Génesis
de la unificación profesional de las clases sanitarias auxiliares (1915 – 1980)
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1 Portada del libro Practicantes vs Enfermeras de José Antonio Ávila Olivares y
José Martín Barrigós
Autores:
José Antonio Ávila Olivares y José Martín Barrigós
El
libro consta de 390 páginas distribuidas de la siguiente manera:
Prólogo
Introducción
Capítulo I.
1896. El detonante del conflicto
Solidos
pilares frente a metas contradictorias.
Acritud
y radicalismo.
Una
visita oficial.
Las
Enfermeras del Dispensario Médico de Santa Isabel. San Sebastián
“Asociación
de Enfermeras María Cristina”.
Capítulo II.
Se oficializan las enseñanzas de las enfermeras
La
versión de las Siervas de María.
¿Cómo
y dónde surge la idea? ¿Es su ámbito exclusivo para Madrid?
La
airada ofensiva de los practicantes.
Atropello
inaudito.
Capítulo III.
Los practicantes demandan a las enfermeras
Primera
propuesta de unificación.
Un
ministro singular e irresponsable.
Primera
promoción de enfermeras profesionales.
Escuela
de Enfermeras de la Cruz Roja Española.
Las
Escuelas de Barcelona.
Sentencia
desfavorable.
Capítulo IV.
Los practicantes pierden el pleito: Consternación general y reacciones
Otro
varapalo del Gobierno.
Confusión
de facultades.
La
Gran Asamblea del 21.
1922
el año de las Hijas de la Caridad.
Las
enfermeras de San Vicente de Paúl.
Capítulo V.
Propuesta de Auxiliar único con especialidades
Las
enfermeras visitadoras de Sanidad, también llamadas “Higias”.
La
Asamblea Nacional de Clases Sanitarias.
Capítulo VI.
La dictadura de Primo de Rivera: El General Martínez Anido y su apoyo a los
practicantes
Momento
cumbre.
La
razonada y pragmática propuesta de Enrique Marzo.
La
debacle de los Practicantes. ¿El principio del fin?
Capítulo VII.
La Colegiación Oficial Obligatoria: Los Colegios de Practicantes se oficializan
Capítulo VIII.
Las enfermeras se organizan
Concepto
de la enfermera.
Soluciones.
Dos
puntos de vista contrapuestos.
Enfermeras
e la Casa de Salud Valdecilla. Santander.
Las
visitadoras sanitarias.
Las
enfermeras ganan otra batalla.
La
Guerra Civil Española (1936 – 1939).
Mercedes
Milá Nolla.
Capítulo IX.
Reorganización de las profesiones sanitarias y su unificación
Una
propuesta conciliatoria.
Una
reflexión muy perspicaz.
Asociación
Profesional de Enfermeras Españolas.
Unificación
de los estudios de las profesiones auxiliares sanitarias.
Hoy
día Mundial de la Salud.
Las
Enfermeras quieren ser equiparadas a los A.T.S.
Bibliografía
Fotografías
Anexos
En
el Prólogo nos cuenta el enfermero y documentalista Carlos C. Álvarez Nebreda que el estudio, aunque se centra
fundamentalmente en el conflicto existente entre los practicantes y las enfermeras,
profundiza en áreas de competencias, evidencia la relación de fuerzas de la
profesión con respecto a los poderes políticos, científicos, sus estrategias
para conseguir sus fines, los argumentos establecidos en las correspondientes
asambleas de practicantes para defender sus posicionamientos, nos da a conocer
las revistas y medios periodísticos más importantes utilizados por nuestros
compañeros, en este caso ambos, enfermeras y practicantes, la poca organización
de las enfermeras, la lucha por la consecución de disponer de colegios
profesionales propios «al igual que los médicos», cómo se vivió su consecución,
el desastre de la guerra, la posguerra, la evolución de los distintos planes de
estudios de unos y de otros y, por último, su unificación en esa extraña figura
denominada Ayudante Técnico Sanitario (ATS), única en el mundo, al igual que la
de practicante, y que todavía hoy nos persigue como la sombra al cuerpo. Aún
hoy salen reseñas mencionando a los ATS en boletines oficiales, concursos de
traslados, de méritos, en los distintivos de las nóminas, etc., no dejando de
sorprender que todavía se siga reconociendo una figura tan postergada.
En
la Introducción nos dicen que en los anales de la Historia de la Enfermería
Española, por su renuencia y duración, descuella de manera notable la larga
lucha de los practicantes por impedir su homologación profesional con las
enfermeras, a las que desde el principio consideraron un peligro laboral
intrusista al que era imprescindible erradicar.
Conflicto
de contumaz beligerancia, que arranca en 1896 con la creación de la Real
Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría, por el Dr. Federico Rubio y
Galí. Se va a mantener latente 84 años, con episodios puntuales de patente
acometividad, más allá de diciembre de 1953, fecha en la que se produce la
unificación de iure de las tres ramas sanitarias auxiliares existentes
(practicantes, matronas y enfermeras) en la nueva figura del Ayudante Técnico
Sanitario (ATS), pero de facto no quedará totalmente concluido hasta que en
diciembre de 1980 se produzca la finalización del plazo extraordinario de
gracia para la convalidación de las antiguas enfermeras (Real decreto
1421/1980, de 6 de junio).
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2 Primera Promoción de Ayudantes Técnicos Sanitarios Femeninos. Residencia
Sanitaria Nuestra Señora de Aranzazu en San Sebastián, 1964
Esta
confrontación histórica, de cuyo acontecer y desarrollo trata el presente
trabajo, se ha puesto de actualidad en 2015, año en que se cumple un siglo de
la oficialización del título de enfermera. Efemérides de un acontecimiento que
desencadenó una numantina defensa de sus derechos por parte de los practicantes
españoles, aquel 21 de mayo, fecha en que la Gaceta de Madrid, número 141,
publicó la R.O. por la que autorizaba “para ejercer la profesión de enfermera”
en España, conforme al programa que se acompañaba.
Este
importante documento de alguna manera constituye el alegato final de la
mencionada contienda que, mediando el reconocimiento oficial del fracaso de sus
estrategias y operaciones, los practicantes españoles no tienen más remedio que
optar por firmar el armisticio de su claudicación, conscientes por fin de que
lo razonable, cuando no es posible vencer al adversario, la mejor solución es
unirse a él.
Pero
nuestro objetivo es precisamente el estudio historiográfico de la concatenación
de los hechos y circunstancias que avocaron a este desenlace, sobre el que
podemos adelantar ya que, si bien no toda su causalidad puede atribuirse a los
errores cometidos por la cúpula nacional corporativa de los practicantes, sí
pondremos en evidencia que fue subsidiaria de los mismos en un elevado
porcentaje, al empecinarse en un enroque que minusvaloró el poder de influencia
de sus antagonistas, así como las corrientes sociológicas de la primera mitad
del siglo XX, décadas en las se fueron produciendo cambios sustanciales en el
devenir de la sociedad española y europea, al tiempo que se conseguían
progresos notables en sanidad y en las ciencias de la salud.
Si
bien, tantos años después y tantos avatares vividos, en el contexto del tiempo
en que estamos, es evidente que no se puede considerar ningún fracaso la
evolución profesional seguida por aquellos practicantes que, en su tiempo, se
consideraron vencidos por las enfermeras. Sus sucesores inmediatos, los A.T.S.
han podido constatar que la deriva de su carrera ha sido muy positiva, tras las
sucesivas ampliaciones de progreso, hasta su plena integración en la
Universidad.
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3 Ayudantes Técnicos Sanitarios Femeninos, el día que se inauguró la Residencia
Sanitaria Nuestra Señora de Aranzazu en San Sebastián el 13 de agosto de 1960
Al
desafortunado asunto del recurso contencioso administrativo que la Federación
Nacional de Practicantes interpuso contra la Real Orden de 5 de mayo de 1915,
que creaba de manera oficial la profesión de enfermera, Ávila (2011: 402 - 404)
en su tesis doctoral Evolución histórica del movimiento colegial de Enfermería:
El Colegio de Alicante, detalló minuciosamente este litigio y publicó en los
Anexos de la misma el texto completo de la sentencia contraria a los intereses
de los practicantes, desvelando los costes detallados de esta operación.
Ventosa Esquinaldo (2013) en su reciente trabajo Pugna por la unificación de
los Practicantes, Matronas y Enfermeras en una sola profesión, estructura en
seis fases del recorrido final hacia la unificación desde 1944 a 1978 y estudia
los hechos significativos de cada una de ellas con detenimiento y fruición.
Calvo-Calvo (2014) en La reacción de los colegios oficiales de practicantes a
la creación de la enfermera titulada en 1927, estudia las acciones de oposición
de los practicantes a la Real orden de 24 de febrero de 1927, partiendo de
fuentes hemerográficas.
Muchos
de los documentos consultados tienen un especial valor histórico, por su aporte
esclarecedor de las causas que originaron determinados acontecimientos e
influyeron decisivamente en el devenir del proceso. Razón por la cual, hemos
juzgado que, al no poder citarlos completos en el texto, deberíamos
publicarlos, agrupados en un Anexo, para así facilitar su consulta.
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4 Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría del Dr. Federico Rubio y
Galí en Madrid. 1 de octubre de 1896
Capítulo I. 1896. El
detonante del conflicto
El
detonante de este conflicto, como es sabido, arranca con la creación, en Madrid
el año1896, de la Real Escuela de
Enfermeras de Santa Isabel de Hungría por el doctor Federico Rubio y Galí. Institución nacida con el objetivo de
instruir a mujeres seglares en el «arte
de atender y cuidar de modo artístico y científico, dándoles para ello la
enseñanza de conocimientos necesarios, adquiridos en el período de internado
suficiente» (López Piñero, 1983: 270). Periodo tras el que las alumnas
obtenían un certificado de aptitud, al cabo de los años de servicio, que les
permitía ganarse la vida asistiendo enfermos, conforme al modelo anglosajón que
su fundador había conocido en su prolongadas estancias en el Reino Unido. «Se ha citado la posibilidad de que, durante su
larga estancia en Londres, Federico Rubio hubiese visitado la Escuela del Hospital
St. Thomas, fundada por Florence Nightingale, y que esto hubiese influido de
algún modo a la hora de crear su Escuela en Madrid».
Aprendían:
“Sencillez, humildad, paciencia y, sobre
todo, respetabilidad de conducta y porte para igualarse, como no podía ser
menos, a personas respetables, a saber, médicos, abogados y sacerdotes. Por
otra parte, el hacerse enfermera era un medio decoroso de vida. Ante todo la
enfermera debía: obediencia al médico, auxiliarle y ejecutar las órdenes del
tratamiento para que las operaciones lleguen a buen fin. La mujer enfermera
debía formar una familia tanto dentro del hospital como fuera, ya que la mujer
era la otra mitad. Ser buena madre de familia, consagrando su vida a los demás
y sintiendo paz interior” (Sellán Soto, 2006).
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5 Enfermeras de la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría en el
homenaje al Dr. Rubio. Foto cedida por la Fundación María Teresa Miralles
Sangro
En
1880, Federico Rubio funda el Instituto de Terapéutica Operatoria en el
Hospital de la Princesa en Madrid, con el objeto de impulsar la enseñanza
de las especialidades quirúrgicas. Unos años más tarde, a mediados de 1894, el
Dr. Rubio, comienza a gestar la idea de trasladar el citado instituto a unos
terrenos ubicados en la actual Ciudad Universitaria de Madrid o Campus de la
Moncloa.
En
1896 se inicia la construcción del edificio con el diseño del arquitecto Manuel
Martínez Ángel. Es en esta fecha cuando, una vez acabado el edificio que acogía
al nuevo Instituto, ahora llamado Instituto de Técnica Quirúrgica y Operatoria,
el Dr. Rubio funda en sus instalaciones la Real
Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría. Fue la primera escuela
para enfermeras laicas en España, aunque los estudios de enfermería no se
regularizaron formalmente en España hasta el 7 de mayo del 1915.
Cuarenta
años antes, los ejercientes del oficio de sangradores, conocidos socialmente
como ministrantes (Ávila, 2010), habían obtenido un extraordinario
reconocimiento profesional al aprobarse la Ley de Instrucción Pública (9 de
septiembre de 1857), más conocida como la Ley Moyano debido a que este era el
nombre del Ministro de Fomento (Claudio Moyano Samaniego), durante su tramitación
y aprobación. Art. 40 Queda suprimida la enseñanza de la Cirugía menor o
Ministrante.
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6 Doctor Federico Rubio y Gali, con otras personalidades
El
Reglamento determinará los conocimientos prácticos que se ha de exigir a los
que aspiren al título de practicante. La Ley Moyano, en su artículo 40, había
instituido el título de Practicante. Posteriormente, la Real orden de 26 de
junio de 1860 determinó los conocimientos prácticos que debían exigirse a los
aspirantes al citado título de Practicante, otorgándoles funciones idénticas a
las que venían realizando pero ahora con una formación de base obtenida en las
Facultades de Medicina. De hecho obtuvieron del Estado el privilegio de pasar
de un oficio servil a una profesión liberal con título del que siempre se
sintieron orgullosos a pesar de que sólo les habilitara para muy poco pues, a
caballo entre cirujanos y médicos, sus funciones eran muy limitadas y además
estas fueron menguando al perder el arte del dentista y el arte de los partos,
circunscribiéndose a inyecciones y curas externas propias de la Cirugía Menor.
A pesar de lo cual, pronto se autodefinieron y reclamaron como los únicos
auxiliares de los médicos.
Por
lo que se refiere a la enfermera, en un país eminentemente católico como
España, la asistencia a los enfermos en los hospitales había estado atendida
por personal religioso perteneciente a las órdenes religiosas que existían con
este carisma, hasta producirse las desamortizaciones de Mendizábal (1820 - 1823),
Espartero (1851) y Madoz (1855), tras las cuales, dicha responsabilidad fue
traspasada a las corporaciones municipales. Pero estas instituciones, carentes
de recursos y de experiencia, encargaron la función de enfermera a mujeres sin
formación específica y en gran mayoría analfabetas.
Entre
la clase médica, esta situación era objeto de preocupación y, por cuenta
propia, tomaron algunas iniciativas, entre las cuales la más sobresaliente fue
la del doctor Federico Rubio y Galí, en el Instituto Quirúrgico de Terapeútica
Operatoria del Hospital de la Princesa de Madrid, en el que crea el cuerpo de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría.
Incorporaba mujeres laicas, viniendo a ser la reafirmación moderna de la
corriente ancestral que desde siempre, tanto en el seno de las familias como de
la tribu, reservaba a las mujeres el cuidado y atención de los enfermos y
desvalidos. Aspecto éste que los practicantes, al parecer, desecharon o no
quisieron ponderar con inteligencia y perspicacia y que, sin embargo, el
profesor Siles lo ha considerado como el rol biológico de la mujer: “Las enfermeras, por antonomasia, son las
herederas del rol biológico constituido por el arte de cuidar enfermos, niños,
ancianos y heridos”.
Para
formalizar su matrícula en la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de
Hungría, fundada en 1896, se necesitaba:
Ser
mayores de veintitrés años y menor de cuarenta y tres. O, siendo menores,
licencia paterna, saber leer, escribir, sumar y restar. Estar sanas, vacunadas,
ser aseadas y de buenos modales y conducta. Matrícula y calificación serán
gratuitas.
Recibirán
las siguientes enseñanzas:
1º.-
Nociones de higiene. 2º.- Higiene personal. 3º.- Nociones generales de
Infección y Desinfección. 4º.- Arte de la Asepsis. 5º.- Arte de manejar y
cuidar enfermos. 4º.- Arte de cocinar para los mismos. 6º.- Lavado y planchado.
7º.- Rapar, afeitar y amasar. 8º.- Arte de curar asépticamente úlceras y
heridas. 9º.- Arte de aplicar apósitos, vendajes, tópicos e inyecciones. Estas
enseñanzas serán prácticas y sobriamente orales.
Las
alumnas contraen la obligación, durante
1º.-
De obedecer las órdenes que corresponden a los deberes de sus cargos.
2º.-
No entablar conversaciones. Guardar silencio. No replicar. Contestar sí o no y
brevemente a lo que se le pregunte.
3º.-
Asistir a las visitas de las enfermerías, salas de operaciones, guardias
diurnas, dispensarios, cocinas y lavaderos, según sus turnos.
A
las alumnas internas se les exigía las mismas condiciones que a las externas,
teniendo preferencia las “mujeres
desamparadas” y recibían gratuitamente, además de las enseñanzas, «casa, vestido uniforme, asistencia en
enfermedades y ración de la sobrante de los enfermos».
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7 Enfermeras de la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría en el
homenaje al Dr. Rubio. Foto cedida por la Fundación María Teresa Miralles
Sangro
Además
habían de observar las prácticas cristianas e higiénicas siguientes:
Se
levantarán a las cinco de la mañana. Mientras se visten en el dormitorio común,
rezarán el Bendito, el Padre Nuestro, la Salve y el Credo. Seguidamente se
arrodillarán ante la imagen de Santa Isabel de Hungría y dirán la siguiente
oración «Por los méritos de su santidad,
consigamos la gracia de Dios, para que imitemos tus virtudes y tu caridad para
con los enfermos». Acto continuo pasarán al local de baños y cada una en su
departamento aislado, tomará un baño de lluvia, cubierta con el peinador y
guardando su propia honestidad. Después de friccionarse brevemente, se vestirán
y repartirán a sus respectivos servicios, diciendo mentalmente: «Como el agua lava el cuerpo, sí las buenas
obras laven mi alma y la libren de infección».
El
número de admitidas era veinticuatro, de las cuales solo ocho podían ser
internas. El Reglamento abunda en detalles verdaderamente curiosos, haciendo
hincapié en los aspectos de perfeccionamiento personal y vida de piedad, debido
sin duda al acendrado cristianismo de su fundador y a su condición de masón.
La
reacción de los practicantes, a través de la Junta Central de los Colegio
Unidos, fue casi instantánea, dirigiendo su petición de ayuda a la corporación
médica y sus protestas a los Poderes públicos. Por otra parte la prensa
profesional existente era también escasa, con ninguna capacidad de influir en
la opinión pública y mínimamente en los pocos practicantes suscriptores de sus
publicaciones. Así pues, pocos se apercibieron, en un principio, de la
trascendencia de la creación del doctor Rubio, que respondía a una corriente
moderna para dotar a los hospitales de efectivos femeninos con la necesaria
formación médica y quirúrgica para cuidar y asistir a los enfermos, vigilando
que tanto las condiciones sanitarias de las instalaciones como las atenciones a
los pacientes coadyuvaran a potenciar la efectividad de las intervenciones y
tratamientos médico quirúrgicos. Una función que superaba ampliamente a las que
tenían encomendadas los practicantes, pese a su titulación en las Facultades de
Medicina. Con la salvedad, por otra parte, de que su título de Practicante era
privativo de nuestro país, único en el mundo frente a la denominación enfermera
que, por la potencia colonial de Inglaterra, Holanda y Francia, se había
impuesto en los cinco continentes.
Las
enfermeras del Dispensario Médico de Santa Isabel
Pero
no sólo aparecerá la iniciativa del doctor Rubio; aunque con menos relevancia
mediática, Manuel Solórzano nos ha
dado a conocer la que se llevó a cabo en la ciudad de San Sebastián (Guipúzcoa)
en 1909: el “Dispensario Médico de Santa
Isabel, gratuito para los pobres de San Sebastián”, fundado por tres
médicos franceses, los doctores Charles
Vic, Michel Leremboure y Auguste Harriet, y que se mantuvo
abierto hasta el año 1960.
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8 Consultorio del doctor Vic con Enfermeras Aristocráticas. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián,
1909
En
este centro creado para acoger a quienes carecían de recursos para acudir a las
consultas privadas, un grupo de señoras y señoritas voluntarias, pertenecientes
a la aristocracia donostiarra, expertas aunque no tituladas, practicaban curas
e inyecciones y cuidaban de consultas y servicios bajo la inspección de dos
Religiosas Dominicas. Se creó una Junta de Damas de familias donostiarras muy
conocidas, encabezada por Mercedes Arriola, Marquesa de Rocaverde (Presidenta);
Vicepresidenta, doña Luisa Lizariturry de Rezola y su hermana Carmen; doña Inés
Brunetti y Gayoso, hermana del Duque de Arcos; y Secretaria, Laura Aguirre de
Harriet y Tesorera, la señora del doctor Vic.
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9 Consulta del doctor Harriet. Consulta de cirugía, un paciente, tres médicos y
tres enfermeras. Doctor Carmelo Balda, odontólogo en su consulta. Enfermeras en
la Sala de Curas. Dispensario de Santa
Isabel de San Sebastián, 1909
La
endémica guerra de Marruecos se recrudeció virulentamente el año 1909 y la
prensa difundió diversos actos de heroísmo que se produjeron en algunos de sus
combates. De ahí que algunas damas y señoritas de San Sebastián se ofrecieran
para ayudar a los médicos militares en su cometido. Pero como carecían de conocimientos
sanitarios, no teniendo nociones de enfermería, surgió la idea de reunir a
aquellas voluntarias e instruirlas, aprovechando también la oportunidad para
crear un centro gratuito de consultas médicas. El doctor Vic conocía en su país
a grupos de voluntarias de este tipo, formadas según las normas establecidas
por la Cruz Roja Francesa y siguió este mismo procedimiento, creando “una
pequeña escuela” en la que se impartieron curso de mañana y tarde a
estas señoras y señoritas que practicaban en el Dispensario. «Los sábados, por
la tarde, había consultas de medicina general. Los médicos daban instrucciones
a las enfermeras que, bajo la dirección de la Madre Mauricia, aplicaban y
ejecutaban las prescripciones de los doctores. En cirugía y oftalmología,
ayudaban las enfermeras preparando todo el instrumental de curas, hacían curas,
vendajes, gasas, esterilizantes, etc. y, fuera de los días de consulta, hacían
las curas a los enfermos. […] Asistían también a las consultas y si había que
aplicar ventosas, poner inyecciones o realizar curas, lo hacían ellas. […] Eran
precisamente esas señoritas de la buena sociedad las que con los médicos
labraron el prestigio de la entidad, asegurando su próspera vida. Prueba de
dicho prestigio, la visita realizada al centro por S. M. la Reina María
Cristina de cuya resulta creó el Cuerpo de Damas de la Cruz Roja para atención
de su Hospital y Dispensario» (Solórzano, 2002).
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10 Consultorio del doctor Vic con una madre con su bebé y las Enfermeras
Aristocráticas. Dispensario de Santa
Isabel de San Sebastián, 1909
Ávila
(2011) da cuenta de un hecho que, aun pudiera parecerlo, no es en absoluto
anecdótico, dado que en realidad constituyó la primera acción corporativa que
tiene trascendencia pública en la historia de las enfermeras españolas. Es
oportuno traerlo a colación aquí debido a que sentó un precedente, con
repercusión cierta en la decisión del legislador de establecer oficialmente la
profesión de enfermera en mayo de 1915. En 1913, por iniciativa de la Reina
Madre Dña. Mª Cristina, se constituyó en Madrid un Patronato que consiguió la
puesta en servicio del Hospital de San
José y Santa Adela, cuyas obras llevaban tiempo paralizadas, dedicándolo
inicialmente a la asistencia de sirvientas y posteriormente a la atención de
los soldados heridos con motivo de la Guerra de Marruecos. En él van a actuar
como voluntarias para atender a los heridos una serie de damas y señoritas,
procedentes de la alta sociedad madrileña, que pronto serán conocidas como
Enfermeras de ese Hospital. Estamos ante el factor determinante y germen del
principio de una asociación de enfermeras, y no habrán de transcurrir muchos
meses para que cobre efectividad, como veremos. Así, en noviembre de 1914, el
Órgano oficial de difusión de los Practicantes transcribe un artículo de prensa
que informa de la existencia de la «Asociación
de Enfermeras María Cristina» e informa que ha sido creada en Madrid, que
merece la protección de todos y que está constituida por las Enfermeras que han
terminado sus estudios en el Instituto de Terapia Operatoria del Dr. Rubio y
por las voluntarias del Hospital de San José y Santa Adela. Ofrecemos su
contenido al pie de la letra:
“Asociación
de enfermeras María Cristina”
Con
este título existe en Madrid una Asociación que merece la protección de todos,
formada por las enfermeras que han terminado sus estudios en el Instituto Rubio y Hospital de San José y Santa Adela. Su fin es asistir a domicilio a
cuantos necesitan un cuidado asiduo y tratamiento por masaje, inyecciones,
curas etc. Esta Institución, de la que es presidenta doña María Cristina de Habsburgo, y de cuya Junta directiva forman parte
las señoras presidenta de las curadoras del Instituto Rubio, excelentísima
señora doña Carmen Santos, viuda de
Taboada, y la del Hospital de San José y Santa Adela, excelentísima señora Marquesa de Alhucemas, fue fundada
siendo director del Instituto Rubio el sabio e inolvidable Doctor don Eugenio Gutiérrez. Y puede ser un
poderoso auxiliar de los Médicos proporcionándoles un personal capaz de cumplir
cuantas indicaciones técnicas sean necesarias, unidas a una esmerada
asistencia.
Es
esta nueva carrera, un medio decoroso de vida para la mujer, que puede
encontrar ocasión de tener un porvenir de trabajo independiente. Un Montepío,
formado con las cuotas de las asociadas, de las que abona la mitad el
Instituto, les asegura una pensión después de cierto número de años de trabajo,
o si por algún accidente se inutilizara para él.
El
nuevo Director, don Eulogio Cervera
ha acogido con gran entusiasmo la idea de Asociación, y hay que esperar mucho
de su valioso concurso. Las enfermeras llevan uniforme, una insignia y un
carnet de identidad. Las peticiones de enfermeras deben hacerse al Instituto
Rubio (Moncloa, teléfono 1907), a la señora Superiora, y exigir a las
enfermeras entreguen a las familias la hoja de servicio que se ruega sea
devuelta después de llena y firmada directamente al Instituto.
Esta
fue, seguramente, la primera asociación de carácter corporativo, con fines de
promoción profesional, como evidencia la oferta de sus servicios que se incluye
en la información. Hemos de hacer notar que en el mismo número del Boletín en
que aparece la anterior información se incluye la indignada protesta de los
Practicantes que, si bien no se habían privado de manifestar su descontento
desde la creación de la escuela del doctor Rubio, ahora ven confirmados sus
temores y elevan al máximo su tono de protesta por la creación de esta
asociación, en un artículo que titulan «Absurdo inconcebible» y que
reproducimos: Un problema se cierne sobre el horizonte de nuestra profesión,
cuyos graves caracteres amenazan con lo poco que resta de nuestra vida profesional.
Es la puntilla, es la traicionera puñalada que acabará con este organismo;
exangüe de tantas y repetidas sangrías si en un momento de reacción no lo
remediamos.
Las
líneas que copio de la prensa política, y que todos habrán leído, destilan
veneno. La flamante Asociación de enfermeras españolas, organismo que nace,
amamantado por vigorosas figuras médicas y altas personalidades, dará al traste
con la carrera de Practicante, y en buena hora sea, si la figura de éste
desaparece del cuadro de las carreras de España. Por eso, a conseguir que esas
señoritas ejerzan ilegalmente nuestra profesión, media un abismo. Ya en otra
ocasión, prestigiosos compañeros dieron la voz de alerta evidenciando el
peligro; ahora se trata de más, la protesta colectiva ha dado la voz de alarma
en la prensa general rotativa de España; el Ministro de la Gobernación conoce
el asunto, nuestra protesta ha ido al Instituto que confiere cargos, que sólo
al Estado compete y el Juez de guardia tendrá conocimiento de ello, y finalmente,
someteremos a los Tribunales el fallo, para que estos resuelvan. Y por hoy no
más. La situación creada va a abrir el casus beli «Practicantes vs. Enfermeras»
de largo y porfiado recorrido como ya hemos señalado y que constituye el
leitmotiv de este trabajo, como ya ha quedado dicho.
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11 Damas Enfermeras de la Cruz Roja del Hospital María Cristina de San
Sebastián, 1918
Primera
promoción de enfermeras profesionales
Aún
no habían acabado de llegar a su destinatario los escritos y telegramas de
protesta, cuando ya son convocados por la Facultad de Medicina de Madrid, para
el día 25 de junio de 1915, los primeros exámenes de la reválida prevista por
la Real orden para obtener el certificado que legalizará la actividad enfermera
de las Siervas de María Ministras de los Enfermos. En esta primera promoción,
las 36 aspirantes que se presentaban a examen serán todas aprobadas. Escribe M.
A. Calles (Cantaclaro) en el Boletín del mes julio:
Porque no hay más que dos notas, una
aprobada, y otra reprobada de ésta última no hizo falta, y aun quedó quejoso el
Tribunal por no haber podido dar notas de sobresalientes y notables, pues á
boca llena decía el Sr. Decano (que era el Presidente), que habían estado mejor
que muchos de los señores Internos, ¡vaya una flor! El Tribunal lo formaron el
ya mencionado Sr. Decano, D. Francisco Criado, D. Ildefonso Rodríguez,
Catedrático del Doctorado y D. Enrique Pérez Zúñiga. Catedrático Auxiliar de
Patología Médica. Los que las han dado clase, han sido los señores D. Antonio
Simonena, Catedrático de Medicina de la Facultad de Medicina de Madrid, D.
Ramón Giménez, Catedrático de Operaciones y D. Luciano Barajas, Especialista.
Para
estas religiosas el certificado obtenido no iba a suponer ningún cambio en su
diario quehacer humanitario junto a la cabecera del enfermo. Antes no ocupaban puesto alguno en
los hospitales y tampoco iban a hacerlo tras ser aprobadas en la Facultad de
Medicina. Tampoco iban a ejercer por libre como profesionales sanitarios, ni a
ocupar plaza de titulares en los pueblos y aldeas de España. Pero si nos
detenemos a analizar la imagen del certificado que se les expidió, observamos
que, tanto el título (añadido a mano, en su encabezamiento, bajo el membrete de
«Universidad Central») como el texto del cuerpo del documento, sancionan
palmariamente la «Carrera de Enfermeras,
establecida en virtud de la Real orden de siete de Mayo del corriente año».
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12 Primeros Títulos de Enfermería de
las Siervas de María. Estado Vaticano, 15 de junio de 1912. Archivo General, Roma.
Diploma cedido por Sor Jesús Amillano, Sierva de María
Como
bien habían intuido los practicantes, no se trataba sólo de un sencillo e
inocuo certificado, sino de la creación de una carrera oficial que abría la
puerta a otras iniciativas que, a la larga, representarían lo que ellos
consideraban la definitiva muerte anunciada de su profesión. Tales iniciativas
iban a tardar poco en llegar.
Veamos
cómo se producen cronológicamente.
Escuela
de Enfermeras de la Cruz Roja Española
En
1916, el 16 de enero, se promulgó una Real orden por la que se dictaban las
bases para la reorganización de la Cruz Roja Española. Vinculada esta
institución a las casas reales europeas desde el momento de su fundación en
1863 por el filántropo suizo Henry Dunant,
dicha Real orden dispuso que la autoridad suprema en la Cruz Roja
Española la ejercía el Rey y, por su delegación la Reina. Así pues, la reina Victoria Eugenia de Battemberg, esposa
de Alfonso XIII, inglesa de nacimiento y educada en el Reino Unido, en los
primeros días de asumir su cargo como presidenta de la llamada Sección de
Mujeres, creó el Cuerpo de Enfermeras Profesionales y el de Damas Enfermeras
Voluntarias, cuya constitución quedó aprobada por el Real decreto de 28 de
febrero de 1917, así como sus programas de estudio.
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13 Damas enfermeras de la Cruz Roja en el
Gran Casino de San Sebastián. Hospital de Sangre 1924
La
Reina, que conocía la labor de Florense
Nightingale en su país, envió a Inglaterra a Carmen Angoloti, Duquesa de la Victoria, su mano derecha en la
institución, con el fin de que conociera el sistema de formación y el
funcionamiento de la Escuela de Enfermeras que la «Dama de la lámpara» había
creado en el St. Thomas Hospital de Londres para poderlos aplicar en España.
Igualmente, por iniciativa de la reina, se había constituido en 1913 un
Patronato que consiguió poner en marcha el Hospital
de San José y Santa Adela, terminado de construir en 1908, pero sin poder
abrirse durante cinco años por haberse agotado los fondos de la Fundación que
para la construcción de dicha casa de salud había legado Dña. Adela Balboa y Gómez. Inaugurado el
Hospital, en diciembre de 1918 un Real decreto confiere el Patronato fundador a
la Cruz Roja Española, e inmediatamente se habilitaron en él unas dependencias
para una Escuela de Enfermeras y
habitaciones para las cinco alumnas miembros de la primera promoción, con
régimen de internado similar al de la escuela del St. Thomas londinense. Las
primeras alumnas procedían del curso de Damas Enfermeras e ingresaron en el
Hospital-Escuela en agosto de 1918.
La
propia reina, como presidenta de la Asamblea Suprema de la Cruz Roja, «lo que
le hacía dedicar una gran parte de su tiempo, ya que además atendía la marcha
de la Escuela de Enfermeras, a la que asistieron sus dos hijas, las infantas
Beatriz y Cristina de Borbón; trabajando ellas mismas como enfermeras». (García
2009).
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14 Infantas doña Cristina y doña Beatriz. S.M
la Reina Victoria Eugenia con uniforme de enfermera de la Cruz Roja en la
Primera Guerra Mundial
María del Carmen Angoloti y Mesa
(1875 - 1959). Jefa de los Hospitales de la Cruz Roja, Dama de la Reina
Victoria Eugenia de España; esposa del III Duque de la Victoria, Pablo
Montesino y Fernández-Espartero (1868 - 1957), III duque de la Victoria, III
conde de Luchana, Gentilhombre Grande de España con ejercicio y servidumbre del
Rey Alfonso XIII.
Las
Escuelas de Barcelona
En
Barcelona, bajo los auspicios del Montepío
de Santa Madrona, existía una institución que entre sus objetivos
contemplaba el desarrollo social de la mujer mediante la promoción educativa y
laboral. Hay que considerar que en esta época entre las mujeres existía un alto
porcentaje de analfabetas y muy pocas tenían acceso a las escasas profesiones
que se consideraban idóneas para ser ejercidas por mujeres (maestra, matrona,
médico) por lo que en 1917, dicho organismo se decide a crear la Escuela de Enfermeras de Santa Madrona.
«De esta manera –dirá Siles- , se
perseguía alcanzar la emancipación de la mujer dotándola de un trabajo que no
rompiera del todo con los roles tradicionales que la sociedad española de la
época les tenía asignados» (Siles, 1996).
En
dicha Escuela se atendía con especial atención la formación práctica de las
alumnas, orientando sus programas a la formación de dos tipos de profesionales:
enfermeras hospitalarias y enfermeras veladoras.
FOTO 15 Enfermeras de la Escuela de Enfermeras de Santa Madrona
Estas
últimas, con una formación teórica más elemental que las primeras. En ese mismo
año también se funda la Escuela de
Enfermeras Auxiliares de Medicina de la Mancomunidad de Cataluña, de clara
inspiración krausista en sus programas educativos, en los que se ponía especial
énfasis en la formación física y cultural (gimnasia, cultura general, charlas y
conferencias, visitas a museos, etc.) y una amplísima formación práctica.
«Sin duda la presencia de Monserrat Ripoll,
formada en Estados Unidos, imprimió un carácter renovador y de orientación
enfermera a este centro, que sólo admitía como alumnas a solteras, viudas o
divorciadas que tuvieran entre 18 y 32 años». (Pedraz, 2010).
Naturalmente,
Barcelona, la más europea de las capitales españolas de la época, va a imprimir
a estas escuelas un carácter muy en consonancia con las corrientes enfermeras
más modernas y evolucionadas.
Enfermeras
de la Casa de Salud Valdecilla
Fundada
en enero de 1929, la historia de la Escuela
de Enfermeras de la Casa de Salud Valdecilla está cumplidamente explicitada
por varios autores (Usandizaga, 1931; Salmón et al., 1990; Nespral, 2005), por
lo cual únicamente será preciso señalar que su creación fue considerada como
una parte fundamental del proyecto de la Casa de Salud que fundara en Santander
(Cantabria) el marqués que le da nombre. «Su
objetivo era garantizar al nuevo hospital el suministro de profesionales bien
formados y competentes en los cuidados del enfermo. Sabía Wenweslao López Albo, primer director del hospital, que en ese momento
no iba a encontrar en España el modelo de enfermera que buscaba y admiraba y
que había conocido en hospitales extranjeros, en los que la carrera de
enfermera había adquirido ya un gran desarrollo» (Nespral, 2005: 179).
Por
lo cual al nombrar al ginecólogo Manuel
Usandizaga director de la misma, tanto él como la subdirectora, María Teresa Junquera, que contaba con
una amplia formación como enfermera y médica y conocía las escuelas de
enfermería anglosajonas, ambos visitaron centros hospitalarios de Norteamérica,
Francia y Alemania para conocer directamente el funcionamiento de sus escuelas
de enfermeras.
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16 Alumnas de la Escuela de Enfermeras de la Casa Salud Valdecilla
Tras
lo cual, con alumnas exclusivamente mujeres, organizaron su escuela de acuerdo
al modelo Nightingale, con los tres rasgos genuinos que señalaba María Teresa
Junquera primera subdirectora de la Escuela: Formar parte de un hospital, para
que las enfermeras pudieran adquirir experiencia profesional; ser un internado,
puesto que sólo así se consigue inculcar en las alumnas la disciplina y la alta
educación moral que la profesión requiere; y, por último, la estancia en ella
debe ser prolongada para que la formación de la enfermera sea perfecta.
Tras
el primer año de funcionamiento, alegando que se había suscitado una ola de
protesta entre la sociedad santanderina más conservadora y poderosa por el
equipamiento de personal sanitario laico, se harán cargo de la Escuela las
religiosas Hijas de la Caridad de San
Vicente Paul.
Se implementará
entonces el siguiente plan de estudios: un programa de tres años, cuyas
asignaturas eran impartidas en su mayoría por los profesores-jefes de los
distintos servicios, y en las evaluaciones se tenía muy en cuenta las notas de
la enfermera-jefe y del médico de la sección sobre el trabajo y comportamiento
en la clínica (Salmón et. al. 1990: 150 - 254).
La
escuela se hace mixta en 1937, año en que fueron admitidos siete varones que
tuvieron que abandonar su formación sorpresivamente al ser movilizados, debido
a ser «llamados a quintas».
Por
lo demás, sin interrupción durante los años de la guerra civil, su actividad se
mantuvo durante más de cuarenta años. Hasta 1954 como escuela de Enfermeras y
desde 1954 hasta que los estudios de enfermería pasan a la Universidad, como
escuela de ATS.
FOTO 17 Las cinco primeras enfermeras profesionales de la
Cruz Roja Española. Elvira López Maurin,
sentada a la izquierda con sus compañeras de la primera promoción de enfermeras
profesionales de la Cruz Roja. Título de Dama Enfermera de la Cruz Roja. Centro
de documentación de la Cruz Roja
Cómo final
Hoy
tanto las nuevas promociones del Grado de Enfermería, como las ya veteranas
egresadas de las aulas universitarias con el título de Diplomado en Enfermería,
constituyen el colectivo profesional único, compacto y homogéneo de Enfermería,
en cuya memoria no aparece rastro alguno de las disensiones y pugnas de las que
en este trabajo hemos dado cuenta.
Pugnas
que la llegada del nuevo siglo en 2001 relegó al archivo de memoria del viejo
siglo XX.
Excelente
libro que nos narra la evolución de nuestra profesión enfermera.
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18 Manuel Solórzano Sánchez con el libro regalo de José Antonio Ávila
Agradecimientos:
José Antonio Ávila
Olivares
José Martín Barrigós
Consejo de Enfermería
de la Comunidad Valenciana (CECOVA)
Bibliografía
PRACTICANTES
vs ENFERMERAS. Génesis de la unificación profesional de las clases sanitarias
auxiliares (1915 – 1980). Autores: José Antonio Ávila Olivares y José Martín
Barrigós. Edita: Consejo de Enfermería de la Comunidad Valenciana (CECOVA).
ISBN: 978-84-608-5163-9. Depósito Legal: V2182-2017
Dispensario
de Santa Isabel de San Sebastián, 1909
Dispensario
de Santa Isabel de San Sebastián, 1909
Casa
de Salud Valdecilla. 1929 Santander. Publicado el martes día 22 de enero de
2019
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de
Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de
la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza
Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019
2 comentarios:
Querido Manolo:
Gracias por ese excelente aporte al conocimiento de la evolución de la educación de enfermería en España.
Y felicitaciones al autor de tan excelente obra.
Un saludo para todos.
Ana Luisa Velandia Mora
Interesantísimo post y libro....El libro en PDF esta accesible en http://www.bibliotecadigitalcecova.com/revistas/descargar/revista/libro-364
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