AUTORAS: Maestra Iñiga Pérez Cabrera, Decana de la ENEO-UNAM. Profesora
de carrera de TC. Y Mª Cristina
Castañeda Godínez, Profesora de la ENEO-UNAM.
FOTO 001 Iñiga Pérez Cabrera y Mª
Cristina Castañeda Godínez
Introducción
El fundamento sobre el cual se dio
sentido a la formación de las parteras en México, radica en las raíces
culturales, herencia de la época prehispánica. Sin embargo, a lo largo del siglo XX la enseñanza de la
obstetricia ha sufrido muchos cambios, que
siguieron el modelo de atención de salud y las concepciones materna y neonatal
en la formación profesional del área. Gran
avance han tenido los conocimientos de los orígenes de la vida, de las leyes de
la herencia y el crecimiento y desarrollo embrionario y fetal, los efectos
secundarios de los distintos fármacos, de las tecnologías para el diagnóstico y
el tratamiento en el ciclo materno fetal, lo cual reafirmó la necesidad del
cuidado de la salud de la madre y su hijo a lo largo de todo el ciclo perinatal
en una dimensión tanto en lo ético como en lo científico, de cuidar a la pareja desde antes de la
gestación en la pre-concepción, la concepción hasta el nacimiento para después
brindarles el cuidado integral, considerando, a los integrantes
de la familia como un todo, con énfasis en la madre y su hijo por la
vulnerabilidad que presentan en esta etapa del ciclo vital, los riesgos en
constante interacción con su entorno cambiante, apoyando sus procesos vitales y
la motivación para el logro del máximo potencial en los ámbitos
biopsicosociales, emocionales y espirituales (1), en la búsqueda de una mejor
calidad de vida y el compromiso contraído con el advenimiento de cada nuevo ser
humano para un mundo mejor.
Desde una perspectiva
histórica, las actividades realizadas por las parteras han sido más que
una actitud de trabajo, una experiencia ética, por los aspectos intangibles, en
que prevalecen los valores humanos, el cuidado integrador que rebasa el esquema
biologicista hacia uno holístico, relacionado con actitudes de ternura, afecto,
comprensión y de reconocimiento de las dimensiones del ser humano, de la
sensibilidad para uno mismo y la alteridad (2), entendida como el descubrimiento que el “yo” hace del
“otro”, de la que surgen una amplia gama de imágenes del otro, del “nosotros”, de las fuerzas existenciales y el apoyo situacional, de los
sentimientos generados en la relación de ayuda y confianza, bajo una visión
fenomenológica (3).
Antecedentes
prehispánicos de la partera en México
Desde la percepción en el ámbito
socio-cultural prehispánico que de la partera tenían, a partir de
la concepción del nuevo ser humano hasta que veía la luz, dejó hondas raíces,
por su poder reconocido en la comunidad, pues era sustantiva su función para
que la mujer en el trance de la maternidad continuara su
vida cotidiana.
Luz Pérez Loredo relata (4) que la partera basaba
su entendimiento sólo en su propia experiencia en el arte de los partos.
Sí, bien carecía de escolaridad y de conocimientos racionales sobre la
causalidad y terapéutica de las enfermedades;
ejercía algunas medidas de orden médico como la aplicación de
oxitócicos, unas veces con resultados favorables y otras
con situaciones de riesgo para la gestante y su niño.
Este patrimonio legado a
las generaciones de parteras, de la actitud tenaz del cuidado
hacia la embarazada y la parturienta trascendió hasta el presente.
En la dinámica familiar prehispánica fue un factor muy participativo desde que
la mujer se daba cuenta de su embarazo. Su tradición continuó
ya en la época del virreinato porque la partera muy poco alteró sus actividades.
Se encargaba de dar consejos a la preñada, ordenar a la
familia lo que debían darle y prohibía todo aquello que pudiera
hacer daño a la criatura; advertía de los cuidados en los
primeros meses de embarazo y concretaba sus consejos encargando
buena alimentación, reposo y moderaciones en los trabajos
manuales (5).
Al
iniciarse el parto lavaba a la embarazada, arreglaba un lugar
donde debía parir y si la parturienta era mujer principal la
partera se hacía acompañar de dos o tres mujeres a quienes se les daba
el nombre de “tenedoras”, en función a que ayudaban a
detener a la mujer en el proceso del parto y el alumbramiento.
Más tarde, estas mujeres tenedoras, ya con experiencia
por lo observado se convertían también en parteras
(6).
Empezado
el trabajo de parto, daba un baño a la parturienta y después de
éste, le hacía beber la raíz molida con agua de una planta llamada
Chihuapatli que gozaba de la propiedad de empujar el feto
hacia fuera (7). En caso de no bastar este brebaje se le
administraban otros con los mismos efectos. En
cuanto a la forma en que se atendía el parto, se observaban
determinadas conductas. La partera se colocaba
sentada frente a la parturienta y con ambas manos, le
frotaba el vientre o se lo comprimía para favorecer
los dolores o la expulsión del feto. Las tenedoras se
colocaban una en la espalda, en cuclillas, y con sus dos
manos apoyaba y oprimía la cintura o el vientre de la
parturienta, mientras que la otra tenedora, de pie, le sostenía
por los codos, la cabeza o por las sienes.
Otra
forma de atender a la embarazada en la última etapa del trabajo
de parto era que la comadrona permanecía sentada, en
cuclillas, con las manos apoyadas en los glúteos y con los
dedos entreabría la vulva. Finalmente con un supremo
esfuerzo ayudaba a la expulsión. Otras mujeres parían de rodillas
asistidas por las partera; También daban a luz colocadas
bocabajo, a cuatro patas, con las manos en el suelo y la
comadre recibía a la criatura por detrás; parían también
arrodilladas y asidas de una cuerda pendiente del techo; sosteniéndolas
de los muslos las tenedoras y ayudantes (8). Estas prácticas, aún se conservan
en regiones apartadas de la civilización en la república mexicana.
FOTO
002 Mural Diego Rivera. Historia de la Medicina en México
Con
relación a la expulsión de la placenta, las medidas
indicadas eran que la mujer que acababa de dar a luz debía
descansar sobre su pierna derecha, con el muslo
comprimía el abdomen y por supuesto el útero, para facilitar
la expulsión de la placenta, la cual se enterraba bajo una de las piedras del
fogón o en las cenizas calientes de éste. Al resolverse el parto, la partera recibía al
niño con frases amables y con ternura, al mismo tiempo cortaba el cordón
umbilical con las uñas, con un
fragmento de obsidiana o con un pedazo de otate, para más tarde al secarse, si era niña se
enterraba junto al fogón, para aficionarla a su casa y
cuidado de ésta, en el caso de
ser varón se le daba a un guerrero para que lo enterrara en algún campo de
batalla significando con esto que era
ofrecido y prometido al sol y a la tierra (9).
Las
atenciones del recién nacido se basaban en preparar la ropa,
tanto aquella que se necesitaba en el alumbramiento, como después del mismo. El
trabajo de la partera no terminaba con el nacimiento del niño, sino que se prolongaba
para el bautismo, la lactancia materna y el tratamiento
del puerperio; y de requerirse también atendía los
abortos (10).
La partera en la Época Colonial
Durante la Colonia, se
inició la evangelización de la población, hubo lugar para muchos cambios
relacionados con el vestido, la comida, el trato social y la
vida familiar, se implantaron diversas medidas y surgieron
nuevas organizaciones, pero al arte de los partos,
no se le prestó ningún interés.
La
urgencia de atender a una mujer que va a parir, dado que
es un acto que no se puede posponer, se presentaba como una
inesperada oportunidad para las más hábiles parteras, lo cual
continuó así en los siglos XVI, XVII y dos tercios del XVIII. La atención del parto
siguió en manos del
empirismo: de las tenedoras, de las comadronas, de las parteras, quienes sin ningún
estudio continuaron
ejerciendo.
Los médicos y los cirujanos desdeñaron el ocuparse de la partería, la cual quedó relegada en manos de las parteras indígenas que en
nada disminuyeron su prestigio en asuntos de esta clase (11).
La formación de
parteras de la Nueva España al México Independiente
Desde el inicio de la Colonia el Protomedicato
fue un Tribunal que establecieron los reyes de España en varias ciudades y
provincias de sus dominios, con el objeto de vigilar el ejercicio profesional
de los médicos, cirujanos, boticarios y parteras. Tenía jurisdicción en todos
los problemas de Salubridad Pública, cuidaban de la buena preparación y
despacho de medicamentos y disponían de las providencias necesarias en caso de
epidemias u otras calamidades (12).
Después del Protomedicato de la época virreinal, en el México
Independiente con la
reforma de la educación que culminó con las disposiciones y leyes que
implementó Valentín Gómez Farías en
1833, trajo consigo la clausura de la Universidad y la creación de la Dirección de Enseñanza
superior con seis Establecimiento de Ciencias. El cuarto de estos fue el de
Ciencias Médicas, creado el 23 de octubre de 1833; el mismo que unió los
estudios médicos y quirúrgicos, entre ellos el de la Partera. Posteriormente en 1841, por disposición
del Gobierno de la República
se creó el Consejo Superior de Salubridad, con las atribuciones de regular el
ejercicio profesional de los médicos y parteras, vigilar el funcionamiento de
las boticas y dictar las medidas pertinentes en materia de Salud Pública, lo
que hoy conocemos como Consejo de Salubridad General.
En la segunda mitad del siglo XIX, periodo caracterizado por el triunfo
de las fuerzas políticas liberales, la guerra contra los intervencionistas
franceses, el fugaz establecimiento de una monarquía europeizante, la victoria
republicana encabezada por Benito Juárez y el inicio de una
larga dictadura, la de Porfirio Diaz.
La
Constitución
liberal de 1857, en México, constituyó la piedra angular del movimiento y el
sustento legal para los siguientes sesenta años, hasta la Constitución de 1917.
El liberalismo republicano buscaba un cambio modernizador, donde las leyes
garantizaran el pleno derecho de los individuos a ejercer actividades
laborales. En el campo de la medicina, este liberalismo permitió que cualquier
persona ejerciera actividades curativas sin la exigencia de una formación
académica y la obtención de un título profesional. En éstas, incluían a las
parteras, por lo que para entrar al
campo de la ciencia y el estudio, y combatir al empirismo y la ignorancia, se
impartió la carrera con dos años de formación de modo que evitara que “la
obstetricia estuviera absolutamente en manos de las comadres” (13).
En las postrimerías del siglo XIX, las acciones de salud pública
emprendidas por el presidente del Consejo Superior de Salubridad, Dr. Eduardo
Liceaga se plasman en el primer código sanitario del país (1891) que
si bien no incluyen las medidas pertinentes para la regulación profesional de
la medicina, sí constituyen el primer intento por forjar con solidez los
avances sanitarios en todo el país (14), y a los hospitales los transforma en
instituciones de interés público. Se creó una cátedra de obstetricia y
operaciones con duración de un año que hacían los estudiantes de medicina y,
para las parteras que hacían en dos años el curso, asistiendo con los
estudiantes de medicina. Este sistema se mantuvo hasta que la Escuela de Enfermería se
separó de la de Medicina y quedó como el esquema de la formación de las
parteras profesionales. Al independizarse la ENEO de la Facultad de Medicina, también se separó la
enseñanza de las parteras manteniéndose después de los tres años de enfermería
los dos años requeridos para su formación hasta 1968 en que se suspendió la
carrera de partera en la
ENEO-UNAM.
FOTO 003 Sanador. Sello de
correos
Educación formal de la mujer en México,
en el Siglo XIX
Las opciones que tenía la mujer para estudiar en el siglo XIX, se
centraban principalmente en las profesiones de maestra y de partera. La mayoría
de las universidades del país ofrecían la carrera de partera, con preparación
muy heterogénea, por la autonomía para que los Estados legislaran acerca de la
educación en forma independiente con distintos planes de estudio en las
diferentes universidades.
En 1833 la Escuela
de Medicina de la Ciudad
de México exigía como requisitos para ser partera (como en los demás estados)
que fueran mujeres solamente, con educación primaria superior, la aprobación de
un examen preparatorio y poseer conocimiento del idioma francés. La carrera
duraba 2 años y, según consta en el Boletín de Instrucción Pública de 1903
(Tomo I), recibían “una enseñanza objetiva, ya fuera en cadáver, ya en piezas
anatómicas artificiales que habrían de pedirse a Europa” (15).
En esas mismas ordenanzas se ubica a las parteras dentro del personal
“científico” o del “administrativo” y su salario era tres veces mayor que el de
las enfermeras.
Hasta
mediados del siglo XIX, sí bien la partera tenía una situación social superior
al de la enfermera, lo cierto es que se encontraba en condiciones desfavorables
en relación con el médico, tratando de conservar las funciones que le fueron
propias hasta ese tiempo, porque la investigación experimental en el campo de
la medicina, con los avances logrados despertó en los médicos, un interés
creciente por los aspectos obstétricos tal como se
observa en el Catálogo de Tesis de Medicina del siglo XIX publicado por la UNAM. Del total de temas
abordados, el 12 % eran sobre Ginecología y Obstetricia y de este apartado el
70 % correspondían a obstetricia. No es extraño que Matilde Montoya (1859-1933) estudiara medicina ante el acoso médico
para impedirle una exitosa práctica como partera, profesión que realizó en 1873
y se tituló de médica en la Universidad Nacional de México en 1887 (16).
Así, la partera profesional
desempeñaba una actividad necesaria y subordinada a la profesión médica, y al
mismo tiempo que competía con la medicina académica, buscaba reprimir la
actividad de las parteras tradicionales, reemplazándolas, porque éstas no
acudían a estas cátedras, que implicaban la asistencia a clases en las escuelas de medicina, la
práctica en hospitales y un examen ante un jurado (17). La primera
partera titulada lo hizo en 1841 y de ese año a 1888 se recibieron 140 (18).
1911. Nacimiento de la Enfermería
Universitaria y su impacto en la formación de Parteras
La formación de parteras se vio integrada en 1911 a
la Escuela de
Enfermería del Hospital General de México
que pasó a depender de la
Escuela de Medicina de la recién inaugurada Universidad
Nacional de México en 1910. En ese periodo no era necesaria la carrera de
enfermera como antecedente para cursar la de partera. Para ese entonces, se
contaba en la carrera de enfermera, con 18 alumnas en el primer año, 19 en el
segundo y 10 en el primer año de partos.
Ambas escuelas,
la de Medicina y la de Enfermería y Obstetricia tenían en común, al mismo
director, así como normas y reglamentos disciplinarios en sus planes y
programas de estudios y la enseñanza de los partos se daba conjuntamente a los
estudiantes de medicina y a las de partera.
Con este nuevo
cambio de dependencia, la
Escuela de Enfermería y Obstetricia nace como Escuela
Universitaria, y el Dr. Fernando Zárraga
se convirtió en el primer director, cargo que desempeñó por corto tiempo, al
igual que los que le siguieron de 1911 a 1916, periodo de la Revolución Mexicana,
de gran inestabilidad política que afectó a la Universidad Nacional.
No obstante, el 11 de enero de 1912 se aprobó el plan de estudios para la
carrera de Enfermera y la de Partera (19).
El plan de Estudios de la carrera de Partera en 1912 quedó integrado para el
primer año por el Curso de Obstetricia Teórica; Curso de
Clínica de Obstetricia y Puericultura,
así como la asistencia de pacientes en
trabajo de parto fisiológico para la práctica de manipulaciones y los
cuidados necesarios a la madre y al hijo. En el segundo año, Curso de Patología Obstétrica
Teórica, Curso de Clínica
de Patología Obstétrica, y la asistencia
de pacientes con las patologías obstétricas.
Los requisitos
para obtener el título universitario eran Cubrir
40 guardias en el Departamento de Maternidad y concurrir en el 4° año a
conferencias sobre deontología médica y farmacéutica. La vigencia se este plan
de estudios fue de 1912 hasta 1944.
1929. Año de la Autonomía Universitaria
Después
de una larga lucha, el Presidente de la República Emilio
Portes Gil, en 1929 otorga la autonomía a la Universidad Nacional
de México, reconociéndose desde entonces como Universidad Nacional Autónoma de
México. La Escuela
de Medicina cambia la denominación a Facultad de Ciencias Médicas, y en la Escuela de Enfermería se
reestructura el plan de estudios de la carrera de Enfermería a tres años y la
de Partera en dos años.
Gran
inquietud generó en las enfermeras los cambios suscitados, y en 1933 se realizó
el Primer Congreso de Enfermeras y Parteras,
organizado por Celia Alvarado de Reyes
Campillo, Esperanza Pavía y Eloisa Muzquiz Pérez. De este Congreso
de Enfermería surgió la idea de que se hiciera la secundaria como antecedente
de la carrera de Enfermería, así como para estudiar obstetricia, cursar
previamente enfermería.
FOTO 004 Soy partera indígena…
En 1934 en la Asamblea Nacional
de Cirujanos, Enfermeras y Parteras de la UNAM discutieron sobre la necesidad de elevar el
nivel social y preparación de las enfermeras. De 1936 a
1940, las políticas de salud, dieron mayor auge a la construcción de
hospitales, lo que trajo consigo mayor demanda de enfermeras y cambios en la
atención a los pacientes. Ante este escenario, en 1944 se modificó el plan de
estudios incrementándose el número de asignaturas de 4 a 17 para la Carrera de Enfermera,
materias que se iban perfilando a las nuevas necesidades de las especialidades,
a la de Partera se le agregó la asignatura de Puericultura Superior.
Con la
Ley Orgánica de la UNAM promulgada en 1945 (20) nació la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO), apareciendo con ese nombre en
el artículo 8° del Estatuto General (21). El Dr. Everardo Landa, primer Director de la ENEO, propuso la modificación
del plan de estudios de 1944, al que se le retiraron las materias culturales y
de recreación así como el idioma inglés. Este plan de estudios fue aprobado por
el Consejo Técnico en 1946.
Por otra parte, el 27 de enero de 1949 se otorgó el
nombramiento de Instructoras a las enfermeras Reynalda Pineda Serino y Elvira
Dávalos Castillo para laborar en la escuela, fundamentando con ello, la
importancia que las enfermeras fueran las que enseñaran la enfermería y los
partos, como un claro reconocimiento a su formación profesional y a sus
habilidades para la academia, hecho que sólo la experiencia profesional era
capaz de mostrar en su complejidad.
También en ese año se aprobó el Plan de Estudios de 1949, y
a los estudios de partera se
agregó la materia de farmacología, lo cual coincidió con el cambio de la
medicina magistral por la medicina de patente, y el auge de los antibióticos y
quimioterápicos.
Las parteras en
desarrollo histórico del Instituto Mexicano del Seguro Social. IMSS
Hasta antes de 1950 se observó el surgimiento
y desarrollo de la partería profesional en México. Esta carrera, creada en el
siglo XIX por la profesión médica como medio de eliminar a las parteras
tradicionales y de acceder a las embarazadas, parturientas y puérperas. La
relación entre médicos y parteras no estuvo nunca exenta de contradicciones,
pero éstas se agudizaron a partir de la instauración de la ginecología como
especialidad en México. A mediados del siglo XX, los médicos limitaron de
manera creciente el campo de actividad hasta que la partería profesional fue
eliminada (22).
Parte de este
proceso es el desempeño de las parteras en el nacimiento del Instituto Mexicano
del Seguro Social (IMSS). Desde sus inicios, en 1943, el compromiso
institucional que asume el personal de salud de la Seguridad Social
se refleja en la salud de los mexicanos a sus casi 70 años de distancia. En ese
entonces, el Licenciado Ignacio García
Téllez, primer Director General informó al Departamento Médico que los
servicios se iniciarían el 5 de enero de 1944 y los datos históricos señalan
como Primera Enfermera y Partera a Julieta
Rico Sierra. Al iniciar las labores recibieron ofertas de clínicas
particulares y aceptaron la
Clínica Lincon que había sido el Hotel Ambassador y pasa a
ser el Sanatorio Nº 1 ubicado en Michoacán y Av. México. Dada la cantidad de
derecho-habientes, el IMSS se ve en la necesidad de crear la Maternidad Nº 2
exclusiva para la atención materno infantil en el que fuera sanatorio del Dr.
Ortiz Tirado (23).
En
el profesiograma del Contrato Colectivo
de Trabajo del IMSS, el escalafón de Parteras se creó
como una rama independiente de enfermería con dos categorías, la de Partera y
de Jefe de Parteras. La primera con las actividades de atención a enfermas y
parturientas, control administrativo y observancia de técnicas fijadas por la
institución en la cual quedó la atención del parto eutócico bajo su
responsabilidad. La Jefe
de Parteras, encargada de dirigir y colaborar con el personal de parteras,
enfermeras y auxiliares de enfermería en la atención de enfermas y parturientas
además de labores técnico-administrativas inherentes a su cargo (Iñiga Pérez,
1995).
La calidad de la
atención brindada a las parturientas convenció a la clase obrera de la
eficiencia de los servicios del IMSS pues el primer hospital construido y
puesto en función fue la
Maternidad Uno, en Gabriel Mancera Nº 222 Col. Del Valle en
el D. F., el 10 de mayo de 1948, es decir 4 años después de iniciadas las
labores del IMSS. Ya para entonces las organizaciones de trabajadores y
patrones designaron a los miembros de la asamblea general, del Consejo Técnico
y de la Comisión
de vigilancia con estructura similar a la presente (Rodríguez, 1976).
FOTO 005Cuadro
Hospital de Jesús
¿Quiénes fueron
las parteras que ingresaron al IMSS, en 1944?
En la década de
los años 40 la mayoría de las mujeres daban a luz en sus hogares tanto en el
medio rural como en el urbano, y como el nacimiento además de ser un
acontecimiento biológico también es social la persona que proporciona la ayuda
en el momento del parto tiene un reconocimiento especial. Por otra parte, las
ideas predominantes con relación a la asistencia de la mujer durante la
gestación, parto y puerperio son de consenso general y tiene gran influencia
sociocultural. Por tanto las parteras en el IMSS debían asumir una actitud de
comprensión ante las parturientas porque el despego del hogar las hacía más
susceptibles al ambiente psicosocial de la institución y requerían de mayor
apoyo.
La partera, hubo
de ajustar la práctica libre que desarrollaba en la atención domiciliaria del
parto, para desarrollar las funciones y actividades supeditadas a las
exigencias y el desarrollo político social institucional (24). En otras
instituciones de crecimiento paralelo al IMSS como el Centro Materno Infantil
Maximino Ávila Camacho al ser aceptadas se comprometieron a dejar de ejercer
libremente (Valle, 1995). La formación de las parteras, en su mayoría eran
egresadas de la UNAM.
Algunas desempeñaban las funciones de partera en
instituciones de salubridad y fungían de instructoras tanto para los estudiantes
de medicina como las que cursaban la carrera de partera (25).
En 1944 que se
inició la actividad asistencial del IMSS, las parteras ejercían libremente la
profesión y la población las consideraba parte constitutiva del núcleo familiar
al igual que el médico de la familia de la clase media y de otros estratos
sociales más altos.
Como puede
observarse, la medicina social desde sus inicios tuvo un lugar prioritario la
atención de la madre y su hijo. Al promoverse entre la población la asistencia
institucional del parto así como la práctica más conveniente, la partera en las
maternidades mantuvo una imagen de seguridad para la población derechohabiente.
Por otra parte, al quedar cautiva en las unidades médicas para la atención de
los partos eutócicos cedió el paso al avance técnico científico de la Gineco-Obstetricia
lo que produjo un cambio en las funciones que había desempeñado y
posteriormente pasaría a formar parte del equipo obstétrico institucional
perdiendo su autonomía en el ejercicio de partera (26).
4o Seminario
de Educación en Enfermería: Zimapán,
Hidalgo
La UNAM, OPS, SSA, del 3
de noviembre al 14 de diciembre de 1954 celebraron el 4º Seminario de
Educación en Enfermería en Zimapán, Edo de Hidalgo, México, en el que
participaron seis países de América Latina. Fue este el cuarto seminario de una
serie que se inició en Chile (1950), y al que siguieron los de Guatemala
(1951), Lima (1952) y 1954 en México. El
objetivo de este Seminario fue “Estudiar la situación real de los servicios de
enfermería del país, para que la preparación del personal se base en las
necesidades existentes y para así conseguir el mejoramiento de los servicios de
enfermería en toda la
América Latina”.
La trascendencia
de este
evento fue la definición de las políticas de la formación
de los recursos de enfermería y parteras. Sobre el futuro de la formación de
éstas últimas destaca, la participación del Dr. Rafael Álvarez Alba (27), que señala: “Quisiera hacer preferente consideración sobre la importancia que los
programas materno-infantil tienen dentro de la salud pública. Bastaría que
consideráramos que la atención de madres y niños, en cualquier zona que
señaláramos, está destinada aproximadamente a las dos terceras partes de una
población. Se calcula que jóvenes o niños hasta los 15 años representan
aproximadamente el 50% de las poblaciones y que las jóvenes en situación de ser
madres representan un porcentaje muy considerable” (28).
El
Dr. Abel Ramiro Moreno, presidente
del Colegio Nacional de Médicos Cirujanos Eduardo Liceaga, en la conferencia
dictada: “La importancia de la actuación
médica privada y funciones de enfermería y obstetricia en la asistencia de
pacientes”, destaca que al constituirse la OMS, se declaró: “Que la posesión del mejor
estado de salud que se pueda alcanzar, constituye uno de los derechos
fundamentales de todo ser humano, cualesquiera que sean su raza, religión,
opiniones políticas y condiciones económicas y sociales” y se afirmó también:
“Que los gobiernos tienen la responsabilidad de la salud de sus pueblos y no
pueden hacer frente a estas responsabilidades, sino tomando las medidas
sanitarias y sociales apropiadas”. Para cumplir con esta declaración, se
considera indispensable el bachillerato de ciencias biológicas, estudios de
sociología y la carrera completa de enfermería y obstetricia.
FOTO
006 Cuadro partera mexicana
En
cuanto a la obstetricia, mientras no se cuente con un centro materno-infantil
en cada conglomerado humano, todo el esfuerzo debe dirigirse a hacer
desaparecer el rincón y no a la partera y en brindar a ésta la ayuda que ha
menester para su cometido, tan lleno de responsabilidad, cuando ejerce aislada
y sola su profesión. En este seminario, el Dr. José Rábago, señaló la importancia de institucionalizar la atención
del parto. Define las funciones de las parteras que habrían de ser aplicadas al
final de los años 50’s y principios de los 60’s en las maternidades del sector
salud. El Dr. Antonio Sordo Noriega
en ese mismo evento afirma el papel secundario de la partera en suplencia de la
ausencia del médico. Los destinos de la partera estaban señalados.
Seis
años después en 1960, se inició
primero, el congelamiento de plazas de las parteras; segundo, el cambio
de sus funciones de éstas en las instituciones de salud; ya no les permitieron
realizar la atención de los partos, solo ayudaban al médico durante el evento
obstétrico. Ante esa situación, a partir de 1961, se observó una baja en el
registro de títulos de partera en la Dirección General
de Profesiones.
La licenciatura en Enfermería y
Obstetricia. ENEO-UNAM
En
1966, el M. C. Alejandro Guevara Rojas,
Director de la ENEO,
llevó a cabo los cambios de la Reforma Universitaria.
La escuela adoptó el sistema de créditos, se estructuró el Plan de estudios por
semestres, se buscó la simplificación de las materias seriadas y se trató de
dar congruencia y correlación entre las materias de cada uno de los semestres.
Se hicieron los trámites para incorporar la Licenciatura ante la
demanda de cumplir con la
Ley Orgánica que para el ingreso a las carreras
universitarias el requisito es el Bachillerato. Es necesario rescatar el grupo
de licenciatura que había iniciado en 1966 y al quedar en trámite la aprobación
de ésta, continuaron los estudios con los alumnos de nivel técnico y
posteriormente en 1969 concluirían el año faltante siendo la primera generación
de Licenciados en Enfermería y Obstetricia.
FOTO 007 Parteras rurales
El 15 de febrero de 1968, aparece publicada en la
Gaceta de la
UNAM, la creación de la Licenciatura en
Enfermería y Obstetricia y en la que textualmente dice: “En la Escuela Nacional
de Enfermería y Obstetricia podrá optarse por el grado de Licenciatura, lo
anterior no implica la desaparición del actual grado académico; los alumnos que
sólo tienen estudios de secundaria están en posibilidades de diplomarse en
Enfermería y Obstetricia; para estudios de licenciatura es necesario que los
alumnos sean bachilleres”.
Al mismo tiempo
que se ponía en marcha la
Licenciatura, el Consejo Técnico de la ENEO decidió suprimir la carrera
de partera para fortalecer a la
Licenciatura como respuesta a las necesidades del país,
puesto que la atención materno infantil de las zonas marginadas y de las áreas
rurales por la falta de recursos humanos y materiales idóneos determinaron que
sean atendidas por empíricas o personas prácticas, lo cual incrementa la
morbilidad y mortalidad perinatal.
Por otra parte,
la mayoría de las escuelas que impartían la Carrera de Enfermera y la de Partera, en la Ciudad de México, cerraron
su matrícula para la formación de parteras y dio lugar a la formación de Licenciados
en Enfermería y Obstetricia, Estos son los herederos del compromiso social del
cuidado de la población materno infantil, en los diferentes ámbitos de trabajo,
tal como lo mencionan los egresados de la LEO en la investigación de seguimiento que
durante 17 años se ha realizado cada año en la ENEO-UNAM.
La
lección de estos fragmentos de la historia es que como seres sociales que
somos, cada uno construye el hecho histórico con el actuar diario, en el aquí y
en el ahora, el cual queda como legado y sustento del futuro próximo asumiendo
los cambios que la vertiginosidad del entorno en este mundo cibernético y
globalizado nos presenta.
Conclusiones
La carrera de
Partera como fue concebida en el siglo XIX, se mantuvo hasta 1945, fecha en que
se separó, la ENEO
de la Facultad
de Medicina.
Los avances de la Medicina y la tecnología
utilizada para el diagnóstico y tratamiento fue propia del uso de los médicos y
no de las parteras.
El reconocimiento
de las parteras fue en las comunidades donde realizaban la práctica y atención
de los partos, pero también de los médicos que asistían con ellas a las clases
en la universidad.
Los avances
científicos y tecnológicos de la
Obstetricia no se vieron reflejados en los planes de estudio
de las Parteras, los cuales conservaron casi la misma estructura desde 1912
hasta 1968.
La construcción
de grandes hospitales fue la oportunidad de ingresar como enfermera dejando
atrás la profesión de partera.
Bibliografía
(1) Antonio
José Ibarra Fernández, Presidente de la Asociación
Profesional de Enfermería de la Infancia, Almería en España.
Disponible en:
(2) Emmanuel Levitas. Alteridad y
Trascendencia.
Disponible en:
(3) José Ferrater Mira. La Filosofía actual.
Madrid. Alianza editores 1973, páginas 65-66.
(4) Luz Pérez Loredo Díaz.
Apuntes sobre las parteras y el arte de los partos en el virreinato. Revista de
Enfermería. IMSS. México: Vol.4 Núm. 1 1991 pp. 53-55
(5) Nicolás León.
Historia de la Obstetricia
en México. Tomo 1 y (4).
(6) Nicolás
León. Op. cit. p. 21
(7) Nicolás León.
(8) Nicolás León.
(9) Ignacio Ávila
Cisneros, et al. Historia de la
Pediatría en México. México: Fondo de Cultura Económica,
1997.
(10) Nicolás
León. Op.
cit. p. 21
(11) Flores A F. Historia de la Medicina en México. Tomo
II, México, Oficina
Tipográfica de la
Secretarla de Fomento, 1886. p. 380.
(12) Flores
A F. Historia de la Medicina
en México.
(13) Francisco de Asís Flores y Troncoso. Historia de la medicina
en México desde la época de los indios hasta la presente. Edición facsimilar.
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(14) Francisco de
Asís Flores y Troncoso.
(15) Francisco de
Asís Flores y Troncoso.
(16) Iñiga Pérez Cabrera. María
Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO 1907 – 2006. México.
ENEO-UNAM, 2006
(17) Ana Mª Carrillo.
Nacimiento
y Muerte de una profesión. Las parteras tituladas en México. Disponible en:
http://www.mendeley.com/research/nacimiento-y-muerte-de-una-profesion-las-parteras-tituladas-en-mexico/.
Tomado el 10/10/2011
(18) Ana Mª
Carrillo.
(19) Iñiga Pérez Cabrera. María
Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO 1907 – 2006. México.
ENEO-UNAM, 2006
(20) Iñiga Pérez Cabrera. María
Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO 1907 – 2006. México.
ENEO-UNAM, 2006. Capítulo IV, página 25.
(21) Ley Orgánica de la UNAM promulgada en 1945.
(22) Ana Mª Carrillo.
Nacimiento
y Muerte de una profesión. Las parteras tituladas en México. Disponible en:
http://www.mendeley.com/research/nacimiento-y-muerte-de-una-profesion-las-parteras-tituladas-en-mexico/
Tomado el 10/10/2011in Dynamis Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam
Illustrandam (1999) Nacimiento
y muerte de una profesión - Dialnet
(23) Iñiga Pérez Cabrera.
La partera en el desarrollo histórico del IMSS. Informe de investigaciones.
México: Biblioteca Graciela Arroyo de Cordero. ENEO-UNAM, 1995
(24) Iñiga Pérez Cabrera. La partera en el desarrollo
histórico del IMSS. Informe de investigaciones. México: Archivo de la
biblioteca Graciela Arroyo de Cordero. ENEO-UNAM, 1995.
(25) Iñiga Pérez Cabrera. La partera en el desarrollo histórico
del IMSS. Informe de investigaciones. México: Archivo de la biblioteca Graciela
Arroyo de Cordero. ENEO-UNAM, 1995.
(26) Iñiga Pérez Cabrera.
(27). Rafael Álvarez Alba Maestro en Salud
Publica: asesor del CENSIA.
(28) Iñiga Pérez Cabrera. María
Cristina Castañeda Godínez. Libro electrónico de la ENEO 1907 – 2006. México.
ENEO-UNAM, 2006
AGRADECIMIENTOS
Maestra
Iñiga Pérez Cabrera
Maestra
María Cristina Castañeda Godínez
Maestra
María Cristina Müggenburg Rodríguez Vigil
Maestra
Luz Pérez Loredo Díaz
Soledad
Saíz Puente
Myriam
Jiménez Arques
Lourdes
Ortiz Villanueva
Hospital Universitario
Príncipe de Asturias
FOTO 008 Silla Partera del País Vasco
País Vasco
En el País Vasco se usaba
una curiosa silla de forma triangular (silla partera). La mujer de parto se
sentaba al contrario de lo que estamos acostumbrados, de forma que se agarraba
al palo superior para poder empujar. Cuando se estimaba que ya no habría más
partos en esa casa la silla se transformaba en silla corriente de uso
doméstico.
AUTORES
Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Anestesia
y Reanimación. Hospital “Santa Bárbara” de Puertollano. Ciudad Real. Experto en Barberos, Ministrantes y
Sangradores
Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor
de la E. U. de
Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP
Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de
Oftalmología
Hospital Universitario Donostia
de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de
Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de
Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP
3 comentarios:
En la historia de la salud en México las parteras han sido muy importantes y su formación sigue estando presente; de hecho su más importante centro es la ENEO, Escuela Nacional de Enfermeras Obstetrices de la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM.
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En la historia de la salud en México las parteras han sido muy importantes y su formación sigue estando presente reclamajusticia.es/que-fue-el-descubrimiento-de-america/
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