organizaciones como las Brigadas Internacionales con sus brigadistas y la Cruz Roja con sus Damas Enfermeras sirvieron de gran apoyo y utilidad a la República en el frente.

Importantísima labor la realizada por las Brigadas Internacionales con sus brigadistas. El trabajo de Ballesteros titulado “El efecto de Cronos, brigadistas olvidadas por el tiempo” da buena cuenta de ello. Fue en las filas brigadistas como reportero de guerra, donde Ernest Hemingway se inspiró para escribir su novela: Por quién doblan las campanas (1940), la cual sirvió para que el mundo entero conociera los horrores de la guerra civil española, pero también la valentía de las enfermeras y las mujeres en general que lucharon en el conflicto.

Nadie es una isla completa en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Ernest Hemingway. Por quién doblan las campanas, 1940.

Estas palabras del premio Nobel norteamericano coinciden con las de la mayoría de autores. La guerra civil trajo consecuencias catastróficas para la sociedad española, sin embargo, entre tanto horror hubo personas de infinidad de países que decidieron ayudar para paliar el sufrimiento de los soldados en el frente. “Verdaderamente la guerra española actuó como un solidario catalizador para 54 nacionalidades diferentes. Un vínculo solidario que traspasó fronteras, pulverizó tabúes, trastocó estereotipos” (Ballesteros, 2008, p.15).

En este aspecto, otros autores destacan la ayuda que el bando republicano recibió por parte del gobierno cubano. Cuba realizó una generosa aportación a la causa republicana debido a los lazos históricos que unían a los dos países. Voluntarios cubanos quisieron formar parte en el conflicto desde el principio, algunos formando parte del ejército en el frente, y otras como enfermeras cuidado a los heridos en las batallas (Bofarull, 2012).

La Cruz Roja como institución neutral tomó parte en el conflicto formando enfermeras capaces de ofrecer sus cuidados a los heridos en el frente y a los civiles afectados por la contienda. Tras el estallido de la guerra con el golpe de estado, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) puso al mando al doctor Junod para organizar la colaboración del Comité Central de la Cruz Roja con la Cruz Roja Española. Su misión principal era la de establecer relaciones con las sedes republicanas de Madrid y burgos, aunque más tarde se ampliaron a las sedes de Sevilla y Barcelona, estas dos últimas del bando nacional.

FOTO 16 Enfermeras Cruz Roja

El aumento de la demanda de enfermeras hizo que los responsables de la sanidad de la Cruz Roja, con el doctor Junod al frente, crearan un sinfín de titulaciones, tales como Damas Auxiliares de la Sanidad Militar, Enfermeras de la Cruz Roja, Enfermeras de Guerra, Damas Enfermeras Españolas, Enfermeras Hospitalarias etc. (Pallarés, 2005).

Todas estas titulaciones, según los autores consultados, tenían un proceso formativo y unas funciones auxiliares muy similares, por lo que según autores como Pallarés, Hernández y Segura, todos estos títulos pueden quedan bien englobados y definidos bajo la denominación genérica de Damas Enfermeras.

La función principal de las Damas Enfermeras era la de prestar asistencia gratuita a los enfermeros y heridos en calidad de auxiliares de la sanidad del ejército y de la Armada (Hernández & Segura, 2013). Prestaban sus servicios de forma voluntaria, sin retribución económica alguna. Varios autores, como Rubio y Solórzano no dudan en comparar a las Damas Enfermeras de la Cruz Roja con el espíritu y la mentalidad de Florence Nightingale durante la dura guerra de Crimea: “El espíritu nacido como consecuencia de la guerra de Crimea, a través del tiempo, llega a fructificar con la creación de la Escuela de Damas y profesionales” (Rubio & Solórzano, 2011).

Este cuerpo de Damas enfermeras tenía una estructura jerárquica bien definida, existiendo cuatro categorías: Jefa, subjefa, Damas Enfermeras de primera clase y Damas enfermeras de segunda clase. Según los autores Hernández, Segura y Pallarés el cuerpo de Damas enfermeras contaba con aproximadamente unos 30 centros de formación extendidos por toda la geografía española (incluyendo el bando nacional y el republicano).

Los requisitos para ingresar en la escuela de Damas Enfermeras estaban regulados por el reglamento de 1933, y eran los siguientes:
Mayores de veinte años nacidas en España.
Autorización escrita de los padres o tutores (las menores de edad) y del marido (las casadas).
Ser miembro de la Cruz Roja Española.
No padecer enfermedad ni defecto físico que incapacite para el ejercicio de su misión.
Declarar conocer el reglamento vigente de la Cruz Roja.
Solicitar el ingreso al Director de la escuela donde se deseara asistir a los cursos.

La formación de las Damas Enfermeras instruidas en el bando republicano estaba reglada por un programa vigente desde 1917, posteriormente modificado en 1928. Este programa contaba, según los autores Hernández y Segura (2013), con 35 lecciones divididas de la siguiente forma:
Tres lecciones dedicadas al aprendizaje del funcionamiento de la Cruz Roja de España.
Diez lecciones de anatomía y fisiología.
Seis lecciones de salud pública.
Quince lecciones sobre procedimientos técnicos y lecciones clínicas.

La formación teórica era complementada con clases prácticas encaminadas a enseñar a las alumnas a proporcionar cuidados en las trincheras o en la retaguardia, siempre en un entorno bélico. Prueba de ello son las lecciones prácticas que enseñaban a improvisar camillas con fusiles, inyecciones de medicamentos por vía hipodérmica etc. (Hernández y Segura, 2013).

La obtención del título de Dama Enfermera era posible tras haber superado todas las lecciones en un periodo de diez meses. La enseñanza estaba dividida en dos cursos de cinco meses cada uno. Las alumnas que superaban el primer curso recibían un certificado del comité centrar acreditando haber superado sus exámenes, a demás de un brazalete distintivo de la Cruz Roja. Superando el segundo curso las alumnas obtenían el título de Dama Enfermera y una medalla insignia. Las clases teóricas, las prácticas y los exámenes se realizaban en centros de la Cruz Roja divididos por todo el territorio nacional gobernado por la República.

Enfermeras del Bando Nacional
Tal y como se ha mencionado anteriormente, al principio de la guerra las enfermeras de carácter religioso afines a las ideas franquistas se pusieron al servicio del mando sublevado, ayudando a los heridos y auxiliando a los doctores del bando nacional. Autores como Pallarés, Rubio y Solórzano así lo reflejan en sus artículos, aunque son las autoras Casas y Millares las que señalan que, aun contando con las enfermeras y cuidadoras católicas que abandonaron sus tareas en los hospitales republicanos para servir al bando nacional, este último seguía requiriendo más profesionales cualificadas que se encargaran del cuidado de los heridos en el frente.

FOTO 17 Damas Enfermeras de la Cruz Roja. San Sebastián 1937

“La mayor parte de los religiosos que eran antirrepublicanos, abandonaron las instituciones del territorio de la república y vinieron a incrementar el contingente de enfermeras y enfermeros religiosos. Aún así, se organizó la formación de nuevas enfermeras y sobretodo, se hizo un riguroso sistema de acceso y de control de las mismas” (Casas & Millares, 2003, p3).

Mientras que Rubio, Solórzano, Hernández, Segura y Pallarés hablan sobre la desorganización de las instituciones republicanas en cuanto a la formación de enfermeras se refiere, otros autores como Parrilla, Andina y Almansa escriben sobre la rigurosidad y la organización del bando nacional para la formación de las enfermeras que cuidarían de sus heridos. Esta rigurosa formación estaba basada en dos pilares fundamentales de la ideología del bando nacional: El ideal de la buena mujer franquista y el fervor patriótico y religioso de las voluntarias que quisieran servir en el frente.

A estos efectos, fue en junio de 1934 cuando Pilar Primo de Rivera, hija del general Miguel Primo de Rivera recibe el encargo de su hermano José Antonio, de constituir la rama femenina del que fue el primer partido de corte puramente fascista formado en España, la Falange. Esta agrupación recibió el nombre de Sección Femenina de la Falange Española. (Almansa, 2005). La Sección Femenina de la Falange Española pretendía inculcar a las jóvenes los valores de la buena mujer franquista, y las propias declaraciones de Pilar Primo de Rivera dan buena cuenta de ello:

A las secciones femeninas, mientras menos se las vea y menos se las oiga mejor. Que el contacto con la política no os vaya a meter a vosotras en intrigas y habilidades impropias de las mujeres. Nosotras atendamos a lo nuestro y dejemos a los hombres, que son llamados para que resuelvan todas las complicaciones que lleva en sí el gobierno de la nación”.

Las mujeres nunca descubren nada; les falta desde luego el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer nada más que interpretar mejor o peor lo que los hombres nos dan hecho”.

Pilar Primo de Rivera, 1943 (Almansa, 2003, p.4)
Estas declaraciones de una de las mujeres más importantes del gobierno del bando sublevado hacen patente la postura del régimen fascista para con el papel de la mujer en la sociedad. Autores como Choperena, González Canalejo y González Allende no dudan en afirmar que las conquistas sociales que las mujeres habían conseguido durante los años de la II república se perdían en concordancia con el avance de las tropas franquistas. “La situación de la sociedad antes del conflicto, con cierto grado de emancipación de la mujer, fue interrumpida de forma brusca y se impulsó la vuelta al papel tradicional de ama de casa y madre” (Rubio y Solórzano, 2011, p.11).

Esta vuelta a los roles tradicionales afectó profundamente a las enfermeras al ser un colectivo eminentemente femenino. Tal y como expresa Almansa, “son patentes las estructuras básicas de relaciones de género: la supremacía masculina con relación al poder y la feminidad entendida como fragilidad, sumisión y espíritu de sacrificio. Estos son algunos de los valores difundidos por la Sección Femenina, el dispositivo adoctrinamiento del régimen franquista que, en definitiva, destinaba a la mujer un lugar secundario” (Almansa, 2005, p.4).

Si bien el ideal de la “buena mujer española”  promovido por la Sección Femenina de la Falange era importante dentro de la sociedad franquista, otro pilar imprescindible para las mujeres voluntarias del bando nacional era el fervor patriótico y religioso del que hablan gran parte de los autores como Andina, Parrilla y Pallarés. Esta última afirma que el gobierno sublevado utilizaba el estereotipo de la mujer religiosa y las enfermeras como una importante figura propagandística a favor del régimen (Pallarés, 2005).

Este uso propagandístico de la figura de la enfermera puede verse también reflejado en el artículo de Andina en el que se analiza el libro “Princesas del Martirio”, de Concha Espina. En este trabajo la autora señala un suceso ocurrido durante la guerra, donde tres enfermeras llamadas Olga, Pilar y Octavia fueron movilizadas en 1936 a un hospital de la Cruz Roja ubicado en Somiedo. Este hospital fue tomado por los soldados republicanos, permaneciendo las tres enfermeras al cuidado de sus pacientes mostrando el fervor patriótico del que la mujer franquista debía hacer gala. Tras ser fusiladas por los republicanos, el gobierno sublevado las convirtió en mártires que murieron por defender los ideales fascistas. Se celebraron múltiples actos como funerales y homenajes a modo de propaganda política, donde se resaltaban los atributos deseables de la mujer franquista, tales como la bondad, la sumisión, la dulzura etc. Atributos que según la propia Andina  estaban “en consonancia con los cánones que se estilaban por aquel entonces y con los patrones culturales del nacional-catolicismo” (Andina, 2014, p.4).

FOTO 18 Grupo de enfermeras del Auxilio Social voluntarias en el Hospital del Santo Cristo durante la Guerra Civil. Sevilla. Gracias a Florencio Cobano por la aportación.

En este contexto cultural de sumisión institucional de la mujer al hombre, de fervor patriótico y religioso y bajo una severa disciplina fue donde se desarrolló la formación académica de las enfermeras que prestaron sus cuidados en el frente bajo el mando del gobierno sublevado.

Unos años antes del estallido de la contienda y bajo el mandato del gobierno republicano, se hace posible el acceso de la mujer al ejército mediante el Real Decreto del 18 de febrero de 1917, el cual les permitía ingresar en el cuerpo de Damas Enfermeras de la Cruz Roja, institución dependiente del Ministerio de la Guerra en aquella época. Con la guerra, las necesidades de enfermeras militares se incrementaron. En palabras de Parrilla: “Al estallar la guerra en 1936, el servicio de Sanidad Militar gozaba ya de una larga trayectoria y una inmejorable experiencia profesional. Pero así como el cuadro médico se hallaba bien nutrido y preparado, ni practicantes militares ni Hijas de la Caridad resultaban suficientes para atender las necesidades de una guerra que se preveía larga en el tiempo y extensa en el territorio” (Parrilla, 2008, p.8).

Autores como Andina, Pallarés, Hernández y Segura coinciden con Parrilla en afirmar que la movilización de jóvenes fue muy pronunciada al principio de la contienda. Es por esto que la Jefatura de Sanidad del bando sublevado contó desde el primer momento con jóvenes voluntarias procedentes de la sección femenina de la Falange, a demás de las enfermeras religiosas que abandonaron los hospitales republicanos. La mayoría de estas jóvenes habían sido formadas como enfermeras en la Cruz Roja gracias al decreto de 1917, por lo que ya contaban con cierta experiencia (Parrilla, 2008).

El gobierno del bando sublevado, a fin de organizar y estructurar las instituciones sanitarias tras la avalancha de jóvenes voluntarias, movidas según la gran mayoría de autores por su fervor patriótico, dictó una orden el 26 de marzo de 1937 con el fin de crear un cuerpo de enfermeras propio (B.O.E. n.º157, de 26 de marzo de 1937). Este cuerpo sería conocido como Servicio de Enfermería Femenino. Francisco Franco puso al frente de este proyecto a la enfermera Mercedes Milá Nolla, nombrándola Inspectora General de los Servicios Femeninos de los Hospitales, otorgándole plenos poderes de organización, tal y como refiere Parrilla.

Siguiendo a Rubio y Solórzano, “Mercedes Milá fue un exponente de la misión entusiasta y abnegada de la mujer en la paz o en la guerra. Ella fue una avanzadilla en la guerra o en la paz. Impulsó, controló y coordinó la proyección sanitaria de la mujer española; luchó por sacar de sus dispersión y anquilosamiento al incipiente cuerpo de enfermeras” (Rubio y Solórzano, 2011, p.1). Estas palabras de Rubio y Solórzano, junto con las expresadas por otros autores como Parrilla, Torres y Almansa, ponen de manifiesto la importancia de la figura de Milá dentro de la organización de las enfermeras en el bando nacional.

Atendiendo a las palabras de Parrilla, Rubio y Solórzano, un total de 15.038 mujeres prestaron sus servicios en los diferentes hospitales repartidos por el territorio perteneciente al bando nacional gracias a la magnífica gestión de Mercedes Milá. De estas sanitarias, 8.938 tenían previamente el título de enfermeras (obtenido por la Cruz Roja con la orden de 1917).

Los logros de Milá al frente del Servicio de Enfermería Femenino fueron innegables. El 24 de abril de 1937 consiguió la aprobación de una Orden (Orden del 14 de abril de 1937, B.O.E. nº186) por la que se autorizaba a la Falange Española a organizar cursillos de Damas Enfermeras. Estos cursos fueron fundamentales para formar a las jóvenes entusiastas que, en palabras de Rubio y Solórzano “muchas de las cuales contaban sólo con su buena voluntad” (Rubio & Solórzano, 2011, p. 8), careciendo de formación sanitaria alguna. Finalmente se impartieron 116 cursillos en total que sirvieron para brindar de conocimientos básicos a todas aquellas voluntarias que iban a prestar su ayuda en el frente como voluntarias auxiliares.

A fin de organizar más y mejor la formación de las enfermeras y auxiliares voluntarias, el Estado Mayor crea un carnet de identidad para Damas Auxiliares en mayo de 1938. Al final de la contienda 12.307 jóvenes tendrían dicha identificación.

Las enfermeras del bando nacional seguían formándose según el plan de estudios de la Cruz Roja de 1917, ligeramente modificado en 1928. Esta situación se mantuvo hasta 1938, cuando la Cruz Roja del bando sublevado modifica de su reglamento algunos aspectos esenciales de la formación enfermera (Hernández & Segura, 2013). Estos cambios afectaban a la estructura del programa de formación de las enfermeras haciéndose mucho más amplio y completo, según autores como Rubio, Solórzano y Almansa.

FOTO 19 Primera dotación de personal con la que contó el Hospital Sueco Noruego de Alcoy. Foto tomada en la mesa de operaciones del Hospital Sueco Noruego de Alcoi: Los Doctores Hagtvedt y Nystrom, ambos de Suecia. Los primeros heridos que atendió el hospital, llegaron por ferrocarril a Alcoi procedentes de los frentes de Córdoba y Madrid. Damas enfermeras y ambulancia 1-Maruja de la Paz Orduña. 2-Duquesa de la Victoria. Archivo familia Campuzano de la Paz

Tras las modificaciones de 1938, los estudios de las enfermeras se realizaban en dos cursos de ocho meses cada uno. El programa oficial contaba con cuarenta y seis lecciones en total, veintitrés por cada curso. A demás de esta formación teórica, las alumnas debían superar una formación práctica de ocho meses de duración. Estas prácticas se realizaban en los hospitales de la Cruz Roja en el territorio sublevado.

Para los autores Hernández y Segura, la enseñanza teórica se estructuraba en cuatro bloques bien diferenciados:
Fines, organización y principios de la Cruz Roja. Este bloque estaba formado por cuatro lecciones y se impartía en el primer curso.
Anatomía, Fisiología, cirugía y patología. Este bloque contaba con once lecciones en el primer curso y con diecisiete lecciones en el segundo curso.
Procedimientos y técnicas. Bloque formado por cuatro lecciones.
Salud pública. Bloque conformado por diez lecciones.

Estos bloques temáticos se complementaban con sesiones prácticas en las que se impartían técnicas y procedimientos tales como talleres de realización de gráficas de temperatura, pulso y frecuencia respiratoria, vendaje de extremidades, preparación de papillas y biberones y técnicas de administración de medicación por vía subcutánea e intramuscular.

Los exámenes contaban con un ejercicio práctico y otro teórico, siendo calificados de uno a diez puntos y exigiéndose a las alumnas un mínimo de cuatro puntos para aprobar. La prueba práctica consistía en la realización de alguna técnica seleccionada al azar, mientras que la prueba teórica consistía en debatir sobre algún apartado del temario, también seleccionado al azar.

En las escuelas de enfermería la disciplina era estricta. Autores como Hernández y Segura mencionan que los tres primeros meses del primer curso eran considerados de prueba. Una vez pasado este periodo de prueba, aquellas jóvenes que mostrasen las cualidades requeridas podrían continuar con sus estudios adquiriendo la condición de “alumnas oficiales”. Las normas de la Cruz Roja recogían que las alumnas que se ausentaran durante treinta días (o durante quince días consecutivos) perderían el derecho a examen, renunciando con ello al título de enfermeras.

Una vez obtenido el título, las ya Damas Enfermeras se comprometían a prestar sus servicios mediante el siguiente juramento:

Me comprometo a servir de todo corazón a los que se hallen en tratamiento en el Hospital al que yo pertenezco. No cesaré nunca de esforzarme en el mejor cumplimiento de la misión que me ha sido confiada. Me comprometo solemnemente a no divulgar los hechos de que yo tenga noticia acerca de la vida privada de mis enfermos. Reconozco la dignidad y grandeza de la misión que he aceptado. Ningún trabajo es trivial e indigno en la lucha contra la enfermedad y preservación de la salud” (Hernández & Segura, p. 5).

Conclusiones

La historia la escriben los vencedores

Tenía razón el escritor británico George Orwell cuando pronunciaba esta frase, ya que la memoria colectiva solo parece recordar al bando vencedor de una contienda, haciendo caer en el olvido a los derrotados, sus testimonios e ideales.

Tras la guerra civil española, el ya Estado franquista practicó con sus rivales republicanos lo que los romanos denominaban “Damnatio memoriae”, condenando el recuerdo de un enemigo tras su muerte. El régimen dictatorial, usando como herramientas su maquinaria propagandística y un estilo totalitario de gobierno, condenó la memoria de los republicanos que lucharon en el frente contra sus ideales.

Poco se sabría de los combatientes republicanos si no fuera por el género autobiográfico, pues lo  que sabemos sobre estos hombres es gracia a los testimonios que ellos mismos dejaron. Pero si bien poco se sabe sobre los combatientes, menos aún conocemos sobre las mujeres que participaron en la lucha, las voluntarias que prestaron sus cuidados a los heridos en las interminables batallas.

Los derechos que las mujeres habían ganado durante el gobierno de la II república parecían desaparecer a medida que las tropas franquistas avanzaban por la geografía española, por lo que no es de extrañar que los testimonios de las jóvenes que lucharon en el conflicto se borraran en el tiempo.

FOTO 20 Religiosas enfermeras 1927

Si bien es cierto que la guerra supuso una oportunidad para que las mujeres se hicieran partícipes del futuro de la nación, saliendo a las calles para colaborar en el conflicto, existían profundas diferencias entre las motivaciones que impulsaban a las jóvenes de los diferentes bandos. Por el lado republicano, las jóvenes pretendían la igualdad de derechos y deberes ante los hombres. La necesidad de romper los roles sociales que las encasillaban dentro de sus hogares las llevó a presentarse voluntarias en las fábricas, en los talleres, en los hospitales.  En el bando sublevado, las mujeres eran movidas por un fervor patriótico y religioso que las empujaba a servir en el frente. No buscaban la igualdad como las republicanas, lo que pretendían era alcanzar las cualidades de la buena mujer franquista, adoctrinadas por las ideas fascistas de Pilar Primo de Rivera a cargo de la Sección Femenina de la Falange. Estas cualidades recogían la sumisión al hombre, la vuelta al rol tradicional de la mujer como ama de casa etc.

El bando republicano se vio desbordado por la guerra en todos los aspectos desde sus inicios, descentralizando el mando. Esto condujo a una situación de desorden generalizado que no hizo sino empeorar el panorama bélico. Este desorden también se hizo palpable en la sanidad, siendo incapaces de formar adecuadamente a sus enfermeras. A esta situación se le sumaba el hecho de que las enfermeras más experimentadas, en su mayoría religiosas, abandonaron el bando republicano para servir en el frente sublevado. Estos hechos llevaron a instituciones ajenas al gobierno como la Cruz Roja y las Brigadas Internacionales a hacerse cargo de la formación y gestión de las enfermeras republicanas.

Mientras tanto, en el bando sublevado, aún contando con el fervor patriótico que empujaba a las jóvenes a presentarse voluntarias en masa y con las enfermeras experimentadas que escaparon de la zona republicana, necesitaban actualizar sus planes formativos con el fin de contar con un cuerpo de enfermeras que ejercieran de auxiliar del personal médico en el frente.

FOTO 21 Enfermeras de la Cruz Roja

La institución de la Cruz Roja se amoldó a las diferencias ideológicas existentes entre los dos bandos, comenzando a formar enfermeras para ambos. Las enfermeras formadas por la Cruz Roja en el bando republicano lo hacían cumpliendo rigurosamente el programa formativo de 1917, el cual disponía que las jóvenes tenían que superar un total de 35 lecciones en un periodo de 10 meses. Mientras tanto, en el bando sublevado las enfermeras se regían por un nuevo programa formativo con fecha de 1938, mucho más duro y estricto, el cual disponía que las jóvenes debieran superar un total de 46 lecciones divididas en dos cursos.

El sistema formativo de las enfermeras del bando sublevado superaba con creces la formación recibida por las jóvenes del bando republicano.

La victoria militar del bando sublevado trajo consigo cuarenta años de dictadura con Francisco Franco al frente del Estado español. La política franquista con respecto a la mujer la mantuvo siempre en un segundo plano, en una posición de sumisión al hombre en todos los ámbitos de la sociedad.  Esto podría ser una de las razones por las cuales la enfermería es, en este país, una ciencia profundamente desconocida y estereotipada por parte de la sociedad, ya que es una profesión mayoritariamente femenina. Las enfermeras son vistas como meras técnicas auxiliares a las órdenes del profesional facultativo, sin ningún tipo de autonomía o responsabilidad y sin un campo de actuación propio e independiente. Esta percepción social tan errada sobre el papel de la enfermería coincide con los cánones de relación de sumisión de la mujer al hombre, propios del nacional-catolicismo.

FOTO 22 Grados de Enfermería 2015. De izquierda a derecha: Alejandro Rodríguez Enríquez. Diego Martel González. José Antonio Sánchez Miura. Andrés Cotos Expósito. Cristina Vázquez Ramírez. Manuel Molina Ortega. Pablo Barco Pérez

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FOTO 23 La Reina Victoria Eugenia con las Damas Enfermeras Sevillanas a las que impuso el brazalete de la Cruz Roja. Juan Barrera 1920. Propiedad ABC

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FOTO 24 Ernest Hemingway. Vestido de enfermera. Con 18 años se apuntó a la Cruz Roja de Kansas City y firmó un contrato de conductor de ambulancia en el frente italiano. Fue herido el día 8 de julio de 1918, por fuego de mortero, 5 días en un Hospital de campaña y luego ingresado en el Hospital Treviso de Milán, donde se enamoró de la enfermera americana Agnes von Kurowsky Stanfield

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Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)