Una curiosa
modalidad del ejercicio profesional, hoy desconocida, era la de los
Consultorios gratuitos en los cuales los médicos, al tiempo de desarrollar una
labor social de asistencia a los menesterosos, trataban de ampliar sus
conocimientos y de darse a conocer. Nunca fueron bien vistos por la colegiación
en su conjunto a juzgar por las notas aparecidas en nuestra Revista durante la
segunda y comienzos de la tercera década de este siglo y por la reglamentación
al respecto aprobada en Asamblea del 12 de mayo de 1935. Todas hacen referencia
no solamente a tales Consultorios sino también a las consultas públicas
establecidas en Hospitales y Dispensarios al crear una competencia desleal por
no controlarse debidamente la pobreza exigible a quienes acudían a ellas.
FOTO
1 El distinguido Doctor Carlos Vic en el Dispensario para pobres, establecido
al principio de su inauguración en la calle Larramendi nº 27 esquina con la plaza
Easo, practicando una vacunación antitífica. Ayudan al doctor Vic
aristocráticas señoras y señoritas donostiarras que a diario evidencian sus
generosos sentimientos de amor al prójimo. (Novedades Domingo, 26 de octubre de
1913).
Tres consultas gratuitas se mencionan en Guipúzcoa Médica en varios años:
La primera abierta
el 10 de agosto de 1901 en el número 2 de la calle San Bartolomé por don Pedro Moya “antiguo alumno externo de
París y correspondiente de la Sociedad Ginecológica Española” con el “ilustrado
doctor Vicente Barrueta”, de quienes
no tengo otra referencia profesional, como Consulta Pública de enfermedades de
la matriz y de vías urinarias.
La segunda es la
abierta en 1907 por los médicos de guardia del Hospital Civil, los internistas Luis Alzúa y José Beguiristain y los cirujanos Modesto Huici y Luis Egaña
Monasterio quienes abren un Consultorio gratuito para pobres, los lunes,
miércoles y viernes, en la calle Urbieta esquina con Urdaneta.
Del éxito que
coronó su iniciativa son testigo estas palabras pronunciadas por Beguiristain
en el homenaje a Huici en su fallecimiento. Dijo así: “Con el afán de hacernos
paso, abrimos una policlínica en la calle Urbieta que es algo frecuentada, de
gratis, pero no somos ricos y nos cuesta el alquiler y sobre todo los algodones
y gasas, y para alivio de cargas ponemos a una peseta la consulta: resultando
que un mes más tarde cansados de esperar y de pagar, cerramos nuestra flamante
policlínica”.
Si los médicos del
Hospital habían abierto un Consultorio no iban a ser menos los de San Ignacio y
así Benigno Oreja, Luis Urrutia, Ramón Castañeda y Miguel Vidaur
abrieron otro análogo en el bajo del número 24 de la misma calle Urbieta,
o sea más cerca de la Avenida. No hay en ninguna parte que consten los datos de
la labor realizada en él ni del tiempo de su pervivencia.
La celosamente
mantenida competencia entre Hospital y San Ignacio, los dos centros de mayor
nivel científico de la ciudad, como puede verse no desaprovechada la ocasión
para manifestarse (1).
FOTO 2 Consulta del doctor Carlos Vic recetando un
medicamento al niño que se encuentra en las manos de su madre, con las Enfermeras
Aristocráticas. Dispensario de
Santa Isabel de San Sebastián. 1909
Dispensario de Santa
Isabel comienzos
En
1909, cuando los soldados españoles luchaban en Marruecos, un médico francés,
afincado en San Sebastián, el doctor Carlos
Vic, pensó en crear un Cuerpo de Enfermeras y un Dispensario
que a la vez que sirviera de Escuela de Enfermeras y preparación
a aquellas, prestase auxilio a los pobres que no podían pagarse el lujo de
acudir a consultas de médicos.
El
doctor Carlos Vic expuso la idea a colegas y amigos que la acogieron con calor,
y así nació el Dispensario de Santa Isabel, cuyo cuerpo médico estaba formado
en un principio por los doctores Carlos
Vic, Michel Leremboure y Luis González Ayani.
Se
pidió ayuda a las mujeres y se constituyó la primera Junta directiva del
Dispensario: la Marquesa de Rocaverde era la presidenta y doña Luisa
Lizariturry de Rezola, doña Carmen Lizariturry, la señora de Vic, la señora de
O´Ryan y las señoritas Adelaida y Luisa Minondo, Clara Pardiñas, Pilar Novallas
y Elisa Brissac eran las vocales.
FOTO
3 Dispensario Santa Isabel funcionaba en la esquina de la calle Larramendi número
27 con Easo
El
Dispensario funcionaba en la esquina de la calle Larramendi número 27 con Easo,
en un local pequeño que luego pudo ampliarse. Un día (septiembre de 1915) lo
visitó la Reina Madre doña María
Cristina y poco después ella creaba un Cuerpo de Enfermeras tituladas para los
Dispensarios y Hospitales de la Cruz Roja.
El
Dispensario se había quedado pequeño para los pacientes que atendía, y en 1932
se trasladó a la calle de San Francisco número 52, cerca del Hospital San
Antonio Abad o de Manteo, y el 22 de noviembre abrió sus puertas. Las
instalaciones eran modernas y no faltaba ningún aparato de los que la ciencia
médica iba creando para ayuda de los diagnósticos y tratamientos.
En
el nuevo Dispensario de Santa Isabel el número de médicos que prestaban sus
servicios había aumentado, y el plan de trabajo era los: Lunes Dr. Antonio Echeto que se encargaba de los
niños y del laboratorio. Martes el Dr. Carlos
Vic, ginecología. Miércoles el Dr. Augusto
Harriet, oftalmología y el Dr. Julio
Albea, medicina general. Jueves el Dr. Michel
Leremboure que era cirujano y su íntimo amigo el Dr. Ángel Jaén que realizaba la radiología y la diatermia,
ultravioletas e infrarrojos, ayudado por el Dr. Ángel Eizaguirre. Viernes el Dr. Antonio Arrieta que se dedicaba a la ototorrinolaringología. Sábado
el Dr. Joshe Mari Gastaminza de
medicina general. El Dr. Carlos Vic daba los cursillos a las Enfermeras un día
a la semana.
FOTO
4 El doctor Antonio Echeto con dos enfermeras en el laboratorio del Dispensario
y con su magnífico microscopio para combatir a los microbios. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1909
La
Junta la formaban la presidenta doña Luisa Lizariturry; vicepresidenta señora
de Ugarte; tesorera señora de Vic; secretaria señorita Belén Machimbarrena, y
vicesecretaria señorita de Ugarte.
Se
hablaba que en el Dispensario el avance de la ginecología y de la profilaxis de
la madre había sido importantísimo, salvándose a niños condenados antes de
nacer y a madres condenadas a una vida de sufrimientos y torturas… (2).
Un día de septiembre de 1915 en el Dispensario de Santa
Isabel
La gente se agrupaba por donde
iba a pasar la Reina Madre doña María
Cristina, quería verle y mostrarle su cariño y simpatía. Motivos inmensos
tenía el pueblo de San Sebastián para ofrecer a la Reina testimonios
espontáneos y constantes de profunda gratitud.
FOTO
5 Consulta
del otorrinolaringólogo Dr. Antonio Arrieta con las enfermeras voluntarias. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1909
Un día de septiembre de
1915 ante el número 27 de la calle de Larramendi se reunió gran muchedumbre: se
esperaba a la Reina protectora. Iba a visitar el Dispensario de Santa Isabel,
un dispensario gratuito que honraba a San Sebastián, en el que lo más granado
de las aristocráticas señoras y señoritas de nuestra sociedad, presididas por
doña Inés Brunetti y Gayoso, hermana del duque de Arcos, con la cooperación
activísima de doña Luisa Lizariturry de Rezola y los servicios médicos de los
doctores Carlos Vic, Michel Leremboure, Luis González Ayani y Luis
Olalde, prestaban sus caritativos cuidados, y que gracias a ellos
funcionaba con una precisión admirable.
La Reina en su visita se
enteró de todos los detalles de la marcha del establecimiento, su régimen,
administración, método de las curas, aparatos quirúrgicos y material sanitario
del centro, etcétera.
Al dar cuenta el
periódico El Pueblo Vasco de la visita, escribía:
“Las
lindas enfermeras, cuyo lindo palmito es ya un bálsamo de consuelo en aquella
casa, con una abnegación sin límites que les honra, se esfuerzan, con hechos y
palabras, en mitigar los sufrimientos de los pacientes dándoles la ayuda
requerida. Timbre de honor glorioso es para estas valientes mujeres, en los
tiempos egoístas que corremos, la obra de misericordia de socorrer a los
enfermos. Su juventud y su hermosura puestas al servicio de tan humanitaria
causa, resplandecen con destellos de virtud”.
El establecimiento estaba
a cargo de distintas señoras que bajo la dirección de una enfermera con título,
religiosa Dominica, habían constituido una sociedad de Damas Enfermeras, que ingresaron en la Cruz Roja Española.
FOTO 6 Visita de la Reina
Madre Doña María Cristina, rodeada de señoras y señoritas aristocráticas que
prestaban sus caritativos cuidados, y que gracias a ellos funcionaba el
Dispensario de Santa Isabel con una precisión admirable.
El alma de la casa hace
80 años era la Hermana Sor Renata,
Dominica procedente del convento de Nuestra Señora del Pilar, de Ategorrieta,
en cuya orden todas tenían título oficial de enfermeras, razón por la
cual varias de ellas fueron trasladadas a Francia para cuidar en los hospitales
a los heridos de la guerra europea.
En 1914 la estadística de
los atendidos en el Dispensario arrojaba estos datos: medicina 1.901 personas
atendidas; cirugía 1.239 personas atendidas; oftalmología 1.340 personas
atendidas; curas realizadas 3.373; ojos 4.365; inyecciones puestas 554; total
12.757 personas atendidas y 148 operaciones.
Según nos relataba el
periódico de la época y extraído del artículo El Dispensario Santa Isabel del
Diario Vasco con fecha 30 de Septiembre de 1995 (3).
FOTO 7 Enfermeras de San
Sebastián
Nuevas señoritas
Enfermeras en la Cruz Roja y Dispensario Santa Isabel
Presidiendo
la Reina doña María Cristina y los doctores Luis Egaña, Luis Ayestarán y Díez Tortosa,
se celebraron ayer por la mañana en el Hospital de la Cruz Roja del Antiguo,
los exámenes para obtener el título de Enfermeras de la Asociación benéfica de
la Cruz Roja, Damas Enfermeras de la Cruz Roja.
Después
de brillantes ejercicios fueron aprobadas las nuevas enfermeras señoritas Ana
María Ganuza; María Jesús Indart; Paloma Sanjuanena; Caya Basterra; María Luisa
Murua; Carmen Galdós; Pilar Galdós y Valentina Sorozábal.
También
obtuvieron el título de enfermeras, la señora doña Manuel Goñi de Abaroa y las
Hermanas religiosas Sor Francisca Zurutuza; Sor María Arriaga; Sor Sabina
Azpiazu y Sor Pilar Cano.
Todas
las nuevas enfermeras fueron muy felicitadas, como así también la Junta de
Señoras y el doctor Luis Egaña, que tanto se desvelan por la benéfica
institución (4).
Fiesta benéfica, la del
Dispensario de Santa Isabel
Uno
de los más brillantes acontecimientos del veraneo elegante lo constituye
siempre la fiesta que anualmente organiza el Dispensario de Santa Isabel.
Esta
Institución benéfica, patrocinada por distinguidas damas, y muy especialmente,
y con fervoroso cariño, por S. M. la Reina doña Cristina, tiene su domicilio,
como nadie ignora, en la calle Larramendi.
Allí,
un servicio facultativo a cargo de prestigiosos especialistas, acoge durante el
año a millares de enfermos pobres que, incluso operados cuando es necesario, y
siempre atendidos con la mayor solicitud, reciben, además, gratuitamente, los
medicamentos que sus dolencias exigen y que sus escasos medios de fortuna no
les permitirían adquirir.
FOTO
8 El doctor Augusto Harriet y su mujer Laura Aguirre
Dihursubehere y 6 enfermeras aristocráticas. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián. 1909
El
Dispensario de Santa Isabel se nutre exclusivamente de donativos particulares y
del producto de su fiesta anual. Ellos le permiten realizar su intensa labor
bienhechora, y por eso las damas que lo constituyen se esfuerzan en dar a esta
fiesta el máximo relieve y esplendor posibles.
La
de este año tendrá lugar en la tercera decena de agosto y en lugar que
oportunamente se anunciará. Desde ahora puede asegurarse que sobrepasará en atarctivos a
las de los años anteriores: habrá baile,música a cargo d ela smejores
orquestinas. Y “jazzes”, regalos y sorpresas, algunos de gran valor, pasteles
preparados por excelentes cocinas particulares, un “american-bar” servido por
bellas y aristocráticas “baewomen”… Todo lo necesario para que la fiesta sea un
éxito y quede de ella un recuerdo imborrable.
En días sucesivos iremos ampliando
detalles relacionados con este festival del Dispensario de Santa Isabel (5).
Dispensario de Santa
Isabel
No todo eran
fiestas, toros, bailes compañías de teatro, playas, conciertos, ... en aquel
San Sebastián veraniego y turístico de hace 80 años. Los cronistas de la época
que recogían en sus escritos aquel mundo festivo de entonces, no se olvidaban
de otros aspectos de un San Sebastián ejemplo de humanidad y de caridad.
FOTO 9 Enfermera preparando la medicación en la Farmacia
del Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián. 1909
Uno de aquellos
cronistas, Cyrano, escribía que las
muchachas que figuraban en las fiestas no sólo pensaban en el novio, en el
baile, en el golf, en el cine o en el tenis. También tenían otras
preocupaciones y muchas de las horas del día lo pasaban ejerciendo obras de
caridad.
Y ponía por
ejemplo el Dispensario de Santa Isabel, que entonces estaba en la calle
Larramendi, número 27, esquina Easo. «Sobre las
tres y media hice mi entrada en el Dispensario. Muchas de las gentiles
señoritas que solemos hallar en los sitios de diversión, encontrábanse allí con
su uniformes de enfermeras, curando
a gentes pobres sus repugnantes llagas, sus ojos purulentos, sus heridas,
ulceraciones, etc...».
¡Un horror! Y todo
ello sin ese nerviosismo de la mujer histérica, sin la morbosa exaltación de
quien cumple ese menester por los azares de la moda. Aquellas muchachitas
cumplían su misión voluntariamente, con serena conciencia, con franciscana
abnegación.
FOTO 10 Dos
enfermeras se dedicaban a prestar servicios de rayos X. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián. 1909
El Dispensario de
Santa Isabel fue fundado por el médico Charles Vic, el popular y muy acreditado
doctor Vic. La directora, una monjita todo nervio en su cuerpo menudo, era una
mujer que estaba en todas partes. Había una Junta Directiva formada por
señoras, Junta que presidía Inés Brunetti, de la que formaban parte la señora
de Rezola (vicepresidenta), señora de Vic (tesorera), señora de Borie
(vicetesorera), señora de Tejada (secretaria) y señorita Pilar Novallas
(vicesecretaria).
Dirigía el
benéfico establecimiento una monja Dominica, Sor Renée (Sor Renata), ejemplo vivo de actividad, de generosa
entrega. Acudía a todas partes con la celeridad del rayo resolviendo con
rapidez cuantas cuestiones la consultaban. La Escuela de Enfermeras se formó en
un local adyacente al Dispensario para que hiciesen sus prácticas. Siempre
contó con la valiosa colaboración de las Madres Dominicas, cuya superiora era
la Madre Mauricia, que prestó toda
clase de ayudas, pudiendo contar con todo el material médico y quirúrgico desde
el sábado 11 de junio de 1910.
Estas enfermeras
se formaron a partir del programa de las Damas Enfermeras de la Cruz Roja
Francesa, precisando para realizar los cursos: ser súbdita española, mayor de
diecisiete años y pertenecer como asociada a la institución.
La Dama Enfermera
antes de decidirse a serlo ha de reflexionar seriamente, ya que su misión será
muy difícil. Necesita unos conocimientos sólidos, teóricos y prácticos, piadosa
abnegación, espíritu de severa disciplina, cristiano amor al prójimo, dulzura
atrayente y paciencia ejemplar e inagotable con los enfermos y que vale más no
ser enfermera que serlo sólo de nombre.
La mujer posee
cualidades que le dan el privilegio de endulzar los dolores y pone su corazón
fácilmente de acuerdo con la razón cuando desea consagrarse al cuidado de los enfermos.
Desde luego ha de
reconocer la necesidad de someterse en el Hospital o Dispensario a una rigurosa
disciplina en tiempos de guerra y de una buena organización en el Dispensario
en tiempo de paz.
FOTO 11 Hijas de
la Caridad con las Damas Enfermeras, San Sebastián 1927. Fotógrafo Pascual
Marín
Todos los jueves,
había consulta de oftalmología por el doctor Augusto Harriet a quien ayudaban las señoritas Clara Pardiñas,
María Borie, Mercedes Novallas, Blanca Martínez, Asunción Mendizábal y Renné de
Maricourt.
De
otorrinolaringología había consulta los viernes, a cargo del doctor Luis Olalde que contaba con la
colaboración de doña Luisa Ruiz de Díaz y de las señoritas María Luisa
Novallas, María Francia, Consuelo Machimbarrena y Cristina Miret. Y los martes
y sábados, se destinaban a medicina general, por los doctores Carlos Vic y Luis González Ayani, secundados por las enfermeras designadas por
las señoras de Ochoa, Carrasco, Lamarca, Leyun, Masarasa, Maldonado y viuda de
Arteaga y las señoritas de Peñaflorida, Goyeneche, Canalejas, Amilibia, Lola
Peña, Mariquie Laffitte, Sofía Miret, Cristina Sánchez, Belén y Lolotte
Machimbarrena, María, Conchita y Pepa Quintana, María Urdampilleta, María
Pedroso, Isabel Rivera, Marichu y Carmen Juantegui, Margarita Ayani, Marichu
Londaiz, Beatriz Besselere, Leonor Montero de Espinosa, Rosita Orbegozo y Mari
Flor y Pilar Caudilla.
Este grupo
numeroso de Enfermeras, todas ellas voluntarias, cambiaban de destino todas las
semanas por riguroso turno siendo destinadas a medicina general, cirugía,
esterilización, curas, inyecciones, ventosas, etc...
FOTO 12 Dos
enfermeras en el Aparato de Diatermia y ultrasonidos. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián. 1909
Era muy grande el
culto que en el Dispensario se rendía a la caridad, pero no era menor el que se
tenía a la limpieza, la asepsia era proverbial. La blancura de suelos y paredes
era inmaculada. El funcionamiento de la estufa de esterilización era continuo. Los
guantes de caucho estaban constantemente en danza. Los aparatos, instrumentos y
ropa podrían figurar en vitrinas de una exposición.
Aquel numeroso
grupo de enfermeras lo formaban señoras y señoritas cuyos nombres nutrían las
crónicas que entonces publicaban los periódicos sobre reuniones, fiestas y
saraos en el Golf, en el Tenis, en los bailes aristocráticos del Casino y del
Hotel María Cristina.
Otro periodista de
Madrid, que, visitó el Dispensario en
1.918, escribió que «las gentiles señoritas que solemos hallar en los sitios de diversión,
encuéntranse ahora allí con su uniforme de enfermeras, curando a gentes pobres
sus repugnantes llagas, sus ojos purulentos, sus heridas y ulceraciones, etc.
... Aquellas señoritas cumplían su misión voluntaria y nobilísima con serena
conciencia, con franciscana abnegación. Ancianos, mujeres, hombres fuertes,
débiles criaturas, todos estaban atendidos con fraternal solicitud, con
palabras de dulzura, de aliento, de esperanza».
En la vida de
aquel San Sebastián de 1918 había algo más, mucho más, que bailes y noviazgos,
tenis y golf ..., había dulzura, había humanidad y había cariño (6).
FOTO 13 Dos
enfermeras preparando la medicación y atendiendo a un niño en el Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián. 1920
Bibliografía
1.-
Dispensario Médico de Santa Isabel. Edita: Hospital Donostia. Autor: Manuel
Solórzano Sánchez. Julio 2002
2.-
Diario Vasco, sábado 21 de noviembre de 1992, página 25
3.-
Diario Vasco, sábado 30 de septiembre de 1995, página 21
4.-
La Voz de Guipúzcoa, miércoles 3 de agosto de 1927
5.-
La Voz de Guipúzcoa, miércoles 10 de agosto de 1927, página 9
6.-
Diario Vasco, sábado 16 de mayo de 1998, página 19
Agradecimientos:
Esteban Durán León
Ion Urrestarazu Parada
Anna Arregui Barahona
Autor:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico
de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia –
Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia
de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019
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