miércoles, 30 de diciembre de 2015

SAN SEBASTIÁN SIGLOS XVI y XVII



Desde antaño se erigieron Hospitales en San Sebastián, estos piadosos monumentos de humanidad que desconoció la anciana jurisprudencia romana, pueblo por otra parte tan ilustrado, y tan sensible a las miserias de ciudadanos infelices y menesterosos y cuyo primer origen en el Oriente atribuyó el Emperador Justiniano a Fabiola, matrona romana (Epitaphium Fabiolae. Libro.3; Epistola 6), habiéndose ido levantando después semejantes establecimientos con el nombre de nosocomios, gerunthocomios, orphanotrofios, según las necesidades de los desvalidos que en ellos se recogían.

Extramuros de San Sebastián, en el barrio de San Martín, hay memoria de que antiguamente hubo un Hospital de San Lázaro (Una alusión a los “montes de los malatos, del señor San Martín”, o sea, a los montes de los leprosos del Hospital de San Martín, se contiene en el tomo Y, folio 353 del Archivo de San Millán, situado ahora en el Archivo Municipal de San Sebastián). En la revista Novedades, de San Sebastián, correspondiente al 13 de noviembre de 1910, se publica una fotografía del antiguo arco de la puerta de ese hospital, para pobres llagados de úlceras, y que sin duda estuvo bajo la dirección de los caballeros de la orden del mismo San Lázaro.

FOTO 1 Arco que aparece en las excavaciones para la construcción de la casa nº 92 de la Calle San Martín. Arco de la antiquísima capilla de San Lázaro que perteneció a la puerta de la capilla del Hospital de San Lázaro, correspondiente al Patronato de Caballeros de dicha Orden, sacro militar que fue instituida en Jerusalén por los Cruzados en 1119, y que se dedicó al cuidado de los enfermos leprosos y ulcerosos. Revista Novedades 13 de noviembre de 1910

Este Hospital se quemó en 1512, con ocasión del sitio de la plaza por el Duque de Borbón, y se trató de reedificarle a solicitud de un tal Fr. Martín de los Santos. La Reina Doña Juana expidió en 1535 una cédula que se erigiese otro hospital en el mismo barrio de San Martín. Además dio otra cédula la misma reina en Valladolid a 29 de enero de 1538 en que permitía se levantase un hospital junto a la iglesia de Santa Catalina y al par del astillero donde se fabricaban navíos, habiendo de construirse dicho hospital en distancia de 480 pasos de la muralla, y habiendo de ser el edificio de argamasa y no de cal y canto, para poderle derribar prontamente si era necesario para la defensa de la plaza sin que el rey hiciese otro resarcimiento que de los 50.000 maravedís de que antes se había hecho merced a la ciudad.

Dicho hospital de Santa Catalina, llamado también de San Antonio Abad, ya se refirió antes haberse demolido de orden del rey el año 1719, juntamente con la iglesia de Santa Catalina. Por una Real Cédula de Felipe II de 18 de enero de 1592, consta haber habido también en San Sebastián un hospital de peregrinos y encargaba el Rey a la ciudad fuesen recogidos en él los enfermos de la armada surta en Pasajes, en que añade el Monarca: reciviré Yo particular servicio de más de que siendo la obra tan pía, y los Hospitales, y las rentas de ellos constituidas para estos casos los debriades vosotros hacer: avisarmeis de cómo se cumple, y el número de enfermos que hubiese, qué suerte de gente, y con que enfermedades.

El Hospital de San Sebastián volvió a reedificarse el año 1675. La Real Casa de Misericordia de San Sebastián se fundó bajo la protección de Felipe V, declarada por cédula de 5 de mayo de 1714.

Por el médico Ordoñez, sabemos que en 1761 había en San Sebastián, 4 médicos, 10 cirujanos, 3 boticarios y que el Hospital se llama de la Misericordia, con capacidad para 130 personas; estaba atendido por 1 médico, 1 cirujano, varios sirvientes y enfermeros, y los 3 boticarios, que proporcionaban gratuitamente la medicación.

En 1814 aparecen al servicio de la ciudad el médico José Passaman y el cirujano Miguel Martín y José Zubicotea. En 1820 a los sanitarios anteriores se unen el segundo médico Miguel de la Cámara y el del cirujano extramural Manuel Cayetano Bitriain.

Según José de Oyanarte (1770), médico de la ciudad de San Sebastián, aconseja a quienes viven en contacto con los enfermos aunque muy pocos salen bien parados. Las primeras prédicas van contra las matronas o actuales comadronas, pues muchas veces son ignorantes y osadas, con las funestas conseqüencias que se siguen. Por algo su colega Juan Lorenzo de Ostolaza, Maestro Cirujano de Azcoitia, se permitió enviar un memorial a las Juntas de 1765, celebradas en Zumaya, suplicando “una ordenanza para el examen y aprobación de Comadres”. En 1818 se tiene que examinar en el arte obstetricia María Antonia Martín, vecina de San Sebastián, ante Miguel Martín cirujano y subdelegado de Sanidad, la Diputación reunida en Azpeitia en 1818, protesta y no acata.

En 1865 aparece en la ciudad de San Sebastián un señor con vestido galonado en oro, y nada menos que con los siguientes títulos: “El Señor Robati, Caballero de la Espuela de Oro, Honorario por la Santidad de Benedicto XIII, Chímico y Botanista, Cirujano privilegiado de Luis XV, Médico de la Familia del Duque de Villars, Gobernador de Provenza, y de otros Señores de la Corte de Francia”. Fabulosos títulos que nada añadían a su carencia de conocimientos y no impidieron su desastroso final, lapidariamente descrito con estas palabras: “Fue la Corte de Madrid el término de su Tuna, y su Ospital Real el de su vida y embustes”, arremete contra curanderos y algebristas y también contra algún sacerdote olvidados de su dignidad.

Termina diciendo Oyanarte que: Los enfermeros han de ser “caritativos, afables, vigilantes, activos, observadores y obedientes al Artífice”. Recomienda el sosiego y la paz para los enfermos, que se ven perturbados porque “luego que enferma una persona, acude, como moscas a la miel a visitarla, una caterba de mugeres” y en lugar de aliviar al paciente, “la verdad es que van a cumplir con el mundo y a quebrar al doliente la cabeza, y aumentarle el mal, con su importuna conversación”, si es que no tratan de convencerle de que contra la opinión del médico, de lo que padece es de “mal de Madre o mal de Urdalla, si es hombre y si es mujer de mal de aojo”.

En 1832 las Hijas de la Caridad sustituyen a las amas de gobierno que hasta entonces llevaban el cuidado de las casas y/o hospitales. En 1834 en octubre, aparece el cólera que parece ser entró por los puertos del litoral (1).

FOTO 2 Escudos de Gipuzkoa: FIDELISSIMA BARDULIA NUNQUAM SUPERATA

Ignacio Mª Barriola Irigoyen en su libro sobre la Medicina Donostiarra a comienzos del siglo XIX, nos contaba la diferencia caracterológica entre los dos grandes grupos de donostiarras: “los várdulos y los gascones”, esquematización que define muy bien las dispares personalidades que, juntas o separadas, se dan en los antiguos vecinos de esta ciudad (2).

El gascón vive asentado al pie de Urgull, dentro de las murallas, fuera en la provincia están los várdulos.

Situémonos mentalmente en un claro atardecer de 1813. El lugar en donde ahora estamos, es el extremo occidental de la muralla, junto al baluarte de San Felipe y cerca de la “Huerta del General”. La mole saliente del Hornabeque de San Carlos atrae nuestra atención, así como el paseo de los donostiarras con sus frondosas acacias. El frontón, que se alza un poco más hacia la Zurriola, está vacío, o quizá juegan en él aun a “perratxas” algunos “mukitzus” del Muelle, como los bautizará más tarde Marcelino Soroa (3).

El domingo, era de verse este paseo ahora solitario. Pues que la diferencia en el tiempo es escasa, nos lo va a describir 25 años más tarde el cirujano de la Legión británica y consumado artista de la pluma y del pincel, Henry Wilkinson, el enamorado de las puestas de sol donostiarras, que ablandan su corazón “con debilidad casi femenina”, según propia confesión. Su relato dice así: “Las arenas del primer término del grabado, hace dos años estaban cubiertas de largas avenidas de nobles árboles bajo cuya fresca sombra las fascinantes y expresivas hijas de San Sebastián solían pasearse con sus sombreros de verano....” (4).

FOTO 3 “Hamarretako”. “Tipos Vascos”. Pintor: Ignacio Zuloaga Zabaleta. Dibujo en tela de 124 x 149 cm. Colección Bellas Artes

En el acta del Ayuntamiento de San Sebastián Sesión 15-IX-1813 relata que después del incendio que destruyó San Sebastián algunos señores entre ellos Vicente Ibarguren que además de txistulari, fue Alcayde de la Cárcel: en efecto, hasta el 31 de Agosto era Alcayde José Ignacio de Elizalde, que murió victima de los ingleses; como Ibarguren debió perder su casa en el incendio, y algunos en análogas circunstancias fueron admitidos a vivir en el antiguo edificio de la Compañía, o sea de los Jesuitas, a la sazón Cárcel, leemos que en la Sesión Municipal del 15 de Septiembre, Ibarguren solicita se le nombre Alcayde y se le conceda habitación.

Pero el Ayuntamiento que accede al primer extremo, nada puede hacer en cuanto al segundo, por estar el edificio “ocupado por prisioneros franceses heridos” y le prometen concedérsela cuando se desocupe.

Nos acercamos a la Puerta de Tierra, que pronto va a cerrarse; entre las 7, como en invierno, y las 10 como en verano. Terminado el ruidoso concierto, la ciudad se sume en absoluta calma, sólo turbada por algunas voces intempestivas, al rumor de una lluvia, pertinaz, o algunos otros aldabonazos de más seria significación: la llamada al médico, a Juana María Martínez, “la partera”, al preste que administre los Sacramentos, al notario o al turno de guardia de incendios. Estos particulares aldabonazos serán la comidilla de la tertulias de mañana (5).

FOTO 4 Enfermeras de San Sebastián

BIBLIOGRAFÍA
1.- San Sebastián. Curso breve sobre la vida y milagros de una ciudad.
2.- La Medicina Donostiarra a comienzos del Siglo XIX. Ignacio Mª Barriola Irigoyen.
3.- Alcain. Colección de Artículos. Páginas 56, 89, 123.
4.- Wilkinson. Sketches & Music páginas 43 a 46.
5.- Referencias de un sacerdote guipuzcoano, el padre Oraian, al mundo de las prácticas sanitarias nos hablan de la primera partera de San Sebastián, Juana María Martínez. 1883

AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

martes, 22 de diciembre de 2015

HOTEL DE LONDRES. HOSPITAL DE SANGRE DE SAN SEBASTIÁN



13 DE SEPTIEMBRE DE 1936

Definición
Un Hospital de sangre, es un Hospital provisional que se sitúa en un punto conveniente cerca del sitio donde se da una acción bélica, y donde se recibe muchas veces a los heridos de uno y otro bando. También se denominan así a algunos Hospitales Militares, aunque se hallen dentro de la población.

El origen de estos establecimientos fue la necesidad reconocida de auxiliar pronta y eficazmente a los heridos de una acción que por falta de hospitales morían en gran número y sin socorro ni auxilio alguno. Estos hospitales ambulantes tienen en la guerra un carácter tan sagrado que aún en los momentos de más calor y efervescencia han sido respetados. Se han salvado muchos heridos desde la creación de estos hospitales y es admirable el cuadro que presentan en los momentos en que a ellos se conduce a los heridos de una acción.

FOTO 1 El Hotel contemplado desde la bahía, pudiera confundirse con un transatlántico que ha encallado en las arenas de La Concha (foto Internet)

Pertenecieron posteriormente estos establecimientos a la administración militar que debe cuidar de que se hallen bien servidos y a la altura que la caridad y la civilización reclaman, dotados convenientemente del necesario número de médicos, cirujanos, ayudantes y enfermeros, con sacerdotes bastantes para el socorro moral de los enfermos.

Las condiciones locales de estos establecimientos deben acomodarse a la misión y destino que se les da no pudiéndolas graduar ni señalar de un modo general y absoluto entrando por mucho las condiciones del país donde se establecen, el número de enfermos que pueden llegar a recibir, el tiempo que han de durar y un sin número de circunstancias especiales que solamente la previsión y el tacto de la misma administración militar pueden graduar.

Pequeña Historia del Hotel de Londres e Inglaterra
En 1867 el solar que había sido del estado lo compró dos años antes Jacobo Félix León quién lo vendió a los médicos Manuel Matheu Fort y Juan José Balda Corta. En 1869 el Barón de Fossard de Lillebonne alquiló el edificio del Hotel Londres, abriendo un casino, y cuando en 1872 el Rey Amadeo visitó San Sebastián se alojó en este palacete-hotel, que durante la Segunda Guerra Carlista fue destinado a Hospital de Sangre (1).

FOTO 2 Alfonso XIII en el Hospital de Sangre en el Palacio de Miramar de San Sebastián, 1922

Durante la Segunda Guerra Carlista el edificio del Hotel de Londres se destinó a Hospital de Sangre y el 2 de diciembre de 1875, un incendio destruyó la parte alta del inmueble. Hubo que trasladar a los heridos a las casas vecinas. El general Trillo, jefe de las fuerzas terrestres, y el contralmirante Polo de Besabe, acudieron con las bombas de agua de la escuadra para apagar el fuego” (3).

Fue después, a la vez que Casino, hotel, primero con el nombre de Cursaal y luego con el de Inglés, siendo vendido en 1902 a un empresario francés, M. Eduard Dupouy, hombre emprendedor que había abierto una fonda en la calle de Aldamar y que años más tarde dio el gran salto adquiriendo la lujosa residencia que había levantado el financiero Fesser en el centro de la ciudad, en la Avenida de la Libertad. En 1902 Eduard Dupouy, compró el edificio de La Concha trasladando allí el establecimiento que desde esa fecha se llama “Hotel de Londres e Inglaterra”. El primitivo hotel sufrió a lo largo de los años diversas modificaciones, una de las más importantes en 1915 al ensanchar el Ayuntamiento la calle Easo, a la que daba una de las fachadas del edificio. Entonces se levantaron dos pisos más, se construyó una pequeña cúpula o cimborrio terminado en un pararrayos y en el interior se mejoraron las instalaciones y servicios.

La ciudad iba a más y los días de la Primera Guerra Mundial y de la postguerra convirtieron a San Sebastián en un centro balneario y turístico de primera magnitud. Un río de oro entraba en la ciudad y el Hotel resultaba pequeño para aquella creciente clientela que llegaba de Europa y América (1).

FOTO 3 Enfermeras de San Sebastián. Mayo 1937

El nuevo propietario, José Urbistondo, compró las dos villas que había junto al edificio, pagando por ellas 750.000 pesetas y amplió el Hotel que, a partir de 1930 ocupó una superficie de 1.583 metros cuadros. En 1972 se volvieron a reformar las habitaciones modernizándolas, haciéndolas más confortables, llevándose a cabo la penúltima reforma en el año 1978, cambiando la estructura de los salones e instalándose en lo que había sido el gran comedor, con capacidad para 400 personas, la sala de juegos del Casino, recientemente autorizado (2).

En el momento en que se cumplen 79 años del inicio de la Guerra Civil en aquel verano de 1936, merecería la pena detenerse en aquellos 58 días de guerra que Donostia padeció hasta su caída el 13 de septiembre.

El 17 de julio fue una larga noche, se presentía el alzamiento. Ya por la tarde, una representación política visitó al Gobernador civil, Jesús Artola, ávida de informaciones aclaratorias sobre los rumores procedentes de África. La respuesta tranquilizadora pero indecisa del gobernador obtuvo el efecto contrario sumado a una policía municipal dividida que dejó de operar en las calles dando paso a la movilización civil.

La rápida organización de las milicias y un excesivo entusiasmo se acompañó de un escaso y rudimentario armamento. En este escenario, el vacío de poder político sustituido por la Junta de Autoridades y la dudosa lealtad de las tropas acantonadas en Loyola convirtieron nuestras calles en un hervidero de civiles armados, proclamas y detenciones de personas sospechosas de apoyar la sublevación. Paralelamente a estos movimientos falangistas y requetés se organizaban para la lucha en reuniones clandestinas en el Buen Pastor y Carmelitas (2).

FOTO 4 Carteles de apoyo a los Hospitales de Sangre en la Guerra Civil Española. Cartel de Ferran Teixido para una tómbola benéfica promilicias y Hospitales de Sangre. Barcelona 1937

La organización de la defensa recaería en el comandante de Estado Mayor Augusto Pérez Garmendia, desplazado desde Biarritz, donde se encontraba de vacaciones.

La noche del 18 de julio será recordada por la tensión provocada por las noticias procedentes de la sublevada Pamplona al mando del general Mola. Anarquistas y comunistas bien informados por los “topos” introducidos en los círculos falangistas donostiarras fueron los primeros en erigir las primeras barricadas de la calle Larramendi.

Los veraneantes, además del cuerpo diplomático, no pudieron sino acantonarse en los hoteles a la espera de una evacuación que se ejecutaría por tierra y mar gracias a la acción de los consulados, siendo los de Italia y Alemania los más activos.

Ese mismo día los diputados del PNV Manuel de Irujo y José Mª Lasarte harán pública, a través de los micrófonos de Radio San Sebastián, su condena de la incipiente rebelión y su adhesión al legítimo Gobierno de la República.

Con la mirada puesta en los cuarteles de Loyola y la dudosa lealtad de León Carrasco, Gobernador militar de Guipúzcoa, el Teniente Coronel Vallespín fue convocado a Donostia. La llegada del rebelde Vallespín, escoltado por vehículos blindados, fue recibida con disparos desde el boulevard. La respuesta de las ametralladoras dispuestas en Igentea no se hizo esperar. Este primer enfrentamiento y las primeras víctimas serían el preludio de los 58 días de guerra en Donostia.

FOTO 5 Enfermeras de San Sebastián. Mayo 1937

El 19 de julio, coincidiendo con el desembarco en el muelle de los primeros milicianos gallegos, se organizó la columna militar para la reconquista de Vitoria.

A pesar de requerimiento de León Carrasco, Loyola no se sumó a los preparativos, manteniendo Vallespín un férreo control sobre los regimientos acuartelados.

Dos días después, mientras un nutrido grupo de milicianos partía hacia Vitoria, dos columnas se lanzaron desde los cuarteles de Loyola para la toma militar de Donostia. Vallespín declaró el estado de guerra y el regimiento de artillería nº 3, armado con obuses Schneider de 155 mm, morteros y armamento ligero tomó, las colinas de Ametzagaña mientras las columnas avanzaban por el Urumea, calle Prim y Urbieta.

Las barricadas erigidas en Amara Zaharra, feudo de los anarquistas, y la calle Larramendi en particular, fueron los protagonistas de los combates ese día frente a la artillería pesada que desde Loyola, Egia y parque de Amara, castigaban duramente la ciudad.

Entre disparos llegó la Pastoral desde Vitoria y Pamplona condenando la República y bendiciendo la sublevación.

El 22 de julio se vio marcado por la llegada providencial a la estación de Amara de milicianos procedentes de la columna de Vitoria, requeridos con urgencia para defender Donostia de las tropas sublevadas.

Su llegada y el repliegue de los militares coincidirá con la toma de los edificios, El Casino (Ayuntamiento), Gobierno militar, Edificio Equitativa y el Hotel Mª Cristina por parte de falangistas, guardias civiles y tiradores de elite llegados a Donostia días antes del alzamiento coincidiendo con su preparación olímpica en Bidebieta.

FOTO 6 Enfermeras y practicantes Hospital de Sangre de San Sebastián, 1937

El terror y la inseguridad tomaron la ciudad. Se disparaba desde balcones y azoteas mientras los edificios ocupados por los sublevados actuaban como fortines y baluartes de los puntos más estratégicos de la ciudad. Ante esta situación de alarma, se decidió tomar al asalto el Gobierno militar, el Casino y el Náutico. Tras la sangrienta toma del Náutico y el Gobierno Militar, el objetivo se tornó al Casino.

Si pasean cerca de él podrán remarcar los impactos más evidentes en el Boulevard, ya que fue ahí mismo donde se produjo el ataque más duro. Aquellos que participaron en el asalto, milicianos, miqueletes y guardias civiles leales a la República, se batieron con armas cortas y algunos fusiles frente a ametralladoras y una verja convertida en parapeto.

El día 23 pasará a la historia de Donostia por los hechos acaecidos en el Hotel Mª Cristina. Éste fue ocupado por cerca de 54 guardias civiles sublevados, guardias de asalto, militares y falangistas armados con abundante material de guerra y munición. Hostigados desde la calle Oquendo con parte del material requisado en el Casino, se esperaba una defensa contundente del edificio. Sin embargo, pocos imaginaron aquel día que utilizarían como parapetos a civiles, posicionándolos en las ventanas y en la verja que rodeaba el hotel. Huelga decir que la mayoría fue víctima del fuego cruzado. Ante la amenaza de incendiar el hotel, los sublevados se rindieron (2).

La capitulación no estuvo exenta de tensión y la posibilidad de ejecuciones sumarísimas de los rebeldes por parte de milicianos fue impedida “in-extremis” por el comandante leal de la Guardia Civil, Mauricio García Ezcurra.

Una vez neutralizado el foco del Mª Cristina, los esfuerzos se centraron en el asedio a los cuarteles de Loyola, sumándose a éste el bombardeo por parte de un avión republicano. Si bien los combates más encarnizados se libraron entre los muros de Polloe y el alto de Ametzagaña, no debemos olvidar los combates en el barrio de Gros.

La fugaz aparición del acorazado alemán “Deutschland” frente a la bahía y su amenazante potencia de fuego no hizo sino aumentar la inquietud y temor a un bombardeo naval.

El día 27 de julio, los cuarteles de Loyola, castigados desde el Alto de Amara por un obús de 270 mm desplazado desde Hondarribia, negociaron su rendición. La capitulación de los cuarteles y el festejo por todo lo alto en Donostia fue sólo ensombrecido por la huida del máximo responsable de la sublevación militar, el teniente coronel Vallespín. Como acto de represalia, el 28 de julio fue ejecutado en Amara el coronel Carrasco, Gobernador militar de Guipúzcoa.

Las milicias requisaron el Hotel Central y organizaron brigadas de cocineros y camareros que llegaron a servir hasta 6.000 comidas diarias. Las escuelas de Atotxa, Franciscanos, Escuelas de Amara, la sede de la CNT en la calle Larramendi y la creación de un Hospital de Sangre en el suntuoso Hotel de Londres dan una medida de la movilización popular. Ejemplo de ello es el servicio de 40 zapateros en la incautada fábrica Tello y los 50 peluqueros afiliados a la UGT, que ofrecieron sus servicios a cientos de milicianos. Destacar también a los arrantzales donostiarras que distribuyeron gratuitamente antxoas y sardinas en un momento en que comenzó a escasear la comida (2).

El 29 de julio, los cruceros España y Cervera cumpliendo las órdenes del general Mola (Desde Cabo Busto hasta el Bidasoa puede hacer fuego sobre la costa donde lo estime pertinente con el fin de sembrar el pánico entre los habitantes de aquella región), proceden al bombardeo de Donostia.

Como acto de represalia se produjeron detenciones masivas llenando las cárceles de Ondarreta y Palacio del Kursaal. Esta represalia fue consumada con el asalto de milicianos a la cárcel de Ondarreta y la ejecución en el Paseo Nuevo de 53 personas de las cuales 41 eran militares.

Los primeros días de agosto estarán marcados por la división ideológica de las milicias y el escaseo de armas y municiones.

A partir del 12 de agosto la aviación sublevada tomará como objetivo Donostia y Pasaia. El pánico se apoderó de la población.

La mañana siguiente, 6 aviones facciosos procedentes de La Rioja bombardearon la ciudad estallando las bombas en la calle San Jerónimo, plaza Centenario, Embeltrán, Urbieta, Urdaneta y San Marcial con el resultado de 1 muerto y 31 heridos (2).

FOTO 7 Enfermeras de San Sebastián. Abril 1937

Esa misma tarde se reanudó el bombardeo con el lanzamiento de 6 bombas sobre las mismas calles y, en especial, sobre el Hospital de Sangre sito en el hotel de Londres.

Por si el castigo no era suficiente, 4 días después a las 8 de la mañana los “cruceros España y Cervera” lanzaron 150 salvas con proyectiles de 200 y 300 kgr. sobre la ciudad, destruyendo, entre otros, el Asilo de Zorroaga y la Maternidad de Aldaconea, amén de los obuses caídos en la calle Eguia, Ronda, Aguirre Miramón, Usandizaga, Aldapeta, Añorga y Paseo de la Concha (2).

En una atmósfera de ciudad sitiada, el 6 de septiembre estuvo marcado por los preparativos de evacuación de Donostia, a pesar de la voluntad de resistencia de grupos anarquistas, y la ejecución en Polloe del arquitecto donostiarra José Manuel Aizpúrua, jefe de prensa y propaganda, además de Jefe provincial y miembro del Consejo nacional de Falange.

El 13 de septiembre, una ciudad desierta fue tomada por una compañía con 25 soldados del Tercio de Lacar al mando del capitán Ureta, que ni fueron 40 ni todos de Artajona, consumándose así la caída de San Sebastián (2).

Según nos relata un testigo. “Cerca de mí (Hotel de Londres) han estallado los obuses lanzados por el crucero “Cervera” y el “España” en el inicio de la guerra civil del 36 y presencié el fin del dominio del Frente Popular en la ciudad, con la entrada del capitán Ureta y sus cuarenta requetés de Artajona, en el mediodía del 13 de septiembre de 1936. Seguí las evoluciones de un extraño avión que por fin aterrizó en la playa de La Concha y en el que viajaba León Degrelle, el colaboracionista belga de escapada de su patria al término de la guerra mundial” (3).

Con 1813 “in memoriam” y la mirada puesta en el incendio de Irún, las milicias del PNV acuarteladas en San Bartolomé fueron las últimas en abandonar Donostia, permaneciendo hasta el último momento en sus puestos de vigilancia y con el objetivo de mantener el orden y proteger los monumentos y edificios más representativos de Donostia (2).

De una población de 85.510, según el último censo de diciembre de 1934, quedaron en Donostia unos 39.000 habitantes en septiembre de 1936. El éxodo masivo de la población, entre 45.000 y 50.000 personas según el periódico falangista Unidad, se realizó ante el miedo de represalias y las violaciones atribuidas a las tropas mercenarias marroquíes del general Mola. El éxodo de barrios obreros como Amara (85 %) y Eguía (76 %) contrasta con el 16 % de personas huidas del centro de la ciudad, feudo derechista.

La feroz represión que siguió a la caída fue acompañada de un castigo a los familiares huidos y la preparación de “paseos” efectuados por pelotones falangistas en lugares a menudo alejados del centro de la ciudad.

Ejecuciones arbitrarias y masivas sumieron a la población donostiarra en un terror absoluto durante los meses posteriores a su caída, sembrando de muertos las cunetas de nuestros barrios y pueblos.

Con el cínico objetivo de no “ensuciar” la nueva imagen de una ciudad cosmopolita, Donostia recuperaría la frivolidad de un inmejorable y lujoso balcón en retaguardia. Burgueses, intelectuales, políticos y diplomáticos afectos al nuevo régimen se convertirían en protagonistas de la vida social donostiarra (2).

El resultado lo tienen en el censo que se realizó en 1937: 90.000 habitantes, es decir, un aumento de cerca del 100 % de población respecto al 13 de septiembre. Este aumento de población vino acompañado por la confiscación y posterior ocupación de viviendas (2).

FOTO 8 Hotel de Londres e Inglaterra de noche

FRENTE POPULAR. DIARIO DE LA REPÚBLICA

Información Local. Detalles del criminal bombardeo faccioso
Se producen destrozos en algunas viviendas, mueren cinco personas y otras varias sufren heridas diversas.

El ataque de la mañana del 14 de agosto de 1936
Los destrozos causados por el bombardeo de ayer fueron, efectivamente, considerables. A la caza de unos objetivos que no llegaron a precisar y conseguir, los aviones facciosos no repararon en causar daños, algunos irreparables, en la población civil. Lo bárbaro de tales procedimientos, desdeñados por crueles hasta por los pueblos menos civilizados, causó general indignación en el vecindario: una indignación rayana en el odio y la execración más definitiva. Con actos como el de ayer, la causa facciosa no logra sino acrecentar el ímpetu de la resistencia civil y el abismo, ya insondable, que media entre los seres humanos de corazón cultivado y propicio a la clemencia y los que lo tienen duro como el granito, incapaces de comprender toda la corriente afectiva (4).

Uno de los proyectiles arrojados por los aviones –que eran seis y procedentes, con seguridad, del aeródromo de Recajo (Logroño)- fue a parar al patio que forma la casa número 7 de la calle de San Jerónimo y las señaladas con los números 14 y 10 de la de Embeltrán, causando daños en varios pisos de todas ellas. En el tercero del inmueble aludido de la calle San Jerónimo habita la viuda de Sotés, anciana imposibilitada, que corrió serio peligro. En aquel momento ayudaba a la venerable viejecita a ponerse las medias la joven de su familia Cándida Ruesgas, estudiante de Magisterio. Al ruido de los motores, ambas corrieron a ponerse a cubierto de una posible agresión. Lo hicieron con el tiempo justo, porque instantes después caía sobre la casa uno de los proyectiles lanzados desde los aviones facciosos, causando destrozos en una chimenea, que se incendió, y en la vivienda de la pobre familia (4).

Queda dicho que la bomba causó abundantes destrozos en ambas casas. Para abreviar esta información, que se haría interminable, diremos que en el cuarto derecha del número 16 de Embeltrán habita la viuda de Arabaolaza, cuyo hijo, muchacho de unos 17 años, dormía en aquellos instantes; vistióse de cualquier manera, asomándose a una ventana de su cuarto que da al patio del bar Iruña; un instante después sobrevenía la explosión, causando abundantes daños en los muebles y enseres pero saliendo del trance el muchacho sin un leve rasguño (4).

Otro proyectil fue a caer junto a la casa número 54 de la calle de Urbieta, lugar donde se halla un establecimiento de comestibles de Carrasquedo. Produjo un hoyo de unos dos metros cuadrados por uno y medio de profundidad. El cascote desprendido a consecuencia del golpe alcanzó a varios vecinos que se habían refugiado en la bodega del establecimiento, puesto que el hoy de referencia había dejado al descubierto la bodega. La tienda de Carrasquedo, como consecuencia de los destrozos ocasionados por la bomba, queda en comunicación con otra adyacente, que fue cordelería y ha sido desalojada recientemente.

La bomba caída sobre la casa número 6 de la Plaza del Centenario pudo ocasionar una verdadera catástrofe. Penetró por el sexto piso y atravesando el quinto, el cuarto, el tercero y el segundo, fue a estrellarse, sin estallar en el primero, que habitan los señores de Campane. Este proyectil, que causó los naturales destrozos, fue trasladado a la CNT.

En la misma Plaza cayó otra bomba, sobre la casa número 1, propiedad de los señores Zappino, alcanzando al quinto izquierda, piso ocupado por la viuda de Barcáiztegui e hijos. La bomba penetró por el ángulo noroeste del marco del lucero sobre la cocina del piso alto de servicio, destrozando una mesa de mármol sobre la que cayó, con lanzamiento de una chimenea a la terraza del inmueble inmediato y desperfectos en otras dos chimeneas. Los muebles y enseres no sufrieron desperfecto alguno, aunque todas las estancias se llenaron de cascote (4).

A causa de haberse incautado el Frene Popular de la torrecilla superior de la casa, por si podría utilizarse la terraza para tomar posiciones contra los “pacos” traidores, días pasados fueron evacuados los pisos cuarto y quinto de esta casa, habitadas ordinariamente por las familias de Barcaiztegui y Lemoniez.

Mayores desperfectos causó la bomba caída sobre la casa número 9 de la calle Amara, de reciente construcción, propiedad del industrial señor Landart. El artefacto cayó de refilón, destrozando habitaciones de los pisos cuarto y quinto. En uno de estos pisos habita una familia de compañeros tabaqueros. También cayó otra bomba en la calle de Urdaneta número 18, inmueble en cuya parte baja se encuentra la Escuela de la Sagrada Familia. Como se sabe, una de las naves de la Casa de Socorro corresponde a esta calle. De consiguiente, los aviadores facciosos no tuvieron en cuenta que aún dentro de la más cruda lucha, los establecimientos sanitarios tienen privilegio de inmunidad. Y no debe olvidarse que sobre la parte alta de la Casa de Socorro existe pintada una cruz roja gigantesca, que desde los aparatos, aunque estos volaran a gran altura, se debía apreciar perfectamente (4).

FOTO 9 Enfermeras de San Sebastián. Abril 1938

Este proyectil, que se estrelló sin estallar, en el primer piso, después de haber atravesado los restantes, fue recogido por el Cuerpo de Bomberos. Todavía cayeron otras bombas en la parte trasera de la iglesia de Santa María, en la bahía de la Concha, en los cuarteles de Loyola y acaso en algún otro lugar. A consecuencia de todas estas bombas recibieron asistencia en la Casa de Socorro varias personas.

Una de ellas, que ofrecía mayor gravedad, fue trasladada al Hospital Civil de Manteo. Se trata de Josefa Munárriz Uranga, de 32 años, soltera, natural de San Sebastián y habitante en la calle del 31 de Agosto (4).

He aquí los nombres de otros heridos:
Manuel Sierra, de 34 años, jornalero, contusión en el antebrazo izquierdo. Manuel Usandizaga, de 47; heridas de mano y pie izquierdo. Los dos, pronóstico reservado. Juan Garallos, de 5 años: herida punzante en la cabeza. Leve. Guadalupe Terrazas, de 24 años: heridas contusas en ambas piernas. Leve, salvo complicaciones. Las lesiones que presentaba Josefa Munárriz, en el pecho, producidas por metralla, no tenía, afortunadamente, profundidad; no siendo, por consiguiente, lo graves que se pudo estimar en un principio.

El Bombardeo de la tarde
Por la tarde volvieron a volar los aviones, arrojando seis bombas, dos de las cuales cayeron en las cercanías del retrete del parque de Amara, sin que produjera desgracias. Otras dos cayeron en el número 4 de la calle de Urbieta: una, al patio y la otra, atravesando los pisos quinto y cuarto, fue a alojarse al siguiente, causando grandes destrozos pero ninguna desgracia personal. Otra bomba, por su trayectoria, debía estar destinada a la redacción de FRENTE POPULAR y talleres de este diario.

Cayó en el número 32 de la calle de Garibay, medianera con la de nuestro periódico. De la potencialidad del explosivo, aparte los enormes daños causados, dará una idea el hecho de que encontrándonos en esa hora en la Redacción varios periodistas, la fuerza percutora del explosivo nos desplazó a todos del lugar en que nos encontrábamos, enviándonos a varios metros de distancia.

La bomba, al caer debió tropezar en una esquina de la terraza del sexto pido donde se advierte arrancado un pedazo de la misma; y después fue a hacer explosión sobre el balcón del piso cuarto, habitación de don Bernardo Beristain. La metralla penetró en el interior del piso destrozando la techumbre y todos los muebles que había en cuatro habitaciones, que presentan un tremendo desorden. Asímismo destrozó el suelo estableciéndose comunicación con el piso inferior, el tercero, que habita el notario don Fernando Fernández Sabater, donde también quedaron destrozadas las cuatro habitaciones de la misma rasante del piso superior.

En el domicilio de don Bernardo Beristain se encontraba su esposa, que tuvo la inmensa suerte de haberse recluido en las habitaciones que dan a la calle Garibay a lo que debió la vida. También en el piso inferior se encontraba el notario con su padre, señor de avanzada edad y por hallarse en las habitaciones exteriores pudieron salvar sus vidas.

En la calle San Marcial
En su insana trayectoria los aviadores dejaron caer otra bomba en la calle de San Marcial en la casa del bar la Espiga. El explosivo penetró por el tejado del edificio, horadó los tres pisos superiores, atravesó una cuna con colchón, en la que afortunadamente no había nadie, haciendo explosión y quedando la espoleta sobre una cama de las habitaciones del piso primero, donde fue recogida por los bomberos.

En el momento que se señaló la presencia de los aviones doña María Zabalegui Errazquin, dueña de la carnicería que existe en la calle de San Marcial se prestó inmediatamente a que en el establecimiento penetrara el público que se encontraba por aquellos lugares, para así librarse del bombardeo; pero madre de siete hijos y no viendo en aquellos momentos a ninguno a su lado se lanzó a la calle en su afán de recogerlos.

En esos momentos caía la metralla sobre la calle de San Marcial y la pobre señora fue alcanzada por un casco que le destrozó el vientre y la región dorsal produciéndole la muerte casi instantáneamente. Casi no tuvo tiempo de salir del establecimiento, en la entrada le sorprendió la muerte.

Lo más Criminal
Los asesinos remataron su hazaña lanzando una bomba contra el Hospital de Sangre establecido en el Hotel de Londres. No precisaron absolutamente el tiro y el explosivo fue a caer sobre el balcón central de la casa del señor Elorza, en la calle de Easo esquina a la de San Marcial.

El explosivo arrancó de cuajo la repisa balaustrada de piedra del balcón y la barandada y en la piedra beroqueña de la base del edificio produjo enormes destrozos. También quedó completamente destruida la puerta de acceso a la casa número uno y la muestra de la fotografía inmediata del señor Pedrosa.

En este lugar de la población, si los aviadores facciosos fracasaron en su intento de rematar a los heridos, hicieron desgraciadamente, carne en un montón de infelices vecinos. Derribados por la metralla fueron recogidas una infinidad de personas, la mayoría de las cuales presentaban heridas de gravedad. Uno de los casos más terribles es el de Plácida San Juan y su hija Encarnación Gorbea, de 42 y 16 años de edad respectivamente.

FOTO 10 Frente Popular, Diario de La República 14 de agosto de 1936. Cartel de rifa benéfica de la CNT para la ayuda a los Hospitales de Sangre

Esta familia que habita en la calle de Fuenterrabía número 22 y en la que hay otros cuatro hijos sintió inquietud por éstos al advertirse la presencia de los aviones. Plácida San Juan con el impulso irrefrenable que guía los actos de las madres se lanzó a la calle acompañada de su hija para buscar a los otros hijos que se encontraban en la playa. Cuando llegaban a la altura de la calle Easo hacía explosión la bomba lanzada contra el Hotel de Londres. Los cascos de la metralla alcanzaron a la pobre madre matándola instantáneamente e hiriendo gravísimamente a la hija, que fallecía horas después en el hospital. Los efectos de la explosión fueron tan tremendos que a un paisano que se encontraba a la puerta de la farmacia Carrasco situada en la calle de Easo, esquina a la de Pí y Margall, a más de cien metros de distancia del lugar de la explosión le alcanzó un casco de metralla produciéndole una herida en un brazo. También alcanzaron los efectos de la metralla a dos hombres cuyos nombres no hemos podido conocer todavía, causándoles la muerte (4).

Los Heridos
Inmediatamente de producirse el bárbaro atentado los elementos sanitarios que se encuentran en el Hotel de Londres y los enviados con toda diligencia por la Comisaría de Sanidad que se encuentra establecida en el Hotel del Príncipe, acudieron a prestar su asistencia a las víctimas.

En diversos lugares fue prestada asistencia a las víctimas.

En el Hospital de Sangre del Hotel de Londres de San Sebastián:
Venancio García, de19 años, asturiano residente en San Sebastián, sufre heridas incisas en las regiones frontal y palmar derecha.
Santiago Argobaniz, de 32 años de Vitoria, herida incisa en la región palmar izquierda.
Santiago Ruiz, de Santander, 23 años, herida de metralla en el muslo izquierdo.
Eduardo Olazagutia, de Vitoria, 23 años herida incisa con desgarre en el cuero cabelludo.
Mariano Díaz, de Madrid de 29 años, herida incisa en la región palmar.
Angel Larrauri, de 23 años de San Sebastián, herida incisa en la rodilla.
Santos Ibáñez de 20 años de Vitoria, herida de metralla en el tercio inferior de la pierna izquierda.
Ramón Castresán de 20 años, de San Sebastián, herida de metralla en el muslo izquierdo y otra en la región plantar.
Manuel Murguía de 17 años, de San Sebastián, herida de metralla en el hombro y brazo derechos.
Venancio Ortega de 29 años, de San Sebastián, herida con desgarre de tejidos en la región facial derecha, en sedal con orificio de entrada y salida en el hombro derecho.

En el Hospital Civil de San Antonio Abad
Han sido curados los siguientes heridos a parte de los fallecidos:
Josefa Munáriz de 32 años de San Sebastián, herida de metralla en la mano derecha.
María Leturiondo Eguía de 36 años de Villabona, herida de metralla en el tobillo derecho, siendo preciso amputarle la pierna. Además heridas de metralla en la espalda, muslo y brazo.
Gregorio Sánchez Iglesias, de 32 años, de Casar de Monte, Cáveres, y vecino de Rentería, herida de metralla en la rodilla y que resultó herido estando en la Concha. Moraleja, herida en la rodilla con fractura con minuta.
Higinio Martín Iglesias de 28 años de San Sebastián, herida en la rodilla con fractura con minuta.
Julián Ortíz Saéz de 73 años, herida en el abdomen y excitación nerviosa.
Y la joven Gorbea a que antes nos referimos que ingresó en estado preagónico con enormes destrozos en manos y piernas.

En la Clínica de San Ignacio
Han ingresado en esta clínica Enrique Ituarte, que tiene heridas con desgarro en la mano izquierda, que precisa la amputación de un dedo y dos grandes heridas con desgarro en la pierna izquierda. Juan Echeverría, tío del anterior, heridas de metralla en las piernas. Los dos resultaron heridos cuando salían de la fotografía del señor Pedroa en la calle de Easo.

Otros heridos
También han sido asistidos en otros Centros José María Zubiaurre, herido de metralla en la región glútea izquierda.
Ramón Bordenave, de 39 años, sereno de la Avenida, con herida de metralla en el codo con fractura del húmero y heridas contusas en las piernas.
José Aoja, de Mondragón, de 29 años, con herida de metralla en el pie izquierdo.
Pedro Nieva, de San Sebastián, de 28 años, herida de metralla en la pierna izquierda.
Esteban Fernández, de 50 años, herida de metralla en el muslo izquierdo.
Juan Echave, de 28 años, herida en el pie izquierdo.
Concha Alustiza, de 17 años, herida en la pierna izquierda.
Juan Alvarez, de 18 años, herida contusa en el brazo derecho.
Y otros muchos curados en sus casas.

FOTO 11 Enfermeras de San Sebastián y milicianos 1937

La actuación de los Bomberos
Inmediatamente que se produjeron los vandálicos hechos, comenzó a actuar el Cuerpo de bomberos, que ha realizado los siguientes servicios:
En la casa número 32 de la calle Garibay, fue apuntalado el piso y derribado la parte que pudiera ofrecer peligro para el vecindario. En la calle Moraza, en lugar inmediato a la linternería de Torres recogieron una bomba que no había llegado a hacer explosión.

En la calle de San Marcial, casa del bar “La Espiga”, recogieron en el piso primero, sobre una cama, la espoleta que allí hizo explosión y reconocieron y pusieron en condiciones de seguridad los pisos siniestrados.

Otra bomba que tampoco hizo explosión y fue recogida por los bomberos, cayó en los altos de Amara, a pocos metros de distancia de la vivienda de doña María Tresa Fortea, viuda de aquel gran republicano que nos arrebataron los asesinos fascistas Manuel Andrés Casaus. Otra bomba que tampoco llegó a hacer explosión, cayó en la huerta de los señores Echave, también en los altos de Amara.

Las demás bombas lanzadas en Amara, calle Embeltrán, iglesia de Santa María, calle de Urdaneta y otras, causaron grandes destrozos pero afortunadamente no hubo víctimas que lamentar (4).


FOTO 12 Enfermeras y milicianos en la antigua Maternidad 1936 (Hoy Nazaret)

Repercusión del Bombardeo de San Sebastián en Bilbao
Enorme indignación en Bilbao por el bombardeo de San Sebastián.

Apenas conocida en esta villa la noticia del bombardeo de San Sebastián por la aviación fascista, numeroso público desfiló por los periódicos para inquirir noticias y por los centros oficiales y las redacciones detalles de lo sucedido.

Conforme se han ido conociendo detalles de esta agresión que viola en sus bases fundamentales el derecho de gentes y todos los sentimientos de humanidad, la indignación del pueblo bilbaíno ha ido creciendo de manera amplísima.

A los sentimientos de camaradería con los guipuzcoanos que de manera tan firme defienden los postulados de izquierda, se unía el fraternal de las dos poblaciones hermanas.

En los cuatros políticos y sindicales, en la calle, cafés, teatros, en todos los puntos ha sido el criminal suceso motivo casi único de las conversaciones.

Puede afirmarse, sin hipérbole, que Bilbao ha vibrado hoy de manera latente y continuada y que los hechos vandálicos realizados por los facciosos en San Sebastián han apretado más aun, si cabe, los lazos de hermandad vizcaína y guipuzcoana y el afán de vencer rápida y ampliamente a la facción, para que rinda cuenta de sus odiosa vilezas.

FOTO 13 Enfermeras de San Sebastián cuidando a un herido 1936

En Pasajes
Tres milicianos de esa filiación prestaban servicio de vigilancia y ellos fueron las víctimas de la cobarde agresión. Cogidos de lleno en el área de expansión de una de las bombas, uno de ellos llamado Pedro Azurmendi, natural de Pasajes y perteneciente a la Federación de Sindicatos Unicos, quedó muerto en el acto, con el cuerpo horriblemente destrozado. Sus compañeros Pablo Gorospe y Jesús Arregui sufrieron heridas de gravedad, siendo curado el primero en Rentería y el segundo trasladado urgentemente al Hospital de Sangre del Hotel de Londres.

En tanto que el aparato faccioso consumaba su triste hazaña, otro de los aviones enfilando hacia Pasajes de San Juan dejaba caer, una tras otra hasta ocho bombas en el casco y alrededores de aquel puerto (5).

Tres artefactos explosivos se hundieron en la bahía sin causar daños, otro estalló en el llamado cementerio inglés, encima de las escuelas Viteri, otro a unos cincuenta metros del caserío “Larrabide” y otro en las proximidades de “Garchegui” donde tienen su cuartel las Milicias Vascas. Esta última bomba alcanzó a tres milicianos que se encontraban de permiso, recogiendo mariscos en la playa. Uno de ellos resultó ileso, pero los otros fueron dos víctimas más para unir a la lista de las inmoladas por la barbarie facciosa. Fueron trasladados uno a Lezo, donde llegó ya cadáver, y el otro al Hospital Civil de San Sebastián, donde falleció a las cuatro de la tarde.

Se llaman las víctimas de esta agresión Constantino Vázquez Lago, de 31 años de edad, natural de Pontevedra, era soltero, de profesión redero y trabajaba en la Casa Arcelus. Estaba afiliado al Avance Marino. La otra víctima fue Juan Milleiro de 29 años, casado, natural de Redondela, era contramaestre del “Iziar”, de la Casa Zuloaga y vivía en Trincherpe.

Realizado su criminal propósito los aviones facciosos se perdieron en el espacio con dirección a la frontera (5).

FOTO 14 Enfermeras de San Sebastián 1937

Según nos relata en Recuerdos del Hotel Londres. “Pero mi destino fue cambiado momentáneamente en los azarosos días de 1936. Las autoridades del Frente Popular, que mandaban en San Sebastián en los primeros días de la Guerra Civil, ocuparon el Hotel para destinarlo a Hospital de Sangre. Fueron momentos difíciles. Los primeros días había todavía clientes en el hotel sorprendidos por la guerra, y comenzaron a llegar los heridos. Había un cierto desbarajuste, por lo menos aparente, y por allí circulaban enfermeras, practicantes, médicos, camilleros, etc. Y algunos clientes que quedaban.

Había una mujer, creo que era capitana de la milicia, que mandaba mucho y de los médicos recuerdo a los doctores Bastos, Bago, Eizaguirre, San Emeterio, Otaño… El personal del hotel se había ido yendo, quedando únicamente Paulino Rueda, segundo maître; Andrés Azaldegui, jefe de cocina; Antonio Paredes y su mujer Genara Elorz, peluqueros y manicura; Amparito Larrinoa, telefonista y los botones Julio y José Mari Ozcáriz y me parece que uno de los maleteros, Esteban Maeztu. Con la entrada de las tropas volvió el hotel a su destino y los años que duró la guerra trabajó intensamente acogiendo a viejos clientes que venían a la zona nacional procedentes de la republicana” (3).

FOTOGRAFÍAS
De Internet. Carteles de la guerra civil
Fotos cedidas por la Familia Labayen Berdonces.

AGRADECIMIENTOS
Angélica Orallo
Idoia Arrebola
Hotel de Londres e Inglaterra
Familia Labayen Berdonces

BIBLIOGRAFÍA
1.- Hospitalidad. Un lujo singular. Juan María Peña
2.- Noticias de Gipuzkoa. 13 de septiembre de 2006
3.- Libro “Recuerdos del Hotel de Londres y de Inglaterra. 1987
4.- Frente Popular. Diario de la República. Redacción, Oficina y Talleres en la Calle Garibay nº 34. Teléfonos: 14.621 y 14.634. San Sebastián, 14 de Agosto de 1936
5.- Frente Popular. Diario de la República. Redacción, Oficina y Talleres en la Calle Garibay nº 34. Teléfonos: 14.621 y 14.634. San Sebastián, miércoles 2 de Septiembre de 1936

AUTOR:
Manuel Solórzano Sánchez
Diplomado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)