domingo, 30 de enero de 2011

Reglamentación Hospitalaria y acción social con los muertos en las Prácticas conventuales de Enfermería en Buenos Aires en el Siglo XVII y XVIII

Reglamentación Hospitalaria y acción social con los muertos en las Prácticas conventuales de Enfermería en Buenos Aires en el Siglo XVII y XVIII

Su autora es la Licenciada y Docente en Enfermería adscrita a UBA, María Amalia Beatriz Crespo de la Federación de trabajadores de la Sanidad Argentina, Ciudad de Buenos Aires. Argentina.
Capacitación@Sanidad.org.ar y Churi052@hotmail.com
FOTO 001 María Amalia Beatriz Crespo

Resumen
El estudio bibliográfico de las Órdenes Religiosas que se dedicaron al cuidado de Enfermería comenzaron con el cristianismo y se extendieron durante los siglos con la atención al pobre enfermo desposeído y la acción social ejercida en la tarea de darle sepultura decente a los muertos, acción que fue ejercida por la Hermandad de la Santa Caridad tarea que comenzó en Sevilla y llevaron al Río de la Pata, “Los Betlemitas” con su fundador Pedro de San José Betancourt desde Guatemala se extiende con la creación de los hospitales. Dando los primeros pasos en la enfermería organizada con sus reglamentaciones en Buenos Aires del siglo XVII y XVIII todas ellas han aportado los fundamentos a la disciplina en los diferentes cuidados que se pueden observar hasta la actualidad.

Introducción
La documentación estudiada nos permite conocer los cuidados conventuales implementados por las órdenes religiosas que llegaron a Buenos Aires en los siglos XVII y XVIII aplicadas en la atención hospitalaria y el comportamiento social frente a la muerte desde el momento que ocurría y sus formas de sepultura; nos muestran los procedimientos sociales ordenados por los decretos eclesiásticos, de aquel momento.

El Hospital San Martín de Tour en honor al patrono de la ciudad y posteriormente de Copacabana que desde su planificación en el casco de la ciudad de Buenos Aires no cumplía su función para la que fue construido. Pero después de prácticamente dos siglos el hospital cumple con la misión de atender a los enfermos y estar a disposición de quienes lo necesitan con la autorización del Cabildo, la Orden de los Betlemitas se hace cargo en 1747.

Posteriormente la Hermandad de la Santa Caridad es convocada a Buenos Aires en la difícil tarea de dar sepultura a los muertos que aumentaban por las epidemias que aparecieron en diferentes periodos y no encontraban un entierro decente dependiendo de su condición social, que solos los apellidos destacados tenían lugar en las iglesias. El sistema conceptual, enunciados en las reglamentaciones hospitalarias y su aplicación se pueden analizar cada una de las acciones y su importancia en el desarrollo de la disciplina y las diferentes teorías aplicadas aunque no reconocidas con sus enunciados actuales. La expansión de sus tareas dedicadas a la enfermería de estas congregaciones cada uno en su especialidad nos da una idea de la evolución y actualidad de su vigencia con la precariedad y las dificultades del momento.
FOTO 002 Estandarte de la Hermandad de la Santa Caridad. Mariana de Austria

La Fundación de Buenos Aires y su realidad en los cuidados de sus pobladores
Los españoles que llegaron al Virreinato del Río de la Plata a través del océano atlántico luchando con las desventuras que se encontraban en cada expedición que emprendían. El historiador Ulrico Schmidl primer cronista de la ciudad de Buenos Aires nos confirma las dificultades de obtener alimentos y atender a los enfermos; en sus crónicas relata las padecidas vividas en Buenos Aires en la época del Virreinato del Río de la Plata. Unido a la expedición de Pedro de Mendoza, experto arcabucero defendiéndose de los indígenas cuando estos sitiaron Buenos Aires, logrando salvar su vida.

Se traslada a Asunción del Paraguay y posteriormente regresando a Alemania desde donde escribe sus crónicas tituladas “Derroteros y Viajes a España de las Indias”, siendo objeto de varias ediciones en alemán y luego en latín dándonos idea de mapas e ilustraciones del lugar.
FOTO 003 Fundación de Buenos Aires. Juan de Garay

Buenos Aires después de la primera Fundación en 1534 por Pedro de Mendoza y los que lo acompañaron sufrieron los enfrentamientos y las hostilidades de los indios que produjeron un incendio obligando a abandonar el lugar. Desde 1552 nuevamente el Rey elige a Irala para gobernador del Virreinato del Río de la Plata y por considerar que Buenos Aires, era un lugar de tránsito y de apoyo a las naves que venían de España. En 1580 se hace cargo Juan de Garay, por segunda vez de la fundación siendo la primera traza de la ciudad realizada por él mismo en un pergamino de cuero. En ella acuerda que la manzana 36 de las 250 fuera destinada al Hospital San Martín.

La ciudad estaba en una meseta que hoy seria la “Casa Rosada” y en la zona más alta ya que existían zonas bajas como la boca Barracas y zanjones que servían de límites naturales correspondiendo a la calle Chile en la actualidad San Telmo. En la recopilación de leyes de los Reinos de indias nos dan la orientación e indicación para la fundación de los hospitales en América.

Ley I (Fuenzalida a 7 de octubre 1541c). Que funde hospitales en todos los pueblos de España e indios. “Encargamos y mandamos a nuestros Virreyes Audiencias y Gobernadores, que con especial cuidado provean, que en todos los pueblos de españoles e indios de provincias y jurisdicciones, se funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos y se exercite la caridad cristiana”.

Ley II (Felipe II 13 de julio de 1573). Para pobres enfermos de enfermedades que sean contagiosas. Quando se fundare o poblare alguna cuidad villa o lugar se ponga a hospitales para pobres enfermos de enfermedades que sean contagiosas, junto a la iglesia y por claustros de ellas y para los enfermos de enfermedades contagiosas en lugares levantados, y para que ningún viento dañoso pasando por los hospitales, vaya herir en las poblaciones. Las leyes establecidas por las Indias se cumplían desde México hacia el Sur”.

La salud y la enfermedad en el puerto de Buenos Aires
La salud era una asignatura pendiente por las dificultades de quienes se podían ocupar de ellas, la falta de médicos no permanentemente y de “Mayordomos enfermeros” que eran inexpertos, y el hospital que no reunía las condiciones para albergar a los necesitados. Los enfermos de la ciudad se atendían en sus domicilios y la asistencia médica se manejaba con prescripciones; como purgas, sudaciones y paños calientes.

A los enfermos se le recetaban las dietas como “candeales y caldo de gallinas” para fortalecer en la convalecencia. Aplicando supersticiones y oraciones que permitieran acompañar en el momento de desesperanza con medicación natural. La asistencia médica en 1605 ofrecida por Manuel Álvarez “Medico Zurujano”, Ofreció su servicio por un salario anual, al querer ausentarse de la ciudad y al no tener su salario desapareció. Se le solicitó a Francisco Bernardo Jijon médico residente de la ciudad que se hiciera cargo pero se encontró con dificultades de competencia del Frayle y de los curanderos de ese momento. En todos los intentos que se hicieron por contar con un hospital que tuviera médico y Mayordomo Enfermero que pudiera aplicar los procedimientos que para la atención de los enfermos que llegaban con diferentes dolencias. Corría el año 1622, el regidor Juan Bautista Ángel propuso encargar a Díaz Carlos que regresaba de Sevilla para que trajese “en la primera ocasión un médico y boticario, y las medicinas necesarias solicitando para ellos, y en nombre del cabildo de su majestad y sus ministerios las licencias necesarias”. Corría el año 1621 y el Capitán Matías Prados en un informe remitido a la corona de España el 5 de julio de 1621 le expresaba:
la epidemia de verguela y tabardillo que comenzó entre los negros pasa a los indios y niños (…) y de veinte días a esta parte ha sido muy grande el daño que ha hecho pues han muerto en esta ciudad de todo género de personas más de setecientos (…)”, 1939; El mismo año se manifiesta que pedir el remedio de sus trabajos de que a resultado donde se a jecho conocido mexoria (…)”. Comienzan medidas de aislamientos. Se leyó una proclama del gobernador donde expresa:
“(…) manda a todas las personas sacadores de negros y otros que lo tuviesen que ubiesen venido de mar a fuera lo pusiesen en las ultimas casas de pueblo y no abiendolas se sacasen del y se pusiesen en toldos de cueros por causa de la peste con las demás causas y rasones que por el parece (…)”. Se dispusieron rezos por considerar que había finalizado la peste. Frente a las epidemias y las dificultades que se presentaban en la ciudad los pobladores vieron la necesidad de aplicar los cuidados espirituales tomando como Santo a San Roque, los miembros del cabildo le proponen al gobernador, Diego de Góngora que:
(…) combiene mucho ocurryr Señor por el remedio de el humano pan de todo tomando por yntersesor y abogado algún santo para que ynterseda con nuestro señor se sirba da aplacar la justoa yra de Dios y castigo de peste que al presente esta padesiendo la siudad y porque San Roque glorioso es abogado de ella y muchas siudades de España le tienen jecha ermita donde con piedad y debosión acuden a pedir el remedio de sus trabajos de resultados donde se a jecho conosida mexoria (…). El aislamiento de los pobladores especialmente Negros y todos los navegantes, sacerdotes que llegaban a la ciudad, (...) manda a todas las personas sacadores de negros y otras que los tuviesen que ubiesen benidos de mar a fuera los pudiesen en las ultimas casas del pueblo y no abiendolas se sacasen del se pusiesen en toldos de cueros por causa de la peste con las demas causas y rasones que por el parese (…). El 15 de septiembre de 1670 se presenta nuevamente la enfermedad. Tratose en este cavildo, como la ciudad se halla con contagio y peste y que así es necesario, que se ocurra a pedir a dios por medio de su santísima madre alse la mano de justicia y perdonando las culpas deste pueblo y bpara el efecto se escogido para meianera y auxilio a nuestra Señora del Rosario (…). Epidemia de las Viruelas en el año 1694, nuevamente observamos que el frente a los padecimientos busca aliviar su enfermedad en las curaciones espirituales.

El cabildo deja constancia de “como se esta experimentando en todos los vecinos y moradores de esta Ciudad. El Rigor de la Peste que de pocos días a esta partte se alla afligida (...). Estos relatos textuales de los archivos nos ubican en la situación de precariedad y de las escasas posibilidades de atención dan a conocer los esfuerzos por la conservación de la salud y de la población.

Las diferentes epidemias que se tuvieron que enfrentar más el aumento de la población por la llegada de militares se encontraron con un hospital en estado ruinoso no pudiendo solucionar el problema que en ese momento se presentaba según Schiaffino en este relato que transcribimos nos recrea la realidad del momento.

“La llegada de ese fuerte contingente de tropas, a mediados de 1702 con las dolencias propias de la navegación de la época y al abandono de la asistencia de los militares que encontró el celoso jefe en su nuevo dominio hicieron que de inmediato apoyase con toda autoridad la real disposición reprochando al cabildo el haber tomado una resolución sin la aprobación de la corte calificando de atentado el cambio de destino del hospital y reservándose el derecho de proceder en consonancia. Le comunicaba al mismo su resolución de deshacer lo acordado de inmediato “por lo inexcusable que para todos los tiempos el hospital en la ciudad y mucho más en él presente, por el muy crecido numero de soldados de la guarnición que se hallaban enfermos por haber llegado de viajes con sus enfermedades como por haber otros con la novedad de la llegada y temperamento haber adquirido dolencias que por no haber hospital se ha visto precisado a repartirlos en las casas de los vecinos y concurriendo con estos que el médico y el cirujano no pueden asistir a los enfermos con la prontitud que se debe por la gran distancia que hay de dichas casas a otras “añadiendo que esos inconvenientes se agravarían con las llegadas de la estación de las lluvias (eran el 14 de agosto) por lo que ordenaba que desocupara de inmediato para que al día siguiente pudieran trasladarse a los enfermos”.

“Puede considerarse, pues al gobernador Gálvez Inclán como el fundador del Hospital San Martín en la segunda época quien logro habilitarlo con el nudo gordiano de las trabas administrativas con que se había paralizado hasta entonces las obras y dándole los estatutos de su definitiva organización. “Pero a pesar de las dificultades los cuidados eran precarios. El Hospital siguió funcionando bajo el gobierno de Bruno Zabala quien acepto la propuesta del Cabildo que sugirió el alférez Real Gonzales Marian, la idea de entregarle el Hospital de San Martín a los Betlemitas. (AGN, Acuerdo del extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie II, tomo V pago 576-679), manifestando las ventajas para la ciudad, que lo tuvieran especialistas del cuidado ya que su “ejercicio era curar enfermos con boticas y obreros médicos”.
FOTO 004 Póster Presentado al Congreso de Historia de la Enfermería. Barcelona

Orden Betlemita y sus reglamentaciones
Su Fundador
Hermano Pedro de San José de Betancourt, nace en Vila flor de Tenerife el 21 de marzo de 1626, hijo de pastores agricultores, educado cristianamente y a los 23 años llegó a Guatemala después de haber partido hacía dos años de Tenerife. Creo hospitales y cárceles, de pobres inmigrantes y vagabundos blancos, negros y mestizos. Construyó un oratorio y una Escuela de Enfermería, una posada para sacerdotes, que lleva el nombre de Obra de Belén recordando la primera posada de Jesús. Creó reglamentos para mujeres que atendían a niños para su educación. Su Obra se desarrolló como Orden Betlemitas y los Betlemitas habían logrado un desarrollo obteniendo el reconocimiento de la Santa Sede.

El 2 de mayo de ese año llega la cédula a Guatemala, que doña Mariana de Austria, Reina Gobernadora, regente de Don Carlos II había extendido el 10 de noviembre de 1666, otorgando la autorización para la fundación del Hospital de Belén.

Con fecha de 28 de noviembre de 1747 escribe Fray José De Santa Cruz a la autoridad eclesiástica de Buenos Aires y llegaron cinco religiosos que se harían cargo del Hospital de San Martin y de Copacabana, ellos eran Fraile Agustín de Santa Cruz, Gregorio de Bethlem, Asencio de la Concepción, Baltasar del Rosario y el superior Fray Agustín de San José. “Instalados los Betlemitas en el Hospital comenzó la obra de asistencia a los enfermos con los pocos recursos de que se disponían y con el hospital que amenazando ruina”. (Dice José Luis Molinari).

En 1779 el Prior pasa una nota al Cabildo, diciendo haberse presentado al Virrey para informarle del estado ruinoso del hospital y de la necesidad de ampliación. Los cabildantes estuvieron de acuerdo con referida ampliación tanto más, cuanto que la ciudad de Buenos Aires, como capital del virreinato había aumentado sensiblemente la población. Debemos recordar que el hospital solo tenía 20 camas y no tenía ningún cuidado de mantenimiento por las dificultades presupuestarias y de personal que se hiciera cargo.

“Al Hospital concurren los enfermos de la ciudad, los de campaña, los de las tropas y navíos y los presidiarios.

La reglamentación implementada por los betlemitas, en los hospitales fundados por la Orden y los cuidados aplicados para mejorar la salud de los que lo necesitaban:
Los enfermos eran trasladados de otros hospitales o de su casa en una silla de mano.
La admisión de los convalecientes era para cualquier persona de cualquier nación, estado y condición.
Indios Negros se han de poner en Enfermería separadas.
Registrar las características individuales de los ingresados y de que hubiera limpieza en las áreas de internación.

El enfermero anotará y escribirá en un libro destinado para ello, nombre, sobrenombre y Patria; y también el día, mes y año que entró en el hospital. Tendrá grandes cuidados en la limpieza de la enfermería, cama y demás cosas que en ella hubiera”.
FOTO 005 Hermano Pedro de San José de Betancourt

Compondrá con mucho aseo los lechos y mudará las sábanas cuantas veces pudiere y hará puntualmente todo aquello que pudiere importar por la salud de los convalecientes y su comodidad. A las dos de la tarde, irán a la enfermería a recibir las órdenes de los enfermeros y les ayudaran hacer las camas, aderezar y hacer los cuartos, lavar los utensilios para comer como los vasos; así los que sirven para la vianda, como para las medicinas y en todas y cada una de las cosas que les mandare.

El enfermero tendrá un lugar conveniente donde guarde todas las cosas medicinales y lo más necesario para el servicio de los enfermos. Además tendrá cuidado de visitar, muy a menudo dicho lugar y los cajones y vasos de cosas medicinales y ponga gran solicitud y cuidado en la conservación.

Dará parte al Hermano Mayor para que se renueve en tiempo oportuno. “Acompañara al médico cuando visite a los convalecientes, oirá con toda atención sus órdenes y las pondrá en ejecución con diligencia y no dejará levantar a dicho convaleciente sin licencia de los mismos médicos. No se permitirá que entren a la enfermería frutas ni otros manjares nocivos.

Reglamentación para los visitantes familiares de los enfermos
Deberían tener un comportamiento ordenado:
“…Tampoco permitirá que los que van a visitar a los enfermos, les den pesadumbres con el hablar muy recio, ni que mezclen en la conversación que ellos tuvieran palabras profanas...”.
FOTO 006 Mayordomo Enfermero

En el Hospital existía un jardín que funcionaba como laboratorio de plantas medicinales, que crecían en el Paraná. El estudio constante, con un frío proceso de análisis convertido las propiedades de muchas en beneficio del hombre. Los religiosos aplicaban las hierbas y plantas medicinales y las aplicaban a los enfermos, plantas que ya se conocían en Europa y otras que utilizaban los indios.

Estas y otras anotaciones encontradas en la bibliografía que se aplicaban en los otros hospitales Betlemitas donde existía un libro de curaciones y gastos. El 15 de Octubre de 1796 se abre un pliego con un expediente sobre la traslación del Hospital Betlemítico a la residencia (Para mayor comodidad del hospital, se sugiere el traslado a la residencia Colegio de Belén de los expatriados jesuitas).
Los betlemitas debían comprometerse a mantener el pequeño Hospital de Santa Catalina con cuatro frailes y una botica para los casos de urgencia y podían permanecer 3 días y luego pasar a la residencia aunque ya estaba destinado que los convalecientes, locos e incurables permanecieran ahí y los presos enfermos, que necesitaban custodia; esta división surge de las dificultades que se presentaban de acuerdo a los relatos anteriores de las enfermedades contagiosas como los moribundos, los del mal gálico (sífilis ) y los presos “que yendo éstos por causa de la fuga con grillos, se necesitaba custodia y pueden causar aflicción a los demás enfermos”.

La llegada de la Hermandad de la Santa Caridad en Río de la Plata
Las enfermedades infecciosas que diezmaron la población europea y que por consecuencia llegaron a América en el siglo XVII, volvieron a aparecer las epidemias disminuyendo la población y la consecuencia que acarreaba la población europea por el asinamiento y la falta de higiene y posteriormente se crean medidas sanitarias y de saneamientos. En Sevilla se encontraba la Hermandad de la Santa Caridad que realizaba una tarea casi especifica que era la acción social del cuidado post mortun de los enfermos y desamparados, ahogados en América con diferencias de tiempo, llegaban las epidemias y existiendo las mismas necesidades que se habían producido en Europa y se comenzaba a vivenciar las mismas dificultades con los cadáveres que no eran reclamados y existían en gran número. El dar un entierro decente a las personas que morían en las epidemias y de diferentes enfermedades que para el momento eran incurables, desde la época de Juan de Garay se reservó un lote de terreno que en la actualidad son las calle Reconquista y Rivadavia y la Ochava formada por la 25 de Mayo, allí estuvo construida la primera iglesia y al lado el camposanto; el archivo general de la Nación confirma el lugar donde a fines del siglo XVII y a efecto de ubicarlos, se lee “ (...) por el este donde hace esquina con la casa Rosada y el sitio que llaman Huecos de las animas”.

Los cadáveres eran depositados en las arcadas del Cabildo y puestos en exivición, y un platillo para que los que pasaban por el lugar dejaran una limosna para un entierro decente. Las sepulturas tenían un valor eclesiástico que era muy oneroso para el momento transformándose en quejas y solicitudes a la corona española en 1760, Francisco Álvarez Campan, trayendo problemas quedando expreso en este relato:
“…en la Catedral no quieren sepultura y pretenden que se les pague el entierro con el producto de las limosnas que se recogen, han dilatado por muchos días el dar sepultura a los cuerpos por esperar la limosna para la satisfacción de sus derechos parroquiales, dando lugar a que coman los cerdos y otros animales”.

El Valor eclesiástico tenía las siguientes tarifas: Mayores $ 30, menores $ 18, de negro o de indio $ 2, de siete años para abajo 1$ de pobres de solemnidad o conocido de pobre. Las situaciones que provocaban las epidemias, tenían complicaciones políticas administrativas, sanitarias, que las comunicaciones al consejo de indias tenían reales demoras afectando la salud y la necesidad de la comunidad frente a esta realidad la Hermandad de la Santa Caridad, comenzó a trabajar en 1727 frente a una de las tantas epidemias que azotaron la ciudad, Juan Alonso Gonzales se hizo cargo de la Hermandad y construyeron una capilla de Nuestra Señora de los Remedios que se encuentra en la Iglesia de San Miguel y la Asistencia al Público.
FOTO 007 Hospital de mujeres

La Reglamentación de 1798 acordado por la Junta de gobierno de la Hermandad de la Santa Caridad
Las reglamentaciones iban dirigidas a quienes colaboraban voluntariamente atendiendo y cuidando a las enfermas. Es un comunicado a las Señoras quienes se harían cargo de cuidar de las camas de pobres y enfermas o suministrar de comer algún día que eligiesen en el año, mes, semana, para su inteligencia; y de que se ha pasado copia al padre capellán del Hospital Bartolomé Biera, para que cuide de su puntual observancias sin que se adultere con ningún motivo, ni pretexto.

Las Camas de las pobres enfermas habrán de guardar la más perfecta igualdad y se compondrá de colchón de lienzo de algodón como más proporcionado para lavarse siempre que se desocupe; almohada de montvi o de Bretaña común; sábanas de lienzo de algodón y cuanto más de lienzo de lino y más manta o frazada de Cordoba”.

No se permitirán lazos de cintas encajes bolados, colchas, ni otro ornato que manifieste distinción, pues cuidadosamente ha de evitarse todo cuanto de idea de lujo a que se aleje de una caritativa asistencia desviando distinciones que podrían ser causa de retraer ha algunas piadosas señoras que por moderadas se abstuviesen de entrar en tales competencias en prejuicio conocido del bien de las pobres enfermas a que aspirasen según sus facultades e intenciones.

La comida diaria de las pobres enfermas está regulada en cinco pesos diarios, supliendo la casa con criados, cocinera además a este efecto necesario, que sirviera para señalar el día del mes semana o semana del año que gusten Ustedes, hacer este beneficio a los pobres; con cuyo aviso se le pasara la correspondiente noticia del mes o semana o año en que debe tener ejercicio de caridad, por si se tuviere a bien extenderla o ir a presenciarlo y dar el consuelo de su visita a las desvalida enfermas.

El Hospital de mujeres su primer director fue el Dr. Joaquín Terrero, siendo las enfermeras las mismas huérfanas, luego tomando enfermaras a sueldo y en 1797 contaba con una Enfermera Mayor y dos enfermeras ayudantes, seis huérfanas y seis sirvientas.

Junto con el hospital en la Parroquia de San Miguel debió tener antigencias la cofradía de Animas fundada en la parroquia en1791. Y que según el Artículo 11 (de los Cofrades que deben consolar a los enfermos y mirar por la pobreza en caso de tener que internarse en un hospital. “Si fueran remisos en el cumplimiento de sus obligaciones, serán depuestos del empleo, después de amonestado y en adelante se les inhabilitará para obtener el oficio de Hermano”.

En 1791, la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo se mudó a la Iglesia de Montserrat conservando la administración del hospital, el orfanato para niñas y la Casa de Expósitos.

En 1806 las únicas instituciones que se ocupaban de la salud Publica en el momento de las invasiones inglesas fueron los Hospitales de los Betlemitas donde se libró una fuerte batalla y los betlemitas se ocuparon de atender a los soldados Británicos y la Hermandad de la Santa Caridad que en aquel momento, se encargaron de los cuidados de los heridos argentinos e ingleses.

En 1822 Bernardino Rivadavia cerró la Hermandad confiscando sus bienes creando la sociedad de Beneficencia. La casa de Expósito o Casa Cuna fue posteriormente llamada Hospital de niños Pedro de Elizalde igual suerte corrió la Orden Betlemita, suprimida por decreto de la Cortes de Cádiz.
FOTO 008 Monumento a Juan de Garay en Buenos Aires, frente a la Casa Rosada. Detrás de la estatua se puede ver un brote del Árbol de Guernica, símbolo del país Vasco.

Conclusiones
Las órdenes conventuales que desde el comienzo del cristianismo le dio otro sentido a la enfermedad con la promesa de redención, escrito en los mandamientos prodigando el amor al prójimo y las primeras cuidadoras que fundaron la enfermería con los primeros cuidados.

Los cuidados planificados por las órdenes Religiosas que llegaron a Buenos Aires en su fundación con sus reglamentaciones dieron comienzo a un ordenamiento de los cuidados tanto en la división de los enfermos de acuerdo a las dolencias como a la separación por características raciales que sólo se podría analizar como poder atender y comprender las necesidades culturales.

El buen morir que en la actualidad no dejamos de analizar y de hacer las mejores intervenciones para acompañar a los enfermos en el final de sus días y darles cristiana sepultura de acuerdo a sus creencias.

El enfrentar las grandes epidemias y la guerras que hubo que enfrentar entre el siglo XVII y XVIII en Buenos Aires fueron rudimentos de lo que hoy manejamos después de grandes avances científicos.

Las congregaciones religiosas fueron la piedra fundamental en los cuidados y reglamentaciones hospitalarias que en muchos casos anónimamente hicieron la enfermería del futuro.
FOTO 009 La Casa de Niños Expósitos. Hermanas de la Santa Caridad

Jesús Rubio Pilarte *
* Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez **
** Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

domingo, 23 de enero de 2011

LA MUJER EN LA GUERRA: ENFERMERAS

Los médicos y las enfermeras de ambos bandos tuvieron dificultades para evitar, incluso, que fusilaran a los heridos en sus camillas. Hugh Thomas. (Referencia de Tagüeña).

Los recuerdos en esta mujer, sus vivencias de aquellos años de preguerra civil, su presencia en todo cuanto supuso poner en marcha nuestra Sanidad, es una incontenible catarata en el remanso de paz de su voz y en la tierna claridad de su mirada.
FOTO 001 Jugando a fusilar en la Guerra Civil Española

Hablando con ella han desfilado recuerdos, con detalle de fechas, con nitidez de rostros. Nombres importantes ante los que ha habido siempre la modestia de quien quiere y sabe caminar de puntillas.

Sin embargo, en el salón en que nos acoge, unas fotografías con dedicatorias, no protocolarias, nos hablan del camino que supo sembrar de afectos y reconocimientos y que testimonian un pasado. Otras fotografías también reflejan el cariño que en la Casa Real sedimentó su inquebrantable fidelidad.

Mercedes Milá es un exponente vivo de la misión entusiasta y abnegada de la mujer en la paz o en la guerra. Ella fue una avanzadilla en la guerra y en la paz. Impulsó, controló y coordinó la proyección sanitaria de la mujer española; luchó por sacar de sus dispersión y anquilosamiento al incipiente cuerpo de enfermeras.

Como ella nos dice, con la reforma protestante, en Inglaterra, por ejemplo, expulsaron de los hospitales a las órdenes religiosas que actuaban como enfermeras, sustituyéndolas por mujeres poco capacitadas, de la vida, alcohólicas, etcétera. En las historias de la Enfermería se llamó a este tiempo “Época Negra”, situación ésta que corrigió, digamos que “revolucionariamente”, Florence Nightingale, creando en el Hospital de Santo Tomás, de Londres, la primera Escuela Profesional de Enfermeras Hospitalarias, donde, después de tres años de internado, se probaba su vocación y se formaba técnica, científica y moralmente bajo la vigilancia y enseñanza de la propia Florence Nightingale.
FOTO 002 Mercedes Milá Nolla

La trágica situación de los enfermos y heridos en los hospitales militares ingleses en la guerra de Crimea las llevó a consagrarse en vida a la reforma de la Sanidad del Ejército y la plena formación de las enfermeras. Este fue el caso de Florence Nightingale, gracias a cuya preparación y entusiasmo se logró un impulso decisivo.

En España no existió nunca esa era negra que sufrió Inglaterra, pues ya en la toma de Granada fue la propia reina Isabel la Católica la que, en tiendas de campaña, organizó su propio hospital militar, y ella y sus damas se ocupaban de atender a los heridos.

En consecuencia, la reforma de la enfermería española se fue haciendo por evolución, aunque acelerada por otra reina de España, la reina Victoria Eugenia, siendo más lenta que por revolución, pero sin tener que pasar el trauma que ella conllevó.

Esa lenta evolución de alguna manera nos distanció en la mentalidad y recursos que hicieron proliferar de un modo inconexo grupos casi autodidactas, en contraste con los países más avanzados.

Las diversas Facultades de Medicina habían empezado a crear mediante unos, inicialmente elementales, requisitos, las primeras promociones de enfermeras. En centros hospitalarios también se inició, bajo la orientación de sus equipos médicos, la formación de las religiosas que desempeñaban en ellos su labor humanitaria, si bien de un modo eficaz y práctico, sin directrices pedagógicas sistematizadas.

Los primeros pasos nos los da en Madrid la labor del doctor Rubio, creando la Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría, y en Barcelona, bajo los auspicios de la Caja de Pensiones para la Vejez y Ahorros (La Caixa), logra su desarrollo a través del esfuerzo y dedicación del doctor Pijoan y la señorita Ángeles Mateu, junto con Montserrat Ripoll, Dolores Albó y Manolita Ricart.

En Santander, un gran prócer, el marqués de Valdecilla, crea y financia la Casa de Salud Marqués de Valdecilla, con una Escuela de Enfermeras que a través del tiempo ha alcanzado, junto con la Escuela de la Cruz Roja, la máxima solvencia y prestigio profesional, que llega hasta nuestros días.
FOTO 003 Carlos Vic en el Dispensario para pobres de Santa Isabel

En San Sebastián y gracias a la Reina Victoria Eugenia y a la Reina María Cristina que con su ayuda moral y económica ayudaron a la creación de la Cruz Roja de Guipúzcoa, ubicándola en Villa María. Allí se creó la primera Escuela para Damas Enfermeras de la Cruz Roja. En 1909, con la Guerra de Marruecos algunas señoras y señoritas de San Sebastián quisieron ayudar a los médicos militares en sus tareas. Pero no tenían ningún conocimiento sanitario, ninguna noción del papel de las enfermeras y, entonces, surgió la idea de reunir a aquellas señoras, que tan buena voluntad de ayuda mostraban, instruirlas y aprovechar la oportunidad para crear en la ciudad un centro gratuito de consultas médicas.

El Dr. Carlos Vic conocía la existencia allende el Bidasoa del cuerpo de señoritas enfermeras francesas. Conociendo este grupo, impulsó la creación de una pequeña escuela alquilando un local en la Plaza Easo, esquina con el número 27 de la calle Larramendi, el local al principio pequeño, fue ampliado para que las enfermeras practicasen en un Dispensario gratuito para los necesitados. El programa que se impartió eran las normas y los estudios establecidos por la Cruz Roja Internacional, siguiendo los programas formativos de la Cruz Roja Francesa. Durante varios meses, se impartieron cursos de mañana y tarde y cuando se creyó que aquel grupo de señoras y señoritas estaban capacitadas, se fue a la creación de un dispensario médico a beneficio de los enfermos pobres de la ciudad. Siempre contó con la valiosa colaboración de las Madres Dominicas, cuya superiora era la Madre Mauricia, que prestó toda clase de ayudas, pudiendo contar con todo el material médico y quirúrgico desde el sábado 11 de Junio de 1910

En aquella situación fue muy importante para el desarrollo de este campo la venida a España de su Majestad la Reina Victoria Eugenia. Ella trajo, junto a su experiencia de la organización inglesa, la inquietud ante nuestro vacío comparativo, y así, la filosofía de Florence Nightingale pronto corrió, en diferentes esferas, como un reguero de pólvora.

La antigua Sección de Hombres de la Cruz Roja, siguiendo las directrices de Henri Dunant, desde su fundación, se complementa con la Sección de Señoras, fundada por la mencionada reina Victoria.

El espíritu nacido como consecuencia de la Guerra de Crimea, a través del tiempo, llega a fructificar con la creación de la Escuela de Damas y Profesionales, auténtico motor de nuestras estructuras. Bajo la dirección de la duquesa de la Victoria, el impulso llega a su cima. No sólo se realizan en Londres estudios formativos en la Cruz Roja Internacional para directoras de Escuelas de Enfermeras y de Salud Pública, sino que su presencia en la guerra de África capta en el pueblo la simpatía y el esfuerzo de aquellas mujeres.

Los medios eran escasos. Pequeñas las aportaciones. Tras el “desastre de Annual”, su Majestad la Reina decide montar un hospital en Melilla, con 7.000 pesetas de capital inicial. Acaso la Providencia hace que un barco alemán con una carga extraña de camas se cruce en la ruta, lográndose la que, por sus humanitarias consecuencias, puede considerarse como la mejor transacción comercial del siglo. A partir de aquel momento, las ayudas se multiplican, el pueblo se conciencia y las mujeres de la Cruz Roja reciben el reconocimiento a su amplia gestión que les impulsa en su labor de mejora de la formación de enfermeras en España.

El doctor Pittaluga crea la Escuela de Sanidad. Si inicialmente es sólo para médicos, pronto las enfermeras son llamadas a ella.

Sería casi imposible centrar en fechas concretas la proliferación de iniciativas que refleja cómo la profesión de enfermera es respetada y cómo su uniforme, sus uniformes, son signo de una vida femenina de energía resuelta y valiente, de abnegación generosa, como diría Severino Aznar.

Lucien Borel consideraba que “una misión tan sublime que se deriva del altruismo más completo no puede hacer otra cosa que engrandecer a la enfermera”.

Pero, si bien hacían falta en España más enfermeras diplomadas, estaba por crear el ejército de Visitadoras reclamado por la Medicina Social. Visitadoras para las escuelas, las fábricas, etc. para las familias. Su misión complementaria a la de la enfermera: curativa una, preventiva otra, pronto es una necesidad cuya evolución se enfrenta.
FOTO 004 Mercedes Milá y Celia Giménez

La condesa de Aguilar y María Benavente fundan la Sección de Visitadoras Clínicas de la Cruz Roja. El doctor Verdés Montenegro las utiliza por primera vez en el Instituto Antituberculoso. La Escuela de Puericultura colabora eficazmente. Cursos en España y en Inglaterra empiezan a crear nuevas promociones. Madrid y Barcelona, con la Escuela de Puericultura del doctor Enrique Suñer, son los dos firmes pilares.

En la Escuela de Puericultura se organizan las charlas a las madres; el servicio en la Escuela; se completa la formación de médicos, enfermeras y cuidadoras de niños y la Fundación Rockefeller nos acoge en su plan de subvenciones ante el dinámico descenso de mortalidad infantil conseguido por la colaboración tan eficaz de las enfermeras visitadoras anejas a la Escuela de Puericultura.

Los Centros de Higiene Provinciales, Comarcales y Rurales realizan una meritoria labor en su lucha contra el paludismo, como en Navalmoral de la Mata, o en la lucha antitracomatosa en el Levante mediterráneo, y en labor descuella la gestión de las Enfermeras Sanitarias y las Visitadoras Sanitarias, que desarrollan el campo de la medicina preventiva.

Así las cosas, entrelazados los recuerdos, sin cronologías innecesarias, Mercedes Milá nos cuenta cómo en aquellos días todo fue entusiasmo y esfuerzo. La lógica aplicada al arte de curar es la racionalización de la Medicina. Curar la enfermedad será siempre un gesto humanitario, pero si su fuente está en una institución social, más razonable que curar una enfermedad es extirpar la raíz de su causa.

El doctor Riot lo confirmaba: “Sin las Visitadoras no hubiera podido alcanzar su progreso la medicina preventiva, pero como ésta es un aspecto de la medicina general, aquéllas, las Visitadoras, nos han dado el medio de completar nuestro diagnóstico”.

Algo calla Mercedes Milá: Que gracias a ella se forma en 1934 la Asociación de Visitadoras Sanitarias de España. Calla, que gracias a la asociación se unificaron y coordinaron tantas ramas dispersas, y por supuesto calla, y de comentárselo lo prohibiría, reseñar que de 77 votos en la Asamblea Constituyente, 76 la respaldaron. Le faltó uno. Nosotros, los que nos hemos honrado y enriquecido al conocerla, estamos seguros de que fue el suyo.
FOTO 005 En Irún, las tropas rebeldes entraron en Irún y mataron a ciudadanos casa por casa

Ya con un poco de visión histórica es posible que las nuevas generaciones no alcancen a ver, por no detenerse en ello, la trascendencia que ese movimiento de la mujer de los años treinta supuso. Es casi anecdótico, pero nos gustaría reproducir un párrafo de una conferencia del doctor Palanca, a la sazón jefe provincial de la Sanidad en Madrid:
No sé si una muchacha estará en su papel despachando peticiones de crédito agrícola o informando expedientes de sanciones administrativas. Lo que sí sé es que a la cabecera de un enfermo, en la consulta de un pediatra, o a las órdenes de un sanitario, no hay nada que pueda igualar a una mujer inteligente e instruida. Es inútil que el hombre se oponga, porque la realidad arrollará todas las ficciones y todos los intereses creados que intenten impedir a la mujer su acceso a un puesto que legítimamente le corresponde”.

En visión panorámica hemos intentado reproducir retazos de historia de la mujer enfermera. Desde la llegada de la Reina Victoria, hasta su salida en abril del año 1931 se dieron pasos de gigante, y hasta julio de 1936 se sedimenta y fructifica la labor y entrega de tantas personas de procedencias profesionales diversas, de estratos culturales o sociales diferentes, unidas siempre por un fin común.

Al inicio de nuestra guerra civil, España partida, con independencia de su ideario político, estaba unida en la misión humanitaria de sus mujeres. Nuestra interlocutora, a llamada del doctor Estellés, no duda en hacerse cargo en Madrid de la organización del hospital que se instala en los hoteles Ritz y Palace y que acoge a los heridos de la sierra.
FOTO 006 Órdenes religiosas que trabajaron cuidando heridos y enfermos

Son muchas las anécdotas que le hemos escuchado, pero no queremos personalizar en ella lo que fue patrimonio de sus cientos de compañeras: El amor por el herido que nunca en una enfermera, ni en un médico, fue un enemigo. Digamos que el 18 de julio sorprendió a nuestro país con muchas deficiencias, pero la estructura médico sanitaria, en su proceso reseñado, permitió una rápida puesta a punto, una adaptación eficaz a la trágica situación creada, hasta que nuevos equipos quirúrgicos fueron enviados, si bien en determinados momentos, como en el paso del Ebro, que provocó una gran avalancha de heridos, hubo que trabajar con escasez de medios.

Inmediatamente se organizaron hospitales en una zona u otra, gracias a la voluntad y esfuerzo de todos los españoles sin distinción, que aportaron su ayuda en la medida que las necesidades de los enfermos y heridos lo requerían.

Concretamente en zona nacional, la mujer acudió a ofrecerse a las autoridades y rápidamente se hizo cargo del cuidado de los heridos o, en otros casos, ayudó a las Hermanas de la Caridad.

Ciertamente, las órdenes religiosas fueron muy importantes en la labor desarrollada. Muchas de ellas tenían gran experiencia. Otras la adquirieron pronto, y la cesión de sus conventos para utilizarlos como hospitales militares fue una decisiva colaboración.

Creemos justo rendir tributo a:
Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl
Hijas de la Caridad de Santa Ana
Hermanas de San José
Carmelitas de la Caridad
Madres de la Enseñanza
Hermanas Mercedarias
Hermanas de la Consolación
Madres del Sagrado Corazón
Madres Irlandesas
Siervas de María
Siervas de Jesús
Madres Clarisas
Hermanitas de la Cruz, y
Hermanitas de los Pobres,
Por su abnegación y entrega a tan humanitario quehacer.

A las órdenes del jefe de Sanidad, en cada localidad o sección se organizaron los servicios con las diferentes modalidades que las necesidades, el ambiente o la psicología de las distintas regiones requerían.

Se estimó, ante el numeroso personal que había formado parte de este servicio, unificarlo en su organización en un mando único, y así, en 1937, se crea la Inspección General de Servicios Femeninos Hospitalarios, y en una orden que publica el “Boletín Oficial del Estado” se nombra a Mercedes Milá Nolla, con amplias atribuciones, responsable de todo el personal femenino de hospitales, tanto profesionales como auxiliar y voluntario, ordenándose a las autoridades militares y jefes de Sanidad Militar le facilitaron cuantos auxilios necesitase para el cumplimiento de su misión.

En aquellas localidades donde el trabajo era más intenso, o en las ciudades que las tropas iban ocupando, se nombraban delegadas de la Inspección General, encargadas de la organización de los servicios en sus respectivos sectores. Como reflejo de la importancia que estas misiones llegaron a tener, sea suficiente reseñar que Zaragoza, por ejemplo, contó con más de dos mil enfermeras atendiendo los servicios de 25 hospitales con evacuaciones constantes.
FOTO 007 Órdenes religiosas que trabajaron cuidando heridos y enfermos

Una serie de instrucciones generales se dictaron para una mayor eficacia en la organización de los servicios y disciplina en los hospitales. Nos llama la atención el conocer que entre las dictadas en mayo de 1937 figuraba el que la superiora de la Comunidad que regentara el hospital fuese siempre la jefa de enfermeras, evitando así las dificultades creadas por la dualidad de mandos.

Ante la gran cantidad de mujeres que prestaron servicios en los hospitales, muchas de las cuales contaban sólo con su buena voluntad, se organizaron cursillos en los que se impartían las enseñanzas imprescindibles. Se formaron 5.506 damas auxiliares de Sanidad Militar a través de116 cursillos realizados. El Estado Mayor, en mayo de 1938, creó el carnet de identidad para damas auxiliares, alcanzándose al finalizar la contienda 12.307 titulaciones entre enfermeras y auxiliares.

Necesariamente hemos tenido que detenernos en pinceladas que alcanzasen a las diversas áreas de procedencia de que se surtió la figura de la enfermera en la guerra. Hemos partido someramente de cuál era la situación organizativa hasta 1936, y no hemos querido entrar en aquellas enfermeras, no importa de qué zona ni de qué procedencia, que en primera línea de fuego, en los hospitales de campaña, dieron su esfuerzo y tantas veces su sangre. No intentamos sino rendir un tributo a aquellas mujeres valerosas, huyendo de la sensiblería y de la demagogia. Junto a ellas, otras muchas mujeres ayudaron a mitigar el dolor y el horror. En la zona Nacional las de Frentes y Hospitales, Sección Femenina, Enfermeras de Falange, Las Margaritas, etc. En la zona Republicana, el Socorro Rojo, Enfermeras republicanas, Enfermeras Internacionales, etc. En ambos bandos actuaron las Enfermeras y Damas de la Cruz Roja Española y de la Cruz Roja Internacional; Sanidad de Carabineros y otras muchas, también hermanas, o novias, o madres, pero por encima de este título, Enfermeras.
FOTO 008 Enfermeras Socorro Rojo. Huesca

Esa labor no sólo se desarrolló en nuestro país. En los Estados Unidos, becadas por la Fundación Rockefeller, varias de nuestras mujeres se formaban para ser profesoras de la Escuela de Enfermeras Sanitarias o “Instructoras de Sanidad”, impidiéndoles nuestro conflicto reintegrarse a su patria. Pero sus servicios, a petición de la Fundación, se extendieron a la vecina Venezuela, donde gracias a ellas aparece la primera Escuela de Enfermeras en aquel país hermano.

Las Enfermeras Monserrat Ripoll, Aurora Más y Manolita Ricart fueron como tres nuevas carabelas que llevaron el mensaje de España, y la primera quedó enterrada en aquella tierra como una semilla que fructificó en realizaciones.

Pero la guerra hoy en día está lejos. Es hora, con asepsia, con amor, de que las enfermeras nos recuerden y nos enseñen cómo cicatrizar las heridas, para ellas no había bandos, ni banderas; había sólo que ayudar al herido.

Mercedes Milá, fiel a sus convicciones, pero fiel también a la historia de su propia vida, nos ha mostrado el camino, mientras “sus manos, hechas para sostener espadas o para bordar encajes”, se movían curando heridos como el aleteo de una paloma blanca. Ellas parecían sostener una rama de olivo.

Trabajar en primera línea de fuego
La enfermera y el médico que estaban en primera línea de fuego, junto a los camilleros, prestaban sus servicios a los heridos con las primeras curas y debían asumir la responsabilidad de distribuir a los heridos según la gravedad, e inclusive devolver al combate aquellos cuyas heridas no revistieran gravedad o fueran mera excusa para alejarse de la línea de fuego.

Quedaba bien claro que su responsabilidad se debía limitar a prestar los cuidados con la más absoluta urgencia, como es cohibir una hemorragia, habitualmente por medios mecánicos; completar el arrancamiento de un miembro, inmovilizar una extremidad fracturada, aconsejar la mejor colocación de los heridos y, principalmente, señalar las prioridades en la atención de éstos con vistas a su inmediata evacuación.

Estos sanitarios no estaban autorizados para realizar ningún tipo de intervención sin orden formal de un jefe u oficial médico de Sanidad Militar. Su función era, por tanto, la de recorrer el campo de batalla recogiendo y clasificando heridos y trasladándolos a los puestos de socorro y curación, cuya ubicación debían de conocer, y que durante la batalla tenían que estar claramente señalados con los distintivos de la Cruz Roja, y quedaban sujetos a las leyes y disposiciones de la Convención de Ginebra. El personal sanitario, una vez depositados los heridos evacuados hacia el puesto de socorro, debía volver de inmediato a la zona de combate para proseguir su tarea asistencial.
FOTO 009 Ambulancia de San Sebastián – Donostia. 1930

Quizá la tarea más ingrata, dada la escasez de material y de camillas, era la de determinar quiénes quedaban incluidos en cada una de las tres categorías establecidas: Los que podían hacer su evacuación a pie por sus propios medios, los que necesitaban algún tipo de ayuda y aquellos totalmente imposibilitados que debían ser transportados en camilla. (Dr. Vicente Rojo Fernández).

En otro trabajo sobre “Las enfermeras en la Guerra Civil española”, el artículo se titula así:
La situación de las enfermeras en la zona Republicana
Antes del inicio de la guerra se había realizado cierta modernización de la situación de la mujer. Aunque en el discurso dominante seguían dominando lo doméstico y las mujeres mantenían los valores de su género más tradicionales. Se ve muy bien el doble discurso de los partidos republicanos, que potencian la emancipación de la mujer, pero que impiden su presencia en cualquiera de sus órganos gestores. La emancipación de la mujer se relacionaba constantemente con el derecho a la educación, que se consideraba la clave del progreso social. La sanidad pública se organizó para satisfacer las necesidades de salud de todos los proletarios. Esta concepción obrerista de las políticas sanitarias públicas, se apoyaba en una concepción humanista de la medicina, que relacionaba los problemas sanitarios con el entorno social.

Al inicio de la guerra hay una demanda desmesurada de enfermeras, encontrándose con gran escasez de las mismas y con que la mayoría de las enfermeras que existían eran religiosas. Estas religiosas huyeron a la zona nacional o insurgente, por tener más afinidad con la religión. Incluso las que no se fueron, se escondían por miedo a ser represaliadas. Como conclusión se deshizo el escaso grupo profesional que existía. Se realizó un gran esfuerzo para formar enfermeras por parte de diversas instituciones como la Generalitat de Cataluña o el Gobierno Vasco, organizaciones femeninas obreras, sindicatos, partidos, etc. El resultado fue diverso y en muchos casos muy desorganizados, lo que restaba eficacia.

Destacamos al respecto la situación de las Brigadas Internacionales, que tenían enfermeras y servicios de sanidad propios. A medida que avanzaba la guerra en algunos lugares llegaron a estar militarizadas y muchas trabajaban en los hospitales de campaña de los frentes. En las memorias de Ana Pibernat, enfermera de 16 años de Gerona, relata las largas horas y terribles condiciones en las que el personal sanitario trabajaba. En 1939, en un hospital de campaña del frente del Ebro, en el que las instalaciones insalubres provocaron una epidemia de tifus, que amenazaba a los heridos y personal más que las heridas o los bombardeos.

La situación de las enfermeras en la zona Nacional
En esta parte del conflicto, dado que el catolicismo y la Iglesia eran partidarios de su ideología contribuyó a que la mayoría de la atención hospitalaria enfermera que estaba en manos de religiosos, pudieran seguir contando con ellos, incluso, la mayor parte de los religiosos que eran antirrepublicanos, abandonaron las instituciones del territorio de la república y vinieron a incrementar el contingente de enfermeras y enfermeros religiosos. Aún así, se organizó la formación de nuevas enfermeras y sobretodo, se hizo un riguroso sistema de acceso y de control de las mismas. La situación de la sociedad antes del conflicto, con cierto grado de emancipación de la mujer, fue interrumpida de forma brusca y se impuso la vuelta al papel tradicional de ama de casa y madre.

Las enfermeras en las memorias de los soldados
En las dos memorias de soldados que hacen alusión a las enfermeras, la atención hospitalaria se describe de forma general.

Los cuidados del hospital eran adecuados, bueno el tratamiento, abundante y excelente la comida, pero las oportunidades de descansar escasas. Peter Kemp se encuentra con Pip Scott-Ellis en Zaragoza y relata así su encuentro: Allí conocí a una muchacha inglesa, Pip Scott-Ellis, que servía como enfermera en el ejército nacionalista desde el otoño anterior. Había llegado a España sin conocer el idioma, aprobó en español los exámenes de la Cruz Roja a los pocos meses de su llegada y trabajó en varios hospitales de campaña durante la batalla de Teruel y la ofensiva del sur del Ebro, durante la cual fue adscrita al Cuerpo del Ejército Marroquí. Con una amiga española, Consuelo Montemar, sirvió en el hospital de Escatrón, bajo fuerte fuego de la artillería enemiga que disparaba desde la otra margen del Ebro. Ambas muchachas habían sido propuestas para la Medalla Militar, por su comportamiento durante esos bombardeos.

Peter es de nuevo herido en Lérida, operado en el hospital de sangre y trasladado a Zaragoza. Recuerda a los cirujanos que le operaron y describe así a la enfermera que le cuidaba: temía la llegada de las curas por la mañana, generalmente, me desmayaba. Sin embargo, fui afortunado con la enfermera que cuidaba de mí, verdadero ángel de habilidad y bondad, que parecía no dormir jamás, pues sin que importara la hora del día o de la noche que la llamara, acudía rápidamente a mi lado.

Es trasladado a San Sebastián y recuerda: Las enfermeras eran encantadoras jóvenes a quienes antes de la guerra, sus familias no hubiesen permitido salir solas. El efecto de su encanto y belleza en nuestra moral, compensaba las deficiencias que pudiera haber en sus conocimientos y habilidades.

También recoge la asistencia de las monjas de las cuales dice: la vigilancia del Hospital General Mola estaba en manos de monjas, almas piadosas y buenas, cuya indiferencia ante los principios de asepsia casi enloquecía a Sheean. Tenían la irritante costumbre de despertarme a medianoche, poco después de quedarme dormido, para preguntarme si quería café.

José Llordés Badía nuestro otro soldado, también fue herido, esta vez en el frente de Madrid. Relata su traslado hasta el lugar habilitado como hospital que era ni más ni menos que el edificio del casino de Cáceres. También recoge la presencia de las enfermeras, decía que las enfermeras eran simpáticas y cariñosas. El primer día antes de que llegasen los médicos trajeron jarros de agua con palangana, jabón y toalla y nos fueron lavando las manos y la cara para que estuviéramos un poco más presentables. Los médicos no se andaban con contemplaciones y tiraban de los vendajes y esparadrapo con brusquedad. En días sucesivos preferíamos que antes de que llegaran nos los quitaran las enfermeras que lo hacían con calma y suavidad. Después de seis días de curas y tratamiento fue trasladado a Salamanca (Vitigudino) al hospital habilitado en el antiguo Colegio del Pilar de Las Hermanas de la Caridad. El personal era el médico del pueblo, dos practicantes y dos enfermeras por cada sala, chicas del pueblo voluntarias.

Sor Micaela era la más adecuada para proveer la intendencia del hospital, estaba hecha a propósito para estas cosas y siempre sacaba algo de manera que nunca faltaba comida para los heridos. Como podemos apreciar en estos relatos por parte de los heridos se valoraba, en primer lugar, las cualidades humanas de las enfermeras, su cariño y dedicación. Se entendía que también tenían una misión de compañía y de alegrar a los heridos con su sola presencia. Y destaca su dulzura, su alegría, su suavidad, cualidades muy femeninas. Llordés en su relato describe muchachas acogedoras y que cuidan de los heridos, los acompañan en el hospital, les invitan a su casa, como si de sus hermanas se tratara.

Este estereotipo de mujer será el que se consolide y la enfermera será la mejor representante del mismo. Su figura se utilizará con gran profusión en la propaganda y en la postguerra contribuirá al nuevo estereotipo de mujer ideal. Lejos de las aspiraciones de las mujeres republicanas que defendían una mujer libre e igual al hombre en educación, derechos y obligaciones. Durante el franquismo se impuso respecto a la mujer, una amnesia colectiva en lo referente a los logros femeninos en la segunda república. La mujer pierde el espacio público y vuelve al ámbito privado del mundo doméstico y dramáticamente es la que más contribuye a la perpetuación de su subordinación.

La propaganda franquista en su desacreditación del régimen anterior hizo hincapié en la situación de la mujer, afirmando que el feminismo y las demandas de igualdad de la mujer le habían llevado a la corrupción de la misma y al rechazo de su misión biológica natural que era el ser madres, siendo la emancipación femenina un signo de decadencia moral.
FOTO 010 Hermanas de la Consolación

BIBLIOGRAFÍA
Los Médicos y la Medicina en la Guerra Civil Española. Monografías Beecham. Madrid M-9868 – 1986. Entrevista con Doña Mercedes Milá Nolla

Dispensario para pobres de Santa Isabel. Gratuito para los pobres de San Sebastián. Fundado en 1909. Manuel Solórzano Sánchez. Julio 2002

Las enfermeras en la Guerra Civil española. Autoras: María Francisca Casas Martínez y María Teresa Miralles Sangro. Enfermeras. Profesoras de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia de la Universidad de Alcalá, Madrid.

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
*
* Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez **
** Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net

sábado, 15 de enero de 2011

Orígenes y Desarrollo de la Sanidad en Lanzarote hasta finales del siglo XIX

La Doctora en Enfermería María Luz Fika Hernando de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Trabaja en la Facultad de Ciencias de la Salud en el Departamento de Enfermería, leyó su Tesis Doctoral el 23 de Octubre de 2010 en el Palacio Spínola de la Villa de Teguise en Lanzarote. Los Directores de su Tesis fueron la Catedrática Benedicta Ojeda Pérez y el Doctor Pedro Antonio Moreno Ramis.
FOTO 001 María Luz Fika Hernando

El Tribunal que le dio la máxima calificación de “Sobresaliente Cum Laude”, estaba formado por el Presidente Catedrático Pedro Betancor León, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. La Secretaria fue la Catedrática María del Pilar Laínez Sevillano, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Los Vocales fueron: el Doctor Domingo de Guzmán Pérez, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. La Doctora Ángeles García Carpintero de la Universidad de Sevilla y el Doctor Jesús López Ortega de la Universidad de Jaén.
FOTO 002 Tribunal

La realización de esta investigación viene dada porque no conocemos ningún trabajo específico sobre el período objeto de estudio y porque pensamos que tiene un especial interés para ayudarnos a conocer la realidad sanitaria de Lanzarote.

Los objetivos que nos planteamos tratan de analizar la estructura socioeconómica, la actitud social frente a la salud o la enfermedad y la relación clase social/enfermedad, así como profundizar en el conocimiento de la formación de las personas que atendían a los enfermos y analizar las condiciones sociales e higiénico-sanitarias. También, conocer las luchas que contra la enfermedad y para su prevención realizaron hombres e instituciones y analizar los comportamientos y actitudes de los profesionales sanitarios y su nivel de implicación social, entre otros, partiendo de los siguientes supuestos y/o hipótesis:

Las Actas Municipales son una fuente fiable para el conocimiento de la actividad institucional frente a la enfermedad y a la salud.
Los libros parroquiales son fuentes complementarias para el estudio de la historia sanitaria.
FOTO 003 María Luz Fika Hernando leyendo la Tesis

Los datos aportados por los viajeros ingleses de los siglos XVIII y XIX son fuentes relevantes desde el punto de vista sanitario.
Los Ayuntamientos disponían de recursos suficientes y de capacidad de actuación para velar por la salud pública.
Las autoridades locales se postulaban de forma condicionada ente los problemas sanitarios por intereses particulares o rechazo social implícito en sus decisiones.
Los médicos realizaban una labor asistencial adecuada.
Los restantes profesionales sanitarios desempeñaron un papel activo ante la enfermedad.
La capitalidad provincial e insular confería ventajas en la lucha contra las enfermedades.
Los intereses particulares de determinados grupos sociales influían en las decisiones a adoptar en materia de desarrollo sanitario.
Los hospitales y profesionales sanitarios existentes fueron insuficientes para alojar y atender a los enfermos.
FOTO 004 Hospital de San Martín. Cilla de diezmos y primicias

La lucha contra las enfermedades se caracterizó por el abandono de las clases dominantes y el arraigo de factores socio-culturales.
La escasez de recursos y las condiciones higiénicas influyen en los índices de mortalidad, así como las llamadas crisis demográficas debidas a las hambrunas.
La metodología está basada en el estudio de los catálogos de los Archivos Históricos Municipales de la Villa de Teguise y del Puerto del Arrecife, en una revisión bibliográfica para conocer lo que se había escrito sobre el tema, en el análisis de los legajos, Actas y manuscritos de los ayuntamientos de Teguise y Arrecife, en la prensa insular de la época y en los Archivos parroquiales de la iglesia de San Ginés y de la Sociedad democracia, ambos en Arrecife.

La tesis está estructura en una aproximación historiográfica donde se comentan las enfermedades más frecuentes entre los aborígenes, se realiza un recorrido por la medicina en el Archipiélago para conocer su situación sanitaria y poder compararla con la de la isla de Lanzarote, para finalizar con un análisis sobre la influencia o no de la insularidad en las enfermedades.

En otro apartado, se estudia el marco histórico que comprende la demografía, la economía y la política e instituciones durante el período estudiado, para conocer los influjos de la conquista y los movimientos migratorios.

El grueso de la tesis viene dado por el capítulo dedicado a la sanidad en Lanzarote hasta finales del siglo XIX, donde se estudian las diferentes epidemias, el hacer de los curanderos y las santiguadoras, la presencia de los barberos sangradores, sobre todo en el siglo XVI, las instituciones sanitarias, los registros de cirujanos y parteras, las medidas preventivas entre la población insular, la inoculación para prevenir la viruela que precede a la campaña de Balmis, las enfermedades más frecuentes, el control de las tenerías y bodegas y también el del intrusismo profesional, la evolución de las boticas, etc. Todo ello sin olvidar el agua, elemento del que los lanzaroteños han elaborado toda una cultura o los partos tan peculiares con sus “velas de paridas”. Toda una sanidad orientada a la familia hasta bien avanzado el siglo XX.

Como aportaciones de interés destacamos el rescate de la figura de un barbero sangrador en 1529, al servicio de Sancho de Herrera. Haber encontrado el término enfermera en la persona de Catalina Rodríguez (1782), el descubrimiento de una patente de sanidad o boleto de salud que se exigía a los barcos para poder atracar en el puerto y el descubrimiento de mingitorios situados en el zaguán de entrada en algunas casonas de la Villa de Teguise, cuyos dueños permitían que algunos ciudadanos miccionasen en ellos, haciendo, de este modo, alarde de su estatus social.

Una historia marcada por las epidemias, la falta de higiene, las plagas, las hambrunas, la miseria y las migraciones.

Cada vez son más frecuentes los estudios dedicados a cuestiones sanitarias en ámbitos reducidos, si bien es cierto que, aunque escasos, nunca han faltado investigaciones sobre alguna institución o persona en particular. Siendo más numerosas las investigaciones sobre demografía, epidemias o mapas histórico-sanitarios. A pesar de su evidente interés, son pocas las localidades españolas que cuentan con investigaciones al respecto. Este es el caso de la villa guipuzcoana de Rentería, trabajo realizado por Izaguirre Urquiola sobre demografía, prevención de enfermedad, profesionales sanitarios, hospitales y medicina popular desde 1517 a 1936. Resaltar también el trabajo de Crehuet Gandiaga sobre el modo en que la localidad de Ordizia se enfrentó a la enfermedad, la asistencia profesional y las medidas preventivas. Tenemos constancia de algunas publicaciones relacionadas con las instituciones sanitarias en la Villa de Teguise como la obra de Bosch Millares sobre el Hospital del Espíritu Santo.

Respecto a los profesionales de la salud que ejercieron en Lanzarote o en la Villa de Teguise, dado que constituyen el principal objeto de nuestro estudio, cabe señalar también, que la bibliografía no es muy abundante. La Villa de Teguise perdió la capitalidad de la isla en 1852 y, por esta razón, documentos de toda índole fueron trasladados al Puerto del Arrecife, actual capital de la isla, extraviándose muchos de ellos en el interín. Podemos citar por su valía, la obra del médico y polígrafo grancanario, referente para todos los especialistas hasta hoy en día, Bosch Millares.

También, nos parece interesante la documentación aportada por José Javier Viñes Rueda, sobre la sanidad española en el último tercio del siglo XIX a través de la Junta de Sanidad de Navarra, ya que arroja datos relevantes sobre las medidas adoptadas por los responsables de la sanidad ante las enfermedades infecciosas y respuestas sanitarias sobre situaciones excepcionales, como la epidemia de cólera en Pamplona en 1885. Tratando de comprender lo que pensaron e hicieron por sus semejantes cuantos nos precedieron, con mayor mérito que nosotros, al no disponer de los recursos científicos, de la información y medios económicos, que hoy en día ha puesto en nuestras manos la sociedad, a través de la actual sanidad.
FOTO 005 Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe y la Ermita de la Vera Cruz

Algunos manuscritos localizados en el Archivo Histórico Municipal de este municipio, relatan los desvelos tenaces de Gaspar Rodríguez Carrasco por los pretéritos hospitales de Teguise, tal y como se desprende del documento dirigido al Secretario del Ayuntamiento de la Villa de Teguise, fechado el 15 de agosto de 1736, en el que podemos leer:
El Capitán Gáspar Rodríguez Carrasco, vecino de esta Isla, ante Vs. Digo: que por la infinita misericordia de Dios hallándome con razonables medios que ha sido servido darme su Divina Majestad, sin herederos forzosos, me ha dado también animo y intencion de corresponder agradecido a sus beneficios; y atendiendo y considerando los muchos trabajos que padecen los pobres en sus enfermedades y que si por los tiempos suelen muchas veces padecerla estrema por la falta de cirujano, y medico y botica, por no haber lo referido en esta Isla como es notorio à Vs., me he aplicado a fabricar Templo y casa y hospital contando lo necesario y conducir Religiosos de la orden de San Juan de Dios de la Provincia de Andalucia para que la tengan y administren en conformidad de su instituto de curacion y à cuidar a los pobres enfermos recogiendolos en su hospital para su curacion, que tambien redundara en procomun de los demas vecinos de esta Isla habiendo en ella botica y personas inteligentes; y para ello necesito del consentimiento y informe de Vs.
Para obtener licencia Real que debe preceder en semejantes fundaciones y obras de piedad
.

En lo relativo a los manuscritos, hemos encontrado datos interesantes sobre el Hospital del Espíritu Santo, primer hospital de la isla de Lanzarote, ubicado en la Villa de Teguise, referente a la dotación para su mantenimiento, rentas, número de camas y sobre alguna de sus cuidadoras. También consideramos relevante la localización de datos sobre la Cuna de Niños Expósitos (1780), anexa al mencionado hospital, para niños de ambos sexos que eran recogidos y dados a criar en casas particulares.

Hemos investigado, también otras fuentes municipales, custodiadas en el Archivo Histórico Municipal del Puerto del Arrecife. En concreto, los legajos que hacen referencia a la asistencia médica de los enfermos pobres de 1874 y 1894 y los correspondientes a las convocatorias municipales para practicantes y matronas, aunque éstos ya pertenecen al comienzo del siglo XX.

La prensa insular del siglo XIX, como El Crisol, Crónica de Lanzarote, El Horizonte o La Legalidad, también han constituido un material sugerente para este estudio.
Igualmente, hemos considerado relevantes algunos de los artículos publicados en la prensa regional como Las Canarias (editado en Madrid), La Lealtad Canaria o El Progreso, que nos ayudado a conocer la realidad isleña del pasado.
Otras fuentes documentales que han sido cruciales para nuestra tesis las hemos encontrado en el Archivo Parroquial de San Ginés y en el Archivo de la Sociedad Democracia, ambos en Arrecife.

En el tercer capítulo acoge un estudio de la sanidad lanzaroteña hasta finales del siglo XIX, donde se presentan las instituciones responsables de la salud pública, el marco legal bajo el cual funcionaban, la práctica médica, el funcionamiento de los ayuntamientos, las Juntas de Sanidad y los hospitales, así como las actividades de otros profesionales sanitarios, sin olvidar mencionar la importancia del agua en una isla en la que se ha desarrollado una cultura en torno a este elemento.

Otro apartado lo constituye el Hospital del Espíritu Santo por haber sido el primer hospital de la isla de Lanzarote, junto a los curanderos y santiguadoras, medicina popular, muy arraigada entre la población y que hoy en día continua perviviendo junto a la medicina tradicional. Tampoco nos hemos querido olvidar de dar a conocer la existencia de los mingitorios establecidos en el zaguán de algunas casas de la Villa de Teguise y que en cierto modo colaboraron a la higiene pública al permitir que algunos ciudadanos los utilizasen para miccionar.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna también requiere una especial atención porque además de cubrirse sus objetivos en Canarias, las islas permitieron a Balmis, por un lado, comprobar que su proyecto de vacunación era posible y, por el otro, adquirir una experiencia que le sería muy útil para afrontar los sucesivos problemas que se le irían presentando a lo largo de su periplo, independientemente de ser considerada la gesta científica y sanitaria más importante de la época colonial. La farmacia de Francisco Matallana merece una dedicación por ser la única que continua funcionando en la actualidad y el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores por haber sido la única institución con cierta estabilidad en su funcionamiento y como precursor del Hospital Insular.
FOTO 006 Convento de San Francisco y Lorenzo Cabrera

Gracias al estudio de los restos óseos, los científicos han podido confirmar que las enfermedades más frecuentes en las poblaciones prehispánicas de Canarias fueron las de tipo traumático, observadas, fundamentalmente, en los cráneos y en los huesos de las extremidades. Estas fracturas se producían por los golpes recibidos durante la lucha armada o por las caídas sufridas en los peligrosos desplazamientos a través de los escarpados riscos, muy habituales en aquellas sociedades de tipo pastoril. En ambos casos, el grado de cicatrización ósea de las fracturas nos indica si el sujeto murió en el acto o sobrevivió más o menos tiempo tras el golpe. Los huesos de nuestros antepasados también presentan síntomas de ciertas enfermedades de origen interno o infeccioso. Es el caso del reumatismo articular, antiguamente conocido con el nombre de artritis. Igualmente, se han encontrado casos de osteoartritis crónica y de tumores óseos, visibles en algunos de los cráneos estudiados, así como determinadas malformaciones en la zona de las primeras vértebras o en los huesos de la nariz.

Otra enfermedad infecciosa con sintomatología ósea es la fiebre de Malta, transmitida por las cabras. Teniendo en cuenta el habitual uso que los antiguos isleños hacían de los productos derivados de estos animales, era previsible encontrar señales de este mal entre los esqueletos analizados. Pero nada más lejos de la realidad: los científicos no han hallado ningún rastro de la enfermedad, con lo que no se puede confirmar que la fiebre de Malta formara parte de las patologías padecidas en las antiguas sociedades amazighes del Archipiélago.

Las comunidades amazighes, extendidas por una gran parte de la mitad septentrional del continente africano, han confiado la transmisión de su lengua y su cultura a la comunicación esencialmente oral. La Gaceta de Canarias, 27 de mayo de 2001. Tradicionalmente se viene usando el vocablo «beréber», derivado de la denominación que los árabes dieron a los indígenas norteafricanos, pero ellos se llaman a sí mismos «imazighen» (en singular «amazigh»).

De la misma manera se afirma que los primitivos habitantes de las Islas Canarias no padecieron ni conocieron la lepra. Respecto a la sífilis, no se han hallado en los 39 cráneos existentes en el Museo Canario, lesiones de osteítis gomosa. De la descripción que las fuentes documentales hacen de las guatatiboas (comidas colectivas y festivas), puede deducirse que los antiguos habitantes de Canarias debieron padecer dolores de estómago, diarreas y estreñimiento, alteraciones del aparato digestivo producidas por las transgresiones en el régimen alimenticio.

Pero, sin lugar a dudas, la patología infecciosa mejor documentada en las fuentes es la modorra o pestilencia, enfermedad epidémica sufrida por los antiguos isleños durante la conquista. Dicho mal causó un gran número de bajas entre la población isleña, condicionando la defensa de alguna de las islas. Fray Alonso de Espinosa (1594) describe en su Historia uno de esos episodios, acontecido durante la conquista de Tenerife:
… En este tiempo, por el año de mil y cuatrocientos y noventa y cuatro, ahora fuese por la permisión divina, [...], ahora fuese que los aires, por el corrompimiento de los cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se hubiesen corrompido e inficionado, vino una grande pestilencia, de que casi todos se morían, y ésta era mayor en el reino de Tegueste, Tacoronte y Taoro, aunque también andaba encarnizada y encendida en los demás reinos...

Los síntomas de la modorra eran la fiebre y la letargia. En algunos casos, el enfermo también presentaba ciertas complicaciones del aparato respiratorio, que le conducían, incluso si llegaba a sobrevivir, hacia un estado de abatimiento general. Y, aunque su contagio se atribuía a la corrupción del aire provocada por los cuerpos insepultos de los guerreros caídos durante los combates, cuyos efectos se agudizarían en las épocas más húmedas y frías, cabe suponer que el envenenamiento deliberado de los pozos de agua por parte de los colonizadores tuvo también algo que ver.

Entre tanto ¿en qué estado se desarrollaba la medicina en Gran Canaria? Pocos han sido los datos que se pueden aportar dados los escasos antecedentes que se han recogido de los legajos y documentos históricos, pues enfrascadas las tropas españolas en lograr la pacificación y sumisión de los aborígenes a los reyes Católicos, todo el interés de la nación radicó en el reparto de las tierras, legislación civil y militar, y en las disposiciones emanadas tendentes a lograr la normalización de la vida isleña. Sin embargo se ha de señalar que las únicas prácticas de la medicina fueron la creación de dos hospitales, uno en Las Palmas de Gran Canaria y otro en Telde, llamados Hospital de San Martín (fundado por Martín González de Navarro), y el de Curación de la Ciudad de Telde, fundado por Inés Chemida Chamovita.

El hospital, en sus comienzos, tuvo que sostenerse con los recursos económicos que le prestara su dueño. Sin embargo, los bienes legados por su fundador no bastaron para equilibrar el gasto inherente a la buena marcha administrativa, por cuya razón no faltaron beneméritos ciudadanos que en todo momento ayudaron con sus recursos materiales. En el siglo XVI aparece un nuevo establecimiento benéfico con el nombre de Hospital de San Lázaro, situado en los Arenales de Santa Catalina, dedicado al cuidado de leprosos, gafos y de otras enfermedades contagiosas. Durante este siglo, en el Hospital de San Martín comenzaron a prestar servicio los primeros médicos y cirujanos. Los mencionados hospitales continúan funcionando a lo largo del siglo XVIII y XIX, fundándose en 1786 el Hospital o Casa de Misericordia, llamado también de María Magdalena, para albergar a inválidos, enfermos y huérfanos.
FOTO 007 Escudo original Hospital del Espíritu Santo y José Ninot

El espíritu ilustrado del siglo XVIII constituye uno de los más importantes puntos de arranque para la transformación de la Medicina. Uno de los ejemplos más significativos viene representado, sin lugar a dudas, por la organización y ejecución de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1806), auspiciada por la Corona española, en la persona de Carlos IV. Su objetivo principal y prioritario fue difundir y expandir el uso y los beneficios de la vacunación antivariólica en todos los dominios de la Corona, lo que podemos considerar el primer hecho histórico de carácter médico ocurrido en Canarias durante los primeros años del siglo XIX. La estancia de la Expedición de Balmis en Canarias no fue una mera etapa-prólogo. Todo lo contrario, se trató del primer banco de pruebas de la expedición. En Canarias, Balmis pudo ver con sus propios ojos que la difusión de la vacuna funcionó y todo lo que orquestó y organizó al respecto en nuestro Archipiélago, era extrapolable al resto de las Españas.

Isabel Cendala y Gómez. Primera Enfermera de Salud Pública de México. Publicado el domingo día 16 de mayo de 2010
http://enfeps.blogspot.com/2010/05/isabel-cendala-y-gomez-primera.html

A pesar de los importantes avances que se produjeron en la medicina y en la salud pública en los siglos XVIII y XIX, las condiciones de vida impactaron sobre el desarrollo de enfermedades infectocontagiosas aumentando el número de casos de muerte por tuberculosis, gastroenteritis, fiebre amarilla, cólera, etc. Sin embargo, la floreciente industria no podía prescindir de la mano de obra que accionaba las fábricas y producía los bienes de consumo que la sociedad demandaba. La perplejidad de la situación no distraía a la ciencia, que ponía su máximo interés en solucionar los problemas que el avance social y tecnológico presentaba a la modernidad. En este sentido, la medicina social, la incipiente bacteriología y la gestión sanitaria son tres elementos que, desde sus propios campos y en la diversidad de sus respuestas a una idéntica problemática, intentan obtener el correspondiente contrapunto a la insalubridad de las poblaciones y a la diseminación de los agentes patógenos.
FOTO 008 El Tribunal felicitándole a María Luz Fika

Las islas Canarias han participado por igual de riesgos y adelantos de la propedéutica sanitaria. Por su lejanía geográfica de los grandes centros de acumulación humana, se pensaría que estarían a salvo de los ataques infecciosos o los brotes epidémicos. Pero, esto no es del todo cierto. La insularidad y el distanciamiento constituyeron salvaguarda durante siglos a sus habitantes; no obstante, con el desarrollo de los medios de comunicación, especialmente los marítimos, los puertos han venido a ser puntos de introducción de la enfermedad. La historia sanitaria de las islas evidencia la incapacidad de las localidades costeras, en primer lugar, para atajar los males sobrevenidos de las embarcaciones que tocan puerto. Y después, a extensión de la infección hasta los interiores de los pueblos apartados del litoral.

Un caso prototípico, ejemplo del riesgo sanitario y de la ingenua confianza del isleño en la providencia, fue el cólera morbo de 1851, que diezmó el censo del principal núcleo urbano de Gran Canaria. Pareciera que la situación en 1900 vendría a experimentar un cambio hacia mejor, sobre todo en lo concerniente a la protección higiénica del entorno y las personas, pero no puede ser pronunciada una afirmación semejante sin caer en la falsedad histórica. La gripe de 1918-1919 dejó a muchos sin opción a la reacción eficaz. Al albur de la contingencia y el voluntarismo fue como pudo eludirse un mal que no cejaba por extenderse más allá de las fronteras que le habían adjudicado.

La labor de los profesionales de la medicina canaria no desmerece a la de cualquier otro rincón del mundo civilizado. Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo de los medios a su alcance. Son dos los médicos que, a través de sus probadas cualidades y en provecho de sus conciudadanos, ejercitan la ocupación higienista: Navarro Torrens y Ruano Urquía.

Gracias María por tan magnífica Tesis Doctoral que nos abre un montón de nuevas puertas para seguir investigando en bien de la Historia de la Enfermería. Enhorabuena.

Si os queréis poner en contacto con María su correo es: mfica@denf.ulpgc.es

AGRADECIMIENTOS
A la directora del Archivo Histórico Municipal de la Villa de Teguise, María Dolores Rodríguez Cabrera por haber puesto a mi disposición todos los medios a su alcance, además de la abundante documentación que ha servido de base fundamental para la realización de este estudio. Durante las muchas horas que he compartido y departido con ella, he recibido siempre un trato más propio de una amiga que de una visitante. Todos los elogios que pudiera hacer, resultarían escasos en comparación con la realidad.

A Francisco Hernández Delgado, cronista de la Villa de Teguise, por su inestimable ayuda.
A Benchomo, director en funciones del Archivo Histórico Municipal de Arrecife por su disponibilidad.
A María Dolores Santana, bibliotecaria de la Unidad Docente de Estudios de Enfermería de Lanzarote, por su colaboración para el manejo de la bibliografía existente.
A Eduardo Núñez por sus inestimables consejos.
A mis compañeros de la Unidad Docente de Estudios de Enfermería por su constante aliento, por su comprensión y ánimos para poder llevar a cabo este trabajo.
A Benedicta y Pedro, mis directores, a quienes difícilmente pueda expresar con palabras el agradecimiento por la inmensa confianza que siempre han depositado en mí.
A Suleica, Dulce, Vanessa y Eli por su disponibilidad.

Finalmente, a mis familiares, a quienes he escatimado últimamente mi atención, aunque no mi consideración y estima. Hacer mención extraordinaria para Rafael, en quien siempre encontré una palabra de aliento. María Luz Fika Hernando.
FOTO 009 Hospital Nuestra Señora de los Dolores

AUTORES
Jesús Rubio Pilarte *
* Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com

Manuel Solórzano Sánchez **
** Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net