lunes, 5 de agosto de 2019

MARIELA


EN UN MUNDO DEVASTADO, ELLA LUCHA POR LA VIDA

FOTO 1 Portada del libro de Yolanda Guerrero “Mariela”

EL PAPEL DE LAS ENFERMERAS EN LOS HOSPITALES DE CAMPAÑA

VINDICACIÓN DE LOS ÁNGELES BLANCOS

Yolanda Guerrero traza un gran fresco histórico que recuerda el papel de las enfermeras en los hospitales de campaña

FOTO 2 Portada del libro y su autora Yolanda Guerrero

La epopeya de una mujer valiente en un mundo que nunca volvería a ser el mismo

AUTORA: Yolanda Guerrero Doménech. Nacida en Toulouse (Francia) en 1962 y licenciada en Periodismo en Madrid, trabajó con el Instituto Internacional de Prensa (IPI, por sus siglas en inglés) en la sede de Londres y sus asambleas de Buenos Aires, Montevideo, Estambul y Berlín. A su regreso a España, desarrolló durante más de 25 años su profesión en el diario El País, especialmente en su edición latinoamericana y en suplementos internacionales como The New York Times en español, hasta que, a partir de 2014, dedicó su actividad prácticamente en exclusiva a la literatura. Además de colaborar habitualmente con reseñas y artículos en la revista literaria Zenda, ahora publica su segunda novela, Mariela, después de una primera incursión en la narrativa con El huracán y la mariposa (Catedral, 2017).

La epopeya de una enfermera española en la Primera Guerra Mundial

Yolanda Guerrero traza un gran fresco histórico que recuerda el papel de las enfermeras en los hospitales de campaña. La epopeya de una mujer valiente en un mundo que nunca volvería a ser el mismo.

Es la historia de Mariela, una enfermera española que llega a París en 1918, durante los meses finales de la Primera Guerra Mundial. La incomprensión de quienes no conciben que una mujer sea capaz de salvar vidas no le ha dejado otro camino que la huida.

Con su uniforme blanco como único escudo, Mariela recorrerá algunos de los escenarios clave de la historia del siglo XX, desde el horror de las trincheras hasta Berlín, Moscú y el frente ruso. Pero la crueldad de la guerra no será su único enemigo. También se enfrentará a la gran epidemia que asoló Europa durante unos años siniestros: la gripe española, la Bestia, que se cobró tantas víctimas como los ejércitos.

FOTO 3 Doce enfermeras de la Cruz Roja Francesa con su uniforme blanco en la Primera Guerra Mundial

En los últimos meses de 2018, Beatriz, una mujer joven que acaba de ser despedida de su trabajo, recibe de su madre el encargo de encontrar el hilo que enlaza a cuatro mujeres de su familia, ellas dos y la abuela y la bisabuela de la propia Beatriz. El cabo del hilo es Trasmoz, el pueblo aragonés del que proceden, tradicionalmente asociado a la brujería (femenina) y «todavía hoy excomulgado y maldito». En Trasmoz y en el cercano monasterio de Veruela le aguardan a Beatriz una serie de documentos, como cajas chinas, y un cuadro misterioso que, en lugar de firma, lleva lo que parece un número romano: DIX. Los documentos y el cuadro guardan la peripecia tan sorprendente como apasionante de la bisabuela de Beatriz, la Mariela que da título a la novela, en los años de la Primera Guerra Mundial, «un momento en que el mundo se asomaba al precipicio, pero todavía había esperanza». Atrapada por el misterio y por la fuerza que intuye en esa historia familiar, Beatriz decide que “iba a encontrarnos”.

Lo que sigue es la inmersión del lector –a través de la que lleva a cabo la propia Beatriz- en el periplo fascinante de Mariela por el Madrid azotado por la llamada gripe española de 1916, por los terribles escenarios de la guerra europea, por el brillante París que –pese a la guerra– empezaba a ser la fiesta que contaría Hemingway, por la Alemania en que la frustrada revolución comunista da paso a la contrarrevolución que lleva en su seno el huevo de la serpiente nazi, y por la triunfante revolución rusa, llena de luces y sombras. Un periplo que a la fuerza y el atractivo de esos episodios históricos cruciales une la calidad de la escritura de Yolanda Guerrero.

En el Trasmoz en el que vive la joven Mariela en 1916 abundan las supersticiones, pero una cosa de la leyenda es cierta: las mujeres se reunían; y algo más, había una saga de herbolarias a la que pertenece la propia Mariela, mujeres que recolectan las variadas hierbas del Moncayo con fines curativos. Ya esas primeras páginas de la novela, que son como el prólogo de todo lo que le espera al lector, tienen un magnetismo especial: «En el Moncayo había cabida para todos los misterios», y la Cañada de Moncayo, el pueblo imaginario de la protagonista, «era un paraje de tinieblas y seres mágicos». El misterio y el encanto se completan con los peculiares nombres propios de la zona: Chustino, Ostaquio, Nonilo, Simuel; «anda que no sois raros poniendo nombres en la Cañada», dirá un personaje. El conjunto crea un ambiente envolvente y magnético que atrapa al lector desde el primer momento, metiéndole de lleno en el universo autosuficiente de la novela.

De ese entorno singular la protagonista pasa a un Madrid en el que la gripe hace estragos y en el que sus conocimientos herbolarios le van a ser enormemente útiles. Ese Madrid de la segunda década del siglo XX tiene los tintes del Baroja más duro: pobre, malnutrido, sin higiene, asediado por las enfermedades, donde las familias obreras se amontonan en cuchitriles de alquileres abusivos. Un Madrid también zarzuelero o sainetero que la autora refleja con un magnífico lenguaje y chispeantes diálogos. Ahí, la novela pasa del ambiente misterioso y mágico del Moncayo a otro totalmente realista, pero descarnado y feroz, más temible que el mundo de tinieblas.

Con todos sus horrores, la capital supone un momento de iniciación para la protagonista. Empezando por el descubrimiento de los libros –Amado Nervo, Antonio Machado, Unamuno…– y por la nueva conciencia que le van a despertar. Así, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, que le enseña que es mujer y que piensa, Gertrudis Gómez de Avellaneda o la Concepción Arenal que sostiene que «la sociedad no puede prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano». Mariela empieza a comprender muchas cosas; por ejemplo, que cuando hay elecciones, «no vota Madrid, sino solo una mitad». O que «pensar es sufrir, pero es mejor sufrir que dejar de pensar».

En la ciudad «había una nueva generación de mujeres que luchaba por dignificar una profesión imprescindible… la legión femenina de ángeles custodios del doctor Federico Rubio y Galí», a la que enseguida se incorpora Mariela. Son las enfermeras, los ángeles blancos que pasaban «abanicando Madrid con un revoloteo feliz de uniformes blancos y cruces de Malta… eran jóvenes, se abrazaban, estaban sanas, se besaban, tenían una profesión, hablaban a gritos de emoción al oído de la compañera, eran dichosas».

FOTO 4 Esto no es nada más que una simple herida. Curado por una enfermera profesional. Postal francesa de la Primera Guerra Mundial

Hay una continuidad entre la vida en Trasmoz y en Madrid: la opresión y la violencia contra la mujer. Si en Trasmoz un padre viola a su hija pequeña (y, de paso, acusa de brujería a la mujer que ayuda a la pequeña), en Madrid –donde Mariela, convertida en enfermera, se mueve por esos bajos fondos barojianos, ayudando a los más desvalidos- conoce otro caso semejante. En este, Jano, el hijo de la mujer violada por su padrastro, acabará teniendo un protagonismo insospechado en las últimas páginas. Las andanzas madrileñas de la joven dan pie a unos pasajes llenos de emoción que ponen un nudo en la garganta del lector; la emoción es, de hecho, un elemento destacado en muchos momentos de la novela.

Mariela inicia un combate singular con la gripe a la que ella personaliza llamándola la Bestia, un combate que se prolongará en los años siguientes. El enfrentamiento entre la enfermera y la enfermedad alcanza niveles épicos; Mariela llega a dialogar con la Bestia, que se convierte en su enemigo íntimo, y a la que presenta en toda su repulsión, como un monstruo o un alien. La mal llamada gripe española, que en pocos años, mató entre 50 y 100 millones de personas, está considerada la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad.

Los desastres de la guerra
El siguiente escenario que aguarda a Mariela es París y, enseguida, la Francia en guerra. En París es acogida por la escritora y enfermera de guerra Mary (May) Borden. Allí están también Gertrude Stein y Alice B. Toklas, cuya casa, por la que pasaban escritores como Apollinaire o Blaise Cendrars, «era los sábados por la noche el epicentro del seísmo de la modernidad». Gertrude Stein vivía como conducía, ignorando cómo mantenerse en un único carril y cómo manejar la marcha atrás. París es un oasis de amistad (la amistad es otro tema que recorre la novela), pero la sombra de la guerra es alargada y Mariela, que ya tiene una vocación clara, decide marchar al frente como enfermera. Lleva una maleta que huele a verde, a bosque, a hierbas, a medicinas, a yodo, a quinina, a bálsamo. «Vas a viajar al terror», le advierte May Borden cuando toma esa decisión.

En efecto, los horrores de la guerra están minuciosa y vívidamente descritos: soldados agonizantes, falta de medios en los hospitales de campaña, los lamentos de los hombres mutilados, el tufo insoportable de la gangrena por el gas mostaza, el barro que taponaba las vías nasales y la boca hasta tragarse a los que se hundían en él (miles de hombres desaparecieron así en las ciénagas de Flandes); la lluvia tóxica, originada por el gas, que provocaba el pánico en las tropas; el mal conocido como «pie de trincheras» que obligaba a amputar la extremidad, etc. El desfile de los heridos era el verdadero desfile militar y las trincheras, enlazadas, formaban la gran cicatriz de Europa.

FOTO 5 Ambulancia con sanitarios y enfermeras de la Cruz Roja Australiana durante la I Guerra Mundial. Imagen de State Library of South Australia

La novela contiene aquí un claro mensaje antibelicista. «La patria no te merece, niño. La patria que te hace esto no es patria», le dice la protagonista a un herido. Mariela llega a la conclusión de que no hay guerra buena; alguna puede ser justa si se trata de defenderse, pero buena no es ninguna. Y cambia su modo de pensar, experimenta incluso una mutación moral. Ahora, le parece más importante salvar la vida de un solo ser humano que decir la verdad, luchar por la paz que por valores que sirven a intereses bastardos, que no hay ideal tan alto ni tan sublime que justifique la sangre inocente derramada. Por eso ella había elegido una profesión que salvaba vidas.

FOTO 6 Enfermera francesa de la Cruz Roja1914. “Cualquiera que piense en la mujer francesa de 1914 se representa una joven enfermera tocada con el velo blanco o azul, vivaracha a pesar de la cofia monástica en la que brilla una cruz de sangre”

En esas condiciones, las enfermeras son auténticos ángeles blancos. Merecían ser subidas a los altares de la guerra, pero estos estaban ocupados solo por los generales; igual que los hombres recibían condecoraciones de primera clase por matar, y ellas solo de segunda por curar. Frente a los señores de la guerra, se dice en la novela, están los de la vida: médicos, enfermeras, científicos. La reivindicación de las enfermeras es patente en la novela. Una de ellas dice: «Nosotras escribimos la historia en minúsculas, la de verdad» (1).

El huevo de la serpiente, el corazón de la revolución
El compromiso de Mariela con los seres humanos concretos que sufren en la guerra, por encima de las formalidades legales, la obliga a abandonar Francia. Su siguiente etapa es Alemania. Allí, recién terminada la guerra y derrotado el país, la situación es explosiva. La izquierda quiere hacer una revolución, siguiendo el ejemplo de la rusa, recientemente triunfante. En el otro extremo político se está incubando el huevo del que saldrá la serpiente del nazismo.

En Alemania, Mariela conocerá a una nueva galería de personajes históricos fascinantes; sobre todo la gran Rosa Luxemburgo. “De sus ojos –se dice en la novela- emana fuerza y belleza. De su cabeza, lógica y belleza. De su boca, una retórica brillante… y belleza, mucha belleza”. “Echo de menos esa palabra, libertad, en boca de algunos revolucionarios, aunque se prodiga en la de Rosa”, piensa por su parte Mariela.

Pero la izquierda alemana está dividida; se había dividido en 1914, precisamente ante el dilema de votar o no los créditos para la guerra. Esa división provocará que la revolución en marcha quede paralizada y desorientada, dando paso a una contrarrevolución que es el primer vagido del nazismo que arrasará el mundo en los próximos años. Rosa Luxemburgo y su camarada Karl Liebknecht son asesinados. Ante los acontecimientos, Mariela llega a una conclusión pesimista: “Fue en Alemania donde descubrí que, por mucho que las almas bellas, justas y soñadoras lo intenten, el mundo no se puede cambiar”.

La siguiente etapa es Rusia. Una Rusia revolucionaria y joven, en ebullición, la misma prometedora Rusia cargada de sueños que atrajo a John Reed y Louise Bryant y enamoró por esos años a Isadora Duncan. Nuevos personajes históricos, algunos conocidos ya en Alemania, entran aquí en escena. Por ejemplo, Yakov Sverdlov, uno de los cerebros más privilegiados del bolchevismo, en cuya mirada había dos rayos de luz, sombrío el uno y brillante el otro, y con el que Mariela vivirá una intensa historia de amor. Sverdlov, para el que “la revolución es el regreso a la vida de los que nacieron muertos”.

Pero, sobre todo, conoce a un grupo de mujeres: -Clara Zetkin, Inessa Armand, Alexandra Kollontai o Nadezhda Krupskaya, la esposa de Lenin- tan amigas de reunirse como las mujeres del Moncayo, con las que Mariela mantendrá una relación entrañable, mostrando de nuevo que el de la amistad es uno de los grandes temas de esta novela. Estas mujeres quieren hacer una revolución dentro de la revolución, la que reivindique precisamente a la mitad femenina del mundo. Inessa Armand, de hecho, se convierte a la revolución feminista de Alexandra Kollontai, no a la de Lenin.

Mariela constata que “una de las actividades favoritas de los revolucionarios consistía en congregarse; el asambleísmo estaba en la esencia de su naturaleza”. Algo con lo que coincide Inessa Armand: “Esas reuniones con los compañeros de filas son lo mejor de la política, créeme. El humo, las discusiones a gritos, el vodka…”. Y constata otras cosas, como que en la pareja Lenin-Krupskaya ella era el cerebro y él, la marca.

La revolución, en fin, tiene la misma ambivalencia que la mirada de Sverdlov; está cargada de esperanza y de ideales, pero lleva también dentro de sí el horror y la crueldad de la represión.

FOTO 7 Enfermera de la Cruz Roja Francesa. Postal 1914

Una heroína inolvidable, una excelente novela
Yolanda Guerrero ha escrito una excelente novela que es, entre otras cosas, un gran fresco de unos años convulsos del siglo XX y el retrato de un personaje inolvidable: Mariela, “una mujer sola en los tiempos en que el mundo fue un torbellino de decisiones en su mayoría equivocadas”; que “podía tener momentos de flaqueza, pero jamás de rendición” en su larga persecución de la Bestia a través de las ciudades, las trincheras, la guerra y la revolución. Decidida y terca, incapaz de callar ante nadie o dejarse convencer sin tener antes la ocasión de replicar. Poseída por la maravillosa locura quijotesca de los idealistas. “Loca, española y también del mismo centro de Aragón”, como se reconoce ella misma.

Beatriz es la hija de la hija de la hija que acepta el encargo materno de cerrar la historia familiar. Y lo consigue. “Os he encontrado a todas”, dice al final, respondiendo a aquel propósito suyo del comienzo: “Iba a encontrarnos”. Al final, todo se cierra, todo encaja y todo se explica, incluyendo el misterio del cuadro con los presuntos números romanos (1 y 2).

Estamos ante una gran novela feminista, de fondo histórico aunque no pertenezca al género en sentido estricto, una sabia mezcla de personajes reales y de ficción, que sabe hacer cercanos, de carne y hueso, a los primeros, y mete al lector en el interior de los acontecimientos que narra. Que mantiene la intriga que se plantea en las primeras páginas y no deja ningún cabo suelto al final. Un inteligente juego de espejos entre el pasado y el presente, y entre las protagonistas (bisabuela y bisnieta) que de algún modo se reencuentran, hasta el punto de que Beatriz se identifica tanto con su bisabuela que llega a hablar por su boca, desdoblándose. Una hermosa reivindicación de la amistad, la solidaridad y el feminismo (1 y 2).

¿POR QUÉ ESCRIBÍ ‘MARIELA’?

Porque primero me pregunté a mí misma: ¿cuáles son las leyes que rigen la compasión, es decir, la comprensión del sufrimiento del otro?

¿Por qué el ser humano se conmueve hasta el punto de arriesgar su vida o idolatrar a quien la arriesga ante una tragedia concreta, como la de encontrar a un niño perdido, y sin embargo contempla con indiferencia (e incluso con criterios espurios; por ejemplo, políticos) a otros niños que mueren huyendo de la miseria o de guerras lejanas?

¿Por qué somos capaces de ser sublimes y cicateros al mismo tiempo a la hora de administrar nuestra compasión? ¿Qué vara de medir empleamos? ¿Cuál es nuestra pauta de selección? Y, aún más intrigante, ¿por qué nos ponemos todos de acuerdo a la hora de aplicarla?

Eso es lo que me pregunté cuándo, investigando para otra novela, me topé de frente y sin protección con el gran drama de la gripe española. Llegó al mundo mientras otra de proporciones también apocalípticas y colosales lo sacudía: la Primera Guerra Mundial, de la que proviene todo lo malo que ocurrió más tarde.

Y el mundo decidió no olvidarlo: monumentos a héroes conocidos y desconocidos, libros, películas, documentales, compasión… (aunque de poco le sirvió, al menos no para evitar tropezar después en la misma piedra y despeñarse por un abismo igual de escarpado).

Pero los números de la gripe fueron más abultados que los de la guerra y también más opacos: millones de vidas arrebatadas en silencio, porque en silencio llegó y en silencio se fue. La gripe se extinguió cuando ya no quedó nadie a quien pudiera infectar.

FOTO 8 Gloria y devoción. Valor y devoción. Postales de enfermeras francesas de la Primera Guerra Mundial

Sin embargo, hasta fechas relativamente recientes pocos historiadores indagaron en ella. La enfermedad fue una tragedia ignorada, vivida individualmente en la intimidad de las familias, en entierros solitarios y en ocasiones vergonzantes.

No hubo ni un solo monumento dedicado al enfermo desconocido.

No hubo compasión.

Por eso quise yo unirme a los pocos escritores que, ellos sí, han levantado su voz para recordarla, de forma que, con la aportación de todos, ninguno de los horrores (fueron muchos) de aquella época oscura se nos olvide.

Puesto que mi humilde aportación a esa tarea, justo cuando se cumplía un siglo, iba a ser en forma de ficción, me resultaba imprescindible encontrar en mi mente a una mujer fuerte y situarla en un momento histórico en el que de la resistencia de las mujeres dependía la subsistencia del mundo. Fuerte y compasiva, porque no hay compasión efectiva sin fortaleza suficiente para ejercerla. Es así hoy y lo fue especialmente entonces. Mientras generales y revolucionarios delineaban la historia en letras grandes e inflamadas de patrioterismo, las mujeres escribieron otra: lo que Joan Scott, aguda observadora e intelectual estadounidense, llamó la “historia en minúsculas”.

Así nació en mi cabeza Mariela. La vestí de enfermera, el uniforme que aunaba lo mejor y más esforzado del mundo femenino que aborreció la guerra y luchó contra la epidemia, y la arrojé en medio de ambas a pecho descubierto.

FOTO 9 Mariela, libro de Yolanda Guerrero. Enfermera Mariela foto de la portada

Sí, Mariela primero nació en mi cabeza, pero cuando escribí el punto final me di cuenta de que quizá no había hecho más que describir en una a miles, millones de mujeres de entonces y de hoy. Mujeres llenas de compasión, de fuerza, de amor y de corazón (en ese orden, porque, entonces como hoy, pese a que los asuntos del corazón siguen ocupando un lugar preponderante en el universo femenino, no son su epicentro en exclusiva… admitámoslo de una vez).

Una mujer así tenía que ser inevitablemente mi protagonista, si quería contar la gripe española y su siglo de dolor. Como también me resultó ineludible hacerlo en letras minúsculas y, sin embargo, enormes y brillantes.

En su historia espero y deseo que se vean reflejadas muchas mujeres, muchas vidas y mucha compasión.

Me corrijo: de ellas, y no de mi cabeza, nació Mariela (3).
Yolanda Guerrero

MARIELA EL LIBRO

Título: Mariela
Autora: Yolanda Guerrero
Colección: Ediciones B
Fecha publicación: 25 de abril de 2019

FOTO 10 La enfermera norteamericana Mary Borden, junto a uno de los hospitales ambulantes que ella misma creó.

A causa de la guerra, hay necesidad urgente de enfermeras en todo el continente, y voy a presentarme ante quienes me darán la oportunidad de ser útil, porque ya sabéis que eso es lo único que realmente quiero hacer en la vida, aunque en mi propia tierra, donde únicamente traté de aliviar el dolor de mis semejantes, se me haya condenado de forma cruel e injusta.

Siempre desde que la vida es vida, ha habitado una Eva a la que Adán pueda achacar sus errores. El mundo no nos comprende, nunca lo hizo, por eso prefiere culparnos de lo que no entiende. Nos vitupera y crucifica con sus clavos de hipocresía, aunque para ello deba renunciar a los beneficios de nuestra sabiduría, la que nos han transmitido nuestras madres y las madres de nuestras madres desde la oscuridad de los siglos. Yo os pido que no lo hagáis vosotras ahora, pese a que los tiempos sean difíciles: no renunciéis a ser sabias, no os dejéis abatir. Hemos sido sanadoras durante mil años y seguiremos siéndolo porque la fuerza de nuestra voluntad nos acompaña.

Yo me voy para salvarme y así poder salvar a muchos más” (4).

El libro consta de 671 páginas distribuidas de la siguiente forma:

Primera Parte
Hoy
1.- Bella como ninguna e infeliz como todas.
2.- Todos los misterios.
3.- En las paredes de piedra.
4.- Rayón.
5.-Gracias al santo y solo gracias al santo.
6.- Ojos de gavilán.
7.-No renuncies a ser sabias.
8.- La emoción del conquistador.

Segunda Parte
Monasterio de Veruela, a 15 de mayo de 1919
9.- Donde habita su olvido.
1916 – 1917
10.- Las grullas de Bécquer.
11.- El sambenito de oruja.
12.- Una habitación con ventana.
13.- Pobre rica capital.
14.- El ángel blanco.
15.- Los libros y el mar.
16.- La huelga de los jornaleros pobres.
17.- ¿Quién hablará por nosotras?
18.- Aquella profecía maldita.
19.- El soldado del infierno.

1918 PRIMAVERA
20.- Nunca falto a una cita.
21.- El primer amor.
22.- Una gripe auténtica.
23.- El niño que tenía que crecer.
24.- Te estaba esperando.
25.- Tan callando.
26.- Dos días.
27.- La madre azul.
28.- Y al tercer día.
29.- La revancha.
30.- Cartas ganadoras.
31.- Padre y madre, noche y día, luna y sol.
32.- Un pulmón sin aire.
33.- Dios lleva la cuenta.
34.- ¿Cómo se llama su demonio?
35.- Ministerio de la Gobernación. Gabinete de crisis.
36.- El fin de la Bestia.
37.- Y a veces más.
38.- Todo estará en orden.
39.- Huyo del vacío.

FOTO 11 Enfermeras y heridos en la entrada de un hospital francés en la Primera Guerra Mundial

1918 VERANO
40.- El Rugido.
41.- Dos luchadoras.
42.- Una casa de color, música y risa.
43.- Yo morí en el infierno.
44.- Voy a ir al frente.
45.- Si ellas colapsan, Europa se hunde.
46.- En la calle Fleurus.
47.- En la calle Monsieur.
48.- Un revolucionario.
49.- La historia en minúsculas.
50.- Oscuridad en la ciudad de la luz.
51.- A bordo de Auntie.
52.- La cicatriz de Europa.
53.- Pie de trincheras.
54.- No estoy hueca.
55.- Europa amputada.
56.- La mirada vacía.
57.- El regreso.

FOTO 12 Enfermera alemana con heridos alemanes en la Primera Guerra Mundial

1918 OTOÑO
58.- … Y poderosa, no lo olvides.
59.- El Leviatán.
60.- El buque de la muerte.
61.- Ange Blanc.
62.- La venganza de Gargantúa.
63.- Recetas inviables por escasez de ingredientes.
64.- Las confesiones de un bestiario.
65.- La última batalla.
66.- ¿Y si es el fin del mundo?
67.- Ojos hermanos.
68.- Una mente lógica y extraordinaria.
69.- El canto de la sirena.
70.- El envés de la moneda.
71.- Medallas de segunda clase.
72.- Primer error.
73.- Segundo error.
74.- La selva en medio del páramo.
75.- ¿El amor es así … solo así?
76.- Noche eterna de la paz.
77.- Valiente y sola.
78.- Tercer error.
79.- El silencio.
80.- Un rugido demente.
81.- Con heridas en el alma.

1918 INVIERNO
82.- La caravana de la tristeza.
83.- Kiel.
84.- La casa ZZ.
85.- Un socialdemócrata no huye.
86.- Con mucho dolor.
87.- Los dos últimos hombres.
88.- De caza en Berlín.
89.- Sin rastro de la enemiga.
90.- Feliz año y mundo nuevos.
91.- El Jenotdel.
92.- Chacales.
93.- Camarada Andrei.
94.- La caricia interrumpida.
95.- La risa de la Bestia.
96.- Triple naufragio.
97.- Un estampa conocida.
98.- La Manada.
99.- Fui, soy y seré.
100.- Amiga Elis.
101.- La náusea.
102.- Alguien tiene que escribir los epitafios.
103.- Ironías.
104.- Palabra de cazadores.
105.- Avanzo.

FOTO 13 Enfermeras alemanas en la Primera Guerra Mundial, en las escaleras de un hospital

1919 INVIERNO
106.- Pausa.
107.- Hasta que …
108.- El depósito de los misterios rusos.
109.- Mujeres esenciales.
110.- La ispanka.
111.- La magdalena de Proust.
112.- El Sheremetievski.
113.- Primera noche.
114.- Del Moncayo al Bitsevski.
115.- El crujido.
116.- Lloro.
117.- Ya.
118.- Konkordia Samoilova.
119.- Inessa Armand y Nadezhda Krupskaya.
120.- Klavdiya Sverdlova.
121.- Alexandra Kollontai.
122.- Travesía por el desierto.
123.- Así es la nueva Rusia.
124.- La espiral.
125.- He soñado que era hielo.

FOTO 14 Enfermeras Primera Guerra Mundial

1919 MARZO
126.- Sábado 1 de marzo. Solo café.
127.- Domingo 2 de marzo. La mano en la que cabe una vida.
128.- Lunes 3 de marzo. Ahora lo entiendo.
129.- Martes 4 de marzo. El largo viaje al volcán.
130.- Miércoles 5 de marzo. El ojo con todas las lágrimas.
131.- Jueves 6 de marzo. La mitad del mundo.
132.- Viernes 7 de marzo. No me pidas más.
133.- Sábado 8 de marzo. Paz, pan y respeto.
134.- Domingo 9 de marzo. Carpe diem.
135.- Lunes 10 de marzo. El eco de un estornudo.
136.- Martes 11 de marzo. El mundo completo.
137.- Miércoles 12 de marzo. Ha merecido la pena.
138.- Jueves 13 de marzo. Auténtica pasta bolchevique.
139.- Viernes 14 de marzo. El precio de cambiar el mundo.
140.- Sábado 15 de marzo. Ruso descortés, tosco camarada, rollizo ciudadano.
141.- Domingo 16 de marzo. La victoria final.
142.- El hilo roto.

1919 PRIMAVERA
143.- Llévame.

Tercera Parte
144.- Las huellas de la memoria.
145.- Fin del viaje.
146.- Peset, Angelines y Jano.
147.- Jacoba Bona.
148.- El suero verde.
149.- Un siglo que ha durado seis meses.

FOTO 15 Enfermeras Americanas de la Cruz Roja cuidando a los heridos. Regents Park, Londres. 1918

Epílogo
Yo soy la hija de la hija de Mariela.

Hace cien años, mi bisabuela dejó escrito que yo la rescataría del olvido y no he hecho más que cumplir su profecía.

Hemos huido del fanatismo de la guerra y de la enfermedad. Hemos despertado frente a un jardín de lilas. A las dos nos ha cantado un ruiseñor. Hemos soñado asomadas a una ventana por la que se ve caer la nieve. Hemos amanecido enamoradas con el mundo a nuestros pies y anochecido solo con la mitad del mundo ante nuestra vista. Hemos dormido el sueño eterno en un monasterio del Moncayo. Y lo hemos hecho juntas.

Yo soy la hija de la hija de su hija. Y también la hija de su victoria sobre el mal. Bisnieta de la revolución y del amor en un lecho de muerte. Nieta de una pasión segada por el aliento infecto de bombas y de las tapias de fusilamiento. Soy hija de la Bestia y del Rugido. Y, sin embargo, soy la hija de la hija de la vida.

Toma mis manos y escribe a través de ellas. Toma mi boca y habla con mis labios. Toma mi alma y descansa… por fin, descansa junto a mí, descansa en mí.

Ella me contesta día tras día. “No huyas, avanza, me dice. No estas hueca … no te dejes abatir. Que no te debiliten las heridas del corazón. Corre más y más rápido que los chacales, que las bestias, que los rugidos. Ellos no son nada, no piensan, solo saben ladrar cuando son manada: no tienen alma. Que no te venza la náusea. No renuncies a ser sabia. Sobre todas las cosas, nunca dejes de intentar cambiar el mundo”.

Sigue el libro:
Verdades y ficciones.
Principales personajes históricos.
Nombres de enfermeras reales.
Gracias.

Personajes históricos y enfermeras
Mary Borden (Chicago, EE. UU., 1886 Warfield, Reino Unido 1968). Novelista, poeta y enfermera. Creó y dirigió varios hospitales durante las dos guerras mundiales, a los que dedicó su vida y su fortuna. Una de las mujeres escritoras más ignoradas del siglo XX, sus relatos sobre la Gran Guerra, que describen la crudeza y el horror en el campo de batalla, no fueron publicados hasta 1929. Otros poemas, sobre el amor y la guerra, fueron recopilados en un libro por primera vez en 2015, cien años después de que los escribiera.

Nombres de Enfermeras reales

España: Socorro Galán Gil (Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría, Madrid).

Francia: Vizcondesa de la Panouse (Presidenta del Comité de la Cruz Roja de Francia en Londres).

EE. UU.: Ellen La Motte y Julia Stimson (Hospitales del frente occidental en la Primera Guerra Mundial).
Clara Lewandoske (Hospital Americano de París, Neuilly-sur-Seine).
Frances Dobson y Ruby Russell (SS Leviathan, Brest).

Gran Bretaña: Elsie Knocker, Mairi Chisholm, Laura Frost y Edith Cavell (Hospitales del frente occidental en la Primera Guerra Mundial).

Alemania: Lonny Hertha von Versen y Karoline Bührer (Hospitales del frente oriental en la Primera Guerra Mundial).

Bélgica: Marthe Mathilde Cnockaert (Hospital Militar Alemán en Bélgica, Roulers).

Rusia: Elizaveta Alekseevna Abaza y Zinaida Malynich (Hospitales de los frentes rusos).

FOTO 16 Sanitarios de la Cruz Roja Alemana en la Primera Guerra Mundial

María Veruela Bona Márquez, por todos conocida como Mariela, nació en la isla laica de Trasmoz (Municipio español de la provincia de Zaragoza), que no era muy diferente de la que unos veinte años antes había pintado Valeriano Domínguez Bécquer, mientras su hermano Gustavo Adolfo trataba de curarse los males del pecho y del alma en la hospedería del monasterio de Veruela.

Las mujeres de Trasmoz destacaban y eran diestras en reconocer las hierbas tóxicas, las curativas, las narcóticas, las alucinógenas, las afrodisiacas, las aromáticas, etc. Y sabían aplicarlas con mano suave a sus vecinos, a cada uno según su necesidad, no sin acompañarlas de vez en cuando con algún ensalmo o rezo que diera a la friega algo de romanticismo. Uñas de gato para Chustino, el epiléptico; hojas de ortiga, contra las ventosidades de Viturián; corteza de fresno altísimo, para Ostaquio, aquejado del pecado de sífilis; para Nonilo, doblado de dolor por el mal de la piedra, gayuba, y al pequeño Olario, postrado con coqueluche, unas uvas de zorro.

Mariela no fue consciente de que quería algo más hasta que, en 1916, llegó de visita el doctor Cecilio Nuñez. Era subdelegado de Farmacia de Ágreda y un expertísimo botánico aficionado. Cuando el doctor Nuñez se instaló en Trasmoz, con su lupa y sus chirucas embarradas, sus anteojos y su bigotillo aceitado, la vocación de Mariela encontró sentido, el doctor aprendió de ella a designar con nombres comunes plantas solo conocidas por él con un latín culto pero incomprensible.

FOTO 17 La verdadera botica del doctor Cecilio Núñez en Ágreda en 1917. Foto cedida por su bisnieto, José María Núñez

Cecilio Nuñez le preguntó: ¿Nunca has pensado en hacerte enfermera? ¿Enfermera yo…? ¿Qué cosas dice doctor? Ya está como mi padre, que quiere que me meta a monja. No hace falta, mujer, ¿No has oído hablar de la Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría, del doctor Federico Rubio i Gali? Está en Madrid y allí enseñan la profesión de enfermera a mujeres laicas. Las forman para que jóvenes laboriosas como tú puedan ayudar a sus semejantes y, además, aprendan a ganarse dignamente el pan. ¿Quiere decir doctor, que a las mujeres les pagan? ¿Solo por curar y cuidar, sin tener que servir?

Pues claro pequeña, ellas son las que están ganando realmente esa guerra absurda de un poco más arriba de los Pirineos, en Europa. ¿Guerra? ¿Dice usted que hay guerra? ¿Y las mujeres también van? Qué pequeñico es este pueblo, doctor, aquí no nos enteramos de nada de lo que pasa más allá de la sierra …

FOTO 18 Enfermeras de la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría. Foto cedida: Fundación María Teresa Miralles Sangro

Mariela en el capítulo once nos describe la ilusión de leer el artículo del periódico que le dio el doctor Nuñez de la periodista Beatriz Galindo, decía así:

Que el trabajo de enfermera es un trabajo moderno, decía, adaptado a la realidad de los tiempos y al paso de otros países europeos. Que encuentra su dignidad en la formación, la titulación y la remuneración. Que solo si la mujer consigue hacerse un sitio en ella, o en cualquier otra profesión que elija, podrá decidir libremente su futuro.

Así conoció Mariela los detalles de la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría y así comenzó a soñar con ellos. Soñaba con que, al término de cada uno de los dos años que duraban los cursos, conseguiría superar los exámenes que le harían acreedora de un certificado y una gratificación de trescientas sesenta pesetas. Después, estaría cualificada para ejercer como enfermera y autorizada a cobrar estipendios: de diez pesetas por una guardia de día y noche, cinco por una durante el día, siete cincuenta por la noche, lo mismo por asistir en un quirófano …

¿Poco? Para ella, una fortuna. No era solo dinero. Era la libertad. La libertad de ejercer un oficio honroso y poder mantenerse de él. Exactamente igual que un hombre. Ya no tenía ninguna duda: quería ser enfermera. La decisión estaba tomada, solo faltaba convencer a su padre.

O te metes a monja o te olvidas del capricho, “mi tatarabuelo se resistía a dejarla marchar”. Antes que verte limpiar culos y arreglarle el cuerpo a un señorito de manos largas te ato a la pata de la cama, por estas que lo cumplo. Pero la situación en el pueblo cambió y Mariela partió para Madrid a cumplir su sueño de ser Enfermera.

FOTO 19 68.000 enfermeras francesas de la Cruz Roja fueron movilizadas durante la Primera Guerra Mundial. Museo de la Salud de las Fuerzas Armadas Francesas

En otro capítulo describe como Mariela comprobó que el doctor Nuñez no le había mentido, ya que vio que no hacía falta ser Hija de la Caridad, ni Sierva de María (Ministras de los enfermos) para ayudar a curar y a cuidar, porque las enfermeras no religiosas habían dejado de ser solo chachas. Había una nueva generación de mujeres que luchaba por dignificar una profesión imprescindible.

Ella, con su incorporación a las filas de la legión femenina de ángeles custodios del doctor Federico Rubio i Gali y su Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría, iba a formar parte del futuro. Una vez terminados los cursos y cuando comenzara su mañana, lo haría con un certificado de aptitud como alumna del Instituto Quirúrgico de Terapéutica Operatoria. Esa era su meta.

Mariela cumplía todos los requisitos previos: tenía veintitrés años, sabía leer, escribir, sumar y restar, y era aseada, decente y tenía buenos modales. Le costaba, pero también intentaba dar buena cuenta de otros indispensables para mantenerse en la escuela; entre ellos, el más difícil; el de guardar silencio, no replicar y contestar sí, no o escuetamente a lo que se le preguntara. Y el más sencillo, el de tratar con el mayor de los respetos a los enfermos, compañeros y superiores.

FOTO 20 The Leviathan Nurses. Las Enfermeras en el buque de la muerte

También sueño a Mariela en tricolor, paseando por Madrid su uniforme blanco con una gran cruz de Malta morada y el nombre de la Escuela impreso en seda amarilla con tanta naturalidad como si nunca hubiera llevado otro atuendo.

En el capítulo veinticinco podemos leer:
La adusta enfermera jefe de la Escuela de Enfermeras había ido cambiando de actitud con respecto a Mariela desde la noche en que murió Yvonne. Su acritud se fue trocando en curiosidad primero, interés después y al fin admiración. Aquella alumna de enfermería era obediente y callada; ponía objeciones con demasiada frecuencia a la posología que dictaban los galenos, cierto, pero siempre demostraba tener razón. Su mano era tierna con los doloridos y áspera con los aprovechados; dulce ante el dolor, especialmente el de aquellos que no tenían nada, sino solo sufrimiento, pero agria si alguno hacía valer su posición para obtener atención inmediata y privilegiada.

La tenía bien observada. A doña Socorro no se le olvidaría jamás la mañana en que llegó a la Escuela un abogado de Buenavista que se había sentido indispuesto cuando iba a visitar a uno de sus clientes en la cárcel Modelo. Aterrorizado, creyéndose víctima del soldado de Nápoles, dejó la cárcel y cliente al primer estornudo y voló al lugar más cercano donde creyó que podrían curarlo de inmediato. La cola daba la vuelta al edificio, pero él no estaba dispuesto a aguardar su turno. Doña Socorro trató de llamarle al orden sin conseguirlo y terminó ignorándolo.

Mariela pasaba junto a la fila de enfermos cuando el abogado la detuvo tomándola por el codo con una sonrisa aduladora.

Eh, pequeña, florecilla perfumada entre tanto pedigüeño maloliente … seguro que tú puedes ayudarme, que ya me he coscado yo de que eres la enfermera más lista y más bonita de este criadero de pobres.

Se detuvo muy seria, sin pronunciar palabra.

Mira chata lo que guardo para ti: diez pesetas todas tuyas si me dices lo que tengo y otras diez si me lo curas. Y yo estoy forrado de pesetas, así que cuando me ponga bien te llevo a un cabaret con champán francés y todo para celebrarlo, ¿hace?

Mariela dosificó con elegancia su silencio y al fin habló:
Dos cosas le voy a decir, caballero. Una, que si vuelve usted a tocarme o llamarme algo que no sea señora y de usted, aviso a un agente de la autoridad y sale de esta cola esposado y derecho al cuartelillo por propasarse conmigo.

Así podría seguir describiendo capítulo a capítulo y descubriendo que interesante y maravilloso es el mundo de juntar letras y nos cuentan una historia tan apasionada como la de Mariela “Enfermera”.

Yolanda autora de este gran libro quiere decir que ha querido vestir a su protagonista con un uniforme, el de enfermera, ya que en ella quiere rendir un homenaje a todas las personas que desde entonces y anteriormente nos salvan la vida tantas veces cada día. Como saben también su sola mención es la humilde forma de la autora de aplaudir y agradecer el trabajo que ellas y las que son como ellas han realizado desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, en la Paz y en la Guerra.

FOTO 21 Cartel conmemorativo de la Cruz Roja Francesa en la Primera Guerra Mundial

Cómo Conclusión privada mía
Estamos ante una gran novela feminista, de fondo histórico aunque no pertenezca al género en sentido estricto, una sabia mezcla de personajes reales y de ficción, que sabe hacer cercanos, de carne y hueso, a los primeros, y mete al lector en el interior de los acontecimientos que narra. Que mantiene la intriga que se plantea en las primeras páginas y no deja ningún cabo suelto al final. Un inteligente juego de espejos entre el pasado y el presente, y entre las protagonistas (bisabuela y bisnieta) que de algún modo se reencuentran, hasta el punto de que Beatriz se identifica tanto con su bisabuela que llega a hablar por su boca, desdoblándose.

Una hermosa reivindicación de la amistad, la solidaridad y el feminismo.

Un excelente libro que habla de la profesión enfermera y de nuestra historia y que no hay que dejar de leer.

Su lectura es fascinante, ir descubriendo poco a poco con la lectura y el pasar de los capítulos, esta bella obra escrita por una mujer para homenajear a tantas mujeres que nos precedieron con su trabajo de Enfermera.

FOTO 22 Enfermeras rusas de la Cruz Roja en un quirófano, en la Primera Guerra Mundial

Bibliografía
1.- Mariela de Yolanda Guerrero, la epopeya de una enfermera española en la Primera Guerra Mundial. Evaristo Aguado. 8 de abril de 2019
2.- Dosier de Prensa. B. Penguin Random House. Grupo Editorial
3.- ¿Por qué escribí Mariela? Por Yolanda Guerrero
4.- Mariela. Autora: Yolanda Guerrero. Colección: Ediciones B. Fecha publicación: 25 de abril de 2019. ISBN: 978-84-666-6467-7. Depósito Legal B-5.323-2019

Manuel Solórzano Sánchez
Osakidetza, Hospital Universitario Donostia, Donostia, Gipuzkoa.
Graduado en Enfermería
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)
Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA
Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019



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