Foto 1 La Comisión de Caridad integrada por mujeres, médicos, enfermeras e Hijas de la Caridad. Foto Ricardo Martín, 1918
La “pandemia grippal de 1918”, a la que dedicamos un apartado, fue objeto de comentario en la revista “Guipúzcoa Médica”, en los últimos meses de dicho año. Con el rótulo de los “Mártires de la epidemia”, el doctor Francisco Pérez Cuadrado, escribió tres brevísimas semblanzas de los médicos fallecidos por bronconeumonía en su práctica diaria contra la gripe. Se trata del médico José Francisco Loidi Zulaica de 37 años, que fallece por complicación gripal en la localidad de Vidania, de la que era titular, así como de Goyaz. El médico Francisco Zubeldia Urruzola, de Tolosa, muere a los 29 años, se había especializado en digestivo en Barcelona. El médico donostiarra José Luis Gurruchaga Martiarena, que fue médico libre de Usurbil y desde 1914 tocólogo en San Sebastián. Ocupó los cargos de Vocal, y Tesorero del Colegio Médico, muriendo por la gripe a los 43 años. Finalmente, una bronconeumonía gripal se llevó, también al médico del 1º Cuerpo de Sanidad Militar, Pío Irigoien Arruti que ejercía en el Fuerte de Guadalupe, en Fuenterrabía. Antes había estado en Melilla, Larache y Tetuán, plaza está última donde montó un gabinete de electricidad médica. Se especializó en las enfermedades del pecho (1).
También fallecieron por culpa de la epidemia de gripe, enfermeras, enfermeros, Practicantes y religiosas que trabajaron cuidando a los enfermos epidemiados.
A esta crisis sanitaria, la última gran crisis del presente siglo, con una mortalidad aproximada de 140.000 personas, en edades juveniles, dediqué un estudio monográfico publicado en Cuadernos de Historia de la Medicina Vasca, número cuatro en 1986.
La gripe, mal llamada “gripe española” como se la conoce en la comunidad científica, penetró en España desde Francia, a través de la frontera de Irún. El reflejo de la epidemia en la prensa local fue importante, así como en “Guipúzcoa Médica” del año 1918 (2).
Foto 2 Grupo de Damas Enfermeras de la Cruz Roja. Foto Ricardo Martín, noviembre de 1918
En septiembre se da la noticia de que en Goizueta hay casos de personas con “fiebre, vómitos y disentería”. El doctor Rafael Larumbe, que envió crónicas de la epidemia a la prensa, mantiene que hay casos en Irún y Goizueta. Según la ideología política de cada periódico, se minimiza o se agranda el problema, dándole, en algunos casos, carácter deseo de pestilencia o epidemia gripal con complicaciones intestinales o bronconeumonía.
Se considera que Irún es la puerta de entrada, serían los portugueses que desde Francia se les envía a su País en tren y los dejan en la frontera irunesa. Una de las primeras medidas fue el cierre de la frontera, aunque no era hermético. En Guipúzcoa el mes más duro para la gripe fue la primera quincena de octubre, luego remitió en noviembre. La Junta de Sanidad dictó medidas preventivas de todo orden y el pánico colectivo, inevitable, se apoderó de la población (2).
Los remedios contra la gripe fueron de todo tipo y hasta pintorescos: desinfectantes, alcohol (bebidas), limón, el yodo y el ajo, que se consideraba de gran utilidad. Así mismo la aspirina, la que llamaban “aspirina alemana Bayer”. Algunos consideraron la epidemia como un castigo divino y el remedio estaba en las rogativas. La leche se consideró un medicamento más, lo que produjo su carestía y conflictos públicos en su venta.
Foto 3 Procesión a su paso por la Avenida de Navarra y delante del Hospital Civil San Antonio Abad, como rogativa para suplicar a la Virgen la desaparición de la grippe española de la ciudad de San Sebastián. Foto Ricardo Martín, noviembre de 1918
La actuación de los médicos fue alabada en algunos casos y criticada en otros. Fallecieron cuatro facultativos, los doctores Irigoyen, Gurruchaga, Zubeldia y Loidi. La revista “Guipúzcoa Médica” les dedicó un homenaje (2).
Por esas fechas apareció un tal doctor Gershberg, americano, que residía en el Hotel Biarritz de San Sebastián. Se anunció en los periódicos y monto una consulta a la que acudía gente pensando que era un gran especialista que tenía solución para todo. Era un caso de charlatanismo, dejó esta ciudad para asentarse en otras (2).
De las 6.500 personas que fallecieron en Guipúzcoa en 1918, 3.300 lo fueron por la gripe, en los meses de septiembre, octubre y noviembre. En muchos casos el diagnóstico era de bronconeumonía. Afectó a todos los pueblos por igual. Se inició en Irún y Fuenterrabía, para seguir por Pasajes, Rentería, Alza y San Sebastián, y posteriormente por los municipios de la cuenca del Oria y de la cuenca del Deva (2).
CRÓNICA DE LA EPIDEMIA
Pasó el huracán de la gripe con sus fatales consecuencias dejando como recuerdo el luto en gran número de familias (3).
Las autoridades, en un principio algo desorientadas, tomaron el buen acuerdo de depositar su confianza en la Comisión permanente de la Junta Provincial de Sanidad, quien con un celo y un interés, demostrado por los hechos, encauzó los servicios sanitarios, y con las medidas tomadas devolvió la tranquilidad al vecindario, justamente alarmado, organizó la asistencia médica en tal forma que los numerosos enfermos fueron convenientemente asistidos y hasta con el producto de una modesta suscripción se atendió las necesidades de los enfermos pobres con enfermeros que les cuidaban, ropas de cama y de uso interior (3).
Foto 4 Guipúzcoa Médica Año III. Número 31. San Sebastián, noviembre de 1918
Los médicos han sido los de siempre: los altruistas, los desinteresados, los que no miden el peligro para atender a sus semejantes, los que agotados por el cansancio y heridos por la enfermedad han tenido fuerzas para asistir a los epidemiados, y cuando enfermos y maltrechos han caído en cama devorados por la fiebre y amenazados por la traidora pulmonía, su constante preocupación eran sus compañeros y enfermos, deseando verse pronto restablecidos para volver a la brecha y combatir la epidemia de la gripe (3).
Rasgos hermosos de caridad y compañerismo hemos presenciado durante el curso de la epidemia: los médicos especialistas, acostumbrados al tranquilo trabajo de su consulta, han visitado centenares de enfermos en sus domicilios; los retirados de la profesión por su edad o posición económica se han ofrecido incondicionalmente y muchos han vuelto al continuo visiteo; los médicos extranjeros aquí residentes han asistido a sus compatriotas; algunos compañeros de los pueblos inmediatos, terminando la atención a los enfermos de la epidemia donde ejercen, en vez de someterse al descanso se han apresurado a venir a ayudarnos a la capital, y hasta un médico de Madrid el doctor Ignacio Gorostidi que veraneaba en el barrio de Martutene, en vista de las circunstancias, visitó desinteresadamente a todo los enfermos de aquella barriada (3 y 5).
Citar nombres, sería mencionar a todos los médicos que viven en San Sebastián, ciudad que debe estar agradecida al esfuerzo hecho por la clase médica, que unida como un sólo hombre, sólo tenía un ideal, la desaparición de la epidemia. ¡Bien por nuestros compañeros! El deber cumplido es la mayor satisfacción que podemos experimentar los que estamos acostumbrados a la indiferencia, la crítica y a que se tengan tan poco en cuenta nuestras justas aspiraciones.
Los cuerpos auxiliares de Practicantes, Farmacéuticos, Enfermeras, Damas Enfermeras de la Cruz Roja, Siervas de María, Hermanas de la Caridad, Hermanas de la Esperanza, y de otras congregaciones han rivalizado en proporcionar a los enfermos cuanto necesitaban, y sólo la Cruz Roja ha brillado por su silencio, ¡tal vez estén esperando para hacer acto de presencia una de las futuras kermeses veraniegas del Gran Casino!
Foto 5 La reina María Cristina con un grupo de Damas Enfermeras de la Cruz Roja. Foto Ricardo Martín, 1918
Tres figuras de la epidemia
El doctor Ignacio Gorostidi Erro. Completamente afeitado, pulcro en el vestir, con mucha ciencia en el cerebro y mucha amabilidad en su trato, ha realizado este simpático compañero, una campaña digna del mayor elogio. Asiduo veraneante, marchó a Madrid al terminar la temporada, pero el mismo día de su llegada al enterarse por los periódicos de que su pueblo natal estaba epidemiado regresó inmediatamente, poniéndose a disposición de las autoridades para ocupar el puesto de mayor peligro. Uno de los barrios más castigados, habitado en su mayoría por gente pobre, fue el destinado para el doctor Gorostidi, quien con tal interés y celo ha desempeñado su cometido que la exageración en el cumplimiento de su deber fue la nota dominante. Cuando la epidemia declinaba y la visita domiciliaria no era tan necesaria, ocupó el puesto de Inspector Sanitario de la Estación del Ferrocarril de Amara, donde nuevamente demostró su interés, cumpliendo a satisfacción de las autoridades y viajeros (3).
El doctor Clavero. Con un corazón muy grande y una voluntad mayor se lanzó este simpático aragonés a la visita de los enfermos pobres de la Parte Vieja de esta ciudad. Pero el hombre propone y Dios dispone; al trabajo fino y delicado de su gabinete de odontólogo sustituyo bruscamente por el de visitar a los enfermos, subir y bajar cientos de escaleras, estar en movimiento todo el día y sin entrenamiento en este rudo ejercicio, sin costumbre en el continuo visiteo, sucedió lo que muchos temíamos, que el cansancio y el contagio le obligaran a guardar cama, como efectivamente sucedió al día siguiente de publicar en uno de los periódicos locales su famoso comunicado. Desafiar con la salud y resistencia es una ligereza cometida por este compañero, a quien felicitamos por su labor desinteresada y mucho más por haberse repuesto de la infección grippal que tantos días le ha retenido en la cama (3).
El doctor Gershberg. Es el tipo de médico ambulante, marca americana.
En plena epidemia, muchos médicos enfermos y los sanos con un trabajo abrumador, público en el Pueblo Vasco del 29 de septiembre el siguiente anuncio: «Dr. Gershberg, especialista de Madrid, visitará a los enfermos en sus domicilios hasta el día 10 de octubre, visita, 25 pesetas. Urbieta número 46, 2º piso, San Sebastián».
Muy bien documentado, con cartas de recomendación para las autoridades y algunos médicos de San Sebastián, y con un fajo de revistas y periódicos que narran sus heroicidades de médico, periodista, políglota, autor dramático, astrónomo y no sabemos si también lidiador de toros; maneja el autobombo a la perfección y ha publicado en la prensa local dos o tres artículos de ciencia médica barata.
Su constante afán es que se ocupen de su persona y cuantos pasos dio en esta población los reflejaba en la prensa, bien cuando iba a los hospitales, donde daba su opinión que nadie le pedía, a la Comisión permanente de Sanidad para dar consejos que no necesitaba, y a las autoridades para implantar servicios inoportunos y nada prácticos.
Al organizarse la asistencia para los enfermos pobres se ofreció espontáneamente, siendo destinado para los epidemiados de los países aliados, para lo cual utilizaba uno de los automóviles puestos al servicio médico por el Ayuntamiento de San Sebastián (3).
No conocemos el valor científico de esta eminencia especialista… del estómago; de sus conversaciones nada de notable hemos encontrado, en sus escritos lo que hemos leído demuestra vulgaridades científicas de todos olvidadas y en su trato un afán de exhibirse y «fuera de las seis horas por día para los súbditos aliados enfermos de la epidemia, asistir a cuantas partes le llamen y encontrarse a todas horas a disposición de los pacientes por su humanitarismo y por estimar esto como un deber de su conciencia».
Su carta abierta al despedirse de las autoridades y pueblo de Sebastián demuestra cierta amargura para la clase médica donostiarra, que siempre correcta con todos sus colegas y mucho más cuando son extranjeros, no podía permitir que un doctor Gershberg hiciera uso tan abusivo del reclamo para sus fines (3).
Nuestra indiferencia, nuestro silencio han molestado al doctor Americano, para el cual por su desinterés, cobraba cien pesetas por consulta, ni caridad ni «lágrimas y lamentaciones de muchas personas pobres a las cuales comunicó sus propósitos de trasladarse a otra población» estamos por pedir como premio una alta recompensa.
Foto 6 Hijas de la Caridad atendiendo a los epidemiados en el Hospital Civil San Antonio Abad de San Sebastián. Foto Ricardo Martín, 1918
La epidemia en la provincia de Gipuzkoa
Casi todos los pueblos han sido invadidos por la grippe, en muchos el número de atacados fue considerable, en algunos partidos faltaron los médicos por haber caído los titulares enfermos, pero el compañerismo, la amistad que a todos nos une y las órdenes y actividad del señor Inspector Provincial de Sanidad, subsanaron bien pronto las deficiencias; tal vez la provincia de Guipúzcoa sea una de las pocas que no ha tenido médicos procedentes de otras regiones (3).
Las frases de elogio para los médicos de la capital antes apuntadas, son pálidas ante las merecidas por los médicos de partido que en unos pueblos solos y en otros ayudados por el Practicante o algún alumno de medicina, han realizado una labor casi superior a sus fuerzas, visitando con igual voluntad a los pobres que a los ricos, a los de la zona urbanizada que a los alejados caseríos (3).
Nuestros compañeros de partido son dignos de las debidas recompensas, y esos héroes anónimos, dominados por los caciques, postergados por los monterillas pueblerinos, han olvidado las ofensas, y haciendo honor al título, trabajado con fe, entusiasmo y voluntad hasta la terminación de la epidemia. ¡Nuestra enhorabuena a tan bravos compañeros!
Los mártires de la epidemia
Son cuatro las bajas tenidas por la legión médica guipuzcoana en la lucha contra la grippe. Pío Irigoyen Arruti, médico de Sanidad Militar; José Luis Gurruchaga Martiarena, especialista en partos; José Francisco Loidi Zulaica, médico titular de Vidania, y Francisco Zubeldia Urruzola, médico en ejercicio en Tolosa.
Los cuatro eran jóvenes, en la mejor edad de la vida, disfrutando una salud que parecía imposible pudiera con ella la muerte.
En la actual epidemia trabajaron con una voluntad digna de mejor suerte, despreciando el peligro, salvando a numerosos enfermos, hasta caer heridos por el bacillus, para que esta enfermedad denominada “bronquio-neumonía” se encargase de acabar con sus robustos organismos.
La gran familia médico-guipuzcoana guarda luto por la pérdida de tan queridos compañeros; la sociedad, siempre justa, debe conceder la pensión a sus desgraciadas familias ya que sacrificaron la vida por la Humanidad y por la Ciencia
Dr. Véritas
DON PÍO IRIGOIEN Y ARRUTI
Médico Primero del Cuerpo de Sanidad Militar
La guadaña de la muerte ha segado en plena juventud, la vida de este distinguido médico del Cuerpo de Sanidad Militar que tenía en lontananza un brillante porvenir y había contraído hacía poco tiempo matrimonio con la bella señorita doña Asunción Morte, de distinguida familia Navarra.
Hijo y hermano de médicos que ejercieron en esta capital y provincia, reputados compañeros de este colegio, demostró desde su niñez una gran afición a la profesión de su padre y como el talento, la aplicación y la constancia le acompañaban, su hoja de estudios está adornada con notas de sobresaliente en la mayoría de las asignaturas y su grado de Licenciado en Medicina y Cirugía obtenido en el año 1908 con el premio extraordinario, otorgado por la Facultad de Medicina de Valladolid, donde había cursado toda la carrera.
Pero el novel médico no se duerme en los laureles; su constante preocupación es el estudio y dos años más tarde ingresa por oposición en la Academia Médico Militar de Madrid, y a los pocos meses asciende a médico segundo siendo destinado a Melilla a los Hospitales Dokers, a las avanzadas y a Larache, de donde regresa a la península, estableciéndose en San Sebastián como especialista de enfermedades del pecho.
Foto 7 Don Pío Irigoyen y Arruti. Foto de la revista Guipúzcoa Médica. Año III. Número 31. Página 306. San Sebastián. Noviembre de 1918
Al ascender a médico primero vuelve a Marruecos interviniendo en varias operaciones militares y montando en la plaza de Tetuán un gabinete de electricidad médica que llamó la atención por su perfeccionamiento y grandes servicios prestados a los soldados heridos y enfermos.
Destinado al Primer Regimiento de Ingenieros Zapadores-Minadores instalado en el Fuerte de Guadalupe en Fuenterrabía; la epidemia gripal invade a los soldados, los enfermos son numerosos, el doctor Irigoien no descansa un momento y siempre solícito en la asistencia de los epidemiados, contrae la bronconeumonía grippal, causa de su muerte que no pudieron evitar ni los esfuerzos de la ciencia ni los cuidados de su cariñosa familia.
Foto 8 Postal del Hospital Docker en Melilla
Estaba condecorado con varias Cruces por Méritos de Guerra; era miembro de corporaciones científicas españolas y extranjeras y las revistas profesionales publicaron artículos suyos, llenos de ciencia y de experiencia clínica demostrativas de sus grandes conocimientos médicos.
El Cuerpo de Sanidad Militar pierde con el doctor Irigoien uno de sus más distinguidos médicos; la ciencia una verdadera esperanza y su familia y amigos un hombre honrado y cariñoso (3).
Descanse en paz nuestro querido compañero; en las operaciones militares kalibeñas las balas le respetaron; en la epidemia grippal el imperceptible microbio ha sido más cruel, ha ocasionado su muerte; su recuerdo será el que quedará grabado nuestra memoria (3).
Francisco Pérez Cuadrado
LOS MÁRTIRES DE LA EPIDEMIA
Al publicar la revista “Guipúzcoa Médica” los retratos de los doctores Loidi, Zubeldia y Gurruchaga, cumple un deber de amistad a tan queridos como malogrados compañeros.
Foto 9 Los médicos José Francisco Loidi Zulaica, Francisco Zubeldia Urruzola y José Luis Gurruchaga Martiarena. Guipúzcoa Médica Año III. Número 32. Página 335 de diciembre de 1918
La muerte, siempre sentida, que deja como estela la tristeza, lágrimas y luto en las familias, lo es mucho más cuando esto sucede en personas jóvenes y robustas, en el pleno goce de sus facultades; cuando van realizándose las halagadoras esperanzas de la juventud y cuando vencidas las borrascas de la vida se crea una familia, una posición independiente y un nombre honrado santificado por la ciencia (4).
DOCTOR JOSÉ FRANCISCO LOIDI ZULAICA
Fue el estudiante aplicado y querido por sus profesores y condiscípulos de Valladolid. Al licenciarse regresó a su patria chica, a sus queridas montañas vascas, obteniendo la plaza de titular en Vidania y Goyaz donde ejerció hasta la hora de su muerte, demostrando este hecho dos cosas, una el cariño que le tenía el vecindario, y otra su constancia y modestia adaptándose a las costumbres de Vidania a pesar de tener en distintas ocasiones ofertas de partidos y ciudades más cómodas y remuneradoras.
Un enfermo de Navarra fue causa de su contagio; durante varios días soporto con entereza su enfermedad visitando a centenares de enfermos de la gripe, hasta que rendido, agotadas sus fuerzas, y herido de muerte por la bronconeumonía tuvo que guardar cama, entregando su alma al Señor el 26 de septiembre, a los 37 años de edad.
De carácter sencillo, costumbres caritativas y cumplidor de su deber paso por este mundo haciendo el bien sin distinción de clases, no dejando al morir enemigos y sólo muy buenos recuerdos (4).
Foto 10 Esquela del médico José Francisco Loidi Zulaica. El Pueblo Vasco. Diario Independiente. 29 de septiembre de 1918
DOCTOR FRANCISCO ZUBELDIA URRUZOLA
Las efemérides de la epidemia grippal en Tolosa registran la pérdida de este joven médico, que si pocos años ha ejercido fueron los bastantes para que se destacara su personalidad médica (4)
Licenciado a la edad de 24 años con nota de sobresaliente, fue solicitado por el pueblo de Berástegui para visitar a los enfermos mientras estuviera vacante la plaza del médico, pero las simpatías y el acierto en el tratamiento de los enfermos le obligaron a aceptar la titular que por unanimidad le concedieron. El natural anhelo de ensanchar su campo de acción y su predilección por las enfermedades del aparato digestivo, hicieron que a los dos años renunciase a la plaza para trasladarse a Barcelona, donde asistiendo a las clínicas y laboratorios, y estudiando al lado de los grandes maestros dominase la especialidad y volviese a su ciudad natal para abrir un gabinete de consulta (4).
Foto 11 Esquela del médico Francisco Zubeldia Urruzola. El Pueblo Vasco. Diario Independiente. 5 de octubre de 1918
Pronto conquistó una extensa clientela; le abonaba para ello su aplicación, su modestia y el concepto que tenía de la profesión, hasta el extremo que, estando ya contagiado de la grippe y dispuesto a retirarse; al recibir un aviso del doctor José Luis Cendoya Beroitz para que le sustituyera por haber caído enfermo, lo considera como un deber de conciencia y compañerismo y acude a la llamada, visita a los enfermos y al regresar a Tolosa se mete en la cama para no levantarse más, falleciendo el 4 de octubre a la edad de 29 años.
Este es el hombre arrebatado prematuramente a la ciencia y en el que todos veíamos una futura gloria de la medicina guipuzcoana.
DOCTOR JOSÉ LUIS GURRUCHAGA MARTIARENA
Era natural de San Sebastián. Las asignaturas de la carrera están adornadas con brillantes notas; se licenció en el año 1903, pero antes de ejercer consideró muy conveniente practicar durante un año en el Hospital General de Madrid al lado del eminente clínico el doctor Giol del Valle, estudiando en el libro abierto de la naturaleza las diversas enfermedades que se presentaban en la clínica.
Adquiridos los conocimientos prácticos, ya que los teóricos los dominaba perfectamente, vino a Guipúzcoa, estableciéndose como médico libre en el pueblo de Usurbil (Gipuzkoa) donde ejerció durante siete años.
Se casó con doña Ana María de Iturria y Gascue, teniendo un hijo llamado José Luis como su padre.
Pero la Medicina General no le satisfacía, su deseo para especializarse y para conseguirlo, se trasladó a París ingresando en la Clínica Tarnier, teniendo como maestro al doctor Bar que le impuso en la difícil especialidad de partos.
En 1914 se estableció en San Sebastián, adquiriendo desde el primer momento una extensa clientela y siendo solicitado por sus compañeros para las más difíciles intervenciones tocológicas, que siempre resolvía favorablemente.
Foto 12 Esquela del médico José Luis Gurruchaga Martiarena. El Pueblo Vasco. Diario Independiente. 1 de octubre de 1918
Las simpatías de que gozaba entre la clase médica le elevaron a los cargos de Vocal y Tesorero del Colegio Médico de Gipuzkoa.
Fue una de las primeras víctimas de la epidemia grippal; como otros muchos especialistas, al ver tan gran número de enfermos y el trabajo que pesaba sobre todos; se dedicó en tan críticas circunstancias a la visita general en los domicilios, contagiándose con los primeros casos, falleciendo de bronconeumonía el 30 de septiembre, a los 43 años de edad (4).
Era un buen compañero, y un gran profesional, siendo su característica la caridad y la sencillez en sus costumbres y en el trato con los enfermos.
Reiteramos a las distinguidas familias de nuestros malogrados compañeros nuestro sentido pésame. La sencilla ceremonia de recuerdo, tejida con estas mal hilvanadas líneas, es una débil prueba de nuestro cariño y de lo mucho que se les quería en el Colegio Médico Provincial, del cual fueron unos de sus más entusiastas defensores (4).
Doctor Francisco Pérez Cuadrado
NUESTRA SITUACIÓN SANITARIA
Importantes acuerdos
Con objeto de ratificar la misión que le fue confiada a la Comisión de Caridad y de adoptar las medidas que proponían para atajar la epidemia de la grippe, ayer a las siete de la tarde del día 4 de octubre, se reunió en sesión extraordinaria el Ayuntamiento de San Sebastián. Asistieron dieciséis concejales y el Alcalde señor Mariano Zuaznabar (5).
La sesión duró algo más de una hora y en ella se cambiaron impresiones sobre la conducta que debe observarse ante la epidemia reinante. Desde luego, los acuerdos adoptados ayer por el Ayuntamiento han de llevar a las innumerables familias necesitadas, en cuyo seno hay enfermos, la tranquilidad y el respiro tan necesarios en estos dolorosos momentos.
Foto 13 Es digna de todo aplauso la idea del Ayuntamiento de San Sebastián de utilizar las “Escuelas Munipales de Viteri” (inauguradas en 1905) de Gros como hospitalillos, descongestionando así esas míseras buhardillas en que gimen acosados y hacinados por la enfermedad de la grippe y por el hambre los infelices desheredados de la fortuna. 1918
El Alcalde señor Mariano Zuaznabar dio cuenta a los reunidos del objeto de la sesión extraordinaria, exponiendo la absoluta necesidad de que el Ayuntamiento no abandone a las familias necesitadas, para las que, especialmente en el periodo de convalecencia, tan precisos son los alimentos.
Añadió que en estos momentos, el Ayuntamiento no debe vacilar de ninguna manera en los considerables gastos que el subvenir a las necesidades de las familias pobres ha de ocasionarle, porque es un deber de humanidad obrar en la forma propuesta por la Comisión de Caridad (5).
En el debate intervinieron varios señores concejales, entre ellos el señor Rebollar, quien manifestó que había llegado la hora de hablar claramente al pueblo, como debía hacerse desde un comienzo, sin ocultar el verdadero estado sanitario de la ciudad. Cree que si antes se hubiera procedido de esta forma, la epidemia no hubiera alcanzado las proporciones actuales y que es preciso, tanto por humanidad como por evitar la propagación de la epidemia, acudir en socorro de cuales están enfermos tres o cuatro de sus miembros.
También expuso su creencia de que hay que procurar que llegue al pueblo la sensación exacta del doloroso trance por el que atravesamos, para que el vecindario se dé cuenta de ello y socorra a estas familias necesitadas, contribuyendo a engrosar la suscripción abierta que pasa de 17.000 pesetas (5).
Foto 14 Recogida de alimentos y ropa en la calle Aldamar de San Sebastián. Aparecen en la foto la sucursal de la Caja de Ahorros Municipal y el Mercado de la Bretxa. Foto Ricardo Martín, 1918
A continuación se adoptaron los siguientes acuerdos:
Proceder a la impresión de unos vales individuales, mediante los cuales se entregará a sus poseedores 500 gramos de pan, un litro de leche, 250 gramos de carne y cinco kilos de carbón vegetal.
Del reparto de estos vales quedan encargados los concejales, que serán asesorados por los médicos de las necesidades de las familias. Hoy serán entregados ya, a cada concejal 100 vales para dichos artículos y cuando hayan terminado su reparto, podrán pedir más a la Comisión de Caridad. Se convino en que este acuerdo se interprete con verdadera largueza, en el sentido de que cuando una familia, compuesta de numerosos miembros tenga grandes necesidades, se le dé, si es preciso doble número de vales, todo ello subordinado al criterio y conciencia de los médicos y concejales (5).
Foto 15 En el Asilo Reina Victoria de San Sebastián, no ha ocurrido ningún caso de grippe. Se ha prohibido toda clase de visitas a fin de evitar el contagio. 1918
Los vales serán entregados únicamente a las familias necesitadas donde haya enfermos o convalecientes.
Se acordó igualmente que las Escuelas Públicas Municipales sean destinadas a la hospitalización de aquellos enfermos atacados por la epidemia, que residan en habitaciones, en las que, bien por no reunir condiciones higiénicas o por ser reducidas en relación al número de sus moradores, no sea conveniente la permanencia del enfermo. En cada Escuela se instalarán 50 camas y los enfermos tendrán un médico fijo por su asistencia.
Se instará al vecindario y a los hoteleros para que faciliten las camas con sus ropas.
Asimismo, se acordó que se suspendan los conciertos nocturnos en el paseo del Boulevard, para que la música no produzca penosa impresión en las casas donde haya enfermos. A propuesta de los doctores señores Manuel Zaragüeta, Angulo, Miguel Kutz e Ignacio María Barriola, se acordó nombrar una Comisión para que visite al ministro de Estado, con objeto de solicitar del Gobierno el cierre total de la frontera para los no españoles y la rigurosa desinfección de éstos (5).
Finalmente, se acordó solicitar que la Diputación contribuya con alguna cantidad a los gastos que originen todas estas medidas.
Foto 16 Hospital Civil San Antonio Abad visto desde la Avenida de Navarra de San Sebastián
HOSPITAL CIVIL SAN ANTONIO ABAD
La Dirección de este benéfico establecimiento se ha preocupado seriamente de la epidemia reinante, y una de sus primeras medidas ha sido el aislar a los enfermos de grippe de otras enfermedades para impedir así el contagio.
La Junta de Patronato, sin reparar gastos de ningún género, ha comprado cuántas camas han hecho falta, hasta el punto de que no se haya negado la entrada a ningún enfermo que en forma debida se ha presentado a sus puertas.
Merced a todas estas medidas, puede afirmarse que los enfermos está muy atendidos, mucho mejor que en las viviendas de los pobres, y el resultado es, que en estos últimos días, el número de fallecidos no guarda proporción con los del resto de la ciudad. Ayer y anteayer, en dos días completos, murieron solo tres personas, caso corriente en un establecimiento que cobija ordinariamente más de trescientos enfermos (5).
Foto 17 Enfermera en el gabinete de electricidad médica y diatermia en el Hospital Civil de San Antonio Abad. Foto Ricardo Martín, 1919
Para impedir el contagio, ya que el hospital puede decirse está casi exclusivamente dedicado a la grippe, se aconseja a las familias de los enfermos procuren hacer las menos visitas posibles, pudiendo tener la seguridad que la Dirección del Hospital se encargará de avisar a las familias cuando se note alguna gravedad en los enfermos. Fuera de las familias, mientras dure la epidemia, se prohíbe la entrada a los amigos que vayan a visitar a cualquier clase de enfermos.
La venta de leche
Ayer se repitieron los incidentes con motivo de la venta de leche. El alcalde ha prohibido que se venda este artículo en tabernas, tiendas de ultramarinos, y otros establecimientos. Solamente podrá venderse en las lecherías y al precio de 50 céntimos el litro.
Para los médicos
El alcalde ha solicitado de las Compañías de Tranvías que faciliten pases gratuitos a los médicos, mientras duren las actuales circunstancias, con objeto de proporcionarles las mayores facilidades para la asistencia a los enfermos.
Comisión Permanente
La Comisión Permanente sigue reuniéndose todos los días para organizar debidamente los servicios asistencia médica por zonas, siendo el único centro hábil para las llamadas la Inspección Municipal situada en la calle Garibay.
También se ocupa con preferencia de proporcionar mantas, ropas, etc., que precisan los enfermos necesitados.
Foto 18 Practicantes en la parte de atrás del jardín del Hospital Civil de San Antonio Abad de San Sebastián
Practicantes
Todos los practicantes y personas que deseen contribuir a la asistencia de los enfermos pueden presentarse a las ocho y media de la noche en la Inspección Provincial del Gobierno Civil (5).
Bibliografía
1.- La pandemia gripal de 1918 en Gipuzkoa. Libro Cien Años de Medicina en Guipúzcoa 1899 – 1999. José María Urkia Etxabe. Página 95. Depósito Legal: SS-473/1999
2.- La pandemia gripal de 1918 en Gipuzkoa. Libro Cien Años de Medicina en Guipúzcoa 1899 – 1999. José María Urkia Etxabe. Página 197. Depósito Legal: SS-473/1999
3.- Guipúzcoa Médica. Año III. Número 31. Páginas 301 a 307. San Sebastián. Noviembre de 1918
4.- Guipúzcoa Médica Año III. Número 32. Páginas 333 a 335 de diciembre de 1918
5.- El Pueblo Vasco. Diario Independiente. Año XVI. Número 5.684. Página 3 y 5. Sábado 5 de octubre de 1918
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019
Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020
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