HOSPITAL CIVIL DE SAN ANTONIO ABAD. JULIO 19601.- PRIMERAS REFERENCIAS AL HOSPITALDesde 1485 tenemos noticias sobre la existencia de un hospital en la colina de San Bartolomé, en el arrabal de San Martín. Este establecimiento, conocido como
Hospital de San Lázaro, era utilizado para la cura de la lepra y de las úlceras de los enfermos pobres. Regentado por los caballeros militares de la Orden de San Lázaro, también ofrecía sus servicios a los numerosos peregrinos compostelanos.
FOTO 001 Arco que perteneció a la puerta de la capilla del Hospital de San Lázaro, correspondiente al patronato de Caballeros de San Lázaro, orden sacro-militar 1119. Este Hospital fue incendiado por los franceses en el sitio de 1512. Juana La Loca dio en 1535 una real cédula de reedificación. Revista Novedades del 13 de Noviembre de 1910.
En 1512, tras el sitio de la ciudad de San Sebastián por el Duque de Borbón, el hospital fue destruido completamente. Pasarán más de 26 años hasta que se inicie la construcción de un nuevo centro. Gracias a la promulgación de las reales cédulas de 1535 y 1538, se recuperó el hospital. Se reconstruyó al lado de la parroquia de Santa Catalina, en tiempos de Doña Juana, con la obligada construcción en argamasa y no de cantería, a fin de que se pudiese derribar fácilmente si la defensa de la plaza lo exigía, como así sucedió en 1719. Conocidos episodios bélicos fueron deteriorando las instalaciones. Para remediar tales deficiencias, y gracias a los bienes cedidos por el convento de Santo Domingo de Quito, se construyó en 1675 un nuevo hospital. Durante el siglo XVI degeneró su función, destinándose como albergue de vagabundos. Definitivamente, en 1719, fue demolido junto con la vieja parroquia.
Al parecer, existió en San Sebastián, a finales del siglo XVI, otro hospital, éste dedicado a los peregrinos y a los enfermos de la Armada.
FOTO 002 Casas del Barrio de San Martín. Revista Novedades del 13 Noviembre 1910
En 1787, se fundó el nuevo
Hospital de San Antonio Abad, gracias a las Ordenanzas de Carlos III, en el antiguo colegio de la Compañía de Jesús. La Casa de Misericordia, institución cuya vida va emparejada con la del Hospital, debe su origen a una Real Cédula de Felipe V, en 1714, a instancias de nuestro Ayuntamiento, "por haber aumentado considerablemente el número de necesitados por las continuas guerras". Aunque no se trataba de un hospital general, acogió en sus dependencias a los pobres de la ciudad y a los forasteros. Las nuevas Ordenanzas establecieron un gobierno por una Junta de seis personas, prohibiendo las injerencias del juez eclesiástico, de los delegados de la Santa Sede y de los jueces seculares. Es por tanto este momento el de la creación de un verdadero hospital civil, independiente del influjo de la Iglesia y de los Tribunales de Justicia.
FOTO 003 Expulsión de los Jesuitas 1802
En 1802 ocupaba el edificio que la Compañía de Jesús poseía antes de su expulsión, en la calle de la Trinidad, hoy 31 de Agosto, pasando después al edificio en la manzana 12 de la calle Juan de Bilbao, quedando arrasado durante el famoso incendio de 1813. La Ciudad quedó sitiada por los franceses. Al declararse la epidemia, no había, pues, en toda la ciudad ningún Hospital, ya que el de la Misericordia, situada en el Barrio de San Martín, apenas si quedaban en pie algunos muros, testigos de su emplazamiento.
A comienzos del siglo XIX, el
Hospital de San Antonio Abad, situado en la calle de la Trinidad, eje entre las parroquias de San Vicente y Santa María, se encontraba dentro del recinto amurallado. Tanto el hospital como la casa de Misericordia, situada en el barrio de San Martín, sobre los restos del viejo Hospital de Santa Catalina, funcionaron de forma independiente, tanto funcional como económicamente, hasta el incendio de 1813. Durante los trágicos sucesos, el hospital compartió parte de sus dependencias con el albergue de las familias desamparadas y con las instalaciones de la cárcel.
FOTO 004 Casa de Misericordia Vieja. 1878
2.- PERÍODO (1813 – 1832)
Hasta 1813 la Casa de Misericordia y el Hospital San Antonio Abad, como ya hemos dicho antes, funcionan de forma independiente.
El primer problema surgió a finales del siglo XVIII, cuando tuvieron que vender parte de sus bienes y recibieron a cambio bonos reales. El segundo problema, mucho más grave, fue el incendio y destrucción de la Ciudad por las tropas inglesas y portuguesas, el 31 de Agosto de este año.
Destruidos en 1813 los establecimientos sanitarios donostiarras, se acordó el traslado urgente de pobres y enfermos hacinados en dos caseríos extramurales, los de
Gorroane y
Baderas, fundiendo circunstancialmente los servicios del Hospital y la Misericordia. En 1814 la Peste arrasó San Sebastián, los pacientes estaban hacinados en los caseríos extramuros, del que apenas si alguno salía con vida. En vista de tan deficiente instalación se solicitó de las Religiosas Dominicas, residentes en el Antiguo, la cesión de parte de su Convento, sin que accedieran a la demanda. La precariedad de las instalaciones tan sólo se vio aliviada por la cesión de unas barracas inglesas, con capacidad para cuarenta camas, por el concejal
Ricardo Berminghan y por otro caserón en el puerto de Pasajes en 1815, por la suma de ocho mil reales más los gastos de traslado, con lo que, armándolas juntas, se logró una mayor capacidad y la necesaria centralización de servicios, si bien con carácter transitorio.
Quedaron destruidos y en completa ruina ambas instituciones, precisamente cuando la guerra y el incendio provocaron mayor número de necesitados. Además en esa ocasión, se extraviaron, robaron o inutilizaron la mayor parte de los papeles y valores de los mencionados establecimientos. Sin olvidar que los vecinos que en circunstancias normales podrían haber servido de ayuda, estaban ausentes o sumidos en la aflicción o en la miseria. Como hemos mencionado antes, gracias a la iniciativa de personas caritativas los servicios del Hospital y de la Misericordia no quedaron desamparados. Se instaló a los pobres enfermos en las caserías de Gorroaene y Baderas y se pudo esperar a que se normalizase la vida de San Sebastián. Desaparecidos la intranquilidad y peligros de los primeros momentos se pidió al Ayuntamiento que tomara las decisiones oportunas para atender las urgencias de estos píos establecimientos.
FOTO 005 Bateleras. Grabado de B. Hennebutte Feillet, hacia 1850. Este hecho insólito, de que quienes realizaran estas taréas tan árduas fueran mujeres, llamaba por fuerza la atención de todo viajero que cruzase por aquí, y de hecho aparecen mencionada en los libros de viajes que escribieron algunos escritores de los siglos XVII al XIX, como Marie Catherine Le Jumel, condesa de Aulnoy en su "Viaje por España" o J. Mañé y Flaquer en su "El Oasis, viaje al País de los Fueros". También aparecen mencionadas por
Lope de Vega en una de sus obras de teatro aunque sería Bretón de los Herreros, quien con su drama "
La batelera de Pasajes", estrenada en 1842, las popularizara por toda España.
En 1814 se unen las dos hermandades y crean una única caja. Así nació la Junta de Beneficencia.
Pensando en reconstruir en lo posible la antigua Misericordia, La Junta se dirigió a los Canónigos de Roncesvalles, exponiéndoles la difícil situación económica que atravesaba, para que les permitieran extraer de sus montes de Usurbil la madera necesaria para la obra. Respondieron los Canónigos que también ellos se veían apurados para cubrir sus propias necesidades, al tiempo que agobiados por las continuas solicitudes de ayuda que recibían, por lo que su única aportación posible era una rebaja de un diez por ciento del precio de la madera extraída. Aceptada esta propuesta, se construyó con madera de Usurbil una tejavana en el edificio contiguo a la Misericordia, que había servido de Hospicio de Peregrinos, se echó un piso en la antigua Iglesia y se cubrieron con tejado los muros existentes. Con tal celeridad se realizaron las obras, que el 26 de julio de aquel año la Junta celebró su primera reunión en el reconstruido edificio, que estaba situado al pie de la falda de Aldapeta, o Miraconcha, y al que se trasladó a los pobres y a los enfermos, constituyendo de esta manera la primera instalación conjunta de Hospital y Misericordia que subsistió hasta que otra guerra, la carlista, obligó, con su asedio, a abandonarla.
FOTO 006 Donostia-San Sebastián. Casa de Misericordia del barrio de San Martín. Cuando se concluyen las obras, en octubre de 1841, de un establecimiento de nueva planta en los solares del convento de San Francisco, se trasladan los enfermos quedando el edificio fuera de uso. A partir de 1842 se reconvierte en parada de postas, conocida en la época como el
Parador extramuros de San Sebastián.
Una vez emplazados provisionalmente los centros, la Junta de Gobierno acordó crear un local definitivo, sobre las ruinas de la antigua Misericordia del barrio de San Martín. Tras muchas vicisitudes económicas y más de 13 años de diligencias, se concluyó el nuevo
Hospital de San Martín, sobre las ruinas nororientales de la vetusta Misericordia. Contaba con 62 camas: una sala de medicina con 35 camas y otra de cirugía con 13. Además, disponía de una sala de sarnosos con seis camas y otra de 8 para enfermos contagiosos. El edificio contaba con otras piezas: un botiquín, un cuarto para el capellán, otro para el descanso de los profesores y uno final para los demás empleados de la institución.
En este momento lo más difícil era dotar económicamente a estas instituciones para que pudieran empezar a trabajar. Algunas herencias y legados ayudaron, pero el Ayuntamiento tuvo que ir cediendo varias tasas e ingresos para su posterior subsistencia (sobre el vino, la sidra, subasta de sillas de los paseos, etc.). Aún así carecían de recursos y locales para prestar auxilios. Las familias se refugiaron en casas o en barracas de madera situadas en los solares de las casas derruidas. Algunas familias vivían en la antigua cárcel. Al igual carecían de locales aptos para la Beneficencia. Las condiciones de los enfermos en las caserías no eran buenas.
FOTO 007 Hijas de la Caridad
De 1830 en adelante contó con algunos recursos sobrantes y no dudó en conceder socorros domiciliarios en dinero y en especies a los pobres menesterosos, que no tenían necesidad de ingresar en los píos establecimientos. Desde este año al 1832 la Beneficencia atravesó muchas dificultades, debido sobre todo al aumento de necesitados en sus establecimientos. Aún así muchas familias caritativas ayudaron a vencer los obstáculos que se iban presentando. Durante estos años se instaló e hizo funcionar en sus propios locales, telares donde trabajaban los adultos aptos para esa faena.
En
1831 el Excelentísimo Ayuntamiento resolvió traer una Comunidad de
Hijas de la Caridad del instituto de San Vicente de Paul. Se pactó que vendrían algunas de ellas a la Beneficencia de San Sebastián, y se encargarían del cuidado y dirección del interior del establecimiento. Dependerían de sus superiores espirituales y de la Junta de Beneficencia en cuanto a los servicios que deberían prestar.
Las Hijas de la Caridad sustituyeron en 1832 a las amas de gobierno que hasta entonces llevaban el cuidado de la casa de la Misericordia, tomando posesión y se les encomendó el gobierno interior de dichos establecimientos. Esto produjo excelentes resultados, gracias al espíritu de adveración de estas personas. Los servicios prestados por las Hijas de la Caridad fueron muy apreciados, y éstas fueron aumentando en número con el transcurso del tiempo. Además haber ocasionado una gran mejora, el coste de los servicios disminuyó.
3.- PERÍODO (1833 – 1840)Desde el año 1833 hasta el 1835 hubo grandes desarrollos, en la Casa de Misericordia, Hospital y en la misma Ciudad. En 1833 se pudieron introducir algunas reformas utilísimas, como elaborar el pan en la Casa de la Misericordia, ampliar algo los locales, reglamentar la alimentación de los pobres y los enfermos, etc. Durante estos años también se desarrolló los socorros domiciliarios, en los que se concedían medicamentos, asistencia facultativa gratuita, una ración del Hospital o una ayuda metálica.
A partir de 1833 comienza la primera Guerra Civil Carlista.
FOTO 008 El General Carlista Ramón Cabrera (1ª Guerra Carlista)
A partir de 1834 San Sebastián sufrió toda clase de calamidades, al igual que toda España. La más importante fue la aparición en la ciudad de una epidemia de cólera, en octubre de 1834, volvió insuficientes los recursos sanitarios. El Ayuntamiento de San Sebastián quiso precaverse para que esta enfermedad causara los menores daños posibles y pidió a la Junta de Sanidad si quería establecer un hospital de coléricos extramural. Esto obligó a desalojar a los pobres de la Misericordia y trasladarlos al Monasterio de San Bartolomé, situación que se vería de nuevo repetida con brusquedad, el 18 de diciembre de 1834 porque en el nuevo local hubo de habilitarse para las tropas de "
txapelgorris", volviendo los pobres a ser conducidos hasta San Martín. La Junta sólo se podía permitir facilitar dos o tres hermanas de la Caridad, dos Vocales que ofrecían sus servicios, anticipar 5.000 reales para los primeros gastos, dar camas, ropas y otros efectos que fueran necesarios y proveer los medicamentos y víveres que hicieran falta.
FOTO 009. Txapelgorris. Grabado de la época. Eusko Entziklopedia Auñamendi
Se cuidó de enviar a los enfermos coléricos al hospital establecido para los mismos, evitándose en lo posible el que ningún contagioso ingresara en la Misericordia y Hospital a cargo de la Junta. Este mismo año, 1834, un enfermo en cuya papeleta de ingreso no se indicaba el mal del que padecía, le fueron abiertas las puertas de los píos establecimientos y se desarrolló la epidemia. Se tomó una medida urgente y se trasladó a los pobres de la Misericordia que no hubieran contraído esta enfermedad al monasterio de San Bartolomé. Así se consiguió atajar la epidemia. En Diciembre de ese año los enfermos pobres separados volvieron al edificio del barrio de San Martín y al mismo tiempo regresaron las Hijas de la Caridad por haberse cerrado ya el Hospital de coléricos.
Los acontecimientos bélicos de la primera carlistada obligaron a abandonar el hospital extramural. Al estar cortadas las comunicaciones intra y extramurales. Se habilitó un “
establecimiento hospital” en su “hermosa casa nueva del número 10 de la calle de San Jerónimo” que apenas funcionaría medio año; era la casa del Diputado de la Ciudad de San Sebastián y Alcalde de la Ciudad
Alejandro Burgué y encargó a su hija
María Teresa la dirección del Hospital que allí se había formado, cargo que desempeñó a la perfección ayudada por su amiga la señorita
Magdalena Minondo, ya que las Hijas de la Caridad habían quedado aisladas en San Martín. Seis meses funcionó este hospital de 1835, hasta que se habilitó otro en el palacio del difunto ex-alcalde
Juan Domingo Yun, finca llamada San Juan de Betrán, y más tarde Villa Casilda, en la subida a Miracruz. Tampoco en ella cabían todos los ingresados, y se echó mano del caserío Moneda para pasar a él los treinta enfermos que se pudieron acomodar. Pronto se vio que en forma alguna resolvía esta casería el problema, y se aprovechó el ofrecimiento que de su finca, la casería Baderas (hoy Colegio de Notre Dame) hizo don Antonio María Alberdi, a cambio de desocuparla la tropa allí asentada y que era la del Regimiento inglés de rifles, lo que se logró de la autoridad militar.
FOTO 010. Hospital de Peregrinos. Calle 31 de Agosto. San Sebastián - Donostia
La Junta de Sanidad acordó el traslado del hospital al valle de Loyola. Insignes vecinos de la ciudad cedieron varios caseríos para la habilitación del nuevo complejo sanitario de Loyola. El caserío
Urdinzu - Txiki, como hospital,
Urdinzu Aundi, como Misericordia, fueron cedidos por
Rafael Cornejo. La casa de verano
Cristobaldegui, perteneciente al alcalde
Alejandro Burgué como botica y lavandería. Los caseríos de Alcano, Plasencia, Olazabaldegui, Labayoa y Montoz para almacén de materiales y enseres sanitarios.
Mientras tanto, el Hospital extramuros, y las Hijas de la Caridad que lo atendían, pasaron también difíciles momentos, hasta que tuvieron que abandonar el edificio en el que se encontraban y establecerse en fincas cedidas en el Barrio de Loyola, debido a los mejores edificios que existían en ese lado y por las condiciones de salubridad. Gracias a todo esto y a las grandes actitudes y dotes de mando de la Madre Supervisora, la cual regía dicho Hospital, continuaron los pobres asistidos convenientemente.
Pero en Enero de 1836 el jefe carlista obligo a la Madre Superiora a establecer un Hospital provisional de 12 camas en Hernani, obligándola a correr con todos los gastos. La localización extramural del complejo de Loyola trajo consigo innumerables quejas por parte, tanto de los enfermos, como de los médicos, atemorizados por los continuos bombardeos carlistas. Incluso se llegó a habilitar un pequeño hospital intramural en el edificio de las viejas escuelas públicas, dotado con 24 camas y atendido por los médicos titulares de la ciudad auxiliados por dos hermanas de la Caridad. Mientras tanto, el Hospital extramural, y las Hijas de la Caridad que lo atendían, pasaron también por difíciles contingencias, hasta que abandonándolo tuvieron que establecerse en fincas cedidas en el Barrio de Loyola.
La estrategia militar obligó a continuos cambios de tropas, lo cual influyó decisivamente sobre el futuro del complejo sanitario. A comienzos del verano de 1836, la Misericordia era trasladada al Palacio de San Juan de Bertrán en la vieja calzada de Pasajes. En el alto de Ategorrieta se habilitaron algunos caseríos para un nuevo complejo sanitario, los de Baderas y de Aguiñenea. El Hospital abandonó el barrio de San Martín después de las Guerras Carlistas. El edificio de San Martín fue ocupado por tropas militares tras haber anulado sus servicios el Hospital y la Misericordia.
4.- PERÍODO (1841 - 1855)
Gracias a las aportaciones de los vecinos afincados en San Juan de Luz y a la notable herencia de
Manuel Zabaleta, en 1840, la Junta de Sanidad se animó a emprender la reconstrucción del antiguo convento de San Francisco. Con más de tres millones de reales y gracias a la Real Orden de la
Reina María Cristina, cediendo el edificio del convento, se inició la reconstrucción. En mayo de 1840, bajo la dirección del arquitecto
Joaquín Ramón Echeveste, comenzaron las obras que se alargarían hasta octubre de 1841, fecha en la que se realizó el traslado de los enfermos al nuevo complejo de Atocha. Todavía, hoy en día, podemos ver uno de sus muros en el depósito municipal de Atocha.
En Octubre de este año fueron trasladados a los nuevos locales los enfermos del Hospital y los pobres de la Misericordia, instalando a los acogidos en condiciones mucho mejores. El aumento considerable de acogidos que hubo desde la construcción del nuevo edificio de San Francisco, trajo la necesidad de mejorar y reglamentar los servicios prestados.
En el 1842 el Ayuntamiento nombró un médico especial de la Beneficencia, relevando, a los titulares de la obligación que tenían de visitar diariamente el Hospital. Así se atendía con mayor facilidad a los enfermos. El nuevo hospital fue creciendo paulatinamente. El 12 de diciembre de 1842, se creó un nuevo servicio de atención a las mujeres de mala vida, aunque su existencia fue breve. Tras varios conflictos entre la Diputación y las Juntas Generales, se decretó su cierre en 1848 por lo escandaloso que resultaba la convivencia con las demás pacientes (al parecer, continuaban trabajando durante su ingreso).
Este centro, bien dotado y sustentado por el municipio, se convirtió en el principal hospital de toda la provincia. Por tal motivo, algunas cercanas poblaciones solicitaron su utilización mediante el pago de cuotas. Así ocurrió con Alza e Igeldo, mediante el abono anual de 1.000 y 800 reales de vellón, respectivamente. Contaba el
Hospital de San Francisco con un gran patio rectangular, en cuyos lados menores se limitaba con dos edificios de tres pisos. El lado mayor posterior, con cuatro alturas, se utilizaba de hospicio. Uno de los pabellones bajos se destinó inicialmente para las enfermedades venéreas. Con una superficie de 7.280 varas, tenía capacidad para 100 estancias hospitalarias y 200 de hospicio.
En 1847 se tomó un acuerdo que decía así: “
Considerando que el Establecimiento de esta Ciudad es meramente local y para los naturales de la misma (...). Acordó establecer casas de mendicidad para los pobres naturales de la misma provincia”. En el Hospital de San Francisco fueron aumentando las Hijas de la Caridad.
En 1851 se acepta a los pobres de Azpeitia y Bergara en el edificio de San Francisco por algún problema de estos dos distritos. En estos años se observaron abusos. Algunas poblaciones quisieron remitir locos y los enviaron a San Sebastián. La Junta se negó a admitirlos por no ser su misión la de curarlos y por carecer de locales convenientes para ello. Diferentes municipios tomaron acertadas medidas para cuidar en sus mismas jurisdicciones a los vecinos necesarios y dejaron de enviarlos a San Sebastián y algunos, hasta recogieron los que habían venido ya. Aún así el número de acogidos siguió aumentando. Debido a este aumento y a la diversidad de sus procedencias se vio obligado, en 1852, a introducir varias reformas tanto en el edificio de la Junta como en el personal destinado a sus servicios.
Se construyeron seis celdas de castigo, ya que entre los nuevos asilados no faltaban pobres de malísimos antecedentes que, acostumbrados toda su vida a la embriaguez y al desorden, no quisieron oír los caritativos consejos que se les dieron y provocaron fuertes escándalos. A algunos hubo necesidad de expulsarles.
En 1853 se propone la admisión de los enfermos militares bajo determinadas condiciones, pero la Corporación Municipal no lo acepta porque eso exige un capital considerable para invertirlo en nuevos edificios para este servicio. Además podían quedar desatendidos la obligación que tenía el Hospital de socorrer a los desvalidos, huérfanos y desamparados de San Sebastián.
En 1855 se ven en la necesidad de suprimir los socorros a domicilio, mientras no se mejore el estado de la caja. Aunque la caridad del vecindario rayaba muy alto, había muchos viciosos y holgazanes que se aprovechaban de ello. Se crearon las Juntas de Barrio auxiliares de la Municipalidad cuyos recursos eran obtenidos de limosnas voluntarias y de la postulación ejercida conforme al reglamento. En 1854 hubo algunos casos de cólera en España. Esta epidemia no llegó a San Sebastián hasta el siguiente año, 1855. Se instaló en el edificio de San Martín el Hospital de coléricos. Pero la epidemia también se sintió en el edificio de San Francisco que tuvo que ser desalojado por ser un verdadero foco colérico. En Noviembre de ese mismo año (1855) se acabó con dicha enfermedad.
Con el transcurso de los años, el hospital vivió diferentes cambios. Durante el cólera de 1855, fue necesario habilitar dos caseríos para los niños, los de Urdinzu y Elcano de Loyola. Los ancianos se trasladaron a la habilitada plaza de toros extramural y los ingresados al hospital de coléricos de San Martín
5.- PERÍODO (1856 - 1872)
De 1856 a 1868, la Junta siguió proporcionando los auxilios del Hospital y la Misericordia a los naturales y vecinos de esta localidad. Dejó de ocuparse directamente de los socorros domiciliarios por haber confiado tal cuidado a las Juntas auxiliares de Barrio. Tampoco tuvo que atender a los dementes, a excepción de algunos casos raros pues no los recibía en su establecimiento y las estancias causadas por los que se encontraban en los asilos de locos eran costeadas por la Excelentísima Diputación y los ayuntamientos a partes iguales. Su misión se redujo a cuidar de los enfermos y pobres acogidos y a conceder, en casos excepcionales, socorros para lactancias y, para que algunos necesitados pudieran acudir a determinados establecimientos balnearios.
FOTO 011. Batallón de La Libertad. Museo San Telmo.
Los gastos que se originaban eran cubiertos con los ingresos ordinarios que tenían y con los donativos hechos expresamente para inversiones determinadas. Pudieron efectuarse ahorros de cierta consideración que se invirtieron en la adquisición de fondos públicos. Los bailes de carnaval y las rifas de San Antón tenían un resultado productivo. En muchos pueblos se crearon casas de beneficencia. Así disminuyó bastante los acogidos en San Sebastián. Los que quedaron, fueron atendidos en el edificio de San Francisco con todo esmero y cuidado.
En 1857 y en 1864 hubo dos pequeños incendios en el edificio de San Francisco en los que no hubo que lamentar ningún tipo de desgracia personal.
En 1858, en este año se admitieron en el Hospital Civil, por convenio, a todos los desgraciados en accidentes de las obras de las vías del ferrocarril. En este mismo año, el 22 de Febrero, existían en los píos establecimientos 49 enfermos, 404 acogidos y 14 Hermanas de la Caridad.
En 1861
se instala el gas en los píos establecimientos. En el edificio de San Francisco se puede utilizar a partir del 24 de Diciembre de 1864.
En 1865 se admitió el ingreso de enfermos enajenados, siempre vecinos de la ciudad. Sin embargo, este servicio se cerraría en 1868, trasladándose el colectivo a la ciudad de Zaragoza.
En Septiembre de 1868 se da la Revolución. Esto supuso cambios en las instituciones benéficas de esta ciudad. Hubo un cambio completo en el personal de ciertos cargos médicos, el capellán y el maestro de escuela. La caridad privada continuó ayudando a la Beneficencia con muchas limosnas y legados. Pudo darse a los servicios mayor amplitud e introducir algunas otras reformas. Hubo en este año diferentes epidemias de viruela. A estos enfermos se les trataba en edificios independientes.
Se trasladó al edificio de San Francisco la Sala de San Ignacio destinada a venéreas. Se habilitaron dos departamentos para alineados en observación.
En 1879, en el edificio de San Francisco se instaló una nueva sala de enfermedades venéreas, llamada Sala de San Ignacio, y, poco después, otras dos para enajenados. Concluidas las guerras carlistas, la desamortización obligó a la venta de bienes e inmuebles de la Beneficencia. La Junta emprendió en 1876 el proyecto de construir un nuevo hospital en la finca de Manteo.
6.- PERÍODO (1873 - 1886)
De 1873 a 1876 se dio la segunda Guerra Civil Carlista. Vinieron a esta ciudad muchas familias de los pueblos inmediatos por la violencia de la Guerra, y aunque la Junta no tenía obligación no dudó en proteger a los que solicitaban su generosa ayuda. Durante este tiempo en el establecimiento de San Francisco se admitió a los pobres y naturales de esta provincia y se les separó de los propios acogidos, aunque se les trató de igual manera. A causa de la ampliación de servicios hubo necesidad de mayor número de Hermanas encargadas de atender a los enfermos.
FOTO 012 Óleo de Isabel Pellegrini expuesto en el hall central del hospital Miguel Rueda. Obra donada por su autora al inaugurarse el hospital en 1936
En Junio de 1874 la Junta de Beneficencia de San Sebastián solicita al Ayuntamiento de San Sebastián la construcción de un edificio destinado exclusivamente para hospital y suficientemente aislado del centro de la población. Desde 1834 el Hospital ocupaba, con la Misericordia, el convento Franciscano de Jesús ubicado en el barrio de Atocha. La falta de espacio hacía necesaria la construcción de un hospital totalmente independiente de la Misericordia. Pero hasta 1886 la ciudad no pudo contar con un nuevo hospital.
En 1874, el Ayuntamiento solicitó del Gobierno autorización para vender los terrenos y el edificio de la primitiva Casa de Misericordia, en el barrio de San Martín, con el objeto de destinar el producto de su venta a la edificación del nuevo Hospital General. El proyecto quedó paralizado.
En 1877 volvió a plantearse, nuevamente, la edificación del Hospital. Siendo dominante entonces la idea de construir el hospital destinado a la curación de enfermedades contagiosas totalmente independiente del Hospital General, el Ayuntamiento acordó construir primeramente este hospital de contagiosos. Se quería ubicar en un pinar situado en el barrio de Ulía.
En 1878 el proyecto para el Hospital de Contagiosos había obtenido su aprobación, el Ayuntamiento y la Junta de Beneficencia decidieron la construcción del nuevo Hospital General en
terrenos del caserío Manteo y encargaron al arquitecto
José Goikoa y Barkaiztegi el estudio del consiguiente proyecto. En 1880 el proyecto tuvo la aprobación. Los terrenos del Manteo estaban situados al norte de la ciudad en un punto elevado y cercano al mar.
Entonces el Hospital para Contagiosos sufrió una variación en su emplazamiento. Por fin el Ayuntamiento y la Junta de Beneficencia decidieron su traslado al Hospital General.
En Junio de 1882 el arquitecto
José Goikoa y Barkaiztegi dio a conocer un nuevo proyecto del Hospital General. Se concedió más amplitud a la parte destinada a las
Hijas de la Caridad, se dispuso de otra manera la capilla y se emplazaron las salas cercanas al nuevo pabellón de contagiosos y se redujo la galería que unía entre sí todos los pabellones.
Los intereses económicos retardaron la construcción del Hospital General. La necesidad de aunar a la belleza la economía impidió la utilización de ricos materiales en sus fachadas porque debían poseer “
un carácter armónico en las proporciones sin caer en la suntuosidad”. La fachada principal fue dispuesta hacia el mediodía, lindando con el camino público que conducía al monte Ulía y con la carretera de Irún. La enorme sobriedad de todo el edificio, carente de ornamentación, se reflejaba también en la entrada. El
4 de Diciembre de 1886 el Ayuntamiento hizo entrega del nuevo
Hospital de San Antonio Abad a la Junta de Beneficencia y desde entonces funcionó como tal hasta 1960.
FOTO 013 Hospital de Manteo. Foto cedida Sociedad Gastronómica Kondarrak. 1956
BIBLIOGRAFÍA
Novedades Revista 1909 a 1915
San Sebastián Revista Municipal 1950 a 1974
Archivo Histórico de Guipúzcoa (Tolosa)
Estudios de Historia de la Medicina Vasca.
Ignacio María BarriolaDiario Vasco 1935 a 2010
La Voz de España y Unidad
Historia de la Ciudad de San Sebastián a través de sus personajes.
Javier SadaLa Medicina Donostiarra a comienzos del siglo XX.
Ignacio María Barriola IrigoyenHistoria de la Beneficencia de San Sebastián. Berasategui.
Historia de la Sociedad Kondarrak.
Manuel Solórzano Sánchez. 2000
El Hospital Civil De San Antonio Abad u Hospital De Manteo, visto por
José María Urkia Etxabe en su libro “CIEN AÑOS DE MEDICINA EN GIPUZKOA. 1899 1999”.
Artículos.
José Luis MunoaEusko Entziklopedia Auñamendi.
Bernardo Estornés LasaMuseo de San Telmo
Ayuntamiento de San Sebastián
FOTOS Y AGRADECIMIENTOSSociedad Kondarrak.
Familia FuentesSociedad
Umore OnaSociedad
Gímnástica de Ulía. Familia
Casanova - AzpirozEusko Entziklopedia Auñamendi.
Bernardo Estornés LasaMaría Ángeles Portu MediavillaFotos de Internet
Archivo Fotográfico privado de
Manuel Solórzano SánchezAUTORES
Nahikari De La Caba Rua y
Esther Díaz Bravo. Enfermeras
Jesús Rubio Pilarte *
* Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
jrubiop20@enfermundi.comManuel Solórzano Sánchez **** Enfermero Hospital Donostia. Osakidetza /SVS
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián.
Director de la Revista y vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M.
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermeríamasolorzano@telefonica.net