Foto 1 Imagen de Rodrigo de Cervantes, zurujano sangrador, imagen recreada por IA
Rodrigo de Cervantes, zurujano sangrador de profesión (como se le denominaba entonces). Nació en Alcalá de Henares en 1509 y falleció en Madrid el 13 de junio de 1585 y probablemente eligió el oficio de zurujano sangrador influenciado por su madre, que fue hija de un afamado médico cordobés.
El caso, es que se quedó en una profesión que no era ni una cosa ni la otra, una mezcla de enfermero y sacamuelas que vivía de realizar sangrías, curar heridas de urgencia, poner emplastos, intentar desinflamar torceduras y golpes, hacer pequeñas suturas y, posiblemente, de afeitar barbas (1, 2 y 3).
Una profesión qué en muchas ocasiones, a falta de cirujanos latinos con formación, desarrollaban barberos, sangradores y zurujanos o cirujanos romancistas o de faldón corto, pero qué en una ciudad universitaria como Alcalá de Henares, tan numerosa en estudiantes y profesionales de la medicina, seguro que era ejercida por médicos titulados, necesitados de ganarse la vida como fuera. No es de extrañar que Rodrigo de Cervantes y su familia abandonaran Alcalá de Henares en 1552 buscando fortuna en Valladolid.
Nieto del humilde pañero Ruy Díaz de Cervantes, y era hijo de los cordobeses Leonor Fernández de Torreblanca hija de un reputado médico establecido en dicha ciudad andaluza y del licenciado en derecho Juan de Cervantes, teniente de corregidor y juez de los bienes confiscados por el Santo Oficio, licenciado por la Universidad de Salamanca, natural de Córdoba, y padeció una sordera casi total desde niño. Aprendió algo de cirugía y medicina con su abuelo materno, que era médico, y, fallecido este, con su padrastro, que también lo era, pero, a causa del carácter movedizo e itinerante de su padre Juan y de su propia sordera, no pudo realizar estudios continuados de medicina ni obtener ningún título oficial de su especialidad, aunque trabajó como “cirujano de cuota”, es decir, sin titulación. Se casó en 1543 con Leonor de Cortinas, rica hacendada con bienes en Arganda del Rey en Madrid (1 y 2).
Al parecer, los padres de Leonor de Cortinas no vieron con buenos ojos el matrimonio de su hija con Rodrigo de Cervantes, tal vez debido a que sus buenas posesiones en Arganda de donde eran dueños de ricas tierras paniegas, les permitían albergar fundadas esperanzas de que la joven concertarse un enlace mucho más provechoso para ella y para toda la familia. Por su parte, el licenciado Juan de Cervantes, desde su egoísta retiro cordobés, ni siquiera se molestó en contestar a Rodrigo cuando éste le escribió para solicitar -en un mero gesto de respeto y cortesía- su aprobación al matrimonio que pretendía contraer (2).
Así pues, ambos cónyuges habían ido al altar sin las respectivas bendiciones paternas, y sin ellas debieron de afrontar su vida marital a partir de entonces, como queda bien patente en la ausencia de todos los abuelos -con la excepción de la madre del cirujano, que permaneció a su lado por espacio de varios años- durante los bautizos de su nutrida prole, siete hijos (2).
Al poco tiempo de haber contraído nupcias, Leonor de Cortinas quedó embarazada y dio a luz, en 1543, al primer vástago de su descendencia, el malogrado Andrés de Cervantes, bautizado en Alcalá de Henares 12 de diciembre de 1543, -cuando Rodrigo y Leonor llevaban casados uno o dos años- y falleció al poco tiempo de haber venido al mundo. Posteriormente, los Cervantes se rodearon de una bulliciosa prole que, en cierta medida, fue el origen de las tribulaciones económicas de Rodrigo durante más de veinte años: Andrea de Cervantes (bautizada en Alcalá de Henares el 24 de noviembre de 1544 y fallecida en 9 de octubre de 1609; casada con Sanctes Ambrosi, de Florencia, y con el general Álvaro Mendaño; recibió el hábito de la Orden Tercera el 8 de junio de 1609; madre de Constanza de Ovando, hija de Nicolás de Ovando (1577 - Madrid, 22 de septiembre de 1624), una de las muchas mujeres que vivieron durante varios años en casa de su célebre tío); Luisa de Cervantes (bautizada en Alcalá de Henares el 25 de agosto de 1546 y fallecida en la tercera década del siglo XVII; profesó en el convento carmelita de la Concepción, de Alcalá de Henares, el 11 de febrero de 1565); Miguel de Cervantes (1547 - 1616), cuarto de los siete hijos de Rodrigo de Cervantes Saavedra y Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá probablemente el 29 de septiembre (día de San Miguel) y fue bautizado el 9 de octubre de 1547; Rodrigo de Cervantes (bautizado en Alcalá de Henares el 23 de junio de 1550, que compartió con su hermano algunos destinos tan señalados como la milicia en Italia y el cautiverio en Argel; alférez, que murió en Flandes Occidental el 2 de julio de 1600, cuando tomaba parte activa en la batalla de las Dunas); Magdalena de Cervantes (nacida en Alcalá de Henares el 22 de junio de 1552 y fallecida el 28 de enero de 1611, casada con Pimentel de Sotomayor, que también compartió residencia con su hermano, fuera ya del hogar familiar); y Juan de Cervantes (nacido en nacido en Alcalá de Henares en 1554 o 1555 y desaparecido en fecha ignorada antes de 1593) (1).
Foto 2 Traslado en carreta tirada por bueyes de los enfermos pobres al hospital, Madrid 1525, imagen recreada por IA
De la infancia y juventud del padre de Cervantes apenas han llegado noticias hasta nuestros días, salvo las que le recuerdan como un niño afectado tempranamente por una grave sordera. A pesar de ello, fue por aquel entonces cuando, en medio de la prosperidad que rodeaba a su familia -todavía unida- en Alcalá de Henares, debió de vivir los mejores momentos de su existencia. Los bienes de que hizo ostentación el licenciado Juan de Cervantes antes de abandonar definitivamente a su familia en Alcalá (servidores, caballos, ricas galas, etc.) justifican la predilección del joven Rodrigo por los buenos corceles, y su afición a tomar parte en justas y torneos ecuestres en los que solía brillar por encima de sus adversarios. Se sabe también que, a pesar de sus defectos de audición -o, tal vez, precisamente a causa de ellos-, fue muy aficionado al tañido de la viola (2).
Vivía en Alcalá de Henares en la calle de la Imagen a espaldas del Hospital Nuestra Señora de la Misericordia fundado por Luis de Antezana el 8 de octubre de 1483, en una casa contigua al Hospital de Antezana (que era el más antiguo de España). Esta casa fue restaurada en 1956, recuperando el estilo de la primitiva del siglo XVI. Tiene una fachada sobria de mampostería y ladrillo y una sencilla rejería, todo el conjunto propio de la época de las casas de tiempos de los Austrias. El interior también fue remodelado evocando el ambiente de una familia de tipo medio de aquellos años.
Foto 3 Enfermeras y Rodrigo de Cervantes, zurujano sangrador en el Hospital de Antezana de Madrid, 1525. Imagen recreada por IA
Las dificultades económicas pronto comenzaron a apretar a Rodrigo de Cervantes, quien a duras penas mantenía una exigua clientela en una ciudad universitaria como Alcalá de Henares, donde, por sobreabundancia de todos los alumnos rebotados de las aulas de medicina, ejercían a la sazón el oficio de «físicos y zurujanos» centenares de jóvenes que apenas tenían pacientes a los que atender. A estas dificultades se vinieron a sumar, en el caso particular de Rodrigo, los problemas derivados de los malos servicios que, por descuido o negligencia, dispensó a uno de los hijos del marqués de Cogolludo, quien tildó al cirujano de incompetente y se negó a abonar sus honorarios. Amigo de pleitos -herencia que le había dejado, sin duda alguna, su progenitor-, Rodrigo de Cervantes intentó reclamar su paga por la vía judicial; pero las muchas dificultades con que se topó a la hora de promover un proceso contra tan alto personaje contribuyeron definitivamente a consolidar su desánimo (2).
En 1551 se trasladó a Valladolid, una de las ciudades más florecientes de Castilla a mediados del siglo XVI, cuyos treinta y cinco mil habitantes bien podrían surtir de clientela a un modesto cirujano necesitado de atender muchas curas para sostener su ya extensa familia (2), con su familia para “probar fortuna lejos de la murmuración”, desde Alcalá. En Valladolid se sabe que firmó un contrato con el propietario Diego de Gormaz para arrendar una casa en lo que entonces era el arrabal de Sancti Spiritus, recientemente formado en el entorno del convento del mismo nombre que estaba junto a la antigua Puerta del Carmen y frente al convento del Carmen Calzado, en cuyo solar está hoy el gran edificio del Hospital Militar. En el siglo XVI todo aquel complejo estaba extramuros de la ciudad (1). A juzgar por la calidad del vecindario, decidió invertir fuertemente en su negocio para ganarse pronto una fiel y solvente clientela. Así, contrató un ayudante y tomó un criado a su servicio, y se metió en una serie de gastos suntuarios que, exigidos por la necesidad de ponerse a la altura de sus posibles pacientes, pronto estuvieron muy por encima de las posibilidades económicas de los Cervantes (2).
Así las cosas, no llevaba ni un año establecido en la vieja ciudad castellana cuando, en noviembre de 1552, Rodrigo de Cervantes se vio forzado a pedir un préstamo cuyo vencimiento, fijado para el día de San Juan del año siguiente, puso de manifiesto la insolvencia del desafortunado cirujano, quien se declaró no sólo incapaz de devolver la cantidad prestada, sino imposibilitado incluso de satisfacer los intereses, establecidos, por lo demás, en unas condiciones muy próximas a lo que hoy se tendría por usura, (2).
Ello le condujo a la cárcel el día 2 de julio de 1552, y a ser embargado cuarenta y ocho horas más tarde, intervalo de tiempo que aprovechó su madre para poner a su nombre la mayor parte de los bienes familiares; de ahí que el inventario de las propiedades embargadas apenas se cuenta de algunos elementos de su modesto mobiliario, humildes ajuares y ropajes (como un juego de sábanas y algunos vestidos), una espada, su inseparable viola y una de las bibliotecas más pobres entre las que han dejado noticias en nuestros días (pues estaba compuesta por dos volúmenes de medicina y una gramática).
Tal vez la rápida acción de doña Leonor de Torreblanca logró poner a salvo del embargo una parte considerable de los bienes que poseía su hijo; pero, aunque así hubiera sido, parece innegable que de la lectura del citado inventario se desprende que los Cervantes no vivieron con demasiadas holguras en Valladolid (2).
Foto 5 Sala de curas del Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, realizando una sangría, Madrid 1525. Imagen recreada por IA
Sea como fuere, lo cierto es que permaneció en prisión durante el resto del verano y buena parte del otoño de aquel año de 1552, sin que su familia lograra reunir la cantidad necesaria para hacer frente a las deudas contraídas. El 7 de noviembre salió en libertad bajo fianza, pero al cabo de diez días volvió a dar con sus huesos en la cárcel, ya que sus acreedores seguían sin recibir ninguna muestra de que pudiera satisfacer los pagos pendientes. En diciembre de aquel mismo año y en enero del siguiente volvió a sufrir idénticos procesos de puesta en libertad e inmediato retorno a la celda, hasta que, ya en febrero de 1553, logró liquidar las pertenencias que su madre había puesto a salvo y saldar, con ellas, todas las cuentas que aún tenía pendientes con sus acreedores. En cuanto lo hubo hecho, volvió a subir a su familia en una carreta y regresó a Alcalá de Henares, en donde apenas pasó medio año (2).
La fallida aventura vallisoletana le invitó a probar fortuna por otros derroteros, por lo que dejó a su familia instalada en la ciudad complutense y viajó hasta Córdoba, en donde, según algunos documentos que han llegado hasta nuestros días, ya estaba instalado a finales de octubre de 1553. Compró, entonces, algunos bienes que le eran imprescindibles para la vida cotidiana (varias varas de tejido de lino y algodón), pero hubo de volver a endeudarse en su adquisición, ya que apenas debía de disponer de hacienda alguna después de haber gastado lo poco que le quedaba en volver a abrir una casa en Alcalá de Henares y dejarla equipada para que pudiera habitarla su familia (2).
Foto 6 Sala de hospitalización del Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, realizando una sangría, Madrid 1525. Imagen recreada por IA
Afincado al lado del Guadalquivir, en el barrio de San Nicolás de la Ajerquía, Rodrigo se convirtió en confidente (o, como se decía entonces, «familiar» de los tribunales de la Inquisición, al tiempo que empezaba a prestar algunos servicios relacionados con su profesión (ora en la cárcel del Santo Oficio, como ayudante de un médico amigo de la familia, ora en el hospital de la Caridad). A pesar de que, en un principio, el licenciado Juan de Cervantes continuó desentendiéndose de la suerte de los suyos (como queda patente en el mencionado préstamo que hubo de pedir Rodrigo nada más llegar a Córdoba, sin que su padre le socorriera en este trance), parece ser que, a la postre, fue él quien movió sus influencias para que su hijo fuera admitido en algunos de estos trabajos (2).
Durante siete años, el nombre de Rodrigo de Cervantes no dejó huella alguna en los documentos de aquel período que habrían de llegar hasta nuestros días. Se supone que, tras haber sobrevivido en Córdoba gracias a las ocupaciones que le habían buscado sus familiares, volvió a ampararse en el auxilio de los suyos y viajó hasta la vecina localidad cordobesa de Cabra para reunirse con su hermano Andrés (descrita en el libro del Quijote), quien, después de un ventajoso matrimonio, gozaba de una envidiable posición social en el municipio egabrense, donde llegaría a ocupar el cargo de corregidor.
Y, en efecto, aparecen referencias que sitúan a Rodrigo de Cervantes en Cabra en 1564, aunque más relevantes son las que, en octubre de aquel mismo año, lo ubican ya en Sevilla, donde a la sazón regentaba varias casas de alquiler. El propietario de al menos una de esas viviendas era su hermano Andrés, quien sin duda había enviado allí a Rodrigo para ocuparle en el mantenimiento y la administración de sus bienes (2).
Foto 7 Sala de hospitalización del Hospital de la Caridad, Córdoba, 1553. Imagen recreada por IA
Se ha demostrado con testimonios fehacientes que, en la capital andaluza, el padre del «Manco de Lepanto» estuvo acompañado por su hija Andrea; pero, al igual que durante su estancia anterior en Córdoba, se ignora si hizo llegar hasta allí a su mujer y al resto de su prole. También se sabe con certeza que, en su residencia sevillana, Rodrigo de Cervantes vivió en vecindad con el dramaturgo Lope de Rueda, circunstancia que han aprovechado algunos biógrafos del autor del Quijote para justificar esa entusiasta afición al mundo de la escena que el propio Miguel confesaba sentir desde su juventud («desde muchacho fui aficionado a la carátula, y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula»).
Otros estudiosos de la vida y obra de Cervantes, empecinados en probar la estancia del joven Miguel en la capital andaluza, en compañía de su padre, durante su adolescencia, afirman que asistió al colegio que regentaban los padres jesuitas en la calle de Don Pedro Ponce, donde -supuestamente- compartió aulas con su primo Juan (hijo de Andrés, el hermano de Rodrigo afincado en Cabra) y con el joven Mateo Vázquez (que acabaría convirtiéndose en secretario de Felipe II). Pero lo único cierto y comprobado por medio de los documentos que se conservan actualmente es que Rodrigo estaba en Sevilla acompañado por su hija Andrea, cuya conducta «disoluta» volvió a sumir al pobre zurujano de Alcalá en el concurrido tráfico de las instancias judiciales (2).
En efecto, Andrea tuvo una hija natural (y la consecuente reparación financiera decretada por los tribunales) del gentil hombre Nicolás de Ovando, sujeto demasiado elevado como para unirse en legítimo matrimonio con la hija de un modesto zurujano, ya que era hijo de un magistrado del Consejo del Rey y sobrino del vicario general de Sevilla. No obstante, merced a sus luego incumplidas promesas de matrimonio engendró en Andrea a Constanza -la sobrina que luego viviría durante varios años con el escritor-, y se vio obligado a satisfacer la reparación que, por haber faltado a su palabra, le exigieron Rodrigo y su hija Andrea (2).
A comienzos de 1565, Rodrigo de Cervantes abandonó Sevilla para reunirse con su familia en Alcalá de Henares, en cuyo cenobio carmelita de la Concepción su hija Luisa hizo sus votos de obediencia, pobreza y castidad el día 11 de febrero. Pero permaneció poco tiempo en su ciudad natal, porque el día 10 de abril ya estaba de nuevo en Córdoba, de donde pronto pasó nuevamente a Sevilla. Allí, su mala cabeza como administrador de sus propios bienes le enredó otra vez en un proceso por deudas, ya que, aprovechando su ausencia de la ciudad hispalense, un tal Rodrigo de Chaves había reclamado el embargo de sus bienes para satisfacer, con su venta, el pago de las cantidades que le adeudaba el cirujano. Esta vez, a falta del auxilio materno, fue su citada hija Andrea quien puso a salvo el exiguo patrimonio de Rodrigo, pues alegó que los bienes reclamados por el acreedor no eran propiedad de su padre, sino suya. Poco después de este episodio, Rodrigo recibió en Sevilla el aviso de que había muerto doña Elvira de Cortinas, madre de su esposa, motivo que le indujo a reunirse nuevamente con los suyos en Alcalá de Henares.
Foto 9 Realizando una cura a un paciente en la Sala de curas del Hospital de la Caridad, Córdoba, 1553. Imagen recreada por IA
Pero, consciente del escaso éxito laboral que había tenido en su ciudad natal, en el otoño de 1566 tomó la decisión de trasladarse con toda su familia a la vecina población de Madrid, que cinco años antes había estrenado, ufana y orgullosa, su flamante capitalidad.
La herencia de su suegra permitió a Rodrigo empezar a ganarse la vida en la Corte ejerciendo un oficio muy alejado de las labores de zurujano que había venido realizando hasta entonces. En efecto, en diferentes actas notariales que han llegado hasta nuestros días aparece citado nuevamente en relaciones financieras, pero ahora no como deudor, sino como prestamista.
Al parecer, se asoció con diferentes hombres de negocios (como los italianos Pirro Bocchi y Francesco Musacchi, o el español Alonso Getino de Guzmán, organizador de espectáculos en Madrid) para asumir estas operaciones financieras, que se supone le permitieron sobrevivir sin estrecheces hasta el fin de sus días. Ello no implica, empero, que viviera con demasiadas holguras, a tenor de la donación que el 9 de julio de 1569 recibió del caballero genovés Francesco Locadelo, quien agradecía con su generosidad los cuidados sanitarios como zurujano, dispensados por Rodrigo de Cervantes y, de paso, en una acción de honorabilidad harto sospechosa, dotaba a su hija Andrea para que pudiera casarse con la mayor honra y dignidad posibles (2).
Foto 10 Un zurujano sangrador realizando una cura a un paciente en compañía de un Alfageme (sangrador judío) en la Sala de hospitalización del Hospital de la Caridad, Córdoba, 1553. Imagen recreada por IA
Otra prueba de que Rodrigo de Cervantes no vivió en la abundancia durante sus últimos años de vida estriba en las dificultades que encontró su familia a la hora de enviar a Argel el importe de los rescates exigidos a cambio de la libertad de sus hijos Miguel y Rodrigo.
En cualquier caso, lo cierto es que en su testamento (dictado en su lecho de muerte el día 8 de junio de 1585) nombró ejecutoras de sus disposiciones finales a su mujer, Leonor de Cortinas, y, sorprendentemente, a Catalina de Palacios, madre de su joven nuera Catalina de Salazar y Palacios, que se acababa de casar con Miguel de Cervantes, en su Esquivias natal, a finales del año anterior (2 y 4).
Falleció el trece de junio de 1585 al tener setenta y cinco años. En su testamento cree firmemente en la santísima Trinidad, confiesa la Santa Fe Católica, pide con esta carta su señor Jesu Christo y su bendita Madre le perdonen sus pecados, y pide que le entierren en el Monasterio de Nuestra Señora de la Merced de Madrid (5).
Y aunque a su muerte se supo que apenas le quedaba nada para legar a los suyos, al menos se marchó de la vida con el orgullo y la satisfacción -fundamentales en quien tanto había echado mano de su ejecutoria de hidalguía- de no dejar sobre sus herederos ninguna deuda pendiente (2).
Foto 11 Rodrigo de Cervantes Zurujano Sangrador con su criado realizando una sangría a un enfermo en una sala de curas, en Madrid en 1525. Imagen recreada por IA
Rodrigo de Cervantes Zurujano Sangrador
Para comenzar con su trabajo como zurujano tomó a su servicio un criado de 20 años llamado Cristóbal de Vegil, que sería su ayudante y le llevaría la bolsa de cuero con el instrumental para hacer las visitas a los enfermos que requerían sus servicios, según costumbre de aquellos años. Otro de los requisitos que tuvo que cumplir fue el de pagar 4 escudos de oro como derecho por ejercer la cirugía. Las visitas tenían que hacerlas a pie porque el uso de caballería les estaba prohibido a los cirujanos de cuota (zurujanos o cirujanos romancistas o de faldón corto y estaba reservado para los cirujanos de carrera (cirujanos latinos con formación).
Entre los quehaceres de su oficio entraban: el realizar sangrías, ungüentos, purgantes, jarabes; el bizmar, es decir, aplicar bizmas, una especie de cataplasma; emplastar o poner emplastos, que eran unos medicamentos glutinosos que se extendían sobre una tela y se aplicaban al cuerpo, poner en el cuerpo sanguijuelas; y también el de hacer cirugía menor, además de ser llamado sacamuelas y que vivía de realizar sangrías, curar heridas de urgencia, poner emplastos, intentar desinflamar torceduras y golpes, hacer pequeñas suturas y, posiblemente, de afeitar las barbas (1 y 3).
Foto 12 Instrumental de zurujano sangrador. Foto original de la Fundación Index y cedida por Manuel Amezcua. Imagen recreada por IA
En un principio el oficio de barbero y el de cirujano o zurujano sangrador estuvieron diferenciados, pero a partir de los siglos XV y XVI ambas profesiones se acabaron mezclando, obligando a la promulgación de leyes, como la del año 1500, otorgada por los Reyes Católicos en torno a la creación de la figura del “Tribunal del Protobarberato” (4), a cargo de un profesional que supervisaba el oficio de Barbero, Zurujano o Cirujano y/o Sangrador (3).
Se basaban sus estudios en la “Doctrina Humoral” de Hipócrates y posteriormente de Galeno, que postulaba que el cuerpo humano estaba compuesto para asegurar la salud del individuo en que era el equilibrio entre los cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra.
Su oficio de facultativo no implicaba en su época, en modo alguno, la pertenencia a un grupo de elevado rango económico y social, ya que por aquellos tiempos un cirujano ocupaba el peldaño más bajo entre los continuadores del legado de Hipócrates. Eran, en efecto, los encargados de realizar las prácticas curativas más elementales (sangrías, curas de urgencia, suturas menores, reducciones de torceduras y dislocamientos, etc.), labores que, en ocasiones -cuando no había cerca ningún cirujano- solían realizar también los barberos y sangradores (2).
En aquellos tiempos el oficio de la cirugía tenía mucha competencia y no era fácil abrirse camino. Don Rodrigo tenía a sus expensas una gran familia; contrajo deudas y le fueron embargados los enseres de la casa, el menaje, la ropa y demás artículos necesarios para la supervivencia. Finalmente fue encarcelado, de donde pudo salir al poco tiempo cuando demostró su hidalguía.
Foto 13 Bacía. Una bacía es una vasija cóncava, por lo general con una escotadura semicircular en el borde, que era utilizada por los barberos y sangradores para remojar la barba antes de afeitar o poner el brazo para recoger la sangre al realizar una sangría. Imagen recreada por IA
Rodrigo de Cervantes utilizaba la “Bacía” como instrumento para realizar sangrías y afeitar barbas. Se llamaba bacía a la vasija cóncava y grande, de metal o de barro, ancha, redonda u ovalada y, por lo general, con una escotadura semicircular en el borde, para encajarse en el cuello o en el brazo de la persona que necesitase ser sangrado o afeitado. El uso más común lo tenía en las barberías, como recipiente de la espuma para humedecer y jabonar la barba y para realizar sangrías. También utilizaba entre sus herramientas más comunes las, lancetas, ventosas, sanguijuelas y a veces, instrumentos más rústicos como cuchillos y agujas.
Miguel de Cervantes era por entonces un niño de 5 años, pero aquellas experiencias nunca las olvidó y a lo largo de sus escritos fue manifestando recuerdos y reflexiones. En su obra “El coloquio de los perros”, escrita en Valladolid, hace una dura crítica sobre la gran abundancia de estudiantes de Medicina en la Universidad de esta ciudad.
Miguel de Cervantes en “El Quijote” recuerda de alguna manera la figura de su padre a través de Maese Nicolás, barbero, sangrador, zujujano o cirujano, sanador y sacamuelas, que preparaba casi mágicos brebajes para curar dolores de cabeza y que acabaría atendiendo al famoso hidalgo tras haber sido apaleado en una de sus aventuras (1).
También tuvieron otros nombres como: Herbolarios, Algebrista, Bizmadores, Batidores de cataratas, Hernistas, Sacadores de piedras y Sacamuelas.
Foto 14 Tribunal del Protobarberato (04) fundado en el año 1500 por los Reyes Católicos, una institución compuesta por Barberos Mayores que examinaban y acreditaban a los Barberos Sangradores, siglo XVI. Imagen recreada por IA
Miguel de Cervantes, como ejemplo en la primera parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha el caso del Yelmo del Quijote “El Yelmo de Mambrino”: “Es, pues, el caso que el yelmo y el caballo y caballero que don Quijote veía era esto: que en aquel contorno había dos lugares, el uno tan pequeño, que ni tenía botica ni barbero, y el otro, que estaba junto a él, sí; y, así, el barbero del mayor servía al menor, en el cual tuvo necesidad un enfermo de sangrarse, y otro de hacerse la barba, para lo cual venía el barbero y traía una bacía de azófar y quiso la suerte que al tiempo que venía comenzó a llover, y porque no se le manchase el sombrero, que debía de ser nuevo, se puso la bacía sobre la cabeza, y, como estaba limpia, desde media legua relumbraba...”.
Miguel de Cervantes no fue ajeno a esa problemática sanitaria de las enfermedades y por la novela discurren referencias a: las Calenturas pestilentes, a la lepra, a la viruela, al catarro y a la malaria.
Foto 15 Rodrigo de Cervantes realizando una sangría; encima de la mesa tiene los instrumentos de su oficio, siglo XVI. Imagen recreada por IA
Pragmática de Felipe II. 20 de noviembre de 1559. Diferentes denominaciones según la técnica que realizaban:
Sangradores: Sangraban en la bacía
Algebristas: Componían fracturas y luxaciones
Sacadores de Piedra: Operadores de cálculos en la vejiga de la orina “mal de la piedra”
Hernistas: Operadores de hernias
Batidores de cataratas: Operadores de los ojos afectados por cataratas
Barberos flebotomianos: Realizaban la sangría o flebotomía, además de extraer dientes y muelas, etc.
Matronas o Comadres o Madrinas: Mujeres expertas en el arte de atender a la parturienta
Cirujano Romancista: Realizaban cirugías menores
Cuidadores de enfermos: Vinculados a las Órdenes Religiosas. San Juan de Dios; Bernardino Obregón; Hijas de la Caridad, Siervas de María Ministras de los enfermos a domicilio, etcétera.
Aunque todavía no se ha encontrado el documento donde se demuestre y avale esta idea de que el Zurujano Sangrador Rodrigo de Cervantes, pudo haber trabajo como tal en el Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, por la proximidad y cercanía que se encontraba su casa del Hospital.
Hospital de Antezana u Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, su historia
El Hospital de Antezana, también conocido como Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, es uno de los hospitales más antiguos del mundo occidental en funcionamiento continuo. Está situado en la calle Mayor número 46 de Alcalá de Henares, haciendo medianería con la Casa Natal de Cervantes. Fue fundado por decisión testamentaria el 18 de octubre de 1483 por el matrimonio formado por Luis de Antezana, regidor de la villa de Guadalajara y su esposa Isabel de Guzmán, de la casa noble de Medina Sidonia para el cuidado de pobres, enfermos y peregrinos, con vocación de beneficencia. La creación de instituciones de caridad para socorrer a los pobres era una práctica habitual por parte de las familias ricas y muy religiosas de la Edad Media (6).
Foto 16 Hospital de Antezana. Fachada del hospital en la calle Mayor de Alcalá de Henares en Madrid. Tarjeta postal de Hauser y Menet publicada en Madrid, 1910 y el escudo de armas de Luis de Antezana e Isabel de Guzmán, autor del escudo Raimundo Pastor Sánchez
El Hospital de Antezana u Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, también conocido como El Hospitalillo es en la actualidad una residencia de mayores, situada en Alcalá de Henares (Comunidad de Madrid, España). La Fundación Antezana data del año 1483, siendo la institución socio-sanitaria en funcionamiento ininterrumpido de las más antigua del Europa (6).
Institución pionera para la atención socio-sanitaria gratuita de enfermos humildes. Y por bula del Papa Sixto IV. La institución se gobierna mediante la Fundación Antezana, con una Junta de Caballeros, y no ha dejado de servir desde entonces en su labor social (6).
Hay dos personajes históricos importantes relacionados con el Hospital de Antezana de Alcalá de Henares: San Ignacio de Loyola y don Rodrigo de Cervantes, padre del autor de El Quijote. El primero incluso tiene una capilla en la iglesia, aunque el segundo dice la tradición complutense que aquí trabajo, pues era zurujano sangrador, aunque, según el Cabildo que rige la institución, no se ha descubierto ningún documento que lo acredite.
Foto 17 Barbero Sangrador realizando una sangría a un anciano; encima de la mesa tiene los instrumentos de su oficio, siglo XVI. Imagen recreada por IA
Según un documento encontrado por la Fundación Antezana, en 1622 el sueldo de los enfermeros y de las enfermeras en el Hospital de Antezana era el mismo para los diferentes sexos: ocho reales al mes (6).
Actualmente es una residencia de mayores, con una capacidad de 23 personas. El escaso número de camas que tuvo anteriormente hace que se le conozca incluso hoy en día de forma coloquial como “el Hospitalillo”. En febrero de 2022 la Fundación Hospital de Antezana adquirió el edificio contiguo, que habitaban las Siervas de María, para adaptarlo e integrarlo en la residencia, lo que permitirá duplicar la capacidad, para seguir ofreciendo el servicio con la que nació en 1483.
Con la Universidad de Cisneros, a partir de 1516, el Hospital de Antezana se convirtió en hospital dedicado a la actividad universitaria, donde ejercerían la medicina los más ilustres médicos y protomédicos del Siglo de Oro. Siendo el primer hospital universitario de la historia, que permanece en actividad constante e ininterrumpida, desde su fundación, en el mismo edificio y lugar en el que nació. Todo ello gracias a su profunda vocación de servicio a los demás. Lo que hace que sea la Fundación, de estas características más antigua del mundo (6).
Bibliografía
01.- Rodrigo de Cervantes
https://es.wikipedia.org/wiki/Rodrigo_de_Cervantes
02.- MCN Biografías, 2019. “Cervantes, Rodrigo de [padre] (1509-1585)”. Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/cervantes-rodrigo-de [consulta: 8 de julio de 2025].
03.- Rodrigo de Cervantes, cirujano sangrador. Alcalá turismo y más.
https://alcalaturismoymas.com/rodrigo-de-cervantes-cirujano-sangrador/
04.- Protobarberato 1500. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 18 de abril de 2025
https://enfeps.blogspot.com/2025/04/protobarberato-1500.html
05.- La supuesta hidalguía de Rodrigo de Cervantes, padre del autor del Quijote. Krzysztof Sliwa.
06.- Hospital de Antezana u Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia
https://es.wikipedia.org/wiki/Hospital_de_Antezana
Enciclopedia Wikipedia
Manuel Solórzano Sánchez. Grado en Enfermería
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez
Día 20 de octubre de 2022, jueves
Entziklopedia Wikipedia en Euskera
Manuel Solórzano Sánchez. Erizaintzako Gradua
https://eu.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez#Ibilbidea
Día 27 de octubre de 2022, jueves
La Voz de Enfermería en la Enciclopedia Auñamendi
Primera parte: http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190
Segunda parte: http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190/132780
Foto 18 Zurujano Sangrador habiendo realizado una sangría y recogida la sangre en la Bacía. Siglo XVI. Imagen recreada por IA
Agradecimiento
Raimundo Pastor Sánchez
Imágenes por IA. Para pedirle a la inteligencia artificial (IA) que genere una imagen, le debo proporcionar un «prompt» (descripción detallada para que use sus algoritmos de aprendizaje que procesan grandes cantidades de datos y cree la imagen visual deseada).
Foto 19 Dos enfermeras en la Sala de hospitalización del Hospital de Antezana, Madrid 1483. Imagen recreada por IA
Foto 20 Dos enfermeras haciendo una cura en el Hospital de Antezana, Madrid 1483. Imagen recreada por IA
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Premio a la Difusión y Comunicación Enfermera del Colegio de Enfermería de Gipuzkoa 2010
Director y Miembro del Blog de Historia de Enfermería “Enfermería Avanza”
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro Supernumerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Comisión de Historia de la Enfermería del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa / Gipuzkoako Erizaintza Elkargo Ofiziala
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Años 2019 y 2022
Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020 y 31 de diciembre de 2022
Premio a la Visibilización de la ACEB. 15 de mayo de 2024. Deusto Bilbao