Papeletas
de archivos Donostiarras
Una
de las verdades más verdaderas que yo conozco es que los “médicos franceses” fueron siempre “errikosemes” ejemplarmente
donostiarras.
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1 Mariano Zuaznavar, Alcalde de San Sebastián con las religiosas y enfermeras
de la Sala de Mujeres del Hospital San Antonio Abad. Foógrafo: Martín Ricardo,
1917
En
1855, el doctor Maurice Harriet, Caballero
de San Juan de Luz, dentista distinguidísimo, decidió instalarse en Donosti,
según cuentan las crónicas, por las razones principales: en primer lugar con la
humana esperanza de prosperar en su profesión, y en segundo término, porque por
la tarde de todos los días podía dedicar su ocio a correrías y paseos agradables,
recaladas en las sidrerías y merenderos de los alrededores donostiarras.
Éste
don Mauricio afincó en la última casa de la calle Mayor de la Parte Vieja
donostiarra, en las mismas escalerillas de la iglesia de Santa María. Al
fallecer, muy joven, dejó sembrado la semilla de toda una dinastía de Harriets,
que desde aquellos clásicos y lejanos días no ha dejado de fructificar,
produciendo ejemplares modelos de donostiarrismo: simpáticos, amables y
frondosos.
En
el año de gracia de 1874, Domingo
Harriet, también dentista, vino a hacerse cargo de la buena siembra que don
Mauricio dejara. Este don Domingo fue hombre de decisión, aficiones
cinegéticas, gran cuentista y cazador brillantísimo con toda clase de perros de
caza.
Su
hijo Pedro Harriet, llegó a San
Sebastián en 1900, instalando su gabinete en el número 21 de la calle San
Martín, casa en la que desde entonces han vivido esta familia
ininterrumpidamente.
Lo
indudable que a estos Harriet se debe, en gran parte, el que andando en los
tiempos, a principios de este siglo, fueron arribando a nuestras playas otros
eminentes facultativos franceses, quienes para bien de San Sebastián, aquí se
instalaron, aquí ejercieron su profesión y aquí en Donosti, hicieron
generosamente, tanto y tanto bien a las clases menos favorecidas por la
fortuna.
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2 Consulta
del doctor Carlos Vic con las Enfermeras Aristocráticas. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1909
En
1904, llegaron, el doctor Carlos Vic
a San Sebastián y el doctor Camino
Harriet a Lezo. Este doctor Camino, que era oculista, abría su consulta
todos los sábados, a los pies mismos del venerado Santo Cristo de Lezo. Estaba
casado con dama lezatarra y allí dejó un recuerdo de eficiencia y bondad que
nuestros vecinos no han olvidado.
El
doctor Carlos Vic, casado con
aquella gran señora, doña María, como tantos pobres la llamaban, habrá sido
seguramente uno de los más cumplidos caballeros que pisaron jamás la gravilla
de los paseos donostiarras.
Con
sus ayudantes, primero Luis González Ayani y más tarde Joshé Mari Gastaminza,
el “semi fracasado” César Frank koshkero, hizo terrible competencia de bondad y
altruismo, a su gran amigo, el doctor Michel
Leremboure, quien llegó a San Sebastián en 1905. Este doctor, casado con
Carmen Lardizábal, montó su Clínica, primeramente en “Villa Agustina” de los recordados
Barones Von Nagel-Santandero, y más tarde en la que actualmente rige su
ayudante que fue, eficaz y fiel, mi amigo doctor Ángel Jaén Ureta.
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3 Consulta
del doctor Augusto Harriet con las Enfermeras Aristocráticas. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1909
En
1905, llegó el doctor Esteban Durruty,
oftalmólogo y en 1908, Augusto Harriet,
primero ayudante en la Facultad de París del célebre doctor Morcx.
Algo
más tarde en 1910, los Lacarelle y en 1923 el doctor Nogues, odontólogo que
afortunadamente continua ejerciendo entre nosotros.
Por
curiosa coincidencia, todos estos señores fueron cazadores, pescadores y
consecuentes “tripasave, con la excepción del doctor Carlos Vic, que dedicaba todas sus aficiones a los coches y
caballos”. Durante muchos años tuvo sus cuadras en el Paseo de Atocha y él
mismo gustaba de “pasear” sus trotones, que causaban la admiración de nuestro
pueblo.
Estos
beneméritos doctores, con altruismo ejemplar y secundados por algunos
donostiarras, en 1908 y reconocidos en 1911, organizaron, con carácter
enteramente gratuito, la gran institución donostiarra llamada “Dispensario de Santa Isabel”. Fue este
el primer Dispensario de este tipo que existiera jamás en nuestra Patria.
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4 Doctor Augusto Harriet, oftalmólogo. Diario Vasco, jueves 16 de agosto de
1951, última página
Los
fundadores del “Dispensario Médico de
Santa Isabel” fueron Carlos Vic,
Michel Leremboure, Luis González Ayani, Augusto Harriet, y algo más tarde el
recordado y admirado doctor Echaur, padre de Fernando; tan inteligentes y
bondadosos ambos.
La
primera presidenta de la Junta de Mujeres fue Olivia Rocaverde, luego Inés
Bruneti y por fin el alma de la Institución posiblemente Luisa Lizariturry, casada con Manolo
Rezola.
Actualmente
Luisa Rezola es Presidenta de Honor,
siéndolo electiva Carmen Lizariturry
quien, para cerrar el circuito y justificar el título de esta “papeleta”, se
casó con Mauricio Harriet, fallecido hace algunos años, dejando entre nosotros
un vacío muy difícil de llenar.
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5 Dispensario Médico de Santa Isabel estaba en la calle San Francisco número 52
con Segundo Ispizua. Hoy en día está la Tahona y la tienda de pinturas
Plastizabal
El
“Dispensario Médico de Santa Isabel”,
que como ya hemos apuntado, presta gratuitamente todos sus servicios, incluso
la farmacia, está regido por las religiosas Hermanas Misioneras Evangélicas de Ulía.
No
sería justo omitir los nombres de toda una serie de doctores que presidido por Augusto Harriet, “el único de los
fundadores que queda en Donosti”, se desvelan en el Dispensario para atender a
los necesitados. Ángel Jaén Ureta, Joshé Mari Gastaminza, Antonio Arrieta, Antonio Gonzalo, Antonio Echeto,
Carmelo Balda, Julio Albea, Ángel
Eizaguirre, Manuel Kutz y Ignacio María Barriola.
Para
terminar, permite acordarme del amable y bondadoso en los últimos momentos, el
último gesto de aquel gentil hombre francés que se llamó el doctor Carlos Vic.
Estaba
el doctor viviendo los últimos instantes de su bien calmada vida, cuando se le
anunció que había de ser viaticado. Inmediatamente ordenó a su criado que le
diera de vestir, débil, inseguro de movimientos, se plantó el frac, sus
condecoraciones, su medalla de la Legión de Honor y arrodillándose, humilde y
grande, recibió la Sagrada Forma que le animó, sin duda alguna y le abrió las
puertas de la gloria.
Caballeros
como los nombrados en estas líneas honran a Francia, a España y a San Sebastián.
De lo que no estoy tan seguro es que Donosti haya sabido corresponder a sus
auténticas bendiciones (1).
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6 Dispensario de Santa Isabel. Grupo de enfermeras y médicos, entre ellos el
doctor Augusto Harriet y las Religiosas Dominicas. Foto Revista Azul, página
21, 1 de octubre de 1925
EL
GOBERNADOR CIVIL DE LA PROVINCIA DE GIPUZKOA VISITÓ AYER EL DISPENSARIO DE
SANTA ISABEL
En
la tarde de ayer jueves 28 de febrero, el Gobernador Civil de la provincia don Tomás Garicano Goñi, visitó el “Dispensario Médico de Santa Isabel Gratuito
para los pobres de San Sebastián”.
En
la fotografía le vemos acompañado por el director del benéfico establecimiento
doctor Don Augusto Harriet, el doctor González y el cónsul general de Francia
en San Sebastián, M. Romain Vuillaume.
(Foto Aygües)
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7 La Junta de Señoras que rige el Dispensario con su director, el doctor don
Augusto Harriet y los doctores Luis González Ayani y Julio Albea. Diario Vasco,
viernes 29 de febrero de 1952, página 3
El
señor Gobernador Civil de esta provincia, don Tomás Garicano Goñi, visitó ayer tarde este benéfico
establecimiento el “Dispensario Médico
de Santa Isabel Gratuito para los pobres de San Sebastián”, interesándose
grandemente por su funcionamiento y menores detalles de su organización.
El
señor Gobernador quedó muy gratamente impresionado de la magnífica labor que
con tanta pericia y esmero se lleva a cabo en el mismo y tuvo palabras de
sincero elogio para quienes con incansable entusiasmo prestan su desinteresada
asistencia a los enfermos pobres.
Fue
recibido por la Junta de Señoras que rigen el Dispensario; su médico director
el doctor Augusto Harriet y el señor
cónsul Francia en esta ciudad don Romain
Vuillaume; los doctores que componen el cuadro de especialistas y las
enfermeras que con gran acierto trabajan a sus órdenes.
El
“Dispensario de Santa Isabel” fue
fundado el año 1909 por el doctor Carlos
Vic, de una grata memoria en esta ciudad, secundado por los doctores también
franceses don Miguel Leremboure y
don Augusto Harriet. A su loable
propósito se unieron incondicionalmente los doctores Luis González Ayani, Mariano
Echauz y Luis Olalde, prestando
sus valiosos servicios en el transcurso de los años, las más destacadas figuras
médicas donostiarras.
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8 Enfermeras curando a una niña con la Hermana Misioneras Evangélicas de Ulía,
1954
Hoy
día la “Junta de Señoras” del Dispensario Santa Isabel está constituida
de esta forma: Presidenta de Honor doña Luisa
Lizarriturry de Rezola (don Manuel); presidenta doña Carmen Lizarriturry de Harriet; vicepresidenta doña Laura Montenegro; tesorera doña Luisa Artola; secretaria la señorita Isabel Tejada; vocales las señoras de
Apalategui, Trecu, Harriet (don Augusto) y señoritas de Domínguez, Ajuria,
Arana y Machimbarrena.
El
cuadro de especialistas lo componen los siguientes doctores: Julio Albea, Carmelo Balda, Antonio
Arrieta, Ignacio María Barriola,
Antonio Echeto, Ángel Eizaguirre, Álvaro
Figuerido, José María Gastaminza,
Antonio Gonzalo y Manuel Kutz Echave, con su director don
Augusto Harriet.
La
Dirección de los servicios está confiada a las Madres religiosas Hermanas Misioneras Evangélicas de Ulía,
que cuentan con un grupo de cuarenta enfermeras.
Además
de las consultas, se realizan curas, tratamientos, intervenciones de cirugía
menor, inyecciones de todo tipo y también gratuitamente se suministran los
debidos medicamentos.
Los
fondos se recaudan por suscripción voluntaria con la colaboración de la
Excelentísima Diputación, Caja de Ahorros Provincial, Excelentísimo
Ayuntamiento, Consulado de Francia y entidades como la Fábrica Michelín,
Establecimientos George et Fils y la Casa Marie Brizard.
El
número de enfermos que desfila anualmente por el Dispensario Santa Isabel se eleva
a 6.000, con un promedio de 10.000 curas e inyecciones, sin contar los
servicios de rayos ultravioletas, infrarrojos, diatermia, radioterapia,
etcétera, etcétera.
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9 Médicos, enfermeras, religiosas con la Junta de Señoras. Fotógrafo: Martín Ricardo.
San Sebastián 1918
La
labor que realiza este Dispensario, cómo muy bien se refleja en estos datos, es
verdaderamente digna del mayor elogio y enaltece a nuestro pueblo al contar con
una Institución modelo en su género, debida a este conjunto de señoras,
doctores, religiosas y enfermeras que en su caritativa tarea ponen todo su afán
para aliviar la situación de los enfermos pobres de San Sebastián.
El
Dispensario Médico de Santa Isabel, puede contarse entre los más perfectos de
su clase y desde estas columnas enviamos nuestra más efusiva enhorabuena a
cuantos de él forman parte activa (2).
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10 El Dr. Carlos Vic luego de habérsele sido impuesta la Medalla con que San
Sebastián premia la labor suya y del Dispensario de Santa Isabel. Hermanas
Dominicas. Jueves 21 de noviembre de 1935. Foto Gueréquiz
MANUAL DE LA ENFERMERA
I.- ACTIVIDADES DE LA ENFERMERA
1.- Misión de la
Enfermera.
La
Enfermera tiene por misión el asistir a los enfermos y todos los cuidados que
haya que prestarles, sean de la clase que sean, médicos, higiénicos,
personales, corresponden a la misma; debe ser el único intermediario entre el
médico y el enfermo, la única persona que entre en contacto con éste.
Aun
hoy día existe entre nosotros una confusión en este concepto y estas funciones
auxiliares se intentan dividir en dos categorías; unas que llaman técnicas , inyecciones,
curas, anestesias, etcétera, otras que se consideran de orden secundario, como alimentación,
limpieza del enfermo, etc., y también se pretende que haya dos categorías de
personal auxiliar que se encargue de estas funciones.
Podemos
afirmar, para ello nos sirven de apoyo los resultados obtenidos en los países
en que los cuidados de los enfermos han adquirido un nivel elevado y nuestra
modesta experiencia, que no debe llamarse enfermera quien no quiera encargarse
de todos los cuidados, absolutamente todos, que necesita un enfermo. Para ello
se requieren ciertas condiciones físicas y morales y unos conocimientos que no
se adquiere más que por larga práctica en las salas de enfermos y preparación
teórica simultánea.
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11 El doctor Antonio Echeto con dos enfermeras en el laboratorio del dispensario y con su
magnífico microscopio para combatir a los microbios. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1909
Concretamente,
la enfermera debe hacerse cargo de la total asistencia de los enfermos; recibe
las órdenes del médico que dirige el tratamiento y tiene a las suyas a las
empleadas encargada de la limpieza (de suelos y vajilla, casi exclusivamente).
Estas últimas en ningún caso deben entrar en contacto con el enfermo; su
cuidado, insistimos una vez más, debe estar íntegramente en manos de la
enfermera.
2.- Profesión y
vocación
Es
frecuente que se contrapongan los términos de profesión y vocación, pero en
realidad es difícil admitir que exista un buen profesional que carezca en
absoluto de vocación, como tampoco basta la vocación sin la preparación
profesional. Si son antagónicos, lo que podemos llamar el espíritu de
profesionalismo – prestación de unos servicios técnicos exclusivamente por una
remuneración económica- con el vocacional puro- impulso del espíritu hacia
determinadas funciones, relegando a segundo término la retribución que
produzca.
Hay
profesiones, para el ejercicio correcto de las cuales basta con un mínimum de
espíritu vocacional, siendo lo fundamental el ser un buen profesional. Por el
contrario hay otras, y entre ellas ocupa lugar preferente la de enfermera, que
son imposibles de desempeñar bien cuando se carece de ese elevado espíritu
vocacional; el prefecto conocimiento de la profesión, nunca podrá compensar la
falta de vocación. Para ser buena enfermera, es necesario una firme vocación de
hacer el bien y de ejercer la caridad, no basta con una buena preparación
técnica.
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12 Consulta
del doctor Augusto Harriet con un niño, su mujer y con las Enfermeras
Aristocráticas. Dispensario de
Santa Isabel de San Sebastián. 1909
Es
un grave error el considerar el cuidado de los enfermos como una profesión más
que permite obtener la independencia económica. Quien tenga este espíritu nunca
podrá ser buena enfermera y las consecuencias las sufrirán; los enfermos, que
no estarán asistidos con el espíritu de abnegación que se requiere para ello;
las enfermeras en general, que se verán invadidas por compañeras sin el
espíritu que les ha hecho objeto del respeto y la consideración de todo el
mundo; las mismas interesadas, que no podrán encontrar satisfacción interior al
ejercer una profesión que es dura y penosa si no se practica por ideales
elevados.
No
hará falta decir que no pretendemos que este impulso vocacional excluya toda
retribución; todo lo contrario, creemos que la enfermera es acreedora a mejorar
sus condiciones de vida, a rodearse de comodidades, de satisfacciones, que
compensen la dureza de su trabajo, lo que no puede hacerse más que con dinero.
Así como también estimamos que no debe hacer un trabajo agotador sin limitación
de horas, incompatible con la conservación de la salud.
Lo
que nosotros queremos subrayar es que los móviles que guíen sus actos deben ser
siempre, muy en primer término los vocacionales y muy en último término el
profesionalismo.
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13 Consulta
del doctor Augusto con su mujer y con las Enfermeras Aristocráticas. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1920
Porque
tenemos un concepto tan noble, tan elevado de la enfermera es por lo que
entendemos que no hay más que una clase de enfermeras, que no debe haber
distinción entre enfermeras profesionales y enfermeras por vocación. Enfermeras
profesionales son todas, sin conocer la profesión no se puede ser enfermeras.
Enfermeras con alto espíritu de vocación deben serlo todas y la que carece de
él no merece ser enfermera.
II CUALIDADES FÍSICAS Y MORALES
DE LA ENFERMERÍA
I.- Cualidades físicas
La
vida de la enfermera es dura y para soportarla se necesita tener resistencia
física adecuada y un sistema nervioso equilibrado. Una persona enferma no puede
rendir trabajo, ni tener la alegría y el
espíritu de optimismo tan necesario para la enfermera. Hay enfermedades y
defectos físicos que fácilmente se comprende que incapacitan totalmente para la
profesión: la sordera, la mala vista, defectos que impidan la ligereza de
movimientos, que incapaciten para algunos esfuerzos, afecciones que puedan
contagiarse a los pacientes mismos, etc.: otras enfermedades no constituyen en
sí un impedimento absoluto, pero las personas que las padezcan no deben de ser
enfermeras, ya que a éstas hay que exigirles una excelente salud y, hasta
cierto punto, buena presencia física, que también tiene su importancia para
hacerse agradable a los pacientes y para conservar su autoridad.
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14 Autoridades, Médicos, Enfermeras e
Hijas de la Caridad en el patio del Hospital Civil de San Antonio Abad, 1915
2.- Cualidades Morales
La
profesión de enfermera exige cualidades morales que no son necesarias para
muchas profesiones; es consagrar una vida entera a hacer el bien a nuestros
semejantes, sacrificando en todo momento su propio bienestar; son años y años
de abnegación, de renunciaciones, de sacrificios, etc. Para ello no basta con
aprobar unos exámenes, sino que se requiere un temple moral, una energía, una
perseverancia, que no están al alcance de todo el mundo y exige una serie de
cualidades morales que pueden mejorarse por una formación adecuada.
I.- Sinceridad
La
enfermera debe decir siempre la verdad a sus jefes, aunque la perjudique: No
debe perderse en ambigüedades y atenuaciones, sino contestar concretamente a lo
que se le pregunte. Faltar a la verdad, aun en las cosas sin importancia, puede
significar la pérdida total de confianza en una persona, dejar de creer en
ella.
II.- Bondad
Las
personas buenas crean un ambiente favorable a su alrededor, sobre todo si son
inteligentes. Con la bondad y la dulzura se abren muchas puertas y muchos
caminos, lo que no podrá lograrse con la dureza.
No
hay que confundir una persona buena con una persona débil. La bondad no sólo no
es incompatible con la energía y con la rectitud, sino que al contrario, la
persona buena es fundamentalmente justa.
III.- Paciencia
El
enfermo requiere cuidados largos, penosos muchas veces; a consecuencia de sus
males es injusto, no siempre tiene educación, etc. Hay algunos que ponen a
prueba el ánimo más paciente; son los momentos en que se conoce la buena
enfermera, que nunca debe tener un movimiento de impaciencia y mucho menos de
irritación.
También
los médicos ponen a prueba la paciencia de las enfermeras; hay veces que en una
intervención difícil ocurren incidentes, no marchan las cosas como quisieran,
no encuentran el instrumento adecuado, la ayuda necesaria; chillan y riñen más
o menos fuerte, según su temperamento; a la enfermera no debe importarle por
ello y sigue cumpliendo su obligación aunque se dé cuenta de que ha sido
tratada injustamente.
El
ideal es llegar al perfecto dominio de sí misma, que haga que ninguna
circunstancia pierda la paciencia.
IV.- Obediencia
La
enfermera debe de obedecer a todos sus superiores, en todo lo que constituye el
deber profesional en cualquiera de sus manifestaciones.
En
una organización tan compleja como es un hospital, es absolutamente necesario
la conservación de la disciplina; todos deben saber lo que se les puede mandar
y todos deben saber obedecer.
V.- Sentido del deber y
de la responsabilidad
La
enfermera, en todo momento, ha de recordar que tiene un deber que cumplir.
Todos sus actos, todos sus trabajos, son una consecuencia de este cumplimiento
del deber; cuando se tiene bien inculcado este concepto, da la perseverancia
necesaria para no decaer en el camino y un espíritu de rectitud, de amor a la
justicia, esencial en todo puesto de responsabilidad.
Si
es muy admirable la labor que realiza, mayor es la responsabilidad. Es
necesario que las enfermeras se den cuenta de la enorme importancia que pueden
tener sus acciones y omisiones; cuando conozcan bien la responsabilidad que
tienen que soportar, entonces podrán afrontarla.
El
concepto del deber y el sentido de la responsabilidad marchan paralelamente y
puede decirse que son una sola virtud.
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15 Hijas de la Caridad con Enfermeras
de la Cruz Roja de San Sebastián, 1927
VI.- Economía
Las
instituciones hospitalarias deben de ser defendidas en sus intereses por todos
sus empleados y muy especialmente por las enfermeras, que tienen innumerables
ocasiones de hacerlo.
Hay
que crear e inculcar el espíritu de que es delito el malversar los fondos de
las instituciones de beneficencia, tanto en las sostenidas por las
corporaciones oficiales como en las debidas a la inagotable caridad privada, y
la lealtad hacia ellas obliga a procurar suprimir los gastos inútiles.
Puede
economizarse en infinidad de ocasiones; no dejando el gas encendido
inútilmente, apagando las luces eléctricas, no dejando correr el agua,
sirviendo la comida justa, gastando el material de curas necesario y nada más,
no cortando las vendas que puedan ser utilizadas otra vez, etc. etc.
Puede
economizarse también evitando el romper, el estropear el material, los útiles
que se empleen en los servicios. Los objetos se rompen casi siempre por
negligencia, por falta de atención, por una impaciencia muchas veces. También
se rompen porque se les destina a un uso indebido; hervir el instrumental en
una batea, usar un paño nuevo para agarrar una plancha caliente, colocar sin
aislamiento un hervidero encima de una mesa de cristal.
No
hay nada más desmoralizador que ese espíritu de considerar sin valor lo que es
de todos. La enfermera, para sí y para su alrededor, tiene que romper este
ambiente e interesarse muy activamente para conseguir la economía en el
funcionamiento del hospital.
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16 Consulta
del doctor Augusto con su mujer y con las Enfermeras Aristocráticas. Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1909
VII.- Amor a la
limpieza
En
las funciones que desempeña la enfermera tiene una participación importantísima
la limpieza. Tiene que vigilar el estado de suelos y rincones, limpiar al
enfermo –luchando muchas veces con el terror al agua del mismo-, cambiar las
camas, arreglar consultas, cuartos de cura, etc. Todo esto no se hace bien, si
no es con un extraordinario amor a la limpieza, con verdadera repulsión a la
suciedad.
III DEBERES DE LA ENFERMERA
1º Deberes con los
enfermos
1º.-
Secreto Profesional
La
enfermera, en el ejercicio de sus funciones, puede conocer enfermedades,
interioridades familiares de sus pacientes, etc., que fácilmente se comprende
que su divulgación podría causar un grave daño y que por tanto no debe darlos a
conocer. Aunque no sea así, aunque se trate de sucesos banales sin
trascendencia, la enfermera siempre está obligada a guardar secreto de todo lo
que ha sabido en el ejercicio de su profesión.
Lo
mejor es que siga como norma de conducta el trazar en su mente una barrera,
para que nada de lo que ha llegado a saber en las horas de trabajo, trascienda
en sus conversaciones con amigos, compañeras y familiares. No es raro que se
peque de ligereza en este sentido, muy especialmente al comienzo de los
estudios.
La
enfermera puede encontrarse ante el problema de tener que contestar a preguntas
de familiares y conocidos del paciente; su única respuesta debe ser dirigirles
donde el médico que podrá resolver en cada caso. Alegar ignorancia suele ser
muy útil para evitar el contestar preguntas indiscretas.
2º.-
Conducta personal con respecto a los enfermos
La
enfermera está consagrada al cuidado de los enfermos y en éstos no puede ver
más que al hombre que sufre. Es necesario que les preste, todos los cuidados
que sean necesarios, pero debe procurar establecer una separación que impida
terminantemente que pueda haber entre ambos otra relación que la puramente
profesional, sin que ni siquiera pueda permitir el menor equívoco.
La
única forma de conseguirlo es mantenerse en todo momento en una posición de
austera dignidad, que le haga ver al enfermo esa separación.
Es
posible que en un enfermo grave tenga que extremar sus cuidados dotándolos de
una mayor afectuosidad –el enfermo, muchas veces totalmente desamparado,
también necesita cuidados morales – pero al comenzar la convalecencia es
necesario volver al régimen normal de relación entre enfermera y paciente.
El
enfermo mantiene siempre el respeto que se le impone; si en todo momento no se
le permite ninguna familiaridad, ni la más pequeña libertad, la enfermera puede
tener la seguridad que será tratada como se hace acreedora por sus nobilísimas
funciones.
La
trasgresión de estas normas constituye una falta gravísima; la enfermera que ve
en el paciente algo más que a un ser doliente sometido a sus cuidados, no
merece serlo.
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17 Sala de Curas. Dispensario de Santa
Isabel de San Sebastián. 1909
3º.-
Deberes religiosos del enfermo
La
enfermera asiste a los pacientes en las circunstancias más graves de la vida,
muchas veces mueren en sus manos. Esto hace que se le plantee el problema de la
asistencia religiosa.
En
esta cuestión la enfermera debe mantenerse en una posición de neutralidad,
limitándose a facilitar por todos los medios, los deseos del enfermo; si conoce
previamente sus ideas, no dudar en proceder con arreglo a ellas; si manifiesta
deseos más o menos expresos de una asistencia religiosa, procurársela con la
mayor rapidez posible.
Puede
darse el caso de que un paciente en trance de abandonar este mundo no se dé
cuenta de su estado; la enfermera debe advertírselo a los familiares, para que
estos tomen las medidas, que estimen convenientes. Es mucho más difícil el
decírselo al mismo paciente, pero es un deber que hay que llevar a cabo
procurando extremar la delicadeza, si existe realmente un peligro de muerte y
no es posible comunicarse con los familiares. Un moribundo puede tener deseos
de cumplir, no sólo deberes religiosos, sino también de otro orden como
testamento, reconocimiento de hijos, etc.
También
plantea un problema religioso el bautizo de los recién nacidos en peligro de
muerte; generalmente es el médico quien lo hace, pero en su ausencia la
enfermera debe bautizarlos, siempre que sea ese el deseo de los padres.
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18 Sala de Curas. Dispensario de Santa
Isabel de San Sebastián. 1920
2º.- Deberes con
respecto a los médicos
1º.-
Obediencia
Ya
hemos dicho anteriormente que es un deber fundamental de la enfermera el
cumplimiento exacto de las órdenes médicas que es lo que caracteriza a una
buena enfermera. Debe pensar siempre, que cuando le dan una orden existen
razones para ello, aunque de momento parezca inexplicable.
Naturalmente,
esta obediencia no puede ser ciega y rígida, sino que en ocasiones debe ser inteligente;
por ejemplo, puede suceder que se produzcan circunstancias especiales, que
modifiquen fundamentalmente el estado del paciente con respecto al momento en
que dictó la orden el médico y estas modificaciones tal vez hubieran
determinado unas órdenes distintas.
Para
estas ocasiones, sobre todo si no se puede consultar con el médico, es
necesario que la obediencia sea inteligente.
Generalmente
el médico por sus conocimientos, por su capacidad profesional, por su conducta
moral, es respetado por la enfermera, y el cumplimiento de sus órdenes no
ofrece dificultades de orden moral. Pero puede suceder que en el médico no
concurran esas circunstancias o que la enfermera no lo estime así y entonces se
le plantea el problema de cumplir unas órdenes acerca de cuyo valor duda.
Para
la enfermera no cabe más que el cumplir íntegramente lo que se le ordena; no
tiene competencia para juzgar a los médicos y en último caso no es ella quien
lleva la responsabilidad. Es más, no sólo debe tener una obediencia completa en
el cumplimiento de las órdenes, sino que además debe abstenerse de toda clase
de comentarios y manifestaciones. Al médico, en su aspecto profesional, no
puede hacer más que obedecerle y respetarle.
2º.-
Ejercicio ilegal de la profesión
La
enfermera tiene unas funciones auxiliares bien determinadas; el intentar
salirse de ellas constituye una falta de moralidad y en muchas ocasiones un
delito. Debe actuar siempre bajo las órdenes del médico y no está capacitada ni
autorizada para tomar la dirección del tratamiento; el hacerlo así significa
una intromisión en el terreno médico y por tanto el ejercicio ilegal de la
profesión.
3º.-
Relaciones entre médicos y enfermeras
Una
vocación de enfermera, cuyo fin fundamental es cuidar los enfermos, no debe
bastardearse con otras finalidades; en ningún momento deben utilizarse los
pacientes como medio de lograr éstas.
La
coquetería y la frivolidad ante el médico es una grave falta en las enfermeras;
quienes así proceden causan un grave daño al prestigio de sus compañeras y al
de la profesión.
3º.- Deberes con la
Institución en que presta servicio
La
enfermera está obligada a facilitar el funcionamiento de la Institución en que
presta servicio, no creándola conflictos de ninguna clase, muy especialmente si
se trata de una Institución de Beneficencia.
En
ningún momento entre extraños, ni siquiera entre las compañeras, debe hacer
manifestaciones de censura ni de disconformidad con el funcionamiento de sus
servicios; no se haría más que crear un ambiente de derrotismo, sin que se
arreglen los defectos. Estas observaciones se deben hacer ante quien tiene
autoridad para poner remedio al mal. Así se conserva el prestigio moral de una
obra buena y si no lo es, si la crítica es justificada, nunca debe trascender
al público.
Esto
entra, en realidad, dentro de la obligación de guardar el secreto profesional;
debemos subrayar que esta obligación existe no sólo con respecto a los
enfermos, sino también exactamente igual en lo referente a la Institución. Todo
lo que sepa de un enfermo durante sus funciones profesionales, debe ser
guardado en secreto; asimismo todo lo que sepa de la Institución, en
condiciones análogas.
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19 Hospital Gran Casino. Damas
Enfermeras de la Cruz Roja de San Sebastián, 1924
4º.- Deberes con sus compañeras
La
convivencia en las Escuelas crea un espíritu de camaradería y fraternidad que
debe seguir en el curso de la vida y ampliarse a las nuevas compañeras que se
encuentran en el transcurso del ejercicio profesional.
Sin
embargo, una familiaridad excesiva tal vez no sea conveniente y no debe ser
motivo para que se relaje el cumplimiento del deber, ni para permitírselo a los
demás; el ideal es que cada una conserve su personalidad, que cada una cumpla y
haga cumplir las obligaciones, sin que éstas puedan ser modificadas por
consideraciones de amistad.
Las
enfermeras, como todos los que tienen que convivir, deben desarrollar un
espíritu de indulgencia recíproca para sus pequeños defectos; una buena táctica
es procurar conocer los propios y entonces puede tenerse mayor tolerancia para
los ajenos. Solamente con esta indulgencia recíproca puede conservarse el
espíritu de fraternidad que debe existir en la gran familia de las enfermeras.
5º.- Deberes consigo
misma
1º.-
Conservación de la salud
La
enfermera no sólo debe cuidar de la salud ajena, sino también de la propia y
está obligada a tomar todas las medidas necesarias para evitar la enfermedad.
Ante
todo debe hacer una vida higiénica; la permanencia al aire libre durante las
horas que tenga disponibles, será muy beneficiosa; durante la noche tiene que
permanecer con la ventana abierta.
Debe
procurar dormir un mínimun de siete horas; muy especialmente las que velan de
noche deben seguir este principio; por tener más horas libres, nunca se debe sacrificar
el sueño.
Las
comidas deben ser adecuadas en cantidad y calidad; debe procurarse la
regularidad en las horas, siempre que sea compatible con el servicio,
¡bastantes veces éste impone desórdenes en la alimentación para que encimase
produzcan voluntariamente!
Deben
extremarse las precauciones para evitar el contagio de enfermedades; todas las
medidas que se le hayan indicado deben cumplirse rigurosamente. Muy
especialmente debe cuidar las manos, evitando las grietas y pequeñas heridas y
cuando se produzcan, cubriéndolas con un apósito y eludiendo cuidadosamente el
contacto con substancias sépticas; pueden producirse infecciones, en ocasiones
muy graves, por descuidarse estas normas.
2º.-
Formación profesional
La
enfermera, en ningún momento, debe sentirse satisfecha de su capacidad
profesional, siempre tiene que aprender más. Desde que comienza sus estudios
tiene que procurar elevar el nivel de sus conocimientos y cuanto mayor sea éste
tanto mayor será el bien que pueda hacer a sus enfermos.
3º.-
Autoridad moral
La enfermera
tiene obligación de seguir una norma de vida que aumente su autoridad moral;
debe tener la responsabilidad de la importancia de su misión y el deber de
rodearla del mayor prestigio posible.
6º.- Deberes con los
Tribunales
En
determinadas circunstancias, la enfermera puede verse obligada a quebrantar el
secreto profesional ante los Tribunales de Justicia. Cuando las leyes lo
ordenan, no le queda otro remedio que cumplirlas; la autoridad judicial puede
exigirla declaraciones en este sentido, siendo obligación ineludible el
auxiliarle en sus investigaciones.
Un
caso que puede planteársele es que lleguen a su conocimiento, hechos delictivos
o simplemente los sospeche; por ejemplo, en un enfermo que asiste se presentan
síntomas de envenenamiento o alrededor de su muerte concurren circunstancias
extrañas; también entonces está relevada del secreto profesional. Lo mejor que
puede hacer es dar cuenta al médico de lo que ha observado y éste será el que
determine si está justificado el comunicárselo al juzgado.
FOTO
20 Practicantes e Hijas de la Caridad
en la Sala de hombres en Navidad en el Hospital Civil de San Antonio Abad, 1924
IV.- LA ENFERMERA MODELO
Al terminar esta breve exposición
de lo que entendemos es la enfermera, pensábamos hacer un a modo de resumen de
lo que debe ser la enfermera ideal, las cualidades que debe reunir. Pero en un
libro de Mlle. Chaptal (Morale professionelle de l’infirmiere. A. Poinad Ed. París) se encuentra
tan maravillosamente sintetizada esta figura que no podemos resistir a la
tentación de transcribirlo íntegramente.
¿Cómo es la enfermera modelo?
Ante
todo inspirará confianza, porque dirá siempre la verdad y será siempre discreta.
Veracidad y discreción se completan la una con la otra y sin ellas no podrá
inspirar confianza. Cuando nuestra enfermera entre en posesión de un secreto
profesional, nada le hará revelarlo; un buen medio que empleará para esto, como
cualquier otro secreto, es aparentar ignorancia. Un secreto cuya posesión se
confiesa, está medio traicionado.
Cuando
nuestra enfermera sea encargada de una misión cualquiera, importante o
secundaria no hace al caso, todo es importante para ella, nadie tendrá razón para
suponer que podría descuidarla. No tendrá necesidad ni de control ni de
observación; tiene una misión, la cumple, esto es todo. ¡Y ved, en
consecuencia, qué confianza se tiene de ella, con qué seguridad el jefe cuenta
con el exacto cumplimiento!
Por
tanto inspirará confianza. Inspirará también otro género de confianza
espontánea que viene de una simpatía presentida. Porque se aproximará siempre a
su enfermo con bondad, que le demostrará y le probará en toda ocasión y sin
ocasión, porque su corazón se entregará siempre al sufrimiento, que espera de
ella la dulzura de una compasión sentida. Nada de indiferencia, nada de hábito,
nada de rutina. Hábito de olvidarse de sí misma, de vencer la propia
naturaleza, las tendencias de vosotras mismas que pueden hacer mal al enfermo;
nunca otros hábitos.
Nuestra
enfermera será perfectamente igual y dulce; jamás un movimiento de mal humor
que irrite al paciente que ella cuida.
Será
así con todos, complaciente y atenta; lo mismo con el inoportuno que la
molesta, que con aquellos que son agradables de cuidar y que le manifiestan el
reconocimiento. Siempre llena de tacto sabrá contenerse y escuchar mejor que
hablar ella misma; pero sabrá evitar los silencios penosos, si un enfermo tiene
necesidad de ser distraído. ¿Veis tomar cuerpo y aparecer delante vuestro la
enfermera modelo?. Visión de paz y de reconocimiento.
Otras
cualidades adquiridas o innatas como previsión, abnegación, tolerancia,
respeto, se verán en ella. Y sobre todo se verá en todo lo que hace, por qué
profundo sentimiento es movida en cada uno de sus actos, qué alta idea tiene de
su misión; y esto, sin que deje traslucir la buena opinión que tiene de sí
misma. Por otra parte nada puede darle esta opinión exagerada de su valer,
porque sabe bien en su interior, qué lejos está todavía de la perfección que
desea alcanzar y cuyo ideal tiene ante los ojos para empujarle adelante.
Llegar
a dar realidad a este ideal, no depende más que de vosotras; ¿qué esperáis para
comenzar? ¿Un golpe de gracia extraordinario, una iluminación del cielo? O bien
esperáis que las cosas sean más fáciles...¡pero no lo serán jamás!, o por lo
menos no lo serán en la proporción de vuestros esfuerzos. Sabed bien que cada
esfuerzo es un paso adelante, una fuerza adquirida, que cada relajación, cada
negligencia, un paso hacia atrás, un presagio de retroceso o caída para el
mañana.
Y
esto no hay que pensarlo solamente en las grandes ocasiones; si esperáis a las
grandes ocasiones, se corre el peligro de llegar no solamente al fin de los
estudios, sino al fin de vuestra carrera, puede ser al de vuestra vida. Quien
espera siempre, no llega al fin, no olvidarlo. No es mañana cuando hay que
avanzar dos pasos, es hoy cuando hay que dar uno. La ocasión está aquí, todos
los días, cada instante. Está sobre vuestra mesa, en este deber que habéis
descuidado cinco minutos.
FOTO
21 Enfermeras de San Sebastián, 1937. Fotógrafo: Pascual Marín
Está
en esa lección que tenéis que estudiar, en la que no habéis puesto
verdaderamente vuestro esfuerzo cerebral. Está en esa cama hecha
descuidadamente, en esa vajilla mal lavada; está en ese objeto que no habéis
recogido por negligencia, en ese delantal mal ajustado al cuerpo, en ese
retraso a la hora fijada por falta de un poco de previsión.
Está
todavía en esas palabras dichas de más, que os han rebajado a vuestros propios
ojos, a menos que, lo que sería mucho más grave, ni siquiera os hayáis
reprochado de haberlas dejado escapar.
Está
también en esa falta de complacencia, en ese retorno al egoísmo, en ese
movimiento brusco que hacía falta reprimir. Está en todas partes la ocasión de
hacer mejor las cosas, excepto en vuestra imaginación, que ve demasiado grande
y busca demasiado lejos.
Lo
que hacéis, hacerlo bien, muy bien si podéis, a la perfección si os sentís con
ánimos. Y no esperar otra cosa que vuestra vida de cada día en vuestra Escuela,
para encontrar ocasiones de realizar en vosotras ese tipo, muy realizable, de
enfermera modelo (3, 4, 5, 6 y 7).
Bibliografía
1.-
Diario Vasco, jueves 16 de agosto de 1951
2.-
Diario Vasco, viernes 29 de febrero de 1952
3.-
Manual de la Enfermera de Manuel Usandizaga. II Edición, 1938
4.-
Manual de la Enfermera. M. Usandizaga. Catedrático de Medicina. Director de la
Escuela de Enfermeras de la Casa de Salud Valdecilla (Santander) Segunda
Edición. 1938. II Año Triunfal
5.- Dispensario de Santa Isabel de San Sebastián.
1909
5.-
“Santa Isabel”
Kontsultategia Donostian
6.-
El Dispensario Santa Isabel 1925. Publicado el miércoles día 6 de septiembre de
2017
7.- Dispensario Santa Isabel
1935. Publicado
el lunes día 25 de septiembre de 2017
FOTO
22 Religiosas de diferentes Órdenes y Damas de la Cruz Roja en la entrada del
Palacio de Miramar de San Sebastián, 1935. Fotógrafo: Pascual Marín
Autor:
Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en
Enfermería. Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Gipuzkoa
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico
de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia –
Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia
de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019
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