Reglamentación Hospitalaria y acción social con los muertos en las Prácticas conventuales de Enfermería en Buenos Aires en el Siglo XVII y XVIII
Su autora es la Licenciada y Docente en Enfermería adscrita a UBA, María Amalia Beatriz Crespo de la Federación de trabajadores de la Sanidad Argentina, Ciudad de Buenos Aires. Argentina.
Capacitación@Sanidad.org.ar y Churi052@hotmail.com
FOTO 001 María Amalia Beatriz Crespo
Resumen
El estudio bibliográfico de las Órdenes Religiosas que se dedicaron al cuidado de Enfermería comenzaron con el cristianismo y se extendieron durante los siglos con la atención al pobre enfermo desposeído y la acción social ejercida en la tarea de darle sepultura decente a los muertos, acción que fue ejercida por la Hermandad de la Santa Caridad tarea que comenzó en Sevilla y llevaron al Río de la Pata, “Los Betlemitas” con su fundador Pedro de San José Betancourt desde Guatemala se extiende con la creación de los hospitales. Dando los primeros pasos en la enfermería organizada con sus reglamentaciones en Buenos Aires del siglo XVII y XVIII todas ellas han aportado los fundamentos a la disciplina en los diferentes cuidados que se pueden observar hasta la actualidad.
Introducción
La documentación estudiada nos permite conocer los cuidados conventuales implementados por las órdenes religiosas que llegaron a Buenos Aires en los siglos XVII y XVIII aplicadas en la atención hospitalaria y el comportamiento social frente a la muerte desde el momento que ocurría y sus formas de sepultura; nos muestran los procedimientos sociales ordenados por los decretos eclesiásticos, de aquel momento.
El Hospital San Martín de Tour en honor al patrono de la ciudad y posteriormente de Copacabana que desde su planificación en el casco de la ciudad de Buenos Aires no cumplía su función para la que fue construido. Pero después de prácticamente dos siglos el hospital cumple con la misión de atender a los enfermos y estar a disposición de quienes lo necesitan con la autorización del Cabildo, la Orden de los Betlemitas se hace cargo en 1747.
Posteriormente la Hermandad de la Santa Caridad es convocada a Buenos Aires en la difícil tarea de dar sepultura a los muertos que aumentaban por las epidemias que aparecieron en diferentes periodos y no encontraban un entierro decente dependiendo de su condición social, que solos los apellidos destacados tenían lugar en las iglesias. El sistema conceptual, enunciados en las reglamentaciones hospitalarias y su aplicación se pueden analizar cada una de las acciones y su importancia en el desarrollo de la disciplina y las diferentes teorías aplicadas aunque no reconocidas con sus enunciados actuales. La expansión de sus tareas dedicadas a la enfermería de estas congregaciones cada uno en su especialidad nos da una idea de la evolución y actualidad de su vigencia con la precariedad y las dificultades del momento.
FOTO 002 Estandarte de la Hermandad de la Santa Caridad. Mariana de Austria
La Fundación de Buenos Aires y su realidad en los cuidados de sus pobladores
Los españoles que llegaron al Virreinato del Río de la Plata a través del océano atlántico luchando con las desventuras que se encontraban en cada expedición que emprendían. El historiador Ulrico Schmidl primer cronista de la ciudad de Buenos Aires nos confirma las dificultades de obtener alimentos y atender a los enfermos; en sus crónicas relata las padecidas vividas en Buenos Aires en la época del Virreinato del Río de la Plata. Unido a la expedición de Pedro de Mendoza, experto arcabucero defendiéndose de los indígenas cuando estos sitiaron Buenos Aires, logrando salvar su vida.
Se traslada a Asunción del Paraguay y posteriormente regresando a Alemania desde donde escribe sus crónicas tituladas “Derroteros y Viajes a España de las Indias”, siendo objeto de varias ediciones en alemán y luego en latín dándonos idea de mapas e ilustraciones del lugar.
FOTO 003 Fundación de Buenos Aires. Juan de Garay
Buenos Aires después de la primera Fundación en 1534 por Pedro de Mendoza y los que lo acompañaron sufrieron los enfrentamientos y las hostilidades de los indios que produjeron un incendio obligando a abandonar el lugar. Desde 1552 nuevamente el Rey elige a Irala para gobernador del Virreinato del Río de la Plata y por considerar que Buenos Aires, era un lugar de tránsito y de apoyo a las naves que venían de España. En 1580 se hace cargo Juan de Garay, por segunda vez de la fundación siendo la primera traza de la ciudad realizada por él mismo en un pergamino de cuero. En ella acuerda que la manzana 36 de las 250 fuera destinada al Hospital San Martín.
La ciudad estaba en una meseta que hoy seria la “Casa Rosada” y en la zona más alta ya que existían zonas bajas como la boca Barracas y zanjones que servían de límites naturales correspondiendo a la calle Chile en la actualidad San Telmo. En la recopilación de leyes de los Reinos de indias nos dan la orientación e indicación para la fundación de los hospitales en América.
“Ley I (Fuenzalida a 7 de octubre 1541c). Que funde hospitales en todos los pueblos de España e indios. “Encargamos y mandamos a nuestros Virreyes Audiencias y Gobernadores, que con especial cuidado provean, que en todos los pueblos de españoles e indios de provincias y jurisdicciones, se funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos y se exercite la caridad cristiana”.
“Ley II (Felipe II 13 de julio de 1573). Para pobres enfermos de enfermedades que sean contagiosas. Quando se fundare o poblare alguna cuidad villa o lugar se ponga a hospitales para pobres enfermos de enfermedades que sean contagiosas, junto a la iglesia y por claustros de ellas y para los enfermos de enfermedades contagiosas en lugares levantados, y para que ningún viento dañoso pasando por los hospitales, vaya herir en las poblaciones. Las leyes establecidas por las Indias se cumplían desde México hacia el Sur”.
La salud y la enfermedad en el puerto de Buenos Aires
La salud era una asignatura pendiente por las dificultades de quienes se podían ocupar de ellas, la falta de médicos no permanentemente y de “Mayordomos enfermeros” que eran inexpertos, y el hospital que no reunía las condiciones para albergar a los necesitados. Los enfermos de la ciudad se atendían en sus domicilios y la asistencia médica se manejaba con prescripciones; como purgas, sudaciones y paños calientes.
A los enfermos se le recetaban las dietas como “candeales y caldo de gallinas” para fortalecer en la convalecencia. Aplicando supersticiones y oraciones que permitieran acompañar en el momento de desesperanza con medicación natural. La asistencia médica en 1605 ofrecida por Manuel Álvarez “Medico Zurujano”, Ofreció su servicio por un salario anual, al querer ausentarse de la ciudad y al no tener su salario desapareció. Se le solicitó a Francisco Bernardo Jijon médico residente de la ciudad que se hiciera cargo pero se encontró con dificultades de competencia del Frayle y de los curanderos de ese momento. En todos los intentos que se hicieron por contar con un hospital que tuviera médico y Mayordomo Enfermero que pudiera aplicar los procedimientos que para la atención de los enfermos que llegaban con diferentes dolencias. Corría el año 1622, el regidor Juan Bautista Ángel propuso encargar a Díaz Carlos que regresaba de Sevilla para que trajese “en la primera ocasión un médico y boticario, y las medicinas necesarias solicitando para ellos, y en nombre del cabildo de su majestad y sus ministerios las licencias necesarias”. Corría el año 1621 y el Capitán Matías Prados en un informe remitido a la corona de España el 5 de julio de 1621 le expresaba:
“la epidemia de verguela y tabardillo que comenzó entre los negros pasa a los indios y niños (…) y de veinte días a esta parte ha sido muy grande el daño que ha hecho pues han muerto en esta ciudad de todo género de personas más de setecientos (…)”, 1939; El mismo año se manifiesta que pedir el remedio de sus trabajos de que a resultado donde se a jecho conocido mexoria (…)”. Comienzan medidas de aislamientos. Se leyó una proclama del gobernador donde expresa:
“(…) manda a todas las personas sacadores de negros y otros que lo tuviesen que ubiesen venido de mar a fuera lo pusiesen en las ultimas casas de pueblo y no abiendolas se sacasen del y se pusiesen en toldos de cueros por causa de la peste con las demás causas y rasones que por el parece (…)”. Se dispusieron rezos por considerar que había finalizado la peste. Frente a las epidemias y las dificultades que se presentaban en la ciudad los pobladores vieron la necesidad de aplicar los cuidados espirituales tomando como Santo a San Roque, los miembros del cabildo le proponen al gobernador, Diego de Góngora que:
(…) combiene mucho ocurryr Señor por el remedio de el humano pan de todo tomando por yntersesor y abogado algún santo para que ynterseda con nuestro señor se sirba da aplacar la justoa yra de Dios y castigo de peste que al presente esta padesiendo la siudad y porque San Roque glorioso es abogado de ella y muchas siudades de España le tienen jecha ermita donde con piedad y debosión acuden a pedir el remedio de sus trabajos de resultados donde se a jecho conosida mexoria (…). El aislamiento de los pobladores especialmente Negros y todos los navegantes, sacerdotes que llegaban a la ciudad, (...) manda a todas las personas sacadores de negros y otras que los tuviesen que ubiesen benidos de mar a fuera los pudiesen en las ultimas casas del pueblo y no abiendolas se sacasen del se pusiesen en toldos de cueros por causa de la peste con las demas causas y rasones que por el parese (…). El 15 de septiembre de 1670 se presenta nuevamente la enfermedad. Tratose en este cavildo, como la ciudad se halla con contagio y peste y que así es necesario, que se ocurra a pedir a dios por medio de su santísima madre alse la mano de justicia y perdonando las culpas deste pueblo y bpara el efecto se escogido para meianera y auxilio a nuestra Señora del Rosario (…). Epidemia de las Viruelas en el año 1694, nuevamente observamos que el frente a los padecimientos busca aliviar su enfermedad en las curaciones espirituales.
El cabildo deja constancia de “como se esta experimentando en todos los vecinos y moradores de esta Ciudad. El Rigor de la Peste que de pocos días a esta partte se alla afligida (...). Estos relatos textuales de los archivos nos ubican en la situación de precariedad y de las escasas posibilidades de atención dan a conocer los esfuerzos por la conservación de la salud y de la población.
Las diferentes epidemias que se tuvieron que enfrentar más el aumento de la población por la llegada de militares se encontraron con un hospital en estado ruinoso no pudiendo solucionar el problema que en ese momento se presentaba según Schiaffino en este relato que transcribimos nos recrea la realidad del momento.
“La llegada de ese fuerte contingente de tropas, a mediados de 1702 con las dolencias propias de la navegación de la época y al abandono de la asistencia de los militares que encontró el celoso jefe en su nuevo dominio hicieron que de inmediato apoyase con toda autoridad la real disposición reprochando al cabildo el haber tomado una resolución sin la aprobación de la corte calificando de atentado el cambio de destino del hospital y reservándose el derecho de proceder en consonancia. Le comunicaba al mismo su resolución de deshacer lo acordado de inmediato “por lo inexcusable que para todos los tiempos el hospital en la ciudad y mucho más en él presente, por el muy crecido numero de soldados de la guarnición que se hallaban enfermos por haber llegado de viajes con sus enfermedades como por haber otros con la novedad de la llegada y temperamento haber adquirido dolencias que por no haber hospital se ha visto precisado a repartirlos en las casas de los vecinos y concurriendo con estos que el médico y el cirujano no pueden asistir a los enfermos con la prontitud que se debe por la gran distancia que hay de dichas casas a otras “añadiendo que esos inconvenientes se agravarían con las llegadas de la estación de las lluvias (eran el 14 de agosto) por lo que ordenaba que desocupara de inmediato para que al día siguiente pudieran trasladarse a los enfermos”.
“Puede considerarse, pues al gobernador Gálvez Inclán como el fundador del Hospital San Martín en la segunda época quien logro habilitarlo con el nudo gordiano de las trabas administrativas con que se había paralizado hasta entonces las obras y dándole los estatutos de su definitiva organización. “Pero a pesar de las dificultades los cuidados eran precarios. El Hospital siguió funcionando bajo el gobierno de Bruno Zabala quien acepto la propuesta del Cabildo que sugirió el alférez Real Gonzales Marian, la idea de entregarle el Hospital de San Martín a los Betlemitas. (AGN, Acuerdo del extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie II, tomo V pago 576-679), manifestando las ventajas para la ciudad, que lo tuvieran especialistas del cuidado ya que su “ejercicio era curar enfermos con boticas y obreros médicos”.
FOTO 004 Póster Presentado al Congreso de Historia de la Enfermería. Barcelona
Orden Betlemita y sus reglamentaciones
Su Fundador
Hermano Pedro de San José de Betancourt, nace en Vila flor de Tenerife el 21 de marzo de 1626, hijo de pastores agricultores, educado cristianamente y a los 23 años llegó a Guatemala después de haber partido hacía dos años de Tenerife. Creo hospitales y cárceles, de pobres inmigrantes y vagabundos blancos, negros y mestizos. Construyó un oratorio y una Escuela de Enfermería, una posada para sacerdotes, que lleva el nombre de Obra de Belén recordando la primera posada de Jesús. Creó reglamentos para mujeres que atendían a niños para su educación. Su Obra se desarrolló como Orden Betlemitas y los Betlemitas habían logrado un desarrollo obteniendo el reconocimiento de la Santa Sede.
El 2 de mayo de ese año llega la cédula a Guatemala, que doña Mariana de Austria, Reina Gobernadora, regente de Don Carlos II había extendido el 10 de noviembre de 1666, otorgando la autorización para la fundación del Hospital de Belén.
Con fecha de 28 de noviembre de 1747 escribe Fray José De Santa Cruz a la autoridad eclesiástica de Buenos Aires y llegaron cinco religiosos que se harían cargo del Hospital de San Martin y de Copacabana, ellos eran Fraile Agustín de Santa Cruz, Gregorio de Bethlem, Asencio de la Concepción, Baltasar del Rosario y el superior Fray Agustín de San José. “Instalados los Betlemitas en el Hospital comenzó la obra de asistencia a los enfermos con los pocos recursos de que se disponían y con el hospital que amenazando ruina”. (Dice José Luis Molinari).
En 1779 el Prior pasa una nota al Cabildo, diciendo haberse presentado al Virrey para informarle del estado ruinoso del hospital y de la necesidad de ampliación. Los cabildantes estuvieron de acuerdo con referida ampliación tanto más, cuanto que la ciudad de Buenos Aires, como capital del virreinato había aumentado sensiblemente la población. Debemos recordar que el hospital solo tenía 20 camas y no tenía ningún cuidado de mantenimiento por las dificultades presupuestarias y de personal que se hiciera cargo.
“Al Hospital concurren los enfermos de la ciudad, los de campaña, los de las tropas y navíos y los presidiarios.
La reglamentación implementada por los betlemitas, en los hospitales fundados por la Orden y los cuidados aplicados para mejorar la salud de los que lo necesitaban:
Los enfermos eran trasladados de otros hospitales o de su casa en una silla de mano.
La admisión de los convalecientes era para cualquier persona de cualquier nación, estado y condición.
Indios Negros se han de poner en Enfermería separadas.
Registrar las características individuales de los ingresados y de que hubiera limpieza en las áreas de internación.
“El enfermero anotará y escribirá en un libro destinado para ello, nombre, sobrenombre y Patria; y también el día, mes y año que entró en el hospital. Tendrá grandes cuidados en la limpieza de la enfermería, cama y demás cosas que en ella hubiera”.
FOTO 005 Hermano Pedro de San José de Betancourt
Compondrá con mucho aseo los lechos y mudará las sábanas cuantas veces pudiere y hará puntualmente todo aquello que pudiere importar por la salud de los convalecientes y su comodidad. A las dos de la tarde, irán a la enfermería a recibir las órdenes de los enfermeros y les ayudaran hacer las camas, aderezar y hacer los cuartos, lavar los utensilios para comer como los vasos; así los que sirven para la vianda, como para las medicinas y en todas y cada una de las cosas que les mandare.
El enfermero tendrá un lugar conveniente donde guarde todas las cosas medicinales y lo más necesario para el servicio de los enfermos. Además tendrá cuidado de visitar, muy a menudo dicho lugar y los cajones y vasos de cosas medicinales y ponga gran solicitud y cuidado en la conservación.
Dará parte al Hermano Mayor para que se renueve en tiempo oportuno. “Acompañara al médico cuando visite a los convalecientes, oirá con toda atención sus órdenes y las pondrá en ejecución con diligencia y no dejará levantar a dicho convaleciente sin licencia de los mismos médicos. No se permitirá que entren a la enfermería frutas ni otros manjares nocivos.
Reglamentación para los visitantes familiares de los enfermos
Deberían tener un comportamiento ordenado:
“…Tampoco permitirá que los que van a visitar a los enfermos, les den pesadumbres con el hablar muy recio, ni que mezclen en la conversación que ellos tuvieran palabras profanas...”.
FOTO 006 Mayordomo Enfermero
En el Hospital existía un jardín que funcionaba como laboratorio de plantas medicinales, que crecían en el Paraná. El estudio constante, con un frío proceso de análisis convertido las propiedades de muchas en beneficio del hombre. Los religiosos aplicaban las hierbas y plantas medicinales y las aplicaban a los enfermos, plantas que ya se conocían en Europa y otras que utilizaban los indios.
Estas y otras anotaciones encontradas en la bibliografía que se aplicaban en los otros hospitales Betlemitas donde existía un libro de curaciones y gastos. El 15 de Octubre de 1796 se abre un pliego con un expediente sobre la traslación del Hospital Betlemítico a la residencia (Para mayor comodidad del hospital, se sugiere el traslado a la residencia Colegio de Belén de los expatriados jesuitas).
Los betlemitas debían comprometerse a mantener el pequeño Hospital de Santa Catalina con cuatro frailes y una botica para los casos de urgencia y podían permanecer 3 días y luego pasar a la residencia aunque ya estaba destinado que los convalecientes, locos e incurables permanecieran ahí y los presos enfermos, que necesitaban custodia; esta división surge de las dificultades que se presentaban de acuerdo a los relatos anteriores de las enfermedades contagiosas como los moribundos, los del mal gálico (sífilis ) y los presos “que yendo éstos por causa de la fuga con grillos, se necesitaba custodia y pueden causar aflicción a los demás enfermos”.
La llegada de la Hermandad de la Santa Caridad en Río de la Plata
Las enfermedades infecciosas que diezmaron la población europea y que por consecuencia llegaron a América en el siglo XVII, volvieron a aparecer las epidemias disminuyendo la población y la consecuencia que acarreaba la población europea por el asinamiento y la falta de higiene y posteriormente se crean medidas sanitarias y de saneamientos. En Sevilla se encontraba la Hermandad de la Santa Caridad que realizaba una tarea casi especifica que era la acción social del cuidado post mortun de los enfermos y desamparados, ahogados en América con diferencias de tiempo, llegaban las epidemias y existiendo las mismas necesidades que se habían producido en Europa y se comenzaba a vivenciar las mismas dificultades con los cadáveres que no eran reclamados y existían en gran número. El dar un entierro decente a las personas que morían en las epidemias y de diferentes enfermedades que para el momento eran incurables, desde la época de Juan de Garay se reservó un lote de terreno que en la actualidad son las calle Reconquista y Rivadavia y la Ochava formada por la 25 de Mayo, allí estuvo construida la primera iglesia y al lado el camposanto; el archivo general de la Nación confirma el lugar donde a fines del siglo XVII y a efecto de ubicarlos, se lee “ (...) por el este donde hace esquina con la casa Rosada y el sitio que llaman Huecos de las animas”.
Los cadáveres eran depositados en las arcadas del Cabildo y puestos en exivición, y un platillo para que los que pasaban por el lugar dejaran una limosna para un entierro decente. Las sepulturas tenían un valor eclesiástico que era muy oneroso para el momento transformándose en quejas y solicitudes a la corona española en 1760, Francisco Álvarez Campan, trayendo problemas quedando expreso en este relato:
“…en la Catedral no quieren sepultura y pretenden que se les pague el entierro con el producto de las limosnas que se recogen, han dilatado por muchos días el dar sepultura a los cuerpos por esperar la limosna para la satisfacción de sus derechos parroquiales, dando lugar a que coman los cerdos y otros animales”.
El Valor eclesiástico tenía las siguientes tarifas: Mayores $ 30, menores $ 18, de negro o de indio $ 2, de siete años para abajo 1$ de pobres de solemnidad o conocido de pobre. Las situaciones que provocaban las epidemias, tenían complicaciones políticas administrativas, sanitarias, que las comunicaciones al consejo de indias tenían reales demoras afectando la salud y la necesidad de la comunidad frente a esta realidad la Hermandad de la Santa Caridad, comenzó a trabajar en 1727 frente a una de las tantas epidemias que azotaron la ciudad, Juan Alonso Gonzales se hizo cargo de la Hermandad y construyeron una capilla de Nuestra Señora de los Remedios que se encuentra en la Iglesia de San Miguel y la Asistencia al Público.
FOTO 007 Hospital de mujeres
La Reglamentación de 1798 acordado por la Junta de gobierno de la Hermandad de la Santa Caridad
Las reglamentaciones iban dirigidas a quienes colaboraban voluntariamente atendiendo y cuidando a las enfermas. Es un comunicado a las Señoras quienes se harían cargo de cuidar de las camas de pobres y enfermas o suministrar de comer algún día que eligiesen en el año, mes, semana, para su inteligencia; y de que se ha pasado copia al padre capellán del Hospital Bartolomé Biera, para que cuide de su puntual observancias sin que se adultere con ningún motivo, ni pretexto.
“Las Camas de las pobres enfermas habrán de guardar la más perfecta igualdad y se compondrá de colchón de lienzo de algodón como más proporcionado para lavarse siempre que se desocupe; almohada de montvi o de Bretaña común; sábanas de lienzo de algodón y cuanto más de lienzo de lino y más manta o frazada de Cordoba”.
No se permitirán lazos de cintas encajes bolados, colchas, ni otro ornato que manifieste distinción, pues cuidadosamente ha de evitarse todo cuanto de idea de lujo a que se aleje de una caritativa asistencia desviando distinciones que podrían ser causa de retraer ha algunas piadosas señoras que por moderadas se abstuviesen de entrar en tales competencias en prejuicio conocido del bien de las pobres enfermas a que aspirasen según sus facultades e intenciones.
La comida diaria de las pobres enfermas está regulada en cinco pesos diarios, supliendo la casa con criados, cocinera además a este efecto necesario, que sirviera para señalar el día del mes semana o semana del año que gusten Ustedes, hacer este beneficio a los pobres; con cuyo aviso se le pasara la correspondiente noticia del mes o semana o año en que debe tener ejercicio de caridad, por si se tuviere a bien extenderla o ir a presenciarlo y dar el consuelo de su visita a las desvalida enfermas.
El Hospital de mujeres su primer director fue el Dr. Joaquín Terrero, siendo las enfermeras las mismas huérfanas, luego tomando enfermaras a sueldo y en 1797 contaba con una Enfermera Mayor y dos enfermeras ayudantes, seis huérfanas y seis sirvientas.
Junto con el hospital en la Parroquia de San Miguel debió tener antigencias la cofradía de Animas fundada en la parroquia en1791. Y que según el Artículo 11 (de los Cofrades que deben consolar a los enfermos y mirar por la pobreza en caso de tener que internarse en un hospital. “Si fueran remisos en el cumplimiento de sus obligaciones, serán depuestos del empleo, después de amonestado y en adelante se les inhabilitará para obtener el oficio de Hermano”.
En 1791, la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo se mudó a la Iglesia de Montserrat conservando la administración del hospital, el orfanato para niñas y la Casa de Expósitos.
En 1806 las únicas instituciones que se ocupaban de la salud Publica en el momento de las invasiones inglesas fueron los Hospitales de los Betlemitas donde se libró una fuerte batalla y los betlemitas se ocuparon de atender a los soldados Británicos y la Hermandad de la Santa Caridad que en aquel momento, se encargaron de los cuidados de los heridos argentinos e ingleses.
En 1822 Bernardino Rivadavia cerró la Hermandad confiscando sus bienes creando la sociedad de Beneficencia. La casa de Expósito o Casa Cuna fue posteriormente llamada Hospital de niños Pedro de Elizalde igual suerte corrió la Orden Betlemita, suprimida por decreto de la Cortes de Cádiz.
FOTO 008 Monumento a Juan de Garay en Buenos Aires, frente a la Casa Rosada. Detrás de la estatua se puede ver un brote del Árbol de Guernica, símbolo del país Vasco.
Conclusiones
Las órdenes conventuales que desde el comienzo del cristianismo le dio otro sentido a la enfermedad con la promesa de redención, escrito en los mandamientos prodigando el amor al prójimo y las primeras cuidadoras que fundaron la enfermería con los primeros cuidados.
Los cuidados planificados por las órdenes Religiosas que llegaron a Buenos Aires en su fundación con sus reglamentaciones dieron comienzo a un ordenamiento de los cuidados tanto en la división de los enfermos de acuerdo a las dolencias como a la separación por características raciales que sólo se podría analizar como poder atender y comprender las necesidades culturales.
El buen morir que en la actualidad no dejamos de analizar y de hacer las mejores intervenciones para acompañar a los enfermos en el final de sus días y darles cristiana sepultura de acuerdo a sus creencias.
El enfrentar las grandes epidemias y la guerras que hubo que enfrentar entre el siglo XVII y XVIII en Buenos Aires fueron rudimentos de lo que hoy manejamos después de grandes avances científicos.
Las congregaciones religiosas fueron la piedra fundamental en los cuidados y reglamentaciones hospitalarias que en muchos casos anónimamente hicieron la enfermería del futuro.
FOTO 009 La Casa de Niños Expósitos. Hermanas de la Santa Caridad
Jesús Rubio Pilarte *
* Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez **
** Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net
Su autora es la Licenciada y Docente en Enfermería adscrita a UBA, María Amalia Beatriz Crespo de la Federación de trabajadores de la Sanidad Argentina, Ciudad de Buenos Aires. Argentina.
Capacitación@Sanidad.org.ar y Churi052@hotmail.com
FOTO 001 María Amalia Beatriz Crespo
Resumen
El estudio bibliográfico de las Órdenes Religiosas que se dedicaron al cuidado de Enfermería comenzaron con el cristianismo y se extendieron durante los siglos con la atención al pobre enfermo desposeído y la acción social ejercida en la tarea de darle sepultura decente a los muertos, acción que fue ejercida por la Hermandad de la Santa Caridad tarea que comenzó en Sevilla y llevaron al Río de la Pata, “Los Betlemitas” con su fundador Pedro de San José Betancourt desde Guatemala se extiende con la creación de los hospitales. Dando los primeros pasos en la enfermería organizada con sus reglamentaciones en Buenos Aires del siglo XVII y XVIII todas ellas han aportado los fundamentos a la disciplina en los diferentes cuidados que se pueden observar hasta la actualidad.
Introducción
La documentación estudiada nos permite conocer los cuidados conventuales implementados por las órdenes religiosas que llegaron a Buenos Aires en los siglos XVII y XVIII aplicadas en la atención hospitalaria y el comportamiento social frente a la muerte desde el momento que ocurría y sus formas de sepultura; nos muestran los procedimientos sociales ordenados por los decretos eclesiásticos, de aquel momento.
El Hospital San Martín de Tour en honor al patrono de la ciudad y posteriormente de Copacabana que desde su planificación en el casco de la ciudad de Buenos Aires no cumplía su función para la que fue construido. Pero después de prácticamente dos siglos el hospital cumple con la misión de atender a los enfermos y estar a disposición de quienes lo necesitan con la autorización del Cabildo, la Orden de los Betlemitas se hace cargo en 1747.
Posteriormente la Hermandad de la Santa Caridad es convocada a Buenos Aires en la difícil tarea de dar sepultura a los muertos que aumentaban por las epidemias que aparecieron en diferentes periodos y no encontraban un entierro decente dependiendo de su condición social, que solos los apellidos destacados tenían lugar en las iglesias. El sistema conceptual, enunciados en las reglamentaciones hospitalarias y su aplicación se pueden analizar cada una de las acciones y su importancia en el desarrollo de la disciplina y las diferentes teorías aplicadas aunque no reconocidas con sus enunciados actuales. La expansión de sus tareas dedicadas a la enfermería de estas congregaciones cada uno en su especialidad nos da una idea de la evolución y actualidad de su vigencia con la precariedad y las dificultades del momento.
FOTO 002 Estandarte de la Hermandad de la Santa Caridad. Mariana de Austria
La Fundación de Buenos Aires y su realidad en los cuidados de sus pobladores
Los españoles que llegaron al Virreinato del Río de la Plata a través del océano atlántico luchando con las desventuras que se encontraban en cada expedición que emprendían. El historiador Ulrico Schmidl primer cronista de la ciudad de Buenos Aires nos confirma las dificultades de obtener alimentos y atender a los enfermos; en sus crónicas relata las padecidas vividas en Buenos Aires en la época del Virreinato del Río de la Plata. Unido a la expedición de Pedro de Mendoza, experto arcabucero defendiéndose de los indígenas cuando estos sitiaron Buenos Aires, logrando salvar su vida.
Se traslada a Asunción del Paraguay y posteriormente regresando a Alemania desde donde escribe sus crónicas tituladas “Derroteros y Viajes a España de las Indias”, siendo objeto de varias ediciones en alemán y luego en latín dándonos idea de mapas e ilustraciones del lugar.
FOTO 003 Fundación de Buenos Aires. Juan de Garay
Buenos Aires después de la primera Fundación en 1534 por Pedro de Mendoza y los que lo acompañaron sufrieron los enfrentamientos y las hostilidades de los indios que produjeron un incendio obligando a abandonar el lugar. Desde 1552 nuevamente el Rey elige a Irala para gobernador del Virreinato del Río de la Plata y por considerar que Buenos Aires, era un lugar de tránsito y de apoyo a las naves que venían de España. En 1580 se hace cargo Juan de Garay, por segunda vez de la fundación siendo la primera traza de la ciudad realizada por él mismo en un pergamino de cuero. En ella acuerda que la manzana 36 de las 250 fuera destinada al Hospital San Martín.
La ciudad estaba en una meseta que hoy seria la “Casa Rosada” y en la zona más alta ya que existían zonas bajas como la boca Barracas y zanjones que servían de límites naturales correspondiendo a la calle Chile en la actualidad San Telmo. En la recopilación de leyes de los Reinos de indias nos dan la orientación e indicación para la fundación de los hospitales en América.
“Ley I (Fuenzalida a 7 de octubre 1541c). Que funde hospitales en todos los pueblos de España e indios. “Encargamos y mandamos a nuestros Virreyes Audiencias y Gobernadores, que con especial cuidado provean, que en todos los pueblos de españoles e indios de provincias y jurisdicciones, se funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos y se exercite la caridad cristiana”.
“Ley II (Felipe II 13 de julio de 1573). Para pobres enfermos de enfermedades que sean contagiosas. Quando se fundare o poblare alguna cuidad villa o lugar se ponga a hospitales para pobres enfermos de enfermedades que sean contagiosas, junto a la iglesia y por claustros de ellas y para los enfermos de enfermedades contagiosas en lugares levantados, y para que ningún viento dañoso pasando por los hospitales, vaya herir en las poblaciones. Las leyes establecidas por las Indias se cumplían desde México hacia el Sur”.
La salud y la enfermedad en el puerto de Buenos Aires
La salud era una asignatura pendiente por las dificultades de quienes se podían ocupar de ellas, la falta de médicos no permanentemente y de “Mayordomos enfermeros” que eran inexpertos, y el hospital que no reunía las condiciones para albergar a los necesitados. Los enfermos de la ciudad se atendían en sus domicilios y la asistencia médica se manejaba con prescripciones; como purgas, sudaciones y paños calientes.
A los enfermos se le recetaban las dietas como “candeales y caldo de gallinas” para fortalecer en la convalecencia. Aplicando supersticiones y oraciones que permitieran acompañar en el momento de desesperanza con medicación natural. La asistencia médica en 1605 ofrecida por Manuel Álvarez “Medico Zurujano”, Ofreció su servicio por un salario anual, al querer ausentarse de la ciudad y al no tener su salario desapareció. Se le solicitó a Francisco Bernardo Jijon médico residente de la ciudad que se hiciera cargo pero se encontró con dificultades de competencia del Frayle y de los curanderos de ese momento. En todos los intentos que se hicieron por contar con un hospital que tuviera médico y Mayordomo Enfermero que pudiera aplicar los procedimientos que para la atención de los enfermos que llegaban con diferentes dolencias. Corría el año 1622, el regidor Juan Bautista Ángel propuso encargar a Díaz Carlos que regresaba de Sevilla para que trajese “en la primera ocasión un médico y boticario, y las medicinas necesarias solicitando para ellos, y en nombre del cabildo de su majestad y sus ministerios las licencias necesarias”. Corría el año 1621 y el Capitán Matías Prados en un informe remitido a la corona de España el 5 de julio de 1621 le expresaba:
“la epidemia de verguela y tabardillo que comenzó entre los negros pasa a los indios y niños (…) y de veinte días a esta parte ha sido muy grande el daño que ha hecho pues han muerto en esta ciudad de todo género de personas más de setecientos (…)”, 1939; El mismo año se manifiesta que pedir el remedio de sus trabajos de que a resultado donde se a jecho conocido mexoria (…)”. Comienzan medidas de aislamientos. Se leyó una proclama del gobernador donde expresa:
“(…) manda a todas las personas sacadores de negros y otros que lo tuviesen que ubiesen venido de mar a fuera lo pusiesen en las ultimas casas de pueblo y no abiendolas se sacasen del y se pusiesen en toldos de cueros por causa de la peste con las demás causas y rasones que por el parece (…)”. Se dispusieron rezos por considerar que había finalizado la peste. Frente a las epidemias y las dificultades que se presentaban en la ciudad los pobladores vieron la necesidad de aplicar los cuidados espirituales tomando como Santo a San Roque, los miembros del cabildo le proponen al gobernador, Diego de Góngora que:
(…) combiene mucho ocurryr Señor por el remedio de el humano pan de todo tomando por yntersesor y abogado algún santo para que ynterseda con nuestro señor se sirba da aplacar la justoa yra de Dios y castigo de peste que al presente esta padesiendo la siudad y porque San Roque glorioso es abogado de ella y muchas siudades de España le tienen jecha ermita donde con piedad y debosión acuden a pedir el remedio de sus trabajos de resultados donde se a jecho conosida mexoria (…). El aislamiento de los pobladores especialmente Negros y todos los navegantes, sacerdotes que llegaban a la ciudad, (...) manda a todas las personas sacadores de negros y otras que los tuviesen que ubiesen benidos de mar a fuera los pudiesen en las ultimas casas del pueblo y no abiendolas se sacasen del se pusiesen en toldos de cueros por causa de la peste con las demas causas y rasones que por el parese (…). El 15 de septiembre de 1670 se presenta nuevamente la enfermedad. Tratose en este cavildo, como la ciudad se halla con contagio y peste y que así es necesario, que se ocurra a pedir a dios por medio de su santísima madre alse la mano de justicia y perdonando las culpas deste pueblo y bpara el efecto se escogido para meianera y auxilio a nuestra Señora del Rosario (…). Epidemia de las Viruelas en el año 1694, nuevamente observamos que el frente a los padecimientos busca aliviar su enfermedad en las curaciones espirituales.
El cabildo deja constancia de “como se esta experimentando en todos los vecinos y moradores de esta Ciudad. El Rigor de la Peste que de pocos días a esta partte se alla afligida (...). Estos relatos textuales de los archivos nos ubican en la situación de precariedad y de las escasas posibilidades de atención dan a conocer los esfuerzos por la conservación de la salud y de la población.
Las diferentes epidemias que se tuvieron que enfrentar más el aumento de la población por la llegada de militares se encontraron con un hospital en estado ruinoso no pudiendo solucionar el problema que en ese momento se presentaba según Schiaffino en este relato que transcribimos nos recrea la realidad del momento.
“La llegada de ese fuerte contingente de tropas, a mediados de 1702 con las dolencias propias de la navegación de la época y al abandono de la asistencia de los militares que encontró el celoso jefe en su nuevo dominio hicieron que de inmediato apoyase con toda autoridad la real disposición reprochando al cabildo el haber tomado una resolución sin la aprobación de la corte calificando de atentado el cambio de destino del hospital y reservándose el derecho de proceder en consonancia. Le comunicaba al mismo su resolución de deshacer lo acordado de inmediato “por lo inexcusable que para todos los tiempos el hospital en la ciudad y mucho más en él presente, por el muy crecido numero de soldados de la guarnición que se hallaban enfermos por haber llegado de viajes con sus enfermedades como por haber otros con la novedad de la llegada y temperamento haber adquirido dolencias que por no haber hospital se ha visto precisado a repartirlos en las casas de los vecinos y concurriendo con estos que el médico y el cirujano no pueden asistir a los enfermos con la prontitud que se debe por la gran distancia que hay de dichas casas a otras “añadiendo que esos inconvenientes se agravarían con las llegadas de la estación de las lluvias (eran el 14 de agosto) por lo que ordenaba que desocupara de inmediato para que al día siguiente pudieran trasladarse a los enfermos”.
“Puede considerarse, pues al gobernador Gálvez Inclán como el fundador del Hospital San Martín en la segunda época quien logro habilitarlo con el nudo gordiano de las trabas administrativas con que se había paralizado hasta entonces las obras y dándole los estatutos de su definitiva organización. “Pero a pesar de las dificultades los cuidados eran precarios. El Hospital siguió funcionando bajo el gobierno de Bruno Zabala quien acepto la propuesta del Cabildo que sugirió el alférez Real Gonzales Marian, la idea de entregarle el Hospital de San Martín a los Betlemitas. (AGN, Acuerdo del extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie II, tomo V pago 576-679), manifestando las ventajas para la ciudad, que lo tuvieran especialistas del cuidado ya que su “ejercicio era curar enfermos con boticas y obreros médicos”.
FOTO 004 Póster Presentado al Congreso de Historia de la Enfermería. Barcelona
Orden Betlemita y sus reglamentaciones
Su Fundador
Hermano Pedro de San José de Betancourt, nace en Vila flor de Tenerife el 21 de marzo de 1626, hijo de pastores agricultores, educado cristianamente y a los 23 años llegó a Guatemala después de haber partido hacía dos años de Tenerife. Creo hospitales y cárceles, de pobres inmigrantes y vagabundos blancos, negros y mestizos. Construyó un oratorio y una Escuela de Enfermería, una posada para sacerdotes, que lleva el nombre de Obra de Belén recordando la primera posada de Jesús. Creó reglamentos para mujeres que atendían a niños para su educación. Su Obra se desarrolló como Orden Betlemitas y los Betlemitas habían logrado un desarrollo obteniendo el reconocimiento de la Santa Sede.
El 2 de mayo de ese año llega la cédula a Guatemala, que doña Mariana de Austria, Reina Gobernadora, regente de Don Carlos II había extendido el 10 de noviembre de 1666, otorgando la autorización para la fundación del Hospital de Belén.
Con fecha de 28 de noviembre de 1747 escribe Fray José De Santa Cruz a la autoridad eclesiástica de Buenos Aires y llegaron cinco religiosos que se harían cargo del Hospital de San Martin y de Copacabana, ellos eran Fraile Agustín de Santa Cruz, Gregorio de Bethlem, Asencio de la Concepción, Baltasar del Rosario y el superior Fray Agustín de San José. “Instalados los Betlemitas en el Hospital comenzó la obra de asistencia a los enfermos con los pocos recursos de que se disponían y con el hospital que amenazando ruina”. (Dice José Luis Molinari).
En 1779 el Prior pasa una nota al Cabildo, diciendo haberse presentado al Virrey para informarle del estado ruinoso del hospital y de la necesidad de ampliación. Los cabildantes estuvieron de acuerdo con referida ampliación tanto más, cuanto que la ciudad de Buenos Aires, como capital del virreinato había aumentado sensiblemente la población. Debemos recordar que el hospital solo tenía 20 camas y no tenía ningún cuidado de mantenimiento por las dificultades presupuestarias y de personal que se hiciera cargo.
“Al Hospital concurren los enfermos de la ciudad, los de campaña, los de las tropas y navíos y los presidiarios.
La reglamentación implementada por los betlemitas, en los hospitales fundados por la Orden y los cuidados aplicados para mejorar la salud de los que lo necesitaban:
Los enfermos eran trasladados de otros hospitales o de su casa en una silla de mano.
La admisión de los convalecientes era para cualquier persona de cualquier nación, estado y condición.
Indios Negros se han de poner en Enfermería separadas.
Registrar las características individuales de los ingresados y de que hubiera limpieza en las áreas de internación.
“El enfermero anotará y escribirá en un libro destinado para ello, nombre, sobrenombre y Patria; y también el día, mes y año que entró en el hospital. Tendrá grandes cuidados en la limpieza de la enfermería, cama y demás cosas que en ella hubiera”.
FOTO 005 Hermano Pedro de San José de Betancourt
Compondrá con mucho aseo los lechos y mudará las sábanas cuantas veces pudiere y hará puntualmente todo aquello que pudiere importar por la salud de los convalecientes y su comodidad. A las dos de la tarde, irán a la enfermería a recibir las órdenes de los enfermeros y les ayudaran hacer las camas, aderezar y hacer los cuartos, lavar los utensilios para comer como los vasos; así los que sirven para la vianda, como para las medicinas y en todas y cada una de las cosas que les mandare.
El enfermero tendrá un lugar conveniente donde guarde todas las cosas medicinales y lo más necesario para el servicio de los enfermos. Además tendrá cuidado de visitar, muy a menudo dicho lugar y los cajones y vasos de cosas medicinales y ponga gran solicitud y cuidado en la conservación.
Dará parte al Hermano Mayor para que se renueve en tiempo oportuno. “Acompañara al médico cuando visite a los convalecientes, oirá con toda atención sus órdenes y las pondrá en ejecución con diligencia y no dejará levantar a dicho convaleciente sin licencia de los mismos médicos. No se permitirá que entren a la enfermería frutas ni otros manjares nocivos.
Reglamentación para los visitantes familiares de los enfermos
Deberían tener un comportamiento ordenado:
“…Tampoco permitirá que los que van a visitar a los enfermos, les den pesadumbres con el hablar muy recio, ni que mezclen en la conversación que ellos tuvieran palabras profanas...”.
FOTO 006 Mayordomo Enfermero
En el Hospital existía un jardín que funcionaba como laboratorio de plantas medicinales, que crecían en el Paraná. El estudio constante, con un frío proceso de análisis convertido las propiedades de muchas en beneficio del hombre. Los religiosos aplicaban las hierbas y plantas medicinales y las aplicaban a los enfermos, plantas que ya se conocían en Europa y otras que utilizaban los indios.
Estas y otras anotaciones encontradas en la bibliografía que se aplicaban en los otros hospitales Betlemitas donde existía un libro de curaciones y gastos. El 15 de Octubre de 1796 se abre un pliego con un expediente sobre la traslación del Hospital Betlemítico a la residencia (Para mayor comodidad del hospital, se sugiere el traslado a la residencia Colegio de Belén de los expatriados jesuitas).
Los betlemitas debían comprometerse a mantener el pequeño Hospital de Santa Catalina con cuatro frailes y una botica para los casos de urgencia y podían permanecer 3 días y luego pasar a la residencia aunque ya estaba destinado que los convalecientes, locos e incurables permanecieran ahí y los presos enfermos, que necesitaban custodia; esta división surge de las dificultades que se presentaban de acuerdo a los relatos anteriores de las enfermedades contagiosas como los moribundos, los del mal gálico (sífilis ) y los presos “que yendo éstos por causa de la fuga con grillos, se necesitaba custodia y pueden causar aflicción a los demás enfermos”.
La llegada de la Hermandad de la Santa Caridad en Río de la Plata
Las enfermedades infecciosas que diezmaron la población europea y que por consecuencia llegaron a América en el siglo XVII, volvieron a aparecer las epidemias disminuyendo la población y la consecuencia que acarreaba la población europea por el asinamiento y la falta de higiene y posteriormente se crean medidas sanitarias y de saneamientos. En Sevilla se encontraba la Hermandad de la Santa Caridad que realizaba una tarea casi especifica que era la acción social del cuidado post mortun de los enfermos y desamparados, ahogados en América con diferencias de tiempo, llegaban las epidemias y existiendo las mismas necesidades que se habían producido en Europa y se comenzaba a vivenciar las mismas dificultades con los cadáveres que no eran reclamados y existían en gran número. El dar un entierro decente a las personas que morían en las epidemias y de diferentes enfermedades que para el momento eran incurables, desde la época de Juan de Garay se reservó un lote de terreno que en la actualidad son las calle Reconquista y Rivadavia y la Ochava formada por la 25 de Mayo, allí estuvo construida la primera iglesia y al lado el camposanto; el archivo general de la Nación confirma el lugar donde a fines del siglo XVII y a efecto de ubicarlos, se lee “ (...) por el este donde hace esquina con la casa Rosada y el sitio que llaman Huecos de las animas”.
Los cadáveres eran depositados en las arcadas del Cabildo y puestos en exivición, y un platillo para que los que pasaban por el lugar dejaran una limosna para un entierro decente. Las sepulturas tenían un valor eclesiástico que era muy oneroso para el momento transformándose en quejas y solicitudes a la corona española en 1760, Francisco Álvarez Campan, trayendo problemas quedando expreso en este relato:
“…en la Catedral no quieren sepultura y pretenden que se les pague el entierro con el producto de las limosnas que se recogen, han dilatado por muchos días el dar sepultura a los cuerpos por esperar la limosna para la satisfacción de sus derechos parroquiales, dando lugar a que coman los cerdos y otros animales”.
El Valor eclesiástico tenía las siguientes tarifas: Mayores $ 30, menores $ 18, de negro o de indio $ 2, de siete años para abajo 1$ de pobres de solemnidad o conocido de pobre. Las situaciones que provocaban las epidemias, tenían complicaciones políticas administrativas, sanitarias, que las comunicaciones al consejo de indias tenían reales demoras afectando la salud y la necesidad de la comunidad frente a esta realidad la Hermandad de la Santa Caridad, comenzó a trabajar en 1727 frente a una de las tantas epidemias que azotaron la ciudad, Juan Alonso Gonzales se hizo cargo de la Hermandad y construyeron una capilla de Nuestra Señora de los Remedios que se encuentra en la Iglesia de San Miguel y la Asistencia al Público.
FOTO 007 Hospital de mujeres
La Reglamentación de 1798 acordado por la Junta de gobierno de la Hermandad de la Santa Caridad
Las reglamentaciones iban dirigidas a quienes colaboraban voluntariamente atendiendo y cuidando a las enfermas. Es un comunicado a las Señoras quienes se harían cargo de cuidar de las camas de pobres y enfermas o suministrar de comer algún día que eligiesen en el año, mes, semana, para su inteligencia; y de que se ha pasado copia al padre capellán del Hospital Bartolomé Biera, para que cuide de su puntual observancias sin que se adultere con ningún motivo, ni pretexto.
“Las Camas de las pobres enfermas habrán de guardar la más perfecta igualdad y se compondrá de colchón de lienzo de algodón como más proporcionado para lavarse siempre que se desocupe; almohada de montvi o de Bretaña común; sábanas de lienzo de algodón y cuanto más de lienzo de lino y más manta o frazada de Cordoba”.
No se permitirán lazos de cintas encajes bolados, colchas, ni otro ornato que manifieste distinción, pues cuidadosamente ha de evitarse todo cuanto de idea de lujo a que se aleje de una caritativa asistencia desviando distinciones que podrían ser causa de retraer ha algunas piadosas señoras que por moderadas se abstuviesen de entrar en tales competencias en prejuicio conocido del bien de las pobres enfermas a que aspirasen según sus facultades e intenciones.
La comida diaria de las pobres enfermas está regulada en cinco pesos diarios, supliendo la casa con criados, cocinera además a este efecto necesario, que sirviera para señalar el día del mes semana o semana del año que gusten Ustedes, hacer este beneficio a los pobres; con cuyo aviso se le pasara la correspondiente noticia del mes o semana o año en que debe tener ejercicio de caridad, por si se tuviere a bien extenderla o ir a presenciarlo y dar el consuelo de su visita a las desvalida enfermas.
El Hospital de mujeres su primer director fue el Dr. Joaquín Terrero, siendo las enfermeras las mismas huérfanas, luego tomando enfermaras a sueldo y en 1797 contaba con una Enfermera Mayor y dos enfermeras ayudantes, seis huérfanas y seis sirvientas.
Junto con el hospital en la Parroquia de San Miguel debió tener antigencias la cofradía de Animas fundada en la parroquia en1791. Y que según el Artículo 11 (de los Cofrades que deben consolar a los enfermos y mirar por la pobreza en caso de tener que internarse en un hospital. “Si fueran remisos en el cumplimiento de sus obligaciones, serán depuestos del empleo, después de amonestado y en adelante se les inhabilitará para obtener el oficio de Hermano”.
En 1791, la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo se mudó a la Iglesia de Montserrat conservando la administración del hospital, el orfanato para niñas y la Casa de Expósitos.
En 1806 las únicas instituciones que se ocupaban de la salud Publica en el momento de las invasiones inglesas fueron los Hospitales de los Betlemitas donde se libró una fuerte batalla y los betlemitas se ocuparon de atender a los soldados Británicos y la Hermandad de la Santa Caridad que en aquel momento, se encargaron de los cuidados de los heridos argentinos e ingleses.
En 1822 Bernardino Rivadavia cerró la Hermandad confiscando sus bienes creando la sociedad de Beneficencia. La casa de Expósito o Casa Cuna fue posteriormente llamada Hospital de niños Pedro de Elizalde igual suerte corrió la Orden Betlemita, suprimida por decreto de la Cortes de Cádiz.
FOTO 008 Monumento a Juan de Garay en Buenos Aires, frente a la Casa Rosada. Detrás de la estatua se puede ver un brote del Árbol de Guernica, símbolo del país Vasco.
Conclusiones
Las órdenes conventuales que desde el comienzo del cristianismo le dio otro sentido a la enfermedad con la promesa de redención, escrito en los mandamientos prodigando el amor al prójimo y las primeras cuidadoras que fundaron la enfermería con los primeros cuidados.
Los cuidados planificados por las órdenes Religiosas que llegaron a Buenos Aires en su fundación con sus reglamentaciones dieron comienzo a un ordenamiento de los cuidados tanto en la división de los enfermos de acuerdo a las dolencias como a la separación por características raciales que sólo se podría analizar como poder atender y comprender las necesidades culturales.
El buen morir que en la actualidad no dejamos de analizar y de hacer las mejores intervenciones para acompañar a los enfermos en el final de sus días y darles cristiana sepultura de acuerdo a sus creencias.
El enfrentar las grandes epidemias y la guerras que hubo que enfrentar entre el siglo XVII y XVIII en Buenos Aires fueron rudimentos de lo que hoy manejamos después de grandes avances científicos.
Las congregaciones religiosas fueron la piedra fundamental en los cuidados y reglamentaciones hospitalarias que en muchos casos anónimamente hicieron la enfermería del futuro.
FOTO 009 La Casa de Niños Expósitos. Hermanas de la Santa Caridad
Jesús Rubio Pilarte *
* Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez **
** Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
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