El
Cuerpo de Sanidad Militar ha organizado un tren hospital para los heridos del
frente
FOTO 1
Practicantes, doctores, personal sanitario y auxiliar del “tren – hospital nº 1”
de Sanidad Militar, 1936
En aquellos
angustiosos días de la segunda quincena de Julio, cuando la improvisación
puesta al servicio de la voluntad y del fervor populares era el factor útil con
que se organizaban los servicios, dada la premura de las circunstancias, hubo un
hombre de clara historia militar y afecto al régimen, que precisó
inmediatamente una necesidad a la que habíase de atender con toda la urgencia
que el caso requería.
Efectivamente,
para este ejemplar servidor de la patria republicana, curtido en la experiencia
de su profesión a través de largas campañas africanas, la evacuación de los
heridos constituía uno de los más palpitantes problemas que la guerra planteaba
al Gobierno legal de la República.
Este hombre —comandante
señor Gallardo, de Sanidad Militar—, puesto al servicio del régimen desde el
primer momento, inició unas activas gestiones en el Departamento de Guerra,
encaminadas a la constitución de un tren sanitario.
La idea, ¡cómo
no!, tuvo excelente acogida; pero los días transcurrían y los combates
arreciaban, mientras las energías del comandante señor Gallardo se estrellaban
contra la tramitación y papeleo de los Ministerios. Optó por personarse en los
talleres de M. Z. A., en exposición de su proyecto.
FOTO 2
Practicantes en el departamento de literas
- camillas del “tren – hospital nº 1” del Cuerpo de Sanidad Militar. 1936. Fotógrafo Vidal Corella
La casualidad
dispuso que entre los trabajadores de aquella plantilla .se encontrara uno que
conocía bien al visitante, por haber realizado su servicio militar en África
bajo sus órdenes.
El comandante
Gallardo expuso minuciosamente su plan ante aquel Consejo obrero que le
escuchaba.
Terminado que
hubo su exposición, recibió por toda respuesta la siguiente:
—Tendrá
construido el tren dentro de diez días.
El comandante
quedó absorto ante las facilidades que le prestaba aquel puñado de
trabajadores.
Pero su asombro
llegó al máximo cuando de boca de uno de ellos escuchó lo siguiente:
—Es mucho tiempo
diez días. Opino que en setenta y dos horas puede estar listo todo.
—Y no decimos —terció
otro— sesenta, porque la pintura requiere un tiempo para secar.
Total: que de
aquella feliz entrevista salió el acuerdo de la construcción del tren - hospital.
Media hora después de abandonar “la playa” el comandante Gallardo, unos cuantos
obreros ponían, animosos, mano a la tarea de desguazar cuatro de las más
modernas unidades, para acomodar después sobre; su excelente suspensión las
salas y el quirófano.
Así nació el “tren - hospital número 1”, que muy
pocos días después, el 10 de septiembre, inauguraba sus tareas oficialmente.
Aprovechando un
momento en que esta maravilla de hospital ambulante hace escala en Madrid para
limpieza y abastecimiento, hemos intentado visitarlo y obtener gráfico
testimonio de nuestra gestión.
El capitán
Valderrama, de Sanidad Militar, a cuyo mando va el convoy, nos acompaña
solícito en nuestro deseo, explicándonos detalladamente su funcionamiento y
misión.
Este tren —nos
dice— consta de un comedor - bar, con cocina; dos salas de camillas; un quirófano;
vagones para heridos leves, para almacén de víveres y material sanitario, y
otro furgón en cola.
Se nos agrega el
capitán médico Lagarriga, también de Sanidad Militar y eficacísimo colaborador
de Valderrama, y el teniente Jiménez, de Intendencia, a cuyo cargo corre todo
lo relacionado con el más perfecto abastecimiento de víveres del tren (de lo
que Vidal, el fotógrafo, y un servidor damos cabal testimonio).
Todo el personal
sanitario —prosigue el capitán Valderrama— que actúa dentro del tren pertenece
al cuerpo de Sanidad Militar, y, desde luego, seleccionado minuciosamente para
este menester. Hay Practicantes en
cuyos conocimientos encontramos mucha ayuda y alivio de trabajo.
Independientemente de este personal, viajan con nosotros un carpintero —¡salud,
compañero Roque!—, un electricista, un cocinero y un camarero.
Al llegar a los
puntos de destino, repletamos el tren de heridos. A cada uno de estos se le
dota de una hoja, que indica el punto de nuestra ruta donde debe quedar. Así,
al llegar a esa estación, la voz de los camilleros es suficiente para que cada
herido requiera ayuda y sea trasladado rápida y cuidadosamente a la ambulancia
que espera en el andén.
¿Abundan los
heridos graves? —preguntamos.
Afortunadamente,
no. Aunque, no obstante, algunas veces, en ruta, nos hemos visto precisados a operar,
y hasta si la intervención es delicada, obligamos a detener el tren.
FOTO 3 En el quirófano, los doctores y Practicantes del
“tren – hospital nº 1” refieren a nuestro periodista y colaborador Ángel Álvarez
la organización de este admirable servicio sanitario de Sanidad Militar, 1936
El servicio, una
vez en ruta —tercia el capitán Lagarriga—, se puede decir que es permanente:
hay quien precisa inyección, a quien se le sueltan los puntos de sutura y hay
que volvérselos a coger rápidamente...
Lo más
importante —dice Valderrama— es la evacuación. En esto hemos llegado a perfeccionarnos de tal manera, que ha habido
evacuaciones de trescientos heridos que se han realizado en veinte minutos.
Después de cada
evacuación nos reunimos todo el personal sanitario al servicio del tren, y sin
distingos de estrellas ni ocupación celebramos un consejillo, en el que cada
uno libremente expone las dificultades que haya encontrado en la evacuación, y
allí, democráticamente, se discute por todos la forma conveniente de suprimir
tal dificultad.
Únicamente así
se explica la perfección del sistema.
Pasamos ahora a
las unidades llamadas salas de camillas, y podemos comprobar el modernísimo
sistema de suspensión que las soporta, compuesto a base de muelles verticales
amortiguadores. Cada camilla va colgada de cuatro de estos muelles, lo que hace
casi imperceptible el menor movimiento que la velocidad de marcha origine.
La pieza
habilitada para quirófano colma las más exigentes posibilidades, y a ciencia
cierta nos hace olvidar que nos hallamos en el interior de un vagón de
ferrocarril. Dotado de un material quirúrgico modernísimo en verdadera
profusión y abundancia, se ofrece a nuestra vista la nítida blancura de esta
pieza, en cuyo interior, y gracias al desvelo de estos anónimos servidores de
la causa, se habrán salvado algunas vidas merced a la oportunidad de una
acertada intervención quirúrgica, mientras la tracción de la locomotora, devorando
kilómetros, ayudaba a ganar tiempo a la acción de la muerte, tan cruelmente desatada
en nuestro suelo desde hace tres meses.
Galantemente
invitados por Valderrama, Lagarriga y Jiménez, pasamos al vagón comedor - bar,
y allí comprobamos la perfecta organización de todos los servicios. Valderrama
ratifica nuestro asombro, diciendo:
Para los
heridos, todos los lujos y comodidades me parecen siempre pocos.
Llegan a nuestro
oído los compases de un vals que un altavoz de radio emite. Verdaderamente,
este tren sanitario es una Arcadia feliz.
Valderrama nos
refiere multitud de anécdotas relacionadas con su misión al frente de este
hospital ambulante:
No hace mucho
tiempo recuerdo que evacuamos de un hospital, de la línea de fuego casi, tres
heridos, que eran paisanos, parientes o, al menos, muy amigos. Dos de ellos,
dado su estado, estimamos conveniente hospitalizarlos en la sala de camillas.
El otro, desprovisto de gravedad, debía pasar al vagón de primera, destinado a
heridos leves. Pues bien: allí fue Troya.
Este último no consentía
por nada ni por nadie separarse de sus dos compañeros. De nada valieron mis requerimientos
y consejos para disuadirle de su propósito. Aquel muchacho no se separaba de
los otros dos ni a la fuerza. Por fin, y advirtiendo algo anormal en su tenaz resistencia,
le consentí acostarse en una camilla contigua que iba vacía. Una hora después, en
la inspección que realicé camilla por camilla, advertí en la de este sujeto una
botella de coñac casi vacía, que su dueño, dormido, no había ocultado bien.
FOTO 4
Enfermeras en el tren – hospital de Sanidad Militar que parte hacia el frente
de batalla a recoger a los soldados heridos. Estas valientes muchachas
sonrientes sin cuidarse del peligro que puedan correr. 1936. Fotógrafo Vidal
Corella
Piadosamente le
fue recogida la botella, y al otro día, cuando los «efectos» del alcohol se
pasaron, aquel individuo se me presentó humildemente y me dijo:
Compañero
capitán: perdóname si anoche te dije alguna inconveniencia; pero no era yo el
que hablaba...
Le dije que
aquel incidente no tenía importancia. Y él, convencido, cuando marchaba ya a su
departamento de leves, me dijo:
Pero la botella
no me la tires, por lo que más quieras...
Yo le contesté
con una palmada en el hombro:
Ese coñac es
malo e indigno de este tren. Vas a tomar una copa, una nada más, ¿eh?, del que
llevamos para vosotros, y me darás la razón.
Efectivamente,
le di la copita, y quedamos amigos para toda la vida. Se reintegró a su puesto,
y fue desde aquel momento mi mejor camarada. Hoy, cuando la casualidad lleva el
tren al punto donde está hospitalizado, es el primero que sale a recibirnos con
un abrazo.
Tiramos las
fotos que ilustran la presente información, y al poco rato abandonamos el tren -
hospital número 1, despedidos con un enérgico «¡Salud!» de estos servidores del
pueblo y la Libertad, para los que recabo un lugar en el corazón de todos los
buenos españoles antifascistas. Ángel
Álvarez
FOTO
5 Una comisión de Enfermeras del Hospital de Sangre de Belén Sárraga, llegando
al cuartel del Batallón Democrático Federal, de Madrid, para hacer entrega de
la bandera qué ofrecen a esta formación de Milicias. 1936. Fotógrafo Piortis
Agradecimiento
Esteban Durán León
Bibliografía
Crónica.
Revista de la Semana. Redacción y Administración. Calle Hermosilla número 73 de
Madrid. Director Antonio G. de Linares. 1 de noviembre de 1936. Año VIII.
Número 364. Páginas 4 y 5
Autor:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico
de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia –
Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia
de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019
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