lunes, 15 de marzo de 2021

UNA VISITA AL SANATORIO DE NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES 1913

 

El tranvía de Hernani condúcenos a Chominenea. Un indicador blanco, en el que está pintada la doble cruz, símbolo de la lucha antituberculosa, nos hace tomar la carretera que llega al Sanatorio.

 

Foto 1 Sanatorio Nuestra Señora de las Mercedes. Loyola. 1912

 

Es una hermosa carretera que antes existía. Se construyó al mismo tiempo que el Sanatorio. El señor Insausti donó, para trazarla, más de setenta mil pesetas.

 

Cruzamos un puente de hierro tendido sobre el río Urumea. Al pie, varias caseras lavan las ropas, con gran estrépito de golpear en las piedras que les sirven para restregarlas.

 

Un caserío. Un formidable perro, ládranos desde la puerta con saña, con rabia reconcentrado. Un casero nos saluda, destocándose la cabeza de su boina.

 

Hay en su saludo mucho de respeto y de cariño. El doctor Luis Alzúa, que nos acompaña, contesta al saludo del casero familiarmente.

 

Seguimos ascendiendo. Pasamos frente al viejo convento de Uva, donde estuvo en un tiempo el asilo de niños. Estamos ya en terrenos del Sanatorio. Alzase éste, todo blanco, casi en la cima del monte. Es sencillo y bello. Sus líneas acusan un gusto estético refinado y sobrio. Contemplándole desde lejos, parece una casita blanca, perdida en el paisaje, donde reina la felicidad y el amor.

 

Foto 2 Sanatorio Antituberculoso Nuestra Señora de las Mercedes, Loyola. Hermanas Mercedarias de la Caridad con enfermas y Practicante

 

Entramos. Una Hermana Mercedaria de la Caridad acude a recibirnos. En el zaguán, alargado, barnizado de blanco, ábrense dos puertas a derecha e izquierda de la entrada. Un poco más allá la escalera que conduce a los pisos altos. Al fondo otra doble puerta, que separa la cocina, el lavadero, los comedores, etc. todas las dependencias del Sanatorio.

 

La Hermana Superiora abre la primera puerta. Es la capilla. Pequeñita, sencilla, con su altar de caoba y las paredes enjabelgadas de blanco. Amplios ventanales dejan ver un hermoso paisaje, en cuyo fondo destácase el caserío de Martutene.

 

Foto 3 Hermanas Mercedarias de la Caridad con enfermas y el Practicante en el Sanatorio Antituberculoso Nuestra Señora de las Mercedes, Loyola.

 

Abre otra puerta. El despacho del médico de semana. Porque conviene saberse: en el Sanatorio prestan sus servicios, gratuitamente todos los médicos que forman parte del Comité local antituberculoso. Cada semana corresponde a uno, que tiene la obligación de ir varias veces a efectuar las visitas reglamentarias.

 

El despacho está decorado, como todas las dependencias, sobriamente. Una mesa, un sillón y varias sillas, de madera clara, de estructura sencilla y elegante. En un estante obras de medicina. En otro, los libros de Pereda…

 

Los comedores, amplios, de elevados techos, con ventanales al campo, constitúyenlos una mesa forrada de hule en el centro y sillas. Son dos comedores: uno para las mujeres y otro destinado a los hombres. Ambos son idénticos, igualmente sencillos.

 

Más allá, al fondo de un pasillo, a uno de cuyos lados están los comedores, la cocina, moderna, con todos los adelantos. En el centro el fogón de hierro, con remates de cobre, limpios y relucientes. En los vasares las ollas bruñidas. La madera blanqueada a fuerza de fregateos y enarenamientos.

 

Foto 4 San Sebastián, coincidiendo con la celebración del II Congreso Español Internacional de la Tuberculosis, Alfonso XIII acompañado de la Reina inauguró el 15 de septiembre de 1912 el Sanatorio de Nuestra Señora de las Mercedes, muy cerca de la ermita de la Virgen de Uba, en Ametzagaña, en lo que es hoy el barrio de Loiola

 

Una Hermana Mercedaria de la Caridad, ayudada por varias mujeres ocupábase en aquel momento en preparar la última colación para los enfermos. Gratamente impresionados, nos detuvimos un rato a contemplar el laborioso ajetreo de aquellas mujeres. El fogón, encendido, expandía un fuerte calor por toda la estancia. La Hermana y sus ayudantas, revolviendo cacerolas, poniendo al fuego sartenes, friendo pescado, etc.

 

Foto 5 Hermanas Mercedarias de la Caridad en el Sanatorio Antituberculoso Nuestra Señora de las Mercedes, Loyola

 

En silencio admiramos a aquellas mujeres, que se afanaban por preparar el alimento para los pobres enfermos; el alimento sano, abundante, que en sus casas les faltara y fue una de las causas que les llevó a tal estado.

 

Junto a la cocina están los lavaderos. Son tres pilas, cubiertas por una techumbre de cinc, donde se limpian las ropas de los enfermos: separado de los lavaderos, se ha construido un pabellón en el cual está instalada la estufa desinfectadora. Luego de lavada la ropa, se desinfecta. Así no existe peligro de posible contagio, aunque, como todo el mundo sabe, el Sanatorio es para pretuberculosos; es decir, para aquellos que están en vías de ser tuberculosos y, por tanto, en este estado no existe, no puede existir el contagio.

 

Por la escalera, que comienza en el zaguán, ascendemos al primer piso. En él están los hombres. Actualmente sólo hay tres enfermos pretuberculosos. Dos de ellos estaban en la galería, echados en sillas camas, haciendo la cura, que debiera de ser de sol, y no lo era porque el sol ¡ay! Se ocultaba tras las nubes…

 

El otro enfermo estaba en el lecho. Padece una pleuresía con derrame. La habitación, como todas las del Sanatorio, tiene amplias puertas de cristales que dan a las galerías. Acostado el enfermo, está casi a la intemperie merced a que las puertas se abren y el cuarto parece una continuación de la galería.

 

El doctor Luis Alzúa lo reconoció e hizo que yo, profano en la Ciencia Médica, comprendiese la enfermedad.

 

Interesado, pregunté al enfermo:

¿Cuánto tiempo lleva usted en el Sanatorio?

Dos meses.

¿Está usted bien aquí?

¡Ya lo creo! Contestó sin vacilar, enérgicamente. Aquí nos tratan muy bien. Los señores médicos nos atienden mucho y las Hermanas Mercedarias no nos dejan un solo momento.

¿Cuánto has ganado de peso desde que entraste en el Sanatorio? Interrogó el doctor Alzúa.

Más de seis kilos.

¿Comen ustedes bien? Volví yo a preguntar.

¿Comer? Usted verá. Hoy nos han dado lo siguiente: Por la mañana, a las ocho, el desayuno; a la una, el almuerzo, consistente en caldo de pollo, carne asada y pescado. Ahora a las cinco, leche y por la noche, a las ocho, la cena, a base de carne y pescado. Y todo muy abundante y muy bien hecho…

 

Foto 6 Enfermeras Sanatorio Antituberculoso Nuestra Señora de las Mercedes 1912

 

Había en las palabras del enfermo tanta gratitud hacia sus bienhechores, que me sentí emocionado. Y es porque nada impresiona tanto al alma como las palabras cálidas, rebosantes de gratitud, de estos pobres enfermos, cuando hablan de sus salvadores, de los seres altruistas que se tomaron el cargo de defenderles de la enfermedad terrible y fatal que los acecha para apoderarse de ellos y llevarlos al sepulcro tras una agonía horrible, en plena consciencia, sintiéndose morir lentamente…

 

Nos despedimos del enfermo y nos dedicamos a recorrer el pabellón. Está dividido en cuartos donde a lo más sólo puede haber cuatro enfermos. Hay otros para dos camas y, por último, existen unos destinados a los enfermos que necesiten reposo y silencio absoluto o que padezcan alguna enfermedad que haga temer algún posible contagio. Estas habitaciones tienen contiguo un cuarto de baño completo, con lavabo. En el pabellón puede haber hasta veinte enfermos.

 

Foto 7 Mujeres enfermas tomando baños de sol en las galerías del Sanatorio Antituberculoso Nuestra Señora de las Mercedes

 

Subimos al pabellón de mujeres. Es exactamente igual al de los hombres. La misma disposición, igual número de camas. En la galería estaban las cuatro enfermas. Una leía en voz alta un libro. Las demás, escuchaban y hacían labor.

 

Mientras conversábamos con ellas, llegó la señora de Resines con su hermana. Era la señora de semana de la “Junta de Damas” protectora del Sanatorio y efectuaba una visita. Luego llegaron dos muchachas jóvenes, de hermoso aspecto. Habían sido enfermas pretuberculosas, y después de tres meses de curación en el Sanatorio, habían salido sanas, completamente restablecidas, libres del peligro de caer en las garras de la tuberculosis.

 

La presencia de aquellas dos ex enfermas, era la prueba más concluyente de la hermosa obra benéfica que el Sanatorio realiza. Contemplándolas, el doctor Luis Alzúa me dijo:

 

¿No es verdad que aun cuando no fueran más que con haber salvado dos vidas, se podía dar por satisfecho el Sanatorio?

 

En silencio, asentí a las palabras del doctor. Como cuando presencié una consulta en el Dispensario Antituberculoso, me encontraba en aquel momento hondamente impresionado. Y pensé que todos estos hombres de ciencia que trabajan con tal ardor en esta grandiosa obra de humanidad bien merecen la gratitud del pueblo que recoge sus beneficios.

 

Los nombres de estos hombres altruistas y buenos, se perpetuarán por siempre en la gratitud de los desventurados, de los pobres de riqueza y de salud, que sin ellos padecerían los horrores del mal exterminador, ayudado eficazmente por la miseria…

 

Aquí termino, lector amigo, estas rápidas notas sacadas de una visita al Sanatorio Vasco Argentino de Nuestra Señora de las Mercedes.

 

Foto 8 Sanatorio Antituberculoso Nuestra Señora de las Mercedes (2)

Este sanatorio fue creado por el Comité Local de la Lucha Antituberculosa por iniciativa del entonces alcalde donostiarra José Elósegui y con una importante financiación de la “colonia vasco-argentina”. Los planos y la dirección de la obra correspondieron al arquitecto Juan José Gurruchaga. Según La Voz de Guipúzcoa, que narraba el acontecimiento al día siguiente de la inauguración, “el aspecto del edificio es sumamente bonito, pues a su elegante construcción se une el estar pintado de blanco, haciéndolo muy agradable a la vista”. El periódico llega a comparar el nuevo edificio con un hotel (2).

 

Pero antes de poner punto y final, quiero pedirte que te unas a mí para gritar con toda la fuerza de tus pulmones un ¡bravo!

 

Para los hombres buenos que hacen Patria sin frases gruesas ni algazaras políticas, sino modestamente, huyendo de la exhibición, en las soledades de los laboratorios, entre la miseria y la desolación de los Hospitales, curando llagas con sus propias manos, prodigando palabras de consuelo a los desventurados enfermos, riñendo victoriosamente terrible y encarnizada batalla con el más terrible, con el más pavoroso azote de la Humanidad, llamada con justicia “la Peste Blanca”.

 

Jack Dick, reportero del Diario “El Pueblo Vasco” (1).

 

Foto 9 Hermanas Mercedarias de la Caridad en el Sanatorio Antituberculoso Nuestra Señora de las Mercedes, Loyola. Muchas de ellas enfermeras

 

Agradecimiento

Esteban Durán León

Anna Aregui Barahona

Ion Urrestarazu Parada

 

Bibliografía

1.- Diario “El Pueblo Vasco” del 24 de diciembre de 1913. Página 4

 

2.- Historia y antecedentes del Hospital de Amara. “Sanatorio Nuestra Señora de las Mercedes”. Manuel Solórzano. 5 de marzo de 1999. Depósito Legal: SS-919/02

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

nice

Telkom University dijo...

Does the blog post delve into the historical background of the Sanatorio de Nuestra Señora de Fátima, such as when it was built, its original purpose, and any notable events or figures associated with it over the years?

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