ESTE TRABAJO ES EN HOMENAJE A LA PROFESORA SOR FRANCISCA JULIANA HERNÁNDEZ MARTÍN. IN MEMORIAM
Su principal obra académica fue la creación en 1989 del Seminario Permanente para la Investigación de la Historia de la Enfermería, un foro de encuentro de los más prestigiosos investigadores en Historia de la Enfermería del panorama nacional. El Seminario Permanente pronto se convirtió en un referente nacional por su contribución al progreso de la investigación histórica en enfermería y en general de la disciplina enfermera.
Deja una profunda huella entre sus compañeros y discípulos por su carácter emprendedor, sus dotes de liderazgo y su honestidad intelectual.
Descanse en paz
Foto 1 Religiosa unionista. Hermana de la Misericordia sirviendo como Enfermera a los soldados del 4ª de Caballería del Ejército de los Estados Unidos. Foto de la guerra civil en la misión de Willamette el 2 de julio de 1855 cerca de Salem, en Oregon. Fue una de las unidades más efectivas del Ejército contra los indios americanos en la frontera de Texas. Foto Zane H. Healy. 1855
Muchos sacerdotes y religiosas llegaron a América con los colonizadores franceses y españoles y proporcionaron unos cuidados enfermeros a las comunidades católicas. Las Monjas Agustinas, las Monjas Ursulinas y las Hermanas de la Caridad son las que aparecen citadas con mayor frecuencia en la historia del servicio de enfermeras en los Hospitales de América del Norte y del Sur, aunque también contribuyeron con su trabajo y esfuerzo otras órdenes religiosas que también estuvieron al cuidado de los enfermos y de los soldados heridos (1).
Estas órdenes religiosas de mujeres que con su esfuerzo y trabajo contribuyeron enormemente a los cuidados de enfermería en los hospitales y campos de batalla en la Guerra de Secesión Americana que comenzó el 12 de abril de 1861 y terminó el 9 de abril de 1865.
Su organización y motivación les proporcionaban una ventaja notable sobre las seudoenfermeras seglares de la época. Los miembros de estas órdenes tenían una buena preparación y habían recibido una formación esmerada. Solían ser mujeres refinadas e inteligentes con un interés sincero por el amor al prójimo y por el cuidado de los enfermos.
Foto 2 Las Hijas de la Caridad de Emmitsburgh, Maryland. Entre 1828 a 1860, esta congregación estableció en Estados Unidos, 18 Hospitales en 10 Estados y en el Distrito de Columbia. The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
Entre las primeras Comunidades religiosas que participaron en el cuidado a los enfermos en los Hospitales y hogares de los Estados Unidos, sobresalen las Hijas de la Caridad de Emmisburg, Maryland, orden fundada por la madre Isabel Ana Seton (1774 – 1813) en 1809. Elizabeth Ann Bayley Seton, S.C.N.Y. fue la primera norteamericana de nacimiento canonizada por su labor caritativa. Ellas comenzaron a dotar de enfermeras y personal en los hospitales del territorio continental de Estados Unidos en 1823 en la Enfermería de Baltimore, donde pagaban una pequeña cuota de admisión. Entre 1828 y 1860, esta congregación estableció dieciocho hospitales en diez estados y el Distrito de Columbia (10).
La comunidad originaria se llamó las “Hermanas de la Caridad de San José” pero en 1850 se unió a la comunidad de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Se adoptó un hábito azul con un gran tocado de lino (cornete). Con el tiempo surgieron diferentes ramas que llevaron el nombre de las Hermanas de la Caridad de Nueva York (Hermanas de la Caridad de la Cofia Negra); Las Hermanas de la Caridad de Greensburg (Pennsylvania), Nueva Jersey, Cincinati (Ohio) y Halifax (Nueva Escocia), y las Hermanas de la Caridad de Nazareth (Kentucky).
Esta última comunidad, sus miembros utilizaban caballos para ir a visitar a los pacientes y enfermos y también eran conocidas con los nombres de “Hermanas Grises”, las “Monjas Grises” o las “Hijas de la Caridad”. Ofrecían la posibilidad de formarse con ellas como enfermeras y además les ayudaban a dedicarse a la educación parroquial (1).
Foto 3 Almacén de la Comisión Cristiana de Estados Unidos. La religión protestante era bastante fuerte en el Norte en la década de 1860. La Comisión Cristiana de Estados Unidos envió agentes a los campamentos del Ejército para proporcionar apoyo psicológico, así como libros, periódicos, comida y ropa. A través de oraciones, sermones y las operaciones de bienestar, los agentes servían a las necesidades espirituales, así como temporales de los soldados, ya que trató de llevar a los hombres a un modo de vida cristiano.
Elizabeth Seton era la hija de un eminente médico norteamericano que fue el primer profesor de anatomía en el King´s College, actualmente la Universidad de Columbia. Enviudó muy joven. Se convirtió al catolicismo y sus amigos se alejaron de ella, se agrupó con otras mujeres de la sociedad creando la “Sociedad de Viudas” de Nueva York con el fin de recaudar fondos para las viudas pobres, visitarlas en sus hogares y cuidarlas y consolarlas.
Abrió una Escuela para niñas en Baltimore. Este acontecimiento supuso el comienzo de la educación para chicas en los Estados Unidos. Se escogió un terreno en Emmitsburg para la escuela, y no pasó mucho tiempo antes de que otras mujeres jóvenes se le unieran y se convirtieran en Hermanas de esta orden docente (1).
Las Hijas de la Caridad de Emmisburg, recibieron su formación en la década de 1840, no con la formación de las enfermeras de hoy en día, sin embargo, aprendieron muchos aspectos de la enfermería. En 1841, la Madre Xavier Clark, Superiora de las Hermanas de la Caridad en Emmitsburg, escribió el tratado de “Instrucciones para el cuidado de los enfermos” para las Hermanas enfermeras (7).
Estas Hermanas estaban financiadas por la Iglesia Católica, y tuvieron que formar a unas novatas para ser enfermeras, que demostraron su trabajo y conocimiento. Para la Madre Superiora, las enfermeras eran una disciplina religiosa. Los textos de las nuevas enfermeras lo enfocaron con un enfoque espiritual. “Nuestra caridad debe extenderse a todos los pacientes, todas son las almas redimidas de nuestro Salvador” (7).
Foto 4 Hermanas religiosas católicas de diferentes órdenes, 1862. Barbra Mann Wall. The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
Las Hermanas religiosas enfermeras enseñaron a seguir sus reglas y establecer un sistema de gestión de la enfermería que involucró a otros trabajadores. En una parte de sus instrucciones, se recordó que las Hermanas enfermeras serían las que se encargasen de la gestión de los Hospitales. Ellas tenían que saber de todo, de modo que pudieran enseñar a las demás Hermanas menos experimentadas, y los enfermeros cuidarían a los pacientes varones.
La Madre Superiora recordó a las Hermanas enfermeras que primero había que atender los problemas físicos, y luego los espirituales, porque “la unión entre el alma y el cuerpo está tan cerca que cuando éste está sufriendo mucho, el otro, atento a sus necesidades, no puede pensar en otra cosa” (7).
Enseñó a las Hermanas enfermeras a utilizar y cómo dar los medicamentos a los enfermos, como mantenerlos cubiertos para evitar la evaporación, evitar que se mezclen, conocer las dosis correctas, y utilizar utensilios limpios y agua limpia. Y también dedicó un capítulo entero al cuidado de los moribundos.
Foto 5 Instalaciones y capilla de las Hijas de la Caridad en el Lincoln Hospital de Washington, 1860. National Library of Medicine, Bethesda, Maryland
La Hermana enfermera Matilde Coskery también escribió un texto para las Hermanas de la Caridad en la década de 1840. Es un “Manual para la Atención de los Enfermos”, ella dio las instrucciones necesarias sobre cómo mantener una buena ventilación y un entorno tranquilo; cómo hacer una cama, cómo tratar las ampollas y bajar las fiebres (7).
Dio las directrices específicas y necesarias sobre cómo proporcionar los líquidos, la forma de atender a los pacientes con alcoholismo, y la importancia de la utilización de la bondad y la paciencia. En cuanto a la importancia del trabajo de las enfermeras, la Hermana Matilde escribió cómo los pacientes dependían de la enfermera en su vida cotidiana y eran fieles en el desempeño de sus deberes.
También escribió acerca de las responsabilidades importantes que tiene la enfermera para dar medicamentos a tiempo y en las dosis adecuadas, con gran atención a la comodidad del paciente y a la limpieza (7)
La Hermana Matilde hizo hincapié en la importancia de tener siempre las manos limpias, y atender siempre al necesitado, también escribió que “demasiado trabajo no se puede administrar de manera ordenada y bien realizada y la enfermera no puede llegar a todo”.
Por lo tanto, antes de que Florence Nightingale escribiese sus “Notas Influyentes de Enfermería” en 1859, y antes de la creación de las Escuelas de Formación de Enfermeras, en los Estados Unidos en la década de 1870, las Hermanas de la Caridad ya estaban formándose muy disciplinadamente; se formaron y especializaron en las nuevas nociones de cómo puede trabajar bien la enfermera y de la importancia que una sobrecarga de trabajo para las enfermeras, además de exigirles demasiado, su trabajo se haría en peores condiciones (7).
Foto 6 Enfermeras formadas por las Hijas de la Caridad en la Guerra de Secesión
Estas Hermanas de la Caridad fueron muy conocidas por su notable labor en la Enfermería hospitalaria y durante las duras epidemias. Se les pidió que dirigieran varios Hospitales, incluidos el Marine Hospital de Baltimore, el Mullanphy Hospital de San Luis, el “viejo Blockley” de Filadelfia y el Charity Hospital de Nueva Orleáns. Así el trabajo de enfermería se convirtió en una parte muy importante de su trabajo. Las mujeres de esta Orden tuvieron un papel destacado en la fundación de varios hospitales, asilos y orfanatos para enfermos mentales y niños abandonados (1).
Las peticiones de enfermeras para realizar los cuidados a los enfermos de las órdenes religiosas fueron en aumento dado la capacidad de las religiosas de hacer muy bien el trabajo que sabían desempeñar.
Las Hermanas de la Misericordia que llegaron a América en 1843 igual que el resto de las Hermanas; las Hermanas de la Santa Cruz; las Hermanas Irlandesas de la Misericordia, las Hermanas Dominicas; las Hermanas de los Pobres de San Francisco y otras muchas comunidades de religiosas que trabajaron en los hospitales, hogares y todo tipo de instituciones donde hicieron su trabajo de su cuidar a sus semejantes.
La mayoría de ellas estaban preparadas y formadas para ser unas excelentes enfermeras en los hospitales y también en los campos de batalla. Fundaron hospitales por doquier y proporcionaron los niveles más altos de su profesión enfermera de aquellos días. Muchos de los primeros hospitales de América se llamaron “Hospitales de la Misericordia”, como los de Pittburg, Chicago y San Francisco. Eran los mejores hospitales en los tiempos de la Guerra de Secesión americana (1).
Foto 7 La visita al recién nacido. Pintura en tela. 1784 Jean-Honoré Fragonard. National Gallery of Art, Washington
Las Hermanas Protestantes también contribuyeron a los esfuerzos de la enfermería en América. La Hermandad Episcopal de la Sagrada Comunión fue fundada en Nueva York por el Pastor Muhlenberg en lo que hoy en día es el San Luke´s Hospital. La labor de la Iglesia Luterana de Inglaterra comenzó con cuatro diaconisas que fueron llevadas al Passavant´s Hospital de Pittburg por el Pastor Theodor Fliedner en 1849.
En Baltimore había una rama inglesa de las Hermanas de Todos los Santos. La Hermandad Episcopal de Santa Margarita, también inglesa que se había establecido en Boston en 1869, donde comenzó su trabajo en el Children´s Hospital. Se crearon muchos hospitales atendidos por las diaconisas inglesas, especialmente en el medio oeste. Los grupos protestantes de enfermería también atendieron a los enfermos y soldados heridos durante la Guerra de Secesión Americana (1).
Foto 8 “Our Women and the War”, grabado de mujeres y las Hermanas de la Caridad atendiendo a los heridos de la Unión (los estados del norte). Grabado del artista Winslow Homer realizado el 6 de septiembre de 1862 en Harper's Weekly, una religiosa ofreciendo un rosario a un hombre postrado en la cama, ocupa un lugar destacado del grabado. Museo Smithsoniano de Arte Americano
Al comienzo de la Guerra de Secesión Americana, la historia del departamento médico era ciertamente triste. No había organización ni disciplina. El instrumental quirúrgico escaseaba. Los medicamentos eran pocos y muy malos: faltaban el opio y la quinina, y por entonces el éter era desconocido. Las enfermeras formadas y preparadas no existían. La única ayuda con la que contaban los cirujanos era la de ayudantes totalmente incompetentes llamados “compañeros” Goodnow, 1942 (1).
LAS HIJAS DE LA CARIDAD EN LA GUERRA DE SECESIÓN EN LOS ESTADOS UNIDOS 1861 - 1865
Al estallar la Guerra de Secesión Americana, la Unión no contaba con un Cuerpo de Enfermeras Militares Profesionales, ni servicio de ambulancias, ni servicio hospitalario en el campo de batalla, ni un Cuerpo Médico organizado, no había nada de nada, buena voluntad por parte de los cirujanos (1).
No había ningún grupo estructurado de enfermeras ni formadas ni profesionales, pero tras las primeras batallas, se hizo imperativa su necesidad. Muchas Órdenes religiosas acudieron a la llamada de servicio a la humanidad y se presentaron voluntarias y ofrecieron sus servicios y sus cuidados, proporcionando cuidados de enfermería de calidad en sus propios hospitales, en los hospitales militares y en el campo de batalla (1).
Fueron más de 600 Hermanas de 12 Órdenes distintas y tuvieron un papel primordial y activo durante este periodo crítico de la historia americana.
Foto 9 San Vicente de Paul e Hijas de la Caridad. Grabado del siglo XIX. The Bettmann Archive, Nueva York
El Presidente dieciseisavo Abraham Lincoln, les concedió autorización para adquirir todas las provisiones que necesitaran para su trabajo. Lincoln sabía que la mayor parte de las “buenas enfermeras” eran estas mujeres que pertenecían a las órdenes religiosas católicas, que ya habían prestado su ayuda y conocimientos durante las epidemias y estaban organizadas y acostumbradas a la disciplina, el orden y la obediencia a la autoridad. Por tanto, apoyó al máximo sus esfuerzos y su valor (1).
Sin embargo, no había suficientes Hermanas religiosas enfermeras para cuidar a la ingente cantidad de enfermos y soldados heridos. Cientos de mujeres y hombres laicos se presentaron sin formación espontáneamente en los campamentos militares para ofrecer su ayuda. Gente con y sin experiencia, más bien muy pocos los primeros, para ayudar en lo posible en los cuidados de enfermería. En su mayoría fueron voluntarios, aunque algunos, muy pocos recibieron algún tipo de compensación. Se estima que fueron mayoritariamente mujeres sobre las 10.000, o incluso más.
Participaron en las tareas propiamente dichas de las enfermeras profesionales y administraron los hospitales durante la Guerra de Secesión. Hay muchos nombres de mujeres que participaron, entre ellas citaremos Dorothea Lynde Dix (2); Clara Barton (3), Louisa May Alcott (4), Mary Ann “Madre Bickerdyke” (5) y el poeta enfermero voluntario Walt Whitman (6).
Durante la Guerra de Secesión Norteamericana perdieron la vida por heridas de batalla o por enfermedad 618.000 hombres, 360.000 eran soldados de la Unión y 258.000 eran soldados Confederados. Muchos de ellos murieron en los campos de batalla. Los que sufrieron heridas menos graves tuvieron que enfrentarse con unas condiciones sanitarias inadecuadas y un Cuerpo Médico en general disperso y desorganizado (1).
Foto 10 La enfermería nació como profesión en medio de la Guerra de Secesión Americana. Ana Choperena
La septicemia, la erisipela, la gangrena y el tétanos eran complicaciones muy comunes en los soldados heridos. Cualquier tipo de edificio se podía convertir en Hospital Militar; los hospitales base se instalaban en hoteles, iglesias, almacenes, escuelas, granjas y demás edificios públicos. También se erigían estructuras a toda prisa o se plantaban tiendas. Incluso llegó a utilizarse el Capitolio como hospital militar, donde fueron atendidos más de 400 soldados heridos en el edificio del Senado y la Cámara de Representantes y 300 en la Rotonda.
En muchos hospitales militares los encargados de Sala y los ordenanzas tuvieron que asumir las máximas tareas de enfermería posibles. Las enfermeras religiosas administraban los medicamentos, la farmacia, la lavandería y las cocinas y se ocupaban personalmente de la alimentación y realizaban las curas vendando las heridas de los soldados heridos (1).
Foto 11 La Sala de convalecencia del vapor Hospital “Red Rover” durante la Guerra de Secesión, 1863. Naval Audiovisual Center, Washington D.C.
Al principio de la guerra, los enfermos y los soldados heridos eran retirados del campo de batalla en camillas de mano. Más tarde se organizó el servicio de transporte sanitario, utilizando ambulancias que eran carretas cubiertas y tiradas por mulas o caballos. Estas carretas, que carecían de muelles de amortiguación, a menudo infringían gran dolor a los soldados heridos, que eran zarandeados durante horas por carreteras en malas condiciones, con terrenos embarrados y llenos de piedras y agujeros.
Los ferrocarriles dispusieron trenes – hospitales. Las embarcaciones a lo largo de la costa atlántica y la ruta fluvial del Mississipi se utilizaron como “hospitales flotantes”, para evacuar a los enfermos y soldados heridos. Se puso en servicio el primer buque hospital de la Marina, el vapor “Red Rover”. Al ser capturado por la Confederación, este vapor se convirtió en hospital flotante y más tarde se sumó a la flota federal.
Las Hermanas Católicas de la Misericordia se ofrecieron voluntarias para servir como enfermeras a bordo del barco, y así se las considera como las primeras enfermeras de la Marina Americana.
Foto 12 Las enfermeras y la guerra. Cuidados. Grabado en madera. Harper Weekly, 21 de enero de 1871. National Library of Medicine. Bethesda, Maryland
En una carta al Oficial General de Marina A. H. Foote, se hace una descripción del vapor Hospital “Red Rover”:
Desearía que pudiese Usted ver nuestro buque hospital, con todas las comodidades para los solados heridos en el campo de batalla y los enfermos e incapacitados. Se ha afirmado que es el buque más completo de su clase que jamás haya flotado y en todos los aspectos es un éxito rotundo. La Western Sanitary Commission nos ha dado la suma de 3.500 dólares para suministros.
La cámara frigorífica del vapor tiene una capacidad para 300 toneladas de alimento. Posee cuartos de baño, lavandería, ascensor para los enfermos y soldados heridos desde la cubierta más baja hasta la más alta, quirófano, nueve retretes diferentes, cortinas de gasa en las ventanas para que la ceniza y el humo no molesten a los soldados heridos, dos cocinas independientes, para los enfermos y soldados heridos y la otra para los marineros sanos, un Cuerpo Regular de Enfermeras y dos retretes en cada cubierta. Roddis, 1935 (1).
La lucha entre el Norte («Nordistas» o gubernamentales) y el Sur («Sudistas» o Confederados) tuvo por causa la cuestión de la esclavitud de los negros, que Lincoln, Presidente de los Estados Unidos, quería suprimir. Esta lucha armada llevó también a las Hijas de la Caridad junto a los soldados heridos o prisioneros de guerra (8).
Hacia finales de abril de 1861, el bombardeo de Norfolk y de Portsmouth, dos ciudades separadas por una bahía muy estrecha, desencadenó por decisión de un Consejo de Guerra, la Guerra de Secesión Americana. Comenzaron a caer las bombas por doquier y como el fuego se propagó hasta el arsenal, quemando una gran cantidad de pólvora. Las dos ciudades temblaron hasta en sus cimientos… Norfolk estaba ocupada por los Confederados; el Hospital de las Hermanas de la Caridad, pronto se vio abarrotado de personas heridas en lastimoso estado. Era un dolor contemplar tantos males difíciles de remediar y tantas personas heridas.
Foto 13 La Sala de Rahere del San Bartholomew´s, Londres. Dibujo W. A. Delamotte. 1844
En Portsmouth, el gobierno pidió a las Hermanas de la Caridad que atendieran a los heridos de aquella parte. Cuando éstas llegaron se encontraron con centenares de personas heridas y de soldados heridos procedentes de los campos de batalla: llegaban en un estado deplorable. Sin pérdida de tiempo había que poner manos a la obra y era mucho lo que había que hacer, en muchos casos no se pudo hacer nada, las heridas eran mortales. Día y noche estaban las Hermanas de la Caridad junto a los heridos, ofreciéndoles sucesivamente alimento, medicinas y palabras de consuelo. No daban abasto para acudir a todos aquellos males de que eran testigos. Según ellas, hubieran querido poder prescindir de comer, de dormir, de atender a sus propias necesidades, a la vista del estado en que se encontraban aquellos pobres heridos. Mientras atendían a uno, oían los gritos de dolor con que otro las llamaban… y sus fuerzas no estaban a la altura de su caridad: no podían llegar a todo. Por fin, otras Hermanas católicas acudieron en su ayuda (8).
El 7 de junio de 1861, tres Hermanas de la Caridad llamadas por los Confederados llegaban al Hospital de Harpersferry. Tuvieron unos comienzos muy difíciles porque el hospital carecía de lo más necesario en relación con el número de hospitalizados. Cuando las cosas empezaban a organizarse, fue necesario evacuar la ciudad y dirigirse a Winchester, donde se hicieron cargo de una ambulancia con otras tres Hermanas de la Caridad.
El 21 de junio de 1862, el Padre Gondolfo, Sacerdote de la Misión, escribía al Superior General:
«…Las Hermanas han obedecido a la llamada urgente que les ha dirigido el médico cirujano del Ejército, General Hammon, en nombre del Gobierno. Se han prestado a atender a los soldados heridos y enfermos de cualquier nacionalidad, hacinados en los diferentes hospitales de varias ciudades del Norte…»
En la misma carta explica cómo se recibió el 17 de junio un telegrama solicitando cien Hermanas enfermeras católicas de la Caridad, con el ruego de hacerlas marchar lo antes posible. Las Superioras consiguieron reunir ochenta Hermanas que marcharon el día 18, en barco, rumbo al Fuerte Monroe, donde las esperaban dos hospitales y cinco barcos improvisados como ambulancias. Apenas habían llegado, cuando el enemigo obligó a la división en que se encontraban a cambiar de posición (8).
Una Hermana de la Caridad nos presenta los hechos acaecidos:
«…Aquí empezó una escena de confusión como apenas puede uno imaginarse. Los soldados se precipitaban en los barcos ya cargados de enfermos y soldados heridos; además, hubo que transportar los caballos y las provisiones, de tal manera que estábamos más cerca de hundirnos que de navegar…
Una Hermana de la Caridad anciana, en particular, aventajó a todas las demás en actividad y celo. Se hallaba en la bodega donde la oscuridad era tan intensa que no podía verse nada. Por eso se habían dispuesto, acá y allá, algunas lamparillas, que no eran suficientes para alumbrar la «sala». La falta de aire y de claridad en un local en que se hallaban doscientos hombres atacados de tifus y disentería, etc., producía efectos que cuesta trabajo imaginar a quienes no lo han experimentado. Esta Hermana anciana pasaba el día y la noche junto a los enfermos y heridos; no se la podía arrancar de su lado. El amor de Dios que desbordaba su corazón era como el aceite misterioso que mantenía encendida la lámpara de su celo.
Llegados a su destino, se instaló a los soldados heridos y enfermos en los hospitales en los que las Hermanas de la Caridad los cuidaron. Diez de ellas quedaron en uno de los barcos para servir de enlace entre los campos de batalla y el hospital…»
Foto 14 Georgeanna Woolsey. Un día en la vida de una enfermera del Ejército del Norte. 1861
El 4 de junio de 1862, cuatro Hermanas de la Caridad llegaron al Hospital de Frederik, y el 14 de julio siguiente, otras veinticinco se incorporaron a otro hospital recién abierto en Point-Look-Out. En su carta del 2 de junio de 1862, el Padre Gondolfo, antes mencionado, puntualizaba que las Hijas de la Caridad tenían a su cargo dieciséis hospitales en diferentes ciudades, y visitaban a los enfermos en las ambulancias establecidas en locales de iglesias Presbiterianas, Episcopalianas, Unitarias, etc. (8).
El 7 de agosto de 1862, el Padre Mac Gille, Sacerdote de la Misión, escribía al Padre Mallar, en París:
«… Lo que causa la admiración de la gente es ver cómo se parecen entre sí las Hijas de la Caridad, no sólo por el hábito, sino sobre todo por la unidad de espíritu y de intenciones; es, también, verlas trabajar en los dos lados, tanto con el ejército del Norte como con el del Sur, prestando los mismos servicios y prodigando los mismos cuidados a los enfermos y soldados heridos sin distinción de religión o de partido. Esto es lo que causa una impresión profunda y duradera en el espíritu de los americanos…»
El 11 de agosto de 1862, a petición del Mayor General del Ejército, se envió a tres Hermanas a las cárceles militares. Una de ellas observa y lo describe de esta forma:
«… Nuestra primera visita fue mal acogida. Aquellos pobres soldados, desprovistos de todo consuelo físico y moral, se negaron a dirigirnos la palabra. No nos dejamos vencer por esta acogida desagradable, más bien fue un estímulo para nuestro celo y nuestro trabajo. Lo primero que hicimos fue preparar un buen caldo y algún otro alimento que presentase y fuese lo más apetitoso posible, para repartírselo a los presos…»
«… Cuando pudimos entrar y cuidar a los presos enfermos, nos encontramos ante un espectáculo desolador; aquellos pobres diablos, estaban reducidos a una miseria extrema, dejaban ver el abandono y la miseria en que yacían. Gracias a Dios, los Oficiales secundaron nuestros esfuerzos con energía y buena voluntad...»
Desde Emmitsburgo, el 15 de diciembre de 1862, dicen:
«… No es fácil responder a todas las peticiones; no obstante ponemos en juego para ello el máximo de nuestras posibilidades…»
En aquel año de 1862, fueron a Manassé, en Virginia con los Confederados. Y lo primero que tuvieron que hacer fue limpiar el hospital, para cuyo menester hubieron de servirse de palas. Siguieron al ejército hacia Gordonville, Danville, Lynchburg, etc. Igualmente, fueron a Entretan, en Maryland. Los caminos estaban sembrados de soldados heridos, y el sol era de fuego. Empezaron por proteger a cada soldado mediante una especie de tienda de campaña que prepararon con una manta de caballo extendida sobre cuatro estacas clavadas en el suelo. Más adelante se las vería en Natchez, en Mississipi, en Nueva Orleans, en Filadelfia, en Washington. Estando en esta última ciudad, les llevaron una noche 64 soldados heridos horriblemente mutilados. Sólo 8 de ellos tenían completos todos sus miembros. Varios expiraron al ser trasladados del coche a la sala. Las Hermanas de la Caridad iban de una cama a otra haciendo cuanto podían por aliviar los sufrimientos físicos, y siempre que les era posible recordaban a aquellos pobres el pensamiento de Dios y de la eternidad (8).
Una de las batallas más terribles fue la de Gettysburg, que duró del 1 al 8 de julio de 1863. En una carta de ese mismo día 8, el Padre Burlando, Sacerdote de la Misión, refiere al Padre Etienne:
«… He acompañado a ocho Hermanas de la Caridad, con medicamentos y provisiones. Después de algunas dificultades, llegamos al campo de batalla y a la ciudad cercana. Todo estaba sumido en una verdadera confusión: las casas, los templos, la iglesia, el tribunal, el seminario protestante, etc., estaba todo destruido, los habitáculos se hallan llenos de soldados heridos, y varios centenares de éstos están todavía tendidos en el campo de batalla, sin casi socorro alguno. De dos en dos, las Hermanas de la Caridad acuden a los hospitales más grandes. Otras han vuelto al día siguiente. En realidad, toda la ciudad está transformada en un gran hospital…»
Foto 15 Es el cuadro más grande del mundo “la Batalla de Gettysburg”, pintado en 1883 por Paul Philippoteaux y 16 de sus ayudantes, quienes trabajaron durante dos años y medio. Mide 125 metros de longitud por 21 metros de altura y pesa 5.349 kilos. La pintura fue comprada por Joe King. Museo de Arte e Historia de Guanajuato Gettysburg National Military Park
Dos de las Hermanas de la Caridad quedaron instaladas en la iglesia. Los heridos estaban echados sobre los bancos o incluso debajo de éstos, en cualquier lugar que ofreciera espacio suficiente para colocar en él un cuerpo humano. Los soldados heridos estaban allí sin que se les hubiera hecho ninguna cura en sus heridas. En algunos se había declarado ya la gangrena y el olor infecto de las llagas añadía una nota más de horror a toda aquella miseria.
Otras cuatro Hermanas de la Caridad trabajaron durante varios días en un gran colegio al que se habían llevado 800 heridos. El cirujano no daba abasto, y las Hermanas tenían que hacer casi todas las curas. ¡Qué terribles heridas tuvieron que ver! Heridas profundas, infectadas, con gangrena o llenas de gusanos, que había que lavar y limpiar con el mayor cuidado para aliviar un poco siquiera el sufrimiento de aquellos pobres soldados. Muchos de ellos, por otra parte, atacados por el tétanos, tenían gran dificultad para injerir cualquier tipo de alimento. Era necesario tener mucho tiempo y mucha paciencia para conseguir que tragaran algunas de las cucharadas que les ofrecían con el alimento (8).
La Historia de las Hijas de la Caridad y de las Hermanas católicas es parte integral de la Historia de la Enfermería de los Estados Unidos. Estas Hermanas, religiosas o monjas han sido con su presencia en primera línea de los Hospitales y campos de batalla visibles en todos los acontecimientos y en todos los hospitales del país. Ciertamente la inmensa mayoría de los hospitales católicos en América se establecieron y originalmente fueron administrados por mujeres que eran enfermeras (7).
Foto 16 Hermanas de la Santa Cruz, Salt Lake City. Utah. Barbra Mann Wall.The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
Trabajaron en tiempos de guerra, en los centros ferroviarios y mineros, y en ciudades de los Estados Unidos a partir del siglo XIX. Cualquier análisis de la enfermería profesional no es completa, sin una comprensión de los roles que las Hermanas Católicas tomaron para llegar a los corazones de los católicos y los no católicos en los Estados Unidos.
Aunque el catolicismo ya apareció en Estados Unidos en el siglo XVI, cuando los españoles cruzaron el océano Atlántico hacia el descubrimiento del Nuevo Mundo. Florida fue su primer destino de asentamiento permanente de España, y los españoles finalmente se expandieron hacia el suroeste y California. Los católicos ingleses llegaron en 1634 a Maryland y ampliaron su territorio hasta Pensilvania. Pero no fue hasta el siglo XIX que llegaron a Estados Unidos millones de inmigrantes católicos, especialmente de Alemania e Irlanda, buscando nuevas oportunidades económicas o buscando refugio por culpas de la Gran Guerra (7).
CÓMO LAS RELIGIOSAS ENFERMERAS CATÓLICAS SE GANARON CON SU TRABAJO EL CORAZÓN DE LOS AMERICANOS, SOBRE TODO DE LOS NO CREYENTES
El prejuicio anticatólico aumentó en proporción directa con el número creciente de inmigrantes. En el siglo XIX, los americanos estaban dominados por los protestantes, y sus temores se multiplicaron sobre la preocupación de que los católicos eran peligrosos para las instituciones democráticas. Al mismo tiempo, los católicos no podían entrar en las instalaciones no católicos por temor a realizar proselitismo por los protestantes. Así, los líderes de la Iglesia católica percibieron que las poblaciones católicas importantes existían sin instituciones espirituales. La Iglesia respondió mediante la formación de sus propias instituciones, incluyendo las escuelas, orfanatos, y hospitales, y reclutaron a las Hermanas de la Caridad y de la Misericordia como personal para los hospitales y sus administraciones. Después de la década de 1840, el número de mujeres que se unieron a los conventos católicos fue enorme en los Estados Unidos y se expandieron a otros lugares de los Estados Unidos (7).
Foto 17 Hermanas de la Providencia – Seattle, acudían a las minas y pueblos alejados a caballo para atender a los necesitados. Washington. Barbra Mann Wall.The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
Con su experiencia como enfermeras, las religiosas tuvieron una gran demanda durante la Guerra Civil Americana, brindando comodidad doméstica a los soldados del campo de batalla y comenzando a descongelar una gélida recepción nacional para los inmigrantes católicos (9).
Hoy en día las religiosas católicas en los Estados Unidos trabajan con los inmigrantes, los pobres y desheredados del mundo, enseñándoles inglés, abogando por un trato más humano de los trabajadores que trabajan duro en las fábricas y en los campos, defendiendo los derechos de las familias indocumentadas en la frontera de Estados Unidos que huyen de las penurias en América Central y otros lugares como México. En esos roles, atraen relativamente poca atención. Después de todo, ¿no es esto lo que se espera que hagan las hermanas?
Pero no siempre fue así. Una vez, las religiosas que ahora se encuentran bien integradas en el tejido de la vida estadounidense, fueron vistas como invasoras extranjeras.
En el siglo XIX, las religiosas inmigrantes eran vistas con profunda hostilidad por todos los miembros del sistema protestante. Irónicamente, eso incluyó a algunos abolicionistas famosos, como el pastor presbiteriano y cofundador de la American Temperance Society, Lyman Beecher. Estas religiosas dirigidas por un inteligente grupo de sacerdotes y obispos decididos a establecer sistemas alternativos y competitivos de educación y de fe, y además debían lealtad a una potencia extranjera encabezada por la figura del Papa (9).
Foto 18 La Batalla de Pea Ridge en una ilustración de la editorial Kurz and Allison
Después de la Guerra Civil, muchas Congregaciones católicas de mujeres comenzaron a establecerse en los hospitales donde ya habían trabajado anteriormente. Todos los hospitales se expandieron a finales de los siglos XIX y principios del XX en los Estados Unidos, e igual que creció la industrialización y la medicina científica basada en la evidencia, con investigaciones en las nuevas enfermedades. Para que esto pudiese ocurrir, era necesario que en los hospitales tenían que tener muchas enfermeras profesionales (7).
Las Hermanas Católicas fueron parte muy importante en la población americana y además eran parte del movimiento para expandir los hospitales y la enfermería profesional. Entre 1866 y 1926 se establecieron cerca de 500 hospitales en los Estados Unidos, la mayoría católicos. A diferencia de los hospitales no católicos que los fundaban los hombres, las Hermanas enfermeras católicas fueron las que fundaron las Instituciones católicas.
Ellas eran las dueñas de los edificios, eran administradoras, eran enfermeras, eran supervisoras y miembros de los Consejos de Administración de las Instituciones y Hospitales, y esto les dio una considerable autoridad en el mundo sanitario. Ellas compartieron el poder con los médicos, con quien las monjas a menudo discutían sobre quién debía controlar el acceso a los hospitales y la atención para el paciente. Las Hermanas católicas recibieron una formación importante como enfermeras profesionales y además las formaron como ejecutivas y administradoras (7).
Foto 19 Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado. Texas. Barbra Mann Wall.The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
En los años 1870, 1880, y 1890, el número de Comunidades religiosas que participaron en las fundaciones hospitalarias aumentó de forma considerable. Las monjas se trasladaron más allá de las áreas fuertes de los inmigrantes en el noreste como Boston y Nueva York, y también atendieron en los barcos, fueron a caballo y en carro por el Medio Oeste, Sur y el lejano Oeste. Se trasladaron a las Ciudades, a los Centros sanitarios, en el ferrocarril y en las zonas más escarpadas de las zonas mineras, donde abrieron hospitales. Estuvieron en todos los lados trabajando como enfermeras, las Hermanas de la Providencia y las Hermanas de la Santa Cruz (7).
La Historia de las Hermanas Católicas fue la del surgimiento del catolicismo estadounidense a lo grande: tenían la sospecha de que estas religiosas inmigrantes habían llegado con un resentimiento desde sus países de origen, que finalmente lograron no solo integrarse en la cultura estadounidense, sino que además dejaron una marca indeleble en ella.
Pero a principios del siglo XIX, su comienzo fue hostil, las señales de que las religiosas, y los mismos católicos llegados con ellas, se convertirían en parte del tejido de la vida nacional americana, no parecían particularmente auspiciosos (9).
Foto 20 Incendio del Convento de las Ursulinas de Charlestown en Boston el 24 de agosto de 1834
“Desde el incendio del Convento de las Ursulinas de Charlestown en Boston el 24 de agosto de 1834 y el surgimiento del partido Know Nothing, antiinmigrante y de un solo tema en la década de 1850, su organización que, por un breve momento, controló docenas de escaños en el Congreso y disfrutó de una amplia influencia dentro de la coalición política contra la esclavitud, — con los carteles de No Irish Need Apply de la década de 1890 — los inmigrantes católicos se enfrentaron a la peor parte de la ira de los americanos protestantes”, escribió el historiador Josh Zeitz en un análisis político de 2015 titulado “Cuando Estados Unidos odiaba a los católicos” (9).
Si bien había cierta sospecha de los practicantes en las colonias estadounidenses, incluso entre grupos revolucionarios como los Hijos de la Libertad; la mayoría de los católicos de esa época eran terratenientes establecidos que compartían una cultura anglosajona común, dijo Kara French, profesora de historia en la Universidad de Salisbury en Maryland (9).
Los Hijos de la Libertad (Sons of Liberty en inglés) fue una organización de patriotas americanos que surgieron en las colonias británicas de América del Norte. El grupo estaba formado para proteger los derechos de los colonos y para manifestarse contra los abusos del gobierno británico.
Foto 21 Caridades de Nueva York. Casa San Bernabé, 304 de la Calle Mulberry. Grabado Winslow Homer. 18 de abril de 1874
“Muchos de los esfuerzos para contener el catolicismo tienen que ver con los inmigrantes que vienen a Estados Unidos a una cultura muy hostil y tratan de mantener identidades en comunidades que a veces los quieren muertos”, dijo el profesor asistente de historia de la Universidad de Hampton (Virginia). Michael Davis, señalando que las iglesias católicas construidas en las décadas de 1830 y 1840 en las grandes ciudades parecían fortalezas (9).
Foto 22 Esta pintura está dedicada a las religiosas y sacerdotes que murieron mientras cuidaban a los inmigrantes irlandeses que llegaban a Montreal con la epidemia de peste de 1847. Monjas Grises. Hermanas de la Providencia y Hermanas del Hôtel Dieu cuidando a los inmigrantes irlandeses. Theophile Hamel. Capilla de Notre Dame de Bonsecours, Montreal, Canadá
Hay evidencia de que algunas de las religiosas enfermeras católicas de aquella época estuvieron preocupadas por el peligro que podrían sufrir ellas al enfrentarse a iniciar nuevas misiones en un territorio potencialmente hostil (9).
En la América post-revolucionaria, se vio un crecimiento significativo de las Instituciones Católicas, incluida la fundación de órdenes religiosas para mujeres como, las Hermanas de la Caridad de Elizabeth Ann Seton en 1809. En la década de 1830, los sacerdotes y las religiosas se estaban volviendo mucho más visibles mientras aparecía con gran auge la inmigración de los países como Irlanda, Alemania y Europa del Este.
Para los protestantes que eran muy desconfiados, las religiosas eran las sustitutas obvias del catolicismo, dijo Margaret S. Thompson, profesora asociada de historia y ciencias políticas en la Universidad de Syracuse, (aunque, como señaló Thompson, el antagonismo hacia la Iglesia católica tiene raíces profundas que se remontan al menos hasta la época de la Reforma protestante. “Se hacen más visibles, en la calle y en las Instituciones hay más religiosas y sacerdotes; visten hábitos, y se les ve diferentes, lo cual para los protestantes, esto les parece muy sospechoso, y además no se casan. Les dan opciones a las mujeres fuera del matrimonio. Entonces, en este sentido, si son un gran peligro”.
La desconfianza protestante hacia las religiosas, así como hacia los sacerdotes y obispos católicos, que se suponía que estaban moviendo los hilos de estos “incautos”, encontró su máxima expresión en una serie de cuentos espeluznantes. En estos pretendían representar el trágico destino de las mujeres jóvenes e inocentes atraídas a las garras de las religiosas y de los sacerdotes, solo para tropezar con un pozo negro de iniquidad (9).
El más famoso de los cuentos, que fue muy popular desde la década de 1830 hasta la de 1860, fue The Awful Disclosures of Maria Monk (Las terribles revelaciones de María Monk). En dicho cuento narraba que el verdadero monje, era una mujer canadiense María, que dijo que había entrado en un convento en el que las religiosas eran obligadas a tener relaciones sexuales con los sacerdotes en el seminario local, y los bebés resultantes eran abortados y enterrados.
Aunque el autor, si bien aparentemente nunca vivió en un convento, aunque se dice que pasó algún tiempo en un asilo cuando era niña, y sus afirmaciones fueron cuestionadas y refutadas en aquel momento, el libro en sí fue un éxito de ventas, estuvo en el segundo puestos de ventas en el primero fue “La cabaña del tío Tom” de Harriet Beecher Stowe, dijo Brian Regal, profesor de historia de la ciencia en la Universidad de Kean en Union, Nueva Jersey, quien hizo un estudio de tales libros para su tesis de maestría.
Pero las Religiosas enfermeras católicas fueron imprescindibles en las epidemias, guerras y desastres en el Salvaje Oeste
Pero a medida que las religiosas comenzaron a fundar órdenes y misiones en todo Estados Unidos, las comunidades locales pudieron distinguir el mito de la realidad. Las comunidades afectadas por epidemias y otros desastres reconocieron la voluntad de las religiosas de asumir el trabajo más difícil y a menudo peligroso de cuidar a los enfermos, albergar a los huérfanos y ayudar y dar de comer a los pobres.
Cuando la Madre St. John Fournier, que ayudó a sentar las bases estadounidenses de las Hermanas de San Joseph, se mudó con un pequeño grupo de religiosas de San Louis a Filadelfia en 1847, estaba al tanto de los disturbios nativistas que habían asolado la ciudad de Pensilvania y lo hizo con gran dedicación. Las Hermanas religiosas eran “muy conscientes de las tensiones y dificultades que experimentaban los católicos” en Estados Unidos (9).
Pero las religiosas se apresuraron a establecerse como educadoras, y enfermeras, abrieron un Hospital, un Asilo y un Orfanato donde cuidaron a los huérfanos y a los ancianos. “Durante las siguientes décadas, el sentimiento anticatólico comenzó a desvanecerse”.
Foto 23 La Sala. Nueva Orleáns, 1859. The Bettmann Archive, Nueva York
Cuando las Hermanas de los Santos Nombres de Jesús y María, fundadas en la década de 1840 en Quebec, llegaron a Portland, Oregón, en 1859, el área era literalmente el “salvaje oeste”, dijo la Hermana Carol Higgins. Educadora desde sus comienzos como religiosa realizó grupos y formó parte del equipo de liderazgo provincial de su comunidad. “Había muy pocos católicos, y nuestras Hermanas eran predominantemente francesas, no de habla inglesa. Hay historias desde el principio sobre nuestras religiosas que eran vistas con recelo; la gente las veía y cruzaban la calle, o las maldecía y/o las escupía” (9).
Esa actitud antagónica cambió con bastante rapidez, agregó, una vez que las Hermanas comenzaron a cuidar a los lugareños afectados por la viruela y abrieron un orfanato en el área de Portland.
La Guerra Civil Americana, durante la cual las religiosas de una docena de órdenes fueron las únicas enfermeras formadas profesionalmente, mostraron a los estadounidenses que las Hermanas estaban dispuestas a servir a todos los que las necesitasen, independientemente de su afiliación religiosa (9).
El Congreso Americano autorizó un monumento en la década de 1920 a las religiosas que atendieron a los soldados heridos y enfermos en los campos de batalla.
“No profeso su religión católica y siempre me han enseñado a creer que los católicos eran malas personas y sólo hacían maldades”, escribió un soldado de la Unión cuando encarcelaron a la Madre Superiora de las Hermanas de la Misericordia en una carta que escribió en 1864. “Sin embargo, sus acciones hablan más que las palabras, y soy libre de admitir qué si el cristianismo y los católicos existen en la tierra, tienen algunos de sus seguidores más cercanos entre las Damas de su Orden”, citó Nic Rowan en un comentario sobre las religiosas del campo de batalla en el periódico Wall Street Journal.
Foto 24 Osler en el “Viejo Blockley”. Tela de Dean Cornuvell. Wyeth Laboratories, Filadelfia, Pensylvania
Después de la Guerra Civil Americana, las Hermanas, que habían establecido comunidades religiosas y ramificaciones en los Estados Unidos, jugaron un papel decisivo en la creación de Instituciones, como escuelas y sobre todo Hospitales. No les tomó mucho tiempo convertirse en el centro de la sociedad estadounidense, por su gran trabajo y su tesón de dedicarse a los más desfavorecidos (9).
Era muy difícil acusar a estas religiosas enfermeras que se jugaron su vida por ayudar y atender y cuidar a los soldados heridos en las batallas y en los Hospitales, era muy difícil difamarlas, viendo el gran trabajo que hicieron, fueron imprescindibles.
“Una de las razones que esgrimieron los estadounidenses de considerar a las Hermanas religiosas como vulgares inmigrantes, fue por los temores que no se cumplieron con ellas como por lo que ellos consideraban que realizaban los inmigrantes recién llegados al país que asociaban a estos los temores a la dependencia, dependencia económica, nuevas enfermedades, degeneración moral, desorden social, etc., que los americanos pensaban que los inmigrantes traían a los Estados Unidos, y no se podía culpar a las religiosas”, lo contaba Tom Rzeznik, historiador de la religión estadounidense en la Universidad Seton Hall en South Orange, Nueva Jersey (9).
Las dos niñas que emigraron de Italia a Estados Unidos, María Rosa y María Magdalena Segale se inspiraron para convertirse en religiosas en parte por el gran trabajo realizado por las religiosas enfermeras en la Guerra Civil Americana de las que habían oído hablar. María Rosa se convirtió en la Hermana Blandina (10) y María Magdalena en la Hermana Justina cuando se unieron a las Hermanas de la Caridad de Cincinnati a finales de la década de 1860.
La Hermana Blandina es famosa por su encuentro con Billy the Kid y otros defensores de la justicia fronteriza, “estas religiosas siempre estaban educando al público que solían tener dudas sobre las religiosas y los católicos”, dijo Mary Beth Fraser Connoll una historiadora de la Universidad Purdue Northwest, en Indiana que ha realizado un extenso estudio sobre las religiosas católicas.
En Ohio, fundaron la Casa de Asentamiento llamada “Santa María” y ayudaron a los inmigrantes italianos a aprobar sus exámenes de ciudadanía. También establecieron iglesias, una guardería y una cooperativa de ahorro y crédito, entre otros logros. En ese momento, a raíz de una campaña de la Primera Guerra Mundial para americanizar a los inmigrantes, los católicos italianos estaban bien integrados en la población.
Según ellas pensaban que “Convertirse en buenos católicos era convertirse en buenos estadounidenses”, y los católicos lucharon para mantener a sus poblaciones inmigrantes unidas.
Las Hermanas “Blandina y Justina creían que todos los buenos italianos eran católicos. Querían evangelizar y aprovechaban cada oportunidad que tenían, especialmente si se encontraban con un matrimonio mixto”. Si bien disminuyó la hostilidad hacia los inmigrantes católicos y las religiosas que representaban la fe; persistió una gran hostilidad hacia los demás inmigrantes (9).
Irónicamente, quitar la inmigración de la mesa como una potencial herramienta anticatólica puede haber permitido una mayor aceptación e integración de los católicos, incluidos aquellos que llegaron en oleadas desde Europa del Este e Italia durante las décadas de 1880 y 1890.
Foto 25 Una enfermera y una religiosa enfermera de la Cruz Roja atienden a un herido de la guerra Franco-Prusiana. Grabado en madera, 1870. National Library of Medicine, Bethesda, Maryland
Al llegar a la ciudad de Nueva York en 1889, la Madre Cabrini, quien había fundado las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús en Italia en 1880, abrió escuelas y orfanatos en los Estados Unidos para inmigrantes italianos.
Las restricciones de inmigración nacional de la década de 1920 permitieron que los grupos de inmigrantes que ya estaban aquí se asimilaran, sugirió Rzeznik. “Esa es una gran parte de la historia de los católicos en los Estados Unidos cuando las restricciones de inmigración cortaron nuevas oleadas de inmigrantes. El proceso de americanización se vuelve más pronunciado, y eso también está sucediendo dentro de las comunidades religiosas”.
En general, dijo, el tipo de anticatolicismo y, por lo tanto, el prejuicio contra las monjas que se vio en el siglo XIX y principios del XX, es en gran medida una cosa del pasado.
Foto 26 Enfermeras voluntarias atendieron y cuidaron a los enfermos y soldados heridos en el U.S. General Hospital de Georgetown. Alojamiento de los soldados en Georgetown D.C. durante la Guerra de Secesión Americana. 6 de julio de 1861. Culver Pictures, Nueva York
Una señal de que bien fueron aceptadas e incluso reverenciadas las Hermanas Católicas fue un escrito en una editorial en el Salt Lake Tribune de 1936 proporcionado por la Hermana y archivista de Holy Cross, la Hermana Catherine Osimo. Se lamenta del fallecimiento de la Madre Cruz M. Beniti O'Connor. O'Connor, una inmigrante irlandesa, que pasó más de 30 años trabajando como enfermera en el Hospital Holy Cross, en Salt Lake City, pasó un tercio de su vida como madre superiora. También había ayudado a construir las instalaciones médicas en Utah, Indiana y Nuevo México (9).
El editorialista elogió a O'Connor como: “una de esas mujeres abnegadas que renuncian a todos los placeres de la vida, aspiraciones y atractivos mundanos para dedicar su vida y su talento, y todo su tiempo y cada pensamiento al servicio del Salvador, en el avance de su iglesia, en el mejoramiento de la humanidad y el alivio del sufrimiento de los enfermos”.
En un lenguaje que podría haber sido estridentemente ofensivo para los activistas antiinmigrantes de la década de 1830, el autor continuó:
“Admirada por su inteligencia innata y sabiduría adquirida, reverenciada por su piedad y devoción al deber, amada por los miembros de las profesiones médicas y de sus Hermanas enfermeras, fue reconocida dondequiera que se la conociera como uno de esos ángeles ministradores a los que de vez en cuando se les permite visitar la tierra. No es necesario aceptar la fe, unirse a las devociones, asistir a los servicios religiosos de tal mujer para reconocer su valor y hoy, rendirle el tributo y el homenaje debido a las almas exaltadas consagradas a la causa de la misericordia, de la compasión, de la bondad cuyas energías son ejercidas para el mejoramiento físico, mental y espiritual de la humanidad”.
Foto 27 Hija de la Caridad atendiendo a un soldado moribundo. Después de la Batalla, 1881. Grabado. The Bettmann Archive, Nueva York
Una vez despreciadas, incluso temidas, las órdenes fundadas por inmigrantes se habían ganado los corazones de un Estados Unidos cauteloso al hacer el trabajo que había que hacer. habían llegado (9)
Las Hermanas de la Caridad en la Guerra de Estados Unidos contra España en 1898
El 15 de febrero de 1898, Estados Unidos declaró la guerra a España después de que un buque de guerra estadounidense explotara en el puerto de La Habana de Cuba bajo la administración española y 260 marineros perdieran la vida. La guerra se acabó con la firma del Tratado de París el 10 de diciembre.
Las Hermanas de la Caridad enfermeras tuvieron la oportunidad de trabajar para el país y demostrar su patriotismo durante la guerra americana española. Más de 280 Hermanas de la Caridad enfermeras ofrecieron sus servicios o se les pidió atender a los funcionarios del gobierno y a los militares. En la Guerra Española, las Hermanas enfermeras recibieron pagos del gobierno, y el gobierno siempre tenía pagos especiales para ellas.
Como se señaló anteriormente, en tiempos de guerra fue un momento especialmente importante para que las Hermanas de la Caridad demostraran su trabajo como enfermeras profesionales, y una vez más, las enfermeras ayudaron a mejorar la percepción del público en general y sobre todo de los católicos (7).
Las Hermanas de la Caridad se ganaron el respeto de los líderes militares y gubernamentales, hicieron importantes avances en los cuidados de enfermería en Estados Unidos. De hecho, como las Hermanas Enfermeras se hicieron muy importantes en los hospitales, y los hospitales se convirtieron en lugares para la creación de las Escuelas de Enfermeras para la educación y formación de las nuevas enfermeras. En 1915, las Hermanas Católicas habían establecido 220 Escuelas de Enfermeras (7).
Foto 28 Hermanas Católicas en la Guerra entre España y Estados Unidos,1898. Barbra Mann Wall.The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
La Escuela de Formación de Enfermeras de San José en St. Paul, en Minnesota. Las Hermanas de San José de Carondelet establecieron en 1894, un programa de dos años, y se extendió finalmente a tres años los estudios de enfermeras. Las estudiantes fueron sometidas a una prueba de dos meses para ver su valía y luego matriculadas para el curso completo. Todas tenían que estar de acuerdo y obedecer las reglas de las Hermanas de la Caridad, y al igual que otras Escuelas de Enfermeras, recibían alojamiento, comida y los uniformes.
Los médicos por lo general impartieron la formación que incluyeron anatomía y fisiología, problemas médicos y quirúrgicos, infección y contagio, ortopedia, bacteriología, pediatría y obstetricia.
Las Hermanas de la Caridad dieron formación y enseñanza sobre los cuidados y estudios de enfermería. Enseñaron a las estudiantes a administrar los medicamentos, esterilizar los instrumentos quirúrgicos, cambiar vendajes, mantener la asepsia, y practicar un trabajo disciplinado. Estos estudios fueron, para los estudiantes católicos y no católicos, aprendieron el sistema de formación y realizaron las prácticas en los propios hospitales.
Foto 29 Hija de la Caridad enfermera, enfermeras, médicos y cirujanos en una Sala de operaciones americana a principios del siglo XX. Barbra Mann Wall.The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
Las Hermanas inculcaron otro mensaje a sus estudiantes, llevaban enseñando veinte años a los estudiantes en las Escuelas de Enfermeras incluyendo un ethos religioso de servicio y de disciplina, un respeto por lo sagrado de la vida y la muerte, y la importancia de estar con los pacientes cuando están sufriendo y muriendo.
Las Hermanas también modernizaron sus hospitales y su formación y sus prácticas para dar cabida a los avances técnicos de la ciencia médica. Se adaptaron sus quirófanos, sus salas de operaciones para mantener la esterilidad, y contrataron a los mejores cirujanos de la ciudad, fuesen o no católicos.
Las Hermanas también ampliaron el “espacio sagrado”, la capilla en sus hospitales, que los identificaban como netamente católicos. Los Hospitales católicos tenían grandes capillas con estatuas e iconos religiosos. La creencia en los milagros fue central para el catolicismo en los siglos XIX y XX, y las Hermanas enfermeras mantuvieron sus santuarios, sus estatuas sagradas, sus imágenes de santos, las fuentes de agua bendita y los crucifijos en las habitaciones de los pacientes.
Los crucifijos también pueden ser vistos en los quirófanos estériles. Las Monjas rezaban con los pacientes, con tarjetas de oración y con los rosarios, también les acompañaban a misa. En las habitaciones privadas eran típicos en el año 1900, tenían sillas de cuero tapizados, camas de latón, vidrieras, y una estatua mariana en las paredes.
Foto 30 Ambulancias regresando de las trincheras con los soldados heridos durante la campaña del Puerto de Charleston. Grabado, 12 de septiembre de 1863. National Library of Medicine, Bethesda, Maryland
Las Hermanas también tuvieron que adaptar su ropa; los estudiantes de enfermería seculares vestían el uniforme típico de los estudiantes en los hospitales no católicos, pero hasta el siglo XX, las Hermanas continuaron llevando sus hábitos de lana negro (7).
Habían recibido críticas por parte de los médicos durante la Guerra Civil Española, que vieron en el vestido de las monjas como albergaban los gérmenes Así, mientras que algunas continuaron llevando sus hábitos negros, muchas empezaron vistiendo batas blancas o delantales sobre ellos. Otras cambiaron por completo y vestían hábitos blancos de material y peso ligero. Sin embargo, los hábitos eran símbolos de las identidades religiosas de las Hermanas, y hubo una considerable controversia entre las Hermanas y los sacerdotes cuando se hicieron los cambios. Modificaron su atuendo de enfermeras cuando acudían a trabajar a los hospitales, pero mantuvieron sus identidades religiosas con el uso de rosarios o cruces.
En la década de 1920, las Hermanas habían incorporado el concepto de la medicina y enfermería científica que era claramente religioso. Su propia presencia era importante y fueron el centro de sus hospitales y escuelas, con identidades católicas de sus enfermeras. Cuando los pacientes entraban en un hospital católico, observaron esta perfecta integración entre la ciencia y la religión. Las Hermanas eran parte integral de los servicios profesionales y administrativos de sus hospitales. Eran flexibles en su adaptación a las prácticas científicas del día para mantener la sostenibilidad de sus instituciones (7).
Foto 31 Hermanas de la Providencia lideradas por la Hermana John Francis. 1930. Barbra Mann Wall.The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
Algunas Hermanas también fueron líderes en la educación en las Escuelas de Enfermeras. La Hermana John Francis, y las Hermanas de la Providencia – realizaron el liderazgo en la formación de otras Hermanas Católicas enfermeras. La Hermana John Francis escribió cinco libros de texto de enfermería diferentes, sobre el liderazgo en enfermería.
LAS ENFERMERAS RELIGIOSAS EN ESTADOS UNIDOS (1861-1865): LA GUERRA CIVIL AMERICANA
Mujeres religiosas de diferentes órdenes católicas administraron cuidados de Enfermería durante la Guerra Civil Americana (1861 - 1865). Aproximadamente, seiscientas mujeres religiosas de doce órdenes sirvieron durante este periodo en ese contexto. Las Hermanas procedían de las siguientes órdenes y lugares: Sisters of Charity, Nazareth, Kentucky; Sisters of Charity, Mount Saint Vincent-on-Hudson, New York City; Sisters of Charity, Mount St. Joseph-on-Ohio, Cincinnati, Ohio; Daughters of Charity of St. Vincent de Paul, Emmetsburg, Maryland; Sisters of St. Dominic, Memphis, Tennessee; Sisters of the Poor of St. Francis, Cincinnati, Ohio; Sisters of the Holy Cross, Notre Dame, Indiana; Sisters of St.Joseph, Philadelphia, Pennsylvania; Sisters of Mercy, Chicago, Illinois; Sisters of Mercy, Baltimore, Maryland; Sisters of Mercy, Vicksburg, Mississippi; Sisters of Mercy, Cincinnati, Ohio; Sisters of our Lady of Mercy, Charleston, Carolina del Sur; Sisters of Our Lady of Mount Carmel, Nueva Orleans, Louisiana; Sisters of Providence, St. Mary-of-the-Woods, Indiana; Sisters of St. Ursula, Galveston, Texas (11).
Foto 32 Vista del Pennsylvania Hospital a principios del siglo XX. Cortesía del Pennsylvania Hospital, Filadelfia
Las religiosas del bando de la Unión trabajaron en los hospitales militares de Boston, Nueva York, Filadelfia, Pittsburgh, Baltimore, Washington, Columbus, Cincinnati, Louisville, Chicago y San Louis.
Los hospitales confederados gestionados por las religiosas se encontraban localizados en Richmond, Charleston, Nashville, Memphis, Vicksburg, Galveston, Atlanta y Nueva Orleans. También desarrollaron sus labores en hospitales de localidades más reducidas. En este caso, las religiosas podían servir a los dos bandos de forma alternativa, en función de quién ocupase en aquel momento los territorios. Otras fuentes hablan de seiscientas diecisiete religiosas trabajadoras en la guerra. La historiadora Sioban Nelson maneja la cifra de seiscientas mujeres procedentes de veintiún comunidades religiosas (11).
Tres fueron los principales grupos asistenciales: las Hijas de la Caridad o Daughters of Charity, las Enfermeras religiosas de la Santa Cruz o Nursing Sisters of the Holy Cross y las Hermanas de San José o Sisters of St. Joseph.
Las Hijas de la Caridad, encabezadas por la visitadora provincial Sister Ann Simeon Morris, desarrollaron su misión de caridad en sesenta localizaciones pertenecientes a quince estados y al distrito de Columbia. Se trataba de la congregación que más mujeres proporcionó en el conflicto sobre 250 (11).
Foto 33 Estudiantes Religiosas enfermeras, lideradas por el Padre Alfonso Schwitalla, delante de la Casa Blanca con el Presidente Harry S. Truman en marzo de 1945. Barbra Mann Wall.The Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. Pennsylvania
Las Religiosas de la Santa Cruz procedían de Notre Dame, Indiana, y a pesar de no aportar una formación inicial en cuanto a la Enfermería, fueron capaces de trasladar los valores espirituales de su grupo a los enfermos y participar en la emergencia social de las mujeres en aquel contexto histórico. Un total de ochenta religiosas, encabezadas por Mother Angela, sirvieron en la guerra en Illinois, Missouri, Kentucky y Tennessee. Esta congregación, que previamente no incluía las labores de Enfermería entre sus actividades, formó el segundo mayor grupo de enfermeras de la guerra 63.
La espiritualidad de las Hermanas de San José proporcionó una identidad consistente como para servir a los soldados, proporcionar visibilidad a la práctica de Enfermería y favorecer la comprensión hacia la Iglesia Católica. Coordinadas por Mother St. John Fournier, catorce religiosas de la comunidad de Filadelfia sirvieron en los hospitales de la Unión y en barcos - hospitales en Virginia durante 1862. Diez religiosas más, procedentes de West Virginia, abrieron su propio hospital en 1864 (11).
Foto 34 Estas once escenas representan el trabajo realizado en el Hospital de Ciudadanos Voluntarios del Ejército de los Estados Unidos en Filadelfia durante la Guerra de Secesión Americana, época en que las enfermeras voluntarias sirvieron en sus salas y atendieron a los soldados heridos. 1860. Litografía. National Library of Medicine, Bethesda, Maryland
Su trabajo como agente de cambio
El principal distintivo de su servicio se fundamentaba en la caridad al prójimo, independientemente del bando o de sus circunstancias personales. Esta actuación desinteresada quedó materializada en la Convención de Ginebra de 1864 que, promovida por la Cruz Roja, pretendía proteger a los soldados heridos en las guerras. En virtud de dicha convención, se adoptaron medidas en cuanto a la neutralidad de las unidades hospitalarias y los trabajadores médicos y sanitarios, así como directrices en relación con la provisión de los cuidados y la subsistencia de los heridos.
Foto 35 Fotografía de la enfermera Mary Jane Safford-Blake (1834 – 1891). Conocida por cuidar a los soldados heridos de la Unión en los campos de batalla y en los barcos hospital del río Mississippi durante la Guerra Civil americana, tratando a los enfermos y soldados heridos cerca de Fort Donelson, y fue apodada el “Ángel de El Cairo” por su servicio en El Cairo, Illinois. Esta experiencia la influenció para seguir la carrera de medicina. Después de la guerra, obtuvo su título de médico, y se convirtió en una de las primeras mujeres ginecólogas de los Estados Unidos y fue la primera mujer en realizar una ovariotomía. estableció las prácticas y enseñó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, y fue una de las primeras mujeres elegidas para el Comité Escolar de Boston
Los Estados Unidos ratificaron formalmente el Tratado de Ginebra en 1882. Efectivamente, las religiosas eran tan escrupulosamente neutrales que, de manera frecuente, se les permitía el acceso a lugares prohibidos y protegidos por guardas o piquetes. Este fue uno de los motivos por los que la presencia de todas ellas supuso la aminoración de los prejuicios hacia la iglesia católica (11).
La mayor parte de las religiosas habían recibido formación como enfermeras en Europa. Estas mujeres, cuya misión en el siglo XIX en el contexto americano incluía la enseñanza, el cuidado de los enfermos, el consejo espiritual y la alimentación de los huérfanos, asumieron el compromiso de atender a los enfermos y soldados heridos y damnificados a causa de la guerra.
Conforme fue avanzando el conflicto y los prejuicios hacia las mujeres que desarrollaban los cuidados de manera voluntaria no desaparecieron, el presidente Abraham Lincoln manifestó la conveniencia de favorecer su presencia en los grupos de ayuda. De hecho, escribió cartas de protección hacia ellas y hacia sus competencias y las felicitó personalmente en visitas a Washington.
Por su parte, el presidente confederado Thomas Jefferson, hizo lo propio con aquellas que trabajaban en el sur. Su buena consideración se basaba en el hecho de que eran mujeres organizadas, acostumbradas a la disciplina, obedientes a la autoridad e independientes de sus familias como para pasar largos periodos alejadas del hogar. Además, parecían inmunes ante la posibilidad de romances con los soldados y no exigían paga alguna.
Efectivamente, aunque las órdenes recibían pagas para su sustento general de forma centralizada, las religiosas tuvieron que hacer frente a grandes dificultades económicas. Por ejemplo, las Hermanas de la Misericordia en Vicksburg se vieron forzadas a utilizar hilo blanco en sus hábitos negros y a utilizar zapatos de piel de conejo, elaborados por uno de los sacerdotes. Ann Leonard, en “Catholic Sisters and Nursing in the Civil War” (1991), describe cómo fueron agrupadas, en su mayor parte, bajo el nombre de “Sisters of Charity” y cómo recibían no más de cuarenta céntimos al día (11).
La guerra proporcionó a las Congregaciones católicas la posibilidad de establecer nuevas instituciones y consolidar las existentes. Las religiosas atendieron a los soldados heridos y a los enfermos en el campo de batalla, en hospitales religiosos y hospitales militares. Del mismo modo, barcos de transporte, hospitales de campaña y otros lugares provisionales e improvisados configuraron el entorno en el que muchas desarrollaron sus labores como enfermeras.
La aparente identidad subordinada no socavó su control hacia sus propias organizaciones, pues eran ellas las que gestionaban sus instituciones, controlaban sus finanzas y negociaban a nivel eclesiástico, médico y militar.
Foto 36 W. L. Taylor, enfermera administrando la medicación a una muchacha enfermiza. Grabado en madera. The Bettmann Archive, Nueva York
La habilidad de las religiosas para responder tan positivamente a los desafíos políticos y sociales de la guerra se basó en su organización, en su preparación, en su formación, en su sistema de Casa-madre y en su sentido de apostolado. Más allá de grandes avances terapéuticos, su éxito estaba fundamentado en la buena comida, en el calor del hogar, en la limpieza y en la dignidad, componentes que hacían que los hospitales y los lugares donde desarrollaban sus cuidados se convirtieran en adecuados y agradables, tanto para las almas como para los cuerpos de los pacientes y de los soldados heridos (11).
Debido a su humildad y a su condición de trabajadoras no retribuidas, las mujeres católicas no fueron registradas en las listas oficiales del Gobierno y, por lo tanto, se conservan escasos documentos de sus sacrificios. El número de mujeres pertenecientes a grupos religiosos que fallecieron en la contienda es desconocido, pero se estima que fueron cientos las religiosas que perecieron en sus esfuerzos por atender y cuidar a los soldados heridos y enfermos en la guerra.
Con el paso de los años, las enfermeras religiosas fueron olvidadas debido a su escaso interés en dotar a su trabajo de la merecida visibilidad. Sin embargo, a pesar del olvido general, las autoridades eclesiásticas se empeñaron por cambiar la imagen de los católicos en los años posteriores a través de cartas pastorales que expresaban, de manera pública, su gratitud hacia las religiosas enfermeras.
Foto 37 La Clínica Agnew de Thomas Eakins. University of Pennsylvania. School of Medicine, Filadelfia. 1898
Las mujeres religiosas que contribuyeron a través de sus cuidados en la Guerra Civil Americana no incluyeron entre sus principales motivaciones el bando o las retribuciones, sino más bien atender a la dignidad de las personas y colaborar con Dios en la asistencia a los necesitados. Por todo lo dicho, su trabajo colaboró en la redefinición de la visión general de los cuidados de Enfermería, de la imagen pública de las mujeres religiosas y de la consideración general social hacia la iglesia católica en el territorio americano (11).
Agradecimientos
Ana Choperena Armendáriz
Barbra Mann Wall
Mª Luz Fernández Fernández
Bibliografía
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5.- Mary Ann Ball. Defensora de los derechos de los soldados o Madre Bickerdyke. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el domingo día 8 de noviembre de 2015 http://enfeps.blogspot.com.es/2015/11/mary-ann-ball-defensora-de-los-derechos.html
6.- Walt Whitman. Poeta y Enfermero Voluntario. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el sábado día 18 de julio de 2015
http://enfeps.blogspot.com.es/2015/07/walt-whitman-poeta-y-enfermero.html
7.- La contribución de las religiosas al desarrollo de la Enfermería. La experiencia en Estados Unidos. Barbra Mann Wall. Associate Professor, Associate Director, Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing. 2015
8- Las Hijas de la Caridad en la Guerra de Secesión Americana. 1861 – 1865
https://vincentians.com/es/las-hijas-de-la-caridad-en-los-campos-de-batalla-1836-1863/
9.-Las religiosas americanas en la Guerra Civil Americana. Elizabeth Eisenstadt Evans. 12 de abril de 2021
10.- Sor Blandina Segale, la monja del Far West que se enfrentó a Billy el Niño
Foto 38 Héroes y heroínas de la Guerra de Secesión Americana. Grabado 1864. Aparecen representadas muchas de las actividades que llevaba a cabo la Comisión Sanitaria de los Estados Unidos, que proporcionó enfermeras tanto en el campo de batalla como fuera de él y ayudó a reunir dinero y provisiones para asegurar los cuidados de la salud. Thomas Nast. Chicago Historical Society, Illinois
11.- Las Enfermeras Religiosas en Estados Unidos. La Guerra Civil Americana. (1861 – 1865). Un siglo cuidando a la sociedad. Centenario del Reconocimiento Oficial de la Enfermería en España. Ana Choperena Armendáriz. Universidad de Navarra. 2015
12.- Memorias de Enfermeras en la Guerra Civil Americana: De la dimensión doméstica a la profesional. Ana Choperena Armendáriz. Publicado el domingo día 17 de agosto de 2014
http://enfeps.blogspot.com.es/2014/08/memorias-de-enfermeras-en-la-guerra.html
13.- Enfermeras de la Confederación. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el martes día 21 de marzo de 2023
https://enfeps.blogspot.com/2023/03/enfermeras-de-la-confederacion.html
Enciclopedia Wikipedia
Manuel Solórzano Sánchez. Grado en Enfermería
Manuel Solórzano Sánchez - Wikipedia, la enciclopedia libre
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez
Día 20 de octubre de 2022, jueves
Manuel Solórzano Sánchez. Entziklopedia en Euskera
https://eu.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez#Ibilbidea
Día 27 de octubre de 2022, jueves
Foto 39 Interior del vapor sanitario “Red Rover”. Grabado, 1862. Naval Audiovisual Center, Washington D.C.
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Premio a la Difusión y Comunicación Enfermera del Colegio de Enfermería de Gipuzkoa 2010
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Años 2019 y 2022
Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020
Sello de Correos. 31 de diciembre de 2022
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