lunes, 11 de septiembre de 2023

La Enfermera de Dickens Sarah Gamp y Mónica Dickens enfermera

 

 

Foto 1 Ilustración La enfermera, 1840. Tristram Shandy. Colección Mansell, Londres

 

Las consecuencias más graves para los cuidados de salud tuvieron lugar en Inglaterra. En este país se había producido una revolución interna y religiosa mucho antes de que Enrique VIII legalizara su reforma externa y visible. Rompió con Roma y el Papa porque se negó a sancionar su divorcio. Suprimió los monasterios y utilizó la Reforma Protestante para liberarse de la autoridad de Roma y quedarse con todas las propiedades de los monasterios que representaban una quinta parte de su reino.

 

Enrique VIII suprimió todas las órdenes y confiscó las propiedades de más de 600 instituciones de caridad. Muchas de ellas estaban dedicadas a los mendigos, huérfanos, ancianos y pobres, así como a los enfermos agudos. A la larga, la administración civil se vio forzada a encargarse de socorrer a la población, proceso que culminó con el decreto de la “Ley de pobres” durante el reinado de Isabel I.

 

Se cerraron todos los hospitales de Londres en dos oleadas, los más pequeños en 1538 y los más grandes con ingresos superiores a las 200 libras anuales en 1540. La suerte que corrieron los Hospitales ingleses de mayor envergadura fue particularmente importante, puesto que limitaban su trabajo esencialmente al cuidado de los enfermos. El efecto fue inmediato, pues “sólo Inglaterra entre todos los países europeos no poseía un sistema hospitalario”. La gente del imperio británico no tardó en sublevarse y pidieron la devolución de todos los hospitales a la ciudad para que fueran financiados por autoridades civiles.

 

En 1547, la ciudad de Londres pidió al hijo de Enrique VIII, Eduardo VI, permiso para encargarse de la gestión de los hospitales más grandes como el St. Bartholomew´s, el St. Thoma´s, el de Brideweell, el de Bethlehem y el Christ´s.

 

Foto 2 Dibujo de la Sala de Rahere del Hospital de St. Bartholomew´s en Londres, 1844. W. A. Delamotte

 

Este dibujo se ha identificado con la enfermería “tipo Gamp” simplemente porque la figura central lleva las ropas habituales de su clase en esa época. El personaje de Sairey Gamp, de Charles Dickens, era una enfermera que cuidaba a los enfermos a domicilio, y aunque en los hospitales, sin excluir éste en absoluto, había muchas enfermeras que eran bebedoras de ginebra empedernidas, existe constancia de que la hermana encargada de la Sala Rahere en la época de este dibujo era “resuelta, rubicunda, positiva y muy observadora… Podía informar correctamente de la evolución de un paciente; y de su salario ahorró cuanto pudo y lo dejó como legado al Hospital”. St. Bartholomew´s Hospital, Londres.

 

El Hospital St. Bartholomew´s y el St. Thoma´s se encargarían de cuidar a los enfermos pobres; el de Brideweell a los parados; el de Bethlehem a los enfermos mentales y el Christ´s a los huérfanos. Este fue el comienzo del control civil de los hospitales y la introducción en Inglaterra de la “Enfermería Laica”. El Cuidados de los enfermos en estas instituciones se deterioró durante 300 años debido a la inexistencia de enfermeras profesionales. Otros países protestantes siguieron tendencias muy parecidas a las de Inglaterra en la reorganización de sus hospitales.

 

Foto 3 Elizabeth Fry Leyendo para las prisioneras en la cárcel de Newgate, 1823. Siglo XIX. De un grabado según Jerry Barratt. Religious Society of Friends, Londres

 

Las reformas sociales y las enfermeras

 

El gran renacimiento de la cultura dejó de lado el cuidado de los enfermos. Este se debió a la idea predominante de que la enfermería era más una ocupación religiosa que intelectual. El progreso científico se consideraba innecesario. Tras la Reforma Protestante se había producido una desmotivación religiosa entre las personas laicas empleadas en el cuidado de los enfermos. Resultaba imposible convencer a personas inteligentes de que se dedicaran a la enfermería en los malolientes hospitales municipales. ¿Quién en su sano juicio quería ser enfermera? La enfermería retrocedió a su antigua posición de trabajo servil, y cobraron preeminencia los aspectos desagradables de esta disciplina.

 

En la segunda mitad del periodo comprendido entre 1500 y 1860 la enfermería vivió su peor momento, en los países protestantes. Sin duda había llegado el “Periodo Oscuro de la Enfermería”. En general, los asistentes o enfermeros laicos eran ignorantes, rudos y desconsiderados, por no decir inmorales y alcohólicos.

 

Cuando una mujer ya no podía ganarse la vida con el juego o el vicio, le quedaba la alternativa de convertirse en enfermera. Las enfermeras eran reclutadas de entre antiguas pacientes, presas y de los estratos más bajos de la sociedad. Fregaban, lavaban, limpiaban, trabajaban muchas horas, a veces 24 a 48 horas ininterrumpidas, y, en esencia, llevaban una vida llena de fatigas.

 

Foto 4 Esperando el ingreso en una casa de caridad, 1874. Samuel Luke Fildes. Tela Royal Holloway College Londres

 

Las cucarachas y toda suerte de insectos infestaban a las enfermeras de los hospitales, además de la humedad, el frío y el abandono. El sueldo era escaso y a menudo lo complementaban de la forma que les fuera posible. Las enfermeras esperaban sobornos y los aceptaban siempre que se presentaban. Este estado deplorable de las enfermeras y de la enfermería en general, se prolongó durante todo este periodo. Las enfermeras apenas estaban organizadas, y por supuesto, carecían de posición social.

 

Foto 5 Las enfermeras a través de los personajes inmortales de Sairey Gamp y Betsy Prig

 

Nadie se dedicaba a ser enfermera si tenía la posibilidad de ganarse la vida de cualquier otra forma. Como enfermeras, incluso las Hermanas de las Órdenes religiosas llegaron a estancarse por completo a nivel profesional como consecuencia de una ininterrumpida secuencia de restricciones desde mitades del siglo XVI.

 

La profundización en los males sociales iniciada en el siglo XVIII incluyó una revisión de las enfermeras. Los dibujos de William Hogarth y las posteriores descripciones de Charles Dickens de las enfermeras eran verdaderas caricaturas. En Martín Chuzzlewit en 1844, Dickens ejemplificó la posición de las enfermeras a través de los personajes inmortales de Sairey Gamp y Betsy Prig.

 

La señora Gamp representaba a la asistenta contratada para cuidar a los enfermos, la enfermera privada; la señora Prig era el prototipo de enfermera de hospital.

 

Sarey Gamp, no era un personaje ficticio, sino una enfermera que en la realidad había contratado un amigo de Charles Dickens para un miembro de su familia. Ambas mujeres timaban a sus patrones, engañaban a sus pacientes y les robaban sus raciones de comida y sus pertenencias. Exigían que los pacientes les pagasen por pequeños servicios adicionales y eran deliberadamente crueles con los enfermos que tenían a su merced.

 

Foto 6 La enfermera Gamp propone un brindis con ginebra a una compañera. De Martín Chuzzlewit, de Charles Dickens. The Bettmann Archive, Nueva York

 

En un posterior prefacio a la novela que escribió Dickens en 1849, comentó:

 

La señora Sarah Gamp es una representación de la asistenta contratada para los pobres en su enfermedad. Los hospitales de Londres son en muchos aspectos instituciones nobles, pero en otros resultan muy defectuosos. Creo que la señora Betsy Brig, es un buen ejemplar de la enfermera hospitalaria, y no el menor de los casos de mala administración; considero asimismo que los hospitales, con sus medios y fondos, deberían haber dejado que en 1849 la caridad y la empresa privada hicieran un intento por mejorar esta clase de personas.

Dickens, 1910; página XXVIII.

 

Foto 7 La enfermera Sarah Gamp. De Martín Chuzzlewit, de Charles Dickens, publicado por primera vez en 1844. Frederick Barnard. The Bettmann Archive, Nueva York

 

La primera aparición de la señora Gamp en la novela se produce cuando es llamada por Mr. Pecksniff para preparar el cuerpo de Anthony Chuzzlewit para su entierro:

 

Era una mujer gorda y vieja la señora Gamp, con una voz ronca y el ojo lloroso, que, con rara habilidad, dejaban en blanco y girándolo hacia arriba. Puesto que apenas tenía cuello, le costaba un poco mirar por encima del hombro, si es que se puede decir, a aquellos con los que hablaba. Vestía una bata negra y mohosa, de lo peor que se puede olfatear, y un chal y un gorro en justa correspondencia. La cara de la señora Gamp -particularmente su nariz- estaba algo enrojecida e hinchada, y resultaba difícil disfrutar de su compañía sin notar un cierto olor a alcohol. Al igual que la mayoría de personas que han alcanzado gran eminencia en su profesión, ella se dedicaba a la suya de buen grado; tanto es así que, dejando de lado sus predilecciones naturales como mujer, asistía a un parto o amortajaba a un cadáver con el mismo deleite y agrado.

Dickens, 1910, páginas 312 y 313

 

Leigh Hunt, un coetáneo de Charles Dickens, también dio su versión de la partera especializada, que era lo que Sarey pretendía ser. La señora Gamp se consideraba a sí misma una enfermera de visita mensual o, como aparecía osadamente en su emblema, una “partera”.

 

Foto 8 La primera aparición de Gamp en el dibujo que acompañaba a la primera edición de la novela de Dickens. “Bueno señora Gamp, ¿y cómo está usted, señora Gamp?” dijo este caballero, con una voz tan suave como su paso. Vigésima quinta ilustración habitual de Fred Barnard para Martin Chuzzlewit de Dickens, en el capítulo XIX, página 161. 1872

 

El mayor placer de su vida es cuando mujer y niño están durmiendo, el fuego resplandece, el puchero hierve y sus callos están sosegados. Entonces toma un pellizco de rapé, como punzante anticipación de placer o como una especie de esencia concentrada de satisfacción; después, una copa de ginebra -en ese momento pone el agua en la tetera-, se toma otra copa de ginebra, pensando que la anterior había sido pequeña y que el té que se está preparando producirá la “contraacción”; seguidamente se alisa el delantal, se acomoda en el sillón, se pone la primera taza de té y se sienta durante un minuto o dos fijando la vista en el fuego, con la satisfacción fundada, de un búho, y quizá no sin algo de su gesto, entre estornudo y caja de rapé.

Leigh Hunt, 1889

 

Se requería ayuda para salir de la situación en que se encontraban las enfermeras, y el interés público por su progreso empezó a hacerse patente entre diversos grupos. Los médicos, el clero y los ciudadanos filántropos abogaban por el establecimiento de Escuelas de Enfermeras para su formación.

 

Algunos defendían un sistema bajo auspicio religioso, otros un plan seglar de enfermeras remuneradas. Esta preocupación de la sociedad dio como resultado el inicio de una serie de cambios significativos que llevarían a la reforma estable de las enfermeras (1).

 

Foto 9 La señora Gamp de Fred Barnard, realizando una exhibición de habilidad profesional, siendo el viejo Chuffey el objeto de sus cuidados en el capítulo 46 de la Edición Hogar, 1872

 

Sarah Gamp, la horrible enfermera que cambió la profesión para siempre

 

El personaje creado por Charles Dickens en “Martín Chuzzlewit” era tan desagradable que inició un cambio en las pautas a seguir en la profesión, mucho antes que Florence Nightingale

 

Foto 10 La legendaria Sarah Gamp en una acuarela de J. Clayton Clark “Kyd”. “La cara de la señora Gamp, en particular la nariz, estaba algo roja e hinchada, y era difícil disfrutar de su compañía sin sentir el olor a alcohol”. Martín Chuzzlewit. Capítulo XIX

 

Si existe un personaje que genere tanto odio y repulsión dentro de la extensa bibliografía de Charles Dickens como el mismísimo Scroodge ese es el de Sarah Gamp, la enfermera borracha y oportunista que escandalizó a la pulcra sociedad victoriana en la novela “Martín Chuzzlewit”. Sólo hay una diferencia, Scroodge no volvió a todos los viejos tacaños y codiciosos en buenas personas, pero la enfermera Gamp sí que ayudó, diez años antes que Florence Nightingale, a marcar cómo debían ser las buenas prácticas de la profesión enfermera (2).

 

Martín Chuzzlewit” se publicó por entregas entre 1843 y 1844. Para Dickens era uno de sus mejores trabajos, sin embargo, no tuvo el éxito de muchos otros de sus libros. Bajo el lema del egoísmo, nos sumergía dentro de una familia llena de personajes oscuros y desoladores, liderados por el amargado patriarca del clan y la sombra de su herencia. El personaje central, Martín, que comparte nombre con su abuelo, tendrá que buscar fortuna lejos de los Chuzzlewits al enamorarse de la cuidadora de su abuelo y emigrará a Estados Unidos. La imagen que retrató Dickens de los norteamericanos era tan irónica y poco halagadora que el libro se publicó en Estados Unidos con una advertencia.

 

Y en este contexto destacó un personaje, el de Sarah Gamp, tan cómicamente malvado que quedó impreso en la imaginación del público. Borracha, hipócrita, falsa, era capaz de sacar la almohada del enfermo para colocarla en el respaldo de su asiento y echar una cabezadita. Sobre todo, se dedicaba a ser matrona y a cuidar enfermos de noche para ganarse un sobre sueldo. ¿Qué sabía de cuidar a un enfermo? Poco o nada, y no por ignorancia, sino por pura despreocupación (2).

 

Aunque muchos aseguraban que sólo era una caricatura de las enfermeras de la época, lo cierto es que representaba muy bien una parte de la profesión enfermera, sobre todo en unos años donde todavía los hospitales no estaban masificados y la mayoría prefería cuidar a sus enfermos en casa. En estos casos es cuando se llamaba a una de estas enfermeras que hacían de cuidadoras especializadas. Muchas de estas mujeres dejaban mucho que desear, pero al no estar bajo el registro de un hospital, actuaban con total libertad. Hasta el propio Dickens criticó en el prefacio de la novela en 1849 esta situación. “Es una vergüenza que los hospitales, con sus posibilidades y presupuesto, hayan dejado, en manos privadas, la mejora del cuidado de los enfermos a través de las enfermeras”.

 

Así describe Charles Dickens al personaje en su primera aparición, en el capítulo 26, que se publicó en octubre de 1843. “Era una mujer vieja y gorda, esta señorita Gamp, con una voz fornida y ojos húmedos, con un asombroso poder para levantar sus pupilas y sólo mostrar lo blanco. Con un cuello muy pequeño, le costaba mirar más allá de sí misma, si se puede decir así, con aquellos con quienes hablaba. Llevaba siempre un vestido de color negro oxidado, la peor decisión para su trabajo, y un chal y boina a juego”. Y añade: “La cara de la señora Gamp, en particular su nariz, era de alguna manera roja y desbordada, y era difícil disfrutar de su presencia sin ser consciente del olor a alcohol. Como la mayoría de personas que han conseguido llegar a ser eminencias en su trabajo, ella se tomaba su trabajo con benevolencia, tanto que, a parte de sus preferencias como mujer, podía estar tanto estirada como tirada en el suelo con igual entusiasmo y deleite”.

 

Foto 11 Charles Dickens hace que la señora Gamp estipule sus condiciones de trabajo, incluido el servicio regular de bebidas alcohólicas, para subrayar su naturaleza bebedora y sus estándares profesionales laxos como enfermera privada. Capítulo 25. Fred Barnard

 

El personaje estaba basado en una enfermera real que conoció una buena amiga de Dickens, Angela Georgina Burdett-Coutts, un personaje digno de novela, ella misma a la que el rey Eduardo VI llegó a decir que era: “la mujer más remarcable de Inglaterra después de mi madre”. Mujer de gran cultura y conocida por ser la heredera más rica del imperio, Burdett-Couts fue una especie de Bill Gates de la época y financió todo tipo de causas sociales. Al final de su vida, con 63 años, se casó con un americano de 29 años, escandalizando a la opinión pública, que hasta entonces la adoraba (2).

 

En la novela, la enfermera Gamp aparece junto a otra enfermera, esta trabajadora de día en un hospital, pero casi igual de miserable e incompetente, Betsy Prig. Este personaje refleja bien su época porque trabajaba incontables horas por un suelo que prácticamente la esclavizaba, lo que la obligaba a hacer cosas de las que no se enorgullecía para sobrevivir. Lo cierto es que la imagen de “Gamp” se hizo tan popular que, como el personaje siempre llevaba un característico paraguas negro; se empezó a llamar este tipo de paraguas Gamp.

 

En 1854, con la aparición de Florence Nightingale, las enfermeras pusieron las bases ontológicas de una profesión que poco a poco ganaría el respeto que no habían tenido nunca. Pero fue Charles Dickens y su enfermera Gamp los que ridiculizaron el lado perverso de la profesión y los que posibilitaron que se pusiesen las bases para conseguir la respetabilidad de la profesión. A veces, sólo necesitas un mal ejemplo, como en las fábulas, para hacer reaccionar a la sociedad (2).

 

Foto 12 La señora Gamp de Martín Chuzzlewit. Charles Dickens. 1844

 

No deja de ser curioso que la más célebre de los descendientes del escritor de “Oliver Twist”, Mónica Dickens, se convirtiera en escritora y, en enfermera en la Segunda Guerra Mundial.

 

Mónica Dickens nació en 1915 en Londres y falleció el día de Navidad de 1992

 

Mónica Dickens, bisnieta del gran Charles Dickens, sirvió como enfermera durante la Segunda Guerra Mundial en un hospital rural; una experiencia que marcó su vida y que tuvo su reflejo literario en One Pair of Hands (1939).

 

Existen dos novelas que, si hubiesen sido escritas por hombres, hoy serían consideradas pequeñas joyas de los relatos de iniciación y maravillas de las historias en primera persona. La primera fue escrita en 1939 y narraba la historia de una chica que, hastiada de una vida de privilegios que parecía dibujarle de antemano todo su futuro, decidía huir hacia adelante y emplearse como cocinera y señora de la limpieza. Su título, “Un par de manos”, y la autora, Mónica Dickens (3). Comenzó con una serie de libros semiautobiográficos, a los que seguiría Mariana en 1940.

 

Foto 13 Mónica Dickens, enfermera Segunda Guerra Mundial

 

Con 17 años, se arrancó el uniforme del colegio y lo lanzó al Támesis, hastiada por tanta preparación de lo que antes se llamaba “baile de debutantes”. La expulsaron de inmediato del colegio, el Saint Paul’s School de señoritas, y dejó la casa familiar en busca de una mejor vida, o si no mejor, al menos en busca de una vida a secas. De esta forma, Mónica Dickens, que entonces sólo tenía 24 años, se adelantó prácticamente 20 años a “El guardián entre el centeno” en la creación de un personaje rebelde, pero que no sabía exactamente por qué sentía tanto rechazo a todo lo que veía a su alrededor (3).

 

El libro era una maravilla cómica en que no trataba a su personaje con delicadeza ni autojustificación, sino que mostraba esa sensación de ridículo que siempre sentía la autora y las absurdidades que veía a su alrededor, ahora como sirvienta y cocinera en unas casas del todo lunáticas. Si “Arriba y Abajo” o “Downton Abbey” nos presentaban dos mundos conviviendo, Dickens iba mucho más allá y los mezclaba hasta demostrar lo ridículos que eran los dos por sí solos y cómo tristemente se necesitaban para darse sentido. El éxito del libro fue tal que el nombre de Mónica Dickens volvió por todo lo alto a los altares de la literatura, aunque sólo fuese momentáneamente.

 

El segundo libro todavía iba más lejos. Bajo el título, “Un par de pies”, Mónica Dickens dibujó una especie de continuación al personaje que había maravillado a los ingleses, pero en esta ocasión nos presentaba la experiencia que marcó de manera definitiva su vida, la de ser enfermera. La novela narraba en primera persona sus experiencias como enfermera durante la Segunda Guerra Mundial, un mundo al que Mónica Dickens dotó con su particular capacidad de observación. “Ser enfermera es una especie de manía, una fiebre en la sangre. Es una enfermedad incurable y una vez contraída es imposible sacarla de tu organismo. Si no fuera así, no habría enfermeras en los hospitales. Comparada con otras profesiones, las horas son largas, el trabajo duro, y la paga inadecuada a la energía y atención que requiere. Sin embargo, una enfermera nunca podrá ver su trabajo sin pasión, es demasiado parte de ella”, aseguraba, un sentimiento que ahora sienten todas las enfermeras del mundo, cuando se enfrentan a la peor pandemia de los últimos cien años y aún, así siguen viviendo como si fuera un trabajo precario (3).

 

Foto 14 Mónica Dickens, enfermera Segunda Guerra Mundial

 

Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en una fábrica de aviones y como enfermera en un hospital rural, experiencias que inspirarían su siguiente novela, One Pair of Feet en 1942; sus vivencias en un periódico local quedaron reflejadas en My Turn to Make the Tea en 1951, donde muestra las dificultades a las que tenían que enfrentarse las mujeres periodistas.

 

Mónica Dickens era un genio a la hora de destapar todos estos sinsentidos y contradicciones de la sociedad. Como Louisa May Alcott y Agatha Christie antes que ella, al estallar la guerra decide no quedarse de brazos cruzados y se inscribe en un Colegio de Enfermeras para trabajar de inmediato en un Hospital rural. Recupera su narración distanciada, divertida, irónica e irreverente, pero mezclada con el trauma que el contexto de guerra dejó en las enfermeras que atendieron a los soldados heridos, lo que crea un extraño eco de asombro a lo largo de todo el libro. Entre todas las enfermeras escritoras, es sin duda una de las mejores. “¿Enfermera? La idea siempre me había atraído. Supongo que es una fase que todas las adolescentes pasan, con la de ser monja. Creo que leí “Adiós a las armas” y me decidí, aunque me era imposible imaginar ningún hospital que permitiera lo que pasa en esa novela. Pero bueno, esa había sido la guerra anterior”, escribe de forma desenfadada dejando claro cuál será el tono del libro.

 

Foto 15 Agatha Christie y sus compañeras del Hospital de Touqay en 1914

 

Louisa May Alcott. (1832 – 1888). Enfermera voluntaria en el Union Hospital de Georgetown (Washington DC). Novelista y escritora. Fue una destacada defensora de los derechos de la mujer. Sus libros “Mujercitas y Hombrecitos” y sus poemas y relatos cortos, publicados en el Atlantic Monthly. Describió el trabajo realizado por las enfermeras voluntarias en los hospitales durante la Guerra de Secesión Americana en una serie de cartas que se recopilaron en el libro “Hospital Sketches”.

 

Agatha Christie (1890 – 1976). Colaboró como enfermera británica voluntaria en la PGM como Voluntary Aid Detachment (VAD), donde atendió a los soldados heridos en el Hospital de Torquay. Definió a la profesión “Enfermera” como “uno de los trabajos más gratificantes que cualquiera pueda tener”. Dedicó 3.400 horas de trabajo hasta 1918.

 

En 1951 se casó con Roy Stratton, un oficial del ejército estadounidense, y se mudó con él a Norteamérica, donde adoptaron dos niñas. Mónica Dickens fue una novelista muy popular durante toda su vida y se implicó en muchas causas humanitarias, especialmente en defensa de los niños y los animales. Después de la muerte de su marido regresó a su Inglaterra natal, donde falleció el día de Navidad de 1992.

 

¿La novela es, entonces, “Adiós a las armas” si se escribiera desde el punto de vista de la enfermera y no del viril soldado herido? Más o menos. La historia también nos habla de la fatiga extrema, la jerarquía absurda al que estaban regidos los hospitales de la época, y que continúan hoy día. En aquella época, por ejemplo, estaba prohibido que una enfermera se dirigiera directamente al médico, sino que tenía que hacerlo a través de una enfermera superintendente.

 

Para todas aquellas enfermeras que regresan a sus casas después de turnos de ocho o doce horas y que saben que pronto tendrán que volver a pasar por el mismo vértigo y estrés, esta novela les salvaría la vida, o al menos les recuperaría el buen humor, algo que en los hospitales escasea más que las mascarillas (3).

 

Foto 16 Enfermeras del King’s College Hospital, London

 

Bibliografía

1.- Historia de la Enfermería. M. Patricia Donahue. Ediciones Mosby. Páginas 215 – 233

 

2.- Sarah Gamp, la horrible enfermera que cambió la profesión para siempre. Artículo del periódico La Razón de Carlos Sala Soler. 13 de octubre de 2021

https://www.larazon.es/cataluna/20200604/ejjcnsnhgvhihbt6s7ywekptge.html

 

3.- Mónica Dickens. La gran escritora olvidada del siglo XX que supo reírse de su destino. Artículo del periódico La Razón de Carlos Sala Soler. 6 de octubre de 2021

https://www.larazon.es/cataluna/20200516/vxemehdqa5c4vm52vj73w3nckm.html

 

La Voz de Enfermería en la Enciclopedia Auñamendi

Manuel Solórzano Sánchez y Jesús Rubio Pilarte

Primera parte

http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190

 

Segunda parte

http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190/132780

 

Enciclopedia Wikipedia

 

Manuel Solórzano Sánchez. Grado en Enfermería

Manuel Solórzano Sánchez - Wikipedia, la enciclopedia libre

https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez

Día 20 de octubre de 2022, jueves

 

Manuel Solórzano Sánchez. Entziklopedia en Euskera

https://eu.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez#Ibilbidea

Día 27 de octubre de 2022, jueves

 

El legado del enfermero Manuel Solórzano. Antton Iparraguirre. Artículo del Diario Vasco de San Sebastián. Lunes, 7 de agosto de 2023

https://www.diariovasco.com/gipuzkoa/historia/legado-enfermero-manuel-solorzano-enfermeria-gipuzkoa-donostia-blog-manuel-solorzano-20230807210304-nt.html

 

Foto 17 Enfermeras australianas del Comité de Ayuda a España en la Guerra Civil Española. Agnes Hodgson, May MacFarlane, Una Wilson y Mary Lowson antes de partir a España. The Australian National University, Canberra

 

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Premio a la Difusión y Comunicación Enfermera del Colegio de Enfermería de Gipuzkoa 2010

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Años 2019 y 2022

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

Sello de Correos. 31 de diciembre de 2022

masolorzano@telefonica.net

 

 

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