Dicen que durante los tiempos grecorromanos y medievales no surgieron grandes diferencias entre las dos ramas de la Medicina. La más importante era naturalmente, la Medicina interna. En el último siglo de la Edad Media cambia y esta ciencia se empieza a enseñar en las nuevas universidades. Esta circunstancia motivó un enorme aumento de prestigio médico, dicho prestigio se empezó a manifestar a finales de la Edad Media, cuando la dignidad médica se distinguía con certificados y condecoraciones.
En la Edad Moderna con el descubrimiento de la imprenta hizo extender los conocimientos científicos a sectores de la población mucho más extensos que los que hasta entonces habían podido disfrutar de los beneficios del saber. Cuatro hechos dan así carácter al siglo XVI en cuanto a estudios médicos: el descubrimiento de la circulación pulmonar, la introducción de la terapéutica química, la reforma de la anatomía y la transformación de la cirugía.
Foto 001 Farmacia Medieval
Al crecer el prestigio de los médicos, se rompió la unidad social entre ellos y cuantos otros ejercían la Medicina de una u otra forma. Representaban éstos una muchedumbre tumultuosa, establecidos muchos en barracas o toldos en el mercado, donde propagaban sus disparatados preparados durante cierto tiempo para desplazarse después a otra localidad donde ya fueran esperados con impaciencia y por los enfermos que querían curarse de sus convulsiones.
Existía entre aquella picaresca de curanderos un tipo de operadores ambulantes que se especializaron en la extracción de piedras de la cabeza en personas que padecían alguna anomalía cerebral. La llevaban a cabo haciendo un corte en el occipucio del enfermo y dejando caer después, con mucho estrépito, en un recipiente algunas piedras ensangrentadas. En el caso de que se exigiera del cirujano alguna explicación teórica, podía enseñar éste un escrito de Galeno en que estaba descrita la formación de piedras de la mucosidad como una tesis de importancia patológica.
Un grupo mucho más digno de admiración y especializado en Medicina lo formaban los cirujanos de la hernia y de los cálculos. Esta última operación se refería a la apertura de la vejiga urinaria, la cual se practicaba desde abajo cortando la uretra para poder extraer los cálculos urinarios que eran para el enfermo una grave molestia. También estos cirujanos eran normalmente ambulantes.
Foto 002 Galenos
Bañeros y barberos, formaban un grupo más sencillo y no eran ambulantes, y practicaban pequeñas intervenciones, como la ventosa, la extracción de dientes y la sangría. Parecido a este grupo era el de los cirujanos no académicos, que se hacían cargo de las luxaciones, fracturas óseas y heridas de toda clase y, en caso extremo, también las amputaciones.
La historia de la circulación de la sangre en el hombre se va a ir escribiendo a lo largo de los siglos. Desde las afirmaciones de Galeno (129-199) de “que el centro del sistema vascular es el hígado y que la sangre se distribuía por el corazón a la manera de una bomba simple,…” hasta los hallazgos de William Harvey sobre la circulación de la sangre, son numerosas las aportaciones que registra la historia de la Medicina.
En esta larga relación figura un médico árabe Ibn an-Nafis (Damasco, 1205 - El Cairo, 1288) que afirmaba que la sangre era bombeada por el ventrículo derecho a las arterias y éstas la conducían a los pulmones. En estos últimos, las arterias se dividían en vasos cada vez más pequeños que tomaban aire de los pulmones. Desde allí, unos vasos sensiblemente mayores llevaban la sangre al ventrículo izquierdo, desde el cual la sangre era enviada a todo el cuerpo.
Foto 003 Ibn an-Nafis
Es conocido por sus escritos sobre fisiología y medicina. Su voluminoso libro sobre el arte de la medicina, titulado “Kitab al-Shamil”, incluye secciones específicas sobre técnicas quirúrgicas y sobre las obligaciones de los médicos con sus pacientes. También escribió diversos tratados sobre enfermedades oculares y sobre la dieta, así como comentarios a los escritos del médico griego Hipócrates.
Su aportación más destacada fue el descubrimiento de la circulación menor de la sangre (circulación pulmonar), al que llegó seguramente por reflexión pura, ya que la disección estaba prohibida por la ley musulmana; tal aportación se halla en su obra Sharh Tashrrih al-Qanun. Su teoría no fue aceptada por sus contemporáneos; sin embargo, posteriormente, Miguel Servet, que conocía su obra a través de una traducción, formuló en Occidente la misma teoría.
Miguel Servet, teólogo hereje que descubrió la circulación de la sangre
Sus diatribas sobre la Santísima Trinidad y sus descubrimientos sobre el torrente sanguíneo chocaron con la ortodoxia religiosa del siglo XVI. Peregrinó por Europa y provocó debates entre católicos y protestantes hasta que Calvino le condenó a la hoguera.
Este singular personaje del siglo XVI fue, sin pretenderlo, un destacado representante del erasmismo científico. Sus trabajos, ideas y conclusiones recibieron la más furibunda crítica desde todos los ámbitos religiosos del cristianismo. Un mérito poco extendido en aquella Europa dividida por diferentes formas de entender el mensaje cristiano. Aún así, el injusto juicio al que fue sometido y su innegable aportación al avance médico, gracias a su descubrimiento sobre la circulación sanguínea pulmonar, le hacen merecedor de un lugar de privilegio en la galería de personajes ilustres de la Humanidad.
Nació en 1511 en Villanueva de Sigena, un pequeño pueblo de Huesca, donde su padre ejercía el noble oficio de notario. Su formación fue bastante completa pues, cuando abandonó con 13 años su lugar de origen rumbo a Lérida y Barcelona, ya hablaba con suma corrección latín, griego y hebreo. Con 15 años consiguió ser discípulo protegido de Fray José de Quintana, quien se convertiría en confesor personal del emperador Carlos V. Precisamente Miguel, en compañía de su maestro, asistió a la coronación imperial celebrada en Bolonia en 1529. A decir verdad, sus años adolescentes le marcaron con profundidad a la hora de emprender sus constantes retos teológicos y científicos. Su formación académica quedó resuelta en su estancia por tierras francesas donde se impregnó de los aires intelectuales reformistas de aquellos lares. Estas tendencias conjugaron a la perfección con su talante obstinado e independiente, dando rienda suelta a su pensamiento libre y rebelde.
Foto 004 Miguel Servato y Conesa
Con 19 años fue acusado de hereje por formular algunas hipótesis sobre la supuesta falsedad trinitaria de Dios. En 1531 publicó su primera obra cuyo título no invitaba al engaño: De Trinitatis Erroribus, planteamiento que quedó reforzado un año más tarde con la publicación de Dialogorum de trinitate libri duo, y De iustitia regni Christi capitula quattuor. Estos textos le procuraron encendidos ataques de protestantes y católicos. La Santa Inquisición condenó sus trabajos y ya nunca pudo regresar a su patria por temor a ser juzgado y quemado en la hoguera.
Servet, fiel a su espíritu y a sus postulados analíticos sobre la religión, inició desde entonces un peregrinaje por algunos territorios europeos.
De Alemania pasó a Francia, donde conoció al reformista Calvino con quien, por supuesto, terminó discutiendo acaloradamente. Una vez más, el incómodo aragonés tuvo que huir. En esta ocasión salió de París con destino a Lyon, ciudad en la que trabó relación profesional con unos impresores, los cuales le encargaron tres ediciones de la Biblia y dos sobre las obras de Ptolomeo. Fueron unos años de relativa paz en los que hizo amistad con el médico Champier, quien inculcó a Servet su amor por la medicina.
Gracias a ello decidió ingresar en la Universidad de París dispuesto a ser galeno, oficio que practicó desde entonces con cierta notoriedad por algunos pueblos y ciudades de Francia, afincándose, finalmente, en la localidad de Vienne. Allí permaneció como médico personal del obispo local hasta 1553, año en el que sus publicaciones, discrepancias y rebeldías le condujeron a la cárcel por hereje. Hasta ese momento, Miguel Servet ya había publicado abundante material, no sólo sobre teología, sino también sobre la disciplina médica. Y, en ese sentido, debemos hablar de su principal obra, titulada "Christianismi Restitutio", esbozada durante años y publicada en enero de 1553.
Foto 005 Portada de la primera edición de Christianismi Restitutio (1553
En el texto se explicaba en un apartado, a modo de sencilla digresión, nada menos que la circulación sanguínea pulmonar, hecho observado minuciosamente por él como galeno y desconocido para el resto de los mortales. Lo curioso de esta historia radica en que el científico aragonés no incluyó el hallazgo en ninguna obra dedicada a la fisiología y sí, en cambio, lo hizo con un texto teológico. Servet pensaba que el alma humana estaba confortablemente instalada en la sangre, y de ahí su interés por averiguar cómo transitaba el líquido vital por el cuerpo humano.
El escándalo fue mayúsculo y, aunque logró escapar de su encierro inicial en Vienne, al fin fue capturado mientras asistía camuflado a un sermón de Calvino en Ginebra (Suiza). El implacable dictador religioso no quiso escuchar las peticiones de clemencia del aragonés y, sin dilación, preparó un juicio sumarísimo en el que se le negó abogado defensor.
La sentencia se dictó casi de inmediato siendo conducido al día siguiente a Champel, lugar donde se celebró su ejecución mediante la pena de ser quemado en la hoguera utilizándose leña verde para que la agonía fuera más lenta. Tenía 42 años y había conseguido polemizar con todos los sectores recalcitrantes del cristianismo.
En 1559 el italiano Realdo Colombo (1516-1559) realizaba una detallada teoría sobre la “circulación menor”.
La particular historia de la circulación de la sangre culmina cuando en 1628 William Harvey publica “Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus”, es una obra que Harvey empezó a escribir en 1615, en su Diario, pero temiendo, con razón, las críticas que podía despertar su revolucionaria teoría, decidió permanecer en silencio e ir madurando su hipótesis.
Foto 006 «Exercitatio Anatomica De Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus»
El pequeño tratado de Harvey Sobre el Movimiento del Corazón y la Sangre publicado en 1628 señala el fin de concepto estático del organismo y el nacimiento de una nueva ciencia: la fisiología. Se inicia entonces una larga y tenaz lucha contra la audaz teoría, a la cual faltaba, en verdad, una última y decisiva prueba, que dio en 1661 el italiano Marcelo Malpighi.
Harwey nació en 1578, en Folkstone el 1 de abril de 1578 y fallece en Londres el 3 de junio de 1657. Ingresa y estudia en el Grammar School de Canterbury a los 10 años. Posteriormente, en el Gonville and Caius College, donde empezó a orientar su vida hacia la ciencia., donde obtuvo el título de Bachiller en Artes. Más tarde, decide estudiar medicina y atraído por la fama de la Escuela de Papua (fundada por Fallopio) se va en 1598, donde reside hasta 1602, que es cuando obtiene el título de doctor y tiene como profesor a Girolamo Fabrizio, quien le enseña unos hallazgos anatómicos y embriológicos que van a ser decisivos en su orientación y desarrollo dentro de la embriología y fisiología. En sus viajes por Italia conoce a Galileo. Estando estudiando conoce las teorías de Miguel Server, que fueron lo que le motivaron para investigar la circulación de la sangre.
Foto 007 William Harvey
En 1604 en Inglaterra, contrae matrimonio con la hija del afamado médico londinense Lancelot Brown y abre su consulta profesional en Londres. Pero el afán científico que despertó en él Fabrizio le lleva a solicitar en 1607 del Royal College of Physicians el cargo de profesor en un curso de Anatomía. En 1609 es nombrado médico del Hospital de San Bartolomé de Londres, cargo que ostentará durante más 37 años y en abril de 1616 aparecen unas notas suyas con unas ideas revolucionarias sobre la circulación sanguínea, además y por encargo del Royal Collage, imparte el prestigioso curso anual de Anatomía, conocido como “Lumelian Lectures”.
Pero hasta 1628 no publica definitivamente su descubrimiento, que le da gloria y aumenta su prestigio. En 1632, Carlos I le nombra médico de Cámara, y en la guerra civil le encomienda el cuidado de sus hijos. Su gran lealtad al rey le hace acompañarle en su retirada a Oxford, en 1642, donde fue maestro y director en el Merton Collage de Oxford. En 1646 regresa a su casa de campo en Londres y en 1651 publica su concepción de la embriología “Exercitationes de generatione animalium”.
Todos estos descubrimientos suscitaron una gran polémica, ya que los galenistas negaron toda validez a sus conclusiones.
Foto 008 Clase de anatomía de William Harvey al Rey Carlos I
Con algún que otro error, Harvey había demostrado por primera vez la circulación mayor. Sólo faltaba encontrar cómo llegaba la sangre de las arterias a la venas. Una solución que aportará el fisiólogo italiano Marcelo Malpighi (1628-1694) quien, en 1660, comprobará a través del microscopio, que las arterias y venas se comunican a través de los capilares.
Foto 009 Marcelo Malpighi
Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), nacido en Orense, ingresó en la Orden Benedic-tina en el Monasterio de Samos. Estudió en Salamanca y fue catedrático en la Universi-dad de Oviedo, iniciando sus escritos en el Monasterio de San Vicente. Es el filósofo español más importante del siglo XVIII.
Feijoo reivindicó para España el descubrimiento de la circulación pulmonar de la sangre, tanto a favor de Miguel Servet, heterodoxo al que no debió de ver con buenos ojos, como al del veterinario burgalés Francisco Reyna, al que destaca, por describirla en su «Libro de Albeitería» en 1552, después de que el aragonés de Villanueva de Sijena la expusiera en su “Christianismi Restitutio”, obra que por supuesto no pudo leer Feijóo.
Servet corrige el error galénico por el cual la sangre de la aurícula derecha del corazón pasaba directamente a la izquierda, dando así a luz su hallazgo que él integra en un ejercicio teológico anatómico dirigido a demostrar que el alma, entendida ésta como el espíritu universal platónico, entra al cuerpo ya desde la primera inspiración del neonato a través de los pulmones para alojarse en la sangre que, procedente del hígado y vivificada en los pulmones, llega al corazón para distribuirse desde aquí por todo el organismo. No hay una motivación médica en la descripción de Servet para quien la relevancia de este hallazgo es de índole teológica. De ahí que el hallazgo lo publicara en un libro de teología del cual casi todos sus ejemplares ardieron, a más inri, en la misma hoguera que acabó con su vida.
Foto 010 Benito Jerónimo Feijoo
Feijoo en sus; Cartas eruditas y curiosas. (Tomo tercero -Carta XXVIII), escribe sobre: El descubrimiento de la circulación de la Sangre, hecho por un Albeitar (veterinario; del griego, hipos=caballo e iatros=médico) Español, en la que cita reiteradamente a Miguel Servet, motivo por el que resumo a continuación su carta.
Feijoo empieza preguntando: ¿Es posible, que un Albeitar Español haya sido el primer descubridor de la circulación de la Sangre?, Y continúa afirmando que hay un libro de Albeitería, impreso en Burgos en casa de Felipe de la Junta el año de 1564, siendo su Autor el Albeitar Francisco de la Reina, y copia un pasaje del capítulo 94 de dicho libro, tan claro, tan decisivo en orden a la circulación de la sangre, que hace evidente, que el expresado Reina la conoció: Por manera, que la sangre anda en torno, y en rue-da por todos los miembros, excluye toda duda.
Servet, imprimió su citada obra en Basilea en 1531, y “no hay duda en que habría sido el primero que con mas acierto describió el mecanismo de la circulación, porque sus palabras no están expuestas a esas interpretaciones violentas que desvirtúan las de otros escritores a quienes se quiere conceder igual merito” .No consta, que antes de Harvey algún Médico, o Filósofo haya hablado distintamente de la circulación, con la voz circulación, ni con otra equivalente, a excepción de nuestro Albeitar, que claramente dejó escrito, que “la sangre anda en torno, y rueda por todos los miembros”.
Tanto Miguel Serveto Conesa como Francisco de la Reina, eran españoles y dentro de España queda siempre la gloria del descubrimiento de la circulación; Si fue Servet, de ningún modo perjudica a la particular del Albeitar; pues no pudiendo éste tener noticia del descubrimiento hecho por Servet, que, como asegura el Barón de Leibniz, se ignoró hasta hace muy poco tiempo, sólo en fuerza de un ingenio sagacísimo pudieron arribar al propio conocimiento. No hubo menester tanta sagacidad Harvey, porque halló la ciencia anatómica mucho más adelantada que estaba en tiempo de Servet y el Albeitar; que sólo por observaciones anatómicas se podría descubrir.
Foto 011 Circulación sanguínea según William Harvey
Concluye lamentándose de que la gloria del descubrimiento se la apropien extranjeros, con las siguientes palabras: Es cosa admirable, que sólo por dos ejemplares del Libro del Albeitar la Reina, que se salvaron de las injurias del tiempo, se haya conservado la memoria de este feliz descubrimiento, y que sólo por el accidente de tener un amigo uno de estos dos ejemplares, haya llegado a mí la noticia.
Verdaderamente no hay voces con que ponderar la negligencia, el descuido, y aun la insensibilidad de nuestros Españoles, en orden a todo aquello que puede dar algún lustre al ingenio literario de la Nación; siendo mucho más reprehensible esta negligencia, respecto de los inventos útiles, en todos tiempos tan gloriosos, que los antiguos Gentiles elevaron los Inventores a la esfera de Deidades.
El que a juicio de Feijoo, describió de una manera clara y sencilla la gran circulación llamada después Harveyana, fue Francisco de la Reina, maestro veterinario, natural y vecino de la ciudad de Zamora y luego de Burgos, que en un libro de Albeitería, que escribió, según cálculos muy fundados, por los años 1532, en el capitulo XCIV se expresó del modo siguiente: "Si te preguntaren por que razón cuando desgobiernan un caballo de los brazos o de las piernas, sale sangre de la parte baja y no de la parte alta, responde: porque se entienda esta cuestión, habéis de saber, que las venas capitales salen de hígado y las arterias del corazón: y estas venas capita-les van repartidas por los miembros de esta manera: en ramos y miseraycas por las partes de fuera de los brazos y piernas, y van al instrumento de los cascos (vasos), y de allí se tornan estas miseraycas a infundir por las venas capitales, que suben desde los cascos por los brazos a la parte de dentro. Por manera que las venas de las partes de fuera tienen por oficio de llevar la sangre para arriba. Por manera que la sangre anda en torno y en rueda por todos los miembros, y unas venas que tienen por oficio de llevar el nutrimiento por las partes de fuera y otras por las partes de dentro, hasta el emperador del cuerpo, que es el corazón, al cual todos los miembros obedecen. Esta es la razón de esta pregunta". Este párrafo está copiado de la edición del Libro de Albeitería de 1564, que está conforme con la de 1552.
Foto 012 Libro y portada de Miguel Servet
Véase, pues, prosigue Feijoo, de una manera clara y terminante comprendido y expresado por Francisco de la Reina, “el movimiento y curso circulatorio de la sangre. Aquí no hay que andar exprimiendo la letra y dando tortura al entendimiento para hallar lo que se busca, porque hasta la misma sencillez de expresión que usa el autor, le pone al alcance del menos entendido. Pues, a pesar de esto, a pesar de que el libro de Reina andaba ya impreso por los años 1536, que se reimprimió en 1552, 1564 y 1580 el médico inglés Guillermo Harvey, como ya hemos indicado, se levantó con la gloria de ser el autor del descubrimiento de la circulación de la sangre.
Esta usurpación es harto patente. Harvey nació en el año 1578, medio siglo después de escrita la obra del albéitar español”.
En la Edad Moderna con el descubrimiento de la imprenta hizo extender los conocimientos científicos a sectores de la población mucho más extensos que los que hasta entonces habían podido disfrutar de los beneficios del saber. Cuatro hechos dan así carácter al siglo XVI en cuanto a estudios médicos: el descubrimiento de la circulación pulmonar, la introducción de la terapéutica química, la reforma de la anatomía y la transformación de la cirugía.
Foto 001 Farmacia Medieval
Al crecer el prestigio de los médicos, se rompió la unidad social entre ellos y cuantos otros ejercían la Medicina de una u otra forma. Representaban éstos una muchedumbre tumultuosa, establecidos muchos en barracas o toldos en el mercado, donde propagaban sus disparatados preparados durante cierto tiempo para desplazarse después a otra localidad donde ya fueran esperados con impaciencia y por los enfermos que querían curarse de sus convulsiones.
Existía entre aquella picaresca de curanderos un tipo de operadores ambulantes que se especializaron en la extracción de piedras de la cabeza en personas que padecían alguna anomalía cerebral. La llevaban a cabo haciendo un corte en el occipucio del enfermo y dejando caer después, con mucho estrépito, en un recipiente algunas piedras ensangrentadas. En el caso de que se exigiera del cirujano alguna explicación teórica, podía enseñar éste un escrito de Galeno en que estaba descrita la formación de piedras de la mucosidad como una tesis de importancia patológica.
Un grupo mucho más digno de admiración y especializado en Medicina lo formaban los cirujanos de la hernia y de los cálculos. Esta última operación se refería a la apertura de la vejiga urinaria, la cual se practicaba desde abajo cortando la uretra para poder extraer los cálculos urinarios que eran para el enfermo una grave molestia. También estos cirujanos eran normalmente ambulantes.
Foto 002 Galenos
Bañeros y barberos, formaban un grupo más sencillo y no eran ambulantes, y practicaban pequeñas intervenciones, como la ventosa, la extracción de dientes y la sangría. Parecido a este grupo era el de los cirujanos no académicos, que se hacían cargo de las luxaciones, fracturas óseas y heridas de toda clase y, en caso extremo, también las amputaciones.
La historia de la circulación de la sangre en el hombre se va a ir escribiendo a lo largo de los siglos. Desde las afirmaciones de Galeno (129-199) de “que el centro del sistema vascular es el hígado y que la sangre se distribuía por el corazón a la manera de una bomba simple,…” hasta los hallazgos de William Harvey sobre la circulación de la sangre, son numerosas las aportaciones que registra la historia de la Medicina.
En esta larga relación figura un médico árabe Ibn an-Nafis (Damasco, 1205 - El Cairo, 1288) que afirmaba que la sangre era bombeada por el ventrículo derecho a las arterias y éstas la conducían a los pulmones. En estos últimos, las arterias se dividían en vasos cada vez más pequeños que tomaban aire de los pulmones. Desde allí, unos vasos sensiblemente mayores llevaban la sangre al ventrículo izquierdo, desde el cual la sangre era enviada a todo el cuerpo.
Foto 003 Ibn an-Nafis
Es conocido por sus escritos sobre fisiología y medicina. Su voluminoso libro sobre el arte de la medicina, titulado “Kitab al-Shamil”, incluye secciones específicas sobre técnicas quirúrgicas y sobre las obligaciones de los médicos con sus pacientes. También escribió diversos tratados sobre enfermedades oculares y sobre la dieta, así como comentarios a los escritos del médico griego Hipócrates.
Su aportación más destacada fue el descubrimiento de la circulación menor de la sangre (circulación pulmonar), al que llegó seguramente por reflexión pura, ya que la disección estaba prohibida por la ley musulmana; tal aportación se halla en su obra Sharh Tashrrih al-Qanun. Su teoría no fue aceptada por sus contemporáneos; sin embargo, posteriormente, Miguel Servet, que conocía su obra a través de una traducción, formuló en Occidente la misma teoría.
Miguel Servet, teólogo hereje que descubrió la circulación de la sangre
Sus diatribas sobre la Santísima Trinidad y sus descubrimientos sobre el torrente sanguíneo chocaron con la ortodoxia religiosa del siglo XVI. Peregrinó por Europa y provocó debates entre católicos y protestantes hasta que Calvino le condenó a la hoguera.
Este singular personaje del siglo XVI fue, sin pretenderlo, un destacado representante del erasmismo científico. Sus trabajos, ideas y conclusiones recibieron la más furibunda crítica desde todos los ámbitos religiosos del cristianismo. Un mérito poco extendido en aquella Europa dividida por diferentes formas de entender el mensaje cristiano. Aún así, el injusto juicio al que fue sometido y su innegable aportación al avance médico, gracias a su descubrimiento sobre la circulación sanguínea pulmonar, le hacen merecedor de un lugar de privilegio en la galería de personajes ilustres de la Humanidad.
Nació en 1511 en Villanueva de Sigena, un pequeño pueblo de Huesca, donde su padre ejercía el noble oficio de notario. Su formación fue bastante completa pues, cuando abandonó con 13 años su lugar de origen rumbo a Lérida y Barcelona, ya hablaba con suma corrección latín, griego y hebreo. Con 15 años consiguió ser discípulo protegido de Fray José de Quintana, quien se convertiría en confesor personal del emperador Carlos V. Precisamente Miguel, en compañía de su maestro, asistió a la coronación imperial celebrada en Bolonia en 1529. A decir verdad, sus años adolescentes le marcaron con profundidad a la hora de emprender sus constantes retos teológicos y científicos. Su formación académica quedó resuelta en su estancia por tierras francesas donde se impregnó de los aires intelectuales reformistas de aquellos lares. Estas tendencias conjugaron a la perfección con su talante obstinado e independiente, dando rienda suelta a su pensamiento libre y rebelde.
Foto 004 Miguel Servato y Conesa
Con 19 años fue acusado de hereje por formular algunas hipótesis sobre la supuesta falsedad trinitaria de Dios. En 1531 publicó su primera obra cuyo título no invitaba al engaño: De Trinitatis Erroribus, planteamiento que quedó reforzado un año más tarde con la publicación de Dialogorum de trinitate libri duo, y De iustitia regni Christi capitula quattuor. Estos textos le procuraron encendidos ataques de protestantes y católicos. La Santa Inquisición condenó sus trabajos y ya nunca pudo regresar a su patria por temor a ser juzgado y quemado en la hoguera.
Servet, fiel a su espíritu y a sus postulados analíticos sobre la religión, inició desde entonces un peregrinaje por algunos territorios europeos.
De Alemania pasó a Francia, donde conoció al reformista Calvino con quien, por supuesto, terminó discutiendo acaloradamente. Una vez más, el incómodo aragonés tuvo que huir. En esta ocasión salió de París con destino a Lyon, ciudad en la que trabó relación profesional con unos impresores, los cuales le encargaron tres ediciones de la Biblia y dos sobre las obras de Ptolomeo. Fueron unos años de relativa paz en los que hizo amistad con el médico Champier, quien inculcó a Servet su amor por la medicina.
Gracias a ello decidió ingresar en la Universidad de París dispuesto a ser galeno, oficio que practicó desde entonces con cierta notoriedad por algunos pueblos y ciudades de Francia, afincándose, finalmente, en la localidad de Vienne. Allí permaneció como médico personal del obispo local hasta 1553, año en el que sus publicaciones, discrepancias y rebeldías le condujeron a la cárcel por hereje. Hasta ese momento, Miguel Servet ya había publicado abundante material, no sólo sobre teología, sino también sobre la disciplina médica. Y, en ese sentido, debemos hablar de su principal obra, titulada "Christianismi Restitutio", esbozada durante años y publicada en enero de 1553.
Foto 005 Portada de la primera edición de Christianismi Restitutio (1553
En el texto se explicaba en un apartado, a modo de sencilla digresión, nada menos que la circulación sanguínea pulmonar, hecho observado minuciosamente por él como galeno y desconocido para el resto de los mortales. Lo curioso de esta historia radica en que el científico aragonés no incluyó el hallazgo en ninguna obra dedicada a la fisiología y sí, en cambio, lo hizo con un texto teológico. Servet pensaba que el alma humana estaba confortablemente instalada en la sangre, y de ahí su interés por averiguar cómo transitaba el líquido vital por el cuerpo humano.
El escándalo fue mayúsculo y, aunque logró escapar de su encierro inicial en Vienne, al fin fue capturado mientras asistía camuflado a un sermón de Calvino en Ginebra (Suiza). El implacable dictador religioso no quiso escuchar las peticiones de clemencia del aragonés y, sin dilación, preparó un juicio sumarísimo en el que se le negó abogado defensor.
La sentencia se dictó casi de inmediato siendo conducido al día siguiente a Champel, lugar donde se celebró su ejecución mediante la pena de ser quemado en la hoguera utilizándose leña verde para que la agonía fuera más lenta. Tenía 42 años y había conseguido polemizar con todos los sectores recalcitrantes del cristianismo.
En 1559 el italiano Realdo Colombo (1516-1559) realizaba una detallada teoría sobre la “circulación menor”.
La particular historia de la circulación de la sangre culmina cuando en 1628 William Harvey publica “Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus”, es una obra que Harvey empezó a escribir en 1615, en su Diario, pero temiendo, con razón, las críticas que podía despertar su revolucionaria teoría, decidió permanecer en silencio e ir madurando su hipótesis.
Foto 006 «Exercitatio Anatomica De Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus»
El pequeño tratado de Harvey Sobre el Movimiento del Corazón y la Sangre publicado en 1628 señala el fin de concepto estático del organismo y el nacimiento de una nueva ciencia: la fisiología. Se inicia entonces una larga y tenaz lucha contra la audaz teoría, a la cual faltaba, en verdad, una última y decisiva prueba, que dio en 1661 el italiano Marcelo Malpighi.
Harwey nació en 1578, en Folkstone el 1 de abril de 1578 y fallece en Londres el 3 de junio de 1657. Ingresa y estudia en el Grammar School de Canterbury a los 10 años. Posteriormente, en el Gonville and Caius College, donde empezó a orientar su vida hacia la ciencia., donde obtuvo el título de Bachiller en Artes. Más tarde, decide estudiar medicina y atraído por la fama de la Escuela de Papua (fundada por Fallopio) se va en 1598, donde reside hasta 1602, que es cuando obtiene el título de doctor y tiene como profesor a Girolamo Fabrizio, quien le enseña unos hallazgos anatómicos y embriológicos que van a ser decisivos en su orientación y desarrollo dentro de la embriología y fisiología. En sus viajes por Italia conoce a Galileo. Estando estudiando conoce las teorías de Miguel Server, que fueron lo que le motivaron para investigar la circulación de la sangre.
Foto 007 William Harvey
En 1604 en Inglaterra, contrae matrimonio con la hija del afamado médico londinense Lancelot Brown y abre su consulta profesional en Londres. Pero el afán científico que despertó en él Fabrizio le lleva a solicitar en 1607 del Royal College of Physicians el cargo de profesor en un curso de Anatomía. En 1609 es nombrado médico del Hospital de San Bartolomé de Londres, cargo que ostentará durante más 37 años y en abril de 1616 aparecen unas notas suyas con unas ideas revolucionarias sobre la circulación sanguínea, además y por encargo del Royal Collage, imparte el prestigioso curso anual de Anatomía, conocido como “Lumelian Lectures”.
Pero hasta 1628 no publica definitivamente su descubrimiento, que le da gloria y aumenta su prestigio. En 1632, Carlos I le nombra médico de Cámara, y en la guerra civil le encomienda el cuidado de sus hijos. Su gran lealtad al rey le hace acompañarle en su retirada a Oxford, en 1642, donde fue maestro y director en el Merton Collage de Oxford. En 1646 regresa a su casa de campo en Londres y en 1651 publica su concepción de la embriología “Exercitationes de generatione animalium”.
Todos estos descubrimientos suscitaron una gran polémica, ya que los galenistas negaron toda validez a sus conclusiones.
Foto 008 Clase de anatomía de William Harvey al Rey Carlos I
Con algún que otro error, Harvey había demostrado por primera vez la circulación mayor. Sólo faltaba encontrar cómo llegaba la sangre de las arterias a la venas. Una solución que aportará el fisiólogo italiano Marcelo Malpighi (1628-1694) quien, en 1660, comprobará a través del microscopio, que las arterias y venas se comunican a través de los capilares.
Foto 009 Marcelo Malpighi
Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), nacido en Orense, ingresó en la Orden Benedic-tina en el Monasterio de Samos. Estudió en Salamanca y fue catedrático en la Universi-dad de Oviedo, iniciando sus escritos en el Monasterio de San Vicente. Es el filósofo español más importante del siglo XVIII.
Feijoo reivindicó para España el descubrimiento de la circulación pulmonar de la sangre, tanto a favor de Miguel Servet, heterodoxo al que no debió de ver con buenos ojos, como al del veterinario burgalés Francisco Reyna, al que destaca, por describirla en su «Libro de Albeitería» en 1552, después de que el aragonés de Villanueva de Sijena la expusiera en su “Christianismi Restitutio”, obra que por supuesto no pudo leer Feijóo.
Servet corrige el error galénico por el cual la sangre de la aurícula derecha del corazón pasaba directamente a la izquierda, dando así a luz su hallazgo que él integra en un ejercicio teológico anatómico dirigido a demostrar que el alma, entendida ésta como el espíritu universal platónico, entra al cuerpo ya desde la primera inspiración del neonato a través de los pulmones para alojarse en la sangre que, procedente del hígado y vivificada en los pulmones, llega al corazón para distribuirse desde aquí por todo el organismo. No hay una motivación médica en la descripción de Servet para quien la relevancia de este hallazgo es de índole teológica. De ahí que el hallazgo lo publicara en un libro de teología del cual casi todos sus ejemplares ardieron, a más inri, en la misma hoguera que acabó con su vida.
Foto 010 Benito Jerónimo Feijoo
Feijoo en sus; Cartas eruditas y curiosas. (Tomo tercero -Carta XXVIII), escribe sobre: El descubrimiento de la circulación de la Sangre, hecho por un Albeitar (veterinario; del griego, hipos=caballo e iatros=médico) Español, en la que cita reiteradamente a Miguel Servet, motivo por el que resumo a continuación su carta.
Feijoo empieza preguntando: ¿Es posible, que un Albeitar Español haya sido el primer descubridor de la circulación de la Sangre?, Y continúa afirmando que hay un libro de Albeitería, impreso en Burgos en casa de Felipe de la Junta el año de 1564, siendo su Autor el Albeitar Francisco de la Reina, y copia un pasaje del capítulo 94 de dicho libro, tan claro, tan decisivo en orden a la circulación de la sangre, que hace evidente, que el expresado Reina la conoció: Por manera, que la sangre anda en torno, y en rue-da por todos los miembros, excluye toda duda.
Servet, imprimió su citada obra en Basilea en 1531, y “no hay duda en que habría sido el primero que con mas acierto describió el mecanismo de la circulación, porque sus palabras no están expuestas a esas interpretaciones violentas que desvirtúan las de otros escritores a quienes se quiere conceder igual merito” .No consta, que antes de Harvey algún Médico, o Filósofo haya hablado distintamente de la circulación, con la voz circulación, ni con otra equivalente, a excepción de nuestro Albeitar, que claramente dejó escrito, que “la sangre anda en torno, y rueda por todos los miembros”.
Tanto Miguel Serveto Conesa como Francisco de la Reina, eran españoles y dentro de España queda siempre la gloria del descubrimiento de la circulación; Si fue Servet, de ningún modo perjudica a la particular del Albeitar; pues no pudiendo éste tener noticia del descubrimiento hecho por Servet, que, como asegura el Barón de Leibniz, se ignoró hasta hace muy poco tiempo, sólo en fuerza de un ingenio sagacísimo pudieron arribar al propio conocimiento. No hubo menester tanta sagacidad Harvey, porque halló la ciencia anatómica mucho más adelantada que estaba en tiempo de Servet y el Albeitar; que sólo por observaciones anatómicas se podría descubrir.
Foto 011 Circulación sanguínea según William Harvey
Concluye lamentándose de que la gloria del descubrimiento se la apropien extranjeros, con las siguientes palabras: Es cosa admirable, que sólo por dos ejemplares del Libro del Albeitar la Reina, que se salvaron de las injurias del tiempo, se haya conservado la memoria de este feliz descubrimiento, y que sólo por el accidente de tener un amigo uno de estos dos ejemplares, haya llegado a mí la noticia.
Verdaderamente no hay voces con que ponderar la negligencia, el descuido, y aun la insensibilidad de nuestros Españoles, en orden a todo aquello que puede dar algún lustre al ingenio literario de la Nación; siendo mucho más reprehensible esta negligencia, respecto de los inventos útiles, en todos tiempos tan gloriosos, que los antiguos Gentiles elevaron los Inventores a la esfera de Deidades.
El que a juicio de Feijoo, describió de una manera clara y sencilla la gran circulación llamada después Harveyana, fue Francisco de la Reina, maestro veterinario, natural y vecino de la ciudad de Zamora y luego de Burgos, que en un libro de Albeitería, que escribió, según cálculos muy fundados, por los años 1532, en el capitulo XCIV se expresó del modo siguiente: "Si te preguntaren por que razón cuando desgobiernan un caballo de los brazos o de las piernas, sale sangre de la parte baja y no de la parte alta, responde: porque se entienda esta cuestión, habéis de saber, que las venas capitales salen de hígado y las arterias del corazón: y estas venas capita-les van repartidas por los miembros de esta manera: en ramos y miseraycas por las partes de fuera de los brazos y piernas, y van al instrumento de los cascos (vasos), y de allí se tornan estas miseraycas a infundir por las venas capitales, que suben desde los cascos por los brazos a la parte de dentro. Por manera que las venas de las partes de fuera tienen por oficio de llevar la sangre para arriba. Por manera que la sangre anda en torno y en rueda por todos los miembros, y unas venas que tienen por oficio de llevar el nutrimiento por las partes de fuera y otras por las partes de dentro, hasta el emperador del cuerpo, que es el corazón, al cual todos los miembros obedecen. Esta es la razón de esta pregunta". Este párrafo está copiado de la edición del Libro de Albeitería de 1564, que está conforme con la de 1552.
Foto 012 Libro y portada de Miguel Servet
Véase, pues, prosigue Feijoo, de una manera clara y terminante comprendido y expresado por Francisco de la Reina, “el movimiento y curso circulatorio de la sangre. Aquí no hay que andar exprimiendo la letra y dando tortura al entendimiento para hallar lo que se busca, porque hasta la misma sencillez de expresión que usa el autor, le pone al alcance del menos entendido. Pues, a pesar de esto, a pesar de que el libro de Reina andaba ya impreso por los años 1536, que se reimprimió en 1552, 1564 y 1580 el médico inglés Guillermo Harvey, como ya hemos indicado, se levantó con la gloria de ser el autor del descubrimiento de la circulación de la sangre.
Esta usurpación es harto patente. Harvey nació en el año 1578, medio siglo después de escrita la obra del albéitar español”.
Foto 013 Enfermería, consultorio medieval
Bibliografía
Anécdotas y curiosidades a través de la Historia de la Medicina. 1994
http://www.portalplanetasedna.com.ar/harvey.htm
http://www.servetus.org/en/news-events/articulos/20050504.htm
http://www.servetus.org/en/news-events/articulos/20050530.htm
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Director de la Revista y vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro del Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
masolorzano@telefonica.net
Bibliografía
Anécdotas y curiosidades a través de la Historia de la Medicina. 1994
http://www.portalplanetasedna.com.ar/harvey.htm
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4 comentarios:
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Parchadex tussisabes tirash Aletosky Vesua
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