jueves, 27 de octubre de 2011

I JORNADAS DE ENFERMERÍA OFTALMOLÓGICA ZONA NORTE











LA ENFERMERÍA EN RETINA

Organizada por la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica. SEEOF con la colaboración de NOVARTIS, se ha celebrado el sábado día 22 de Octubre de 2011, de 8,30 a 15 horas en la Cámara de Comercio de Bilbao situada en la calle Alameda Recalde nº 50.

Con el título de la Jornada: “La Enfermería en Retina”, siendo el director y organizador del curso el enfermero Manuel Solórzano Sánchez del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Donostia, y ayudado por Silvia Martín Asenjo (Novartis), Carolina Gil y Francisco Gabaldón de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica. Los diplomas han sido firmados por el director del curso y por Montserrat Roura Oliver (Medical Advisor de Novartis Farmacéutica S.A.).
FOTO 001 Inauguración de la Jornada: de izquierda a derecha: Lourdes Aguado, Blanca Aramendia, Cristina Zapata, Francisco Valiente, Carmen Alfonso, Edurne Leanizbeascoa, Silvia Martín, Maider Lasa, Koldo Santisteban, Arantza Melgosa y Manuel Solórzano

Vino desde Madrid expresamente para la ocasión Francisco Valiente Orts, gerente de ventas de la línea Retina e Infección de Novartis Farmacéutica S.A. Desde aquí nuestro total agradecimiento, mío personal y de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica.

En la inauguración y presentación de los ponentes habló Manuel Solórzano diciendo: “Egun on guztioi”. Buenos días compañeras y compañeros: La organización de cualquier actividad parte de una idea, en este caso, la necesidad sentida de reunirnos para compartir experiencias y conocimientos sobre enfermería oftalmológica, porque la transferencia de conocimientos es básica para el desarrollo de la ciencia. Pero para poder llevar a cabo cualquier idea es imprescindible contar con apoyos y financiación.

En una situación económica como la actual, en la que los recursos escasean es muy complicado conseguir financiación para cualquier proyecto, y todavía más si ese proyecto es de enfermería. Sin embargo, una empresa de nuestro ámbito de trabajo no lo ha dudado y ha apostado por nosotros, por la enfermería oftalmológica como área desarrollo, producción e innovación científica.

NOVARTIS, empresa que sobradamente conocéis no lo ha dudado y ha confiado en nuestra labor profesional y científica. Desde que el primer momento en que contacté con sus representantes para el Hospital Universitario Donostia, todo han sido facilidades para organizar esta jornada. Por eso, quiero mostrar mi más profundo agradecimiento a Silvia Martín Asenjo y Francisco Valiente Orts por su profesionalidad e implicación personal en este proyecto y a NOVARTIS en general por su apuesta por la enfermería oftalmológica, esperando poder contar con su colaboración en futuras ocasiones.

Y por último y no menos importante; nada es posible sin las personas, sin vosotras, las enfermeras. Porque sin la colaboración de todas las personas que están detrás de la logística de un acto de estas características, del enorme apoyo de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica aquí representada por su Presidente Francisco Gabaldón, la secretaria de la sociedad Carolina Gil, de las Enfermeras que vienen a exponer sus investigaciones y experiencias, y todas las enfermeras y enfermeros que habéis venido para escuchar, compartir y aportar vuestro conocimiento, no tendría sentido estar aquí. Por todo eso, muchas gracias a todas y todos, bienvenidos a Bilbao y espero que esta jornada pueda satisfacer vuestras expectativas. ¡Eskerrik asko!

Para la inauguración de la Jornada contamos con el enfermero y vocal II del Colegio de Enfermería de Bizkaia y Académico de la Academia de Ciencias de Enfermería Koldo Santisteban Cimarro; también estuvo presente la Presidenta del Colegio Mª José García Etxaniz, además de 110 enfermeras más. Las enfermeras y enfermeros que acudieron a la jornada pertenecían a: Barcelona, Cantabria, Guadalajara, Huesca, Madrid, Navarra, Zaragoza y País Vasco.

Koldo nos deleitó con su trabajo sobre “libros antiguos” que trataban a la oftalmología desde hace muchos años, en su exposición empezó mostrando el libro “Instrucción de enfermeros para aplicar los remedios a todo género de enfermedades de 1664” y acudir a muchos accidentes, que sobrevienen en ausencia de los Médicos. Compuesto por los Hermanos de la Congregación del Hermano Bernardino de Obregón. En su capítulo V decía así: Como se ha de poner el colirio: “Tomando primero una pluma de gallina, ó de paloma, mojando en el dicho colirio, mandará el enfermero mirar al cielo al paciente, abriendo los ojos, y le irá echando tres, o cuatro gotas dentro. Esto bastará cada hora una vez. Advirtiendo que los colirios no se calientan, sino como vienen de la botica, si es verano, y si es invierno tibio”. No está nada mal que en un compendio de 220 páginas se le dedica un capítulo entero a la oftalmología. Allí lo tuvimos presente con los demás ejemplares que expuso.
FOTO 002 Carátulas y grabados de libros antiguos de 1664 y 1748

Siguió con el libro “Instituciones quirúrgicas y Cirugía completa universal de 1748” ilustrada con gran número de láminas finas, y muy fieles, que demuestran al natural, los más preciosos instrumentos, y operaciones de cirugía. Trabajo y estudio en que por más de 40 años se empleo el desvelo del Dr. Laurencio Heifter. Traducido de la lengua latina por Andrés Gracia Vázquez, varios títulos y Colegial fundador del Real Colegio de Cirujanos de Madrid. Esta obra se presenta en 3 tomos, el contenido sobre ojos esta en el tomo 2º, así como los buenísimos grabados que posee. De cómo se han de sacar aquellas cosas, que por casualidad cayeron o se entraron en los ojos. De la sangría o modo de sacar la sangre de los ojos.

El “Manual de Cirugía práctica de 1760”, recogemos de sus páginas: los tópicos que pueden usarse en las oftalmias, una de las recetas decía así: “Agua de flor de saúco, mucílago de simiente de membrillos, hecho con agua de esperma de ranas y azafrán”. Mézclese todo y pónganse paños mojados tibios sobre los ojos inflamados.

El clásico libro “Manual de la Enfermera”, editado por primera vez en 1932, fue el libro de texto de nuestras escuelas durante muchos años, hay ediciones de loa años 70, y como soporte gráfico se emplea la fotografía. El Dr. Manuel Usandizaga incluye en el capítulo 32, la oftalmología, en su página dos, habla sobre los defectos de refracción, estrabismo, catarata, glaucoma, cuerpos extraños, conjuntivitis, dacriocistitis, operaciones en los ojos y los Cuidados de los enfermos de oftalmología. En las reglas generales pone por ejemplo: Lavarse siempre las manos antes y después de hacer un tratamiento en un enfermo de los ojos. En otro capítulo habla de la instilación conjuntival de colirios. Irrigación. Compresas húmedas calientes. Aplicación de pomadas en los párpados. Aplicación de pomadas en el saco conjuntival. Extracción de cuerpos extraños conjuntivales. Examen de los ojos en un niño pequeño. Encima de la mesa estuvieron los libros antiguos para que los participantes los pudiesen ver y tocar estas reliquias de la enfermería oftalmológica.
FOTO 003 Portadas, carátulas y grabados de libros antiguos

Luego le tocó el turno a la enfermera de quirófano Arantza Melgosa, y le ayudaron en su presentación Eukene Olea, Begoña Azcunaga, Paula Blasco y Nagore Urrestarazu del Hospital Basurto de Bizkaia, su tema “Oclusiones vasculares venosas retinianas en Oftalmología”. Nos contó un caso clínico, sus antecedentes, motivo de consulta, las exploraciones realizadas, nos habló de los factores de riesgo de las oclusiones vasculares retinianas que ponen de manifiesto un proceso sistémico que aumenta la morbilidad y la mortalidad, Además la hipertensión arterial, diabetes, glaucoma de ángulo abierto, hiperlipidemias, el aumento de la masa corporal, la hiperviscosidad sanguínea, trombofília, y la terapia hormonal. En sus conclusiones nos decía que: la perdida de agudeza visual por oclusiones vasculares es un importante problema de salud en mayores de 60 años, que el tratamiento clásico del edema macular ha sido la fotocoagulación con láser con buenos resultados y la aparición en los dos últimos años de nuevos tratamientos como el antiVEGF Lucentis, ha sido una revolución, con resultados esperanzadores.

Le siguió la enfermera Edurne Leanizbeascoa y le ayudaron en la realización de su trabajo Eukene Olea, Arantza Melgosa, Begoña Azcúnaga y Paula Blasco del Hospital Basurto de Bizkaia, su tema: “Retinopatía diabética”. Empezó su disertación diciendo que esta enfermedad es una complicación de la diabetes y es una de las principales causas de ceguera en nuestra población. En los factores de riesgo destacó la duración de la diabetes y un buen control metabólico retrasa su desarrollo pero no lo evita. Los factores que hay que cuidar son la hipertensión arterial, el consumo de tabaco, la hiperlipidemias, la anemia y los cuidados en el embarazo. Destacó las diferentes etapas de la enfermedad. Los síntomas de la enfermedad no se perciben hasta que el daño es severo. Presenta diferentes síntomas como visión borrosa, vista nublada, pérdida gradual de la visión, moscas volantes, sombras, dificultad para ver de noche, etc. En su conclusión nos decía que “La curación de la diabetes NO existe!!. Sólo su CONTROL”.
FOTO 004 Ponentes de la primera mesa

El siguiente trabajo se titulaba “Degeneración Macular Asociada a la Edad. DMAE. Definición, síntomas, recomendaciones, pruebas diagnósticas y tratamiento”.Estuvo todo el equipo al completo desde las dos compañeras que las impartieron Blanca Aramendia y Cristina Zapata, apoyadas por María Luz Ortigosa, Nelson Arturo Rodríguez y la Dra. Marian Altarriba Freire oftalmóloga, que estuvo toda la jornada con nosotros, desde aquí le quiero agradecer su disponibilidad y su apoyo a la enfermería oftalmológica. Todas ellas del Centro de Consultas Príncipe de Viana. Complejo Hospitalario de Navarra, Pamplona. Su magnífico trabajo empezó con la definición de la DMAE, factores de riesgo, prevalencia, tipos y signos clínicos, diferencias entre la DMAE seca y húmeda, todo ello acompañado con vídeos para su buena exposición, diagnóstico, pruebas de visión, test de Amsler, exploración, pruebas diagnósticas, tratamiento, tratamiento preventivo, alimentación, antiangiogénicos, nuevos tratamientos, manejo de la baja visión, ayudas técnicas, papel de la enfermera en la baja visión, actuación de enfermería y calidad de vida. En sus conclusiones decía que: El principal papel de la enfermera en esta enfermedad será reconocer sus síntomas para poder identificar de forma precoz una sospecha y remitir al paciente al médico para que sea valorado en pocos días por un oftalmólogo y si es necesario se instaure con prontitud el tratamiento. Por lo que consideramos que un importante papel de la enfermería en oftalmología es también dar las directrices a enfermería de Atención Primaria para llegar a la población que puede resultar afecta por DMAE lo antes posible. Por lo que creemos conveniente extender este mensaje a todos los Centros de Salud. Extenso y muy completo el trabajo realizado por nuestras compañeras navarras.
FOTO 005 Diferentes momentos de la Jornada

Con el tema “Pruebas diagnósticas: Retinografía, AGF, ICG y Tto: Terapia Fotodinámica (TFD)”. Manuel Solórzano Sánchez enfermero del Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Contó que es una angiografía, las indicaciones, cómo se recibe al paciente, información, consentimiento informado, material necesario para la realización de la prueba, técnica, todo ello expuesto con material fotográfico de alta definición, centrado de la imagen, fotografías previas y posteriores, angiograma, efectos secundarios, complicaciones locales y sistémicas leves y graves, contraindicaciones, angiografía oral, verde de indocianina. En la Terapia fotodinámica dio las indicaciones que se usan hoy en día, cómo es la técnica y en que consiste, material necesario, información antes y después de la prueba para el paciente y su familia, cuidados de enfermería.

También dio el trabajo premiado a la mejor comunicación de un socio de la SEEOF, en el Congreso Nacional de Enfermería Oftalmológica celebrado en septiembre de este año en Oviedo “¿Saben comer los pacientes diabéticos?”. La importancia de ponerse en el papel de paciente y demostrar lo que uno sabe o no sabe de cómo cuidar su enfermedad. Uno de los objetivos de este trabajo es concienciar a los profesionales de la Salud tanto médicos, como enfermeras, como nutricionistas y a todo el que se dedique a Educar en Salud, que una de las primeras actuaciones es que hay que darse cuenta si las personas diabéticas (que a largo o corto plazo pueden quedar ciegos) saben cuidarse y saben entender la dieta que tienen que llevar diariamente y para toda su vida.

En este trabajo uno de los datos más importantes que se recoge es que el 70 % de los hombres y el 68 % de las mujeres diabéticos mayores de 50 años no saben comer bien y toman alimentos que pueden dañar su salud y su visión. Que es muy importante que tanto la enfermera como el oftalmólogo cuando vean un caso en el que el paciente no sabe realizar su dieta adecuadamente lo deriven al endocrinólogo y éste a su vez a la consulta de Enfermería diabetológica.
FOTO 006 Ponentes de la segunda mesa

Después de un excelente café, la siguiente comunicación estuvo a cargo de Maider Lasa que estuvo ayudada por sus compañeras de hospital Teresa Ucin, Mª Ángeles Navaridas, Mirari Torres e Isabel De La Piedad del Hospital de Zumárraga de Gipuzkoa. Su tema “Tomografía de Coherencia óptica. OCT”. Nos contó cómo realiza esta prueba en su trabajo describiendo el servicio de oftalmología de su hospital, la actividad que realiza la enfermería: tensión ocular, campos visuales, biometrías, retinografías, OCT. Pero que es la OCT: es una técnica de diagnóstico por imagen, no invasiva, de fácil realización y no molesta para el paciente, que además no requiere contacto con el ojo, es rápida y sin efectos secundarios. También nos dijo que resultados daba, como se realiza, que estudia, registro del paciente, colocación, fijación de la mirada, optimización y escaneo de la imagen, resultado y verificación del resultado, patologías e inconvenientes de la OCT. Como son la poca o nula colaboración de la persona. Personas con movilidad limitada. Pupilas que dilatan muy poco o nada. Cuando el ojo presenta opacidad de medios resulta a veces imposible ver alguna imagen, o bien las que salen son de peor calidad. En sus conclusiones nos decía que es muy útil para el diagnóstico de las patologías retinianas. Es una técnica indolora, fácil y rápida. Y es una técnica susceptible de ser realizada por la enfermera oftalmológica.
FOTO 007 Enfermeras y enfermero del Hospital de Galdakao

A continuación con el tema “Evolución de las Inyecciones Intravítreas en la consulta de Oftalmología”. Lourdes Aguado Ortega enfermera del Hospital de Galdakao de Bizkaia. Nos decía en la definición de inyección intravítrea que es una inyección de un fármaco en el interior del ojo, en la cámara vítrea ubicada en la parte posterior de éste delante de la retina. Material necesario, ellas lo realizan en la consulta de oftalmología disminuyendo el impacto emocional del paciente y el gasto sanitario liberando el quirófano para otras enfermedades. Nos relata su experiencia desde el año 2006 que empezaron hasta la actualidad. Las normas que dispensan a los pacientes tratados con este producto siempre guiadas por las normas y guías prácticas de la Sociedad Española de Retina y Vítreo. Sus datos son 2.502 Inyecciones Intravítreas, en 750 pacientes inyectados y con una sola endoftalmitis bien resuelta. En sus conclusiones decía que: poner la inyección intravítrea en consulta o en quirófano es indistintamente. La técnica es sencilla y no costosa en la consulta y con seguridad. La realización en la consulta NO supone un aumento de la carga asistencial: la organización interna la lleva enfermería. Siempre la realiza el mismo equipo de trabajo. Y existe una buena relación Paciente/Enfermera/Familia en definitiva un ambiente de tranquilidad, confianza y seguridad. Al terminar quiso agradecer su trabajo y su ayuda a dos compañeras especiales a Tania Ruiz Salcedo y Josune Echevarria Molina.

Para terminar Carmen Alfonso Toribio enfermera de Atención Especializada en el ambulatorio de Gros en San Sebastián Su tema “Telemedicina en una consulta de Enfermería, tres años de experiencia”. Cribado de la Retinopatía diabética (RD) en Atención Primaria. Nos dio la definición de Telemedicina que dice “Uso de las telecomunicaciones y las tecnologías de la información en la atención de pacientes cuando existe una distancia física entre el que realiza la asistencia y el enfermo”. (Roine).
FOTO 008 Diferentes momentos de la Jornada

Las distintas aplicaciones que se usa para el telediagnóstico, la telemonitorización y la teleasistencia. En oftalmología es aplicable puesto que el diagnóstico se basa frecuentemente en interpretación de imágenes y está muy extendido su uso para el cribado de la Retinopatía Diabética. Nos habló de la prevalencia, de la importancia del cribado, la aparición y progresión de la RD que tiene directa relación con el tiempo de la evolución y el mal control glucémico, además de los factores de riesgo como son la hipertensión arterial, tabaquismo, sedentarismo, etc. Nos habló de la enfermedad, su clasificación. En que consiste y cómo se maneja un retinógrafo de 45º no midriático. Sus ventajas e inconvenientes, dificultades para su implantación. Protocolo de cribado de la RD establecido por el Hospital Universitario Donostia y la Comarca Este de Gipuzkoa (Ekialde), centros que operan con la telemedicina, circuito, criterios de inclusión y exclusión, equipo empleado, datos que hay que poner en el documento de interconsulta, procedimiento, identificación del paciente, valoración y registro, transmisión de datos, evaluación, formulario de volcado en Osabide y en función del resultado las recomendaciones y la periodicidad del seguimiento, criterios de derivación a la consulta de oftalmología. En sus conclusiones nos decía que: es posible realizar el cribado de la RP en pacientes DM mediante telemedicina. Tomando en consideración los criterios de calidad analizados, “Enfermería” es el cuerpo profesional más indicado para desarrollar esta actividad de esta consulta. La cobertura del programa ha sido amplia y los pacientes permanecen en el mismo. Sólo un 12,7 % de los pacientes valorados ha sido derivado a oftalmología, por tanto, en dos años y medio de seguimiento, se han evitado cerca de 6.000 consultas de oftalmología en el ambulatorio.
FOTO 009 Enfermeras Navarras con la Dra. Altarriba y Manuel Solórzano

No quiso despedirse sin agradecer la ayuda a la Dra. Ane Gibelalde González del Hospital Universitario Donostia, ya que ha sido un lujo trabajar con ella en el día a día, por su disposición, por sus enseñanzas, por su agradable forma de trabajar y por ser como es, siempre con una sonrisa. También quiso darle las gracias personalmente y en directo a Mª Eloisa Capetillo Arenaza, que es la enfermera que lleva la consulta del retinógrafo en el ambulatorio de Basauri, que se dedica a la Telemedicina y ha sido de quien han aprendido casi todas las profesionales que se dedican a ello. Fue una pionera en el País Vasco sobre Telemedicina, una estupenda docente y una gran compañera.

Para terminar se volvió a presentar el libro que ha realizado la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica “Tratado de Enfermería Oftalmológica” siendo su coordinador Enrique Cosme Pereira, Vicepresidente de la SEEOF y 64 co-autores que proceden de los mejores centros Oftalmológicos del País, en su mayoría enfermeros y enfermeras; optometristas y oftalmólogos.

Después de ruegos y preguntas y alguna pequeña discusión se dio por finalizada la jornada pasando a recibir una abundante y magnífica comida de trabajo, para terminar la jornada sobre las 15,30 horas.

Se dejaron ver por la jornada a Jesús Terrones, tan encantador como siempre, Carlos Morán y José Luis Medrano de Madrid; Susana Recouso de San Eloy; Rosa Fernández, Ana María Maroto y Cristina Cerdeira de Mondragón; Elena Elguea, Amalia Martínez y María Mendoza de la Clínica Universitaria de Navarra; Elena Merchán y Teresa Herrería de Laredo, Cantabria. Gorka Tapia del Hospital de Basurto y Óscar Larrinaga del Hospital de Galdakao. Iñake Arrondo, Beatriz Lizaso, Marisa Arcelus y Ana Isabel Elizondo del Hospital Universitario Donostia. María Pilar Broto y Lourdes Lanau de Huesca. Y muchas más compañeras enfermeras hasta un total de 110.
FOTO 010 Libro Tratado de Enfermería Oftalmológica, Manuel y Paco Gabaldón

Las personas que han asistido fueron dejando sus mensajes y dándonos las gracias por el gran éxito de la jornada, porque les había parecido todo excepcional, excelentes los ponentes, muy didáctico y bien presentada toda la jornada; ya preguntaban por la II Jornada de la Zona Norte.

También quiero agradecer a mi compañero y amigo Jesús Rubio Pilarte por su inestimable ayuda en todos mis trabajos y comunicaciones.

Para terminar volver a agradecer a todos los ponentes: Koldo Santisteban, Arantza Melgosa, Edurne Leanizbeascoa, Blanca Aramendia, Cristina Zapata, Maider Lasa, Lourdes Aguado, Carmen Alfonso, Manuel Solórzano y a Novartis, a Silvia Martín y a Francisco Valiente, sin su ayuda nunca se hubiese podido realizar con tanto éxito la I Jornada de Enfermería Oftalmológica Zona Norte.
FOTO 011 Francisco Valiente, Silvia Martín y Manuel Solórzano

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

domingo, 23 de octubre de 2011

LA FIEBRE AMARILLA EN MÉXICO




La fiebre amarilla en México y Henry Saussure: una visión suiza del siglo XIX

Los Autores de este artículo son: Jesús Roberto Colin Ortiz, Técnico Académico Titular; José Cruz Pérez Serna. Profesor Docente Titular. Mª Guadalupe Díaz Cárabes, Profesora Titular B y Coordinadora de Planeación e Investigación del Departamento de Enfermería para la Atención, Desarrollo y Preservación de la Salud Comunitaria; Carlos M. Anguiano Garcia, Epidemiologo de La UMF y Marina Graciela Jimenez Ibarra, Técnico Académico Asociado, todos ellos pertenecientes al Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara en México.

Al iniciar este trabajo, es menester señalar que de la fiebre amarilla en la época del virreinato y hasta México independiente muchos personajes médicos y no médicos escribieron sobre ella; el siglo XVIII y el XIX están llenos de interesantes relatos de personajes que describieron sus experiencias o las experiencia de otros al viajar a las tierras de la Nueva España, algunos de estos relatos fueron recogidos a través de cartas, otros por reportes científicos, por entrevistas, otros más en trabajos novelados o artículos para la prensa de la época, y finalmente otros a través de los diarios personales.

Algunos de esos relatos del siglo XIX fueron compilados por Salvador Novo, este fino, distinguido, y elegante intelectual mexicano y presentados en su “Breve historia y antología sobre la fiebre amarilla”, libro editado por la Secretaría de Salubridad y Asistencia y Prensa Médica Mexicana en 1964; Salvador Novo presenta en ese opúsculo los testimonios vividos por una treintena de ellos, todos viajeros que visitaron México en el siglo el XIX, como Alexandro Von Humboldt, gran científico naturista alemán, personajes disímbolos como Eugenio de Aviraneta e Ibargoyen, diplomáticos como Joel Robert Poinsett y Brantz Mayer, escritores como Mathieu de Fossey y John Lloyd Sttephens, historiadores como William Parish Robertson, expedicionarios como George Francis Lyon y otros tantos personajes la mayoría de origen europeo, entre ellos: españoles, franceses, ingleses, belgas, austriacos, alemanes y algunos norteamericanos, todos con un común denominador, tuvieron contacto con Veracruz, o llegaron o salieron por el puerto, casi todos sabían del riesgo que corrían con la fiebre amarilla, casi todos coinciden en decir que la fiebre se presenta entre junio y octubre pero que puede iniciarse en mayo y que eventualmente puede haber casos en invierno, casi todos señalan que de octubre a noviembre en Veracruz hay vientos “nortes” y que en este periodo no hay casos de fiebre amarilla, todos coinciden en que para viajar no son estos meses los más adecuados por las circunstancias climáticas, pero coinciden que es cuando pueden llegar o salir de Veracruz sin riesgo alguno.

La mayoría refiere que los habitantes del lugar o los nacidos ahí no enferman y que los que llegan de otras partes incluyendo del mismo México tienen una alta probabilidad de enfermar, y la mayoría coincide en el cuadro agudo, las características del padecimiento su historia natural y la letalidad de la patología; en Europa en esa época la información que sobre el padecimiento se tenía era la que llegaba de estos viajeros, era la información más calificada, por lo tanto en esos países se tenía una idea aproximada de la patología, sabían en que meses era mayor su incidencia y tenían una estrategia para viajar a México más reflexiva; pero no en todos los países se tenía la misma información.
FOTO 001 Cuadro fiebre amarilla

¿Qué pasaba con Suiza?
En aquella época Suiza no tenía ningún interés en México, no era una potencia capitalista como Francia, España o Inglaterra, por lo tanto no había viajeros suizos como de estos países buscando conocer México e informar a sus conciudadanos y a sus gobernantes de lo que veían en lo que entonces era México. Henry Louis Frederic de Saussure era miembro de la elite científica de su país, por alguna razón la visita de este personaje no fue comentada por Salvador Novo en el libro de referencia, aunque si refiere lo que dijo de esta, otro naturista como Alexandro Von Humboldt, experto en ciencias naturales, geografía, mineralogía y en filosofía; Von Humboldt llego a México en 1803 y salió en 1804, cincuenta y un años después de este suceso arriba al país Frederic de Saussure con un interesante perfil, ya que era mineralogista, entomólogo, zoólogo, filosofo, especialista en el estudio del orden de la Himenóptera y Ortóptera y un prolijo taxónomo, este personaje nace en Ginebra el 27 de noviembre de 1829 y fallece el 20 de febrero en el mismo lugar en 1905, procede de una familia protestante de la aristocracia suiza, pero originaria de Lorena, Francia que se refugió en Suiza después del edicto de Nantes, varios de sus miembros destacan en la ciencia, fueron reconocidos en su país y en toda Europa. Su abuelo fue el geólogo Horace Benedict de Saussure (1740-1799), organizó en el siglo XVIII la primera expedición científica al Mont Blanc y a su vez era sobrino de Charles Bonnet. En 1858 fundó la Sociedad Geográfica de Ginebra, fue miembro del Comité de Dirección del Museo de Historia Natural de Ginebra donde sus colecciones de Himenóptera y Ortóptera se convirtieron en una de las mejores del mundo, en 1872 fue nombrado Miembro Honorario de la Sociedad Entomológica de Londres.

Después de estudiar en la universidad de Ginebra, de Saussure, obtuvo en 1852 una licenciatura en Ciencias naturales en la Sorbona. Fue durante ese periodo de su vida cuando descubrió en el museo de Paris las grandes colecciones zoológicas mexicanas jamás analizadas, en 1854 se doctoro en Filosofía por la Universidad en Geissen, Alemania. En 1855 en México descubre Cantona una zona arqueológica de doce kilómetros cuadrados situada entre los municipios de Tepeyahualco y Coyoaco, en Puebla. El nombre se deriva de la palabra náhuatl Caltonal que significa “La casa del sol”.

Sale de Southmton el 30 de noviembre de 1854 y llega a Veracruz el 3 de marzo de 1855, 3 meses y 3 días después; llegó a México justo cuando el dictador Santa Anna vivía sus últimos cinco meses como presidente de la republica; a su llegada a México, Henry Saussure tiene 25 años y viajan con él, como parte de su equipo Henri Peyrot de 20 Años el financiaba el cincuenta por ciento de la empresa, Francisco Sumichrast (naturista) y Marc Grosjean (el jardinero de la familia), a los dos días de desembarcar Saussure esta tiritando de fiebre, según Guy Rozat Dupeyron nuestro personaje “durante 3 días no escribe; solo retoma la pluma cuando su agotado organismo se lo permite. Sigue enfermo pero redacta para desenfadarse, además aprovecha para ordenar su ropa, limpiar las armas y preparar la expedición”. Comenta sobre la fiebre amarilla, “es menos gruesa de lo que se dice en Europa, aquí la gente se burla de ella, y en efecto no es más que una fiebre de aclimatación por la cual deben de pasar los extranjeros. Curada a tiempo y tratada adecuadamente se salvan 19 de cada 20 (digamos que la tasa de letalidad de acuerdo a de Saussure andaría en 5 fallecimientos por cada cien personas que enfermaran de esta enfermedad) y la enfermedad no se agarra dos veces, la fiebre amarilla no deja huellas y dura nueve día sin más. La razón de la mortalidad inmensa que se observa en cada epidemia proviene de que el pueblo, cuando enferma, sigue acudiendo a las cantinas y van al hospital demasiado tarde. Los soldados son muy propensos a morir a causa del servicio rudo que se les impone y el terror que inspira la enfermedad. Existen en efecto dos amigos de la fiebre que son sus auxiliares más poderosos, el alcoholismo y el miedo”, 6 días después del inicio del cuadro, el 11 de marzo se siente por fin “curado” y del resto del equipo se desconoce que paso con ellos si enfermaron o no.
FOTO 002 Henri Louis Frédéric de Saussure. Plancha de Biologia centrali-americana

Según el manual de Control de la fiebre amarilla de la Guía practica de la OPS (publicación científica y técnica No. 603, Washington DC E.U. pp 3-67) las manifestaciones clínicas de la infección por el virus de la fiebre amarilla son muy variables: desde las formas asintomáticas, pasando por modalidades leves con sintomatología específica, hasta la fiebre hemorrágica clásica de alta letalidad, el periodo de incubación varía de 3 a 6 días después de la picadura del mosquito infectado. En general la forma clásica se caracteriza por una enfermedad sistémica grave de alta letalidad, que se manifiesta por fiebre, postración, compromiso hepato- renal y cardiaco, manifestaciones hemorrágicas y choque.

La evolución de la enfermedad puede incluir tres periodos clínicamente evidentes: periodo de infección, periodo de remisión y periodo de intoxicación. El periodo de infección, que corresponde al inicio de los síntomas y que incluye la fase de la viremia, tiene comienzo abrupto, con fiebre elevada superior a 39° centígrados, escalofríos, cefalea, nauseas, mareo, malestar general y dolor muscular, especialmente en la parte baja de la espalda. Al examen físico, el paciente se encuentra febril, postrado y con congestión de las conjuntivas y la cara, “el periodo de infección tiene una duración aproximada de 3 a 6 días. En seguida se establece el periodo de remisión que puede durar de 2 a 48 horas, en el que los síntomas ceden y el estado general del paciente mejora. En las formas leves el paciente inicia la fase de recuperación, que dura entre 2 y 4 semanas. En general, los casos de fiebre amarilla resultan muy difíciles de diagnosticar cuando la enfermedad aun no ha progresado hacia el periodo de intoxicación”, “de un quince a un veinticinco por ciento de ellos, los síntomas reaparecen en forma más grave y sobreviene el periodo de intoxicación, la letalidad de los casos que evolucionan a periodo de intoxicación es del cincuenta por ciento”.
FOTO 003 Oficina de Jefatura de la Campaña Contra la Fiebre Amarilla en Mérida. Yucatán 1922

Es evidente que en los tiempos de Saussure no se tenía un conocimiento pleno de la fiebre amarilla, sin embargo había una idea aceptable del padecimiento, como lo reflejan las descripciones de los viajeros citados por Novo; de Saussure enferma a los dos días de su llegada a Veracruz, de acuerdo al Manual de OPS el periodo de incubación es de 3 a 6 días, sin embargo existe una duda razonable que haya enfermado al segundo día: la cantidad de picotazos, el tamaño del inoculo, la virulencia de este, la susceptibilidad del paciente; si consideramos 3 días mínimo, probablemente el enfermo venía en el barco de la Habana, en este lugar debieron subir víveres al barco, y barricas de agua probablemente contaminadas de larvas de artrópodos o bien estos pudieron haber viajado de polizontes y picar a de Saussure durante el viaje y entonces el periodo puede ser variable y extenderse hasta 6 días; en aquella época los viajes tardaban de la Habana, Cuba a Veracruz, México poco más de dos semanas. En su comentario de que la enfermedad es menos gruesa de lo que se dice en Europa, que la gente se burla de ella, que es una fiebre de aclimatación, es posible que haya antepuesto su experiencia personal como prototipo de la infección al sexto día está listo, correspondiendo además este sexto día a la primera etapa de la fiebre amarilla después viene la recuperación; si fue el caso de Henry el tiempo encaja, pero aun ahora está fase es compleja para hacer el diagnostico, sin embargo en aquella época debido a la alta incidencia los médicos debieron haber estado muy asertivos con estos padecimientos, es evidente que muchos mexicanos y en especial veracruzanos se burlen de ella, pues ellos son inmunes al padecimiento, no los mexicanos que llegan, es evidente que no es una fiebre de aclimatación, que no se trata de aclimatarse sino de evitar la infección pues la tasa de letalidad en la época era elevada, el riesgo de morir era alto, actualmente la tasa sea probablemente de un diez por ciento; lo doble de lo que señalaba de Saussure en sus cartas, y con los recursos actuales; en esa época la letalidad debió haber sido mucho mayor al diez por ciento señalado.

En poblaciones autóctonas se señala un cinco por ciento, pero en brotes puede alcanzar hasta un veinte o cuarenta por ciento, en relación a los segundos ataques efectivamente estos no existen, la enfermedad confiere inmunidad por largo tiempo y no se sabe que haya segundos ataques, en las zonas endémicas son comunes las infecciones leves no manifiestas, finalmente la llegada a Veracruz fue el 3 de marzo de 1955, de acuerdo al conocimiento que se tenía de su comportamiento, el final de octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo no era época de fiebre amarilla, podría haber casos aislados en abril o mayo , pero es a partir de junio cuando esta se presentaba.
FOTO 004 Personal arriba y brigada bicicletera contra la fiebre amarilla

Estos autores llegan a la conclusión de que los comentarios de Henry Saussure, en relación al padecimiento fueron insuficientes, considerando a este personaje un científico y miembro de una familia de científicos se esperaban descripciones más precisas y objetivas del padecimiento, probablemente Suiza y la comunidad científica de aquella época se quedaron esperando algo más o probablemente se conformaron con esta descripción por el poco interés que les representaba México, en relación al padecimiento que refiere Henry que padeció aun hoy en día es difícil decidir que tuvo, pero por las fechas en que él lo refiere, y el periodo de incubación no parece ser fiebre amarilla, sin embargo, la duda es razonable; en todo caso podemos inferir que los Ae egypti no respetaron el titulo de entomólogo de Saussure, la indiferencia de este por los otros fue determinante.

A manera de epilogo deseamos resaltar la obra de Salvador Novo, que se adentra en la historia para buscar explicaciones, que llevaran a comprender porque la fiebre amarilla en la republica mexicana, sus razonamientos, su perspicacia, su conocimiento su vehemencia en involucrarse en un tema que aparentemente esta muy lejos de su let motiv, de las letras, de la literatura, de la historia, de la crónica, lo hace infinitamente más valioso, su obra “Breve historia y antología sobre la fiebre amarilla” es un documento trascendental no solo para los salubristas, al señalar la erradicación de la fiebre amarilla, un hecho histórico que impactó no solo a la sociedad de las naciones de América, sino al mismo pueblo mexicano, por la trascendencia de este padecimiento, y para aquellos que no son salubristas, pero que gozan de la lectura de la prosa, de la novela, este libro es todo. Ahora el reto es otro, pero semejante, estamos en época inusual de dengue, pero no dejamos de pensar en la fiebre amarilla ya que el vector es el mismo y el comportamiento de la mortalidad durante el 2009 no fue característico de dengue.

ENFERMEROS
Jesús Rubio Pilarte

Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

lunes, 17 de octubre de 2011

LA ENFERMERÍA ANTE EL ESPEJO

No me resisto a compartir con todos vosotros, el estupendo post del reputado sociólogo Juan F Hernandez Yáñez en su blog: "LA ENFERMERÍA ANTE EL ESPEJO", titulado:

¿Pero es que hay una epidemia de TOC entre los galenos?

En el artículo hace un análisis pausado y muy inteligente (pero desde la barrera) de la situación sanitaria actual y de la necesidad de generar un asituación de "conflicto" que algunos profesionales tratan de buscar como salida a su frustración o miedo a una hipotética ¿pérdida de estatus?.

Reproduzco a continuación una sola frase, que debería servir de reflexión:

"De esta manera, gente intelectualmente elevada se comporta como víctima de un trastorno obsesivo-compulsivo [TOC] que sólo sacia sus necesidades a base de exabruptos"

Os dejo aquí el enlace para que podais leer todo el post:

http://juherya.blogspot.com/2011/10/pero-es-que-hay-una-epidemia-de-toc.html

domingo, 16 de octubre de 2011

LA COFIA, SU HISTORIA









Etimología de la palabra “Cofia”
Hoy en día, la cofia es la malla que se ponen las personas que trabajan con el público (por ejemplo: enfermeras, cocineros, etc.), en la cabeza para cubrir su pelo, por motivos de sanidad. Pero en la edad media, era una malla que se ponían los guerreros debajo del casco. La palabra cofia viene del germánico kupja, y está relacionada con el árabe kufiyya = pañuelo que se ponen los árabes en la cabeza, en hebrero kóva = gorra, sombrero y cofia en latín de esa época.

En la Enciclopedia Salvat dice así:
COFIA (del latín tardío cofia). Red que se ajusta a la cabeza para recoger el cabello o parte de él. Tocado hecho de blondas, encajes y cintas que usaban las mujeres. Gorro pequeño, complementario del uniforme que llevan las enfermeras, camareras, etc. Birrete almohadillado que se llevaba debajo del yelmo de la armadura. Pieza de la armadura antigua que se atornillaba a la calva del casco para reforzarla, y de la que pendían tres ramales articulados para la defensa del cuello. Cubierta membranosa que envuelve algunas semillas. Capuchón de la cápsula de los musgos.
FOTO 001 Diferentes fotos y cofias

En otras enciclopedias y/o diccionarios dice así:
Cofia es el nombre de: un tipo de tocado femenino; o un gorro acolchado que se llevaba antiguamente debajo del yelmo.

En otra enciclopedia dice:
Cofia: 1º- prenda femenina de vestir para sujetar parcialmente el cabello que forma parte de ciertos uniformes, como el de enfermera, camarera o sirvienta. 2 - Redecilla para recoger el cabello. 3 - Extremo duro de la raíz de las plantas, en forma de dedal.

Origen de la cofia
Dentro de la historia de la enfermería cuentan que en la “época oscura de la Enfermería” cuando esa ocupación la ejercían las prostitutas, y cuando se quiso reivindicar la profesión (en parte, lo que le correspondió a Florence Nightingale) para que la población distinguiera a una enfermera de una prostituta, principalmente cuando trabajaba de noche se ponían la cofia y eso era suficiente para que se les respetara, ya que significaba un trabajo noble, y así poder salir a curar a los enfermos a cualquier hora de la noche.

Símbolos Históricos de Identidad Profesional de la Enfermería
A través de la historia de la enfermería, a ésta se le ha identificado por cuatro símbolos, que justifican su identidad, estos son: Vestido Blanco, Capa, Lámpara, y Cofia.

El uniforme significa el conjunto de cualidades que tienen las profesionales de la enfermería, enfocadas a dar a entender que poseen disciplina y una esmerada atención límpida hacia sus semejantes, tanto del alma como del cuerpo.
FOTO 002 Enfermeras Cruz Roja de San Sebastián principios de 1900

Vestido Blanco
Al principio las estudiantes no utilizaban uniforme, sin embargo con el paso del tiempo éste consistió en un sencillo vestido de percal y zapatillas cómodas, un delantal a la altura del tobillo de color blanco, como sinónimo de limpieza y pureza. El uniforme significo la integración de un conjunto de cualidades que tienen las profesionales de la enfermería, enfocadas a dar a entender que poseen disciplina y una esmerada atención, hacia sus semejantes, tanto del alma como del cuerpo.
FOTO 003 La Reina Victoria Eugenia con traje de la Cruz Roja. Enfermera con capa

Capa
Esta fue de tela de fieltro, se usó de este material debido a las bajas temperaturas, pues generalmente hacían guardias de 24 horas, siendo las noches largas y frías.

En una ceremonia especial se les imponía la capa, “ceremonia en la cual quedaban revestidas las enfermeras de su clásico distintivo. El significado de la capa es hacerles sentir el peso en sus hombros de la responsabilidad que han contraído con la sociedad al haber elegido la carrera de enfermera; al brindar cuidado, amor y dedicación, mismas que se han hecho evidentes y característicos de las Escuelas de Enfermería desde su creación.

Lámpara
Florencia Nightingale, se le ha considerado la precursora de la enfermería moderna, durante la guerra de Crimea en 1854. “… por las noches después de que se retiraban las demás enfermeras, hacía rondas en solitario y observaba el estado de los pacientes más enfermos. Estas rondas las hacía con su famosa lámpara, que tenía una pequeña mampara para que no se extinguiera la vela que llevaba en su interior (colocada en un candelero). Longfellow inmortalizó a esta dama llamándola “La Dama de la Lámpara”, o “Dama con una Lámpara”, en su poema de 1857”. De esta manera se ha distinguido a la enfermera con el símbolo de una lámpara, teniendo un gran significado y emotivo simbolismo de identidad profesional.

Cofia
La Cofia de color blanco, símbolo del honor, de la distinción y la responsabilidad, con la cual se identifica a la enfermera, entre los otros miembros del equipo de salud como el profesional dedicado al cuidado de las personas. Desde el punto de vista epidemiológico la cofia debe proteger el pelo de la enfermera para que no caiga sobre el campo de trabajo, por lo que el pelo debe estar recogido y colocado en el sobre interno de la cofia.

Algunas cofias de Enfermeras evocan a la de las religiosas, relacionada con la tradición católica, y puntualmente con el cuidado a los enfermos y el servicio humanitario (velo). Anteriormente también recibió el nombre de “Toca”, su diseño consistió en un “gorro”. Éste se remonta a la Edad Media, con el gorro se pretendía cubrir el cabello, ya que peinarlo constituía una larga y fastidiosa tarea que no se realizaba con más frecuencia de lo que se consideraba necesario. A la cofia se le ha considerado como signo de identidad. Entendiendo ésta como el resultado de un proceso ideológico, el cual exige un elemento de diferencia para poderse expresar, y en el que encontramos factores bien definidos como la pertenencia grupal o territorial.

Cierto es que la enfermera se distingue y tiene identidad profesional por sus conocimientos, por su capacidad para desempeñarse en cualquier área de su campo y por formar parte importante del equipo del área de la salud. No es la lámpara, la cofia, ni la capa, símbolos de identidad, sino que la identidad misma, la da la propia enfermera a través de su profesionalización constante y permanente.

Existiendo también un gran grupo de enfermeras militares protagonistas del cuidado a los heridos en las dos grandes guerras del siglo XX, cuya cabeza coronaban con cofias que delataban sus diferentes rangos, similares a las religiosas. Por otra parte las órdenes religiosas impartían cuidados tanto en hospitales civiles como militares.

La evolución en el modelo de las cofias de enfermeras desde la primera cofia religiosa hasta el abandono total de las mismas, refleja la historia de los cuidados. Las también denominadas tocas devienen en un elemento del rango y ciertos aditamentos como medallas, escudos y cruces condecoran el servicio prestado en las instituciones militares. Siendo las primeras dispensadoras de cuidados en muchos casos mujeres religiosas para los países colonizados, (quienes se cubrían la cabeza como parte de su hábito) no impidiendo que a nivel social existieran mujeres cuidadoras; parte del pueblo las que ofrecían los cuidados desde la transmisión de los conocimientos populares para realizar curaciones desde las ciencias de la naturaleza.

Estas últimas con saberes transmitidos de generación en generación a través de la tradición oral. Las mujeres en la familia dispensaban los cuidados de forma informal. En los primeros hospitales estaban empleadas quienes realizaban la limpieza en las que recaía ofrecer a los enfermos los cuidados rudimentarios, aún teniendo experiencia reconocida eran consideradas negligentes, llevaban cubierto los cabellos por un gorro (en razón de la tarea que cumplían).

La revolución que se produce a mediados del siglo XIX, en la práctica médica tiene un efecto profundo sobre los cuidados de la salud. Por la misma época, Florence Nightigale después de la guerra de Crimea a su vuelta a Gran Bretaña crea la primera escuela de Enfermería.
FOTO 004 Enfermeras de San Sebastián principios de 1900

Varias razones explican la desaparición de la cofia y de algunos uniformes de enfermeras a partir de la década del 70. La carrera de Enfermería poco a poco permite la profesionalización, el uso de la cofia continúa siendo parte de la vestimenta de las auxiliares, anteriormente la cofia confería autoridad y distinguía a las enfermeras diplomadas.

Desde los años 1960 a 1980 las escuelas hospitalarias dejan paso a las Escuelas Universitarias, el sistema de enseñanza basado sobre el progreso de las jerarquías había pasado hacia conceptos democráticos de la educación y el respeto; por consecuencia la cofia en tanto indicador de nivel de formación pierde su significación simbólica. La evolución de los modelos de cofias de Enfermeras, desde la cofia religiosa hasta el abandono del uso de las mismas, refleja la historia de los cuidados; en el cual las primeras graduadas vestían uniformes que las distinguían de las no graduadas.

Notas de Enfermería de Florence Nightingale
En el libro escrito por Florence “Notas de Enfermería” nos relata hablando sobre el uniforme de las enfermeras, que cuando una agrupación de enfermeras que rompió con las diferencias religiosas (agrupando a católicas, anglicanas y devotas de santos diferentes), cuya asistencia fue fundamental durante la guerra de Crimea. Exigió al gobierno inglés la confección de trajes de tweed gris, cofias de percal y capas de lana más una banda cruzada con el nombre del hospital. Cartas de la época destacan una rebelión de cofias, y el caso de una enfermera que en medio del trajín dijo: “Madam, de haber sabido que me iba a poner esto en la cabeza, nunca hubiera venido; es que esto no favorece a la forma de mi cara”. Una cláusula del manual de estilo prohibía el uso de flores y cintas de colores, aunque daba el visto bueno para llevar bonete de paja durante el verano. En su best seller Notas sobre enfermería (en 1867 tuvo seis ediciones consecutivas en inglés y otras tantas en varios idiomas) hizo severas críticas de los atuendos femeninos de la época: “Cada día es menos práctica y poética, y no se adapta a las necesidades de la vida doméstica, las faldas ampulosas pueden derribar muebles y la crinolina asemejan a sus usuarias a bailarinas de cabaret”. Sobre los zapatos, agregó que “las suelas hacen tanto ruido que pueden provocar en los enfermos efectos adversos y contrarrestar el efecto de las mejores medicinas”.

Aunque muchas voluntarias fueron expulsadas por ebriedad y conducta cuestionada por la jefa, al final de la guerra su número superó el centenar. Las improntas de las chicas Nightingale llegaron también a Estados Unidos, Canadá, Australia, Alemania, la India y asilos de lunáticos de todo el mundo, y las capitas fueron las prendas más copiadas por las posteriores asociaciones de enfermeras.

En otro artículo sobre la Cofia dice así:
Cofias. Ese artilugio que resulta simpático para quien no lo tiene que utilizar. Que en realidad no sirve para nada, pero que en determinadas esferas es exigido a sus empleadas para demostrar un extracto social alto. La cofia, artilugio hoy en día denostado y casi olvidado.

Sería interesante conocer un poco de su historia para poder comprender el motivo por el cual ha llegado a nuestros días algo que en la Edad Media era prenda lógica y de obligado uso en las mujeres independientemente al trabajo que desarrollaran.

Sobre su utilización en el medio sanitario hay varias versiones. Una de ellas es la estrecha relación que tiene la sanidad con las órdenes religiosas. Monjas y frailes fueron los primeros profesionales de la enfermería en la lejana Edad Media y en las primeras llevaban hábitos que cubrían desde la cabeza hasta los pies su cuerpo, dejando a la vista cara y manos. Las monjas hospitalarias pronto se vieron desbordadas de trabajo y acudieron a las seglares para ayudar en los múltiples trabajos que tanto entonces como ahora es preciso hacer en un hospital.

Naturalmente aquellas seglares no tenían ninguna relación religiosa. Es más, la mayoría incluso eran presas que cumplían sus penas en aquellos primitivos hospitales, y de alguna manera había que vestirlas teniendo en cuenta la moralidad exigida en la época y más en cuenta aún el serio trabajo a realizar, tan cerca de la gracia de Dios.

Suponemos que las monjas hospitalarias de la época no se habrán complicado mucho la vida para diseñar los “uniformes” de momento y lo más fácil para ellas y, además, garante de la moralidad evitando la coquetería femenina, era obligar a las seglares a cubrir sus cabezas con grandes tocas lacias, sin almidonar, después fueron almidonándose e incluso se fueron haciendo diversos diseños, siguiendo designios de la moda del momento, como pueden verse en diversos lienzos y grabados que han llegado hasta nuestros días gracias a famosos pintores.

Otra versión es la de que para distinguir a una “enfermera” de una “mujer de la vida” en sus rondas nocturnas camino de atender a algún enfermo en su domicilio, se ideo que las “enfermeras” llevaran una cofia almidonada en forma de cono, de color blanco y portaran siempre un farol con una llama encendida.
FOTO 005 Enfermeras, practicante y médico de La Cruz Roja principios de 1900

Otra versión más, la más generalizada, es la costumbre muy extendida en toda Centro Europa de cubrir la cabeza con peculiares diseños de tocas almidonadas y cofias de puntilla, ganchillo, etc. y diversas formas. Habitualmente se utilizaban para las faenas del hogar o del campo, guardando las más vistosas y perfectamente almidonadas para exhibir los domingos y festivos. Era una prenda tenida en más consideración en el norte y centro de Europa que en los países del sur, que siempre fue entendida como una prenda de trabajo y no como un tocado de adorno femenino.

En la Edad Media la mujer solía llevar grandes cabelleras y éstas dificultaban el trabajo, por lo que era imprescindible esta prenda y más aún si estamos hablando del trabajo en aquellos hospitales llenos de gente, humo de las linternas, parásitos, etc., y también como distintivo de quien está como trabajadora y quien no trabaja en el hospital.

Quizá ya desde aquellas lejanas épocas se trataba de dar, también, un sentido de distintivo característico de la profesión como “hospitalarias” no refiriéndose a las religiosas.

De todas las maneras en la Edad Media y posteriormente hasta casi principios del siglo XX, la cofia era una prenda que se utilizó con profusión en cualquier trabajo de los que se entendía como propios de la condición femenina: cocinera, doncella, “hospitalaria”, ama de leche, planchadora, institutriz, camarera, etc. Prueba del arraigo que ha tenido esta prenda es la diversidad de modelos que se exhiben en la región de Bretaña (Francia) hoy como prenda más del traje típico.

Poco a poco su uso se ha ido relegando al ámbito sanitario y es raro no asociar la palabra hospital a enfermera y ésta a delantal y cofia.
FOTO 006 Supervisora Mila Zapirain Gurrea, Dr. Fernando Pérez Iñigo, Itziar, Mila Arce Rodríguez y la secretaria Marimi Ocón Antero, en la Unidad Piloto de la Escuela de Enfermería 2º 2ª de la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aranzazu 1975

En tiempo más modernos de los hasta ahora tratados, se ha cuidado mucho la presencia del personal de enfermería en casi todas las ocasiones sin considerar mucho lo cómodo o práctico del uniforme, pero siempre tratando de dar una imagen de pulcritud e incluso de superioridad. Uniformes complicados, como los que en los años 50 del pasado siglo utilizaban las enfermeras de la Cruz Roja Española (bata, delantal, manguitos y cofia fuertemente almidonados. Las mangas de la bata se medio desmontaban y se sujetaban con corchetes al hombro). En el Hospital General de Asturias (H.G.A.) hasta bien entrados los años 70 solían llevar el delantal almidonado al igual que los manguitos, cuellos, cinturón y cofias.

A comienzos de los años 80, tanto la Seguridad Social (INSALUD) como el Hospital General de Asturias coinciden en renovar el vestuario de su personal de enfermería y lo primero que hacen es hacer desaparecer como prenda inherente de la enfermera la cofia. Posteriormente la sanidad privada emprende la modernización de su vestuario y, salvo honrosas excepciones, no es fácil encontrar clínicas y consultorios privados en los que su personal femenino sea portador de cofia.

Quienes la han tenido que usar recordarán lo enojoso que era soportarla durante una dura jornada de trabajo, pero hoy le dedicarán una sonrisa cómplice como lo que es: un artículo antiguo, viejo, con poca o nula utilidad, transmisora de las más temidas infecciones nosocomiales, producto de infinidad de dolores de cabeza, enemiga de los caros servicios de peluquería y símbolo para distinguir quien es enfermera o auxiliar de clínica.

“Actualmente todo el personal sanitario viste el mismo uniforme, sin distinciones de ningún tipo o con distintivos casi invisibles o de diferentes colores que resultan desconocidos para quien no es personal sanitario”. Todo está muy bien socializado y aparentemente no existen distintivos jerárquicos, aunque el paciente nunca tiene muy claro quién le está atendiendo ni qué profesional le está practicando la técnica.
FOTO 007 Fotos de la colección de cofias de Ángel Martín Artime

Cofias de Enfermeras por Ángel Martín Artime
Mi gran amigo y compañero Ángel Martín Artime de Oviedo, al que me une la misma pasión por la Historia de la Enfermería, tiene una de las mejores colecciones de cofias que existen hoy en el mundo.

Ángel Martín Artime confiesa que lo suyo era estudiar enfermería, pero por cosas de la vida no pudo hacerlo en su momento. Más tarde ya no se animó a sacarse el título por mucho que le gustaran las materias a estudiar, así es que se quedó, siendo lo que él dice con humor, un ATS amateur.

Pero estamos seguros que no puede sentirse frustrado con una colección tan original como la que tiene, pues colecciona ¿quién puede dudarlo? material de enfermería. En realidad empezó con la colección de cofias de enfermera y, aunque luego fue ampliando el tema, hoy nos ocuparemos solamente de ellas.

Cuando le hemos preguntado cómo decidió hacer esta colección, Ángel nos ha explicado que todo empezó a finales de los años 70. Le llamó mucho la atención la uniformización en la vestimenta de las enfermeras y el control casi militar al que estaban sometidas. La Enfermera Jefe hacía unas inspecciones tan duras, para controlar la labor y hasta el aspecto de las enfermeras, que parecía una disciplina más propia de un ejército que de una institución sanitaria.

Una señora, que era familiar de Ángel, le habló del trabajo de las enfermeras que ella conocía bien y le contó anécdotas relacionadas con su mundo laboral, le enseñó el nombre de distintos objetos y sus utilidades y las normas de actuación que antaño se exigían a las enfermeras. Todo esto despertó aún más el interés de Ángel y decidió dedicarse a investigar sobre la Historia de la Enfermería y la Arqueología Industrial Sanitaria. Y entre otras cosas, se puso a estudiar el funcionamiento interno de los hospitales, especialmente los antiguos.

Un día su informadora le regaló una cofia muy bonita y almidonada y a partir de entonces esa pieza del uniforme de la enfermera fue su tema estrella. De hecho, a pesar del paso de los años, de las diferentes modas que se han seguido en la indumentaria femenina, de la diferencia de gustos y costumbres de unos países a otros y el hecho de que ya han caído en desuso, hay dos prendas que identifican siempre la iconografía de las enfermeras: las cofias y las capas que llevan sobre sus hombros.

No obstante, quizás esto ya se está perdiendo poco a poco porque, según ha observado Ángel, antes, cuando se quería copiar el traje de las enfermeras para vestir muñecas o hacer disfraces, las tres piezas distintivas eran el delantal, la cofia y la capa, pero ahora les cuelgan un fonendo del cuello y ya consideran que están representando a una enfermera.

Volviendo a la primera cofia que tuvo Ángel, nos explica que pertenecía a la Seguridad Social de finales de los años 70. Al cabo de unos meses consiguió la segunda cofia, que era de una auxiliar de clínica. Posteriormente tuvo otras también de la Seguridad Social, una de ellas de alumna y "picos de quirófano" y después consiguió una del Hospital General de Asturias, del que dice Ángel que nunca ha visto tanta variedad de uniformes como los que allí ha habido, pues ha llegado a contar seis uniformes distintos para casi el mismo trabajo, sin contar limpiadoras de zonas estériles, cocinas, etc.

Respecto a las cofias nos cuenta Ángel que la Seguridad Social siempre se ha decantado por modelos muy similares a nivel nacional y de muy simple manejo, pero las clínicas privadas y las antiguas instituciones sanitarias solían hacer llevar sobre sus cabezas a todas sus trabajadoras verdaderas esculturas de tela y almidón. Cada puesto de trabajo femenino tenía su correspondiente modelo de cofia totalmente distinta a la de otro puesto de trabajo, eran un indicativo del rango profesional.

Los orígenes de esta prenda son muy antiguos. Ángel nos ha explicado que en el año 580 el Obispo Masona fundó en Mérida (Badajoz) un xenodoquio, primer hospital español del que actualmente se tiene noticias. En él ya se encuentran datos y referencias de la labor de enfermería. En aquellos años las "enfermeras" que tenían que asistir a los enfermos de noche, debían desplazarse por las calles de la ciudad casi sin luz y con mucho peligro, así es que decidieron usar una cofia (así se llamaba entonces a los tocados femeninos) en forma de cono de color blanco y también llevaban una lámpara de aceite en la mano.
FOTO 008 Fotos de la colección de cofias de Ángel Martín Artime

De ahí que uno de los distintivos de las enfermeras sea la lamparilla de aceite o la vela en un portavelas. Esta referencia nos hace pensar en Florence Nightingale, precursora de la enfermería moderna, a la que se conocía como "Señora de la lámpara", precisamente porque se iluminaba con una de ellas mientras visitaba y cuidaba de los enfermos durante la noche.

Las cofias evocan, de forma simplificada, las tocas que llevaban algunas de las congregaciones religiosas, dedicadas durante siglos al cuidado de los enfermos. Por cierto, hay que señalar que hay muchos escritos dedicados a la labor de religiosos y religiosas en los hospitales de la Edad Media, junto con personal seglar.

Actualmente las cofias han desaparecido casi por completo y una de las causas de ello es a causa de las infecciones nosocomiales, es decir, las infecciones oportunistas que "viajan" en prendas que no se limpian a diario, como es el caso de las cofias. Las capas también han caído en desuso, pues antes se utilizaban mucho cuando las enfermeras tenían el turno de noche, ya que se las ponían para no pasar frío, ya que eran de fieltro y abrigaban bastante, pero ahora, afortunadamente, ya hay calefacción en todos los hospitales.

La colección la guarda en su casa, en una habitación que usa de despacho. Allí, dentro de un gran armario empotrado puede disponer de casi todo el material. Otros objetos más grandes los tiene expuestos como decoración o bien los utiliza para sus trabajos.

Ángel colecciona todo lo relacionado con la enfermería, por lo que dispone desde fotografías antiguas a insignias de hospitales, Cruz Roja o Escuelas de A.T.S., material médico y quirúrgico, bibliografía tanto académica como de asuntos que hace 50 años eran de interés, ropas de quirófano, uniformes, en fin, todo lo relacionado con el tema.

Una colección interesante, bonita, original...
FOTO 009 Fotos de la colección de cofias de Ángel Martín Artime. Hospital General de Asturias. Uniformes utilizados desde 1961 hasta 1980

Las fotos que componen la foto número 009 son del HOSPITAL GENERAL DE ASTURIAS, en estas fotos, además de las cofias se ven dos uniformes de dicho Hospital utilizados desde 1961 hasta 1980, en la que aparece con un gotero correspondía a enfermera Supervisora de un Servicio (por ejemplo Urgencias, Consultas Externas, etc.) y la otra a una Supervisora de planta, eran distintos por completo, hasta en el tono de la bata y TODOS los componentes blancos estaban MUY almidonados.

En caso de que dispongáis de fotografías de cofias de cualquier parte del mundo, os podéis poner en contacto con el autor de la colección Ángel Martín, que estará encantado de recibir nuevas fotos o cofias en tela o plástico de todos los compañeros y compañeras que le puedan ayudar en aumentar su colección. Su correo electrónico es: escultas@hotmail.com

AGRADECIMIENTOS
Ángel Martín Artime
escultas@hotmail.com
http://procoleccionismo.blogspot.com/2010/01/cofias-de-enfermera.html
Diario Vasco de San Sebastián
Raúl Expósito González
Fototeca Kutxa de San Sebastián
Mila Zapiraín Gurrea
Mila Arce Rodríguez
Marimi Ocón Antero
Fernando Pérez Iñigo

Juan Ignacio Valle Racero

Koldo Santisteban Cimarro
Fotografias Archivo personal de Manuel Solórzano Sánchez

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Anestesia y Reanimación. Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano. Ciudad Real. Experto en Ministrantes y Sangradores
raexgon@hotmail.com

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

domingo, 9 de octubre de 2011

LOS CUIDADOS DE ENFERMERÍA DEDICADOS POR LOS HOMBRES EN CUBA







AUTORA
Licenciada Eduarda Ancheta Niebla, Enfermera cubana. Profesora Principal de Historia de Enfermería. Facultad de Ciencias Médicas “Enrique Cabrera”. Miembro Titular y de la sección de historiadores de la SOCUENF. Miembro de la Sociedad Historia de la Medicina. Miembro de la AMECA. Miembro del Consejo Editor de la “Revista Temperamentum. Granada, España”. Miembro del Comité Científico Internacional de la “Revista Uruguaya de Enfermería”.

FOTO 001 Eduarda Ancheta en la Universidad de Cuba

Me gustaría dedicarle unas palabras a esta gran amiga y enfermera, a sus años sigue estudiando e investigando la Historia de los enfermeros y enfermeras de su país Cuba, como si tuviese sus primeros dieciocho años y su alegría, su ilusión de ver y vivir la enfermería, de compartirla y publicarla. Creo que es un ejemplo a seguir para todos sus compatriotas, por ello me encantaría que desde su propia Universidad le hiciesen un homenaje; como yo le rindo desde muy lejos pero muy cerca de mi corazón y le deseo que siga con la misma ilusión por seguir vinculada a nuestra profesión, otros por menos motivos les han dado y nombrado Doctores de la Enfermería (Doctor Honoris Causa). Gracias Eduarda por seguir estudiando y trabajando por nuestra querida profesión enfermera.

Introducción
Siboney: el término aborígenes cubanos se refiere a los pueblos y etnias que poblaban Cuba a la llegada de los españoles. La principal fuente de información sobre los habitantes precolombinos de Cuba son los relatos y crónicas de los llamados “cronistas de las Indias”, por lo que está matizada por la visión europeizante y cristiana de los mismos. Uno de estos cronistas, Bartolomé de las Casas, distinguió tres tipos de culturas diferentes en cuanto a rasgos étnicos, lingüísticos y de desarrollo tecnológico y social, las cuales llamó guanahatebey, siboney o sibuney y taína. La primera podría remontarse a las primeras migraciones desde América Central (Belice, Golfo de Honduras), mientras que las otras dos procederían a diferentes oleadas de grupos arawak desde el Norte de América del Sur.

El behique
La medicina de los siboneyes “dentro del tipo de medicina parecida a la de cualquier otro pueblo primitivo” evidenciaba la influencia de una cultura superior; ellos veían la enfermedad como una concepción mística del castigo divino y le daban participación activa al aparato digestivo en la génesis de sus enfermedades y como consecuencia practicaban el uso de la medicina adecuada. Sus purgantes y vomitivos eran numerosos: el polvo de la caoba servía para producir la borrachera necesaria para sus ritos mágicos, el sasafrás lo usaban para los dolores dismenorreícos, el aceite de ricino lo sabían preparar igual que recomendaba Dioscórides.

El señor Antonio Bachiller y Morales en su obra “Cuba Primitiva” nos dice: “en el dominio de las enfermedades de las mujeres tampoco estaban desprovistos de remedios, pues usaban el betún (nafta) para curar ciertas dolencias del útero y colocarlo en su lugar; el tabaco y el sasafrás para combatir los dolores dismenorreícos y otras afecciones de la matriz; la cebadilla para expulsar la placenta retenida en la cavidad uterina y el feto muerto in útero, así como también la xutola, planta dedicada a las parturientas”.

Los behíques viejos eran los profesores de los muchachos escogidos de sus poblados quienes andando el tiempo, se convertían en los nuevos behíques. Desde muy jóvenes les enseñaban los secretos de su magia y de las medicinas. Su educación terminaba en el aislamiento y soledad de los bosques durante dos años, sin comer cosa de sangre, ni ver mujer, ni siquiera a sus padres, ni salir de sus chozas o cuevas. (La Medicina en La Habana). Los behíques eran personas muy respetadas en las tribus, que tenían a su cargo las funciones de médico y cuidado de los enfermos, farmacéuticos, dentistas, así como jueces y sacerdotes, pues en esta etapa prehistórica no había división en estas actividades. A estos behíques se les puede considerar también como los primeros “enfermeros”, ya que eran los encargados de aplicar los tratamientos y administrar las “medicinas” que indicaban, así como fueron los primeros “profesores de enfermería” ya que enseñaban a sus sucesores todo lo que sabían.

El Behique era un personaje que tenía a su cargo las artes religiosas; además de hechicero o brujo, médico y enfermero. El behique era necesario dentro de la comunidad y ocupaba una posición privilegiada en la estructura social, situado inmediatamente luego de los caciques y nitaínos. Las funciones de este brujo consistían en: organizar el culto, comunicar las tradiciones tribales, ser consejero de los caciques y educar a sus hijos y además curar a los enfermos, la cual era la más importante.

Los behiques poseían un “poder sobrenatural” que los convertía en personas respetables y temidas. Para los fines curativos, los behiques preparaban “brebajes mágicos”, que ellos mismos fabricaban partiendo de hierbas y plantas. Si un enfermo moría y era pariente del cacique u otro principal, se hacían pruebas para determinar si el behique era culpable de la muerte, por no haber observado el difunto ayuno obligatorio.

FOTO 002 Behique. Bartolomé de las Casas

Para probar la culpabilidad del behique se hacían dos pruebas:
1).- Se le cortaban las uñas y cabellos al muerto. Se hacían polvo y se unían con el jugo de una determinada planta, se le daba al muerto por la boca esta poción, hasta que respondiera las preguntas que se le formulaban sobre su enfermedad y muerte.
2).- Echar al muerto en una hoguera tapada con tierra y esperar hasta que hablara diez veces. Cuando se determinaba la culpabilidad del behique, los familiares del muerto lo golpeaban hasta dejarlo muerto o casi muerto.
Como el behique casi siempre salía vivo de la masacre de golpes, los taínos creían que él poseía una clase de cemí en forma de culebra que lo resucitaba de los golpes. Puesto que casi siempre el behique no moría recibiendo golpes, los familiares le arrancaban los ojos y los testículos para asegurar la muerte de este. El hecho de la venganza contra los behiques, era un derecho exclusivo de los caciques y principales, esto refleja el grado de jerarquía existente en la sociedad taína y la subordinación del behique al cacique.

El Behique: El que Cura a los enfermos: Esta última los distinguía en mayor medida que las demás debido a su vasto conocimiento en botánica, medicina, y otras ramas; lo cual les confería el privilegio de ser los únicos encargados de este oficio. Por supuesto que estos “médicos o enfermeros” de la tribu no poseían conocimientos científicos de anatomía o fisiología, eran puramente intuitivos. “Parecen haber tenido ciertos conocimientos en relación con los cinco sentidos principales, teniendo en cuenta que estas funciones le ponían en contacto con el medio externo, el peligro y la supervivencia.

El cuidado a las personas enfermas brindada por los religiosos
El historiador Isabelo Macías Domínguez relacionado con la fundación del Hospital San Felipe y Santiago dio la siguiente versión de este establecimiento: “El hospital, que desde ese momento la Población empezó a llamar de San Juan de Dios, no tuvo unos comienzos muy felices, pues el obispo Cabezas Altamirano se opuso a la concesión de los dos hospitales (viejo y nuevo) a los Hermanos de San Juan de Dios. Argumentaba el prelado que la Cédula presentada por los citados Hermanos solo les concedía poder para pasar a las Indias, pero no para que se les hiciera entrega de las referidas construcciones; quejándose, además, de que no se había tenido en cuenta su dignidad eclesiástica. Sin embargo, estaba dispuesto a dar la posesión del nuevo hospital siempre que los religiosos lo recibieran por su superior y quedara para seminario el edificio antiguo. Aunque aquellos no aceptaron tal propuesta, el obispo se apropió de dicha casa, donde estableció su pretendido seminario. Ello no duraría mucho, pues la Corona ordenaba rápidamente su retorno a los frailes”. (El Padre Olallo, un cubano testigo de la misericordia).

La aprobación de la entrega del edificio y huerta se realizó el 29 de septiembre de 1603, y se hizo efectiva el 14 de octubre de 1603. Los cuatro primeros Hermanos que tomaron posesión del hospital de La Habana fueron los frailes: Diego de la Fuente, Andrés Alcaraz, Gonzalo González y Andrés de la Paz. Con la llegada de estos religiosos se inició la asistencia de enfermería en los hospitales, pues estos Hermanos tenían preparación para cuidar enfermos. Esta orden religiosa permanecería hasta 1854 (251 años brindando cuidados de enfermería). El 16 de enero de 1610 era prior del hospital fray Sebastián de Aragón, según consta en una libranza expedida por este Hermano en esa fecha. El 28 de mayo de 1666 era prior del hospital. San Felipe y Santiago fray Francisco de Sosa y el 22 de agosto de 1692, fray Diego de Gusquita. En 1704 lo era fray Francisco Barradás.

El 8 de marzo de 1736, el Cabildo de La Habana procedió al examen y concesión del título y licencia de cirujano al Hermano de la orden de San Juan de Dios, José Coimbra de San Antonio. En 1761, se desencadenó una fuerte epidemia de fiebre amarilla al parecer como consecuencia de la llegada a La Habana de un grupo de galeotes procedentes de México. Los Hermanos acogieron en el hospital a los afectados de la epidemia. Con ocasión de esta epidemia fue habilitado un hospital provisional con el nombre de “San Carlos de la Caridad” o también Hospital de “La Carraca”, en las inmediaciones del Astillero y Factoría de Tabacos, para que sirviera a los enfermos de marina y donde se habilitarían hasta 300 camas, también bajo el cuidado de los Hermanos; hubo que ampliar con casas existentes en las inmediaciones del hospital para curar a los soldados del ejército. Los Hermanos que hicieron frente a esta epidemia fueron los frailes: el prior Alejandro de Fleites y los Hermanos: Miguel Barroso y Reyes, Francisco Cardoso, Marcos de Aguiar, Gabriel Ballejos, Simón Pérez, Juan Antonio Mena, Nicolás Medina, Esteban Pérez, José de Zamora y Miguel Más.

El 1 de junio de 1787, el Vice Real Patrono y diocesano nombró un administrador en este hospital con carácter de síndico y un mayordomo depositario de las rentas. El nombramiento recayó en Tomás Mateo Cervantes el 21 de mayo de 1793, quien terminó la iglesia e introdujo otras mejoras y ampliaciones notables como un segundo claustro de celdas y otras dos salas de enfermería. En 1795, era enfermero mayor y cirujano Tomás Álvarez y el segundo enfermero Mauricio Eduardo.

En 1819, se declaró una nueva epidemia de fiebre amarilla y viruela en La Habana. El Hospital de “San Ambrosio” no fue suficiente para acoger a los militares afectados por la epidemia y fue este hospital el que habilitó salas provisionales para atender a los contagiados. Estas salas permanecieron abiertas desde el 4 de septiembre hasta el fin de año, en esta época el hospital estaba en manos de las autoridades civiles; los Hermanos siguieron atendiendo a los ingresados (Hospitales y Centros Benéficos en Cuba Colonial). En el mes de abril de 1854, encontré documentada la muerte del que fue el último Prior del Convento Hospital de La Habana Fray Francisco Pacheco en el libro 10 de defunciones de blancos (1851-1861) folio 109 de la Iglesia del Santo Ángel Custodio

FOTO 003 Certificado de defunción del último prior del hospital de San Juan de Dios

Esta es la última cita y fecha de la estancia de algún Hermano al servicio de este hospital. Las consecuencias del cese obligatorio de los Hermanos Hospitalarios las menciona César Mena refiriéndose al historiador Mario del Pino y de la Vega: “......y al fin, el remedio resultó peor que la enfermedad que se pretendía curar, pues el estado del hospital fue tan lamentable y la falta de atención y limpieza tan acusadas, que los vecinos de La Habana rehuían acercarse al viejo caserón porque por encima de sus tapias, se expandía una pestilencia insoportable”. Hasta nuestro patriota y novelista Cirilo Villaverde, en su novela costumbrista “Cecilia Valdés”, describe prudentemente estos hechos: “Por las altas y cuadradas ventanas, siempre deja salir el vaho caliente de los enfermos…”. (Delgado García G.)

En 1795 aparece en la “Guía del Forastero de la siempre fiel Isla de Cuba” una lista con los principales empleados del Hospital San Ambrosio:
Inspector: Cayetano Reyna
Contralor 1º: Baltasar Velásquez
Contralor 2º: Bartolomé Parraga
Capellán Mayor: Doctor Diego Carrillo
Capellán: Melchor Rivero Segundo
Mayordomo: Francisco Figueroa
Médico principal por MS: Doctor José Caro
Médico segundo: Doctor Nicolás del Valle
Médico tercero: Doctor José Julián Ayala
Practicante Mayor: Lorenzo Hernández
Cirujano Mayor: Ldo Francisco de Córdova
Cirujano segundo: Miguel Suárez
Cirujano tercero: Joaquín Muñoz
Practicante Mayor: Ignacio Puentes
Practicante segundo: Francisco Potestad
Inspector de medicinas: Rafael Pérez
Enfermero mayor: Casimiro Flores
Enfermero segundo: Mariano Blanco
Y 7 Practicantes más.

En 1857 se declaró Hospital de primera clase y se amplió el personal facultativo y administrativo; entre otros cargos se encontraban:
1 Médico Mayor con 2.400 pesos fuertes de salario, 15 primeros médicos con 2.100 pesos fuertes, 1 ayudante inamovible con 960 pesos fuertes, 7 médicos con 825 pesos fuertes, 25 practicantes de primera clase con 408 pesos, 40 Hermanas de la Caridad con 240 cada una, 2 cabos enfermeros, 408 pesos uno y otro 240, y enfermeros menores 290 pesos fuertes. (Guía de Forasteros de la siempre fiel Isla de Cuba)

Convalecencia de “Nuestra Señora de Belén”
Según el padre Ismael Testé y Pérez su primera actuación fue en un hospital bajo el título de “Nuestra Señora de Belén”, pero con la denominación de Convalecencia, esta característica estuvo motivada por el gran interés de su fundador (el padre Compostela), al ver las recaídas y la mala suerte de los enfermos que no bien salidos de la enfermedad eran puestos en la calle sin lugar ni método para su convalecencia.

Esta institución se levantó a finales del siglo XVII por el obispo Diego Hurtado (conocido por Diego de Compostela por ser oriundo de esa provincia española) en el lugar conocido por “la huerta de San Diego“, en una pequeña ermita erigida por este obispo, quien murió sin ver logrado su propósito. Los frailes betlemitas que él hizo venir a La Habana con ese objetivo lograron la terminación de la edificación de la vasta obra; se debió especialmente a la munificencia del alférez de las milicias de La Habana, Juan Francisco Carballo, que era además un rico comerciante. Desde alrededor de 1720 este lugar no solo sirvió para el fin creado por el obispo, sino también para obras benéficas: distribución de alimentos todos los días a las personas más necesitadas de la población y enseñanza gratuita a los niños pobres. En tiempos de guerra, los betlemitas ayudaron notablemente al cuidado y hospitalización de los heridos militares; y según Pezuela: “Durante el sitio de La Habana, desde el 6 de Junio hasta el 13 de Agosto de 1762, ni un solo betlemita abandonó su puesto, y todos prodigaron su asistencia a los heridos de la guarnición, pasando de 300 los que salieron curados de sus manos”. En 1842 por los decretos de secularización, desapareció, con el convento de betlemitas, el Hospital de “Convalecientes”, que según el mismo Pezuela, era “cómodo, ventilado y espacioso”. Esta edificación estaba situada en la Habana Vieja, en el lugar conocido como el “Arco de Belén”, donde hoy esta la iglesia del mismo nombre.

FOTO 004 Billete de doscientos cincuenta pesos fuertes

Otros hospitales en el interior de país
Puerto Príncipe: Hospital de San Lázaro
En 1813 llegó a Puerto Príncipe procedente de Trinidad, fray José de la Cruz Espí, destinado al “Lazareto de San Lázaro”. El padre Valencia se dispuso a terminar el trabajo y muy pronto se notó el cambio. El 11 de agosto de 1815 se iniciaron las obras de construcción del nuevo lazareto, pero hubo que detenerlas. El padre Valencia (le llamaban así por ser natural de esa provincia española), fue capellán del “San Lázaro” desde el 16 de mayo de 1816 y cuentan los que lo conocieron que al anochecer invitaba a los enfermos al santo rosario y a veces, ya entrada la madrugada se le veía recorriendo las celdas de los enfermos ya dormidos musitando su habitual jaculatoria: “Da mihi animas, coetera tibi tolle” (Dadme almas: lo demás déjalo para ti). El padre Valencia falleció en olor de santidad el 2 de mayo de 1838. Con la muerte del padre Valencia se trastocó el ritmo económico del hospital y en pocos años se redujeron los lazarinos hasta su desaparición y su sustitución por dementes. Al finalizar el siglo XIX, estaba extinguido el hospital (Historia Eclesiástica en Cuba).

Hospital Militar
En 1822 empezó a utilizarse en este hospital una de las dos enfermerías levantadas por Gaspar Betancourt y Cisneros para alojamiento de los militares enfermos. El hospital empezó a funcionar con el personal militar necesario y bajo la denominación de Hospital Militar disponía de un contador, un mayordomo, un médico y la servidumbre necesaria; a este personal facultativo había que agregar practicantes de enfermería.

Hospital de San Juan de Dios
En 1756, el Obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz y Lora, realizó una visita eclesiástica a Puerto Príncipe, durante ella dijo: “El hospital que avía en esta Villa, era una hermita con algunas pocas oficinas para enfermos. El Reverendo Obispo Gerónimo Valdés con acuerdo del Capitán General y Oficiales Reales de La Habana, lo encomendó a los Religiosos de San Juan de Dios. Esto sucedió por el año 1728, desde entonces corren con la administración, y al presente tratan de establecerse con formalidad: el número ordinario se reduce a seis o siete hermanos con el prior que los gobierna”. (La Visita Eclesiástica 1756)

En abril de 1835 llegó a la ciudad de Camagüey fray José Olallo Valdés, junto con los frailes José de la Luz Valdés, José Escobedo, Agustín González y José Saldivar que vivían conjuntamente con una comunidad de franciscanos El padre José Olallo Valdés a partir de esta fecha comenzó a laborar como enfermero, trabajando hasta su muerte ocurrida en 1889. En este año, el hospital contaba con 100 camas.

El Padre Olallo y su relación con El Mayor
René Ibáñez Varona cuenta la siguiente versión de una anécdota del padre Olallo durante la Guerra de los Diez Años: “Al amanecer del día 12 de mayo de1873, una columna española se detiene en la plaza del Hospital de San Juan de Dios, para dejar algunos heridos, y a la vez trae un cadáver atravesado y amarrado sobre el lomo de una bestia, que por los documentos que se le han ocupado en una cartuchera creen que es el cabecilla Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz. Dos soldados desamarran las sogas y casi dejan caer al suelo el jinete inerte (.....). Expuesto a la vista de todos los vecinos y curiosos ha quedado en el suelo, hasta que la bondad cristianísima de Fray Olallo Valdés facilita una camilla y es llevado por dos esclavos al interior del hospital para su identificación (....). Pero como el cadáver estaba con el rostro ensangrentado y algo enlodado de la tierra de Jimaguayú, fray Olallo extrajo un pañuelo de su bolsillo y limpió el rostro al patriota inmaculado”.

La suerte determinó que el padre José Olallo Valdés fuera de los pocos cubanos que tuvieron acceso al cadáver de El Mayor, así como Esteban del Castillo y Varona, empleado del hospital, que pudo cortar unos mechones de los largos cabellos del héroe y los hizo llegar a doña Filomena Loynaz, Amalia Simoni y Ángela del Castillo. Precisamente esta última mostró a José Martí dicha reliquia”.El padre Olallo murió a las 9 de la noche del 7 de marzo de 1889. La ciudad de Puerto Príncipe siente por él una veneración extraordinaria. A partir de su muerte los Hermanos de San Juan de Dios ya no prestaron más servicios en Cuba.

Hasta 1840 en que vuelven y prestan sus cuidados en las instituciones siguen La haba Hogar de Ancianos San Rafael Hospital San Juan De Dios y en Camagüey en el Hogar de Ancianos San Juan de Dios La partida eclesiástica de defunción del 8 de marzo de 1889 está registrada en el Libro 13 de Defunciones de Blancos, en el folio 21, partida 120, Parroquia Mayor de Camagüey; el certificado de defunción civil está en el tomo XIII folio 113, inscripción número 3221 y la constancia de enterramiento está en el tomo I, Bóveda 49, Nicho 3, del 10 de marzo de 1889.

Hombres que se dedicaron a cuidar enfermos
Es de suponer que en los primitivos hospitales tuvo que haber hombres dedicados a cuidar enfermos, pero no encontré sus nombres en los documentos revisados. Desde que se construyó el primer hospital tenía que haber personas que cuidaran a los enfermos; estos primeros hospitales eran dirigidos y administrados por religiosos por lo que ellos mismos ejercían esa función; posteriormente cuando se empezaron a construir hospitales militares fueron los soldados quienes tuvieron a su cargo la labor de cuidar a los enfermos. El historiador César Mena en su libro “Historia de la Medicina en Cuba” menciona que en la provincia Pinar del Río, en el Hospital Militar, trabajaba Juan Díaz como mayordomo y enfermero mayor en 1860, y en ese mismo año menciona que también Manuel Pérez Girón trabajaba como enfermero mayor junto con tres enfermeros más; en el “Hospital de Santa Susana” trabajaba como enfermero practicante M. Iturraldes y en Isla de Pinos el enfermero mayor Bartolomé Jauco con cuatros enfermeros más.

En 1795, estaban de enfermeros de este hospital Tomás Álvarez como enfermero mayor y cirujano y como segundo enfermero Mauricio Oduardo, en 1842 era enfermero mayor Francisco de Paula Escarrá y como segundo enfermero Manuel Pitt.

Nuestro Héroe Nacional José Martí Pérez actuó como enfermero en la guerra de 1895, de esta experiencia dijo: “y cuando dieron la orden de dormir y reposar, hurgué en mi jolongo y saqué de él medicinas, a uno que del jugo del tabaco de apretar tanto el cabo en la boca, se le habían desprendido los dientes, le di un sorbo de marrasquino. Cuando llega el agua fresca con Paquito Borrero, de tierna ayuda, me puse a curar de un soldado la herida narigona. La bala le había entrado en el pecho y le había salido por la espalda. En una de las bocas, la de entrada, le cabía un dedal; en la otra la de salida una avellana, se la lavé y le apliqué yodoformo y algodón fenicado. Habilidades de médico me habían salido, y por piedad y por casualidad se me habían juntado en el bagaje más medicinas que ropas, no para mi, pues nunca me sentí más sano sino para los demás, y en las curas tuve aciertos por lo que gané un poco de reputación, sin mas que llevar conmigo el milagro del yodo y el del cariño, que es otro milagro, el que apliqué con mucho tacto y con rienda severa, no fuera a parecer lo humanitario vergonzosa adulación, aunque no era rara la claridad del alma, y como finura en el sentir que embellecía por entre las palabras y disputas y fritos y guisos aquella vida del campamento”.

Cuando vamos a escribir sobre las personas que se dedican a la profesión de cuidar a los necesitados de Atención de Salud no me gusta hacer separación entre sexo pues la enfermería es una sola no importa si la brinda un hombre o una mujer. (MARTÍ PÉREZ J.: De Cabo Haitiano a Dos Ríos. Obras Completas).

Desarrollo. Formación de enfermeros
Aunque no se menciona en esta lista oficial la escuela del Hospital de Dementes, esta fue fundada en 1900 y era de ambos sexos; en la Oficina del Historiador de la Salud Pública existe un documento sobre la biografía de Isolina Fontanills Ugarte donde dice que se matriculó en esa escuela en diciembre de 1900. (Oficina del historiador de Salud Pública, file Enfermería). También encontramos en el Libro de registro de títulos del Archivo de Docencia Medica Media Ciudad Habana, que Rafael Yánez y Oliva se graduó el 7 de julio de 1903 en el Hospital para Enajenados. El 21 de julio de 1902, la Junta de Sanidad y Beneficencia legalizó la escuela de enfermeras del “Hospital de Dementes”, otorgándole el carácter oficial de que carecía; esta escuela era de ambos sexos (al no estar legalizada no aparecía en la lista oficial de apertura de las escuelas de 1900-1901). (Boletín de la Junta de Sanidad y Beneficencia 1900- 1908, p492). El director del “Hospital Número Uno” solicitó en 1902 se creara una escuela para enfermeros en ese hospital; la Junta acordó pasarlo a la Comisión respectiva, no apareció posteriormente ningún documento para saber si se autorizó o no abrir dicha escuela (Boletín de la Junta de Sanidad y Beneficencia 1900- 1908, p.591).

Creación de las escuelas libres de enfermeros
Según aparece en el folleto “Historia del Centro La Covadonga”, en 1910, se abrió en ese centro de salud una escuela libre de enfermeros, por la necesidad que tenían de que fueran hombres los que atendieran a los enfermos ingresados, ya que en las Sociedades que tenían los españoles residentes en Cuba no estaba permitido el ingreso de mujeres. En 1908, se gradúa Ramón Torrado en la escuela del centro benéfico sanitario español “La Benéfica”, nótese que si la carrera duraba tres años el ingreso de el fue en 1905 en esa escuela y esto demuestra que aunque no tenían oficialización pues esta ocurre en 1915, estas escuelas ya funcionaban en esa fecha y los enfermeros que se graduaban recibían sus títulos al igual que el resto de las escuelas oficializadas (Libro de registro de títulos Archivo de Docencia Medica Media Ciudad Habana y Entrevista a Caridad Torrado por Eduarda Ancheta Niebla).

Fundación de la Asociación Nacional de Enfermeros de Cuba
El 31 de enero de 1912 se fundó la Asociación Nacional de Enfermeros de Cuba, cuyo primer presidente fue Ramón Contín y se eligió como secretario a Alberto Ojeda; aunque no fue hasta 1913 en que verdaderamente empezó a funcionar esta Asociación, por lo que volvieron a realizarse elecciones y se eligió a Ramón Torrado (tuve la oportunidad de entrevistarme con su hija). La Asociación estuvo analizando la problemática de los enfermeros empíricos que trabajaban en las centrales azucareras, las fábricas y los centros particulares, pues eran plazas que debían ocupar los enfermeros graduados (Revista “El Enfermero Cubano”, Órgano Oficial de la Asociación Nacional de Enfermeros, agosto, 1930).

Legalización de las escuelas libres de enfermeros
Las escuelas libres de enfermeros fueron legalizadas por un decreto presidencial el 3 de noviembre de 1915, gracias a la gestión del doctor Enrique Núñez. Así quedaron debidamente oficializados el plan de estudio y el reglamento de estos centros y publicado en la Gaceta Oficial por decreto 1465. (Boletín de la Junta de Sanidad y Beneficencia Tomo I: 1915).

En las escuelas libres de enfermeros no se quería reconocer el carácter oficial que tenía desde 1902 la escuela de enfermeros del “Hospital de Dementes”; esta se regía por el reglamento y plan de estudio de la escuela de enfermeras de ese hospital y ellos querían que se rigiera por los documentos de sus escuelas que se habían oficializado en 1915. (Boletín de la Junta de Sanidad y Beneficencia 24 Julio 1930).

FOTO 005 Dioscórides y sus libros

Publicaciones de enfermería
La Asociación Nacional de Enfermeros comenzó a publicar la revista “El Enfermero Cubano” en 1926, pero actualmente solo se conservan a partir de 1929. Su objetivo fundamental era dar a conocer las actividades que realizaban los enfermeros y alumnos sobre todo en las escuelas libres, las graduaciones y las dificultades que tenían, también abogaban por que se cumpliera el plan de estudio y el reglamento que no se respetaba como estaba establecido; además trataban temas de cursos de superación, pues se quejaban de la mala preparación que recibían en las escuelas; también publicaban temas científicos, para la superación de los graduados y problemas laborales, sobre todo los relacionados con el empirismo que había en fábricas, centros de trabajos e instituciones privadas.

Esta revista, en 1930, recibió la Medalla de Plata en la Exposición Iberoamericana en España. (Revista El Auxiliar Médico”, Órgano Oficial del Colegio Nacional de Enfermeros, mayo 1938:23). En 1932 la revista dejo de editarse y en 1939 El Colegio Nacional de Enfermeros analizó la necesidad de volver a publicar una revista que se encargara de orientar a sus afiliados y en esa fecha se empezó a publicar “El Auxiliar Médico” con el mismo perfil de la anterior, que se estuvo publicando hasta finales de la década del 1950.

Enseñanza en las escuelas Libres de enfermeros
Las escuelas libres de enfermeros que funcionaban en los distintos centros de salud de asociaciones españolas, en las que estudiaban sus miembros o sus hijos no cumplían con lo establecido para este tipo de enseñanza, ya que los alumnos se ubicaban en una sala o departamento (consulta externa, laboratorio, salón de operaciones), y allí permanecían los tres años de la carrera, lo que les impedía adquirir otros conocimientos o prácticas, así como hábitos y destrezas necesarios para una vez graduados poder trabajar en cualquier especialidad, la dirección no tenia interés en su ubicación en otros servicios, pues una vez graduados serian empleados por ellos. Esto ocurría porque a dichos centros les convenía que un estudiante se entrenara sólo en un servicio, para no tener que adiestrar cada cierto tiempo a otro, es decir que no pensaban en los estudiantes sino en sus intereses; con ello demostraban la poca visión futura de lo que sería este estudiante una vez graduado y que tuviera que prestar servicio en una especialidad para la cual no fue entrenado.

Recibían el título al igual que los demás, algo que preocupaba mucho, sobretodo a las enfermeras, pues mientras ellas recibían un salario de $30,00; $40,00 y $50,00, ellos eran empleados por estos centros y ganaban $80,00 y $100,00; ya desde esta etapa se pedía que este tipo de escuelas fueran cerradas. (Revista “El Enfermero Cubano”, Órgano Oficial de la Asociación Nacional de Enfermeros, agosto 1930: 5 y marzo 1931: 20).

La Asociación Nacional de Enfermeros a través de la revista “El Enfermero Cubano” convocaba a cursos que se impartían en la misma Asociación o en otros lugares, como por ejemplo el que se realizó por los hermanos Pedro y Luís Fariñas, en la especialidad de rayos X del cual se graduaron nueve enfermeros. Al mismo tiempo invitaban a los alumnos a los distintos cursos que la Asociación impartía sobre Anatomía, Vendajes, Ética profesional y especialidades medicoquirúrgicas que no recibían en las escuelas. (Revista “El Enfermero Cubano”, Órgano Oficial de la Asociación Nacional de Enfermeros, abril, 1931: 9).

Cambio de nombre de las Asociaciones Nacionales de Enfermería
Estas asociaciones a partir de 1932 y 1933 por el Decreto Ley # 2990 comenzaron a llamarse Colegio Nacional de Enfermeras de Cuba y Colegio Nacional de Enfermeros de Cuba, los dos trabajaban como organizaciones independientes, aunque siempre por parte de los enfermeros solicitaban que se unieran, pero las dirigentes de enfermería no aceptaron nunca esta condición.

Modificaciones en el plan de estudio
En la entrevista que realicé a la enfermera Ada Ríos Álvarez me dio esta información:
Desde el inicio de la carrera, los documentos rectores seguían sin modificaciones sobre todo el de los requisitos para el ingreso, donde se exigía una mediana instrucción como escolaridad; ante la necesidad de una mejor preparación académica, pues los adelantos científicos eran muchos y por lo tanto, exigían un grado de instrucción mayor, se empezó a pedir el octavo grado o el ingreso al bachillerato para poder comenzar la carrera de enfermería a partir de 1938. Se convocaba a los jóvenes que deseaban estudiar esta carrera para que presentaran el certificado acreditativo porque en este tiempo todavía no se exigía el examen de ingreso, ni había una fecha fija para comenzar los estudios, sino como decía el reglamento, cualquiera en cualquier fecha del año era admitido”. Como ya se habían graduado un grupo de profesoras, la asignatura Disciplina Profesional l se cambió por Enseñanza Práctica de Enfermería impartida por una de profesora de enfermería y no por la superintendente, como se establecía en el reglamento.

FOTO 006 Billete de doscientos pesos fuertes

En entrevista a Olivia Amor Medina me dijo:
“A partir de 1944 empezaron los “Cursillos de Aspirantes” previos al ingreso a la escuela. También en esta etapa comenzaron los exámenes de ingreso que tenían un carácter secreto y consistían en la presentación de los documentos exigidos (chequeo médico, carta de moralidad, solicitud de ingreso, certificación de escolaridad) y concurrir al examen citado; si resultaba aprobada, se escogían de acuerdo con un escalafón la cantidad de estudiantes que tenía asignada cada escuela para comenzar este cursillo; las aspirantes seleccionadas comenzaban y se les impartían clases teórico - prácticas de enfermería durante tres meses, rotando por diferentes salas para adquirir habilidades y hábitos; una vez concluido este cursillo se citaba a un nuevo examen donde estaban presentes: la superintendente de la escuela, la profesora de enfermería y un profesor designado por el claustro de profesores. Si el alumno resultaba aprobado se escogía por orden de escalafón el número de plazas que la escuela tenía asignado y se conformaba el grupo de estudiantes que comenzaba la carrera. Se graduaban tres años después de su fecha de ingreso. Se fijaba el mes de julio como comienzo del curso escolar, pero todo comenzaba en el mes de septiembre del año anterior a la fecha de ingreso. El examen de grado era realizado en la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana, se pagaba este examen que su costo era de $5.00, que expedía el título; todo este proceso se estuvo efectuando hasta 1961, en que se produjeron una serie de cambios en la enseñanza de enfermería. Esto era valido tanto para las Escuelas de mujeres como para la de hombres.

Apertura de la Escuela Nacional de Enfermeros
Las escuelas libres de enfermeros persistían en no reconocer la escuela de enfermeros del Hospital de Dementes aunque se les reiteró su carácter legal desde 1902. En el file “Enfermería” de la Oficina del Historiador de la Salud Pública, aparece un escrito de 1937 en el que se menciona una resolución ministerial sin número, donde se disponía la no aceptación de más estudiantes en las Escuelas Libres de enfermeros con el fin de hacerlas desaparecer.

En 1937 cuando se organizó la Escuela Nacional de Enfermeros de la que su primer director fue Apolonio Cepero, estuvo como superintendente miss Elizabeth Walker y como profesora de Enseñanza Práctica de Enfermería, Crispina Moran. (Revista El Auxiliar Médico”, Órgano Oficial del Colegio Nacional de Enfermeros Noviembre 1947:22). En 1939, al producirse la primera graduación de la escuela nacional de enfermeros del Hospital de Dementes de Cuba invitaron al presidente del Colegio Nacional de Enfermeros para que formara parte del tribunal del examen. (Revista El Auxiliar Médico”, Órgano Oficial del Colegio Nacional de Enfermeros julio 1939:15). En 1930, se abrió una Escuela Libre de Enfermeros en Cienfuegos, pero sólo se conserva el dato de que dos de sus estudiantes visitaron en La Habana la Asociación de Enfermeros. (Revista “El Enfermero Cubano”, Órgano Oficial de la Asociación Nacional de Enfermeros Diciembre 191931: 20).

Demandas laborales
Los enfermeros cubanos desde que se constituyeron en Asociación comenzaron a demandar a los organismos laborales varias exigencias: el fin del intrusismo en las instituciones privadas así como en las fábricas y centrales azucareras. Además desde aproximadamente 1938 pedían el pago del sueldo mínimo de $60,00, sobre todo por parte de las enfermeras que ganaban sueldos irrisorios de $30.00 mensuales. A este efecto se nombró una comisión que fue recibida por el secretario de Sanidad y Beneficencia, pero no se logró tan justo reclamo hasta 1940 en que esta batalla fue ganada por los enfermeros en general (Revista El Auxiliar Médico”, Órgano Oficial del Colegio Nacional de Enfermeros noviembre 1947:1, 2,9, enero 1939:1 y diciembre 1947:14, 15).

Los dos colegios reclamaron, ante los organismos superiores la “Ley de Retiro”, pero a la Cámara de Representantes le fue muy difícil legislar para abrir dos cajas de retiro para un mismo gremio. Este reclamo tan necesario, no fue logrado hasta 1953, después de muchas vicisitudes y reuniones en que ambos colegios se pusieron de acuerdo para que existiera una sola “Caja de Retiro” y se aprobara dicha ley. Se volvió a reclamar el cierre de las escuelas libres de enfermeros, refiriéndose a ellas como “un atentado a la enseñanza de Enfermería”.

La Asociación Nacional de Enfermeros estaba muy preocupada por la formación de los estudiantes en las escuelas libres y solicitó a los enfermeros de las salas que cumplieran con lo establecido en el artículo 44 del reglamento de estas escuelas referente a que los jefes de salas estaban obligados a enseñar a sus alumnos todos los conocimientos prácticos que correspondían en donde estuvieran situados, siguiendo las instrucciones del jefe de enfermeros. Esta petición se hacía pues en estas escuelas nunca hubo instructores de enseñanza de enfermería y aunque se graduaron hombres como instructores, no existen datos que confirmen que alguno estuvo situado en ellas.

Cursos posbásicos
El Instituto Finlay, que se había fundado el 1 de abril de 1927, se encargaba de impartir cursos para médicos y enfermeros y en 1938 se ofrecían las siguientes especialidades: dietética y alimentación, higiene infantil y escolar, enfermeras sanitarias visitadoras, estudios de laboratorios y rayos X, estos dos últimos eran los que con mas frecuencia realizaban los enfermeros.

Congreso de enfermería
En 1944, se celebró el I Congreso Cubano de Enfermería; desde que se iniciara la carrera de forma profesional, no se había celebrado ningún congreso y los días 14, 15, 16 y 17 de diciembre del referido año se convocó para tan magna cita. Participaron en la organización de este foro Alberto Rodríguez Sust, Jorge Refa Lias, José Lueje Alea, José Vila Doval, Dionisio Collazo y Froilán Duranza. A este congreso asistieron las enfermeras unidas a los enfermeros y se presentaron temas de interés para el desarrollo de la profesión. En el acto de clausura usó de la palabra Lázaro Peña, Secretario General de la CTC, quien habló a nombre de la clase obrera.

Curso post básico
Después de 1932 no se volvieron a realizar más cursos de instructoras y ya algunas de ellas se estaban retirando, por lo que los enfermeros solicitaron que se volviera a impartir, así que en 1946, la jefa del Negociado de Enfermería, Hortensia Pérez Llerena, convocó a este curso en el que se matricularon: Elvira Guin-Achao Sandoval, Aurora Sánchez Pérez, Ester Alfonso Castellanos, Andrea Nardo y los enfermeros Hidalgo y Laudeiro de quienes tenemos solamente sus apellidos y carecemos de información sobre si trabajaron después en alguna escuela de enfermeros o no. Este curso no volvió a impartirse hasta el triunfo de la Revolución.

Prestigio de los enfermeros cubanos
La Clínica “Hermanos Mayo” de Manchester, era muy famosa ya en 1930 y como conocían la alta calificación técnica y científica de las enfermeras y enfermeros cubanos, solicitó a través de las Asociaciones Nacionales el envió de personal calificado para trabajar en esta prestigiosa institución, en la década de 1950 uno de los enfermeros que laboro en esta institución fue Jorge O. Vellido de Luna.

Cierre de las escuelas de enfermeros y de las escuelas libres de enfermeros
Por decreto ministerial, número 4 del 14 de febrero de 1962, y publicado en la Gaceta Oficial el 16 de febrero de 1962, página 2.109, fueron suspendidas las escuelas de enfermeros y las escuelas libres de enfermeros, por lo que quedó derogada la orden militar número 2 del 3 de enero de 1902 y también el decreto 1.465 de 1915 de estas escuelas.

Otros cursos posbásicos
Por resolución ministerial número 163, del 10 de agosto de 1962, se autorizó a la dirección de Docencia y Perfeccionamiento en el Instituto “Carlos J. Finlay” para impartir un curso para enfermeros graduados de Auxiliares de Anestesiología.

Cursos de enfermería naval
En 1970, se iniciaron los cursos de enfermería naval, por la necesidad que tenía el ministerio de Marina Mercante y Puertos de que las tripulaciones de la flota cubana estuvieran atendidas por un personal plenamente calificado. La encargada de confeccionar el plan de estudio para esta especialidad fue la enfermera Natividad Rojas Vega, así como de los programas de las diferentes especialidades. Para asesorar estos cursos, la empresa de Navegación Mambisa envió a enfermeros graduados que ya trabajaban desde hacía varios años navegando en los barcos y sabían la problemática que se podía presentar en alta mar, uno de ellos fue Manuel Blanco Martín que trabajaba como profesor y en coordinación directa con la responsable del curso.

Apertura de los cursos de enfermería para varones
Desde 1962 en que se cerró la escuela nacional de enfermeros no se impartían cursos para varones. A finales de la década de los 70 volvieron a impartirse en las mismas escuelas de enfermeras, con el mismo plan de estudios y los mismos requisitos así como el mismo reglamento.

Graduación de los primeros licenciados de enfermería
En 1980, se graduaron los primeros licenciados en enfermería, junto con los demás estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas, ellos fueron: Gladys Pérez Suárez, quien resultó el primer expediente del grupo; Sara Rodríguez Díaz; Nancy Yenochik Luna; Gladys González; Eduarda Ancheta Niebla; Anaida Varela Cárdenas, Yamina Marrero Herrera, María Fenton Tait; Gloria Popoca Ortega y el único varón del grupo Néstor Núñez Blanco.

Licenciatura en enfermería para egresados de preuniversitario
Se inició la elaboración de un nuevo plan de estudio de licenciatura en enfermería de nivel universitario con cinco años de duración para alumnos provenientes de preuniversitario sin estudios previos de enfermería. Este plan se implantó de forma experimental en el Centro Nacional de Perfeccionamiento Técnico y Profesional (CENAPET) “Dr. Fermín Valdés Domínguez” en el curso escolar 1987-1988 y en el curso siguiente se trasladó a la Facultad de Ciencias Médicas “Julio Trigo” del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, extendiéndose posteriormente a los institutos de Villa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba. Los primeros 40 estudiantes de este plan de estudio regular diurno se graduaron en el mes de agosto del año 1992; extendiéndose dicho plan al resto del país desde el curso 1989-1990.

Se elaboró un nuevo plan de estudio de Licenciatura en Enfermería en el ámbito universitario por cursos por encuentros para trabajadores; es decir, para enfermeros técnicos en ejercicio de la profesión, con duración de cuatro años, y posteriormente se aumentó a cinco años, extendiéndose este plan de estudio a todos los Centros de Educación Médica Superior. Tanto al Curso Regular Diurno como al de trabajadores (C P T) tenía derecho al ingreso a los mismos tanto de hombres como de mujeres. (Nuevo Diseño Curricular para la formación de Licenciados en enfermería. Plan D. Modelo del profesional).

Perfeccionamiento y superación
La superación del personal de enfermería se intensifica grandemente con la realización de Diplomados y Maestrías en diferentes ramas de especialidades pedagógicas y de la salud, además se logró poner al alcance de los licenciados en enfermería la Maestría de su propia especialidad. Como un logro de trascendental importancia en el 2006 fue aprobado el Doctorado en Enfermería y ya existe un pequeño grupo de licenciadas en enfermería que han hecho el doctorado en otras ciencias, entre ellas las Licenciadas Dalila Aguirre Raya y Marisela Torres Esperón que recién recibió el título de Doctora en Ciencias de la Salud; .posteriormente lo recibiría la Licenciada Omaida Urbina y posteriormente, el licenciado Carlos León Román. En estos momentos están un grupo de enfermeros en proceso de discusión de sus tesis de Maestrías y Doctorado.

FOTO 007 Eduarda Ancheta en la Universidad de Cuba

Como punto de espera para siguientes investigaciones citamos una carta de nuestro Apóstol de enero de 1890 dirigida a Gonzalo de Quesada, que decía así: “La más noble de las ocupaciones, y quien sabe si la más grata es la de Enfermero”.

ENFERMEROS
Jesús Rubio Pilarte

Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net