EN UN MUNDO DEVASTADO, ELLA LUCHA POR LA VIDA
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1 Portada del libro de Yolanda Guerrero “Mariela”
EL PAPEL DE LAS ENFERMERAS EN LOS HOSPITALES DE CAMPAÑA
VINDICACIÓN DE LOS ÁNGELES BLANCOS
Yolanda
Guerrero traza un gran fresco histórico que recuerda el papel de las enfermeras
en los hospitales de campaña
FOTO 2 Portada del libro y su autora Yolanda
Guerrero
La
epopeya de una mujer valiente en un mundo que nunca volvería a ser el mismo
AUTORA:
Yolanda Guerrero Doménech. Nacida en
Toulouse (Francia) en 1962 y licenciada en Periodismo en Madrid, trabajó con el
Instituto Internacional de Prensa (IPI, por sus siglas en inglés) en la sede de
Londres y sus asambleas de Buenos Aires, Montevideo, Estambul y Berlín. A su
regreso a España, desarrolló durante más de 25 años su profesión en el diario El País, especialmente en su edición
latinoamericana y en suplementos internacionales como The New York Times en español, hasta que, a partir de 2014, dedicó
su actividad prácticamente en exclusiva a la literatura. Además de colaborar
habitualmente con reseñas y artículos en la revista literaria Zenda, ahora publica su segunda novela, Mariela, después de una primera
incursión en la narrativa con El huracán
y la mariposa (Catedral, 2017).
La
epopeya de una enfermera española en la Primera Guerra Mundial
Yolanda
Guerrero traza un
gran fresco histórico que recuerda el papel de las enfermeras en los hospitales
de campaña. La epopeya de una mujer valiente en un mundo que nunca volvería a
ser el mismo.
Es la
historia de Mariela, una enfermera española que llega a París en 1918, durante
los meses finales de la Primera Guerra Mundial. La incomprensión de quienes no
conciben que una mujer sea capaz de salvar vidas no le ha dejado otro camino
que la huida.
Con su
uniforme blanco como único escudo, Mariela recorrerá algunos de los escenarios
clave de la historia del siglo XX, desde el horror de las trincheras hasta
Berlín, Moscú y el frente ruso. Pero la crueldad de la guerra no será su único
enemigo. También se enfrentará a la gran epidemia que asoló Europa durante unos
años siniestros: la gripe española, la Bestia, que se cobró tantas víctimas
como los ejércitos.
FOTO 3 Doce
enfermeras de la Cruz Roja Francesa con su uniforme blanco en la Primera Guerra
Mundial
En los
últimos meses de 2018, Beatriz, una mujer joven que acaba de ser despedida de
su trabajo, recibe de su madre el encargo de encontrar el hilo que enlaza a
cuatro mujeres de su familia, ellas dos y la abuela y la bisabuela de la propia
Beatriz. El cabo del hilo es Trasmoz, el pueblo aragonés del que proceden,
tradicionalmente asociado a la brujería (femenina) y «todavía hoy excomulgado y
maldito». En Trasmoz y en el cercano monasterio de Veruela le aguardan a
Beatriz una serie de documentos, como cajas chinas, y un cuadro misterioso que,
en lugar de firma, lleva lo que parece un número romano: DIX. Los documentos y
el cuadro guardan la peripecia tan sorprendente como apasionante de la
bisabuela de Beatriz, la Mariela que da título a la novela, en los años de la
Primera Guerra Mundial, «un momento en que el mundo se asomaba al precipicio,
pero todavía había esperanza». Atrapada por el misterio y por la fuerza que
intuye en esa historia familiar, Beatriz decide que “iba a encontrarnos”.
Lo que sigue
es la inmersión del lector –a través de la que lleva a cabo la propia Beatriz-
en el periplo fascinante de Mariela por el Madrid azotado por la llamada gripe
española de 1916, por los terribles escenarios de la guerra europea, por el
brillante París que –pese a la guerra– empezaba a ser la fiesta que contaría
Hemingway, por la Alemania en que la frustrada revolución comunista da paso a
la contrarrevolución que lleva en su seno el huevo de la serpiente nazi, y por
la triunfante revolución rusa, llena de luces y sombras. Un periplo que a la
fuerza y el atractivo de esos episodios históricos cruciales une la calidad de
la escritura de Yolanda Guerrero.
En el
Trasmoz en el que vive la joven Mariela en 1916 abundan las supersticiones,
pero una cosa de la leyenda es cierta: las mujeres se reunían; y algo más,
había una saga de herbolarias a la que pertenece la propia Mariela, mujeres que
recolectan las variadas hierbas del Moncayo con fines curativos. Ya esas
primeras páginas de la novela, que son como el prólogo de todo lo que le espera
al lector, tienen un magnetismo especial: «En el Moncayo había cabida para
todos los misterios», y la Cañada de Moncayo, el pueblo imaginario de la
protagonista, «era un paraje de tinieblas y seres mágicos». El misterio y el
encanto se completan con los peculiares nombres propios de la zona: Chustino,
Ostaquio, Nonilo, Simuel; «anda que no sois raros poniendo nombres en la
Cañada», dirá un personaje. El conjunto crea un ambiente envolvente y magnético
que atrapa al lector desde el primer momento, metiéndole de lleno en el
universo autosuficiente de la novela.
De ese
entorno singular la protagonista pasa a un Madrid en el que la gripe hace
estragos y en el que sus conocimientos herbolarios le van a ser enormemente
útiles. Ese Madrid de la segunda década del siglo XX tiene los tintes del
Baroja más duro: pobre, malnutrido, sin higiene, asediado por las enfermedades,
donde las familias obreras se amontonan en cuchitriles de alquileres abusivos.
Un Madrid también zarzuelero o sainetero que la autora refleja con un magnífico
lenguaje y chispeantes diálogos. Ahí, la novela pasa del ambiente misterioso y
mágico del Moncayo a otro totalmente realista, pero descarnado y feroz, más
temible que el mundo de tinieblas.
Con todos
sus horrores, la capital supone un momento de iniciación para la protagonista.
Empezando por el descubrimiento de los libros –Amado Nervo, Antonio Machado,
Unamuno…– y por la nueva conciencia que le van a despertar. Así, Rosalía de
Castro, Emilia Pardo Bazán, que le enseña que es mujer y que piensa, Gertrudis
Gómez de Avellaneda o la Concepción Arenal que sostiene que «la sociedad no
puede prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género
humano». Mariela empieza a comprender muchas cosas; por ejemplo, que cuando hay
elecciones, «no vota Madrid, sino solo una mitad». O que «pensar es sufrir,
pero es mejor sufrir que dejar de pensar».
En la ciudad
«había una nueva generación de mujeres
que luchaba por dignificar una profesión imprescindible… la legión femenina de
ángeles custodios del doctor Federico Rubio y Galí», a la que enseguida se
incorpora Mariela. Son las enfermeras,
los ángeles blancos que pasaban «abanicando Madrid con un revoloteo feliz de
uniformes blancos y cruces de Malta… eran jóvenes, se abrazaban, estaban sanas,
se besaban, tenían una profesión, hablaban a gritos de emoción al oído de la
compañera, eran dichosas».
FOTO 4 Esto no es nada más que una simple
herida. Curado por
una enfermera profesional. Postal francesa de la Primera Guerra Mundial
Hay una
continuidad entre la vida en Trasmoz y en Madrid: la opresión y la violencia
contra la mujer. Si en Trasmoz un padre viola a su hija pequeña (y, de paso,
acusa de brujería a la mujer que ayuda a la pequeña), en Madrid –donde Mariela,
convertida en enfermera, se mueve por esos bajos fondos barojianos, ayudando a
los más desvalidos- conoce otro caso semejante. En este, Jano, el hijo de la
mujer violada por su padrastro, acabará teniendo un protagonismo insospechado
en las últimas páginas. Las andanzas madrileñas de la joven dan pie a unos
pasajes llenos de emoción que ponen un nudo en la garganta del lector; la emoción
es, de hecho, un elemento destacado en muchos momentos de la novela.
Mariela
inicia un combate singular con la gripe a la que ella personaliza llamándola la
Bestia, un combate que se prolongará en los años siguientes. El enfrentamiento
entre la enfermera y la enfermedad alcanza niveles épicos; Mariela llega a
dialogar con la Bestia, que se convierte en su enemigo íntimo, y a la que
presenta en toda su repulsión, como un monstruo o un alien. La mal llamada
gripe española, que en pocos años, mató entre 50 y 100 millones de personas,
está considerada la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad.
Los desastres de la guerra
El siguiente
escenario que aguarda a Mariela es París y, enseguida, la Francia en guerra. En
París es acogida por la escritora y enfermera de guerra Mary (May) Borden. Allí
están también Gertrude Stein y Alice B. Toklas, cuya casa, por la que pasaban
escritores como Apollinaire o Blaise Cendrars, «era los sábados por la noche el
epicentro del seísmo de la modernidad». Gertrude Stein vivía como conducía,
ignorando cómo mantenerse en un único carril y cómo manejar la marcha atrás.
París es un oasis de amistad (la amistad es otro tema que recorre la novela),
pero la sombra de la guerra es alargada y Mariela, que ya tiene una vocación
clara, decide marchar al frente como enfermera. Lleva una maleta que huele a
verde, a bosque, a hierbas, a medicinas, a yodo, a quinina, a bálsamo. «Vas a
viajar al terror», le advierte May Borden cuando toma esa decisión.
En efecto,
los horrores de la guerra están minuciosa y vívidamente descritos: soldados
agonizantes, falta de medios en los hospitales de campaña, los lamentos de los
hombres mutilados, el tufo insoportable de la gangrena por el gas mostaza, el
barro que taponaba las vías nasales y la boca hasta tragarse a los que se
hundían en él (miles de hombres desaparecieron así en las ciénagas de Flandes);
la lluvia tóxica, originada por el gas, que provocaba el pánico en las tropas;
el mal conocido como «pie de trincheras» que obligaba a amputar la extremidad,
etc. El desfile de los heridos era el verdadero desfile militar y las
trincheras, enlazadas, formaban la gran cicatriz de Europa.
FOTO 5 Ambulancia
con sanitarios y enfermeras de la Cruz Roja Australiana durante la I Guerra
Mundial. Imagen de State Library of South Australia
La novela
contiene aquí un claro mensaje antibelicista. «La patria no te merece, niño. La
patria que te hace esto no es patria», le dice la protagonista a un herido.
Mariela llega a la conclusión de que no hay guerra buena; alguna puede ser
justa si se trata de defenderse, pero buena no es ninguna. Y cambia su modo de
pensar, experimenta incluso una mutación moral. Ahora, le parece más importante
salvar la vida de un solo ser humano que decir la verdad, luchar por la paz que
por valores que sirven a intereses bastardos, que no hay ideal tan alto ni tan
sublime que justifique la sangre inocente derramada. Por eso ella había elegido
una profesión que salvaba vidas.
FOTO 6
Enfermera francesa de la Cruz Roja1914. “Cualquiera
que piense en la mujer francesa de 1914 se representa una joven enfermera tocada
con el velo blanco o azul, vivaracha a pesar de la cofia monástica en la que
brilla una cruz de sangre”
En esas
condiciones, las enfermeras son
auténticos ángeles blancos. Merecían
ser subidas a los altares de la guerra, pero estos estaban ocupados solo por
los generales; igual que los hombres recibían condecoraciones de primera clase
por matar, y ellas solo de segunda por curar. Frente a los señores de la
guerra, se dice en la novela, están los de la vida: médicos, enfermeras, científicos.
La reivindicación de las enfermeras es patente en la novela. Una de ellas dice:
«Nosotras
escribimos la historia en minúsculas, la de verdad» (1).
El huevo de la
serpiente, el corazón de la revolución
El
compromiso de Mariela con los seres humanos concretos que sufren en la guerra,
por encima de las formalidades legales, la obliga a abandonar Francia. Su
siguiente etapa es Alemania. Allí, recién terminada la guerra y derrotado el
país, la situación es explosiva. La izquierda quiere hacer una revolución,
siguiendo el ejemplo de la rusa, recientemente triunfante. En el otro extremo
político se está incubando el huevo del que saldrá la serpiente del nazismo.
En
Alemania, Mariela conocerá a una nueva galería de personajes históricos
fascinantes; sobre todo la gran Rosa Luxemburgo. “De sus ojos –se dice en la
novela- emana fuerza y belleza. De su cabeza, lógica y belleza. De su boca, una
retórica brillante… y belleza, mucha belleza”. “Echo de menos esa palabra,
libertad, en boca de algunos revolucionarios, aunque se prodiga en la de Rosa”,
piensa por su parte Mariela.
Pero
la izquierda alemana está dividida; se había dividido en 1914, precisamente
ante el dilema de votar o no los créditos para la guerra. Esa división
provocará que la revolución en marcha quede paralizada y desorientada, dando
paso a una contrarrevolución que es el primer vagido del nazismo que arrasará
el mundo en los próximos años. Rosa Luxemburgo y su camarada Karl Liebknecht
son asesinados. Ante los acontecimientos, Mariela llega a una conclusión
pesimista: “Fue en Alemania donde descubrí que, por mucho que las almas bellas,
justas y soñadoras lo intenten, el mundo no se puede cambiar”.
La
siguiente etapa es Rusia. Una Rusia revolucionaria y joven, en ebullición, la
misma prometedora Rusia cargada de sueños que atrajo a John Reed y Louise
Bryant y enamoró por esos años a Isadora Duncan. Nuevos personajes históricos,
algunos conocidos ya en Alemania, entran aquí en escena. Por ejemplo, Yakov
Sverdlov, uno de los cerebros más privilegiados del bolchevismo, en cuya mirada
había dos rayos de luz, sombrío el uno y brillante el otro, y con el que
Mariela vivirá una intensa historia de amor. Sverdlov, para el que “la
revolución es el regreso a la vida de los que nacieron muertos”.
Pero,
sobre todo, conoce a un grupo de mujeres: -Clara Zetkin, Inessa Armand,
Alexandra Kollontai o Nadezhda Krupskaya, la esposa de Lenin- tan amigas de
reunirse como las mujeres del Moncayo, con las que Mariela mantendrá una
relación entrañable, mostrando de nuevo que el de la amistad es uno de los
grandes temas de esta novela. Estas mujeres quieren hacer una revolución dentro
de la revolución, la que reivindique precisamente a la mitad femenina del
mundo. Inessa Armand, de hecho, se convierte a la revolución feminista de
Alexandra Kollontai, no a la de Lenin.
Mariela
constata que “una de las actividades favoritas de los revolucionarios consistía
en congregarse; el asambleísmo estaba en la esencia de su naturaleza”. Algo con
lo que coincide Inessa Armand: “Esas reuniones con los compañeros de filas son
lo mejor de la política, créeme. El humo, las discusiones a gritos, el vodka…”.
Y constata otras cosas, como que en la pareja Lenin-Krupskaya ella era el
cerebro y él, la marca.
La
revolución, en fin, tiene la misma ambivalencia que la mirada de Sverdlov; está
cargada de esperanza y de ideales, pero lleva también dentro de sí el horror y
la crueldad de la represión.
FOTO
7 Enfermera de la Cruz Roja Francesa. Postal 1914
Una heroína
inolvidable, una excelente novela
Yolanda
Guerrero ha escrito una excelente novela que es, entre otras cosas, un gran
fresco de unos años convulsos del siglo XX y el retrato de un personaje
inolvidable: Mariela, “una
mujer sola en los tiempos en que el mundo fue un torbellino de decisiones en su
mayoría equivocadas”; que “podía tener momentos de flaqueza, pero jamás
de rendición” en su larga persecución de la Bestia a través de las ciudades,
las trincheras, la guerra y la revolución. Decidida y terca, incapaz de callar
ante nadie o dejarse convencer sin tener antes la ocasión de replicar. Poseída
por la maravillosa locura quijotesca de los idealistas. “Loca, española y
también del mismo centro de Aragón”, como se reconoce ella misma.
Beatriz
es la hija de la hija de la hija que acepta el encargo materno de cerrar la
historia familiar. Y lo consigue. “Os he encontrado a todas”, dice al final,
respondiendo a aquel propósito suyo del comienzo: “Iba a encontrarnos”. Al
final, todo se cierra, todo encaja y todo se explica, incluyendo el misterio
del cuadro con los presuntos números romanos (1 y 2).
Estamos
ante una gran novela feminista, de fondo histórico aunque no pertenezca al
género en sentido estricto, una sabia mezcla de personajes reales y de ficción,
que sabe hacer cercanos, de carne y hueso, a los primeros, y mete al lector en
el interior de los acontecimientos que narra. Que mantiene la intriga que se
plantea en las primeras páginas y no deja ningún cabo suelto al final. Un
inteligente juego de espejos entre el pasado y el presente, y entre las
protagonistas (bisabuela y bisnieta) que de algún modo se reencuentran, hasta
el punto de que Beatriz se identifica tanto con su bisabuela que llega a hablar
por su boca, desdoblándose. Una hermosa reivindicación de la amistad, la
solidaridad y el feminismo (1 y 2).
¿POR
QUÉ ESCRIBÍ ‘MARIELA’?
Porque
primero me pregunté a mí misma: ¿cuáles son las leyes que rigen la compasión,
es decir, la comprensión del sufrimiento del otro?
¿Por
qué el ser humano se conmueve hasta el punto de arriesgar su vida o idolatrar a
quien la arriesga ante una tragedia concreta, como la de encontrar a un niño
perdido, y sin embargo contempla con indiferencia (e incluso con criterios
espurios; por ejemplo, políticos) a otros niños que mueren huyendo de la
miseria o de guerras lejanas?
¿Por
qué somos capaces de ser sublimes y cicateros al mismo tiempo a la hora de
administrar nuestra compasión? ¿Qué vara de medir empleamos? ¿Cuál es nuestra
pauta de selección? Y, aún más intrigante, ¿por qué nos ponemos todos de acuerdo
a la hora de aplicarla?
Eso
es lo que me pregunté cuándo, investigando para otra novela, me topé de frente
y sin protección con el gran drama de la gripe española. Llegó al mundo
mientras otra de proporciones también apocalípticas y colosales lo sacudía: la
Primera Guerra Mundial, de la que proviene todo lo malo que ocurrió más tarde.
Y
el mundo decidió no olvidarlo: monumentos a héroes conocidos y desconocidos,
libros, películas, documentales, compasión… (aunque de poco le sirvió, al menos
no para evitar tropezar después en la misma piedra y despeñarse por un abismo
igual de escarpado).
Pero
los números de la gripe fueron más abultados que los de la guerra y también más
opacos: millones de vidas arrebatadas en silencio, porque en silencio llegó y
en silencio se fue. La gripe se extinguió cuando ya no quedó nadie a quien
pudiera infectar.
FOTO
8 Gloria y devoción. Valor y devoción. Postales de enfermeras francesas de la
Primera Guerra Mundial
Sin
embargo, hasta fechas relativamente recientes pocos historiadores indagaron en
ella. La enfermedad fue una tragedia ignorada, vivida individualmente en la
intimidad de las familias, en entierros solitarios y en ocasiones vergonzantes.
No
hubo ni un solo monumento dedicado al enfermo desconocido.
No
hubo compasión.
Por
eso quise yo unirme a los pocos escritores que, ellos sí, han levantado su voz
para recordarla, de forma que, con la aportación de todos, ninguno de los
horrores (fueron muchos) de aquella época oscura se nos olvide.
Puesto
que mi humilde aportación a esa tarea, justo cuando se cumplía un siglo, iba a
ser en forma de ficción, me resultaba imprescindible encontrar en mi mente a
una mujer fuerte y situarla en un momento histórico en el que de la resistencia
de las mujeres dependía la subsistencia del mundo. Fuerte y compasiva, porque
no hay compasión efectiva sin fortaleza suficiente para ejercerla. Es así hoy y
lo fue especialmente entonces. Mientras generales y revolucionarios delineaban
la historia en letras grandes e inflamadas de patrioterismo, las mujeres
escribieron otra: lo que Joan Scott, aguda observadora e intelectual
estadounidense, llamó la “historia en minúsculas”.
Así
nació en mi cabeza Mariela. La
vestí de enfermera, el uniforme que aunaba lo mejor y más esforzado del mundo
femenino que aborreció la guerra y luchó contra la epidemia, y la arrojé en
medio de ambas a pecho descubierto.
FOTO
9 Mariela, libro de Yolanda Guerrero. Enfermera Mariela foto de la portada
Sí,
Mariela primero nació en mi cabeza, pero cuando escribí el punto final me di
cuenta de que quizá no había hecho más que describir en una a miles, millones
de mujeres de entonces y de hoy. Mujeres llenas de compasión, de fuerza, de
amor y de corazón (en ese orden, porque, entonces como hoy, pese a que los
asuntos del corazón siguen ocupando un lugar preponderante en el universo
femenino, no son su epicentro en exclusiva… admitámoslo de una vez).
Una
mujer así tenía que ser inevitablemente mi protagonista, si quería contar la
gripe española y su siglo de dolor. Como también me resultó ineludible hacerlo
en letras minúsculas y, sin embargo, enormes y brillantes.
En
su historia espero y deseo que se vean reflejadas muchas mujeres, muchas vidas
y mucha compasión.
Me
corrijo: de ellas, y no de mi cabeza, nació Mariela (3).
Yolanda
Guerrero
MARIELA EL LIBRO
Título:
Mariela
Autora:
Yolanda Guerrero
Colección:
Ediciones B
Fecha publicación: 25 de abril de 2019
FOTO 10 La enfermera norteamericana Mary
Borden, junto a uno de los hospitales ambulantes que ella misma creó.
“A
causa de la guerra, hay necesidad urgente de enfermeras en todo el continente,
y voy a presentarme ante quienes me darán la oportunidad de ser útil, porque ya
sabéis que eso es lo único que realmente quiero hacer en la vida, aunque en mi
propia tierra, donde únicamente traté de aliviar el dolor de mis semejantes, se
me haya condenado de forma cruel e injusta.
Siempre
desde que la vida es vida, ha habitado una Eva a la que Adán pueda achacar sus
errores. El mundo no nos comprende, nunca lo hizo, por eso prefiere culparnos
de lo que no entiende. Nos vitupera y crucifica con sus clavos de hipocresía,
aunque para ello deba renunciar a los beneficios de nuestra sabiduría, la que
nos han transmitido nuestras madres y las madres de nuestras madres desde la
oscuridad de los siglos. Yo os pido que no lo hagáis vosotras ahora, pese a que
los tiempos sean difíciles: no renunciéis a ser sabias, no os dejéis abatir.
Hemos sido sanadoras durante mil años y seguiremos siéndolo porque la fuerza de
nuestra voluntad nos acompaña.
Yo
me voy para salvarme y así poder salvar a muchos más”
(4).
El
libro consta de 671 páginas distribuidas de la siguiente forma:
Primera Parte
Hoy
1.-
Bella como ninguna e infeliz como todas.
2.-
Todos los misterios.
3.-
En las paredes de piedra.
4.-
Rayón.
5.-Gracias
al santo y solo gracias al santo.
6.-
Ojos de gavilán.
7.-No
renuncies a ser sabias.
8.-
La emoción del conquistador.
Segunda Parte
Monasterio
de Veruela, a 15 de mayo de 1919
9.-
Donde habita su olvido.
1916
– 1917
10.-
Las grullas de Bécquer.
11.-
El sambenito de oruja.
12.-
Una habitación con ventana.
13.-
Pobre rica capital.
14.-
El ángel blanco.
15.-
Los libros y el mar.
16.-
La huelga de los jornaleros pobres.
17.-
¿Quién hablará por nosotras?
18.-
Aquella profecía maldita.
19.-
El soldado del infierno.
1918 PRIMAVERA
20.-
Nunca falto a una cita.
21.-
El primer amor.
22.-
Una gripe auténtica.
23.-
El niño que tenía que crecer.
24.-
Te estaba esperando.
25.-
Tan callando.
26.-
Dos días.
27.-
La madre azul.
28.-
Y al tercer día.
29.-
La revancha.
30.-
Cartas ganadoras.
31.-
Padre y madre, noche y día, luna y sol.
32.-
Un pulmón sin aire.
33.-
Dios lleva la cuenta.
34.-
¿Cómo se llama su demonio?
35.-
Ministerio de la Gobernación. Gabinete de crisis.
36.-
El fin de la Bestia.
37.-
Y a veces más.
38.-
Todo estará en orden.
39.-
Huyo del vacío.
FOTO
11 Enfermeras y heridos en la entrada de un hospital francés en la Primera
Guerra Mundial
1918 VERANO
40.-
El Rugido.
41.-
Dos luchadoras.
42.-
Una casa de color, música y risa.
43.-
Yo morí en el infierno.
44.-
Voy a ir al frente.
45.-
Si ellas colapsan, Europa se hunde.
46.-
En la calle Fleurus.
47.-
En la calle Monsieur.
48.-
Un revolucionario.
49.-
La historia en minúsculas.
50.-
Oscuridad en la ciudad de la luz.
51.-
A bordo de Auntie.
52.-
La cicatriz de Europa.
53.-
Pie de trincheras.
54.-
No estoy hueca.
55.-
Europa amputada.
56.-
La mirada vacía.
57.-
El regreso.
FOTO
12 Enfermera alemana con heridos alemanes en la Primera Guerra Mundial
1918 OTOÑO
58.-
… Y poderosa, no lo olvides.
59.-
El Leviatán.
60.-
El buque de la muerte.
61.-
Ange Blanc.
62.-
La venganza de Gargantúa.
63.-
Recetas inviables por escasez de ingredientes.
64.-
Las confesiones de un bestiario.
65.-
La última batalla.
66.-
¿Y si es el fin del mundo?
67.-
Ojos hermanos.
68.-
Una mente lógica y extraordinaria.
69.-
El canto de la sirena.
70.-
El envés de la moneda.
71.-
Medallas de segunda clase.
72.-
Primer error.
73.-
Segundo error.
74.-
La selva en medio del páramo.
75.-
¿El amor es así … solo así?
76.-
Noche eterna de la paz.
77.-
Valiente y sola.
78.-
Tercer error.
79.-
El silencio.
80.-
Un rugido demente.
81.-
Con heridas en el alma.
1918 INVIERNO
82.-
La caravana de la tristeza.
83.-
Kiel.
84.-
La casa ZZ.
85.-
Un socialdemócrata no huye.
86.-
Con mucho dolor.
87.-
Los dos últimos hombres.
88.-
De caza en Berlín.
89.-
Sin rastro de la enemiga.
90.-
Feliz año y mundo nuevos.
91.-
El Jenotdel.
92.-
Chacales.
93.-
Camarada Andrei.
94.-
La caricia interrumpida.
95.-
La risa de la Bestia.
96.-
Triple naufragio.
97.-
Un estampa conocida.
98.-
La Manada.
99.-
Fui, soy y seré.
100.-
Amiga Elis.
101.-
La náusea.
102.-
Alguien tiene que escribir los epitafios.
103.-
Ironías.
104.-
Palabra de cazadores.
105.-
Avanzo.
FOTO
13 Enfermeras alemanas en la Primera Guerra Mundial, en las escaleras de un
hospital
1919 INVIERNO
106.-
Pausa.
107.-
Hasta que …
108.-
El depósito de los misterios rusos.
109.-
Mujeres esenciales.
110.-
La ispanka.
111.-
La magdalena de Proust.
112.-
El Sheremetievski.
113.-
Primera noche.
114.-
Del Moncayo al Bitsevski.
115.-
El crujido.
116.-
Lloro.
117.-
Ya.
118.-
Konkordia Samoilova.
119.-
Inessa Armand y Nadezhda Krupskaya.
120.-
Klavdiya Sverdlova.
121.-
Alexandra Kollontai.
122.-
Travesía por el desierto.
123.-
Así es la nueva Rusia.
124.-
La espiral.
125.-
He soñado que era hielo.
FOTO
14 Enfermeras Primera Guerra Mundial
1919 MARZO
126.-
Sábado 1 de marzo. Solo café.
127.-
Domingo 2 de marzo. La mano en la que cabe una vida.
128.-
Lunes 3 de marzo. Ahora lo entiendo.
129.-
Martes 4 de marzo. El largo viaje al volcán.
130.-
Miércoles 5 de marzo. El ojo con todas las lágrimas.
131.-
Jueves 6 de marzo. La mitad del mundo.
132.-
Viernes 7 de marzo. No me pidas más.
133.-
Sábado 8 de marzo. Paz, pan y respeto.
134.-
Domingo 9 de marzo. Carpe diem.
135.-
Lunes 10 de marzo. El eco de un estornudo.
136.-
Martes 11 de marzo. El mundo completo.
137.-
Miércoles 12 de marzo. Ha merecido la pena.
138.-
Jueves 13 de marzo. Auténtica pasta bolchevique.
139.-
Viernes 14 de marzo. El precio de cambiar el mundo.
140.-
Sábado 15 de marzo. Ruso descortés, tosco camarada, rollizo ciudadano.
141.-
Domingo 16 de marzo. La victoria final.
142.-
El hilo roto.
1919 PRIMAVERA
143.-
Llévame.
Tercera Parte
144.-
Las huellas de la memoria.
145.-
Fin del viaje.
146.-
Peset, Angelines y Jano.
147.-
Jacoba Bona.
148.-
El suero verde.
149.-
Un siglo que ha durado seis meses.
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15 Enfermeras Americanas de la Cruz Roja
cuidando a los heridos. Regents Park, Londres. 1918
Epílogo
Yo
soy la hija de la hija de Mariela.
Hace
cien años, mi bisabuela dejó escrito que yo la rescataría del olvido y no he
hecho más que cumplir su profecía.
Hemos
huido del fanatismo de la guerra y de la enfermedad. Hemos despertado frente a
un jardín de lilas. A las dos nos ha cantado un ruiseñor. Hemos soñado asomadas
a una ventana por la que se ve caer la nieve. Hemos amanecido enamoradas con el
mundo a nuestros pies y anochecido solo con la mitad del mundo ante nuestra
vista. Hemos dormido el sueño eterno en un monasterio del Moncayo. Y lo hemos
hecho juntas.
Yo
soy la hija de la hija de su hija. Y también la hija de su victoria sobre el
mal. Bisnieta de la revolución y del amor en un lecho de muerte. Nieta de una
pasión segada por el aliento infecto de bombas y de las tapias de fusilamiento.
Soy hija de la Bestia y del Rugido. Y, sin embargo, soy la hija de la hija de
la vida.
Toma
mis manos y escribe a través de ellas. Toma mi boca y habla con mis labios.
Toma mi alma y descansa… por fin, descansa junto a mí, descansa en mí.
Ella
me contesta día tras día. “No huyas, avanza, me dice. No estas hueca … no te
dejes abatir. Que no te debiliten las heridas del corazón. Corre más y más
rápido que los chacales, que las bestias, que los rugidos. Ellos no son nada,
no piensan, solo saben ladrar cuando son manada: no tienen alma. Que no te
venza la náusea. No renuncies a ser sabia. Sobre todas las cosas, nunca dejes
de intentar cambiar el mundo”.
Sigue
el libro:
Verdades
y ficciones.
Principales
personajes históricos.
Nombres
de enfermeras reales.
Gracias.
Personajes históricos y
enfermeras
Mary Borden
(Chicago, EE. UU., 1886 Warfield, Reino Unido 1968). Novelista, poeta y
enfermera. Creó y dirigió varios hospitales durante las dos guerras mundiales,
a los que dedicó su vida y su fortuna. Una de las mujeres escritoras más
ignoradas del siglo XX, sus relatos sobre la Gran Guerra, que describen la crudeza
y el horror en el campo de batalla, no fueron publicados hasta 1929. Otros
poemas, sobre el amor y la guerra, fueron recopilados en un libro por primera
vez en 2015, cien años después de que los escribiera.
Nombres de Enfermeras
reales
España:
Socorro Galán Gil (Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría,
Madrid).
Francia:
Vizcondesa de la Panouse (Presidenta del Comité de la Cruz Roja de Francia en
Londres).
EE.
UU.: Ellen La Motte y Julia Stimson (Hospitales del frente occidental en la
Primera Guerra Mundial).
Clara
Lewandoske (Hospital Americano de París, Neuilly-sur-Seine).
Frances
Dobson y Ruby Russell (SS Leviathan, Brest).
Gran
Bretaña: Elsie Knocker, Mairi Chisholm, Laura Frost y Edith Cavell (Hospitales
del frente occidental en la Primera Guerra Mundial).
Alemania:
Lonny Hertha von Versen y Karoline Bührer (Hospitales del frente oriental en la
Primera Guerra Mundial).
Bélgica:
Marthe Mathilde Cnockaert (Hospital Militar Alemán en Bélgica, Roulers).
Rusia:
Elizaveta Alekseevna Abaza y Zinaida Malynich (Hospitales de los frentes
rusos).
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16 Sanitarios de la Cruz Roja Alemana en la Primera Guerra Mundial
María Veruela Bona
Márquez, por todos conocida como Mariela, nació en la isla laica de Trasmoz (Municipio español de la
provincia de Zaragoza), que no era muy diferente de la que unos veinte años
antes había pintado Valeriano Domínguez Bécquer, mientras su hermano Gustavo
Adolfo trataba de curarse los males del pecho y del alma en la hospedería del
monasterio de Veruela.
Las
mujeres de Trasmoz destacaban y eran diestras en reconocer las hierbas tóxicas,
las curativas, las narcóticas, las alucinógenas, las afrodisiacas, las
aromáticas, etc. Y sabían aplicarlas con mano suave a sus vecinos, a cada uno
según su necesidad, no sin acompañarlas de vez en cuando con algún ensalmo o
rezo que diera a la friega algo de romanticismo. Uñas de gato para Chustino, el
epiléptico; hojas de ortiga, contra las ventosidades de Viturián; corteza de
fresno altísimo, para Ostaquio, aquejado del pecado de sífilis; para Nonilo,
doblado de dolor por el mal de la piedra, gayuba, y al pequeño Olario, postrado
con coqueluche, unas uvas de zorro.
Mariela
no fue consciente de que quería algo más hasta que, en 1916, llegó de visita el
doctor Cecilio Nuñez. Era
subdelegado de Farmacia de Ágreda y un expertísimo botánico aficionado. Cuando
el doctor Nuñez se instaló en Trasmoz, con su lupa y sus chirucas embarradas,
sus anteojos y su bigotillo aceitado, la vocación de Mariela encontró sentido,
el doctor aprendió de ella a designar con nombres comunes plantas solo
conocidas por él con un latín culto pero incomprensible.
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17 La verdadera botica del
doctor Cecilio Núñez en Ágreda en 1917. Foto cedida por su bisnieto, José María
Núñez
Cecilio Nuñez
le preguntó: ¿Nunca has pensado en hacerte enfermera? ¿Enfermera yo…? ¿Qué
cosas dice doctor? Ya está como mi padre, que quiere que me meta a monja. No
hace falta, mujer, ¿No has oído hablar de la Escuela de Enfermeras de Santa
Isabel de Hungría, del doctor Federico Rubio i Gali? Está en Madrid y allí
enseñan la profesión de enfermera a mujeres laicas. Las forman para que jóvenes
laboriosas como tú puedan ayudar a sus semejantes y, además, aprendan a ganarse
dignamente el pan. ¿Quiere decir doctor, que a las mujeres les pagan? ¿Solo por
curar y cuidar, sin tener que servir?
Pues
claro pequeña, ellas son las que están ganando realmente esa guerra absurda de
un poco más arriba de los Pirineos, en Europa. ¿Guerra? ¿Dice usted que hay
guerra? ¿Y las mujeres también van? Qué pequeñico es este pueblo, doctor, aquí no
nos enteramos de nada de lo que pasa más allá de la sierra …
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18 Enfermeras de la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría. Foto cedida: Fundación María Teresa Miralles
Sangro
Mariela
en el capítulo once nos describe la ilusión de leer el artículo del periódico
que le dio el doctor Nuñez de la periodista Beatriz Galindo, decía así:
Que
el trabajo de enfermera es un trabajo moderno, decía, adaptado a la realidad de
los tiempos y al paso de otros países europeos. Que encuentra su dignidad en la
formación, la titulación y la remuneración. Que solo si la mujer consigue
hacerse un sitio en ella, o en cualquier otra profesión que elija, podrá
decidir libremente su futuro.
Así
conoció Mariela los detalles de la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel
de Hungría y así comenzó a soñar con ellos. Soñaba con que, al término de cada
uno de los dos años que duraban los cursos, conseguiría superar los exámenes
que le harían acreedora de un certificado y una gratificación de trescientas
sesenta pesetas. Después, estaría cualificada para ejercer como enfermera y
autorizada a cobrar estipendios: de diez pesetas por una guardia de día y
noche, cinco por una durante el día, siete cincuenta por la noche, lo mismo por
asistir en un quirófano …
¿Poco?
Para ella, una fortuna. No era solo dinero. Era la libertad. La libertad de
ejercer un oficio honroso y poder mantenerse de él. Exactamente igual que un
hombre. Ya no tenía ninguna duda: quería ser enfermera. La decisión estaba
tomada, solo faltaba convencer a su padre.
O
te metes a monja o te olvidas del capricho, “mi tatarabuelo se resistía a
dejarla marchar”. Antes que verte limpiar culos y arreglarle el cuerpo a un
señorito de manos largas te ato a la pata de la cama, por estas que lo cumplo.
Pero la situación en el pueblo cambió y Mariela partió para Madrid a cumplir su
sueño de ser Enfermera.
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19 68.000 enfermeras francesas de la Cruz Roja fueron movilizadas durante la
Primera Guerra Mundial. Museo de la Salud de las Fuerzas Armadas Francesas
En
otro capítulo describe como Mariela comprobó que el doctor Nuñez no le había
mentido, ya que vio que no hacía falta ser Hija de la Caridad, ni Sierva de
María (Ministras de los enfermos) para ayudar a curar y a cuidar, porque las
enfermeras no religiosas habían dejado de ser solo chachas. Había una nueva
generación de mujeres que luchaba por dignificar una profesión imprescindible.
Ella,
con su incorporación a las filas de la legión femenina de ángeles custodios del
doctor Federico Rubio i Gali y su Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de
Hungría, iba a formar parte del futuro. Una vez terminados los cursos y cuando
comenzara su mañana, lo haría con un certificado de aptitud como alumna del
Instituto Quirúrgico de Terapéutica Operatoria. Esa era su meta.
Mariela
cumplía todos los requisitos previos: tenía veintitrés años, sabía leer,
escribir, sumar y restar, y era aseada, decente y tenía buenos modales. Le
costaba, pero también intentaba dar buena cuenta de otros indispensables para
mantenerse en la escuela; entre ellos, el más difícil; el de guardar silencio,
no replicar y contestar sí, no o escuetamente a lo que se le preguntara. Y el
más sencillo, el de tratar con el mayor de los respetos a los enfermos,
compañeros y superiores.
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20 The Leviathan Nurses. Las Enfermeras en el buque de la muerte
También sueño a Mariela en tricolor, paseando por
Madrid su uniforme blanco con una
gran cruz de Malta morada y el nombre de la Escuela impreso en seda amarilla
con tanta naturalidad como si nunca hubiera llevado otro atuendo.
En
el capítulo
veinticinco podemos leer:
La
adusta enfermera jefe de la Escuela de Enfermeras había ido cambiando de
actitud con respecto a Mariela desde la noche en que murió Yvonne. Su acritud
se fue trocando en curiosidad primero, interés después y al fin admiración.
Aquella alumna de enfermería era obediente y callada; ponía objeciones con
demasiada frecuencia a la posología que dictaban los galenos, cierto, pero
siempre demostraba tener razón. Su mano era tierna con los doloridos y áspera
con los aprovechados; dulce ante el dolor, especialmente el de aquellos que no
tenían nada, sino solo sufrimiento, pero agria si alguno hacía valer su
posición para obtener atención inmediata y privilegiada.
La
tenía bien observada. A doña Socorro no se le olvidaría jamás la mañana en que
llegó a la Escuela un abogado de Buenavista que se había sentido indispuesto
cuando iba a visitar a uno de sus clientes en la cárcel Modelo. Aterrorizado,
creyéndose víctima del soldado de Nápoles, dejó la cárcel y cliente al primer
estornudo y voló al lugar más cercano donde creyó que podrían curarlo de
inmediato. La cola daba la vuelta al edificio, pero él no estaba dispuesto a
aguardar su turno. Doña Socorro trató de llamarle al orden sin conseguirlo y
terminó ignorándolo.
Mariela
pasaba junto a la fila de enfermos cuando el abogado la detuvo tomándola por el
codo con una sonrisa aduladora.
Eh,
pequeña, florecilla perfumada entre tanto pedigüeño maloliente … seguro que tú
puedes ayudarme, que ya me he coscado yo de que eres la enfermera más lista y
más bonita de este criadero de pobres.
Se
detuvo muy seria, sin pronunciar palabra.
Mira
chata lo que guardo para ti: diez pesetas todas tuyas si me dices lo que tengo
y otras diez si me lo curas. Y yo estoy forrado de pesetas, así que cuando me
ponga bien te llevo a un cabaret con champán francés y todo para celebrarlo,
¿hace?
Mariela
dosificó con elegancia su silencio y al fin habló:
Dos
cosas le voy a decir, caballero. Una, que si vuelve usted a tocarme o llamarme
algo que no sea señora y de usted, aviso a un agente de la autoridad y sale de
esta cola esposado y derecho al cuartelillo por propasarse conmigo.
Así
podría seguir describiendo capítulo a capítulo y descubriendo que interesante y
maravilloso es el mundo de juntar letras y nos cuentan una historia tan
apasionada como la de Mariela “Enfermera”.
Yolanda
autora de este gran libro quiere decir que ha querido vestir a su protagonista
con un uniforme, el de enfermera, ya que en ella quiere rendir un homenaje a
todas las personas que desde entonces y anteriormente nos salvan la vida tantas
veces cada día. Como saben también su sola mención es la humilde forma de la
autora de aplaudir y agradecer el trabajo que ellas y las que son como ellas
han realizado desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, en la Paz
y en la Guerra.
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21 Cartel conmemorativo de la Cruz Roja Francesa en la Primera Guerra Mundial
Cómo Conclusión privada
mía
Estamos ante una gran
novela feminista, de fondo histórico aunque no pertenezca al género en sentido
estricto, una sabia mezcla de personajes reales y de ficción, que sabe hacer
cercanos, de carne y hueso, a los primeros, y mete al lector en el interior de
los acontecimientos que narra. Que mantiene la intriga que se plantea en las
primeras páginas y no deja ningún cabo suelto al final. Un inteligente juego de
espejos entre el pasado y el presente, y entre las protagonistas (bisabuela y
bisnieta) que de algún modo se reencuentran, hasta el punto de que Beatriz se
identifica tanto con su bisabuela que llega a hablar por su boca, desdoblándose.
Una
hermosa reivindicación de la amistad, la solidaridad y el feminismo.
Un
excelente libro que habla de la profesión enfermera y de nuestra historia y que
no hay que dejar de leer.
Su
lectura es fascinante, ir descubriendo poco a poco con la lectura y el pasar de
los capítulos, esta bella obra escrita por una mujer para homenajear a tantas
mujeres que nos precedieron con su trabajo de Enfermera.
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22 Enfermeras rusas de la Cruz Roja en un quirófano, en la Primera Guerra
Mundial
Bibliografía
1.-
Mariela de Yolanda Guerrero, la epopeya de una enfermera española en la Primera
Guerra Mundial. Evaristo Aguado. 8 de abril de 2019
2.-
Dosier de Prensa. B. Penguin Random House. Grupo Editorial
3.-
¿Por qué escribí Mariela? Por Yolanda Guerrero
4.-
Mariela. Autora:
Yolanda Guerrero. Colección: Ediciones B. Fecha publicación: 25 de abril de
2019. ISBN: 978-84-666-6467-7. Depósito Legal B-5.323-2019
Manuel Solórzano Sánchez
Osakidetza,
Hospital Universitario Donostia, Donostia, Gipuzkoa.
Graduado en Enfermería
Insignia
de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de
Enfermería Avanza
Miembro de Eusko
Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la
Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la
Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro no
numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico
de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia –
Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia
de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019
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