“La Busca” es la primera novela de la
trilogía “La lucha por la vida”. Apareció en Madrid, el año de 1904 y se
presentó en vivo contraste con las obras inmediatamente anteriores a su autor,
de tendencia más simbólica y romántica y que se desarrollan en ambiente también
distinto.
FOTO
001 Portada del libro “La Busca” de Pío Baroja
Pío Baroja desde finales del siglo XIX,
estaba familiarizado con la vida de la gente pobre de Madrid, a través, sobre
todo, de la panadería heredada de su tía materna, Juana Nessi y Arrola. Esta panadería se hallaba instalada en la
calle de la Misericordia y pegada a
las Descalzas Reales. Por otra parte,
su interés general por los “bajos fondos”
ciudadanos arrancaba de la lectura de obras de grandes novelistas, como Dickens y de grandes folletinistas,
como Sue.
Cuando
apareció “La Busca” se habló de la
objetividad, frialdad e impersonalidad con que estaba escrita. Pero hoy podemos
apreciar mejor que hace más de cien años, la cantidad de lirismo que hay en la
descripción de caracteres y situaciones: más aún en la de los paisajes urbanos,
que se asocian claramente con los aguafuertes que, por el mismo tiempo,
estampaba Ricardo Baroja, uno de los cuales ilustra la cubierta de esta
edición.
Primera Parte.
Capítulo III
Primeras impresiones de Madrid - Los huéspedes - Escena
apacible - Dulces y deleitosas enseñanza
¡Anda! ¡Anda a la Casa de Socorro a que te quiten la
hinchazón! ¡Bribona! -decía la Celia.
Y qué? ¿Y qué? -contestaba la Irene-. ¿Qué estoy preñada?
Ya lo sé. ¿Y qué?
Doña Violante abrió la puerta del pasillo
con furia; Manuel y la chica de la patrona huyeron, y la vieja salió con una
camisa de bayeta remendada y sucia y un pañuelo de hierbas anudado a la cabeza
y se puso a pasear, arrastrando las chanclas, de un lado a otro del corredor.
-¡Cochina! ¡Más que cochina! -murmuraba-. ¡Habrase visto la guarra!
Manuel fue al gabinete, en donde la patrona y la vizcaína
charloteaban en voz baja. La sobrina de la patrona, muerta de curiosidad, preguntaba
a las dos mujeres con irritación creciente:
Pero ¿por qué la riñen a la Irene?...
Luego, pasados unos
días, se habló de una consulta misteriosa, celebrada por las niñas de doña
Violarte con la mujer de un barbero
de la calle de jardines, especie de proveedora de angelitos para el limbo; se
dijo que Irene, al volver de la conferencia tenebrosa, vino en un coche, muy
pálida, que la tuvieron que meter en la cama. Lo cierto fue que la muchacha
pasó sin salir del cuarto más de una semana; que, al aparecer, su aspecto era
de convaleciente, y que el ceño de la madre y de la abuela se desarrugó por
completo.
Segunda parte.
Capítulo II
El Corralón o la casa del tío Rito. Los odios de
vecindad.
Era la Corrala un mundo en pequeño, agitado y febril, que
bullía como una gusanera. Allí se trabajaba, se holgaba, se bebía, se ayunaba,
se moría de hambre; allí se construían muebles, se falsificaban antigüedades,
se zurcían bordados antiguos, se fabricaban buñuelos, se componían porcelanas
rotas, se concertaban robos, se prostituían mujeres.
Era la Corrala un microcosmo; se decía que, puestos en
hilera los vecinos, llegarían desde el arroyo de Embajadores a la plaza del
Progreso; allí había hombres que lo eran todo, y no eran nada: medio sabios,
medio herreros, medio carpinteros, medio albañiles, medio comerciantes, medio
ladrones.
Era, en general, toda la gente que allí habitaba gente
descentrada, que vivía en el continuo aplanamiento producido por la eterna e
irremediable miseria; muchos cambiaban de oficio, como un reptil de piel; otros
no lo tenían; algunos peones de carpintero, de albañil, a consecuencia de su
falta de iniciativa, de comprensión y de habilidad, no podían pasar de peones.
Había también gitanos, esquiladores de mulas y de perros, y no faltaban cargadores,
barberos ambulantes y saltimbanquis.
Casi todos ellos, si se terciaba, robaban lo que podían; todos presentaban el
mismo aspecto de miseria y de consunción. Todos sentían una rabia constante,
que se manifestaba en imprecaciones furiosas y en blasfemias…
FOTO 002 Barbería de Pueblo. Cinc. Litografía de José
Gutiérrez Solana
…
Ciertas épocas del año daban un contingente de tipos especiales; la primavera
se revelaba por la aparición de vendedores de burros, caldereros, gitanos y
bohemios; en otoño se presentaban cuadrillas de paletos con quesos de la Mancha
y pucheros de miel, y en el invierno abundaban los nueceros y castañeros.
De los vecinos constantes del primer patio, los que se
trataban con el señor Ignacio, el zapatero, eran: un corrector de pruebas, a
quien llamaban el Corretor, un tal Rebolledo,
barbero e inventor, y cuatro ciegos,
que se conocían por los remoquetes de el Calabazas, el Sopistas, el Brígido y
el Cuco, los cuales vivían decentemente con sus mujeres respectivas y tocaban
por las calles los últimos tangos, tientos y coplas de zarzuela.
En el Capítulo
IV
La vida en la zapatería. Los amigos de Manuel
… Por esta condición de habilidad y de maña, que Manuel en
tanta estima tenía, admiraba a los Rebolledos,
padre e hijo, los cuales habitaban
también en el Corralón. Rebolledo padre,
contrahecho de cuerpo, enano y jorobado, barbero
de oficio, salía afeitar al sol en la ronda, cerca del Rastro. Tenía el tal
enano una cara muy inteligente, ojos profundos; gastaba bigote y patillas, y
melena azulada y grasienta. Vestía de luto; en verano y en invierno llevaba
gabán, y no se sabe por qué misterios de la química, el gabán negro verdeaba
ostensiblemente, mientras que el pantalón, también negro, tiraba a rojo.
FOTO 003 Barbería del siglo XIX. Dibujo de Urrabieta
Por las mañanas, Rebolledo
salía del Corralón cargado con un banco y una palomilla de madera, de la que
colgaba una bacía de azófar y un rótulo. Al llegar a un punto de la tapia
de las Américas, sujetaba la palomilla y a su lado el rótulo, “un
anuncio humorístico”, cuya gracia, probablemente, sólo él comprendía, y
que cantaba así:
BARBERÍA
MODERNISTA
Barbería
Antisética.
Pasar cabayeros,
Reboyedo afeita y da dinero
Los Rebolledos,
padre e hijo, eran muy habilidosos; hacían juguetes de alambre y de cartón, que
vendían luego a los vendedores de las calles; tenían su casa, un cuartucho del
primer patio, convertido en taller, y allí un tornillo de presión, un banco de
carpintero y una serie de baratijas rotas, sin aplicación, al parecer, posible.
Con esta frase indicaban
en el Corralón el agudo ingenio de Rebolledo:
“Ese enano, decían, tiene en la cabeza un arca de Noé”.
Rebolledo padre había
construido para su uso particular una dentadura postiza. Cogió un servilletero
de hueso, lo cortó en dos partes desiguales, y con la mayor de éstas, limando
por un lado y por otro, logró adaptársela a la boca. Luego, con una sierrecilla
hizo los dientes, y para imitar la encía recubrió una parte del antiguo
servilletero de lacre. Rebolledo se
quitaba y se ponía la dentadura con una maravillosa facilidad y comía con ella
perfectamente, siempre que tuviera qué, como decía él.
El hijo del enano, Perico de nombre, prometía ser más
avispado aún que el padre. Entre las hambres que pasaba y las tercianas pertinaces,
estaba flaco y de color de limón. No era contrahecho como el padre, sino
esbelto, delgado, con los ojos brillantes y los movimientos vivos y
desordenados. Parecía, como suele decirse, un ratón debajo de una escudilla…
En el IX Capítulo
Una historia inverosímil. Las hermanas de Manuel. Lo
incomprensible de la vida.
Manuel abandona a Vidal y al Bizco en sus escaramuzas y
se juntaba con Rebolledo (el barbero).
… Don Alonso tomó la costumbre de aparecer por el
Corralón; solía echar un párrafo con Rebolledo,
el de la barbería modernista, que hablaba por los codos, y presenciaba
las habilidades gimnásticas del Aristas.
… ¿Por qué no nos cuenta
usted cosas de esos países que ha visto? -le preguntó Perico Rebolledo. No, ahora no; tengo que salir con la torre Infiel.
… Ya no hay fieras en los países civilizados -dijo el barbero. Pues mire usted, sí, allá hay fieras y don Alonso hizo una
mueca burlona y una señal de inteligencia a Rebolledo.
… Aquí, don Alonso hizo
la mueca del hombre que no puede contener la risa, y lanzó después al barbero una mirada acompañada de un
guiño confidencial.
… Terrible situación dijo el barbero.
… ¿Y qué hizo usted entonces? Preguntó el barbero.
… Don Alonso, al
concluir su narración, hizo una mueca más expresiva y con su torre Infiel se
marchó a la calle. El Aristas, Rebolledo
y Manuel celebraron las historias del titiritero, y el aprendiz de gimnasta se
afianzó más en su idea de seguir trabajando en el trapecio y en el trampolín,
para ver aquellas lejanas tierras de las cuales hablaba don Alonso.
Éxito del libro
No fue “La Busca” de las obras que prefería
el autor, pese al éxito que tuvo. El mismo dice que no sabe la razón de éste.
El caso es que jóvenes, como Picasso
quedaron fascinados por ella y que el pintor famosísimo comenzó a ilustrarla,
al publicarse los primeros capítulos en una revista juvenil.
Rompía “La Busca” la visión casticista y
algo amanerada de un Madrid de sainete, juguete cómico o zarzuela. Daba otra
directa del modo de vivir de gentes humildes que arrastraban su miseria, sin
que la sociedad entonada se enterara. Dice Baroja que años después de
publicarla, en 1918, no había merecido todavía los honores de la traducción,
pero que, en cambio, había comprobado que la leían los vecinos del Rastro y las
Américas.
Hoy en día, sigue leyéndose allí y ha sido al fin una de
sus novelas más traducidas: al inglés, al francés, al ruso, al alemán, al
italiano, al holandés… Su suerte va unida a la de la “Mala Hierba” y “Autora Roja”,
que constituyen las otras dos partes, muy trabadas, de la “Lucha por la vida”.
FOTO 004 Aguafuerte de Ricardo Baroja. Ilustra la portada
del libro
Bibliografía
Libro “La busca”. La lucha por la vida I. Pío Baroja.
Edición 1904. Edición Conmemorativa del Centenario del nacimiento de Pío Baroja,
1972. Editorial Caro Raggio. Madrid
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero.
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Colegiado
1.372. Ilustre Colegio de Enfermería de Gipuzkoa
Miembro
de Enfermería Avanza
Miembro
de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro
de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro
de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro
Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en
México AHFICEN, A.C.
Miembro
no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)
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