miércoles, 28 de julio de 2021

HOSPITAL DE SANGRE DE FUENTERRABIA 1937

 

 

Foto 1 Hospital de Sangre de Fuenterrabía en las Colonias Escolares “Doña Blanca de Navarra” reconvertido. En este suntuoso edificio, cedido por la Caja de Ahorros de Navarra, se halla instalado el Hospital de Fuenterrabía. Personal sanitario, 1937

 

A este Hospital da gusto volver

 

Con tal que la herida no sea muy grave, no me importaría volver por aquí.

Es lo que dicen algunos heridos cuando salen, dados de alta, del Hospital de Sangre de Fuenterrabía, en Gipuzkoa.

 

Y se comprende que lo digan. Más que Hospital, es aquello un Sanatorio de los caros. Para eso lo construyó suntuosamente la Caja de Ahorros de Navarra, que lo tenía destinado a sus colonias escolares y lo ha cedido ahora generosamente para los soldados heridos.

 

Al extremo del malecón del Bidasoa, al pie de Guadalupe y dominando la costa francesa hasta Biarritz, se alza este magnífico edificio de traza moderna y atrevida por fuera, y lleno por dentro de confort y comodidades. No es hoy el bullicio infantil el que alegra sus jardines; pero también los soldaditos que por ellos pasean están alegres, a pesar de sus heridas.

 

No puede menos de abrírseles el ánimo a la esperanza y el cuerpo a la salud ante el panorama espléndido de mar y de montaña que ante ellos se extiende.

 

Y por si ello fuera poco, allí está ese grupo de bellas enfermeras de Irún y Fuenterrabía para hacerles las horas agradables.

 

¡A ver si se dan por enterados!

 

El comandante Dr. Tortosa es el jefe de este grupo de establecimientos, que comprende el Hospital Militar de Irún, establecido en el antiguo Colegio de los Padres de la Doctrina Cristiana; el de la Cruz Roja del mismo Irún y éste de la Caja de Ahorros de Navarra en Fuenterrabía.

 

He encontrado al Dr. Tortosa en su despacho alegre y lleno de luz sobre la terraza. Estaba despachando con él Esperancita, la bella presidenta del grupo de enfermeras. No puedo llegar más a tiempo para lo que busco. Esperancita me ha dado una buena información.

 

— Mire usted, —me dice aunque sea inmodestia, le voy a decir que trabajamos mucho. Trabajamos las enfermeras, los médicos y, sobre todo, el director, que está en todos los detalles, pendiente de continuo de la buena marcha de los establecimientos.

 

Nosotras ponemos el trabajo, pero es necesario que otros pongan el dinero. ¡Necesitamos mucho dinero! El que ahora lo tenga y no lo suelte para los soldados heridos merece que le fusilen.

 

— ¿Tienen ustedes muchos heridos, Esperancita?

Lo que le puedo decir es que están ocupadas casi todas las camas, que son 450 entre los tres hospitales. Como esto es un Sanatorio más que otra cosa, vienen aquí a reponerse los convalecientes de otros hospitales.

 

Y diga usted también que esas camas nosotras mismas las hemos limpiado y las hemos pintado. No tenían ropa y nos la hemos procurado; no había colchones y los hemos hecho. Hemos limpiado, hemos barrido y hemos dado brillo a los suelos. Diga todo esto, dígalo que no. es inmodestia; son ganas de que todo el mundo se entere por ahí de que cada cual debe contribuir con lo que pueda en estos momentos. Porque es que nosotras hemos llamado también, de diversos modos a la caridad, pública y —hay que decir la verdad— la caridad pública se está haciendo un poco remolona.

 

Foto 2 Hospital de Sangre de Fuenterrabía en las Colonias Escolares “Doña Blanca de Navarra” reconvertido. En este suntuoso edificio, cedido por la Caja de Ahorros de Navarra, se halla instalado el Hospital de Fuenterrabía

 

Y para, que todo no sea hablar de nosotras —dice Esperancita— dedique usted también un elogio a la admirable abnegación de las seis Hermanas de La Caridad, que con nosotras trabajan y no deje de decir que los médicos doctores Vidaurreta, Cabrera, Bordetas y Montis, que, además del doctor Tortosa, tienen que hacer a los heridos curas tan delicadas; lo hacen voluntariamente y desinteresadamente.

 

Dicho queda por mi parte lo que Esperancita me ha apuntado. En resumen, señores capitalistas, en los Hospitales de la Frontera hace falta dinero, mucho dinero.

¡A ver si se dan ustedes por enterados!

 

Amargos Jipidos de un Morito sentimental

Nos ha cortado la conversación un morito, que entra a servirnos una taza de té, aromado con hierba-buena.

 

El morito, que es avispado y está deseando resultar agradable a los huéspedes de su comandante, no sólo nos sirve el té, sino que nos enseña a sorberlo como se sorbe en su tierra. Hay que tomarlo muy caliente. Se coge el vaso, -mejor vaso que taza- con dos dedos solamente para no quemarse; uno sobre el borde y otro bajo la base. Luego se acerca el vaso a los labios sin inclinarle mucho y se sorbe con fuerza. El aire sube, mezclado con la infusión, y evita en la boca la sensación de quemadura.

 

Foto 3 La terraza frente al mar, en las horas de paseo, con la presencia de enfermeras y convalecientes. Enfermeras con los soldados heridos

 

—Así, Ad-el Kader, mira.

Y el comandante Tortosa, que también ha estado en África, sorbe su té produciendo un ruido característico, que llena de felicidad el alma ingenua de Ad-el-Kader.

 

— Así, así. ¡Mucho bien, mi comandante!

La taza de té de Ad-el Kader hace derivar la conversación hacia los rasgos del carácter noble y caballeresco de los moros, que han venido a España.

 

El doctor Tortosa me cuenta:

— EI otro día uno de estos moritos cometió una pequeña falta, muy pequeña falta. Fue que como no estaba acostumbrado a beber vino, alguien le gastó la broma de ponerle a poca costa, un poco alegre.

Precisamente para que no se acostumbre a la bebida le impuse un castigo.

Se me echó a llorar amargamente y me decía entre suspiros:

Yo dejar padre, yo dejar madre por venir a defender España, yo querer mucho Franco, yo gritar siempre “¡viva Franco!” y ahora Franco castigar morito. ¡Quí pina! ¡quí pina!

 

Se le había quitado de pronto la borrachera y sus jipidos eran tan sinceros y tan amargos, que me enternecieron.

 

No hay para qué decir que le levanté en el acto el castigo.

 

¡Prepara la bandera Milagritos!

 

Además de descubrirnos rasgos de nobleza, que acaso no sospechábamos, en el carácter de los moros, la guerra actual ha reparado también una gran injusticia, reivindicando el buen nombre de los gallegos. Los gallegos son valientes. De la actuación de las Falanges de Galicia en todos los frentes podría hacerse una antología interminable de hechos heroicos.

 

Mientras tomábamos el té el doctor Tortosa me ha contado algunas anécdotas de heridos gallegos, que revelan el mismo temple.

 

— Uno de les primeros gallegos que pasaron por aquí, me dice el doctor, era un soldadito, que había caído herido en Robledo de Chavela. Venía a reponerse de una terrible herida, que le había destrozado el hombro derecho, dejándole e1 brazo completamente inútil. Era un muchacho de carácter dulce y tranquilo, de muy pocas palabras.

 

Un día al examinarle la herida, se me ocurrió decirle para consolarle:

— Hubiera sido peor en la pierna.

— Para mí, no —me contestó sencillamente.

— ¿Por qué?

— Porque soy sastre y no sé hacer otra cosa.

— Me lo dijo con pena, pero sin amargura. Cuando apareció el decreto creando el cuerpo de mutilados de la guerra, me acordé del soldadito gallego y corrí con alegría a comunicárselo.

— ¡Bah! —me dijo— Yo no quiero nada para mí. Con que gane España, tengo bastante.

— Para valiente —dice Milagritos, la linda enfermera hija del mismo doctor Tortosa —aquel falangista gallego, que murió en el hospital de Irún.

 

Foto 4 Paz y reposo. Mientras el doctor Tortosa despacha con sus auxiliares, los heridos y visitantes recorren los bellos parajes de la costa cantábrica

 

Y cuenta:

— Tenía amputada una pierna por cerca del muslo. Yo no sé cuánto tiempo estuvo en la cama, sufriendo horriblemente. Yo le cuidaba con particular cariño, porque estaba admirada de la entereza con que sufría. Vio llegar la muerte sin miedo. Los últimos días cuando yo me iba a despedir de él para volver a casa, me cogía la mano y me decía:

— ¡No te vayas, Milagritos, que esta noche me muero!

Cuando ya estaba agonizando, solo se acordaba de la bandera:

— ¡Prepara la bandera, Milagritos, que ya me muero! ¿Tienes ya ahí la bandera?

 

No es que estuviera delirando, es que nos había recomendado siempre que le pusiéramos sobre el ataúd una bandera española, y temía a última hora que nos olvidáramos de aquel encargo, que era toda su ilusión.

 

Así Murió un Soldado Valiente

 

El único que se ha muerto en este Hospital, añade el doctor Tortosa, era un soldado de Caballería de Ecija. No vino herido. Traía un reuma articular contraído en el campo, que se le complicó con una endocarditis y una fuerte pulmonía.

 

Cuando estaba agonizando fui a visitarle, conservaba toda su lucidez. Se estaba muriendo y él lo sabía. Se iba para siempre y me saludó al despedirme con el saludo de ordenanza:

— A sus órdenes mi comandante. ¿Manda usted algo?

Le mandé lo que se puede mandar en aquella hora. Le hablé sin miedo, como se puede hablar en cualquier momento a un hombre de su temple, aunque solo tenga como él los tenía, 22 años.

 

Vinieron al entierro el padre, la madre y la esposa, que había dejado en casa dos hijitas muy pequeñas. Tuve la satisfacción de explicarles cómo había muerto aquel soldadito valiente. Y veía yo, cómo los viejecillos, en medio de su dolor, se sentían orgullosos de ser sus padres.

 

Las Tres Estrellas

 

No todos han de ser recuerdos tristes. Para hacernos olvidar un poco la honda emoción que los relatos anteriores nos han producido, Lolita nos ha contado otra anécdota de hospital, que tiene un aire más alegre.

 

Fue en un Hospital de Irún, durante los días rojos. Claro está que Lolita no lo vio, porque ella no fue enfermera de los rojos; pero se lo han contado, con nombres y todo, y ella nos lo cuenta:

— Llegó un día al hospital —nos dice— un jefecillo, que tenía una herida insignificante en la pantorrilla. Malas lenguas aseguraban que aquella herida no se la había hecho el enemigo. Acaso tuvieran razón las malas lenguas.

 

La herida, como digo, no era muy grande, pero la administraba bien.

 

Decía que era capitán y exigía que se le atendiera y se cuidara con preferencia en todo a los otros pobres milicianos del montón, que llegaban del frente. El día que pudo ya levantarse de la cama para salir a dar un paseo, dándose postín de héroe con su pequeña cojera, se acicaló bien y se puso su flamante uniforme de oficial.

 

Foto 5 1ª. Las enfermeras se esfuerzan en hacer agradables las horas a los soldados heridos. 2ª. En este suntuoso edificio, cedido por la Caja de Ahorros de Navarra, se halla instalado el hospital de Fuenterrabía.

 

Alguien advirtió que llevaba dos estrellas, en lugar de tres, que es lo que corresponde al grado de capitán. Alguien se lo advirtió y él se quedó un poco corrido, pero lo explicó en seguida:

— Verá usted. Yo entré en una .tienda a comprar las tres estrellas. Me las dieron. ¿Cuánto es? —pregunté.

— Seis pesetas.

— ¿Seis pesetas? Eso es muy caro.

— Es el precio corriente en todas partes. Dos pesetas cada estrella.

— Bueno, el caso es que yo no traigo más que cuatro pesetas. Deme dos estrellas nada más. Me quedaré en teniente.

 

Foto 6 Colonia Escolar Caja de Ahorros de Navarra en Fuenterrabía. Fuente: Fernando Tabuenca González. Tesis Doctoral página 122. 1970

 

Estos eran, comenta Lolita, los jefes de los rojos. Al de nuestra anécdota le faltaron dos pesetas para ser capitán; pero es que además le faltaba todo lo que se necesita para ser valiente y abnegado. Cualquiera de nuestros soldados, a los que nunca he visto preocuparse más que de ponerse buenos para volver al frente podría ser general al lado de aquellos jefes que se gastaban los rojos.

 

— Y aún recuerdo, continúa Lolita, el caso de otro capitán rojo tan valiente o más que al anterior. Este era capitán de verdad aunque fuera rojo. Se pasaba el día levantando el puño por el paseo de Colón y repitiendo el “no pasarán” cuando los requetés de Beorlegui estaban todavía bastante lejos. Le hirieron en un bombardeo de aviación sobre las trincheras de San Marcial.

 

Cuando le estaban curando en un Hospital de San Sebastián oyó el ruido de un aeroplano que pasaba y le dio un síncope.

— No lo puedo remediar! ¡No lo puedo remediar!— decía disculpándose.

¡Tengo destrozados los nervios!

Y se estremecía como una señorita.

 

Hemos reído de buena gana las anécdotas que ha contado Lolita y cuando ya nos despedíamos vemos que llega al Hospital un soberbio automóvil, del que se apean unas elegantes señoras. Con un poco de indiscreción me entero de que vienen a hacer un donativo al Hospital. He visto que entregaban, unos billetes al doctor Tortosa.

 

Merecen que les hagamos una fotografía. Se la hemos hecho, sobre todo, para ver si el ejemplo cunde. J. de H (1).

 

Foto 7 Enfermeras donostiarras, abril de 1937

 

Agradecimiento: Esteban Durán León

 

Bibliografía

1.- Hospital de Sangre de Fuenterrabía. Semanario Gráfico de reportajes. Revista de Falange Española. 24 de abril de 1937

 

Manuel Solórzano Sánchez

Graduado en Enfermería. Enfermero Jubilado

Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF

Miembro de Enfermería Avanza

Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos

Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería

Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería

Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.

Miembro no numerario de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. (RSBAP)

Académico de número de la Academia de Ciencias de Enfermería de Bizkaia – Bizkaiko Erizaintza Zientzien Akademia. ACEB – BEZA

Insignia de Oro del Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa 2019

Sello de Correos de Ficción. 21 de julio de 2020

masolorzano@telefonica.net

 

1 comentario:

Juan Carpos dijo...

Hola escribo en el por si alguien que haya pasado por lo mismo o sepa del asunto pudiera echar un poco de brillantez a mis dudas. Empece hace poco en la Higiene bucodental por medio de esta web http://www.gradosuperiorhigienebucodental.com/ ya que siempre me ha llamado la atención. Realmente todo lo relacionado con la salud sin embargo por cosas de la vida estudié marketing y luego un máster. Ahora, con 24 años me planteo hacer efecto enfermería ¿creen que estoy a tiempo?

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