sábado, 29 de agosto de 2020

SAN SEBASTIÁN 1700

 

UNA DESCRIPCION DE SAN SEBASTIÁN PUBLICADA EN LONDRES

 

Por JUAN ANTONIO DE ZUNZUNEGUI

 


Foto 1 Litografía de San Sebastián

 

En la terna de las hermanas vascongadas, San Sebastián es la sonrisa y la gracia. Bilbao pone a un lado su áspera rudeza minera y al otro mueve Vitoria su sosegada y llana provincialidad. Así, de la mano, entre las dos, se deja llevar, fronteriza y amable, la Bella Easo, en la biribiliqueta de las capitales.

 

El azar puso en manos de don Manuel Conde López un libro escrito sobre la hermosa capital guipuzcoana por un inglés que la visitó en 1700. Vertido ahora en buen castellano y nítidamente impreso, en edición numerada de 400 ejemplares, con un mapa antiguo del puerto y la ciudad y dos deliciosos aguafuertes de Lambert, el libro resulta un regalo para el bibliófilo.

 

Se dice compuesto By one lately come from thence (por uno últimamente llegado allí).

 

El hombre pasa revista ingeniosamente, después de describir la ciudad, a la forma de su gobierno, a las costumbres, diversiones y trabajos de sus habitantes.

 

Después de explicar cómo son designados por insaculación los magistrados que se turnan anualmente, explica: Los elegidos, cuando llegan a gobernar o a ser alcaldes, se aprovechan para explotar lo mismo a sus compatriotas que a los extranjeros, y esto lo hacen a la faz del mundo y sin ningún escrúpulo.

 

Para gobernar entonces se necesitaba ser noble, y la nobleza consistía, según el viajero inglés: en no tener sangre de judío, moro turco o hereje. Para probarlo es necesario presentar solicitud a la provincia de Guipúzcoa, y un caballero diligenciero investigaba acerca del peticionario. Si vivía en la ciudad debía tener casa propia, y si no, necesitaba poseer en la provincia tierra bastante donde cultivar o poder cultivar doscientos manzanos.

 

La verdad, en el mil setecientos, los guipuzcoanos exigían demasiadas cosas para ser concejal.

 

En la descripción que hace de la ciudad, dice que se halla al sur de un alto monte. Es de forma cuadrada y esta de tal forma oculta por el monte, que viniendo del mar hacia tierra no se la ve, hasta que se encuentra uno dentro de la bahía. Existen dos puertas: la del muelle y la que llaman puerta de Pasajes, por la que se sale a dicho puerto.

 

Hace gran elogio del castillo y de su emplazamiento y atribuye a Carlos V la frase: Que reconquistaría toda España si solo le dejaban el castillo de San Sebastián.

 

Sus cuarteles son magníficos, y añade que todos los soldados son unos pordioseros, y si el extranjero rehusa darles algo, procuran jugarle una mala partida.

 

Hablando de la isla de Santa Clara que hay a la entrada de la bahía, refiere que había en ella un caballero del reino de Castilla a quien habían confiscado sus bienes, confinándole en la isla como ermitaño. Todos los herejes que morían los enterraban allí.

 

El modo de vivir por aquel entonces resultaba delicioso. Los easonenses parece eran poco trabajadores. La gente más principal y distinguida, a la mañana temprano, después de gozar con la música de la serenata (?), se levantaba y tomaba chocolate; sin tomarlo, nadie saldría a la calle, aunque su casa ardiera.

 

A continuación, hombres y mujeres se peinan, después de un ímprobo trabajo, y se van a la iglesia; luego, al muelle, hasta las once, y más tarde al centro de la ciudad, a un lugar llamado las cuatro esquinas; allí están hasta las doce, y a esa hora se va todo el mundo a comer. Comen una sopa de caldo y carne asada y cocida y beben sidra. Hay mucho y abundante pescado. Cuando los pescadores vienen del mar en las lanchas, sus mujeres les esperan sentadas en el muelle con las capas de los maridos y sus largas espadas o largos espadines≫.

 

Mientras la mujer vende el pescado, el marido pasea majestuoso por la ciudad.

 

Las casas son altas y hermosas, y las tejas están sostenidas por grandes piedras contra el viento. Hace mucho calor, más que en muchas ciudades situadas más al sur.

 

Los comerciantes extranjeros, a menos de estar casados con españolas, no tienen el derecho de alquilar casas y deben entenderse con uno de la ciudad, para que las alquile por ellos. Ambos viven juntos y el indígena generalmente percibe la mitad de las ganancias del comerciante extranjero.

 

En el capítulo de los pasatiempos y deportes, cuenta que terminada la comida echan la siesta hasta las dos o las tres de la tarde y después se quedan fuera de los muros de la ciudad jugando o viendo jugar a la pelota o a los bolos.

 

En invierno pasan el tiempo, hasta las ocho de la noche, en casas particulares o en círculos.

 


Foto 2 Litografía de Pasajes

 

Describe así el atuendo de las personas:

Los hombres van muy elegantes, con sus trajes a la moda española: largas espadas, medias de seda y zapatos acuchillados. Las mujeres llevan modestos y estrafalarios vestidos. Todas ellas usan mantillas muy anchas y ajustadas en su parte inferior, de tal modo que cuando andan se hinchan sus mantillas como las velas de un barco azotado por el viento. Las faldas son proporcionadas, y las mujeres, que generalmente se sientan en el suelo, lo hacen con tanta habilidad, que al extender sus faldas en redondo ocupan más sitio que la circunferencia de una piedra de molino en Inglaterra, dicho sea sin exageración. Cuando dan una vuelta, el aire se acumula en el interior de sus ropas y tarda mucho tiempo en salir, de forma que sus vestidos van cayendo poco a poco, y así se encuentran con que se establece una fresca brisa, refrigeración muy agradable para ellas en un clima tan cálido.

 

En el capítulo de las danzas describe un baile que todos los domingos y días festivos tiene lugar en la plaza del mercado, y que resulta ser el aurresku.

 

Ha y una industria de toneleros muy numerosa. El principal comercio de la ciudad es el vino, el hierro y el aceite.

 

Las ferrerías están cerca de la ciudad, y las barras de hierro las transportan al almacén público en caballos o mulas, provistos de armazones de madera adaptados a la albarda.

 

Las narrias arrastradas por bueyes se usaban para llevar las mercancías dentro de la ciudad.

 

En el capítulo dedicado a las labores del mar, cuenta que poseen algunos barcos que van hacia el norte a la pesca de la ballena. Dice que a veces las cogen a la vista del castillo, y para ello tienen en ciertos meses del año un hombre a sueldo con la misión de vigilar desde la cima. Cuando divisa una ballena o cachalote hace una seña al castillo y salen a pescarla.

 

El negocio más importante en aquel tiempo y que rendía más dinero era el del vino: con Francia, desde donde enviaban sus Graves Medoc y vinos de Pontac y los caldos de Navarra.

 

Estas son las líneas generales de lo visto por el anónimo viajero. No hay que olvidar, como señala don Manuel Conde Lopez, que era inglés y protestante.

 

De todas formas, la vida en San Sebastián a finales del dieciocho era grata y apacible.

 

La presentación del libro y las notas del traductor, deliciosas y atinadas.

 

En fin, un librito encantador por lo que dice y por lo que se adivina.

 

Bibliografía

Revista Vértice Número 71. Páginas 63 y 64. Febrero de 1944

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

 

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