Resulta útil y curioso dirigir una mirada retrospectiva sobre el desarrollo y evolución a través de los tiempos, de los conocimientos que hoy constituyen el “Arte de los Auxiliares del Médico” Practicantes, Matronas y Enfermeras; pero conviene advertir que el origen de dichas profesiones está entroncado sólidamente al añoso árbol de la medicina, siendo imposible señalar con seguridad cuándo se independizan.
Foto 1 Manual Teórico – Práctico para PRACTICANTES, MATRONAS Y ENFERMERAS por el Dr. Antonio Box María-Cospedal. Tomo I y II. Esta obra ha sido premiada por la Real Academia de Medicina. Cuarta Edición. 4 de marzo de 1944
No hemos de mencionar ni las antiguas doctrinas ni los sistemas erróneos que actualmente carecen de interés para los profesionales sanitarios, pero sí repasaremos los hechos aceptados y rendiremos recuerdo a los principales impulsores de los conocimientos médicos en cada época.
La ejecución de los diferentes tratamientos, la aplicación de emplastos, el amasamiento, la balneación, la colocación y sujeción de los pacientes para efectuar toda clase de intervenciones, las extracciones dentarias, la sangría, la asistencia a los partos y casi absolutamente todas las maniobras que hay que realizar a los enfermos, forzosamente han requerido la cooperación de auxiliares en todos los tiempos, cuya desenvoltura y hábito han ido creciendo, pasando muchos de simples colaboradores a ser muy hábiles y diestros maestros.
¡Ya hubieran deseado los más reputados médicos de la antigüedad, conocer algunos de los fundamentos que hoy saben todos nuestros estudiantes!
La ciencia médica ha progresado por suave transición, recibiendo las aportaciones de otros ramos del saber humano; los más sencillos oficios han contribuido en ocasiones a engrosar la experiencia, ya por necesidad o por azar; y hombres cultivados, estudiando incansablemente, han coadyuvado en gran parte a nuestro bienestar, resultando de tal coordinación la armonía de los conocimientos actuales.
Fue un castrador de cerdos Jacob Nufer, quién en situación apurada abrió el vientre a su mujer, en medio de espantosos dolores, para extraerle el hijo vivo, que no salía por las vías naturales, quedando así efectuada la operación de cesárea.
Un holandés, portero de un Ayuntamiento, descubrió el microscopio, y sus observaciones causaron la admiración de la sociedad científica más encopetada de su época. La rutina de unos vaqueros ingleses sienta la pauta de la vacunación contra la viruela. Y otros muchos ejemplos podríamos citar en que la casualidad o el tesón inaudito permitieron realizar descubrimientos sensacionales, siendo notables las aportaciones de la hispanidad en este orden (se atribuye a los españoles el descubrimiento del tenedor y de la camisa).
Foto 2 Hipócrates el Grande, Padre de la Medicina. Supuesto retrato de Hipócrates en el Salón de Actos de la Real Academia de Medicina de España
Tras la deificación de Esculapio, y muerto Polidario, los conocimientos egipcios empezaron a fraguarse camino en la península griega y en las islas del mar Egeo.
Dos mil quinientos años antes de Jesucristo ya se practicaba la cirugía entre los egipcios, como lo muestran las pinturas faraónicas en Saqquarah. De entre los héroes médicos de aquellos tiempos el primero que existió y debemos de citar fue Hipócrates el Grande, Padre de la Medicina.
Nació el año 470 antes de Jesucristo, en la isla griega de Cos, cerca de Asia Menor. Procedía de una familia de médicos adiestrados largo tiempo en el arte de curar; creció y estudió en la biblioteca del promontorio Cnidos, a 22 kilómetros al Sur de Cos; aprendió cuanto pudo, haciéndose con la ciencia de los egipcios, duchos en anatomía por los conocimientos que les proporcionaba embalsamar a sus muertos; también estudió el Antiguo Testamento israelita, recorrió muchos países y ejerció en varias poblaciones como Tesalia, Tracia, Larisa, etcétera; de vez en cuando regresaba a Cos para descansar y enseñar.
Se casó y tuvo varios hijos. Cada uno de éstos tuvo a su vez hijos médicos, congregándose todos en Cos. Una de sus hijas se casó con Polibio, médico reputado.
De este modo, los estudios de médico se hicieron hereditarios en ciertas familias llamadas de Esculapios (Asklepiades), y se formaron Escuelas de Médicos y Cirujanos en las diversas regiones mediterráneas del país griego. Los datos y experiencias se transmitían de generación en generación.
Hipócrates fue amable y magnánimo, ejerciendo con dignidad y honorabilidad sumas. Sus conciudadanos le amaron, acumularon honores sobre él, le iniciaron en los ritos eleusianos (lo que no había sido concedido a nadie desde Hércules) y después de su muerte le deificaron.
Foto 3 Recreación exterior de la Antigua Biblioteca de Alejandría
Fue contemporáneo de Sócrates el filósofo, combatió la epidemia de peste en que murió Pericles en el año 429 antes de Jesucristo, y su fama llegó a Persia, donde Artajerjes le incitó a marchar, rehusando Hipócrates porque se iba haciendo viejo. Vivió unos cien años y murió en Larisa. Sus enseñanzas se tuvieron por incontrovertibles durante los cinco siglos que siguieron a su muerte.
Probablemente la «tabla de deberes» que se conoce con el nombre de “Juramento de Hipócrates”, en su origen, procedía de Egipto.
En esta época ya se trepanaba el cráneo, se practicaba la circuncisión, se hacía el sondaje uterino, se trataban las heridas, se usaban piernas postizas de madera y dientes postizos; se estudió la expresión (Facies) de los enfermos, la temperatura del cuerpo, el aspecto de la orina, etcétera.
Hacia el año 300 antes de Jesucristo, la Escuela de Alejandría en Egipto, con su famosa biblioteca, fundada por Ptolomeo, reunía lo más notable con respecto al estudio de la Medicina. Herófilo, Celso y otros muchos profesionales se congregaron allí, donde floreció particularmente la anatomía y disección, sin que se hubiese en los mil años siguientes nuevas aportaciones en esta disciplina.
La asistencia a los partos era resuelta casi siempre por las mujeres más ancianas, maestras por sus experiencias personales en consejos y ayudas para las jóvenes inexpertas.
Foto 4 Las comadronas. ‘El nacimiento de la Virgen’, de Giovanni Da Milano. Web Gallery of Art
Comadronas tenían los hebreos, los griegos y los romanos; y por muchos siglos ha seguido en las manos de las mujeres este arte ancestral. Los hombres eran llamados a intervenir solamente en los casos más apurados.
El tiempo, que todo lo consume, fue devorando acontecimientos: las glorias de Grecia desaparecieron; Alejandro Magno murió y fue llorado; sucumbió Cartago y la República Romana, tras conquistar un mundo, cedió su lugar al Imperio. Jerusalén era destruida y el cristianismo se difundió en ola de justicia incontenible sobre la Roma degenerada.
En el año 131 de nuestra era, nace Claudio Galeno en Pérgamo (Asia Menor griega), a 290 kilómetros al Norte de Cos. Hijo de Nicón, arquitecto rico e instruido, estudió en las mejores Escuelas Médicas. No fue robusto, pero sí enérgico y dotado de gran memoria e inteligencia. A los treinta y dos años marchó a Roma a establecerse.
Encontró una ciudad corrupta y decadente, donde los médicos eran espoliadores, envenenadores y malos compañeros. A pesar de ello, Galeno ejerció en este medio. Disgustado regresó a Pérgamo, pero hubo de volver a Roma para combatir la peste, quedándose definitivamente. Murió a los setenta años.
Galeno se distinguió cómo médico notabilísimo, dejando escritas numerosas obras de todas las ramas médicas. Muerto él, y sus continuadores, el progreso médico languideció.
Una civilización vieja y corrompida estaba en trance de descomposición. Y llegó el momento en que unos hombretones fornidos, rubios, ingenuos y rudos, bárbaros del Norte, incultos habitantes de los bosques, sanos de cuerpo y espíritu, se extendieron por la vieja Europa, limpiándola durante siglos de tanta impureza.
¡Caos de las invasiones al que sólo sobrevivió la Iglesia!
En el silencio de los claustros y de los monasterios se recogió la cultura antigua, y las obras maestras fueron conservadas bajo las bóvedas de las bibliotecas para instrucción de futuras generaciones.
En Hispania con la Monarquía Goda, reinando los visigodos, entre el siglo V y el VIII, aparece el “Fuero Juzgo o Libro de los Jueces”, en este libro ya aparece el nombre de nuestros antepasados los “sangradores”.
En el siglo XIII en el Reino de Castilla y según el Código de “Las siete partidas” del Rey Alfonso X el Sabio, figuran con el nombre de alfajemes, también llamados vulgarmente barberos; debían de afeitar y sangrar en lugares apartados y no en las plazas y calles (2).
Ya nuestros antepasados empiezan a formar gremios y cofradías con un importante crecimiento de profesionales liberales como la nuestra (2).
Durante la Edad Media el culto pueblo árabe, en pleno florecimiento en España, se distinguió en las ciencias médicas muy notablemente.
Foto 5 Legislación antigua de los Reyes Godos de España. El libro de los Jueces o Fuero Juzgo, según el texto del Dr. Alonso de Villadiego
Desde la fundación en Córdoba del Califato árabe español, la corte de los Beni-Omeyas dispensaba protección decidida a todas las manifestaciones del saber humano, reuniéndose en la “biblioteca del Meruan”, en Córdoba, unos 600.000 manuscritos.
Entre los astrónomos, filósofos y poetas sobresalen las figuras de Avicena (980 – 1037) y de Abulcasis (murió en 1105), médicos y prácticos distinguidísimos, que compilaron lo mejor de las antiguas doctrinas, llegando su fama allende las fronteras a adquirir tales vuelos que incluso el rey cristiano de León, Sancho I el Craso, pidió autorización al califa Abderrahmán III el Grande, que le fue otorgada, para pasar a Córdoba y que los médicos citados le curasen su obesidad (956 – 959), que, al decir de las crónicas, era tal que le inhabilitaba para todo ejercicio, teniendo los profesionales cordobeses la fortuna y el acierto de lograr devolverle toda la soltura y agilidad de la juventud (1).
Está escrito que en el siglo XIV se fundan las primeras Cofradías de Barberos y Cirujanos bajo la advocación de los Santos Patronos San Cosme y San Damián. Estas cofradías eran instituciones de carácter religioso - benéfico aunque en sus estatutos se dictaron normas sobre el ejercicio profesional, ya que para poder ejercer de cirujanos-barberos debían de ser examinados por dos cirujanos de la cofradía (2).
Ya vemos que cada Grupo, Gremio, Asociación, etc. Se van dando cuenta que no solamente es “cuidar”, sino que empiezan a mirar que hay que “saber cuidar”, y por eso se organizan en grupos y como decíamos antes para pertenecer a una cofradía tenía que pasar un examen y ser examinados. Se dan cuenta que hay que estudiar y que no sólo vale saber.
Foto 6 Sutura de una herida menor en una barbería. Gerrit Ludens (1622 – 1683). Siglo XVII
En 1310 en Valencia, la Cofradía de Barberos y Cirujanos tenían en su examen para todos los candidatos una parte teórica y otra práctica. También está recogida en Barcelona en 1408, sus exámenes eran igual que los de Valencia en la Cofradía Profesional de San Cosme y San Damián de Cirujanos y Barberos (2).
En un largo periodo posterior de tiempo, el avance científico fue muy escaso, pero la profesión de “auxiliar del médico”, con el calificativo de «cirujano», se iba concretando y sus servicios iban siendo muy necesarios.
En 1354 aparecen las Ordenanzas de Pedro IV de Aragón (escritas por Bernardo de Cabrera en 34 capítulos), y en ellas se especificaba por vez primera el mandato de embarque del «cirujano» y médico, con las «herramientas» necesarias para el ejercicio, a borde de los navíos.
El «cirujano», uno por Galera, debe embarcar las herramientas de su oficio y tendrá el salario para cuatro meses, 15 libras barcelonesas…». El capitán de la Galera cobraba 50; el Cómitre 34; el escribano 25, y el resto de la tripulación de 12 a 6 libras barcelonesas. El cirujano estaba equiparado al trompeta y al alguacil; si no había dinero, el médico y el alguacil eran los últimos en cobrar.
Foto 7 Blas de Lezo: amputación a las bravas. La enfermería estaba bajo la línea de flotación, pero en combate se subía al combés (zona de cubierta) para tener más luz. Esta imagen recrea la amputación de la pierna izquierda que sufrió Blas de Lezo a los 15 años cuando intentaba recuperar Gibraltar en 1704. El instrumental: sierra de arco, cuchillo curvo y hierros candentes. La anestesia: un cuero para morder. El coraje de Blas de Lezo lo dejó cojo, tuerto y manco a los 23 años
Aparece en las Galeras el «pañol de golpeados», también llamado «corulla» y «tollar», que solía ser el pañol de las jarcias, donde se refugiaban los tripulantes enfermos de mefitismo, mal moral, y los apaleados por motivos disciplinarios, asistiéndoles el «cirujano - sangrador», cuyos instrumentos se guardaban en el «cofre de cirujano». En este rudimentario lugar hay que fijar el origen de las magníficas enfermerías de a bordo que actualmente llevan los barcos de guerra en batería, y los mercantes en el primer entrepuente.
Las «Hermandades de mareantes» se establecieron en la costa cantábrica ene l año 1139, y han durado hasta 1868, constituyendo “Cofradías de auxilio a los enfermos”, que tenían sus cirujanos – sangradores.
En el siglo XIII se había fundado en París, bajo la advocación de la “Cofradía de San Cosme”, un gremio de cirujanos – barberos.
En el siglo XIV se señalaron decretos con las atribuciones de los “barberos clericales” y de los “barberos legos”.
En 1462, los barberos cirujanos obtienen en Inglaterra una constitución separada, exigiéndoles para ejercer una prueba de competencia. Por la misma fecha se da en Ratisbona una Ordenanza para las Comadronas (Regensburger Helammenbuch) y otra para los cirujanos barberos (Meister Bartscheerer)
Foto 8 Azulejos del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, que reflejan el cuidado de las enfermas. 1425
Llegamos al reinado de los Reyes Católicos en España. Unificadores y creadores, autorizan la libertad absoluta para la disección anatómica, que hasta esta fecha hubo de hacerse clandestinamente por prejuicios religiosos, de los que no se vieron libres los árabes, ya que el Corán prohibe la mutilación de los cadáveres, por lo que los médicos conocían muy mal la natomía humana; separaban las atribuciones de físicos y cirujanos; crean los hospitales de campaña; financian el descubrimiento de América, que tuvo lugar en 1492 por los españoles. A Cristóbal Colón le fue concedido poder elegir los «cirujanos - barberos» para sus viajes (1).
De esta época data la forma de cobro de los físicos y cirujanos por el acreditado sistema de iguala, en metálico o en especie; cada hogar o «fuego» constituía una familia, que pagaba al sanitario cada año, su jornal, soldada o rentas de un día.
En el viaje del descubrimiento en 1492, iba como físico (médico) en la nave capitana la «Santa María», el físico maestre Alonso, que figuraba el cuarto de la tripulación, detrás de Cristóbal Colón, Juan de la Cosa y el piloto Sancho Ruiz; en la «Pinta» iba un «cirujano - sangrador», maestre Juan, primer barbero – sagrador – Practicante que pisó América y fue muerto a manos de los indios en el fuerte Navidad de la Española.
En el segundo viaje de Cristóbal Colón fueron en las naves numerosos cirujanos y barberos, a las órdenes del físico Diego Alvarez Chanca, facultativo de Cámara de los Reyes Católicos; en el tercer viaje las carabelas adelantadas llevaron como cirujano – sangrador a maestre Diego, vecino de Palencia; y en el cuarto viaje fue de cirujano – sangrador, maese Bernal.
Debe ser motivo de orgullo para la profesión, el que hasta el siglo XVII la asistencia en los navíos corriese casi exclusivamente a cargo de los cirujanos – barberos – sangradores, que hasta dicha fecha los físicos (médicos) apenas se decidieron a embarcarse para navegar durante tantos meses (1).
En el año 1500 los Reyes Católicos fundan el Real Protobarberato, una institución compuesta por Barberos Mayores que examinaba y acreditaba a los barberos sangradores y los diferenciaba del oficio de barbero común (3, 4 y 5). “no consientan ni den lugar que ningún Barbero ni otra persona alguna pueda poner tienda para sajar, ni sangrar, ni echar sanguijuelas, ni ventosas, ni sacar dientes, ni muelas, sin ser examinada primeramente por los dichos, nuestros Barberos Mayores personalmente” (2)
La capacidad para ejercer la profesión quedaba recogida por los reyes Don Fernando y Doña Isabel, el 9 de Abril de 1500, en una Real Pragmática dictada en Segovia donde se decía que:
“Mandamos, que los Barberos y Examinadores mayores, de aquí adelante, no consientan ni den lugar que ningún barbero, ni otra persona alguna, pueda poner tienda para sajar ni sangrar, ni echar sanguijuelas, ni ventosas, ni sacar dientes ni muelas, sin ser examinado primeramente por los dichos maestros Barberos mayores personalmente, sopena que cualquiera que usase de las cosas susodichas o de cualquiera de ellas sin ser examinado, como dicho es, sea inhábil perpetuamente para usar dicho oficio, y más pague dos mil maravedís de pena para la nuestra Cámara, etc….”
Sabemos lo que estudiaban nuestros antepasados, así en 1541 tenían como libro de estudio el “Libro del arte de las comadres y del regimiento de las preñadas y paridas y de los niños”; en 1583 “Tratado de la utilidad de la venae festionisin”; en el mismo año el “Tratado de la utilidad de la sangría”; en 1604 “Prematica por la que se da la orden en el examen de los Cirujanos Romancistas”; en 1617 “Instruccion de enfermeros y consuelo a los afligidos enfermos. Y verdadera practica de como se han de aplicar los remedios que ordenan los médicos. Muy necesario para que los enfermos sean bien curados y prouechosa a los practicantes de Medicina”; etc… (2).
En esta primavera del mundo, el Imperio español campeaba en toda la redondez del planeta, brillando hombres como Cristóbal Colón, Nicolás Copérnico, Tiziano Vecellio di Gregorio, Miguel Ángel (Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni), San Ignacio de Loyola y Rafael Sanzio, para no citar más que a unos cuantos.
Foto 9 Ambrosio Paré, que de simple barbero llegó a ser un cirujano genial (1510 – 1590)
En el campo de nuestros estudios aparecen tres figuras muy destacadas e importantes: Miguel Servet, Ambrosio Paré (6) y Andrés Vesalio.
Miguel Servet (1509 – 1553) aragonés, descubrió la circulación de la sangre pulmonar, siendo injustamente condenado a la hoguera por Calvino, por una argucia de palabras acerca de su descubrimiento.
Ambrosio Paré (1510 -1590) nació en Bour-Hersent (Francia). Su padre, su hermano y su cuñado eran cirujanos barberos; él también aprendió el oficio en sus primeros años; luego se trasladó a París y entró en el famoso Hôtel – Dieu (hospital fundado en el año 960), actuando como alumno y sangrador durante tres años. Tuvo a Silvio por maestro, y reconocida su habilidad y gran vocación, le fue otorgada a los treinta y un años la categoría de “cirujano – barbero”. Su comportamiento fue excelente en cierta epidemia de peste, que hizo estragos (1 y 6).
Voluntariamente estuvo en la Guerra del Piamonte, agregándose a algún personaje y curando a los soldados heridos, pues en aquella época, aún no existía en el ejército un servicio sanitario organizado.
En tiempo de paz ejerció en París, haciéndose notable y popular, pues no se lucraba con ningún salario, aceptando exclusivamente obsequios (ducados, vinos, joyas, etc.), como recompensa por sus trabajos.
Por su propio esfuerzo se encumbró de simple barbero hasta ser el primer clínico quirúrgico de su época. Publicó diferentes obras.
Fue muy limpio, ágil y diestro; modificó las normas para el tratamiento de las heridas, suprimiendo en absoluto el aceite hirviendo; creó la ligadura terminal de los vasos en las amputaciones, aboliendo la cauterización con el hierro candente, terriblemente dolorosa, que hasta entonces se practicaba.
Se considera a Ambrosio Paré, como el creador de los buenos vendajes y del masaje racional, si bien esta práctica era utilizada desde seiscientos años antes de Jesucristo por los japoneses, pero se desconocía dicha técnica en Europa.
Andrés Vesalio (1514 – 1564) nació en Bruselas (Flandes de España), perteneciente a una ilustre familia en la que hubo varios médicos. Su padre fue farmacéutico de nuestro Emperador Carlos I de España y V de Alemania.
Se instruyó en la Universidad de Lovaina, teniendo enorme afición por la disección. A los dieciocho años pasó a París, donde mostró cómo había de disecarse. Estuvo algún tiempo en Venecia, recibiendo el grado de licenciado en Medicina en Padua. Alos veintidós años fue nombrado profesor e Anatomía y Cirugía de la Universidad de Padua. Sus cualidades sorprendentes le hicieron popular como maestros, inspirando a miles de estudiantes en el método inquisitivo y de observación, desbaratando la antigua medicina especulativa.
Fue médico de Cámara del Emperador Carlos y al cabo de doce años pasó al servicio de Felipe II, cuando aquél abdicó.
Al regresar de una peregrinación de Jerusalén cayó enfermo y murió en la isla de Zante, donde hubieron de desembarcarle. Fue un profundo investigador anatómico y muy competente comadrón. Su obra “Fabrica humani corporis” fue motivo de importantes controversias.
Pero hagamos un poco de luz sobre las diversas categorías de personas dedicadas al arte del curar
Foto 10 Un cirujano sin toga del siglo XVI, cauterizando una herida con el hierro candente
La Iglesia dirigía desde hacía mucho tiempo las enseñanzas que se daban en toda Europa, aunque el arte de curar heridas era ajeno a los sacerdotes, ya que éstos eludían toda efusión de sangre, dedicándose tan sólo a la Medicina, constituyendo con sus conocimientos d latín y su cultura los verdaderos físicos o médicos.
Los cirujanos – barberos – sangradores de los barcos, aún carecían de consideraciones, iban a proa con su caja de instrumentos, cobrando el cirujano mayor 20 ducados (como el buzo) y los demás a razón de cinco solamente (como los trompetas, despenseros y chirimías). Antes de embarcar habían de entregar 100 ducados como fianza si no querían quedar en Indias.
Fernando Magallanes en su expedición, que partió el 10 de agosto de 1519 de Sevilla, con 270 hombres, y cinco naos: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago; llevó a un cirujano Juan Morales máxima autoridad sanitaria en la Armada, vecino de Sevilla y embarcado en la nave capitana Trinidad, se le nombra en sendos documentos como bachiller y cómo físico y cirujano; de serlo, ya que no tenemos información sobre su formación, estaría entre los denominados cirujanos latinos que como vimos se distinguían de los llamados cirujanos romancistas por haber cursado sus estudios en una universidad (3).
Y tres barberos: Marcos de Bayas. Barbero vecino de Sanlúcar de Alpechín, va en la Nave capitana Trinidad. Pedro Olabarrieta. Barbero natural de Bilbao, embarcó en la carabela San Antonio. Hernando de Bustamante Carrero. Barbero, aparece como natural de Mérida y vecino de Alcántara. Embarcó en la Nao Concepción (3).
El cirujano y dos de los barberos murieron, menos el Barbero Sangrador Hernando de Bustamante Carrero, al que se le puede considerar el primer profesional sanitario en dar la vuelta al mundo (3). En aquellos azares de aquella travesía de la primera vuelta al mundo, que la terminó Juan Sebastián Elcano, arribando a Sanlúcar de Barrameda en Cádiz en 1522 con 18 supervivientes (1 y 2).
Foto 11 El cirujano sangrador. David Ryckaert, 1638
La cirugía era en general ejercida por gente profana y vulgar. La tonsura de los clérigos exigía la presencia de barberos en los monasterios y ciertas Órdenes Religiosas prescribían las sangrías periódicas a sus acogidos, siendo éste el oficio de los cirujanos – barberos - sangradores, predecesores directos de los actuales Practicantes (1).
Algunos de estos cirujanos – barberos eran llamados en Francia cirujanos de traje corto para diferenciarlos de los auténticos operadores de categoría y de Universidad, que formaban la “Cofradía de San Cosme” y eran llamados cirujanos de traje largo o toga.
Los barberos eran generalmente despreciados; en cambio, los cirujanos – barberos eran muy estimados en todos los países incluido Italia. El Emperador Carlos los declaró honorables.
Aproximadamente por aquella época, el padre del inmortal Miguel de Cervantes, Rodrigo se ganaba la vida como zurujano sangrador en la ciudad de Alcalá de Henares.
Rodrigo de Cervantes (Alcalá de Henares, 1509 - Alcalá de Henares, 1585) fue un cirujano - sangrador (o zurujano como se decía entonces en 1525 y también llamado cirujano romancista) del siglo XVI, padre del escritor Miguel de Cervantes y hermano de Andrés de Cervantes. Su padre fue Corregidor Juan de Cervantes y venía de una familia de hidalgos. Se casó con Leonor de Cortinas y tuvieron seis hijos: Juan Andrés, Andrea, Luisa, Miguel (1547), Rodrigo y Magdalena. Probablemente eligió su oficio influenciado por su madre, Leonor de Torreblanca, hija de un afamado médico cordobés. Era una mezcla de enfermero y sacamuelas que vivía de realizar sangrías, curar heridas de urgencia, poner emplastos, intentar desinflamar torceduras y golpes, hacer pequeñas suturas y afeitar barbas.
Foto 12 El 29 de septiembre de 1547 nació en la localidad madrileña de Alcalá de Henares Miguel de Cervantes Saavedra
Es probable, que Rodrigo de Cervantes, debido a su situación económica y a la cercanía a su casa, trabajara en el antiguo Hospital de Antezana, en Alcalá de Henares, Madrid (1).
Continuamente se promovían conflictos de competencia entre los físicos, cirujanos de toga y cirujanos- barberos, invadiendo los unos el campo de los otros, no siendo preciso entrar en detalles de estas interminables disputas; pero si aclararemos que el uso del latín y la dispensación de recetas correspondía de lleno a los físicos; las grandes intervenciones eran hechas por los cirujanos de toga; la cirugía menor y las sangrías pertenecían al ejercicio de los cirujanos – barberos – sangradores (1).
En 1573 se dio en Francfort am Mein la “Ordenanza para comadronas” de Adam Lonitzer, y en 1595 se dio en la ciudad de Passau.
Fracastoreo profetizó en cierto modo en 1545 el concepto de los microbios.
Foto 13 Un cirujano mayor operando una catarata en el siglo XVII
Se iban implantando ya pruebas o exámenes para todos los grados científicos y se especificaba que tanto los cirujanos como los barberos y sangradores, habían de presentar sus títulos al Real Protobarberato o al Protomedicato de la Armada al ir a servir en los navíos españoles (1).
En la Batalla de Lepanto, aparte de los físicos, iban en las naves 25 cirujanos y numerosos barberos, y en la Armada Invencible también fueron muchos cirujanos y barberos. (Servicio sanitario de la Invencible de J. Redondo, Madrid 1903. Consideraciones sobre los cirujanos y barberos y sobre la salud de los navegantes de V. Lardizábal, Madrid 1759) (1).
Ciertas Ordenanzas algo posteriores (como la Orden para el Gobierno de la Real Armada del mar Océano, despachadas en Madrid, 24 de enero de 1633, por el Rey Felipe III) decían: «… el cirujano es muy necesario en los navíos por las ocasiones de enfermedades y peleas de la «chusma» (galeotes, forzados y delincuentes). Debe ser latino, buen cristiano, caritativo y diligente. Tendrá la «herramienta» necesaria para curar, aserrar brazos y piernas, bien limpia y acicalada. En el arca de las medicinas meterá las necesarias, buenas y frescas…».
Foto 14 La sangría. Según un grabado en talla dulce de Abraham Bosse
La Sangría
“La sangría” iba concretando sus indicaciones, y al criterio de las Escuelas Médicas de Salerno, Padua y Montpellier de la Edad Media, que habían derramado torrentes de sangre, se opusieron varios, contra las evacuaciones abusivas (1).
Como la lavativa, la sangría forma cuerpo, por decirlo así del siglo de Luis XIV. Se abusó de ella de una manera increíble. La mujer de un ujier, sangrada por la primera vez a los veinticuatro años por su médico Théveneau, lo fue, en menos de tres años, 27 veces. En los conventos se practicaba la sangría regularmente; los días de sangría general llevaban el nombre de “días de la minución de la sangre”; fuera de las consideraciones higiénicas y de las ideas reinantes, tenía por objeto refrenar los apetitos de la carne.
Se la hacía copiosamente, porque, como decía Botalli, “mientras más agua estancada se saca de un pozo. Más agua buena viene a él; mientras más mama un niño de su nodriza, más leche tiene ésta, y lo mismo sucede con la sangre y la sangría” (7).
Para esta operación, era preciso tener en cuenta tanto las estaciones como la posición de los astros. El buen flebotomista debía cuidar su mano y adquirir un porte particular. “Es preciso que se presente bien para no parecer mal al enfermo, que tenga suficiente talento para persuadir a quien lo escucha, que tenga una vista clara y penetrante para distinguir los menores objetos, de manera que no tenga debilidad en los ojos y no esté obligado a mirar de demasiado cerca; que no tenga la mano demasiado gruesa, porque entonces es demasiado pesada, que tenga los dedos largos y delgados y que la piel sea blanca y fina, a fin de que el tacto se más delicado; de la misma manera no debe arrancar muelas, clavar clavos, manejar el hacha para hacer leña, jugar a la pelota en el frontón, al mallo o a los bolos, porque todos estos ejercicios pueden hacerle temblar la mano; en fin, debe poner toda su atención en la perfecta conservación de sus manos, si quiere sangrar por mucho tiempo” (7).
“La Sangría, hijos míos, decía Guy – Patin, completamente entusiasmado, es uno de los principales misterios de nuestro oficio. Por mi parte, he hecho sangrar doce veces a mi mujer en una sola pleuresía, veintidós veces a mi hijo por una fiebre continua y, yo mismo, por siete veces por un resfriado.
Nosotros curamos a nuestros enfermos por la sangría, tanto después de los ochenta años como a los dos o tres meses. Guy de la Brosse el botanista, murió sin querer la sangría. Era sin embargo médico, se le propuso, y respondió que ese era el remedio de los pedantes sanguinarios, porque nos hacía el honor de llamarnos así, y que quería mejor morir que ser sangrado.
¡Así murió él! El diablo lo sangrará en el otro mundo, como lo merece un trapacero y un ateo…
“Maestro, se atrevió a responder un joven bachiller, he oído decir, sin embargo, que Guy de la Brosse era un hombre honrado y un excelente cristiano”.
“Sea; pero, siendo médico, ¿por qué no tenía respeto por las sanas doctrinas? Trapacero, repito, por haber prevaricado de su juramento; ateo, por haber renegado de la fe de la Escuela”.
Entonces un pasante anciano, dijo como para sí, pero lo bastante alto para ser oído por el profesor y los bachilleres:
¡Pobre amigo mío, Guy de la Brosse!, ¡si hubieras querido creerme; estarías ciertamente aún en el mundo de los vivos!
Con la sangría, ¿no es verdad, señor? Dijo el profesor. “Desgraciadamente, no, señor, respondió el otro. Yo le aconsejé el Antimonio, y se opuso a ello… ¡Así murió él!... ¡Pobre Guy de la Brosse!
Foto 15 La sangría, según Rowlandson
A la palabra antimonio, el profesor se puso rojo, pálido, verde, sus labios temblaron y sus ojos lanzaron chispas.
¡El antimonio, repitió, el antimonio!... ¡Envenenador!, ¡envenenador!... ¡Venid, hijos míos, venid, huid de ese hombre!
La sangría era la panacea universal.
¿Cuántas veces se ha sangrado este enfermo?
Quince veces, señor, desde hace veinte días.
¿Quince veces sangrado?
Sí, señor.
¿Y no ha curado?
No, señor.
“Entonces es señal que la enfermedad no está en la sangre; lo haremos purgar otras tantas veces, para ver si está en los humores”.
En todo lo dicho se reconoce a Molière (Jean-Baptiste Poquelin). Un verdadero ceremonial presidía a la sangría; el barbero – cirujano – sangrador tenía el derecho en esta circunstancia de hacer salir de la habitación del paciente a todos los que le molestaban. Los enemigos de la tan buena, divina y santa “sangría”, eran considerados como charlatanes y personas abominables.
Foto 16 Bacía. Se llamaba bacía a la vasija cóncava y grande, de metal o de barro, ancha, redonda u ovalada y, por lo general, con una escotadura semicircular en el borde (para encajarse en el cuello del cliente). El uso más común lo tenía en las barberías, como recipiente de la espuma para humedecer y jabonar la barba y para sangrías. (Del latín medieval bacia). Real Academia de la Lengua Española
La sangre de la sangría era profundamente enterrada fuera de los lugares habitados.
En París, más allá de la Puerta de Saint – Honoré, se encontraba un lugar bendito llamado “Plaza de la Sangre”, donde los cirujanos, barberos y sangradores iban a vaciar sus bacías o vasijas. La Corte, el Rey y los habitantes de la ciudad, vertieron allí torrentes del precioso líquido.
Esta moda continuó en el siglo XVIII. En su novela “La Historia de Gil Blas de Santillana o Aventuras de Gil Blas de Santillana”, es una novela picaresca en francés escrita por Alain-René Lesage entre 1715 y 1735, pinta admirablemente aquel furor sanguinario en la persona del “Doctor Sangrado”.
“Entonces Sangrado me envió a buscar un cirujano que él nombró, e hizo sacar a mi amo seis buenas ampolletas de sangre para empezar a suplir la falta de transpiración. Después dijo al cirujano: “Maese Martín Oñez, vuelva dentro de tres horas para hacer otro tanto, y mañana vuelva a empezar. Es un error pensar que la sangre sea necesaria para la conservación de la vida; nunca se sangra demasiado a un enfermo”.
Foto 17 Asistencia de una comadrona a un parto, según Ruef, 1587
“Como no está obligado a ningún movimiento o ejercicio considerable y no tiene otra cosa que hacer que procurar no morir, no le hace falta para vivir sino la misma sangre que para un hombre dormido; la vida en ambos casos no consiste sino en el pulso y en la respiración”.
“Cuando el doctor hubo ordenado frecuentes y copiosas sangrías, dijo que era preciso dar también al canónigo agua caliente en todo momento, asegurando que el agua caliente bebida en abundancia podía pasar por el verdadero específico contra toda clase de enfermedades” (7).
Teofrasto Paracelso sienta los primeros jalones de la química moderna; William Harwey demuestra la circulación de la sangre, y Anton van Leuwenhoeck, nacido en 1632 en Delf (Holanda), conserje y comerciante de tejidos, sin instrucción, pero de gran paciencia y tenacidad, inventa el microscopio (1).
La utilización en los siglos XVII y XVIII de las bujías de sebo y cera supone un enorme progreso en la operatoria, que hasta entonces se valió de las teas y hachones encendidos.
La señora Montaigne, en 1721, importó a Europa la variolización, que en China se practicaba desde el siglo XI, resolviendo el médico Edward Jenner en 1796 la vacunación con el virus de la viruela y crea definitivamente la vacunación antivariólica en 1798, publicando sus descubrimientos.
Foto 18 Grabado muestra a Edward Jenner aplicando una vacuna contra la viruela a una niña
Los sangradores poco hábiles se llamaban «sacapotras». La palabra “curandero” quedó para señalar al intruso en cualquier terreno de las profesiones sanitarias.
La profesión de Comadrona iba también adelantada. En Leipzig las comadres eran elegidas por la mujer del burgomaestre. Justina Siegemünd, de Brademburgo, y otra matrona de Brünswick publicaron dos tratados muy sugestivos sobre el arte de los partos.
La comadrona Justine Siegemund (1636 - 1705) nació un 26 de diciembre. A los 21 años sufrió un falso embarazo y padeció a comadronas que ejercieron mal su práctica. Decidiendo aprender el oficio de comadrona de manera autodidacta. En 1670 fue nombrada «partera de la ciudad». Su experiencia y destreza llamaron la atención de Federico Guillermo I de Brandeburgo, quien la nombró partera de su corte en Berlín en 1683. Sobre la base de notas cuidadosas que había escrito durante sus atenciones de los partos, publicó un texto obstétrico titulado “La partera de la corte” en 1690. Era un texto sistemático basado en sus experiencias y en las posibles complicaciones durante la atención del parto (8).
Foto 19 Doctrina Moderna para los Sangradores, en la qual se trata de la Flebotomía y Arterotomía. De la Aplicación de las Ventosas, de las Sanguijuelas, y de las enfermedades de la Dentadura, que obligan a sacer Dientes, Colmillos, o Muelas, con el Arte de sacarlas. Compuesto por Don Ricardo Le-Preux, primer Cirujano y Sangrador, que fue del Rey Don Luis Primero, Alcalde y Examinador Mayor de el Real Proto –Barberato. Con Privilegio: En Madrid: En la Oficina de Miguel Escribano: Año de MDCCLXXV (1775)
Por Real Cédula de Felipe V, el 29 de enero de 1711, se creó la Clase de Sangradores que supuso un primer paso para la coordinación de los distintos oficios y profesionales que formaban un todo en las distintas ramas de la ciencia dedicadas a la curación de enfermos.
En 1717 aprueba Felipe V en España la «Instrucción de los sangradores»; Carlos III en 1779 otorga la Real Cédula a la obra «Doctrina de los Sangradores», del cirujano Juan Navalón.
En 1843 fueron aprobados los “Auxiliares de medicina y cirugía prácticos en el arte de curar” y en 1846 lo fueron los “ministrantes”.
En Berlín, se funda en 1751 la Escuela de Matronas.
Foto 20 Las matronas fueron las primeras mujeres que accedieron a la enfermería como profesión organizada en nuestro país. Comadronas de la Maternidad de San Sebastián 1933
En 1830 se da a los “sangradores” oficialmente el nombre de “ministrantes o cirujanos menores”; en 1857 se sustituye este nombre por el de Practicantes con ejercicio obligado de dentistas, hasta que en 1875 se crea el «arte del dentista» como una carrera especial.
En Inglaterra se separan los barberos y cirujanos en 1745; en Austria en 1783. En Würzburg se abolió en 1887 el gremio de barberos.
Subsistieron hasta entonces en España, con su mayor auge en el siglo XVIII, los cirujanos romancistas, que Carlos II había ordenado que practicasen cinco años, tres en hospitales y dos con médico o cirujano, y algunos cirujanos latinos más cultos.
Cierra este periodo Hunter (1728 – 1793), perteneciente a la Barber Surgeon´s Company de Londres fundada en 1540, que de labrador llegó a ser notabilísimo cirujano.
Entramos en el bosquejo histórico del siglo pasado. Siglo XIX de descubrimientos definitivos para la cirugía.
Se operaba en habitaciones iluminadas con quinqués y gas, con sus muebles, cortinajes, consolas y espejos.
Foto 21 Una intervención quirúrgica siguiendo el método de Lister, los cirujanos llevan la levita negra, sin batas, sin guantes, sin nada. 1858. En aquella época las enfermedades infecciosas agudas constituyen el mayor problema para la salud y son las causantes de la mayoría de las muertes. Por ello los avances en la lucha contra las infecciones son pasos decisivos en el progreso de la medicina
La negra levita, que duraba varios años al cirujano, le servía indistintamente para hacer una autopsia, operar un vientre y acudir a una velada literaria.
El ayudante -barba y bigote- colocaba los hilos encerados de sutura y ligadura en el ojal de su levita para que los fuera tomando el cirujano. Las manos e instrumentos (mago de hueso y madera) no eran motivo de una limpieza especial, ni la piel de la región a operar.
Durante la intervención el operador se limpiaba con un trapo, fumaba o tosía impunemente. La infección hacía horribles estragos en los hospitales. Los operados se morían a centenares de gangrena, tétanos y erisipela. Morían menos heridos de guerra en el campo de batalla que luego en los hospitales infectados (1).
Para remediar este estado de cosas aparecen varias figuras destacadísimas:
Louis Pasteur (1822 – 1895) francés, químico, hijo de un sargento retirado, señala el peligro d ellos gérmenes, establece la causa infecciosa de las enfermedades y da la pauta para evitar el contagio.
Joseph Lister (1827 – 1911) inglés, cirujano, crea la antisepsia en los quirófanos, que posteriormente prevalecerá en forma de asepsia.
Horace Wells (1815 – 1848) norteamericano, dentista, establece la anestesia por el protóxido de ázoe, el 16 de octubre de 1846, en el Hospital General de Massachusetts, en Boston, tuvo lugar la primera demostración pública de anestesia con éter. El anestesista era William Morton y el cirujano John Warren; la operación consistía en la extirpación de un bulto bajo la mandíbula de Gilbert Abbott. Con estas anestesias permitieron la práctica de toda clase de intervenciones sin dolor (1).
Foto 22 Ignaz Philipp Semmelweis, el médico que instauró el lavado de manos que salvaría millones de vidas, 1846
Ignaz Semmelweis (1818 – 1865), el médico húngaro que descubrió que lavarse las manos salva vidas. Acabó con la fiebre puerperal en 1847 y su prevención mediante el lavado y desinfección de manos, salvó a muchísimas mujeres de morir por infecciones. A pesar de varias publicaciones difundiendo sus resultados y demostrando que el lavado profundo de las manos de los obstetras reducía significativamente la mortalidad por fiebre puerperal a menos del 1 %, las observaciones de Semmelweis entraban en conflicto con la opinión médica establecida en su tiempo y sus ideas fueron rechazadas. Algunos médicos se sintieron ultrajados por la sugerencia de que ellos eran responsables de la muerte de las embarazadas por no lavarse adecuadamente las manos antes de atender a sus pacientes.
Las salas de operaciones habían sido hasta este momento lugares sombríos de horribles suplicios para los pacientes. Gritos conmovedores y atroces dolores habían terminado para siempre.
Los operadores, Practicantes y ayudantes comenzaron a extremar los cuidados de limpieza. Se suprimieron todos los objetos inútiles de los quirófanos. La ebullición, el alcohol, el jabón, el cepillo de uñas, las blancas blusas y otras muchas precauciones acabaron con el anterior estado de cosas.
Foto 23 Enfermera con su uniforme de trabajo
Como ya no duele, se hacen miles de intervenciones a diario en el mundo; la infección se ha suprimido en absoluto; la electricidad nos proporciona luz abundantísima en nuestros actuales quirófanos, resplandecientes de limpieza y sobriedad. El teléfono, las buenas carreteras, el automóvil, el avión y el autogiro permiten una rápida asistencia a los enfermos y salvan centenares de vidas (1).
Pléyades de notables figuras han surgido en la ciencia médica contemporánea, tales como Wilhelm Röentgen, Marie Curie, Santiago Ramón y Cajal, Ferrán, Paul Ehrlich, Robert Koch, Gerhard Henrik Armauer Hansen, Alexander Fleming, para no citar más que los principales (1).
Foto 24 Practicante: Persona legalmente capacitada para realizar operaciones de cirugía menor, hacer curas, poner inyecciones o administrar medicinas. Autorizado para la asistencia a partos normales. Profesión única en el Reino de España. Practicantes de San Sebastián, 1900
Mientras la alta investigación va separando velos y nebulosidades, los Practicantes, Matronas y Enfermeras van cimentando en diaria labor de callado servicio, su acreditada esfera de acción, desempeñando su cometido ampliamente.
El campo de trabajo de los “Auxiliares de la Medicina” se extiende en paz y en guerra desde el más insignificante lugar de socorro hasta los grandes hospitales, estando presentes en todas las actividades de la Humanidad en la tierra, en la mar y en los aires, ocupando su puesto en la historia conquistadora y misional de España (1).
Agradecimiento
Javier Ortiz de Elguea
Sobre los dos tomos de los libros:
Propiedad de Ramón Torres Soriano
Manual Teórico – Práctico para PRACTICANTES, MATRONAS Y ENFERMERAS por el Dr. Antonio Box María-Cospedal. Médico militar por oposición; Médico de la Marina Civil por oposición; Odontólogo Profesor E. F., Premio extraordinarios del Doctorado, Médico de Asistencia Pública Domiciliaria, Publicista premiado por la Real Academia Nacional de Medicina.
Foto 25 Manual Teórico – Práctico para Practicantes, Matronas y Enfermeras
Tomo I. Historia. Ética. Organización. Cuidados. Histología. Anatomía. Fisiología. Laboratorio. Terapéutica. 220 figuras ilustran el tomo I.
Tomo II. Patología Médica. Intoxicaciones. Higiene. Infecciones. Patología Quirúrgica. Operaciones. Vendajes. Especialidades. Obstetricia. Pediatría. Evacuación de los heridos. 320 figuras ilustran el tomo II.
Esta obra ha sido premiada por la Real Academia de Medicina.
Cuarta Edición
“Instituto Editorial Reus”. Centro de Enseñanza y Publicaciones (S. A.). Calle Preciados, 6 y 23 y Puerta del Sol, 12. Madrid
“4 de marzo de 1944”
Bibliografía
01.- Manual Teórico – Práctico para PRACTICANTES, MATRONAS Y ENFERMERAS por el Dr. Antonio Box María-Cospedal. Tomo I y II. Esta obra ha sido premiada por la Real Academia de Medicina. Cuarta Edición. 4 de marzo de 1944
02.- La Voz de Enfermería en la Enciclopedia Auñamendi, Auñamendi Eusko Entziklopedia. Jesús Rubio Pilarte y Manuel Solórzano Sánchez. 2004
03.- Cirujanos y Barberos en la Primera vuelta al Mundo 1519 – 1522. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el sábado día 13 de julio de 2019
https://enfeps.blogspot.com/2019/07/cirujanos-y-barberos-en-la-primera.html
04.- Barberos Cirujanos. Raúl Expósito González, Jesús Rubio Pilarte y Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el día 12 de junio de 2009
http://enfeps.blogspot.com/2009/06/barberos-cirujanos.html
05.- Barbero, Cirujano, Dentista, Sangrador en Gipuzkoa. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el lunes día 9 de febrero de 2015
http://enfeps.blogspot.com.es/2015/02/barbero-cirujano-dentista-sangrador-en.html
06.- Ambrosio Paré, un aprendiz de barbero. Manuel Solórzano Sánchez. Publicado el domingo día 20 de junio de 2010
http://enfeps.blogspot.com/2010/06/ambrosio-pare-un-aprendiz-de-barbero.html
07.- Dr. Mousson – Lanauze. Del Empirismo hacia la Razón. Prefacio de F. Funk Brentano. Casa de la Piperacina Midy nº 9 Rue du Commandant Rivière. Paris, 1910
08.- Justine Siegemund, partera. Edición realizada por Marta Macho Stadler
https://mujeresconciencia.com/2022/12/26/justine-siegemund-partera/
Enciclopedia Wikipedia
Manuel Solórzano Sánchez. Grado en Enfermería
https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez
Día 20 de octubre de 2022, jueves
Entziklopedia Wikipedia en Euskera
Manuel Solórzano Sánchez. Erizaintzako Gradua
https://eu.wikipedia.org/wiki/Manuel_Sol%C3%B3rzano_S%C3%A1nchez#Ibilbidea
Día 27 de octubre de 2022, jueves
La Voz de Enfermería en la Enciclopedia Auñamendi
Primera parte: http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190
Segunda parte: http://www.euskomedia.org/aunamendi/39190/132780
El legado del enfermero Manuel Solórzano. Antton Iparraguirre. Artículo del Diario Vasco de San Sebastián. Lunes, 7 de agosto de 2023
Foto 26 Los consejos de las Instructoras domiciliarias o Divulgadoras sanitarias, contribuyen a evitar la propagación de las enfermedades infecciosas, desterrando prejuicios en el medio familiar
Manuel Solórzano Su Legado Enfermero. Publicado el lunes día 4 de septiembre de 2023
https://enfeps.blogspot.com/2023/09/manuel-solorzano-su-legado-enfermero.html
Noticias de Gipuzkoa domingo 14 de abril de 2024. Mí décimo tercer libro.
Una Gota de Leche para los niños donostiarras
https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/donostia/2024/04/14/gota-leche-ninos-donostiarras-8108257.html
Manuel Solórzano: curioso y defensor de su profesión
Foto 27 Manual Teórico – Práctico para Practicantes, Matronas y Enfermeras
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Premio a la Difusión y Comunicación Enfermera del Colegio de Enfermería de Gipuzkoa 2010
Director y Miembro del Blog de Historia de Enfermería “Enfermería Avanza”
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro Supernumerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Comisión de Historia de la Enfermería del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa / Gipuzkoako Erizaintza Elkargo Ofiziala
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Años 2019 y 2022
Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020 y 31 de diciembre de 2022
Premio a la Visibilización de la ACEB. 15 de mayo de 2024. Deusto Bilbao