ENTRE EL SIGLO XVI Y XIX
Autores: Todos ellos son profesores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. La excelente doctora y profesora titular de Enfermería Mª Luz Fika Hernando. El Vicedecano de Enfermería Juan Manuel Martín Ferrer, Blanca Fernández Vallhonrat, José Bravo Martínez, M. Cristina Chas Barbeito y Eduardo Nuñez González.
Dirección de contacto: María Luz Fika Hernando. Plaza de la Constitución, nº 9. 35530 Villa de Teguise. Lanzarote. Teléfono: 928 59 30 10. E-mail: mfica@denf.ulpgc.es
FOTO 001 Entrada de la escuela en la Villa de Teguise
Resumen
Curanderos y sanadores nacieron ante la necesidad de hacer frente a los escasos medios que tenía la isla para curar sus enfermedades, la poca confianza que les daban los conquistadores y sobre todo ante la aparición de nuevas epidemias y plagas, que año tras año dejaban los visitantes y transeúntes. Partiendo de la premisa de que la “magia” popular es utilitaria, un medio para lograr un fin.
Summary
Curanderos and sanadores were born in front of the need to face up to the scarce means that had the island to cure his illnesses, the little confidence that gave them the conquistadores and especially in front of the apparition of new epidemics and pests, that year after year left the visitors and transeúntes. Bearing of the premise that the “popular” magic is utilitaria, a half to attain an end.
Palabras clave: Curanderos, sanadores, santiguadoras, brujería, magia, enfermedades.
Objetivos
El objetivo principal de este trabajo es conocer el origen y la evolución de las prácticas mágicas y curativas en la isla de Lanzarote en el período comprendido entre los siglos XVI y XIX.
Metodología
La metodología de este trabajo se centra fundamentalmente en la búsqueda de datos administrativos, revisión de datos bibliográficos y análisis y procesos de los mismos en el contexto socio-sanitario de Lanzarote, así como de los legajos del Archivo Histórico Municipal de la Villa de Teguise y del Archivo del Museo Canario, junto con los custodiados en el Archivo Histórico Nacional, Inquisición.
Introducción
El hecho insular y la difícil situación que vivió la isla de Lanzarote con las invasiones piráticas, las hambrunas y las epidemias, motivó de algún modo a los lanzaroteños a crear una medicina tradicional o popular, mezcla de creencias y ritos, así nacieron los curanderos y santiguadoras, que cada día se encontraban con nuevas enfermedades contra las que no podían ni las hierbas ni los instrumentos mágicos.
Ni la Inquisición ni las numerosas barreras impuestas a los naturales de la isla de Lanzarote, pudieron borrar muchas prácticas curativas, cuyas raíces son una mezcla de creencias locales enriquecidas con las distintas aportaciones peninsulares, francesas, africanas, portuguesas y sudamericanas.
La medicina de los curanderos estaba relacionada con los recursos y medios que encontraba a su alrededor y con esa mirada a reojo a través de signos y rezos. Motivaciones religiosas que aprendieron de los franciscanos que en una gran labor, religiosa y cultural, asimilaron de los lanzaroteños los elementales conocimientos que sobre la curación tenían, manteniendo aquello que consideraban más provechoso y añadiéndole las técnicas traídas desde sus lugares de origen.
Curanderos y sanadores nacieron ante la necesidad de hacer frente a los escasos medios que tenía la isla para curar sus enfermedades, la poca confianza que les daban los conquistadores y sobre todo ante la aparición de nuevas epidemias y plagas, que año tras año dejaban los visitantes y transeúntes. Partiendo de la premisa de que la “magia” popular es utilitaria, un medio para lograr un fin.
Curanderos, santiguadoras y sanadores en Lanzarote
La mezcla de culturas hace que al curandero canario y especialmente al lanzaroteño se le vea como una especie de nigromante, al que se le relaciona con los antiguos brujos y brujas isleños que dejaron su huella en la toponimia de nuestra isla, como son los bailaderos de las brujas. (Bethencourt Alfonso, J: Costumbres de la nación canaria bailes y cantos). Mujeres que, según la creencia popular se dedicaban a hacer aquelarres bailando en torno a una hoguera, para posteriormente bañarse desnudas en el mar.
Canarias contó desde una fecha imprevista del siglo XV, como producto de las expediciones de saqueo realizadas a la vecina costa africana, con una población de berberiscos que, aunque cristianizados, conservaron durante mucho tiempo elementos de su lengua, su religión, sus costumbres y creencias. La isla de Lanzarote, por su proximidad al continente africano, por su pobreza en población y otros recursos, así como por la necesidad o ambición de sus señores, participaron de manera destacada en las incursiones a Berbería, y albergaron el mayor contingente de población morisca.
FOTO 002 Bruja Sanadora. Mujer asistiendo al parto
La más antigua referencia a las prácticas hechiceriles de los moriscos es de 1505: una denuncia en Las Palmas, en 1505, contra Fernán Pérez, morisco de Berbería, alfaquí, por practicar curaciones. (Archivo del Museo Canario, Colección Bute, vol. I, 1ª serie, fº.43). Y como consecuencia de una visita a Lanzarote realizada por el provisor del obispado, en 1510, varias moriscas fueron acusadas de realizar sortilegios adivinatorios para saber quién iría como adalid de la armada y si había de regresar. (Archivo del Museo Canario, Inquon. CXXV-8). Aparece ya entonces, como procedimiento, el trazado de rayas en el suelo y estiércol de camello, primera vez que encontramos en el Archipiélago esta suerte morisca, procedente de África, que se empleará repetidamente en los dos siglos siguientes. (Archivo del Museo Canario CLXXII-35 y CLXXIX-81). Desde principios del siglo XVI, por tanto, los moriscos, quizás en proporción mayor que los cristianos viejos, facilitan por medios mágicos la satisfacción de los deseos que la población tiene en materia de amores, de adivinación o salud.
En Lanzarote, al menos en la primera mitad del siglo XVI, los moriscos no viven con los cristianos viejos en los poblados, sino apartados de éstos, en sus aduares. (Poblado o aldehuela).
En 1524 Juan García de León, camellero, declaraba en Las Palmas, ante el inquisidor, que estando en Lanzarote: “…en el pueblo de la dicha isla, tuvo necesidad de ir al Jable, donde están los moriscos…, y vido una gran burla que anda entre ellos, que ni se tratan como cristianos ni en obras ni en nombres ni en cosa del mundo, y que ni son cristianos ni tienen obras de cristianos, sino grandes hechiceros y hechiceras…”. Archivo del Museo Canario, Inquon. Colección Bute, Vol. II, 1ª Serie, fº 166).
De nuevo la imagen de los moriscos como “gente mágica”7. (Ver la obra de Julio Caro Baroja Vidas mágicas e Inquisición, Madrid, Taurus, 1996, 2 vols., particularmente el capítulo “Magia y grupo étnico, o la tribu mágica”, en el que muestra que es frecuente que pueblos vecinos, pero distintos y hostiles tengan la idea, recíproca, de que el otro es un peligroso conocedor de las artes mágicas).
Y se reitera en otros documentos de esta época: los moriscos que viven en sus tiendas en Tinguatón (Lanzarote), se reúnen por las noches a la luz de las hogueras, cantan en su lengua y ejecutan sus bailes, que tenían un carácter mántico, divinatorio, pues el danzante entraba como en trance, con “una lanza en la mano retemblándola dando alaridos a fuer de moro”, e iba diciendo lo que “veía”; del mismo modo que bailaba sobre una mujer a la que azotaba ritualmente para curarla. (Proceso de Luís Perdomo de Lanzarote (1532-33) Archivo Museo Canario., Inquon, CXVIII-17).
La frecuencia de las visitas a Lanzarote, de la Inquisición o de los delegados episcopales, encuentra sin duda una razón en la gran preocupación que se tiene por las actividades y prácticas de la población morisca, muy poco asimilada y siempre proclive a renegar. Uno de los procedimientos adivinatorios más usados en Canarias es el del plomo y estaño derretido, que se vierte en una escudilla de agua para predecir o revelar, según la forma que tomen los pedazos de metal al enfriarse y solidificarse, lo que ha de suceder o lo desconocido. Ignoramos si se trata de un ritual específicamente morisco. Son muy escasos e insuficientes los estudios existentes sobre la magia de los musulmanes españoles y de sus descendientes, a pesar de ser muy frecuente la afirmación de que la practicaban. (Se mencionan algunos hechizos característicos, pero no el uso de estos metales, en J. Rivera Tarragó: “Supersticiones moriscas”, Revista crítica de Historia de las Literaturas Española, Portuguesa e Hispano-Americanas, T. IV., nos IX y X, septiembre-octubre de 1899, pp. 141-157. En Fajardo Spínola, F (1995): La hechicería de Lanzarote y Fuerteventura. IV Jornadas de Estudios de Lanzarote y Fuerteventura. Tomo I. Historia. Servicio de publicaciones del Excmo. Cabildo Insular de Lanzarote y Excmo. Cabildo Insular de Fuerteventura. Arrecife, p. 227.
En todo caso, en nuestras islas hacen la suerte del plomo derretido, desde principios del siglo XVI, que sepamos, moriscos de procedencia berberisca; y hay testimonios que hacen pensar que era considerada propia de ellos, aunque gentes de otros grupos étnicos la repitan también. De este modo, a propósito de una cura con estaño y sebo hecha en Telde en 1606, su autora, una morisca, decía que en Lanzarote había visto hacer aquellos. (Archivo del Museo Canario, Inquon, XLVIII-3).
La última referencia que tenemos del uso en el Archipiélago de las suertes del estaño es de La Oliva (Fuerteventura), en 1765. Ya no se habla, por supuesto, de moriscos. La ejecutora de las suertes era María de León, vecina del pago de La Orilla, a quien procesó el Santo Oficio al año siguiente, en 1766. (Archivo Museo Canario, CXXXVI-33). Era hija de Justa de León, vecina del mismo caserío, procesada por hechicera en 1740. (Archivo Museo Canario, Inquon, X-27, XIII-25 y XXIII-9). Y nieta de María Domínguez, natural y vecina de Las Calderetas, en Lanzarote, procesada en 1729 y desterrada de esta isla por la Inquisición, siendo lo más probable que se estableciese en Fuerteventura. (Archivo Museo Canario, Inquon, XV-10). Tenía entonces más de ochenta años, y desde 1682 había sido denunciada y presa en Teguise por supuestos maleficios y diversos sortilegios, entre ellos los del estaño. (Archivo Museo Canario, Col. Bute, vol. XXII, 1ª serie, fº 45). Estas tres generaciones de mujeres son ejemplo de la transmisión por vía femenina, sobre todo en pequeñas aldeas y oralmente, de elementos culturales que de esta manera, por un mecanismo casi diríamos que de relevo, se conservan a lo largo de los siglos.
FOTO 003 Mujeres Sanadoras
Naturalmente, las hechiceras no utilizaban sólo el repertorio supersticioso propio de su grupo étnico o de su lugar de origen, sino que tomaban en préstamo, además, fórmulas e ingredientes de otra procedencia. Son abundantes los ejemplos de contaminaciones y de ceremonias eclécticas, como el fundir estaño al tiempo que se reza la oración de Santa Marta. (Lo hacía María Anríquez, lanzaroteña, en El Hierro, en 1632. Archivo Museo Canario, Inquon, LXVII-6). O echar excrementos de camello invocando a las ánimas del Purgatorio, Lanzarote, 1624, Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 1828, 3 F, fº13), o a la Santísima Trinidad. (Lanzarote, 1624, Ibídem, fº 17).
El grado de difusión de las creencias mágicas en la isla de Lanzarote puede inferirse del hecho de que no solamente afectan a pobres mujeres, sino que la comparten desde la marquesa de Lanzarote y su administrador, hasta destacados miembros del clero y de la propia Inquisición, como es el caso de don Guillén Betancor, beneficiado y vicario del obispo en Lanzarote, comisario del Santo Oficio en esta isla, quien estando enfermo, en 1636, llamó para que lo curara a Catalina Luzarda, quien le dijo que su enfermedad procedía de hechizos y lo estuvo tratando durante un mes, aplicándole las suertes del estaño.( Archivo Museo Canario, Inquon., CL-1).
No debemos olvidar la importancia de la mujer en la transmisión de la cultura popular. La mujer era una especialista del cuerpo humano, al que alimentaba y curaba. Esto suponía observar y conocer las funciones del organismo, las propiedades de las plantas, el fenómeno de su cocción. De su experiencia obtenía una cierta influencia social, un cierto reconocimiento. Por eso la persecución de las brujas, casi siempre mujeres, tiene mucho que ver con el intento de destruir la cultura popular, que mantenía vivos elementos paganos.
Algunos de los componentes que se describen dentro del campo de la superstición corresponden a técnicas tradicionales de curación, a los tabúes cotidianos, a procedimientos ordinarios de conocimiento de la realidad.
El gran número de curanderos que en estos años ejercían en Lanzarote, preocupó a la Diputación, no así a las instituciones insulares, pues estos maestros de la medicina popular cubrían la falta de médico titulado. Así lo recoge, en junio de 1822, el libro que acopia el registro de correspondencia, con el título de Pliego Ordinario en un tratado sobre el abuso de permitir el ejercicio de curanderos y curanderas.
Raro es el pueblo de Lanzarote donde no exista una señora conocedora de la medicina popular y sobre del secreto de nuestras plantas.
Los curanderos dicen que tienen un poder especial para curar, y los vecinos de Lanzarote acuden a ellos impulsados por ese sentido que hace caminar guiados por el corazón, cuando los cuerpos se ven atacados por el mal de ojo, susto, sol en la cabeza y otras dolencias y males llamados “enfermedades de tipo cultural”, o simplemente cuando no encuentran solución en la medicina científica.
Francis Coleman, cónsul británico en Canarias entre 1825 y 1830, hablando sobre la superstición de los canarios, en su libro Las Islas Canarias según su estado actual y con especial referencia a la topografía, estadística, industria, comercio y costumbres (1831), comenta la creencia en brujas y en espíritus, el miedo al “mal de ojo” y el ensalmo extendido de la creencia en la almas de los difuntos, que no pueden encontrar descanso, y se incorporan al cuerpo de los vivos, motivo por el que ante la presencia de ciertos síntomas se fuera a buscar a un “animero”, en lugar de al médico, para intentar expulsar el alma intrusa. Rezos, plantas y creencias, son los medios que unen al paciente con el curandero.
El lenguaje de los curanderos y sanadores lanzaroteños brota como una lucha de ritos y creencias, en la que el resultado depende de la fe del paciente, de la eficacia de las plantas y de los conocimientos y habilidades de las curanderas o santiguadoras.
La enfermedad se considera en este ambiente mágico, no sólo como un dolor físico de nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente, de ahí los rezos y curas que se realizan a los pacientes.
Sobre los rezados y prácticas de las sanadoras lanzaroteñas se han realizado algunos trabajos, como los de Jesús María Godoy, los de María Luz Fika y cols., y los del propio Archivo Municipal de Teguise.
En los trabajos citados figuran fórmulas para distintas enfermedades, como el asma y asfixias, la insolación, las fístulas, heridas producidas por animales, etc.
En una evolución histórica de la medicina popular aplicada por algunos curanderos, encontraríamos los primeros pasos en la savia de algunos árboles que se utilizaron como bebida y para cataplasmas.
El sebo o grasa de carnero y camello se utilizaba como remedio para los dolores y contusiones, mientras que la manteca de cabra mezclada con hojas de algunas plantas, la utilizaron para las heridas.
Las manos de los curanderos son los hilos conductores que le transmiten el grado de enfermedad de sus pacientes. Las creencias religiosas, tanto del sanador como del paciente, juegan un papel importante en el proceso. Los métodos son tan numerosos como tipos de enfermedades hay, desde la imposición de manos, pasando por el uso de las plantas, las oraciones o invocaciones, y los talismanes.
Las clases bajas son extraordinariamente supersticiosas y, además de creer firmemente en brujas, espíritus y presagios, les tienen un miedo especial a los efectos del mal de ojo. Sin embargo, no juzgaban siempre este hechizo como un acto de maldad, sino que también creen que un exceso de cariño o admiración ante el objeto pueden provocar el mismo efecto perjudicial, que suele consistir en que se seca o muere todo aquello en lo que recae tal hechizo. Sin embargo, cualquier cosa en forma de cuerno puede hacerlo inofensivo y, por esta razón, suelen encontrarse con frecuencia pedacitos de hueso tallados en esta forma. Y ni siquiera las clases altas se ven libres de superstición. Si un campesino teme que una bruja esté cerca, vuelve hacia fuera la parte interior de la pretina de su pantalón o, para asegurarse mejor, se quita del todo los pantalones y se los vuelve a poner, después de haberlos vuelto del revés. Los labradores consideran que este remedio es tan poderoso, que ninguna bruja tiene el poder de causarles ningún mal.
Poner una escoba detrás de la puerta es siempre recomendable, si se quiere evitar a las brujas; pues si ésta pisara el umbral, su primer intento consistiría en privar a los niños pequeños de la respiración; así cuando un niño muere de repente, se considera siempre obra de las brujas. Espanto general causa el graznido de un ave, que llaman apagado (lechuza), a causa de la similitud de esta palabra con el sonido que emite en un tono chillón. (Coleman Macgregor, F y Batista Rodríguez, JJ. (2005). Op. cit. pp.147-149).
Otra superstición bastante extendida consiste en creer que a las almas de los difuntos que no pueden encontrar descanso les es dado pasar al cuerpo de los vivos y atemorizarlos con su presencia. Así, si se presentan ciertos síntomas en un enfermo, se manda a buscar un animero, quien intenta expulsar el alma intrusa, en parte mediante conjuros y en parte mediante el acto de poner secretamente al fuego, en una encrucijada, una olla, en la que hay cuernos de macho cabrío, cascos de caballo y otro montón de cosas bienolientes. Si arde el contenido de la olla, vuelve el animero a la habitación del enfermo en una suerte de trance, abre de golpe la puerta y las ventanas, corretea sin sentido aparente de un lado para otro y continúa con los conjuros, mientras le sale espuma por la boca. No obstante, si el enfermo no se siente aliviado, esto significa que el alma que ocupa su cuerpo no quiere marcharse y entonces el charlatán se ayuda con la excusa de que alguien ha debido de haber visto arder la olla. (Coleman Macgregor, F y Batista Rodríguez, JJ. (2005). Op. cit. pp.147-149).
Por lo demás, tampoco faltan las videntes, las que adivinan mirando el agua y todo tipo de servidores de la superstición. Sin olvidar, a los amañados y charlatanes que ofician de médicos con el ánimo de hacerse ricos a costa de la credulidad reinante.
FOTO 004 Eloina Expósito Mendoza santiguadora de La Laguna
En todos los pueblos hay personajes que dejan en la memoria de sus vecinos una huella imborrable, recordándoseles de generación en generación. Este es el caso de doña Balbina que destacó por su admirable labor curativa y humanitaria.
“…Era comadrona y médico naturista a la vez. Se le pagaba con los productos del campo y alguna peseta que ella cogía, pero nunca puso precio. Venían de todas las zonas. Atendía lo mismo a una cabra que traía el baifo atravesado que a un camello. Se moría un niño y lo amortajaba. Fue la mujer más importante que he conocido. La venían a buscar en burro o en camello, de Tiagua, de Tinajo, de Soo”. (Falero Lemes, M.A, Montelongo Franquiz, A. Hernández González, J. (2006): Trás las huellas del Ajey. Patrimonio Etnográfico. Sanidad. Enfermedades. Patrimonio Cultural de San Bartolomé, Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de San Bartolomé, p.120).
La Organización Mundial de la Salud, define al curandero como toda persona reconocida por la propia comunidad en que vive como competente para prestar atención de salud mediante el empleo de productos vegetales, animales y minerales, y la aplicación de algunos otros métodos de origen social, cultural y religioso, basados en los conocimientos, actitudes y creencias de la comunidad en lo que respecta al bienestar físico, mental, social y al origen de la enfermedad y la invalidez. Basándonos en esta definición, entendemos cómo y por qué estas personas han sobrevivido, a lo largo de los siglos, en Lanzarote.
Conclusiones
La hechicería aparece cuando la manipulación mágica de las situaciones y las cosas se profesionaliza. Cuando alguien al que se supone poderes o saberes superiores a los demás se especializa en procurar, a cambio de una retribución, la resolución de problemas que la mayoría tiene.
Entre los motivos del recurso a la magia está la búsqueda de la salud. Los procedimientos curativos incluyen elementos puramente mágicos junto con santiguados y rezos más o menos ortodoxos, pero comprenden también habilidades y conocimientos empíricos sobre las virtudes de ciertas sustancias naturales. Por eso son borrosos los límites entre el curanderismo mágico y la medicina popular.
Esta gestación de la brujería en Lanzarote, en nada se parece a las prácticas de nuestros curanderos y santiguadoras, cuyas raíces hay que situarlas en ritos y creencias que van de la mano de los elementos localizados en nuestra isla, aunque lleven el sello de una multiculturización que, lejos de anularla, la ha enriquecido y cuyas prácticas en nuestras aldeas y pueblos se ve con la mayor naturalidad.
El historiador griego Herodoto (484-425 a.C.) relataba sobre los babilónicos que, pese a existir los médicos o especialistas de la salud, la mayoría de las personas llevaban a los enfermos a la plaza o mercado de la ciudad, y si algún transeúnte había padecido la misma enfermedad, se paraba a hablar con él y le daba buenos consejos o le indicaba algún remedio para su mal.
El enfermo, muchas veces no busca la ciencia en el curandero, sino la esperanza, un depositario de sus problemas que le ayude a llevarlos. La gente normal del pueblo, especialmente los que han estado alejados de zonas urbanizadas y donde han podido llegar con dificultad los estamentos sanitarios, no han tenido más remedio que solucionarse los problemas de salud como han podido. El pueblo, actuando como si fuera una esponja cultural, ha ido asimilando a lo largo de muchos años diversos conceptos y conocimientos hasta desarrollar su propia medicina popular. La medicina popular es variadísima en cada país, pero todos tienen un punto en común: la fe que las gentes de los pueblos han tenido y continúan haciéndolo en sus curanderos, sanadores y esteleros.
FOTO 005
Un sacerdote o médico, junto a una sacerdotisa o enfermera, cura a un paciente en nombre de Esculapio.
AGRADECIMIENTOS
Mª Luz Fika Hernando
Juan Manuel Martín Ferrer
Blanca Fernández Vallhonrat
José Bravo Martínez
M. Cristina Chas Barbeito
Eduardo Nuñez González
Universidad de Enfermería. Las Palmas de Gran Canaria
AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
masolorzano@telefonica.net
Autores: Todos ellos son profesores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. La excelente doctora y profesora titular de Enfermería Mª Luz Fika Hernando. El Vicedecano de Enfermería Juan Manuel Martín Ferrer, Blanca Fernández Vallhonrat, José Bravo Martínez, M. Cristina Chas Barbeito y Eduardo Nuñez González.
Dirección de contacto: María Luz Fika Hernando. Plaza de la Constitución, nº 9. 35530 Villa de Teguise. Lanzarote. Teléfono: 928 59 30 10. E-mail: mfica@denf.ulpgc.es
FOTO 001 Entrada de la escuela en la Villa de Teguise
Resumen
Curanderos y sanadores nacieron ante la necesidad de hacer frente a los escasos medios que tenía la isla para curar sus enfermedades, la poca confianza que les daban los conquistadores y sobre todo ante la aparición de nuevas epidemias y plagas, que año tras año dejaban los visitantes y transeúntes. Partiendo de la premisa de que la “magia” popular es utilitaria, un medio para lograr un fin.
Summary
Curanderos and sanadores were born in front of the need to face up to the scarce means that had the island to cure his illnesses, the little confidence that gave them the conquistadores and especially in front of the apparition of new epidemics and pests, that year after year left the visitors and transeúntes. Bearing of the premise that the “popular” magic is utilitaria, a half to attain an end.
Palabras clave: Curanderos, sanadores, santiguadoras, brujería, magia, enfermedades.
Objetivos
El objetivo principal de este trabajo es conocer el origen y la evolución de las prácticas mágicas y curativas en la isla de Lanzarote en el período comprendido entre los siglos XVI y XIX.
Metodología
La metodología de este trabajo se centra fundamentalmente en la búsqueda de datos administrativos, revisión de datos bibliográficos y análisis y procesos de los mismos en el contexto socio-sanitario de Lanzarote, así como de los legajos del Archivo Histórico Municipal de la Villa de Teguise y del Archivo del Museo Canario, junto con los custodiados en el Archivo Histórico Nacional, Inquisición.
Introducción
El hecho insular y la difícil situación que vivió la isla de Lanzarote con las invasiones piráticas, las hambrunas y las epidemias, motivó de algún modo a los lanzaroteños a crear una medicina tradicional o popular, mezcla de creencias y ritos, así nacieron los curanderos y santiguadoras, que cada día se encontraban con nuevas enfermedades contra las que no podían ni las hierbas ni los instrumentos mágicos.
Ni la Inquisición ni las numerosas barreras impuestas a los naturales de la isla de Lanzarote, pudieron borrar muchas prácticas curativas, cuyas raíces son una mezcla de creencias locales enriquecidas con las distintas aportaciones peninsulares, francesas, africanas, portuguesas y sudamericanas.
La medicina de los curanderos estaba relacionada con los recursos y medios que encontraba a su alrededor y con esa mirada a reojo a través de signos y rezos. Motivaciones religiosas que aprendieron de los franciscanos que en una gran labor, religiosa y cultural, asimilaron de los lanzaroteños los elementales conocimientos que sobre la curación tenían, manteniendo aquello que consideraban más provechoso y añadiéndole las técnicas traídas desde sus lugares de origen.
Curanderos y sanadores nacieron ante la necesidad de hacer frente a los escasos medios que tenía la isla para curar sus enfermedades, la poca confianza que les daban los conquistadores y sobre todo ante la aparición de nuevas epidemias y plagas, que año tras año dejaban los visitantes y transeúntes. Partiendo de la premisa de que la “magia” popular es utilitaria, un medio para lograr un fin.
Curanderos, santiguadoras y sanadores en Lanzarote
La mezcla de culturas hace que al curandero canario y especialmente al lanzaroteño se le vea como una especie de nigromante, al que se le relaciona con los antiguos brujos y brujas isleños que dejaron su huella en la toponimia de nuestra isla, como son los bailaderos de las brujas. (Bethencourt Alfonso, J: Costumbres de la nación canaria bailes y cantos). Mujeres que, según la creencia popular se dedicaban a hacer aquelarres bailando en torno a una hoguera, para posteriormente bañarse desnudas en el mar.
Canarias contó desde una fecha imprevista del siglo XV, como producto de las expediciones de saqueo realizadas a la vecina costa africana, con una población de berberiscos que, aunque cristianizados, conservaron durante mucho tiempo elementos de su lengua, su religión, sus costumbres y creencias. La isla de Lanzarote, por su proximidad al continente africano, por su pobreza en población y otros recursos, así como por la necesidad o ambición de sus señores, participaron de manera destacada en las incursiones a Berbería, y albergaron el mayor contingente de población morisca.
FOTO 002 Bruja Sanadora. Mujer asistiendo al parto
La más antigua referencia a las prácticas hechiceriles de los moriscos es de 1505: una denuncia en Las Palmas, en 1505, contra Fernán Pérez, morisco de Berbería, alfaquí, por practicar curaciones. (Archivo del Museo Canario, Colección Bute, vol. I, 1ª serie, fº.43). Y como consecuencia de una visita a Lanzarote realizada por el provisor del obispado, en 1510, varias moriscas fueron acusadas de realizar sortilegios adivinatorios para saber quién iría como adalid de la armada y si había de regresar. (Archivo del Museo Canario, Inquon. CXXV-8). Aparece ya entonces, como procedimiento, el trazado de rayas en el suelo y estiércol de camello, primera vez que encontramos en el Archipiélago esta suerte morisca, procedente de África, que se empleará repetidamente en los dos siglos siguientes. (Archivo del Museo Canario CLXXII-35 y CLXXIX-81). Desde principios del siglo XVI, por tanto, los moriscos, quizás en proporción mayor que los cristianos viejos, facilitan por medios mágicos la satisfacción de los deseos que la población tiene en materia de amores, de adivinación o salud.
En Lanzarote, al menos en la primera mitad del siglo XVI, los moriscos no viven con los cristianos viejos en los poblados, sino apartados de éstos, en sus aduares. (Poblado o aldehuela).
En 1524 Juan García de León, camellero, declaraba en Las Palmas, ante el inquisidor, que estando en Lanzarote: “…en el pueblo de la dicha isla, tuvo necesidad de ir al Jable, donde están los moriscos…, y vido una gran burla que anda entre ellos, que ni se tratan como cristianos ni en obras ni en nombres ni en cosa del mundo, y que ni son cristianos ni tienen obras de cristianos, sino grandes hechiceros y hechiceras…”. Archivo del Museo Canario, Inquon. Colección Bute, Vol. II, 1ª Serie, fº 166).
De nuevo la imagen de los moriscos como “gente mágica”7. (Ver la obra de Julio Caro Baroja Vidas mágicas e Inquisición, Madrid, Taurus, 1996, 2 vols., particularmente el capítulo “Magia y grupo étnico, o la tribu mágica”, en el que muestra que es frecuente que pueblos vecinos, pero distintos y hostiles tengan la idea, recíproca, de que el otro es un peligroso conocedor de las artes mágicas).
Y se reitera en otros documentos de esta época: los moriscos que viven en sus tiendas en Tinguatón (Lanzarote), se reúnen por las noches a la luz de las hogueras, cantan en su lengua y ejecutan sus bailes, que tenían un carácter mántico, divinatorio, pues el danzante entraba como en trance, con “una lanza en la mano retemblándola dando alaridos a fuer de moro”, e iba diciendo lo que “veía”; del mismo modo que bailaba sobre una mujer a la que azotaba ritualmente para curarla. (Proceso de Luís Perdomo de Lanzarote (1532-33) Archivo Museo Canario., Inquon, CXVIII-17).
La frecuencia de las visitas a Lanzarote, de la Inquisición o de los delegados episcopales, encuentra sin duda una razón en la gran preocupación que se tiene por las actividades y prácticas de la población morisca, muy poco asimilada y siempre proclive a renegar. Uno de los procedimientos adivinatorios más usados en Canarias es el del plomo y estaño derretido, que se vierte en una escudilla de agua para predecir o revelar, según la forma que tomen los pedazos de metal al enfriarse y solidificarse, lo que ha de suceder o lo desconocido. Ignoramos si se trata de un ritual específicamente morisco. Son muy escasos e insuficientes los estudios existentes sobre la magia de los musulmanes españoles y de sus descendientes, a pesar de ser muy frecuente la afirmación de que la practicaban. (Se mencionan algunos hechizos característicos, pero no el uso de estos metales, en J. Rivera Tarragó: “Supersticiones moriscas”, Revista crítica de Historia de las Literaturas Española, Portuguesa e Hispano-Americanas, T. IV., nos IX y X, septiembre-octubre de 1899, pp. 141-157. En Fajardo Spínola, F (1995): La hechicería de Lanzarote y Fuerteventura. IV Jornadas de Estudios de Lanzarote y Fuerteventura. Tomo I. Historia. Servicio de publicaciones del Excmo. Cabildo Insular de Lanzarote y Excmo. Cabildo Insular de Fuerteventura. Arrecife, p. 227.
En todo caso, en nuestras islas hacen la suerte del plomo derretido, desde principios del siglo XVI, que sepamos, moriscos de procedencia berberisca; y hay testimonios que hacen pensar que era considerada propia de ellos, aunque gentes de otros grupos étnicos la repitan también. De este modo, a propósito de una cura con estaño y sebo hecha en Telde en 1606, su autora, una morisca, decía que en Lanzarote había visto hacer aquellos. (Archivo del Museo Canario, Inquon, XLVIII-3).
La última referencia que tenemos del uso en el Archipiélago de las suertes del estaño es de La Oliva (Fuerteventura), en 1765. Ya no se habla, por supuesto, de moriscos. La ejecutora de las suertes era María de León, vecina del pago de La Orilla, a quien procesó el Santo Oficio al año siguiente, en 1766. (Archivo Museo Canario, CXXXVI-33). Era hija de Justa de León, vecina del mismo caserío, procesada por hechicera en 1740. (Archivo Museo Canario, Inquon, X-27, XIII-25 y XXIII-9). Y nieta de María Domínguez, natural y vecina de Las Calderetas, en Lanzarote, procesada en 1729 y desterrada de esta isla por la Inquisición, siendo lo más probable que se estableciese en Fuerteventura. (Archivo Museo Canario, Inquon, XV-10). Tenía entonces más de ochenta años, y desde 1682 había sido denunciada y presa en Teguise por supuestos maleficios y diversos sortilegios, entre ellos los del estaño. (Archivo Museo Canario, Col. Bute, vol. XXII, 1ª serie, fº 45). Estas tres generaciones de mujeres son ejemplo de la transmisión por vía femenina, sobre todo en pequeñas aldeas y oralmente, de elementos culturales que de esta manera, por un mecanismo casi diríamos que de relevo, se conservan a lo largo de los siglos.
FOTO 003 Mujeres Sanadoras
Naturalmente, las hechiceras no utilizaban sólo el repertorio supersticioso propio de su grupo étnico o de su lugar de origen, sino que tomaban en préstamo, además, fórmulas e ingredientes de otra procedencia. Son abundantes los ejemplos de contaminaciones y de ceremonias eclécticas, como el fundir estaño al tiempo que se reza la oración de Santa Marta. (Lo hacía María Anríquez, lanzaroteña, en El Hierro, en 1632. Archivo Museo Canario, Inquon, LXVII-6). O echar excrementos de camello invocando a las ánimas del Purgatorio, Lanzarote, 1624, Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 1828, 3 F, fº13), o a la Santísima Trinidad. (Lanzarote, 1624, Ibídem, fº 17).
El grado de difusión de las creencias mágicas en la isla de Lanzarote puede inferirse del hecho de que no solamente afectan a pobres mujeres, sino que la comparten desde la marquesa de Lanzarote y su administrador, hasta destacados miembros del clero y de la propia Inquisición, como es el caso de don Guillén Betancor, beneficiado y vicario del obispo en Lanzarote, comisario del Santo Oficio en esta isla, quien estando enfermo, en 1636, llamó para que lo curara a Catalina Luzarda, quien le dijo que su enfermedad procedía de hechizos y lo estuvo tratando durante un mes, aplicándole las suertes del estaño.( Archivo Museo Canario, Inquon., CL-1).
No debemos olvidar la importancia de la mujer en la transmisión de la cultura popular. La mujer era una especialista del cuerpo humano, al que alimentaba y curaba. Esto suponía observar y conocer las funciones del organismo, las propiedades de las plantas, el fenómeno de su cocción. De su experiencia obtenía una cierta influencia social, un cierto reconocimiento. Por eso la persecución de las brujas, casi siempre mujeres, tiene mucho que ver con el intento de destruir la cultura popular, que mantenía vivos elementos paganos.
Algunos de los componentes que se describen dentro del campo de la superstición corresponden a técnicas tradicionales de curación, a los tabúes cotidianos, a procedimientos ordinarios de conocimiento de la realidad.
El gran número de curanderos que en estos años ejercían en Lanzarote, preocupó a la Diputación, no así a las instituciones insulares, pues estos maestros de la medicina popular cubrían la falta de médico titulado. Así lo recoge, en junio de 1822, el libro que acopia el registro de correspondencia, con el título de Pliego Ordinario en un tratado sobre el abuso de permitir el ejercicio de curanderos y curanderas.
Raro es el pueblo de Lanzarote donde no exista una señora conocedora de la medicina popular y sobre del secreto de nuestras plantas.
Los curanderos dicen que tienen un poder especial para curar, y los vecinos de Lanzarote acuden a ellos impulsados por ese sentido que hace caminar guiados por el corazón, cuando los cuerpos se ven atacados por el mal de ojo, susto, sol en la cabeza y otras dolencias y males llamados “enfermedades de tipo cultural”, o simplemente cuando no encuentran solución en la medicina científica.
Francis Coleman, cónsul británico en Canarias entre 1825 y 1830, hablando sobre la superstición de los canarios, en su libro Las Islas Canarias según su estado actual y con especial referencia a la topografía, estadística, industria, comercio y costumbres (1831), comenta la creencia en brujas y en espíritus, el miedo al “mal de ojo” y el ensalmo extendido de la creencia en la almas de los difuntos, que no pueden encontrar descanso, y se incorporan al cuerpo de los vivos, motivo por el que ante la presencia de ciertos síntomas se fuera a buscar a un “animero”, en lugar de al médico, para intentar expulsar el alma intrusa. Rezos, plantas y creencias, son los medios que unen al paciente con el curandero.
El lenguaje de los curanderos y sanadores lanzaroteños brota como una lucha de ritos y creencias, en la que el resultado depende de la fe del paciente, de la eficacia de las plantas y de los conocimientos y habilidades de las curanderas o santiguadoras.
La enfermedad se considera en este ambiente mágico, no sólo como un dolor físico de nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente, de ahí los rezos y curas que se realizan a los pacientes.
Sobre los rezados y prácticas de las sanadoras lanzaroteñas se han realizado algunos trabajos, como los de Jesús María Godoy, los de María Luz Fika y cols., y los del propio Archivo Municipal de Teguise.
En los trabajos citados figuran fórmulas para distintas enfermedades, como el asma y asfixias, la insolación, las fístulas, heridas producidas por animales, etc.
En una evolución histórica de la medicina popular aplicada por algunos curanderos, encontraríamos los primeros pasos en la savia de algunos árboles que se utilizaron como bebida y para cataplasmas.
El sebo o grasa de carnero y camello se utilizaba como remedio para los dolores y contusiones, mientras que la manteca de cabra mezclada con hojas de algunas plantas, la utilizaron para las heridas.
Las manos de los curanderos son los hilos conductores que le transmiten el grado de enfermedad de sus pacientes. Las creencias religiosas, tanto del sanador como del paciente, juegan un papel importante en el proceso. Los métodos son tan numerosos como tipos de enfermedades hay, desde la imposición de manos, pasando por el uso de las plantas, las oraciones o invocaciones, y los talismanes.
Las clases bajas son extraordinariamente supersticiosas y, además de creer firmemente en brujas, espíritus y presagios, les tienen un miedo especial a los efectos del mal de ojo. Sin embargo, no juzgaban siempre este hechizo como un acto de maldad, sino que también creen que un exceso de cariño o admiración ante el objeto pueden provocar el mismo efecto perjudicial, que suele consistir en que se seca o muere todo aquello en lo que recae tal hechizo. Sin embargo, cualquier cosa en forma de cuerno puede hacerlo inofensivo y, por esta razón, suelen encontrarse con frecuencia pedacitos de hueso tallados en esta forma. Y ni siquiera las clases altas se ven libres de superstición. Si un campesino teme que una bruja esté cerca, vuelve hacia fuera la parte interior de la pretina de su pantalón o, para asegurarse mejor, se quita del todo los pantalones y se los vuelve a poner, después de haberlos vuelto del revés. Los labradores consideran que este remedio es tan poderoso, que ninguna bruja tiene el poder de causarles ningún mal.
Poner una escoba detrás de la puerta es siempre recomendable, si se quiere evitar a las brujas; pues si ésta pisara el umbral, su primer intento consistiría en privar a los niños pequeños de la respiración; así cuando un niño muere de repente, se considera siempre obra de las brujas. Espanto general causa el graznido de un ave, que llaman apagado (lechuza), a causa de la similitud de esta palabra con el sonido que emite en un tono chillón. (Coleman Macgregor, F y Batista Rodríguez, JJ. (2005). Op. cit. pp.147-149).
Otra superstición bastante extendida consiste en creer que a las almas de los difuntos que no pueden encontrar descanso les es dado pasar al cuerpo de los vivos y atemorizarlos con su presencia. Así, si se presentan ciertos síntomas en un enfermo, se manda a buscar un animero, quien intenta expulsar el alma intrusa, en parte mediante conjuros y en parte mediante el acto de poner secretamente al fuego, en una encrucijada, una olla, en la que hay cuernos de macho cabrío, cascos de caballo y otro montón de cosas bienolientes. Si arde el contenido de la olla, vuelve el animero a la habitación del enfermo en una suerte de trance, abre de golpe la puerta y las ventanas, corretea sin sentido aparente de un lado para otro y continúa con los conjuros, mientras le sale espuma por la boca. No obstante, si el enfermo no se siente aliviado, esto significa que el alma que ocupa su cuerpo no quiere marcharse y entonces el charlatán se ayuda con la excusa de que alguien ha debido de haber visto arder la olla. (Coleman Macgregor, F y Batista Rodríguez, JJ. (2005). Op. cit. pp.147-149).
Por lo demás, tampoco faltan las videntes, las que adivinan mirando el agua y todo tipo de servidores de la superstición. Sin olvidar, a los amañados y charlatanes que ofician de médicos con el ánimo de hacerse ricos a costa de la credulidad reinante.
FOTO 004 Eloina Expósito Mendoza santiguadora de La Laguna
En todos los pueblos hay personajes que dejan en la memoria de sus vecinos una huella imborrable, recordándoseles de generación en generación. Este es el caso de doña Balbina que destacó por su admirable labor curativa y humanitaria.
“…Era comadrona y médico naturista a la vez. Se le pagaba con los productos del campo y alguna peseta que ella cogía, pero nunca puso precio. Venían de todas las zonas. Atendía lo mismo a una cabra que traía el baifo atravesado que a un camello. Se moría un niño y lo amortajaba. Fue la mujer más importante que he conocido. La venían a buscar en burro o en camello, de Tiagua, de Tinajo, de Soo”. (Falero Lemes, M.A, Montelongo Franquiz, A. Hernández González, J. (2006): Trás las huellas del Ajey. Patrimonio Etnográfico. Sanidad. Enfermedades. Patrimonio Cultural de San Bartolomé, Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de San Bartolomé, p.120).
La Organización Mundial de la Salud, define al curandero como toda persona reconocida por la propia comunidad en que vive como competente para prestar atención de salud mediante el empleo de productos vegetales, animales y minerales, y la aplicación de algunos otros métodos de origen social, cultural y religioso, basados en los conocimientos, actitudes y creencias de la comunidad en lo que respecta al bienestar físico, mental, social y al origen de la enfermedad y la invalidez. Basándonos en esta definición, entendemos cómo y por qué estas personas han sobrevivido, a lo largo de los siglos, en Lanzarote.
Conclusiones
La hechicería aparece cuando la manipulación mágica de las situaciones y las cosas se profesionaliza. Cuando alguien al que se supone poderes o saberes superiores a los demás se especializa en procurar, a cambio de una retribución, la resolución de problemas que la mayoría tiene.
Entre los motivos del recurso a la magia está la búsqueda de la salud. Los procedimientos curativos incluyen elementos puramente mágicos junto con santiguados y rezos más o menos ortodoxos, pero comprenden también habilidades y conocimientos empíricos sobre las virtudes de ciertas sustancias naturales. Por eso son borrosos los límites entre el curanderismo mágico y la medicina popular.
Esta gestación de la brujería en Lanzarote, en nada se parece a las prácticas de nuestros curanderos y santiguadoras, cuyas raíces hay que situarlas en ritos y creencias que van de la mano de los elementos localizados en nuestra isla, aunque lleven el sello de una multiculturización que, lejos de anularla, la ha enriquecido y cuyas prácticas en nuestras aldeas y pueblos se ve con la mayor naturalidad.
El historiador griego Herodoto (484-425 a.C.) relataba sobre los babilónicos que, pese a existir los médicos o especialistas de la salud, la mayoría de las personas llevaban a los enfermos a la plaza o mercado de la ciudad, y si algún transeúnte había padecido la misma enfermedad, se paraba a hablar con él y le daba buenos consejos o le indicaba algún remedio para su mal.
El enfermo, muchas veces no busca la ciencia en el curandero, sino la esperanza, un depositario de sus problemas que le ayude a llevarlos. La gente normal del pueblo, especialmente los que han estado alejados de zonas urbanizadas y donde han podido llegar con dificultad los estamentos sanitarios, no han tenido más remedio que solucionarse los problemas de salud como han podido. El pueblo, actuando como si fuera una esponja cultural, ha ido asimilando a lo largo de muchos años diversos conceptos y conocimientos hasta desarrollar su propia medicina popular. La medicina popular es variadísima en cada país, pero todos tienen un punto en común: la fe que las gentes de los pueblos han tenido y continúan haciéndolo en sus curanderos, sanadores y esteleros.
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Un sacerdote o médico, junto a una sacerdotisa o enfermera, cura a un paciente en nombre de Esculapio.
AGRADECIMIENTOS
Mª Luz Fika Hernando
Juan Manuel Martín Ferrer
Blanca Fernández Vallhonrat
José Bravo Martínez
M. Cristina Chas Barbeito
Eduardo Nuñez González
Universidad de Enfermería. Las Palmas de Gran Canaria
AUTORES
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
jrubiop20@enfermundi.com
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF
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Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
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